Una llamada que lo cambia todo
Las imágenes de mi padre inundan mi cerebro. Como me enseñó a andar en bicicleta, aún sin él saber hacerlo. Leyéndome cuentos antes de dormir, imitando la voz de los personajes y haciendo caras raras. Todas y cada una de las veces en las que me dijo te quiero o me abrazó contra su pecho besándome la frente cuando no me sentía bien o perdía seguridad en mi misma. Gracias a mí, padre soy quién soy, sus consejos y ánimos, son el pilar de mi carrera como artista. Recuerdo perfectamente cómo mandó mi demo a una discográfica sin decírmelo. Me enteré cuando me llamaron para reunirse conmigo. Él solo me miró y me dijo:
—La vida es una sola, princesa. Disfrútala, cumple tus sueños y no pienses nunca en el que dirán, es imposible agradarle a todo el mundo. Mantente fiel a tus ideales y convicciones y lucha por ellos, yo siempre te apoyaré.
Un nudo inmenso se forma en mi garganta, mis ojos escuecen. Sin embargo, ni una sola lágrima brota de ellos. Ese hombre hoy se debate entre la vida y la muerte, postrado en una cama de hospital y mis lagrimales no acaban de entenderlo.
—Nyx, cariño. —Me habla mamá, pero no registro sus palabras —Mi amor, yo sé que es difícil, pero seguro tu padre sale de esta. Él es muy fuerte y terco, mi vida.
—¿Qué pasa, pequeña hada? —pregunta Max —¿Nyx? ¿Qué está mal?
—¿Ese es Max? ¡Nyx! Contesta por el amor de Dios, hija mía.
Le paso el teléfono a Max sin apenas dirigirle la palabra. En lo único que puedo pensar es en que mi padre está en coma. Hace un año que no veo a mis padres por tener miedo a que un infeliz se ensañe conmigo. Me siento culpable, egoísta. Mi padre es una de las personas que más quiero en el mundo y me da miedo no volver a verlo nunca más.
Me dirijo al armario antes de pensar bien las cosas. Comienzo a meter toda mi ropa sin cuidado en la maleta. En lo único en lo que puedo pensar es en que mi padre debe de saber que lo quiero más que a mi vida. Tiene que saber que no se puede ir, que debe de luchar. Sé que suena mezquino, pero me niego a vivir sin mi papi. Antes, cuando el miedo era mayor que todo en mí, sabía que estaba a solo una llamada. Levantaría el teléfono, marcaría su número y el contestaría con su gruesa voz, justo como siempre lo hacía:
—Dime mi princesa ¿Cuándo dominaremos el mundo musical?
Jamás cambiaba la frase y siempre me sacaba una sonrisa. Sabía que por muy negro que tuviera el día, solo tenía que llamar a casa y papá se encargaría de ser mi rayo de sol.
Todos morimos tarde o temprano, eso lo tengo claro, es la ley de la vida, pero él es joven todavía. Tiene media vida por delante aún.
—Nyx.—Me llama Max. Lo ignoro y sigo recogiendo mi ropa. Lleno toda la maleta, pero esta no quiere cerrar. Me frustro cuando toda la ropa termina dispersa por el piso —Nyx, ¡Basta, tranquilízate!
Max me toma de los brazos y me zarandea, haciendo que reaccione. Aun así las lágrimas siguen sin aparecer. Él me mira preocupado, lo que me hace sentir más culpable aún.
—Lo siento
—Sé cómo te sientes pequeña, pero yo estoy aquí y Ben estará bien. —Intenta tranquilizarme —Llamé a Harold. Nos pudo conseguir asientos en el próximo vuelo. Necesito que estés calmada, sé que es una situación difícil y quieres estar con tu padre lo más pronto posible, pero también debes de pensar que alguien te quiere hacer daño. No podemos salir de aquí sin tomar las medidas necesarias.
—Tienes razón —digo al cabo de un rato de pensar claramente en lo que está pasando
—Claro que la tengo. —Sonríe intentando transmitirme tranquilidad —Ahora vamos a recoger todo este desastre, nuestro avión sale en dos horas.
—Es que me siento la peor hija del mundo. Hace tiempo que no voy a ver a mis padres. —cuento manifestando mis emociones
—Claro que no. —Se acerca a mí y me toma por el mentón para que levante la cara hacia él.—Te sacrificaste por tu padre, permitiste que un infeliz se aprovechara de ti, para no herirlo a él. Si eso no es ser la mejor hija, entonces no sé qué sería. Además, el puesto del peor lo tengo yo. Llevo siete años sin visitar a mis padres.
—Es distinto, estabas en el ejército.
—Nyx, dejé el ejército hace años. Vivo en Washington DC y aun así no voy a casa de papá y mamá.
—Pues sí, eres el peor hijo. —Asiento con la cabeza para darle más énfasis.
—Oye, se suponía que tendrías que consolarme, no hundirme más. —niega con la cabeza con pesar, aunque sé que solo finge para hacerme sentir mejor. —Eres mala, Nyx.
—De lo peor. —Ratifico con una sonrisa que no llega a mis ojos —Gracias, Max. Siempre sabes qué decir para hacerme sentir bien.
—Ese es mi trabajo, mantener una sonrisa en tu hermoso rostro. —me guiña un ojo y como si no hubiera dicho nada, se pone a meter mis cosas otra vez en la maleta; en esta ocasión terminan acomodadas perfectamente.
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A las 12 del mediodía estábamos entrando al St. Mary's, en el extremo oeste de Richmond, virginia. Ataviada con un abrigo grueso, bufanda, gorro y guantes de color negro ocultando mi pelo y la mitad de mi rostro. Además, usaba unos jeans ajustados y unas botas para la nieve de color negro, nadie sería capaz de reconocerme. Era conveniente, además de muy diferente la temperatura en Georgia a la que nos encontramos al bajar del avión en el Aeropuerto Internacional de Richmond, por suerte logramos comprar ropa de invierno antes de tomar el vuelo Estando tan tapada no tendría problemas con fans, ni paparazzi.
Max se me adelanta y pregunta por mi padre en la recepción del hospital. Rápido nos indican en donde se encuentran él y mi madre, quien no se ha separado de su lado en ningún momento. Camino por los pasillos estériles del hospital seguida muy de cerca por Max, quién mira hacia todos lados alerta a cualquier cosa.
Llegamos a la habitación indicada, antes de entrar, respiro hondo y trato de normalizar los latidos de mi corazón. Sé que debo ser fuerte por mi madre, ella y papá son mi prioridad en este momento. Me armo de valor y entro.
Nada me prepara para lo que encuentro. Ese hombre fuerte, al que yo creía invencible, se encuentra acostado sobre la cama, completamente inerte. No le puedo ver bien la cara por el tubo de ventilación que está introducido en su boca y una venda que cubre su cabeza y gran parte del rostro. Sin embargo, se pueden apreciar los moretones que se empiezan a formar en su pómulo izquierdo. Mi madre, sentada a su lado, sostiene su mano, mientras mantiene su frente apoyada en ella. Sé que está llorando, por el débil movimiento de sus hombros. Apenas nota nuestra presencia, levanta la cabeza y nos dirige una sonrisa apagada.
—Mi princesa. —Se levanta y viene hacia mí para rodearme con sus brazos. Me aprieta fuerte y siento como comienza a llorar inconsolablemente. No sé si es por el dolor a perder al hombre que más a amado en la vida o por verme después de tanto tiempo.
Yo también la abrazo, aspiro su olor a fresas, tan familiar. El nudo en mi garganta vuelve a aparecer, siento como si me quemara, pero sigo sin soltar una sola lágrima. ¿Será que de tanto llorar no me queda una sola gota que derramar? Sé que es algo imposible biológicamente. No obstante, me niego a creer que nada podrá hacer que vuelva a llorar de nuevo.
—¿Cómo pasó todo mamá? ¿Qué dijo el médico? ¿Cuál es el pronóstico de papá? —La saturo a preguntas apenas se separa unos centímetros.
—Tu padre salió bien temprano en la mañana. —Cuenta entre lágrimas —Anoche había nevado así que quería cambiar las ruedas del coche, decía que estaban muy lisas. Un rato después de que se fuera, recibí la llamada del hospital. Un auto lo sacó de la carretera y perdió el control. —llora desesperadamente y yo la vuelvo a abrazar sintiendo un dolor incontrolable —Se dio un fuerte golpe en la cabeza contra la ventanilla. —Continúa hablando entre hipidos —Además, tiene abrasiones en el pecho en donde se ubicaba el cinturón de seguridad. Lo más grave es la cabeza. —Se limpia una solitaria lágrima y lo mira con anhelo.
»El médico me explicó todo, pero yo soy muy Tonta para estas cosas y no entendí nada.
—Mamá, no eres tonta. Solo estás preocupada por papá. Es entendible que no entendieras toda la jerga médica, son pocos los que lo hacen.
—Buscaré al médico para que nos explique —comenta Max, antes de salir en su busca.
—¿Qué hace Max, contigo? No sabía que había vuelto a la ciudad. —Mi madre no sabía nada de los atentados y por supuesto tampoco que Max, es mi guardaespaldas. No quiero preocuparla más así que pienso rápidamente en que contestar —Ni lo saludé, debe de pensar que soy una maleducada. Pero no lo puedo evitar, tengo mucho miedo, mi niña.
—Mami, Max sabe por lo que estás pasando, no te preocupes. —Intento tranquilizarla, pero ella no hace más que llorar —Él jamás pensaría que eres descortés con él. Papá estará bien, pronto despertará, ya lo verás —digo palabras que ni yo puedo creer al cien por cien.
—Dios te oiga cariño. ¿Sabes? Max, siempre fue un chiquillo intranquilo. Tu padre pensaba que estaba enamorado de ti. —Sigue llorando y yo me siento inútil por no poder ayudarla. Solo puedo quedarme aquí, oyéndola recordar momentos en los que mi padre era el protagonista principal —Incluso habló con él antes de que se graduaran.
—¿Papá habló con Max? Nunca me dijo nada. —Eso llama un poco mi atención. Él siempre fue muy protector en lo que a mí se refería. No soporto ni imaginar no volverlo a ver intimidando a algún chico que se me acerque
—Claro que no. No podría decirle a su princesita que asustó al chico que le gustaba.
—A mí no me gustaba —protesto cruzándome de brazos para darle más énfasis. Solo necesito distraerla un poco. No me gusta verla llorar, aunque sé que es inevitable, al menos ella lo puede hacer.
—Soy tu madre, Nyx. A mí no puedes mentirme. —Sus palabras me dan miedo. No quiero que sufra por lo que me ha pasado, no en estos momentos, pero sé que tarde o temprano lo sabrá, como ella misma ha dicho, a ella no puedo mentirle.
Gracias a Dios no podemos seguir hablando, Max entra seguido de un hombre mayor, de unos cincuenta años, con bata blanca.
—Buenas tardes. Soy el doctor Jameson, estoy a cargo del casi del señor Williams. —Se presenta
—Buenas tardes, doctor. Queríamos saber cuál es el estado de mi padre por favor.
—Como ya le dije anteriormente a su madre. El señor Williams debido al golpe en la cabeza sufrió una lesión cerebral traumática, esto trajo consigo que algunos fluidos se acumularon en el cerebro, presionándolo y haciendo que este se hinche y provocando que la presión interna aumente. Esto puede resultar peligroso, por eso tuvimos que inducir a su padre en un coma.
»La clave en proteger al cerebro de una lesión secundaria que podría ser aún más dañina.
—¿Cuánto tiempo va a estar así? —pregunta, Max, adelantándose.
—Todo dependerá del estado y la edad del paciente. Mañana, pasadas las 24 horas volveremos a realizarle las pruebas y si la presión ha disminuido podremos empezar a eliminar los medicamentos que lo mantienen en coma. Sin embargo, eso no significará que él despertará en ese momento. Hasta que su organismo no eliminé por completo las drogas suministradas no empezará a volver en sí.
—¿Qué secuelas podría tener? —cuestiona mi madre.
—Hasta que no despierte no sabríamos con exactitud. Les aconsejo que se vayan a casa y descansen. No hay mucho que puedan hacer aquí. Necesitarán fuerzas y energía para estar con él en este proceso.
Luego de despedirse se marcha, dejándonos un poco más tranquilas, todo lo tranquilas que podemos estar viendo a mi padre postrado en una cama.
—Ustedes váyanse a casa. Yo me quedaré con mi Beni.
—Mamá, yo puedo quedarme con papá, tú debes de estar más cansada que nosotros.
—Si señora William, usted debería descansar.
—De eso nada. Los dos se van a casa. Me traen un poco de ropa y se vuelven. Yo llevo toda mi vida durmiendo con este gruñón y no voy a dejar de hacerlo. Aunque esté tan callado y sin protestar por todo. —Voy a protestar, pero ella me detiene enarcando una ceja, justo como lo hacía cuando era niña. —Anda váyanse de aquí. Duerman un poco que se nota que están cansados.
—Está bien, pero cualquier cosa me llamás por favor. Mañana temprano estaremos aquí —le doy un beso en la mejilla y me dirijo a la puerta, esperando a Max.
—Cuidame a mi niña Maxi, ella es todo lo que tengo.
—No diga eso señora, verá que todo estará bien, Ben despertará pronto, no se preocupe. Además, yo siempre voy a proteger a Nyx, con mi vida —responde el pelinegro, dirigiendo su mirada hacia mí.
—Lo sé, cariño.
Luego de decirle adiós con la mano a mi madre, nos dirigimos a la salida del hospital, en donde Max, para un taxi.
—Al 6508 de la avenida Grace St, por favor. ¿Estás bien? —indaga preocupado.
—No, pero tengo la esperanza de que papá va a despertar. Me niego a creer lo contrario, él es un hombre fuerte. En unos días lo tendremos protestando por todo otra vez —digo intentando ser positiva, aunque por dentro me muera del miedo.
—Ya verás que así será. —Al llegar a la casa unifamiliar en la que viví toda mi infancia y adolescencia, Max, le pide al conductor del taxi que nos espere mientras buscamos las cosas para llevarle a mi madre. —Tenemos que pasar por la comisaría. Necesito saber qué fue lo que pasó en el lugar del accidente. Es muy sospechoso.
—¿Qué quieres decir? ¿Crees que alguien intentó matar a mí, padre?
—Ayer entraron a mi casa y te dejaron una nota de amenaza y hoy un auto hace que tu padre tenga un accidente, es demasiada casualidad y yo no creo en casualidades.
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Hola querida personita que me lee, quiero dedicar este capítulo a la lectora que estuvo desde el minuto cero siguiendo los pasos de Nyx y Max, quién más comenta, la fan numero dos (la número uno soy yo claro está) de está historia.La bella Sme0321, I LOVE you cariño, gracias por darle una oportunidad a esta historia y por tus lindos comentarios.
Espero que les haya gustado este capítulo, nos leemos en el siguiente.
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