Sola
—¿Estás bien?—pregunta Max
—No, no lo estoy —intento pararme y lo consigo gracias a él —sacame de aquí por favor —prácticamente le ruego
Max hace lo que le pido y me lleva hasta el hotel sin decir nada más. Al llegar a mi habitación, lo dejo en el pequeño salón y me encierro en la recámara en donde he estado durmiendo en estos días
Ya no puedo más, me siento en el suelo y exploto. Comienzo a llorar sin cesar, pero no es dolor lo que siento, sinó rabía. Estoy cansada de ser la víctima. Cansada de que hombres como Kevin hagan lo que se les antoje. Cansada de que alguien intente matarme, primero mi ex, luego yo misma y ahora alguien desconocido. «Basta ya» me digo pero se que aún no es suficiente. Lo único que necesito es estar sola por un tiempo. Pensar; sanar. Así que llamo a Harold y este me responde al segundo timbre.
—¿Nyx? ¿Dónde estás? Tienes que declarar —pensar solamente en recordar lo que me pasó hace que las lágrimas vuelvan a derramarse de mis ojos.
—No puedo revivir ese momento otra vez Harold —le digo y el sabe que no miento, lo oigo respirar profundamente —necesito un tiempo
—¿Qué quieres decir?
—Lo que dije. Necesito estar un tiempo sola. Analizar mi vida. Dar el primer paso para comenzar a sanar.
—Está bien Nyx, te entiendo. Este era el último concierto que debías de dar. Reprogramaré y cancelaré las entrevistas. Tienes 6 meses. Cuando pase ese tiempo hay que comenzar a grabar el próximo disco y…
—Lo entiendo. Volveré a tiempo. Gracias Harold —lo corto antes de que se alargue la conversación.
—No, pequeña, no me des las gracias. Solo quiero que estés bien. No me gusta ver a la Nyx en la que te han convertido
—A mi tampoco —le cuento antes de colgar.
Me levanto del suelo y me dirijo al baño. Luego de una ducha hago la maleta y salgo hacia el salón que comparto con Peige y en donde me espera Max. El también tiene una maleta en la mano. Ni siquiera tengo que preguntar cómo es que sabe que me voy, Harold debe de haberlo llamado.
—Voy contigo a donde vayas—intento protestar pero él me lo impide— está fuera de discusión Nyx. Alguien allá afuera te quiere matar. No te voy a dejar sola, así que olvidalo.
Max es demasiado cabezota, por lo que sé que nada de lo que le diga lo hará cambiar de opinión. Toma mi maleta al ver que me quedo callada y sale de la habitación, lo sigo por el pasillo hasta el elevador. Juntos salimos del hotel rumbo al aeropuerto. Sin un destino aparente.
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Terminamos regresando a Estados Unidos, pero esta vez, para finalizar nuestro viaje en Georgia. Max tiene una cabaña en Lago Varner, por lo que me alegro por primera vez de que Harold le contrara de mi huida.
La cabaña es moderna para mi sorpresa. De madera oscura, chimenea, ventanas de cristal del suelo al techo dando al imponente lago, con aguas cristalinas que invitan a zambullirse. Lo mejor de la cabaña, es que está alejada de toda civilización, a una hora de aquí, por lo que estamos completamente solos. Aunque no sé si alegrarme de eso.
La cabaña por dentro está perfectamente amueblada, en el salón un sofá gigantesco, blanco y de vista se ve bastante cómodo, una televisión pantalla plana sobre la chimenea, más muebles se encuentran en lados opuestos al sofá; detrás de este está el acceso a la cocina, con su encimera de mármol blanco, sobre esta algunos electrodomésticos de acero inoxidable. La estancia en si da un aire cálido y agradable.
Me pregunto cómo es que Max posee un lugar así, por lo que lo busco para preguntarle y lo encuentro en la única habitación disponible.
—Tu dormirás aquí, yo lo haré en el salón —dice al verme y poniendo mi maleta sobre la cama
—Está bien —le digo, sujetando la funda de mi guitarra acústica, nunca me separo de ella.—¿Cómo es que tienes este lugar?
—¿Te refieres a cómo es que un hombre de mi clase social, ex militar y ex agente del FBI tiene esté bungalow? —se aventuró arqueando una ceja
—Eramos del mismo nivel económico cuando éramos adolescente, que ahora tenga un poco más que antes no significa que halla criado en ese aspecto, no es para que saltes así —me quejo por su respuesta
—Estoy bromeando Nyx —aclara con una sonrisa de lado
—¿Me ves riendo?
—Te veo presiosa —dice pícaramente
—¡Dios Max! No puedo contigo la verdad. No sé qué va a ser de mi contigo aquí burlándote de todo.
—Ya, no te sulfures. La heredé de mi abuelo al morir. Estaba algo destruida, pero la he ido arreglando con el paso de los años y con el dinero que fui reuniendo…
—¿Cobran tan bien los militares? —él ríe a carcajadas ante mi pregunta.
—No, pero al viajar tanto, no tenía en que gastar mi dinero, así que se fue acumulando y siempre que tenía días libres los invertía aquí.
—Oh
—Bueno te dejo para que te instales —se aparta de la cama y me da rabia mi situación.
Si no estuviera alerta ante casi cualquier contacto, le dijera que la cama es lo suficiente grande par los dos. Pero Kevin acabó con la chica que sería así de lanzada.
—Gracias por todo Max —le digo antes de que salga por la puerta.
—No tienes por qué agradecer pequeña hada, haría lo que sea para que estés bien —me le quedo mirando y él sonríe con cariño—asi como lo haría con Peige
Mi corazón, que antes latía con fuerza, deja de hacerlo con tanta intensidad, sentimientos de decepción me inundan.
Ignoro esas sensaciones y me concentro en vaciar la maleta. Estoy aquí para estar tranquila, para conectar con la Nyx del pasado. No pienso dedicar ni un pensamiento más a las sensaciones que me hace sentir Max con su cercanía. No es momento para recordar sentimientos pasados. Max fue mi amor de adolescencia, quizás por eso mi corazón latía tan fuerte cuando estaba cerca, mis manos sudaban cuando me miraba con sus ojos de diferente color o como sentía mil mariposas en mi estómago cuando me decía pequeña hada.
Él me veía como otra hermana. Aquella de coletas que se quedaba mirándolo embobada cuando jugaba al fútbol. Aún si no fuera ese el caso, yo estaba rota, nunca sería capaz de corresponder a sus sentimientos, el miedo a que alguien más me hiciera daño era mayor que todo.
Por eso necesitaba estar sola. Pensar, componer, respirar esa libertad que tiempo atrás se me fue negada. Algo tenía muy claro y era que no volvería a caer. Nunca más me iban a doblegar. Aprendería a defenderme, no volvería a ser la que recibía los golpes. Esta vez sería yo la que golpearía y no oiría la súplicas, ni los gritos pidiendo clemencia.
Sanaría primero, me enfocaría en mi, en nadie más y luego ese que me hizo daño, pagaría por ello, era una promesa.
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