Semanas antes
Me siento en la silla contemplando mi reflejo, pero no reconozco a la chica que me devuelve la mirada. Algo ha cambiado. Su cabello sigue siendo rosa, sus ojos azules, pero ya no brillan como lo hacían años atrás, ahora solo reflejan un profundo dolor.
Bajo la vista hasta mi cuello y observo la marca rojiza que lo adorna, permaneciendo como un recordatorio constante del infierno en el que se ha convertido mi vida. Es difícil asimilar lo ciega que he sido, ignorando las señales evidentes de su control sobre mí. Y cuando por fin abrí los ojos ya era demasiado tarde para pararlo. Ese era su método. Kevin hizo conmigo lo que yo le permití que hiciera, me ha manipulado a su antojo, la culpa es mía. Debí haberlo parado luego del primer empujón, pero nunca llegué a pensar que llegaría a este estado. Como una presa atrapada, él se encargó de ir calentando el agua poco a poco y cuando me di cuenta, el líquido hirviendo me desgarraba la piel y el alma.
La puerta del camerino se abre poniéndole fin a mis desgarradores pensamientos. Peige entra con una sonrisa que se borra a penas me ve.
-No puedo creerlo, Nyx ¿Que hizo esta vez ese imbécil? -pregunta viendo mi rostro, pero al bajar la vista, llega a sus propias y acertadas conclusiones -. Es suficiente Nyxy hay que denunciar a ese hijo de perra, no vamos a permitir que te ponga otro dedo encima.
-¿Qué ganaríamos con eso? Solo un escándalo y que siga golpeándome con más ahínco. Siempre se las arregla para salvarse de todo ¿Se te olvida aquella vez que intenté ir a la policía? -Le recuerdo. Su cara demuestra que sí, ella también es consciente de lo que pasaría si intentamos denunciar al monstruo que entró en mi vida como si fuera un ángel, un auténtico caballero.
-Es injusto. -Se lamenta con impotencia.
-Lo sé ¿Pero en esta vida que no lo es? -pregunto resignada.
-Extraño a la Nyx que eras antes de conocerlo -Se acerca a mí sacando sus instrumentos y poniéndose manos a la obra, tapando la marca en mi cuello y dándole vida a mi rostro, aunque mis ojos nunca volverían a tener esa chispa que antaño los caracterizaban.
-Yo igual -Suspiro con pesar y comienzo a vestirme, luego de que mi mejor amiga, estilista, maquillista y sobre todo mi hermana de otra sangre, hubiera terminado su trabajo -, pero esa chica murió el día que permitió que un hombre le pusiera una mano encima.
-Tú no tienes la culpa de que a ese malnacido le guste golpear a las mujeres -reclama molesta.
-No, pero si la tengo por no alejarme a tiempo -aclaro terminando de vestirme.
-No pienso lo mismo ¡Tú eres la víctima! ¡No tienes culpa de nada! Deja ya de pensar estupideces -grita.
-Tienes razón -digo condescendiente, evitando que su voz alerte a alguien del equipo, o peor que mi manager se dé cuenta de lo que tanto esfuerzo he hecho por esconder. -Yo soy la víctima en esta situación, soy a la que le desfiguran el cuerpo, la que tiene que esconder los moretones, la que tiene miedo de que acabe el día y tenga que llegar a casa. Soy yo la que sufre todo y también soy yo la única que no se queja ante esta situación ¿Crees que soy feliz siendo maltratada? Por supuesto que no lo soy, pero tengo la esperanza de que se aburra de mí y sea él quien se aleje ¡Lo único que te pido es que no atraigas la atención de Harold, eso solo haría que todo empeore! -exclamo sin poder contener las lágrimas que libremente se deslizan por mis mejillas.
Sé que mi arranque de rabia la sorprendió, lo noto en su rostro y al momento me siento mal por explotar de tal manera.
-Lo siento, no debí hablarte así -digo sintiéndome aún más culpable, un sentimiento que se ha convertido en algo habitual en mí.
-No, yo lo siento. No quería hacerte sentir mal. Pero soy tu amiga y me duele ver cómo te culpas de que un desgraciado te haga tanto daño. Me molesta que no me dejes hacer nada para detenerlo.
La entiendo, sé que mi situación es complicada y por más que se la explico es imposible que alguien la pueda entender, así que me quedo callada para evitar que siga hablado del tema. Como la buena actriz en la que me he convertido, sonrío, me limpio las lágrimas, arreglo mi maquillaje y dándole un beso a mi mejor amiga, me despido de ella y me dirijo al escenario. Es la hora del show.
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Horas después el sudor se desliza sin control por mi piel, mi respiración agitada y mi sonrojado rostro denotan claramente el esfuerzo de bailar por horas y deslizarme por el escenario. Peige me recibe con una botella de agua, lo cual le agradezco y me empuja hacia mi camerino para que me duche y así poder salir de aquí de una vez.
Diez minutos después ya soy otra persona. El maquillaje ya no está, la ropa ajustada dio lugar a la holgada, mi cabello largo y rosa está recogido en un moño alto y hay unas zapatillas desgastadas en mis pies. Atrás quedaron los shorts cortos, las camisetas y las gorras. No recuerdo cuando fue la última vez que me vestí con algo que realmente me gustaba.
-¿Lista? -pregunta la chica con el cabello azul y los ojos verdes, unos ojos que me recuerdan tanto a alguien del pasado que me es incluso hasta doloroso verlos y pensar en lo que pudo haber sido y nunca fue -¿Nyx? -Me mira confusa, esperando mi respuesta.
Sacudo la cabeza, evitando que aquellos recuerdos que aplastan con su peso mi alma y que tengo tan enterrados en mi mente, salgan a la superficie y acaben con la poca entereza que me queda.
-Sí, ya estoy lista -le digo y juntas caminamos hacia la salida. Me pongo la capucha del abrigo intentando pasar desapercibida, no obstante, no es suficiente.
Desgraciadamente, mi suerte se perdió en el camino, antes de llegar a mi vida. Esa es la única explicación que hallo para encontrarme con Kevin, mi novio y el causante de todas mis desgracias. Sus ojos miel me escudriñan detalladamente mientras sonríe complacido. Aquella sonrisa que en su momento me cautivó, como una polilla que es atraída por la luz, pero al final esa luz solo era un espejismo que terminó por acabar conmigo, desmoronando mis ilusiones como un simple castillo de arena bajo la implacable marea.
No puedo evitarlo y lo repaso con la mirada, su aspecto de niño bueno, cabello rubio, peinado hacia un lado completamente engominado, sus brazos delgados, pero lo suficientemente fuertes; vistiendo siempre polos, pantalones de vestir y náuticos. Es el típico niño rico, todo lo opuesto a aquel que mi mente se empeña en recordar y por el que mi corazón se agita por solo imaginar su cara.
-Qué suerte que te encontré -dice caminando hacia mí, con ese andar tan seguro que lo caracteriza y una sonrisa canalla adornando su angelical rostro.
-¿Pasa algo?-indago porque no es su costumbre aparecer en mis conciertos.
-¿No puedo venir a buscar a mi novia después de un espectáculo? -replica
-Que amable de tu parte -ironiza Peige rodando los ojos.
Le doy un codazo en las costillas y ella se queja. No necesito que Kevin se enfade y la tome conmigo luego. Eso es algo que no me gusta de Peige en estos momentos, antes lo amaba, pero ahora, su espontaneidad al hablar llega a causarme algunos problemas.
-Como sea -La ignora el rubio
-Este fin de semana voy a casa de mis padres -comenta Peige de pronto.
Veo en sus ojos la pregunta, pero sé que no la hará, ella sabe lo que pasaría si lo hace. Sus padres viven al lado de los míos, gracias a eso nos conocimos. Y que más quisiera yo que visitar mi hogar, a mi familia, pero no puedo.
Extraño a mis padres más que a nada. Sin embargo, Kevin no soporta lo liberales que son y temo que si le digo que sí a Peige, que yo también quiero ir, sea la escusa perfecta para que aquel me mate a golpes.
Sé que necesito ayuda, pero ¿Cómo la consigo si él conoce a todos? Siempre se libra de cualquier cosa gracias al dinero y las conexiones de sus padres, dos hipócritas a quienes les importan más las apariencias que el daño que hace su hijo.
Tan diferentes a mis padres.
Miro a mi amiga y ella me conoce tan bien que solo al verme sabe lo que pienso.
-Te amo amiga -dice abrasándome y susurrándome al oído -, te llamaré.
Se despide de Kevin con un asentimiento de cabeza y una mirada despectiva, pasa por su lado, dejándome sola con ese hombre al que creí que conocía, pero que poco a poco iba desgastando mis sueños y torturando mi alma.
-Vámonos ya de una maldita vez, no soporto este lugar tan vulgar. Pagarás por haber salido sin avisarme, te tengo dicho que siempre me tienes que decir a dónde vas y con quién. -demanda, jalando de mi brazo y causándome dolor.
No le contesto, no le digo que llevo semanas preparándome para este concierto, que está anunciado en cada esquina y ni siquiera pienso en decirle que no tengo que pedir su permiso para absolutamente nada. No abro la boca y dejó salir a la Nyx que realmente soy, porque sé que eso solo me puede traer problemas. Solo repito sus palabras una y otra vez en mi mente, como un eco macabro que se aferra a mi ser.
Mi cuerpo se estremece y un escalofrío sacude mi columna vertebral, provocado por los recuerdos que invaden cada espacio de mi mente. Las madrugadas en vela que pasaba por el miedo a que él intentara lo que cada noche; tocarme, subirse sobre mi cuerpo inmóvil después de tantos golpes causados por su despiadada ira. Sus manos frías como el hielo, quitándome la ropa y tocando cada parte de mi cuerpo sin piedad. Me hacía sentir sucia y manchada.
Las náuseas me atormentan cuando recuerdo como entraba en mí sin mi consentimiento. Violando mi intimidad y robándome cualquier resquicio de seguridad. El terror se apodera de mis pensamientos creando una presión invisible, pero opresiva en la que me encuentro atrapada.
El temor ante lo que él pudiera hacerme me hace casi imposible respirar. Albergaba la esperanza de que tal vez esta vez sería más amable, o quizás peor. Anhelaba el momento en el que recapacitara y cesara sus actos.
¿A quién quiero engañar? Debo dejar de mentirme a mí misma. La gente no cambia, solo se vuelven más inteligentes a la hora de esconder la putrefacción de su alma y la crueldad de sus acciones. Él no era bueno, no era mi príncipe azul, era el verdugo de mis días. Parecía destinada a sufrir cada dolor que él deseara infligir.
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