Respirando otra vez
Mi mente está en blanco, mi pecho duele creo que estoy teniendo un ataque al corazón. Siento voces a lo lejos, pero no logro identificar de quienes son. Alguien me sacude y despierto un poco de ese trance en el que estoy, pero no es suficiente. Me falta el aire, no puedo respirar, siento que me ahogo.
—Nyx, nena despierta. —La voz de Max llega hasta mí, pero no puede ser, vi como caía al suelo en un charco de sangre.
—No puedo respirar —digo en voz alta. Muerta de miedo. No quiero morir.
—Si puedes, es solo un ataque de pánico. Respira conmigo
—No puedo respirar, no puedo respirar y tú estás muerto.
—No lo estoy nena, abre los ojos. Mirame y respira conmigo —pide intentando infundirme calma.
Abro los ojos y lo veo frente a mí, con su camisa blanca, remangada hasta los codos, su pantalón de vestir negro y tocándose un costado de su abdomen.
—¿Ves? Sigo vivo y tú no te vas a morir, solo respira conmigo.
—No puedo Max
De pronto se acerca a mí, me toma de la cintura, su mano va a mí, nuca, sus labios impactan con los míos, me atrae más a él, estoy completamente pegada a su cuerpo en estos momentos. Me concentro en el beso, en Max y poco a poco me olvido de todo lo demás. Es un beso casto, inocente, no hay lenguas involucradas. Solo sus labios sobre los míos, ese simple contacto es suficiente para mí.
Max se queja y se separa, poniéndole fin al beso. Una mueca de dolor se dibuja en su cara.
—Jodidamente funciona. —Celebra al ver que mi respiración se normaliza poco a poco.
—Max, estás herido —chillo.
—Gracias, no me había dado cuenta. —Pone los ojos en blanco.
—No seas idiota. Tienes una herida en el abdomen y aun así te pones a besarme. Ni siquiera sabía que un ataque de pánico se puede detener con un beso.
—Ni yo, eso lo vi en una serie y quise ver si funcionaba. Además de que si voy a morir, prefiero hacerlo luego de haberte besado. —Guiña un ojo y está vez la que los pone en blanco soy yo.
—No te vas a morir, como te atrevas…
—¡Nyx! ¡Max! —La voz de Peige nos sorprende a ambos.
Ella llega hasta nosotros, llevando un vestido negro de mangas largas.
—¿Peige? ¿Qué haces aquí, como…? —No me deja continuar, su atención se centra en su hermano, interrumpiéndome.
—No es momento para eso ahora. Hay que llevarte a un hospital Max.
De repente el salón se comienza a llenar de gente. Policías, paramédicos y personas curiosas acuden adónde nos encontramos los tres. Me comienzo a desesperar cuando a la única persona que no veo es a Ayla.
—¿Dónde está Ayla? —pregunto con el miedo volviendo a mí, cuerpo.
—Estoy aquí —dice llegando hasta donde estamos. —¿Está muerto?
Es en ese momento en el que recuerdo el porqué de la sangre en la camisa de Max, la razón de mi ataque de pánico y todo lo ocurrido. Me acerco al cadáver que están trasladando los paramédicos y hago que se detengan al ver la cara de la persona que yace en la camilla.
—Lo conozco —informo.
—¿Qué? —Max se suelta de las manos de los médicos y se me aproxima.
—Era un miembro del equipo de logística, se encargaba del sonido. Max, él tenía acceso a las luces, conocía mi dirección ¿Y si es el quién ha estado detrás de todo? Nunca me trató del todo bien.
—No nos precipitemos, esperemos el resultado de las investigaciones primero. —pide haciendo una mueca de dolor.
—Primero tú debes ir al hospital
—Yo pienso lo mismo Max, esa herida no se ve bien —apoya Peige, preocupada.
—No seas cabezón Maximiliano —añade Ayla, ganándose una mala mirada del susodicho.
—Todas contra mí, que bien. Están exagerando, esto solo es un roce.
—Deja que eso lo decida el médico —declaro tomándolo del brazo y jalándolo para que me siga.
—Me encantas cuando eres así de mandona.
—Callate y camina Maximiliano
—Maldita sea la hora en la que a mi madre se le ocurrió ese dichoso nombre, parece de viejo.
—¿Prefieres que te digan Peter? —se burla Peige y Ayla suelta una sonrisita, ambas siguiéndonos de cerca.
—¿Sabes que hermanita? A veces pienso que si, que preferiría mi segundo nombre, pero luego recuerdo que así se llama el Spider-Man y se me pasa. Gracias por recordármelo.
—Para eso estoy hermanito.
—¿Qué tienes con Spider-Man? —pregunta Ayla, logrando que Max se detenga para fulminarla con la mirada. —¿Qué?
—Usa mallas —responde Max como toda explicación.
—Superman igual, además de un calzoncillo por fuera, es ridículo.
—¡Oh no dijiste eso! —exclama Max indignado.
Miro a Piege, siendo ambas conscientes de que el viaje al hospital se nos hará realmente largo si estos dos siguen discutiendo sobre personajes de comics.
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Tal y como lo predije, los diez minutos que nos demoramos en llegar al hospital fueron una terrible tortura. Al final terminaron peleando por cuál editorial de comics era mejor, si la Marvel o DC. Poner un pie en la puerta de la clínica para mí fue algo magnífico, espectacular.
—Entra de una vez Max —exijo
—Que es solo un roce Nyx, me ha pasado más de una vez.
—Max, acaba de ingresar al dichoso hospital o ¿es que tienes miedo a algo? —Tiro de su brazo, pero él se queda quieto haciendo de mi tarea, algo imposible —Espera un momento ¿Es eso? ¿Le tienes miedo a que te atiendan?
—¿No?
—Vaya, el fuerte militar, exagente del FBI le tiene miedo a que lo vea un médico. Por dios Max, ni que tuvieras cinco años.
—Que no tengo miedo —dice entre dientes. Acercando su cara a la mía.
—Pruébalo —verbalizo todavía más cerca de él.
Me mira y sin esperarme lo une nuestros labios en un beso rápido.
—¡Max! —reclamo cuando se separa de mí. —Eso fue un beso a traición. —Guiña un ojo y yo tengo ganas de matarlo en este momento, bueno, en realidad no.
—Lástima de la falta de palomitas —habla a nuestras espaldas Ayla.
Ambos nos volteamos y vemos a mis dos mejores amigas, recostadas al auto de Ayla de brazos cruzados, viéndonos con una sonrisa. Me sonrojo sin poderlo evitar y Max a mi lado solo se ríe, pero el momento le dura poco, pues se vuelve a quejar.
—Entra ¡Ahora! —grito y las odiosas se ríen a carcajadas.
—Los esperamos aquí —anuncia Peige.
—Oye Nyx. —Me detiene Ayla —Stella se fue con los policías para saber más del caso. Me dijo que te avisara, pero con toda la discusión con Max, se me olvidó.
No digo nada, solo sigo empujando al hombre en cuestión. Sin embargo, me siento mal por haberme olvidado de la presencia de Stella. Desde que vi a Max en la fiesta todo pasó a segundo lugar.
—No te sientas mal por Stella —dice Max llamando mi atención.
—¿Cómo sabes que lo hago? Podría estar pensado como matarte luego de ese beso y no en ella.
—Te conozco Nyx, tal y como sé que tu canción preferida es Talking to the Moon y que te gustan las cosas dulces. Sé que te sientes mal por no acordarte de ella hasta que Ayla no dijo su nombre, como también sé que mis besos te encantan, no lo niegues.
—¿Qué quieres de mi Max? —pregunto deteniéndome a unos pasos de la recepción, donde una enfermera me mira con mala cara. —¿Por qué me besas? ¿Por qué coqueteas conmigo y me estás tocando todo el tiempo?
Él me mira como si me hubiese salido dos cabezas y, pese a que este no es el mejor momento para discutir este tema, me aparta hacia una esquina, lejos de miradas curiosas.
—¿Por qué crees que te beso Nyx?
—No lo sé, si lo supiera no te preguntaría ¿No crees?
—Las personas no se besan porque si, Nyx, al menos yo no lo hago. Solo beso cuando quiero, porque alguien me gusta. Ese es el motivo por el que te beso a ti, tú me gustas, más que eso, te quiero, siempre lo he hecho.
—Yo también te quiero, eres un buen amigo pero no…
—No te quiero como amiga Nyx. —Sacude la cabeza un poco decepcionado. Estoy aterrada solo de saber el verdadero significado de ese te quiero.—Hablemos de esto en casa.
—No, no hay nada más que hablar, dejemos este tema.
—Ese es el miedo el que está hablando pequeña hada. No lo dejes que gane.
Sin decir más se aleja de mí. Tiene razón, el miedo me domina. No estoy lista para una nueva relación, aún no ¿Qué pasaría si no soy suficiente para él? ¿Y si me toca y recuerdo todo lo que me hizo Kevin? Y si…
¿Qué me pasa? ¿En qué me he convertido? Yo nunca había sido una persona cobarde. Es cierto; lo que pasó con Kevin me marcó, pero ¿Voy a dejar que ese evento desafortunado domine toda mi vida? ¿Voy a seguir escondiéndome en lo que me pasó, por miedo a que se repita? Si mi padre me viera en este momento estaría decepcionado de mí. Él me enseñó a ser valiente, a luchar por lo que quiero, a aprender de mis errores. El tiempo de lamerme las heridas se acabó. Es hora de enfrentarme a mi misma, porque como dijo Ayla, yo soy mi peor enemiga, no Kevin, sino yo. Si tantas mujeres luego de años siendo maltratadas logran ser felices, formar familias, yo también lo puedo lograr.
—¿Está bien señorita? —pregunta un señor, algo mayor, apoyado de un bastón.
—Si, ahora estoy bien —respondo con una sonrisa.
—Me alegro mucho. No hay nada más fuerte que la determinación de una mujer —Guiña un ojo y se apresura a ir detrás de un hombre joven en pijama. —Como no le pongas mi nombre a tu hija te desheredo, Jackson.
—No me importa —le grita este, para luego ser reprendido por una de las enfermeras.
Sin perder la sonrisa me dirijo hacia donde vi que se perdía Max, encontrándomelo sentado en una camilla, con la camisa abierta, mostrando ese increíble abdomen definido. Una gasa blanca le cubre solo una pequeña parte de su costado.
—La bala solo rozó, es una herida superficial —explica el médico que lo está atendiendo.
—Yo les dije doctor, pero cuando a una mujer se le mete algo entre ceja y ceja no hay quien la haga cambiar de opinión, peor aún si son tres locas cabezotas. —se queja, haciendo que el especialista ría.
—Entiendo, de todos modos, aunque sea una herida pequeña, hay que tratarla o puede correr el riesgo de que se infecte.
—Vez —me jacto a lo que pone los ojos en blanco.
—Listo —dice el médico al terminar. Se despide de ambos y se marcha tras ser llamado de urgencia.
De pronto el teléfono de Max comienza a sonar. Él descuelga y lo pone en altavoz, para que yo también escuche.
—Dinos Jake, estás en altavoz ¿Qué encontraste? —El desconocido suspira antes de comenzar a hablar.
—Todo concuerda a que era él quien estaba detrás de las amenazas. Encontramos en su habitación de hotel varias cosas que lo incriminan. Al parecer estaba obsesionado con la señorita en cuestión, tenía la pared llena de fotos suyas. —cuenta y yo me tapo la boca por el impacto de sus palabras. —aun así voy a estar pendiente de los resultados de la autopsia. Te mandaré un informe con toda la información cuando termine.
—Gracias camarada. —Max se despide luego de hablar un poco con su amigo y cuelga.
La alegría invade mi cuerpo. No me siento bien de que haya muerto una persona. Sin embargo, me siento libre. Ya no hay nadie detrás de mí intentando matarme, ni mucho menos poniendo en peligro las vidas de mis seres queridos. Siento que puedo volver a respirar con normalidad. La determinación que antes sentía se incrementa, es hora de poner el pasado donde debe estar y concentrarme en el presente y futuro.
Miro a Max levantándose de la camilla, abotonándose la camisa y sé que la decisión que acabo de tomar es la mejor.
—Vayamos a casa, tenemos que hablar…
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