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Rabia

Las manos de Max son reemplazadas por las de Kevin. Los recuerdos vienen a mí como una avalancha. No distingo entre la realidad y lo que es producto de mi mente. Sintiéndo rechazo hacia aquel que me toca.

Lo empujo con todas mis fuerzas y termina en el suelo. Despierto de mi ensoñación al sentirlo separarse de mi y caer. La rabia, la impotencia, todas esas emociones vuelven a mí, maximizadas.

—¡Aaahh! —grito asustando a Max, quién me mira como si me hubiera vuelto loca. —¡Maldito hijo de perra! —vuelvo a gritar

Así me siento; impotente, la rabia que llevaba tiempo guardando, acumulándose, es liberada. Como si algo hubiera explotado dentro de mi. Las ganas de golpear cualquier cosa son demasiadas, por lo que me acerco al saco de boxeo y lo lleno de puñetazos. A medida que lo hago veo la cara de Kevin. Recuerdo la manera en que abusaba de mi. Los golpes que me hicieron perder mi embarazo. Me veo a mí misma intentando quitarme la vida. Mi rabia aumenta. No puedo creer que el vaya a estar en mi mente en cada paso que dé. Me niego a que sea así.

—Nyx, para te harás daño —pide Max. Confuso —¿Por qué no llamas a tu psiquiatra?

—¿Para qué? ¿Eh? ¿Para que me diga lo de siempre? Que tarde o temprano sanaré, que lleva tiempo, que pasó a paso. —grito— Roma no se construyó un día Nyx —imito — ten paciencia. —vuelvo a golpear el objeto frente a mi— Pues bien estoy cansada de tener paciencia. Cansada de que todos me miren con lástima. Que actúen con cautela; por qué pobresita, su novio la golpeaba e intentó suicidarse ¿Crees que no se que todos se preguntan por qué no lo denuncié o me fui de su casa? ¿Y que les digo? No, no puedo irme porque me tiene amenazada. Porque las únicas veces que lo intenté, la cosa fue a peor y estuve días con un moretón en el ojo o sin poder caminar, doliendome todo el cuerpo. ¿Para que? Pues para que al final todo haya sido una completa —golpeo el saco con toda mi fuerza —, mentira. Una que yo me creí como la estúpida que soy.

—No eres estúpida Nyx —me separa del saco, enojado —no quiero volverte a oír referirte a ti misma de esa manera. Fuiste inocente, si, pero no estúpida. Él te mostró los documentos. Era imposible saber que eran falsos.

Lo miro fijamente y la rabia va menguando. Sus palabras son un calmante. Sin embargo, aún siento ganas de acabar con aquel que me hizo ser de semejante manera. Pero hay algo que no puedo seguir ignorando.

—¿Sabes? —le pregunto soltándome de su mano— eres la única persona que nunca me trató diferente. Desde que volviste, siempre te has comportado como antes de que te fueras. No me miras con lástima y mucho menos mides tus palabras, o acciones frente a mí.

—Porque sé que lo último que una persona que ha pasado lo que tú, o algo similar, necesita, es que la miren con lástima o cambien su manera de actuar frente a ti. Si algo sé, es que a alguien que a pasado por un evento de tal magnitud, hay que tratarlo igual. Porque si lo tratas como porcelana, tarde o temprano acabará quebrándose solo.

— Y tienes mucha razón. Gracias Max, por estar ahí para mí.

—¡Eh! No me des las gracias pequeña hada. Estaré siempre para ti, pase lo que pase. Escúchame bien —me toma del mentón y me levanta la cabeza para que lo mire a los ojos—, siempre puedes contar conmigo.

Tras sus palabras, no lo puedo evitar y comienzo a llorar. Me siento en el suelo. Max hace lo mismo, pero a una distancia prudente por miedo a que vuelva a explotar. Sin embargo, soy yo quien acorta el pequeño espacio y pone su cabeza en su hombro. No quiero permitir que Kevin siga dentro de mi psique. Yo soy la única dueña de mi mente, y en ella no hay cabida para ese desagradable degraciado. Cada vez que me alejo y no dejo que alguien me toque, lo siento como una victoria hacia él, y ya no más. Si quiero volver a ser una mínima parte de lo que fui, tengo que aprender a separar los recuerdos de la realidad. Max nunca me haría daño. Jamás me pondría una mano encima para agredirme. Como alguna vez en una de las consultas con mi psiquiatra, ella dijo que, no todos los hombres son como aquel salvaje animal. Es hora que lo empiece a creer.

Por minutos lloro, por aquella chica que una vez fui. Por aquella a la que engañaron, y me prometo no volver a soltar una lágrima más, ni una más por ese infeliz. Él lo logró, ganó una batalla, pero la victoria en esta guerra será mía.

—¿Sabías que cuando lloras le sumas 30 minutos a tu vida? —pregunta de repente Max

—Pues al paso que voy, seré inmortal —él ríe y nos volvemos a quedar callados por otros largos minutos.

—¿Te sientes mejor? —inquiere al cabo de un rato.

—Si, me siento mejor. Liberada.

—Lo que necesitabas era sacar todo eso que llevabas dentro. No es malo pedir ayuda Nyx. Eso no nos hace débiles, al contrario; demuestra que somos valientes, porque sabemos reconocer que no podemos con todo. Créeme, lo aprendí a la fuerza y me arrepiento de no haber pedido ayuda antes.

—¿Algún día me contarás eso que ocultas?

—Quizás, algún día. Ahora tu eres la importante.

—Gracias otra vez Max y perdona mi arrebato de locura.

—No me des más las gracias o me voy a molestar ¿Sabes lo que pasa cuando me molesto, verdad?

—No te atrevas Max —lo amenazo, en vano pues él ya está sobre mi, haciéndome cosquillas y alejándome de los recuerdos.

No puedo parar de reír. Tengo cosquillas en todos lados y él lo sabe. Cuando éramos niños ese siempre era nuestro castigo, mío y de Peige; siempre que nos burlabamos de él o le hacíamos pasar vergüenza.

Las manos de Max se encuentran en mis costillas y mi risa es tanta que mis ojos empiezan a lagrimear y esta vez no es dolor lo que siento, sino todo lo contrario.

Max para su tortura y se me queda viendo. Su mirada es extraña, no la logro comprender. Siento como se me pone la carne de gallina. Es muy intensa la manera en que sus ojos de diferente color me observan, y como sigo siendo una cobarde, me aparto y levanto del suelo.

¿Qué? Dije que cambiaría el chip, no que lo haría inmediatamente y esa manera en la que él me analizaba, me daba miedo. No temor de que me pegue o algo parecido, por supuesto que no; sino miedo de que sin poderlo evitar, termine enamorándome de él. Eso es algo que tampoco puedo permitir. Antes de pensar en el amor tengo que recuperarme del todo. Enterrar los fantasmas que habitan en mi mente.

—Tengo hambre —admito para terminar de matar el momento.

Aunque tampoco es mentira. Cuando escapamos del pueblo, no había terminado mi ensalada ¿O si? ¡Ay, ya no sé!

Normal que no sepas.

Oh no, no, no.

Estoy de vuelta perra.

Maldita conciencia ¿Donde estabas cuando el idiota de Kevin me daba aquellas palizas?

¿Dónde crees? Pues sepultada por  tanta autocompasión.

¿Ahora es cuando te vienes a aparecer?

Claro, tengo que admirar semejante monumento.

Dios, pensar así no es una de las cosas que extrañaba de mi antiguo yo.

Unos cuantos golpes de la vida y de un idiota no van a poder con nosotras.

No existe un nosotras, solo soy yo hablando conmigo misma. Todo el mundo hace eso ¿Verdad?

Y yo que se, solo soy tu sentido común, la encargada de recordarte lo malo y lo bueno. Así como ese hombre tan sexi que te mira raro.

—¿Nyx? ¿Me estas escuchando? —pregunta Max arqueando una ceja y yo ignoro a mí conciencia y me concentro en el hombre frente a mí.

—No, perdón ¿Que decías?

—Te preguntaba que querías comer ¿En que estabas pensando tan abstraída?

—Solo hablaba conmigo misma.

—Antes hacías mucho eso —recuerda

—Si, por desgracia tengo una conciencia muy activa —protesto.

Sin decir más me dirijo a la cocina, siendo seguida de cerca por él.

Nos ponemos a prepararnos algo de cenar entre los dos. Sin embargo, el ambiente se siente raro. Max me roza demasiadas veces, está muy cerca y aún así, no siento miedo o repulsión.

—Permiso —me dice colocándose detrás de mí, para alcanzar unas especias que se encuentran delante mío.

Siento como si me estuviera probando. Tratando de descubrir si me aparto o no al sentirlo cerca. No lo hago, me quedo en el mismo lugar.

Su cercanía me pone nerviosa, pero no de mala manera. Siento que mi piel se eriza, al percibir su cálido aliento en mi cuello. Me volteo, aún sosteniendo el mango del sartén.

Sin darme cuenta me veo apresada entre sus fuertes brazos y la encimera. Su mirada se centra en mis labios. La mía en los suyos. La tensión se puede palpar en el aire. Su aroma, masculino y amaderado llega hasta mi. La saliva se me atora en la garganta. No puedo respirar, solo puedo mirarlo y esperar su próximo movimiento.

Se inclina un poco más hacia mí y sus ojos buscan los míos. No se lo que ve en ellos, pero su acercamiento no disminuye. Al contrario, aumenta. Solo nos separan pocos centímetros.

Me va besar; esa es a la conclusión que llego. La pregunta es ¿Estoy preparada? Creo saber la respuesta a eso...

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Hasta aquí un capítulo más, no sé si les está gustando la obra, así que si es este el caso voten por ella. Comenten qué les está pareciendo hasta aquí
¿Quién es su personaje favorito?
¿Que opinan de Nyx?
¿Que decisión tomará ahora?

Esto es todo por hoy, nos leemos el próximo domingo mis amores, mientras tanto pórtense bien.

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