Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Perdóname

Si tuviera que contar los momentos en los que me he quedado en shock o sin palabras que decir, sería suficiente una sola mano y me sobrarían dedos. Solo han sido tres y en cada uno de ellos el nombre de Max siempre está involucrado de una u otra manera. Este es uno de esos momentos, mientras me lleva sobre su hombro, con las manos esposadas. Miro al suelo, sus piernas moverse, los zapatos de la gente, pero no es hasta que escucho su nombre ser pronunciado por otra persona, que reacciono al fin, moviéndome incontroladamente.

    —Si te sigues moviendo vas a caer, pero no creas que escaparás.

   —Bájame Maximiliano —ordeno entre dientes.

    —Cuando lleguemos al auto —expresa, atravesando la puerta, hacia la calle.

    El sonido de las cámaras fotográficas me alarman. Normalmente, no hay reporteros en el estudio, pero justamente hoy en la mañana se levantó un escándalo que involucraba a uno de los nuevos artistas fichados por la discográfica. Ahora la atención se volverá hacia mí, por culpa del idiota de Max. Ya veo las noticias de hoy en la tarde o de mañana: La famosa cantante de pop, Nyx, fue vista saliendo de su estudio de grabación en hombros de un energúmeno mastodonte. Ok lo de energúmeno mastodonte no creo que lo digan, pero ahí está la idea.
Golpeo la espalda de Max y le pido que me baje, pero es inútil. Siento que se detiene, por lo que levanto un poco la cabeza, pero solo me encuentro rodeada de personas con cámaras, micrófonos y grabadoras apuntando hacia nosotros.

    —¿Nos puede decir quien es usted? —pregunta una mujer a la que no puedo ver. —¿Qué relación tiene con Nyx?

   —Su futuro esposo —contesta con burla el muy idiota.

   —No es cierto, ¡Me está secuestrando! ¡Llamen a la policía! —grito, pero no sé los gestos que Max les está haciendo a los paparazzi, que solo los oigo reír —No se rían, es cierto.

Las preguntas continúan, pero Max las ignora mientras sigue caminando hasta donde tiene aparcado el coche, me imagino.

   —Cuida a mi niña Max —exclama Harold

   —Con mi vida —responde el energúmeno abriéndose paso a través de la maraña de personas.

    —Esto es el colmo ¡Me estás traicionando Harold! —bramo, pero él ya no me oye.

    —Mañana se lo agradecerás —expresa, Max, yo solo me dedico a ignorarlo.

    Por fin me baja, pero sin dejarme escapar me mete en el coche y cierra la puerta con seguro. A veces puede ser inteligente el neandertal. Rodea el auto y se monta ante el volante, poniendo en marcha el vehículo.

     Diez minutos después entramos a una urbanización cerca de Beverly Hills. Las casas modestas con jardín nos dan la bienvenida. Es un barrio bonito, los niños se ven jugando en los jardines con sus mascotas y las madres conversando mientras los observan y toman te, o lo que sea que haya en esos vasos. Llegamos al final de la calle y nos encontramos con un gran muro de concreto. Lo único que me indica que hay una casa detrás de tal muralla es la puerta de un garage que sobresale. Max acciona el control y la puerta se desliza hacia arriba. Entra el coche y la vuelve a bajar, quedándonos en la oscuridad. No pasa mucho tiempo para que él se baje del auto y me ayude a salir a mí. En la penumbra me guía hacia una puerta que da a un hermoso jardín, lleno de flores y pequeños árboles, presidiendo la entrada a una sencilla casa de dos plantas, de estilo victoriano.

Max no me deja admirar mucho la estructura de la casa, ya que me toma de las esposas, cuidando, no lastimarme y me lleva hacia el interior y si ya era hermosa por fuera, por dentro lo es mucho más. Con suelo de madera de noble, paredes grises y beige, una pequeña chimenea en el salón lleno de muebles, sillones y un inmenso sofá; todos de color negro. Si tuviera que describir el hogar de Max, con solo una palabra, esa fuera: hombre. Se nota claramente que es la vivienda de un hombre soltero. Lo que es algo raro en realidad, ya que él no está precisamente soltero.

  El pelinegro me conduce hasta la cocina, en donde me insta a sentarme en un taburete colocado ante la barra de desayuno.

   —Esto es un secuestro Maximiliano ¿Qué es este lugar? ¿Tu picadero? ¿Para qué me trajiste?

   —¿Un picadero? ¿Es en serio? ¿Tan mal piensas de mí? —murmura dolido.

   —¿Cómo quieres que no lo haga? Fueron seis meses Max, seis meses en los que ni una sola vez mencionaste que estabas casado. Me tuve que enterar por tu mejor amigo de que me estabas viendo la cara de idiota. Yo no soy el segundo plato de nadie, Maximiliano.

    —Si me dejaras explicarte…

   —No, perdiste esa oportunidad hace meses…

    —¡Por Dios!, ¡Por una vez cállate y escucha lo que tengo que decir! —grita perdiendo el control.

   —¡No, no me da la gana, oírte ahora! —le devuelvo el grito y él se pasa la mano por la cara de la frustración.

   —Bien, como quieras.

Se aleja un poco, sin quitarme la vista de encima. De una gaveta de la encimera saca un rollo de cinta adhesiva y sin que yo me lo espere corta un trozo y me lo pega la boca.

   —Ahora me vas a escuchar sin interrupciones —dice con una sonrisa de superioridad.

Parpadeo confusa y mientras se voltea confiado para guardar la cinta, veo mi oportunidad. Me levanto de donde estoy y sin pensarlo dos veces salgo corriendo. Al cruzar la puerta principal me doy cuenta de que está lloviendo. Pero no me importa, solo me preocupa escapar, alejarme todo lo que pueda de él. Su sola presencia me lastima, me hiere estar cerca de él y saber que jamás estaremos juntos.
Lo siento correr detrás de mí, pero no me importa. Noto como la fría lluvia me empapa, no obstante, no es eso lo que hace detener mi huida, sino más bien las palabras cargadas de dolor que grita a mis espaldas.

  —¡Está muerta! —repite y sé que él no es capaz de mentir sobre algo tan grave.

Volteo y lo encuentro parado con la cabeza gacha mientras las gotas de lluvia lo dejan completamente mojado. Se acerca a mí aprovechando mi estupor y me quita con delicadeza la cinta adhesiva de la boca.

   —Si está muerta, ¿Por qué no lo dijiste antes? —pregunto recuperándome de la impresión, necesitando comprobar que lo que me dice es cierto.

  —Porque murió por mi culpa —confiesa y mi corazón se estremece por la agonía en sus palabras —. Al menos estuve un tiempo convencido de ello.

  —¿A qué te refieres? —indago sintiendo las gotas de agua impactar con mi cuerpo, pero eso me da igual ahora.

   —Habíamos discutido por una tontería y yo… Permití que se marchara molesta. Tenía que haberla detenido, pero no lo hice. Pensé que volvería, que solo necesitaba pensar, despejar la mente para… para darse cuenta de que yo tenía razón. Pero no, era cabezota y sin importarle nada más salió en una misión a explorar. Los iraquíes explotaron el convoy en dónde viajaba.

   —Lo siento muchísimo, Max —digo acercándome —, pero no creo que sea tu culpa. No fuiste tú quien sostenía el arma o lo que sea que haya explotado aquella caravana.

  —Ahora lo sé. Pero en ese momento no lo entendía y llegué a perderme. Fue gracias a mis mejores amigos que nunca se rindieron conmigo, que pude superar ese sentimiento de culpa.

   —La amabas mucho, ¿Cierto? —No es tanto una pregunta, como una afirmación, y solo decirlo hace que un nudo se me forme en la garganta.

Cuando sabes que ese hombre al que tanto amas amó demasiado a otra persona, es cuando te das cuenta de que si esa mujer aún estuviera viva, él no se hubiera ni percatado de tu existencia. Es duro de entender. Algo que aunque no quieras, inevitablemente duele. Y lo siento, lo siento mucho por Max, es duro que ella haya muerto, porque eso significa que nunca será completamente feliz con otra persona que no sea aquella media naranja que una vez tuvo y perdió. Y lo siento mucho por mí, porque sé que jamás me va a amar con toda su alma. Una parte de él siempre le va a pertenecer a ella.

  —Si —responde y me siento mal por desear que él nunca la hubiera conocido. Que solo hubiera tenido un amor, yo. Sé que es algo egoísta por mi parte.  Aunque yo no me enamoré de nadie más, si hubo hombres en mi vida antes de que él volviera a poner mi mundo de cabeza. —Era mi mejor amiga, más que eso… Mi otra hermana.

    —Espera ¿Hermana? ¿Te das cuenta de lo enfermo que eso suena? —digo sacudiéndome otro escalofrío, por el frío que estoy sintiendo en el cuerpo.

    —Entremos por favor. No quiero que pilles una neumonía. Te explico todo dentro.

   Tiene razón, ambos estamos mojándonos desde hace ya unos minutos, si seguimos bajo esta agua terminaremos enfermándonos. Así que asiento y lo sigo hasta la casa. Él me quita las esposas cuando entramos, seguro de que no voy a volver a escapar y me guía hacia las escaleras que subimos en silencio. Ya arriba, me lleva hacia una habitación inmensa.
   Las paredes de un gris azulado, suelo de madera cubierto por una gran alfombra de un gris más claro y una inmensa cama llenando la mitad del espacio, con un cubrecama negro y varias almohadas blancas. Daba ganas de tirarse sobre ese esponjado lecho, simplemente para comprobar si era tan suave como parecía. A mi derecha se encuentran dos puertas, una al lado de la otra, ambas de color blanco.

   —La puerta de la izquierda es el clóset, la de la derecha el baño —explica, acabando con el profundo silencio —. Coge lo que necesites y toma una ducha, yo haré lo mismo en el baño del pasillo.

Asiento y él, sin decir nada más, entra al no tan pequeño clóset y saca varias prendas, para luego salir de la habitación, dejándome sola y con demasiados sentimientos encontrados. Ya no estoy enojada con él, eso está claro. Ahora me encuentro dolida, arrepentida de no haber actuado antes de que se fuera al ejército. Con miedo de saber más de Robin, su esposa. Pero a la vez también existía una diminuta curiosidad por conocer el por qué de aquellas últimas palabras que me dijo antes de entrar en la casa. Estaba demasiado confundida, no sé si sería capaz de luchar con el fantasma de su fallecida esposa.

   Sacudo la cabeza, primero que nada debía escucharlo. No volvería a montarme dramas en la cabeza. Él tenía razón; toda historia tiene dos versiones, y esta vez estoy dispuesta a oír la suya.

  
                      ════ ⋆☆⋆ ════

Ya duchada y usando nada más que una camiseta de Max y unos calzoncillos bóxer negros, me dirijo hacia la primera planta, buscándolo. Lo encuentro en la cocina, preparando algo en la estufa. El olor a chocolate me guía y, sin dudarlo, me siento de un salto sobre la barra de desayuno. Él sonríe al verme, aunque no es la misma sonrisa alegre que adorna su cara diariamente.

   —Ten —dice dándome una taza con chocolate caliente.

  —Gracias.

  —Conocí a Robin apenas entre en el ejército —cuenta luego de unos minutos de solo observar su taza —. Desde el primer momento me di cuenta de que no era como las demás chicas. Era risueña, un poco inocente y muy, pero que muy terca. Sin embargo, sus ojos me decían que no era completamente feliz. Nos hicimos amigos al instante. Yo tampoco era muy feliz en ese tiempo. Había dejado a la chica que quería y mi futuro con ella era incierto —Me mira y en sus ojos veo dolor, no sé si por recordar a su esposa o algo más, no obstante, continua —. Pasaron años y poco a poco se fue convirtiendo en alguien importante en mi vida, mi mejor amiga, mi confidente.

«Aun así, nunca se abrió por completo a mí. Hasta hace un poco más de dos años. Fue una noche de copas, uno de los pocos días de pase que tuvimos. Me acababa de enterar de que estabas muy feliz con otro hombre, creí que estabas enamorada y pensé que ese era el final para aquel nosotros que nunca llegó a ser. Así que me emborraché y fui a las vegas con mi mejor amiga. Quería gastar el poco dinero que tenía en algún casino o tomarme hasta el agua de los jarrones. Fue ahí cuando Robin me contó ese secreto que tanto se empeñaba en ocultar… —Hace una pausa, como si estuviera recordando ese preciso instante —Estaba enamorada de otra mujer… Y, aunque le dolía, tenía que esconder sus sentimientos por miedo a su familia. No sé cómo fue que se me ocurrió, pero dos horas después, estábamos casándonos en una capilla de las vegas. Ella tendría una tapadera para estar con la mujer que amaba y yo podría ayudar a alguien a quien quería a que no cometiera el mismo error que cometí yo. La farsa nos duró dos años. Hasta ese momento en el que estaba harto de verla sufrir, de esconderse tras un matrimonio de mentira. Todo por unas personas a las que ella no les importaba. Así se lo dije y… obviamente no se lo tomó muy bien. Discutimos y ella se fue. Esa fue la última vez que la vi.»

   —Por eso dices que la querías como una hermana —digo, atando cabos gracias a su historia.

   —La única mujer a la que he amado en mi vida y a la única que voy a amar… eres tú —Sus ojos mirándome fijamente me dicen que es cierto, que no me miente.

   —¡Dios, me siento como una estúpida!

   —El estúpido soy yo, Nyx —dice, acercándose a mí y colocándose entre mis piernas abiertas —, debi haberte contado antes sobre Robin. Pero me daba vergüenza que supieras que no supe protegerla.

    —No hay nada de que avergonzarse, Max. Al contrario, estoy orgullosa del gran amigo que eres.

    —No tienes que decir algo que ambos sabemos que nos es cierto. Le fallé a Robin, todos lo saben, incluso Morgan no se cansaba de repetirlo.

    —No sé quién demonios es Morgan y tampoco me interesa. No es una persona que valga la pena conocer si es capaz de decir algo sobre alguien como tú, que lo da todo porque sus amigos sean felices. Yo te conozco, a pesar de haber estado molesta contigo y lo siento muchísimo yo…

No me deja continuar, en un segundo estoy sacando todo lo que llevo dentro y al siguiente tengo sus labios sobre los míos. Una de sus manos en mi nuca y la otra en mi espalda acercándome más a él. No me toma mucho tiempo recuperarme del shock inicial y cuando lo hago correspondo a su beso con ansia. Sus labios saben a chocolate y no tengo suficiente de ellos. Sus dientes muerden el labio inferior y yo gimo, él aprovecha y mete su lengua en mi boca, explorando, allanando con una pasión desmesurada. Mis manos se vuelven exploradoras, deslizándose por su definido abdomen, arañando su tersa piel.
Escucho un gruñido salir de su garganta antes de que todo explote. Me toma salvajemente por las nalgas, levantándome de la superficie dura de la isla y haciéndome envolver mis piernas en sus caderas. Siento que nos movemos, pero no puedo separar mi boca de la suya, y cuando lo hago, la dirijo a su cuello. De pronto siento como caemos sobre algo suave y sedoso. No le presto la suficiente atención, porque segundos después estoy quitándole la camiseta a Max y deleitándome con aquello que mis manos conocen tan bien.

Me mira y en sus ojos veo esa pregunta ese ¿Estás segura? Es una pregunta que yo también me hago ¿Realmente estoy preparada para lo que está por venir?











Hola mis amores, perdonen el retraso, pero me había equivocado pensando que la actualización era el miércoles y no el jueves, siempre ando medio despistada.

Pero bueno, espero que el capítulo les haya gustado, si es así no dejen de comentar y regalarme esa estrellita.

Hasta el viernes, un bechote para todxs

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro