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Monstruo

Peige se va de casa a las diez de la noche, tuve que obligarla a hacerlo, si fuera por ella aún estuviera a mi lado, apoyándome incondicionalmente. Kevin no ha llegado y me alegro, aún no estoy preparada para enfrentarme a él. Por lo que con un nudo en la garganta termino de tomar el té que me dio mi amiga antes de irse, con el objetivo de calmarme. Tengo tantas cosas en la cabeza que me siento confundida, así que me pongo a preparar algo para comer, aunque sé que es un poco tarde, pero que le voy a hacer si tengo hambre, así que me preparo algo ligero y me concentro en no pensar.

Cuando termino me siento frente a la TV a ver lo que sea que estén poniendo en ese momento y distraer mi mente, mientras como mi sándwich de queso y mi jugo de piña.

Casualmente en este momento están poniendo el anuncio de mi próximo concierto, que se llevará a cabo en Madrid en dos semanas, pero sé que las entradas ya están agotadas. Eso me llena de orgullo, mi carrera es mi mayor logro, aunque últimamente no estoy disfrutando tanto como antes. Los celos de Kevin han llegado a tan alto nivel, que se molesta hasta con el más mínimo detalle; si bailo en el escenario, o si coqueteo con los bailarines como manda la coreografía. Además, he perdido la inspiración a escribir, ahora canto canciones escritas por otros y no es que sea malo, pero siempre me gustó transmitir mis emociones en mis canciones, dar mi alma en el escenario, disfrutar cada actuación como si fuera la última.

Son las doce y Kevin no ha llegado, por lo que cansada y no sintiéndome del todo bien, me voy a la cama.

No sé qué hora es, ni donde estoy cuando un estruendo me despierta. Me levanto sobresaltada y un mareo hace que tenga que sujetarme a lo primero que tengo a la mano, una lámpara que termina cayendo al suelo y rompiéndose. El sonido atrae la atención de quien sea que esté en la que descubro es mi casa. Kevin entra en la habitación con una botella de algo en la mano, seguramente alcohol. Me ve y sonríe, una sonrisa que no augura nada bueno, pero entra al baño y yo suspiro aliviada.

Sale minutos después sin la botella y camina directo hacia mí, me toma del cabello y me lanza a la cama; sin embargo, esta vez lo detengo.

-Kevin, no -Lo paro -, tengo algo importante que decirte -le digo tratando de ganar tiempo. Él se separa de mí y me ve extrañado, acostumbrado a que me encoja de miedo cuando hace algo similar.

-No me interesa lo que quieras decirme -dice y vuelve al ataque intentando subir mi vestido blanco y bajando mi ropa interior.

Me armo de valor y lo empujo separándome de él y pegándome cada vez más al borde de la cama. Sé que no debería de darle la noticia ahora y menos en el estado en el que está, pero algo hace que las palabras salgan solas de mi boca.

-Estoy embarazada, voy a tener un hijo tuyo.

Él detiene cualquier movimiento y me mira, no comprendo muy bien la expresión de su rostro, pero sí que no me gusta nada.

-¿Es una broma de mal gusto? -pregunta riendo, pero al ver que no digo nada deja de hacerlo de inmediato - ¿Y qué quieres que haga con eso? ¿Te felicito? Ese niño no puede nacer, no quiero tener un hijo con una cabaretera, alguien de la mala vida como tú, yo pertenezco a una de las más prestigiosas familias del país, nada va a manchar mi apellido y menos el hijo bastardo de una puta. Me importa una mierda si quieres o no, pero mañana mismo irás a que te lo saquen.

Las lágrimas escapan de mis ojos y recorren mis mejillas, sin mostrar señales de detenerse. El temor se arraiga en mi ser mientras lo siento aproximarse cada vez más, como un eco que retumba en mi mente y corazón. Mi visión se torna borrosa, como si el mundo se desdibujara frente a mis ojos, y una extraña sensación de entumecimiento invade cada parte de mi cuerpo. Cada latido de mi corazón parece resonar con un ritmo frenético, alimentando mi inquietud y dejando claro que no hay escapatoria ante este terror que me consume.

-Espera ¿Es mío? Seguro que no, a de ser de alguno de esos con los que te acuestas, eres una puta infiel. Pero a mí nadie me ve la cara Nyx y te lo voy a demostrar -Es lo último que me dice antes de que, de un manotazo, me haga caer de la cama en donde me había vuelto a sentar, desgraciadamente me había acercado demasiado a la orilla -¡A mí nadie me engaña perra!

El no poder defenderme, me desespera, se adelanta a paso apresurado y me golpea justo en el abdomen. En este momento solo puedo pensar en ese ser que está creciendo en mi vientre. Una sensación de angustia se apodera de mí. Todo no puede acabar así, no sin darme la oportunidad de elegir mi propio destino, no con tanta violencia.

-¡No, por favor! ¡Ten piedad! -grito desesperada, pero mis palabras caen en oídos sordos

Intento desesperadamente detenerlo, pero el torrente de odio que emana de él es incontrolable. El dolor físico que siento palidece en comparación con el agónico tormento que atraviesa mi alma. Es desgarrador ver cómo todo se desvanece en la oscuridad, pero él continúa impasible. Mi intento por poner fin a este horror, de escapar y evitar que sus puños vuelvan a encontrarse con mi cuerpo, resulta en vano. Me toma del cabello y me arrastra hacia el centro de la habitación, preparándose para propinarme otro golpe brutal; esta vez, directamente en mi frágil vientre. En un acto instintivo, trato de proteger el espacio donde una pequeña vida ha comenzado a crecer, encogiéndome en posición fetal y abrazándome con fuerza. Sus golpes ahora se concentran en mi espalda, mientras descarga un devastador puñetazo en mi rostro, dejándome al borde de la inconsciencia y con la visión nublada.

Tras cada golpe, uno tras otro, mi cuerpo se desmorona sin piedad. La sensación de adormecimiento en mis extremidades es abrumadora, ya no me queda fuerza para resistir o protegerme. La sangre que fluye entre mis piernas confirma mis peores sospechas, desgarrando mi alma y alimentando un torrente interminable de culpa. Anhelo desesperadamente que mi sufrimiento y mi vida lleguen a su fin, pero él es tan cruelmente cínico que se niega a matarme, prefiriendo dejarme vivir con el peso insoportable de mi culpabilidad. Disfruta viéndome anhelar la muerte, sabiendo que está fuera de mi alcance, y esa dolorosa realidad me consume hasta lo más profundo de mi ser. Duele tanto.

Cuando se cansa de golpearme se aleja con una sonrisa engreída en su rostro mientras me mira. Pero no ha acabado, de repente se empieza desabrochar el pantalón, bajándoselo y sacando su miembro erecto, para proceder a masturbarse, mirándome tendida en el suelo. Termina con un grito de satisfacción y el espeso líquido cae sobre mis piernas.

-Eso te enseñará a respetarme -dice y como si casi no hubiera matado a alguien a golpes, se termina de quitar la ropa y se acuesta satisfecho.

Minutos más tarde está roncando, durmiendo tranquilamente, sin remordimientos.

No sé dé donde saco fuerzas, pero apoyándome en los codos me arrastro hasta el baño. Me alejo de él, buscando refugio tras la puerta cerrada del baño. Intento sentarme y después de un rato por fin lo logro. Mi mente se oscurece y mis pensamientos confusos se desvanecen lentamente, sumiéndome en un estado de inconsciencia.

Despierto lo que parecen horas después, cuando siento el ruido de la puerta al cerrarse. Se ha ido, solo en ese momento me permito llorar a lágrima suelta. Kevin acaba de matar el último pedazo que quedaba de mi alma, ya la vida no tiene sentido para mí.

Es en este momento cuando recuerdo las últimas palabras que me dijo aquel al que un día amé más que a mi vida, pero nunca se enteró, jamás tuve el valor para decírselo.

-Nunca permitas que nadie te oprima, pequeña hada. Eres una valiente luchadora, así que persevera en tus sueños y busca la felicidad incansablemente -Aún puedo sentir el dolor intenso al recordar su sonrisa radiante aquel día en que se despidió de todos para unirse al ejército; fue la última vez que tuve la oportunidad de verlo.

Siempre traté de seguir su consejo, pero esta vez es imposible, he perdido mis ganas de luchar, nada es ni será suficiente para querer hacerlo. Ni mis amigas, aunque las amo con el alma, ni mis padres, aquellos que siempre me apoyaron y estuvieron para mí. Nada de eso es suficiente. Oficialmente, me he rendido luego del primer golpe. Ya he perdido la esperanza de poder escapar.

Cierro los ojos y tomo una decisión, la vida ya no es para mí.

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