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Misión 1.0: Seducir al seductor o morir en el intento

Las cosas tomaron su curso al cabo de una semana. Peige estaba bajo prisión preventiva hasta el juicio que sería dentro de unos días. Mi agenda seguía llena y cada vez se acercaba más el día en el que tendría que abandonar el país para llevar mi música por toda Europa.

Ayla se mudó tres días después de que ocurriera lo de Peige. La casa era hermosa y estaba llenada de recuerdos de sus vacaciones en familia, cuando eran felices, antes de que todo pasara. Al final la tuve que obligar a que se fuera, según ella, y ocultando que solo era una escusa para no volver a esa casa y enfrentar sus propios fantasmas; le daba miedo dejarme sola. Y así es como estoy, sola. Sin él, en este momento me siento sola. Estuve en el infierno y regresé, pero en el camino puede que haya perdido al amor de mi vida. Max no quiso verme mientras estuvo en el hospital, no me ha llamado ni mucho menos enviado algún mensaje de texto.

   Sé que yo tenía razón. Él nunca hubiera creído que su hermana era capaz de hacer tanto mal si no lo hubiera visto con sus propios ojos. No entiendo por qué no es capaz de verlo, no entiendo por qué se ha alejado tanto. Cada día que pasa lo siento más y más distante.

    —¡Quita esa cara, tal parece que viste a un gatito herido! —exclama Ayla, entrando en mi cocina, sobresaltándome. 

  —Primero que nada ¿Qué haces aquí? Tienes una casa preciosa, dale calorcito.

   —Me llamó Emma, está en los Ángeles, le dije que viniera para acá, mi preciosa casa no está lista para recibir visitas —explica. Pero la realidad es que es ella la que no está lista para eso.

   —¿Sabes quién vive cerca de tu casa? —pregunto con una sonrisa maliciosa en la boca.

  —No, no quiero saberlo y tú no me lo vas a decir —acusa entrecerrando los ojos —Te conozco y vas a hacer que las ganas de saberlo me carcoma.

   —Tienes razón. Por eso deberías descubrirlo por ti misma —me burlo.

   —Eres una mala amiga, que lo sepas —acusa

  —No, no lo soy.

El timbre de la verja suena y Ayla se apresura a abrir, sabiendo quién es. Un minuto después, las carcajadas de mis amigas me separan de la cocina y dibujan una sonrisa en mi rostro. Al final sé que las cosas pueden ir mal, pero hay personas que con solo una palabra, un gesto o simplemente siendo partícipe de su alegría, te llevan un pequeño rato de luz a tu vida.

  Las encuentro en la sala, ambas sentadas en el sofá. El cabello negro de Emma, con salvaje e indomables rizos negros, extendido sobre uno de los cojines en el que tiene apoyada su cabeza cómodamente. Ella es así, atrevida, perspicaz y si antes pensaba que Ayla no tenía filtro es porque llevaba años sin relacionarme con Emma, quién no sabe lo que es siquiera la palabra.

   La primera impresión que tuve de ella fue la de una chica culta, elegante, refinada. Sus ojos negros encerrados por unas pestañas kilométricas ocultaban miles de picardías. Con un cuerpo lleno de curvas y un color de piel oscuro, como el café, siempre llamaron la atención sin necesidad de imponer si presencia. Imaginé que terminaría siendo una modelo, una de esas chicas hermosas que salen en la TV o en los grandes carteles, promocionando algún nuevo producto. Hasta que la conocí y todas esas suposiciones quedaron junto a su vergüenza, olvidadas. El talento de Emma siempre fue la música, fue eso lo que nos unió y lo que nos enseñó que las apariencias engañan y que una chica aparentemente tranquila, era en realidad una rebelde, sarcástica a la que le importaba poco lo que los demás pensaran de ella y hacia lo que le daba la gana siempre. 

    —¿Te vas a quedar parada ahí con cara de lela, o vas a oír las aventuras de mi luna de miel? —pregunta arqueando una ceja.

   —No tienen cara de lela, es lela. —argumenta Ayla.

   —Pues si, eso es cierto, pero antes no lo aparentaba tanto ¿Qué hiciste ahora Nyxel?

   —¿No nos ibas a contar tus desventuras en la rara luna de miel a la que te fuiste? Por cierto, creo que eres la única loca que se va de mochilera por América con su recién estrenado marido. —me burlo sentándome en el suelo frente a ellas y con la espalda apoyada en uno de los cómodos asientos.

    —No soy la única, te sorprenderías de la cantidad de gente que lo hace. Pero ya hablaremos de eso más tarde. Ahora cuéntanos por qué tienes pinta de que alguien le disparó a tu perrito. Por cierto, ¿Dónde está Peige?

   —Presa, por dispararle a mi perrito, además de a su hermano, también por secuestrarme e intentarme matar también —cuento ante el asombro en el rostro de la hermosa mulata. 

   —También causó el accidente del tío Ben, que no se te olvide. Y que tu ex te moliera a golpes, que salieras embarazada, que alucinaras sobre suicidarte y…

   —Bueno, díganme si alguna va a escribir esta historia porque sin, lo hago yo, de seguro me gano unos cuantos millones. Quién sabe, hasta pueden llevarla a la pantalla grande.

   —¿Te imaginas a Alexandra Daddario haciendo de Nyx?

  —Oh, y Zac Efron, de Max, aunque tendrían que ponerle lentes, al menos uno para que del tipo.

  —Creo que el que hace de Damon en diario de un vampiro quedaría mejor ¿Cómo era que se llamaba? —indaga Ayla.

   —Ni idea, pero ese ya está viejito

  —Chicas, esto es serio. Max no me quiere ni ver y se llama Ian Somerhalder —confieso.

   —Bueno, hija. Metiste presa a su hermana, si soy yo no estuviera comiéndote a besos, ahora mismo la verdad —comenta Emma, encogiéndose de hombros.

   —¡Gracias a mí, su hermana no lo mató! —protesto.

  —Ahí tienes un punto —concede.
 
   —En realidad supongo que el problema de Max es otro —interrumpe Ayla. 

   —Ilumínenos señora.

   —Señorita —rectifica.

   —¡Chicas! No se desvíen del tema —pido llamando su atención.

  —Bien, para mí lo que tiene Max es miedo.

  —Está claro, el tinte le afectó. Mira que dije que no te pintaras de rojo, el rojo tiene muchos tóxicos, pero no, la niña se empeñó en el rojo, bueno, ahí están las consecuencias —declara Emma.

  Ayla y yo nos quedamos mirándola fijamente hasta que termina su monólogo. Al vernos se hace la que cierra su boca con un zíper.

   —Pongámonos en su lugar —continúa mi prima —Llega a la iglesia y ¿Qué ve? Pues a su novia, la mujer que lleva amando años, siendo apuntada con una pistola, justo al lado del cobarde del ex de esta, en medio de un charco de sangre y con una bala en la cabeza. No sé ustedes, pero yo me hubiera cagado del miedo. Y luego va y se entera de que dicha chica planeó el noventa por ciento de la situación para meter presa a su hermana, poniéndose en peligro a propósito. A eso súmale que los hombres se creen que son los encargados de protegernos y que nosotras somos unas débiles damiselas y no lo digo yo, lo dice la sociedad.

  —Pues la teñida no tan teñida tiene un punto.

  —Y entonces ¿Ahora qué hago? —me quejo tapándome la cara con ambas manos.

  —Bueno, tienes dos opciones: seguir lamentándote toda tu vida, comportarte como una gallina y perder al hombre o ponerte el vestido de chica grande y sexi e ir a seducir a tu hombre y postrarlo a tus pies.

   —¿Eso lo aprendiste en el país, ese al que te fuiste con tu mamá? —le pregunta nuestra amiga a Ayla.

  —Na, eso lo aprendí en los libros. No sabes la de cosas que aprendes leyendo romance —explica encogiéndose de hombros.

Mientras yo me dedico a encontrar a Stella para buscar información de la localización de mi hombre en este momento, mis amigas asaltan mi nevera y cada una se hace con una cerveza, cortesía de Max.

Encuentro a la rubia conversando con el chico que se encarga de hacer rondas por la propiedad y velar de que nadie entre y me haga daño, aunque bien es sabido que no necesitan entrar a la casa para dañarme. En fin, llamo la atención de Stella, ella me sigue hasta dentro en donde la siento en la sala, dispuesta a hacerle un cruel interrogatorio con el objetivo de saber dónde está Max. No obstante, Ayla se me adelanta y lo pregunta directamente.

  —Está en una reunión en el centro, en el restaurante de un hotel, aunque no recuerdo el nombre —informa.

  —¿Puedes facilitarnos la dirección? —Esta vez es Emma quién toma la palabra.

  —Sí, claro, puedo pedírsela a mi marido —accede encogiéndose de hombros como si hiciera eso a diario. .
  
  —¿Por qué tu esposo sabría dónde está Max? —indago.

  —Porque están juntos los dos en la reunión, Jake también —dice mirando a Ayla, quién no le da importancia —Hacen esta reunión todos los meses para, bueno, en realidad no lo sé, algo de socios. Lo más probable es que sea solo una escusa para salir a beber. 

  —Oh, tu marido es Brandon, mejor amigo de esos dos y el tercer socio de la empresa —verbalizo, dándome cuenta de la conexión de Stella con los chicos.

  —Así es —afirma con una sonrisa.

Un rato después tenemos la dirección del lugar, la hora en la que Max estará solo y la ropa que me pondré para la misión.

                      ════ ⋆☆⋆ ════

—Bien chicas, esto es así. Nyx llega a dónde está Max, toda sexi, se disculpa por lo que sea que él cree que ella hizo mal y…

  —Yo no hice nada mal —protesto.

—Lo sabemos, pero los hombres necesitan creer que tienen razón. Les hacemos pensar que ellos tienen el control cuando se sabe que las que mandamos en las relaciones somos las mujeres. Ellos solo viven un espejismo. 

  —Eh…

  —Como sea —me interrumpe —, Nyx va ahí, aclara todo lo que tiene que ser aclarado, lo más probable es que no te preste mucha atención, al menos a lo que digas por qué con ese vestido el pobre va a estar en serios problemas.

  —Entendido

  —Bien chicas, es hora de la misión 1.0, seducir al seductor o morir en el intento. —anuncia Emma.

—¿A cuál de las dos se le ocurrió el nombresito?

  Ambas se señalan, el dedo de Ayla apunta a Emma y el de esta a la de ojos grises y si esto no las hace ver ridículas, estar escondidas tras una planta, vestidas de negro, con pasamontañas tapando sus cabellos, pero dejando libres sus rostros con las mejillas marcadas con sombra negra; definitivamente hace el trabajo.

   —¿Exactamente cuántas cervezas se tomaron? —pregunta Stella muerta de la risa, no ha parado de reír desde que salimos de casa, incluso tengo miedo de que terminemos en el hospital por algún caso agudo de dolor muscular o algo por el estilo.

  —¿Todas? —responde Emma luciendo casi, casi arrepentida.

  —Genial y yo poniendo mi vida amorosa en manos de dos borrachas.

  —Cállate, ¡¿Eres gallina o una cobarde?! —exclama Ayla, señalándome con un dedo acusador —Ah, no perate que no era así… ¿Cómo era?

   —¡Ay me duele! —se queja Stella doblándose y sujetándose el abdomen, pero aun así no deja de reírse a carcajadas.

  —Lo sabía, vamos a terminar en el hospital por culpa de ustedes dos, locas —protesto poniéndole voz a mis pensamientos.

  —¿Qué está pasando aquí? —pregunta de repente una voz gruesa a mi espalda.

  —Ja, lo que faltaba —se queja Ayla.

Me volteo sabiendo perfectamente a quien me encontraré, y efectivamente, Jake se encuentra detrás de mí, mirando directamente a mi prima con una ceja enarcada y una expresión helada. A su lado, un hombre de unos treinta años mira a Stella con preocupación.

   —¿Estás bien, Osita?
 
Esta vez es Emma quién estalla en carcajadas, llamando la atención de las personas que pasan a nuestro lado.

   —¿Se puede saber por qué llevan media hora haciendo el ridículo detrás de una mata con apenas las suficientes hojas para ocultarlas a las cuatro? —indaga Jake.

   —¿Qué crees machote? Estábamos espiándote, queríamos ver a cuántas personas puedes congelar con esa mirada que tienes —contesta Ayla con una seriedad impresionante.

   —¿En serio? —interroga el hombre de ojos ámbar con suspicacia.

   —Por supuesto que no, no eres el ombligo del mundo guapo, deberías superar esa fase ya. Conozco a un buen psicólogo que te puede ayudar con eso, es el mismo al que va mi hermanastra cada vez que se pone algo de plástico en el cuerpo, llámese tetas, labios, en fin, implantes.

   —¿Está?

   —Sip, las dos lo están, más borrachas que una cuba —respondo señalando a la morena y a la de ojos grises que mira a nuestro acompañante como si fuera un mosquito al que quisiera aplastar.

   —Bueno, Nyx querida, si no te das prisa una rubia de bote te va a quitar al viejo Maxi —declara Ayla mirando a la distancia.

  Me volteo y dirijo mi mirada en la dirección en la que está fija la suya y descubro a una rubia parada al lado de Max, quién se encuentra sentado en la barra del bar con vaso de algún licor en la mano. La mujer, con un cuerpo de infarto gracias al quirófano, y no son celos, bueno un poco sí, pero ella definitivamente no es muy natural. En fin, la mujer intenta coquetear con mi hombre.

    La rabia comienza a inundar mi cuerpo, pero no tengo tiempo para procesar lo que estoy sintiendo, cuando Ayla se cansa al parecer de verme estática sin hacer nada y me empuja en dirección al bar. Tropiezo con mis propios pies, no obstante, logro recuperarme antes de hacer el ridículo, aún más.

   Camino con una seguridad que no siento hasta Max. No he dado ni dos pasos y sus ojos encuentran los míos. El vaso queda olvidado mientras su mirada recorre mi figura y sé perfectamente lo que está viendo. El vestido rojo que cubre mi cuerpo y abraza cada curva como si estuviera hecho directamente sobre mi piel. Mi cabello largo y lacio, llegando casi al inicio de mi trasero, se balancea naturalmente y mis piernas desnudas dando un paso tras otro sobre unos tacones de doce centímetros. Sé el efecto que ha causado mi apariencia cuando recupera su bebida y de un solo trago se termina el líquido ambarino.

  Llego hasta ellos y en silencio espero a que la rubia note mi presencia. Los ojos de Max no dejan los míos en ningún momento, hechizados.

   —Disculpa cariño —Llama mi atención, haciendo que despegue mis ojos de los del hombre frente a mí —, los adultos estamos hablando. Puedes dar una vuelta si quieres, tal vez encuentres alguien de tu edad, aunque dudo mucho que tengan el dinero suficiente para pagar un lugar como este —dice de manera despectiva luego de mirarme de arriba a abajo.

   Max va a hablar, pero con solo una mirada le impido que lo haga y poniendo mi mejor sonrisa de inocente, me ubico en el sitio que me pertenece, bien cerca de mi novio, entre sus piernas abiertas, con la espalda apoyada en su pecho.

   —¿Ya terminó? Le agradezco muchísimo que haya entretenido a mi novio mientras no estaba, ahora ya puede regresar al geriátrico de donde se escapó, quién sabe, tal vez sus bisnietos la echen de menos y la estén buscando. —Mis palabras se recalcan cuando la mano de Max se desliza íntimamente por mi abdomen, terminando ubicada en mi bajo vientre y su boca se apoya entre mi cuello y mi clavícula.

  La mujer recoge su dignidad esparcida por el suelo y murmurando algo que sonó como:«tampoco es tan guapo» se marcha.

   —¿Y eso qué fue? —interroga Max dándome la vuelta para que lo vea directamente a los ojos.

   —Tenemos que hablar —Ignoro su pregunta y voy directo al grano.

  —Eso estamos haciendo, a no ser que el acto de mover los labios y pronunciar palabras sea otra cosa diferente.

—¿Se supone que eso debía hacerme reír?

—¿Era una pregunta retórica?

—¿Vas a responder mis preguntas con más preguntas?

—¿Lo vas a hacer tú?

—No estoy jugando Max —digo entrecerrando los ojos.

  —Yo tampoco Nyx.

  —¡No se puede hablar contigo! ¡No sé ni para qué vine! —exclamo perdiendo la poca paciencia que me quedaba.

  —Yo sé para qué lo hiciste.

  —¿Ah si? Bueno, pues ilumíname.

  —No puedes vivir sin mí, por lo que viniste a disculparte.

—No sé ni por lo que me tendría que disculpar

  —Por ponerte en peligro, por ejemplo, por hacerme pasar el peor susto de mi vida. ¿Cómo crees que me sentí cuando llegué a esa iglesia y vi a mi hermana apuntándote con un arma? ¿Y sabes que es lo peor de todo? Aparte de sentirme impotente por primera vez en mi vida, olvidando que mi hermana, mi propia sangre, es una asesina sin escrúpulos, lo peor de todo es que mi novia lo sabía todo e hizo un plan poniéndose en riesgo a propósito.

   —Era necesario.

   —¿Qué tu ex te agarrara a golpes era necesario? ¿Qué el tipo muriera era necesario? ¿Qué me dispararan en la pierna lo era?

  —No, nada de eso lo era, pero el objetivo se cumplió, el fin justifica los medios. —Suspiro recuperando la calma, entendiéndolo un poco —No me gusta estar peleada contigo por todo eso, entiendo que tuviste miedo. No obstante, ya pasó y no quiero volver a sentirme como si hubiera perdido una parte de mí, me da terror pensar en perderte para siempre.

   —Es horrible esa sensación ¿Cierto?

  —Lo es —respondo

—Bien, ahora sabes cómo me sentí ese día —comenta como si nada, dándole un sorbo a la bebida que minutos antes había vuelto a pedir.

  Tengo que repetir sus palabras en mi mente una y otra vez antes de que mi cerebro logre registrar su afirmación. La ira que había desaparecido de mi sistema, vuelva a hacer acto de presencia con más fuerza que antes.

   —Entonces, lo que quieres decir es que el miedo que sentí al perderte, la angustia de no saber el porqué estabas molesto conmigo, la culpa por haber encerrado a tu hermana, los días sin dormir porque no respondías mis llamadas o porque no me dejabas verte cuando estabas en el hospital recuperándote. ¿Todo eso formaba parte de darme una lección por plantarle cara a tu hermana y no dejarme vencer por nadie? —digo con la voz engañosamente calmada.

   —Bueno, ya lo dijiste, el fin justifica los medios. Necesitabas pasar por todo eso para entender cómo me sentía yo. Aunque cuando lo pones así me hace ver como un idiota sin sentimientos —razona haciendo una mueca.

   —¿Tú crees? ¿Sabes qué? Ahora soy yo la que no quiere verte en este momento —afirmo alejándome de él.

   —¡Mierda! ¡Nyx, espera! —grita llamando la atención de las personas a nuestro alrededor.

  Sin embargo, ignoro su súplica y sigo caminando. Paso de largo a mis amigas, quienes son espectadoras de una de las tan habituales discusiones entre Ayla y Jacob. Sigo caminando, salgo del hotel y para mi buena suerte un taxi se estaciona ante mí para dejar a una mujer junto a un pequeño. Por lo que aprovecho la oportunidad y apenas ambos abandonan el vehículo entro y le indico al conductor la dirección del único lugar en el que sé que puedo ser yo misma y dejar atrás todo. El único sitio en el que puedo desconectar de mi vida.

   Mi teléfono suena en el pequeño bolso que llevo en las manos, anunciando una llamada entrante de Ayla. No le respondo, no obstante, le mando un mensaje diciéndole a donde voy. Luego apago el teléfono, me dedico a ver por la ventanilla del auto a las personas pasar.

                                   ════ ⋆☆⋆ ════

Los niños corren de aquí para allá, algunos tras una pelota, otros simplemente persiguiéndose unos a otros. El único que está sentado en una esquina es él. Apenas llegué hace media hora y supe que ese niño era diferente. No le interesa jugar con los demás niños, completamente indiferente a las miradas que algunos curiosos le dedican. Él solo está ahí, sentado en una mesa en la esquina, dibujando en una hoja ya llena de colores oscuros.

  —¿Quién es? —le pregunto a una de las encargadas del orfanato, señalando al niño que no despega la mirada de su dibujo.

   —Ese es Kaan —informa —Lleva ya unas dos semanas aquí. Su madre fue asesinada mientras él estaba con la vecina, quién se encargaba de cuidarlo para que esta pudiera trabajar. De su padre no se sabe nada. La madre era Americana, pero según la vecina, el niño nació en Turquía, puede que producto de alguna trata de blancas o que sé yo.

   —¡Pobre inocente!

   —No se ha adoptado aún al lugar, apenas come y no habla con nadie, lo único que hace es dibujar todo el tiempo —agrega y la impotencia que siente por no saber cómo darle un poco de felicidad, se nota en su voz.

  Alya la encargada se va a atender a alguno de los niños que tuvo un accidente jugando y yo me quedo, mirando como el pequeño cambia el color que utilizaba por otro más claro. Sin poder contenerme me acerco a él y sin invadir su espacio me siento en la misma mesa en una silla frente a la que se encuentra sentado.

  El ruido que hago al sentarme llama su atención, lo que le hace levantar la mirada y mirarme fijamente. Sus increíbles ojos de un color entre el verde y el azul, enmarcados por unas largas y oscuras pestañas, volviéndolos aún más impresionantes, me observan con curiosidad, evaluándome. Es un niño precioso; sin embargo, trato de no mirarlo demasiado y de ser la primera en apartar la vista, ignorándolo y concentrándome en la tarea de hacer una casita con los crayones de colores. Sé que me está mirando, siento el peso de sus ojos en mi frente, pero no le doy mayor importancia, mientras cojo el color verde y comienzo a pintar la horrible casa. Definitivamente, la pintura no es lo mío. Pasa media hora y casi cuando estoy terminando mi dibujo, a punto de darme por vencida, algo cambia.

    —No —murmura el chico quitándome el color de las manos para luego sustituirlo por otro más claro —Ese queda más bonito en las flores.

   —Gracias —digo sonriéndole y sigo con mi tarea, esperando un poco más.

    —¿Cómo te llamas? —pregunta con timidez luego de varios segundos.

   —Nyx —contesto con una sonrisa aún más grande, sabiendo que logré mi propósito —¿Cómo te llamas tú?

   —Kaan, los niños dicen que es el nombre de un perro, pero mi mamá decía que significa rey de reyes —informa con orgullo.

   —Tu mamá tenía toda la razón.

   —¿Qué significa Nyx?

  —Significa noche

  —Qué guay, igual que tu pelo, es genial.

  —¿Verdad que si?

  —Sí, me gustan los colores.

  Nos pasamos varios minutos hablando y cada vez se va abriendo más y lo voy conociendo. Es un niño tímido, asustadizo y muy muy dulce. Entiendo que le molesta cuando le hablan directamente y que ser él quien del primer pasa le da esa seguridad que necesita. Me cuenta que su madre está en el cielo y cuando le pregunto cómo lo sabe, me deja devastada con su respuesta:

   —Mamá me dijo que cuando ya no pudiera estar conmigo y me tuvieran que llevar a otro lado es porque ella estaría en el cielo cuidándome —explica antes de volver a concentrarse en su dibujo, por lo que no puede ver la lágrima rebelde que escapa de mi ojo y recorre mi mejilla, perdiéndose entre mis labios.

   Levanto la mirada de la mesa para buscar a Alya e indicarle el porqué, la falta de apetito del pequeño. Simplemente, un cambio en la comida sería suficiente para abrir su apetito nuevamente. Sin embargo, mis ojos chocan con unos iguales de magníficos que los de mi acompañante, igual de diferentes. Unos ojos que me provocan una ridícula cantidad de sensaciones indescriptibles.

   Camina hacia mí con ese andar tan arrogante y cuando llega a mi lado se arrodilla y limpia mi mejilla con su mano.

   —¿Estás bien, nena?

   —Solo abrázame, Max —suplico —abrázame y no me sueltes.

  Cuando sus fuertes brazos acunan mi cuerpo, siento que no importa nada más que el ahora. Atrás quedaron las discusiones tontas por ver quién de los dos tiene la razón, por la cual ninguno de los dos la tenemos, ambos nos hicimos daño, cometimos errores y no podemos pasarnos la vida estancados en ellos. Todo se trata de avanzar, de afrontar las cosas y seguir adelante como personas, como pareja.

   —Te amo —digo con la cara escondida en su cuello.

  —Y yo a ti, más que a mi vida.

  —Me gustaría presentarte a alguien —anuncio separándome de sus brazos luego de varios minutos —Max, él es Kaan.


 






Hola hola mis amores. Perdón por la tardanza, tenía el capítulo listo desde ayer, pero el mendigo internet no cooperaba conmigo. En fin, aquí les dejo el capítulo, espero sus votos y comentarios. Ya cada vez falta menos, solo dos capítulos más y el epílogo. Por fin está historia concluirá... O no.

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