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Madrid

No puedo creer lo que me dice Harold. Acepté un guardaespaldas, pero no a tener a Max conmigo todo el tiempo. Su presencia provoca en mí tantas cosas, que es mejor estar lo más alejada de él posible. Aunque con esta noticia sería poco probable.

Él me mira fijamente y sus ojos en mí le hacen tantas cosas a mi cuerpo que es increíble. Las mariposas en mi estómago cobran vida sin poderlo evitar.

No me puedo permitir sentir nada, aún no. Pero al parecer mi cuerpo tiene ideas distintas, no entiendo por qué mis palmas sudan y me siento tan nerviosa de estar cerca de Max. ¿Será por qué fue mi primer amor? ¿Por qué está más bueno que el helado de fresa y las galletas de chocolate? No lo sé y tampoco quiero averiguarlo. Debo ser fuerte. Me da miedo.

-¿Eso no es poco profesional? -pregunto, intentando hacer cambiar de opinión a ambos hombres.

-¿Prefieres a un extraño? -me responde Max, echándome mis propias palabras a la cara, aunque él no lo sepa. -Si es así no hay problema, puedo hacerme a un lado. Pero si permites que sea tu guardaespaldas, te prometo que seré profesional, nuestra relación no afectará mi rendimiento.

-No -digo, respondiendo su pregunta. No queda más alternativa que decir que sí, no quiero un enfrentamiento con Harold. Estoy agotada.-Está bien -acepto sin más.

Max me mira frunciendo el ceño. Sé que no se esperaba que aceptara sin oponer resistencia, la vieja Nyx lo haría, pero ella ya no existe. Kevin asesinó mi espíritu guerrero.

Cuando ya todo lo que se iba a decir se dice, me despido de mi representante y siendo seguida de cerca por el pelinegro, me dirijo al aparcamiento.

-Conduzco yo -Habla Max, apenas llegamos al automóvil.

-¿No trajiste tu propio coche? -pregunto confundida

-No tengo, pequeña hada, mi hermana me trajo. Además, me siento más seguro si lo hago yo, está entre mis nuevas responsabilidades-explica

-Ok entonces -contesto, aunque no sé si es cierto o no lo que dice, tampoco le pregunto.

Rodeo el coche, un Audi r8 Spyder negro, es mi bebe y estoy orgullosa de él y por la mirada que le da Max sé que es de su agrado.

Me subo en el asiento de copiloto y tras abrocharme el cinturón, me fijo en que él todavía luce el mismo ceño fruncido que tenía en la oficina de Harold. No le pregunto, solo recuesto la cabeza a la ventanilla y cierro los ojos. Me dejo arrullar por el sonido débil del motor y poco a poco voy quedándome dormida.

-Nyx, despierta -Siento que alguien me dice a lo lejos -Vamos pequeña hada, ya estamos en casa.

Abro mis ojos con lentitud y pesadez; lo primero que veo es el rostro de Max. Comienzo a detallar minuciosamente desde abajo, admirando su mandíbula definida y seductora. Sus labios carnosos se ven tan apetecibles. Sus ojos heterocromáticos adornan su rostro de una manera perfecta, despertando mi curiosidad sobre la diferencia en los colores. Su aura exuda misterio enigmático y resguardo. Dios y sus hoyuelos, esos pequeños huequitos que se le forman en las mejillas, hacen que desee cosas que no puedo tener.

Sin embargo, no puedo evitar pensar en la fila interminable de mujeres que debe de tener, todas esperando que este guapo hombre les dé un poco de protagonismo. Yo fui una de esas chicas y no creo que decirlo en pasado sea del todo acertado.

-¿Nyx? -chasquea los dedos frente a mí y despierto de mi ensoñación -Sé que soy impresionante, pero podrías disimular un poco. Se te sale la baba.

Instintivamente, me llevo la mano al labio y él se comienza a reír a carcajadas. Lo empujo y sale del auto todavía riéndose. Me bajo yo también y camino a paso apresurado hacia la casa. Cuando llego abro la puerta y antes de que él pueda entrar, se la cierro en las narices.

-¿Es en serio, Nyx? ¿Otra vez?

-¿A qué ahora no te ríes? -pregunto burlándome

-Me estabas mirando con corazones en los ojos, parecía que en cualquier momento me saltarías encima -intenta justificarse, pero es inútil -Perdón por reírme.-No lo veo, pero segura estoy de que está poniendo los ojos en blanco

-Eres un idiota ¿Lo sabías? No creo que tu comportamiento en estos momentos sea profesional -protesto

-Me lo llevas diciendo desde ayer, un día de estos me lo creo. Y lo siento, seré más profesional, señorita Williams -Sonrío sin poderlo evitar - ¿Vas a dejarme entrar? Se me congelan las pelotas.

-¡Max! -chillo ante su comentario para terminar riendo a carcajadas -¿Por qué tienes?

-Claro que tengo, si quieres te las enseño. Ah no espera que eso tampoco es profesional.

No puedo parar de reír, aun con la espalda pegada a la puerta.

-Gracias a dios que tienes que ser profesional, suficientes pesadillas tengo ya-No me doy cuenta de lo que digo hasta que no oigo a Max responder.

Sé que mis gritos lo despertaron anoche. Es imposible que no lo hicieran. Peige logró calmarme, pero aun así no volví a conciliar el sueño. A las seis de la mañana me levanté y fui a la cocina, Max estaba allí y la mirada que me dedicó me incomodó un poco. Por eso sé que está al tanto de mis pesadillas. Y también ese es el motivo por el que no le cuento todo lo que en realidad pasó. Para él y para el resto, Kevin solo me golpeó esa única vez que terminé en el hospital. Solo Peige sabe por cuánto tiempo pasé por semejante calvario y aun así, ni ella sabe nada sobre las violaciones.

Lentamente, abro la puerta y me lo encuentro sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, por lo que me acomodo a su lado sin decir nada.

-Lo siento mucho Nyx, ojalá hubiera llegado a tiempo -Se lamenta.

-Me alegro de que no lo hicieras -le digo. Siento su mirada perforándome el rostro, pero yo solo miro a la nada -. Sé qué han pasado años, pero te conozco Max. Eres protector, siempre lo fuiste y los eventos de hoy me reafirman que no lo has dejado de ser. Es por eso que sé que si hubieras estado cuando todo pasó, ahora seríamos más los que sufren. Estarías en la cárcel, porque segura estoy de que terminarías golpeando a Kevin hasta la saciedad. ¿Cómo vería a la cara a tu hermana si algo así hubiera sucedido?

-Mi hermana estuviera contenta, quizás también le lanzaría un buen golpe a ese indeseable.

-Quizás. Sin embargo, ya todo pasó. No sirve de nada pensar en los «y sí». No lo podemos cambiar y pensar en eso solo nos va a hacer sufrir más.

-¿En qué momento te volviste tan inteligente? -pregunta y yo solo sonrío, complacida de que el tema haya cambiado a algo más seguro.

-Siempre he Sido inteligente, lo que pasa es que mientras tú tomabas esteroides, yo aprendía de la vida -me reí chocando mi hombro con el suyo.

Él sacude mi cabeza despeinándome, se levanta y me tiende una mano para ayudarme a hacer lo mismo. Ambos, con una sonrisa intercambiada, entramos a la casa, y de manera instintiva, nos dirigimos hacia la cocina. Nuestras miradas se encuentran, y con una risa compartida, comprobamos que ambos tenemos la misma idea en mente. De esta manera, mientras disfrutamos de las bromas y la camaradería, los dos cocinamos algo delicioso juntos y nos sentamos frente al televisor, absorbiendo cada detalle de The Avengers: Endgame, como si fuéramos adolescentes de nuevo, recreando aquel tiempo de simpleza y emociones intensas

-Oye -dice de pronto, por lo que dejo de ver la pantalla y fijo mi mirada en él -Con respecto a lo de ser tu guardaespaldas -continúa al ver que no digo nada -si no quieres, estoy seguro de que Harold puede encontrar a alguien más. Pero me sentiría mejor si soy yo quien se encargue de tu seguridad.

-Eso ya lo dijiste, pero la verdadera pregunta es: ¿Por qué? -pregunto dejando el plato vacío sobre la mesita de café que se encuentra frente a nosotros.

-¿Tengo que tener alguna razón para querer protegerte?

-No respondas mi pregunta con otra

-No lo hagas tú -vuelve a burlarse y yo cojo un cojín que hay detrás de mí y se lo lanzo a la cabeza.

-¡Eeeh! -protesta, pero lo ignoro y tomando el plato sucio lo llevo hasta la cocina sin esperar a que me responda, sé que no lo va a hacer.

(***)

Dos semanas después, me encuentro en Madrid, España, preparándome para el concierto que se realizará en la noche en el Estadio Cívitas Metropolitano. Han Sido dos semanas agotadoras, viajando por toda España para dar conciertos, pero por fin, llegó el día del último espectáculo.

-Peige -digo llamando la atención de mi mejor amiga, quien está concentrada buscando el vestuario ideal para esta noche.

-Dime -dice distraída

-Estaba pensando en teñirme el cabello -cuento.

-Mm -responde indiferente, pues no es algo extraño que me quiera cambiar el color, lo hago cada pocos meses.

-Quiero volver a mi color natural -Eso llama por completo su atención, por lo que deja lo que está haciendo y se acerca a mí.

-Me estás diciendo, que después de pasar años llorando porque tus padres no querían que te tiñeras el cabello, ¿ahora quieres volver a ese color?, ¿cómo le decías? Ah, sí, aburrido, sin gracia -Niega sin podérselo creer-Es muy común Peige, muchos tienen el cabello negro, decías, no quiero volver a tener el pelo aburrido -dice imitándome, o más bien intentándolo.

-Lo sé, pero he madurado y creo que me vendría bien conectar con la Nyx del pasado, regresar al principio de todo.

-No creo que esa sea la manera, pero si estás tan segura sobre ello, yo te apoyo-Suspira, aprieta mi hombro y sigue con su tarea.

Horas más tarde, me encuentro adornada con maquillaje suave y vestida en un traje elegante, cuando subo con timidez al escenario. El aire se empaña de expectación mientras los gritos y aclamaciones de la multitud inundan el estadio, creando una atmósfera electrizante que no puedo evitar sentir en mi pecho.

-Hola a todos, buenas noches -grito y el volumen de las voces aumenta-. Estoy muy feliz de estar con ustedes hoy aquí. Les doy las gracias a todos los que estuvieron ahí, con sus pancartas y mensajes de ánimos, son la razón por la que sigo adelante. A ustedes y a los que no pudieron estar aquí, les dedico mi primera canción.

Con lágrimas brillando en mis ojos, me entrego completamente al escenario, dejando allí mi alma con fervor, como siempre he hecho.

El concierto termina y me despido de mis entusiastas fans con unas palabras. De pronto un ruido me alerta de que algo va mal. Miro hacia arriba, buscando de donde proviene el sonido y me quedo estática.

Todo pasa en cámara lenta. Una de las luces que iluminan el escenario comienza a desprenderse, flotando en el aire como un espectro. Me quedo esperando el golpe, pero una mano tira de mí con fuerza y termino en el suelo, respirando el polvo y la suciedad, un cuerpo de duros músculos evita que mi cuerpo caiga por completo sobre la madera de la plataforma. Siento el impacto del gran objeto al caer sobre el escenario.

Lentamente, levanto la cabeza y observo a la persona que me acaba de salvar la vida, su figura deslumbrante bajo la luz caída. Sus ojos de colores diferentes me devuelven la mirada.

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