La calma antes de la tormenta
Dos horas después, Jake se ofrece a llevarnos a casa. Todos vamos en silencio. Los recientes descubrimientos nos han dejado sin nada que decir. Yo tengo un alud de sentimientos encontrados que me tienen completamente trastocada. Por un lado, el sentimiento de traición, de deslealtad, es tan vasto que me consumía. Sin embargo, el enojo, la ira, indignación y el coraje de saber que confié ciegamente en esa persona era superior. Pero yo tendría mi revancha, no permitiría que ellos triunfaran sobre mí. Hallaría la manera de hacerles pagar cada lágrima, cada pesadilla, cada noche en vela con el miedo a cerrar los ojos y que los recuerdos me asediaran.
Max mira por la ventana del coche, sé que lo que hablamos no le gusta ni un poco, pero es algo necesario si queremos las suficientes pruebas para meter a esos dos en la cárcel. Sé que también se siente traicionado, al principio no quería creer lo que aquellos papeles decían, pero las pruebas están ahí, llevan jugando con nosotros desde antes de que él regresara y sospecho que su llegada tampoco fue algo tan natural como nos hicieron creer. Todo lo que han hecho, todo el trabajo que han tenido para hacer de nuestras vidas un infierno, todo tienen un por qué, estoy segura de ello, pero aún falta mucho para descifrar por completo ese enigma.
Acordamos no decirle nada a nadie. Hasta que aquellos dos no estén tras las rejas, no podemos arriesgarnos a que nadie más lo sepa. A fin de cuentas, no podemos asegurar con certeza que solo sean ellos los que están detrás de todo.
—Max, sé que esto no te gusta, pero es necesario —explica Jake.
—Lo sé, sé que es necesario, pero dime si te agradaría saber que a tu chica la van a estar viendo las veinticuatro horas del día. No quiero ni pensar lo que hacen con esas imágenes. —murmura molestó.
—Soy yo la que sale desnuda en esas fotos Maximiliano —aclaro un poco molesta por su comportamiento, aunque lo entiendo —. Tenemos que detener a esos dos antes de que alguna revista se haga con esas imágenes y sea ya demasiado tarde.
—Muy bien, pues pongamos unos límites entonces.
—Está bien, ¿Qué tienes en mente?
—Te ducharás en mi casa todos los días.
—Max, solo el baño de su habitación tiene cámaras, hay otro tres baños más en la casa —se burla Jake.
—Ya, pero sería menos sospechoso que evite el de su habitación. Es algo normal en una pareja que no vive en la misma casa, que pasen las noches juntos.
—Maxi tiene un punto —concedo un poco más calmada, sopesando la situación.
—Pues sí. —acepta Jake.
—¿Cuáles son los demás límites Romeo?
—Bueno, ya que tienes que estar en mi casa todas las noches, eso quiere decir que debemos dormir juntos siempre —comenta con una sonrisa.
—¿Me parece a mí o te estás aprovechando de la situación? —pregunto.
—Puede —El muy descarado solo se encoge de hombros, manteniendo su sonrisa.
—Ellos son inteligentes. Te mandaron unas fotos en tu baño, por lo que pueden esperar que alguien busque cámaras en la casa, así que podríamos quitar las cámaras, pero dejar los micrófonos —dice de repente Jake.
—¿En serio, amigo? ¿No se te pudo ocurrir eso antes, no sé dé que casi me diera un infarto o de que lo usara como excusa para pasar las noches con mi chica?
—Lo siento Max, pero no recordé hasta ahora que las cámaras y los micrófonos se encuentran separados. Creo que ellos contaban con que las encontráramos y querían asegurarse de al menos tener un oído sobre Nyx.
—Sí, tiene su lógica. Aún me cuesta entender que Harold haya sido capaz de… —concede mi chico.
—Lo fue y lo difícil va a ser tener que hablar con él sabiendo lo que sé.
—Tendrás que hacerlo, Nyx. De ello depende todo.
—Lo sé y lo intentaré. Ahora solo quiero descansar.
—Hazlo, con el collarín te será difícil cumplir con tu horario, utiliza todo lo que tengas a tu mano como una ventaja y aprovéchala. Tú también deberías, Max, esa pierna no se va a sanar si no haces un poco de reposo.
—Si papá —se burla, Max y el ambiente del auto cambia por completo.
(***)
Ya en la casa, pongo a Ayla al tanto de todo, o más bien casi todo. Conozco a Ayla, crecimos juntas, siempre nos tuvimos la una a la otra; sin embargo, no quiero involucrarla en esto. En momentos como estos, la confianza hacia otras personas se ponen en duda. Así que solo le hablo del accidente y evito contarle de las cámaras, las fotos y nuestras sospechas. No le miento, no me gustan las mentiras. Cambio de tema antes de que pueda hacer alguna pregunta. Me habla de su trabajo, del cambio que está haciendo en su vida. Así pasamos la noche, entre charlas triviales, momentos graciosos en los que Max, quién no quiso regresar a su casa, intenta sacarme una sonrisa.
Las horas pasan, convirtiéndose en días y los días, en semanas. Dos semanas para ser exacta. Por fin me quitan el collarín y me siento algo aliviada por ello. No obstante, la preocupación no me deja. Han sido dos semanas de calma, no hay señales ni de Kevin, ni de nadie que intente hacerme daño, y eso me tiene intranquila. Sospecho que algo grande están planeando y nada bueno debe de ser. Es como la calma antes de la tormenta, el problema, es que no sabemos la magnitud de esta. Puede ser un simple chubasco, o un huracán que destruye todo a su paso, y me aterra. Pero como dice mi madre, no podemos poner la bendita antes de hacernos la herida, no tendría lógica. Así que voy a disfrutar está calma, pasarla con mis amigos, porque no sé cuándo lo pueda volver a hacer.
════ ⋆☆⋆ ════
—¿Bueno y a que jugamos? —pregunta Ava, la novia de Peige.
Hoy estamos todos reunidos en casa. Ayla, Peige, Ava, Jake, Max y yo. Decidí invitarlos a cenar y a la chica de Peige se le ocurrió sacarnos a la piscina y sentarnos en las sillas que tengo al lado de esta, formando un círculo para jugar, como si fuéramos unos universitarios en una fiesta de fraternidad.
—Yo nunca, nunca —chilla Ayla.
—¿Estás segura de ello? —cuestiono, porque, bueno, hemos hecho demasiadas cosas en nuestra juventud y algunas son bastante vergonzosas.
—Segura, hoy quiero emborracharme —reafirma.
—Vamos allá, entonces —accede Peige y los chicos asienten. Hoy están extrañamente callados —Por cierto Nyx, me gusta el colgante, ¿Es nuevo?
—No, lo tenía en casa de mamá, lo tengo desde hace años y nunca me lo había puesto y la verdad es que me encanta. —cuento tocándome el dije, una guitarra mediana.
—Está muy bonito —agrega Ayla —Yo tuve uno muy parecido, era un Cello, se abría y dentro podías poner una foto tuya o de quien quisieras. Me lo regaló mamá antes de morir.
—Justamente este también me lo regaló ella —murmuro con nostalgia. Extraño a la tía Cherryl, ella fue una de las primeras en apoyarme cuando decidí seguir mi carrera como cantante.
—Sí, fue un bonito regalo —susurra mi amiga, mirando hacia la nada.
—Bueno, ¿vamos a jugar o no? —interrumpe Ava, matando la melancolía del momento.
—Si, juguemos —anima Ayla, pero puedo ver qué no se siente tan feliz y animada como hasta hace unos minutos. Sé que recordar a su madre es algo duro para ella.
—Bien, aquí nuestra anfitriona trajo una botella de Vodka, así que saquen sus vasos, vamos a llenarlos —indica Ava.
—¿Quién empieza? —pregunta Peige.
—Yo, empiezo yo. —salta emocionada su novia, parece una niña pequeña. —Yo nunca, nunca he pasado la noche en un calabozo.
Miro a mi alrededor y veo como todos menos yo, le dan un trago a su vaso de alcohol. Miro fijamente a mis amigas, pero solo Ayla responde mi silenciosa pregunta.
—La mejor noche de mi vida, valió la pena terminarla en el calabozo —Ríe, como si estuviera recordando —Yo, nunca, nunca, me he vengado de alguien.
Disimuladamente, tomo un sorbo de líquido transparente, al igual que Ayla y Peige. Esta vez es Max quién me mira enarcando una ceja. Yo solo me encojo de hombros, sin decir nada más.
—Mi turno —anuncia Peige —Yo nunca, nunca le robe algo a mi hermana.
Max mira a su hermana, retándola con la mirada antes de beber de su vaso.
—Lo sabía, me robaste mis discos. —acusa Peige.
—Puede ser, puede ser que te haya robado algo más, eso nunca lo sabrás.
—Eres malo, Maximiliano.
—A veces hermanita, solo a veces. Muy bien, es mi turno. —Se lo piensa por un momento y luego una pícara sonrisa se dibuja en su cara —Yo nunca, nunca he besado a alguien de este grupo.
Se lleva el vaso a los labios con una sonrisa al ver que lo imito, pero lo que no me esperaba era que Jake a su lado también lo hace. Miro a mi alrededor y todas, incluso Ayla, sorben el amargo líquido.
—Oh, aquí hay una historia y yo quiero saberla —acuso.
—Eres muy chismosa —Me señala Ayla —. Pero esta noche te vas a quedar con las dudas.
—Odiosa.
—Pero me amas.
—Qué remedio.
—Te toca a ti grandullón.—Señala Ava a Jake.
—Yo nunca, nunca he golpeado a alguien inocente.
—Joder que fue sin querer —protesta Ayla bebiendo.
—¿Qué les pasa a algunas mujeres que usan la violencia contra nosotros? —se queja Max.
—No sé amigo.
—Ya perdí la cuenta de la cantidad de objetos que mi chica aquí presente me ha tirado.
—Te los merecías todos y cada uno, nadie te manda a ser un idiota. Es una lástima que mi puntería sea pésima.
—La última vez fue un sartén, aún lo recuerdo, pero bueno, el amor es ciego, ya lo dijo quién lo dijo, que no sé ni quién fue. Si no fuera así, las canciones que escribía aquí la señorita cantante hace unos años me hubieran espantado.
—No te atrevas Max —advierto.
—Tengo hambre, me duele el estómago del hambre que tengo. Quiero una hamburguesa, un plato de espaguetis, una soda y todo eso alegrará mi corazón —canta, ignorándome y yo me muero de la vergüenza.
—Date por muerto, Maximiliano —anuncio antes de pararme de mi asiento, y correr de tras de él, quién ríe a carcajadas.
Él corre huyéndome y yo no puedo evitar imitar su risa. Nos alejamos de todos y de repente, me encuentro sola. No veo a Max por ningún lado y eso me asusta un poco, no obstante, unas manos envuelven mis caderas y siento su perfume, antes de que su pecho se pegue a mi espalda.
—Es broma, lo sabes ¿Verdad? —murmura con precaución.
Me volteo, subo mis manos a su cuello y las entrelazo detrás de su nuca, acercándolo a mí.
—Lo sé. Como también sé que solo querías tenerme contigo a solas. El por qué, es el que aún me falta descubrir.
—Soy un hombre simple, pequeña hada. Solo quiero un beso —explica, acercándose un poco más aún.
Su nariz acaricia la mía tiernamente. Sus manos exploran dentro de mi camiseta, primero hacia arriba, por mis costillas hasta llegar a la base de mis pechos, para después bajar por mi espalda lentamente, hasta el final de esta, siguiendo por mi trasero. Me coge por las nalgas y me levanta, apoyándome luego contra la pared.
—Mm. ¿Y para eso querías estar a solas? —cuestiono cerrando los ojos ante sus caricias.
—Quiero besar y acariciar a mi novia, sin que ojos curiosos estén delante. Además de que mi hermana me frena un poco, es incómodo.
—Bueno, ahora estamos solos —digo lo evidente cruzando mis piernas detrás de su trasero. Estamos tan pegados que ni una hoja de papel podría pasar entre nosotros.
Acerca su boca a la mía, despacio, sin embargo, no me besa. Abro los ojos, y lo veo sonreírme con picardía. Voy a protestar, pero la protesta se convierte en un gemido, cuando sus labios tocan los míos. Sabe a vodka, con un leve toque de menta de la goma de mascar que había estado masticando antes del juego. Su lengua juega con la mía, en una guerra por el control del beso. Pero esta no dura mucho, pues las risas de nuestros amigos nos devuelven a la realidad. Nos separamos, intentando recuperar el aliento, como si hubiéramos corrido cientos de kilómetros sin descanso.
—Deberíamos volver. —digo, no obstante, mis piernas siguen rodeando su cintura y sus manos siguen en mis glúteos, sosteniéndome.
—Deberíamos, pero no quiero.
—Yo tampoco, pero son nuestros amigos y sería una mala anfitriona si los dejo solos y me desaparezco con mi novio. No creo que estén muy contentos
—Tu novio si lo estaría.
—A mi novio lo pone contento todo lo que me implique a mí con menos ropa y en una cama.
—Y en el sofá, la mesa, la ducha; da igual donde sea, a tu novio seguro que le gusta.
—Mi novio debe dejar de pensar todo el tiempo en sexo.
—Es demasiado el tiempo que tu novio lleva en abstinencia.
—Solo son unos meses Max.
—Es mucho más tiempo, Nyx, pero no importa. Ahora tengo una novia sexy y ardiente. Vale la pena la espera. Regresemos con los demás antes de que me arrepienta y te secuestre.
Me baja y cuando mis pies tocan el suelo, se separa un poco de mí, toma mi mano, entrelazando sus dedos con los míos y me lleva de vuelta hacia la piscina.
—A eso se le llama un rápido —se burla Ayla cuando nos ve llegar.
—Max es de eyaculación precoz —le sigo el juego, sentándome entre las piernas de Max cuando este se acomoda sobre una de las tumbonas de la piscina.
—Al menos follan —dice poniendo morritos.
—¿Eso que detecto en tu voz es envidia? —inquiere Max
—Definitivamente.
—Tienes que buscarte un novio Ayla —se burla Peige
—No quiero un novio, quiero alguien que me haga el favorito. Aquí el señor de hielo no me quiere ayudar en eso. —Señala a Jake, quién tiene la botella de Vodka en la mano, casi vacía.
—Sí, porque ¿Cómo me dicen? ¿El vibrador con patas?
—Un vibrador no habla cariño, solo da placer. Pero bueno, no sé si un temprano de hielo sea capaz de calentarme en la cama.
—Tú lo que necesitas es otra cosa —suelta Jake, parándose y dejando la botella sobre una pequeña mesita de cristal.
—A ver y ¿Qué es?
Jake la levanta, la toma por los muslos y se la hecha sobre su hombro. Camina con ella hasta el borde de la piscina, para luego lanzarla al agua sin contemplación.
—Un baño, para bajarte la calentura —aclara cuando la cabeza de Ayla emerge a la superficie.
—Eres un idiota. —grita mi amiga, ante las risas de todos nosotros, de todos menos Max.
—Gracias.
Me volteo hacia mi chico y lo encuentro mirándome, la seriedad con la que lo hace me descoloca un poco.
—¿Estás bien? —pregunto extrañada.
—Tenemos que hablar.
Capítulo dedicado a Johana_Black25, MariaRamos175789 y NaikelisGarca
Fueron bastantes quienes contestaron las preguntas que hice en el último anuncio, por lo tanto les estaré dedicando los capítulos de tres en tres. Ustedes son especiales para mí mis amores, escribo por y para ustedes, no lo olviden.
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