Indeleble
—¡Dije que no! —grito al teléfono perdiendo la paciencia —No quiero centros de mesa bañados en oro… Mira ¿Sabes qué? Estás despedida —le digo antes de colgar el teléfono.
—¿Otra que muerde el polvo? —pregunta Max, abrazándome por la espalda. —¿Cuántos van ya en el último mes?
—Cuatro —respondo exasperada —No entiendo, les digo claramente que es lo que quiero, donde lo quiero y de qué color, pero no, ellos siguen creyendo que mi boda debe de ser el acontecimiento del año. Están tratando de hacerse famosos a mi costa.
—Despues de que me pidieras matrimonio en un concierto, hace un mes atrás, es algo normal que las personas sin escrúpulos se quieran aprovechar de tu fama, nena. Si antes eras la comidilla de la gente, luego de aquel beso que fue televisado por todo el mundo, bueno, digamos que es imposible que caminemos por la calle sin que alguien nos reconozca.
—Lo sé, pero debe haber alguien que le guste más si trabajo que mi fama.
—¿Por qué no la organizas tú?
—¿Estás loco? Apenas faltan dos semanas para la boda y ni siquiera hay un lugar donde realizarla, además si la organizo yo, no tendré tiempo de visitar a Kaan. No quiero dejarlo solo y menos después del último intento de adopción.
—Ok, siéntate. Tenemos que hablar —anuncia con seriedad.
—¿De qué? —indago preocupada mientras me siento en el sofá con los pies cruzados al estilo indio.
—De Kaan —responde sentándose frente a mi —He estado pensando y sé que el día que lo adopten no te sentirás bien, ni yo tampoco.
—Lo sé, pero eso llegará tarde o temprano y aunque nos duela ¿Cuál es la otra alternativa?
—Adoptarlo nosotros.
—¿Quieres adoptar a un niño?
—Solo si tú también lo quieres. En unas semanas no seré solo yo, seremos los dos. Siempre he sabido que quiero formar una familia a tu lado y a ese niño le he cogido muchísimo cariño. Quisiera que el fuera parte de nuestra pequeña familia.
—Yo también lo quiero —murmuro con un nudo en la garganta.
—Bien —dice dejando salir el aire —. Mañana mismo buscaré un abogado que me diga que pasos debemos seguir para la adopción.
—Me parece perfecto, ¡Dios mío, no puedo creer que seré madre! —exclamo llevándome las manos a la cara.
—Hay otra cosa —suelta de pronto. —Hace unos años compré una casa.
—¿Ok?
—En realidad era solo un terreno en ese momento. Pero el día de tu cumpleaños todo cambió.
—¿El día de mi cumpleaños?
—Cuando me contaste cómo sería la casa de tus sueños. Me la describiste con detalle.
—No, solo te describí la casa del… —Algo en mi cabeza hace clic tras sus palabras —¿Compraste el terreno del lago?
—Ahora ya no es solo un terreno, una hermosa casa hay construida en lo que fueron las ruinas del caserón. Justo donde nos dimos nuestro primer beso. Nuestra vida está aquí, pero nuestros padres siguen en Virginia y me gustaría que cuando los visitemos tengamos nuestro propio lugar.
—¡Dios mío, Max! —grito lanzándome a sus brazos.
—Me preguntaba si es demasiado tarde para organizar la boda ahí.
—Es el sitio perfecto —declaro cerca de sus labios.
—Te amo —susurra con la vista en mi boca.
Llevo mis manos a sus mejillas, acariciándolo. Me acerco un poco más y sus labios rozan los míos…
—¡Cariño, ya estoy en casa! —grita Ayla entrando.
—Esa maldita sincronización —protesta por lo bajo, separándose.
—Calma a tu fiera interior Maxi, he venido a salvar el día —informa plantando su trasero en la mesa de café frente al sofá.
—¿Si sabes que eso en vidrio verdad? —pregunto preocupada de que se vaya a romper la mesa y que se pueda clavar algún pedazo de cristal en el cuerpo.
—Que sí, no se preocupen por mí.
—Oh, yo no lo hago, solo no tengo ganas de salir de casa hoy, ya sabes mucho trabajo toda la semana y esas cosas. Me jodería bastante tener que llevarte al hospital —aclara Max.
—Cuanto amor derrochas Maximiliano, yo también te quiero —se burla guiñándole un ojo —¿Van a escuchar o no lo que tengo para decir?
—¿Podemos con eso lograr que nos dejes en paz para continuar con lo que hacíamos?
—¡Max! —protesto entre risas.
—No es muy bueno esa obsesión de ustedes, al ritmo que van dentro de un año van a estar limpiando traseros y aguantando vómitos. Tienen que parar, eso se desgasta.
—Ya está bien con ustedes dos —reclamo ignorando el comentario de Ayla sobre los bebés.
—Bueno, como sé de las costumbres de aquí, nuestra querida Nyxi de estar despidiendo gente, me imagino que a la organizadora del momento le queda poco…
—Tarde, ya la despidió hace cuestión de… cinco minutos —expone mi prometido luego de comprobar el reloj de su muñeca.
—Vaya, duró menos de lo que me imaginaba… al final es hasta mejor porque tenemos una reunión con Abigaíl Alkes en media hora.
—¿Quién es esa? —pregunto.
—Tu futura organizadora de bodas y quiero creer que la última.
(***)
Al final tengo que darle toda la razón a Ayla, pues una semana después tengo gran parte de la boda organizada y es todo gracias a Abby, como nos pidió que la llamáramos. Hoy me tocó escoger las flores y la última prueba del vestido. Pensaba que sería más fácil escoger que flores me gustaría, pero no es así. Llevamos veinte minutos en la florería, una que tiene sede también en Virginia, en donde se celebrará la boda, pero por más que sé el color que quiero que predomine, no me decido con el tipo de planta.
—Las podemos utilizar las dos, con una variación de color —comenta Abby a mi lado —Ya que quieres que los colores de la boda sean el blanco, rojo y plata, podemos usar rosas blancas y las Camelias rojas.
—Eso me gusta —intercede Ayla.
—Pues sí, tienen razón, para que decidirme por una si las puedo usar las dos.
—Vez, ahora tenemos tiempo para comer algo antes de ir a la prueba del vestido. Me estoy muriendo de hambre —se queja mi prima.
—Yo no te mandé a quedarte dormida —le digo encogiéndome de hombros.
—Ayer tuve un turno pesado, estaba agotada —explica caminando por la floristería hacia la salida.
Sigo a Ayla, mientras oigo cómo sigue contando sobre el loco que llamó al 911 porque no encontraba las llaves de su auto, cuando de repente siento un zumbido cerca de mi rostro. Levanto un poco la mirada y encuentro a una enorme abeja volando frente a mí. Me aparto un poco tratando de que no me pique, pero ella vuelve a volar cerca de mí, por lo que vuelvo a caminar hacia atrás. No obstante, al estar demasiado pendiente del insecto ante mí, no me fijo por dónde estoy caminando y termino chocando con una pareja. La mujer me mira molesta, hasta que se da cuenta de la abeja.
Todo sucede como en cámara lenta, la chica comienza a gritar, el novio trata de espantar al bicho, provocando que este se dirija hacia mí otra vez, que yo le huya y que en el proceso un gran arreglo floral caiga sobre mí, tirándome al suelo.
Conclusión, la abeja me picó en la muñeca y ahora tengo un enorme chichón en la frente. Espero que la chica que se encarga de mi maquillaje lleve kilos de base y corrector, porque si no es así, voy a lucir encantadora el día de mi boda. «Nótese el sarcasmo»
Tres horas después entro en la casa y lo encuentro todo en silencio. Sé que Max está, pues cuando estaba en la tienda me llamó para preguntar si me demoraría. Lo que me extraña es que Maxi no me haya recibido apenas crucé la puerta.
Tengo sed, así que camino hasta la cocina en busca de un poco de ese líquido tan refrescante que es el agua y un paracetamol para el terrible dolor de cabeza que tengo. Sin embargo, no llego muy lejos. Apenas pongo un pie en la habitación cuando choco contra el pecho de quien reconozco como mi prometido.
—¡Mmm! —murmuro cuando me abraza y besa mi cabeza.
—¿Estás bien, pequeña hada? —pregunta preocupado.
—Lo estaré cuando estemos de luna de miel, en el momento en el que me pueda relajar, en dondequiera que vayamos.
—Mm —murmura él esta vez.
Me separo para buscar mi agua, pero él me detiene. Toma mi mano y me lleva escaleras arriba, hasta nuestra habitación, porque si, desde hace ya un mes vivimos juntos. Acordamos vivir en mi casa, ya que es donde tengo acondicionado un pequeño estudio de sonido con paredes insonorizadas. La suya decidimos ponerla a la venta y él se empeñó de utilizar ese dinero para pagar nuestra luna de miel, de la que no me dice nada por cierto, y la verdad es que tampoco me interesa, lo único que me importa es estar con él y relajarme del estrés que provoca organizar una boda. Porque si, ahora tengo a Abby que se encarga de la mayoría de las cosas, pero al final las decisiones son mías y son muchas en tan poco tiempo.
Al llegar al cuarto me conduce hacia el baño, en donde me espera la tina llena y el olor a rosas de mis sales de baño inunda el lugar.
—¿Me preparaste el baño? ¿Por eso me llamaste? —digo en shock.
—Necesitas relajarte. Te llamé porque tenía ganas de verte —explica encogiéndose de hombros quitándole importancia —. Tienes una botella de vino y una copa junto a la bañera. Yo me voy a preparar la cena.
—¿Tú?
—En realidad solo la voy a calentar un poco —informa guiñando un ojo —La madre de Jake me empacó un poco de lasaña para los dos cuando fui a llevar a Maxi.
—Por eso no lo encontré —deduzco
—Sí, lo más importante ahora es que estés relajada y con Maxi eso es imposible.
—Tienes razón.
—Lo sé —se jacta antes de salir y dejarme sola.
Sin perder el tiempo me desnudo y me meto a la bañera. Dejo que el agua caliente y las burbujas hagan su trabajo dejando mi cuerpo completamente laxo. Me sirvo un poco de vino y luego de un sorbo apoyo la cabeza en el borde de la tina y cierro los ojos.
No sé cuánto tiempo pasa mientras estoy en la bañera, lo único que sé, es que cuando el agua se empieza a enfriar lo tomo como una señal de que debería salir y así lo hago.
Me visto con algo cómodo, unos simples shorts de algodón, un sujetador deportivo y aún descalza bajo a reunirme con mi chico.
Lo encuentro sentado en la barra de desayuno, con el teléfono en la mano escribiendo.
—Gracias por eso, lo necesitaba —le digo para luego darle un beso en la mejilla.
—Eso no es nada, deja que termine de responderle al idiota este y verás —asegura.
—¿Hablas con Jake?
—No, con un imbécil que nos contrató, pero trató mal a mis chicos y a mis chicos nadie los puede tratar, así —responde con enojo —Y listo. Vaya a sentarse señora Johnson.
—Aún no soy la señora Johnson, esa es tu madre, no yo —me burlo.
—Mi madre dice algo similar de mi abuela —recuerda riéndose —En pocos días serás la señora Johnson, la última que va a portar ese apellido.
—No lo creo, cuando tengamos hijos, ellos también lo harán y quién sabe, quizás tengamos una niña.
—Una aquí intentando ser romántico y tú siempre quitándole romanticismo a la vida, esa es la Nyx de la que estoy perdidamente enamorado.
—Tienes suerte, porque esa Nyx también te ama a ti.
—Por supuesto que lo hace, soy imposible de no amar.
—Creído.
—¿Ya te planearon la despedida de soltera? —dice llegando con dos platos de lasaña y sentados junto a mí en el sofá.
—La verdad es que no me quiero salir a ningún lado, prefiero quedarme en casa y dormir o ver una peli —contesto dando el primer bocado —Mm, esto está delicioso.
—Lo sé. Pero ¿Por qué? ¿No se supone que todas las futuras novias quieren disfrutar de su despedida de soltera y divertirse esa noche?
—Eres el único hombre que le pregunta a su prometida por qué no quiere ir a ver a otros hombres desnudos.
—Bien, esa parte no me atrae para nada, pero confío en ti. Esos hombres no tienen ni la más mínima oportunidad. Aunque preferiría que fueran a algún otro lugar, no sé un spa, un bar, que sé yo, no sé qué hacen ustedes las chicas para divertirse. Lo que no quiero es que te pierdas las cosas por estar en casa y que luego te arrepientas de no haber disfrutado ese día.
—Yo también confío en ti. Y respondiendo a tu pregunta, no quiero desvelarme o tener resaca antes de la boda. Ya la maquilladora va a tener mucho trabajo con ese gran cuerno de unicornio que llevo en la frente, para también añadirle ojeras. No quiero pasarme toda mi boda, sintiéndome mal, quiero disfrutarla. Solo me voy a casar una vez en la vida, no puedo perder la oportunidad, guardar todo en memoria. No voy a perderme una etapa de la boda, simplemente elijo cuál me importa más.
—Bueno, ya que insistes… yo también me quedo. Prefiero estar contigo, pasar la noche juntos.
—No tienes que quedarte si no quieres amor, sé que los chicos te planearon una gran noche.
—A la mierda los chicos, prefiero diez veces estar contigo que con ellos.
—Qué tierno es mi chico.
—Sí, tú eres más linda que estar diez horas sentado cogiendo calambres en el culo, esperando que algún pescado sea lo suficientemente tonto como para dejar que lo atrapemos.
—¿Iban a pescar?
—Eso me dijeron.
—Bueno, ya no me siento tan alagada —protesto.
Max se ríe antes de lanzarse sobre mí, sujetando el plato con la lasaña mientras con la otra me hace cosquillas contagiándome la risa. Tratando de huirle a sus brazos termino cayendo al suelo, lo que causa que él ría más fuerte aún. Lo que quedaba de mi lasaña queda extendido por todo mi abdomen, trato de quitármelo, pero solo sigo regándolo más y provocando que mi adorado prometido llore de risa. Así que me levanto, sosteniendo la comida contra mi abdomen, le tomo su mano, lo halo hacia mí y con la otra lleno toda su cara de lasaña.
Él para de reír y la que comienza a hacerlo ahora soy yo. Hasta que él se venga y llena mi cara con lo que queda de su plato. Pronto los dos estamos arrojándonos comida sin parar de reír a carcajadas. Max me toma de las rodillas y tira mi cuerpo sobre su hombro como tantas veces ha hecho, la única diferencia es que esta vez no lucho, solo sigo riendo. Nos lleva hasta la ducha y después de darnos un baño, sí… Solo un baño, recogemos y limpiamos todo, para después sentarnos a ver una película juntos.
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24 horas, eso es lo único que falta para dejar de ser solo Nyx Williams y pasar a ser Nyx Johnson. Mañana a esta misma hora, en este mismo lugar, estaré ante el hombre que amo dando el: si quiero, y no puedo esperar.
Hoy es mi despedida de soltera, las chicas quieren salir y hacerme disfrutar de esta última noche como una mujer soltera. Lo que ellas no saben es que no voy a salir de casa, nuestra casa. Esa que vio tantas cosas. Nuestro primer beso, el momento en el que finalmente me rendí a los sentimientos que sentía por él, el momento en el que decidí ser feliz con él.
Le envío un mensaje a Ayla, diciéndole que no iría, que me quedaría en casa, con Max. Apago el teléfono antes de que me responda. Lo dejo en la cocina y salgo en busca de mi prometido.
Lo encuentro frente al lago, junto al Sauce llorón que mañana será adornado para alojar el altar. Llego hasta él y envuelvo mis manos en su torso, sus manos, que antes estaban metidas en los bolsillos de su chándal, envuelven las mías entrelazando nuestros dedos.
—¿Qué haces aquí solito?
—Solo estaba pensando
—¿En qué? Si tienes dudas, dilo ahora o calla para siempre, Max. No me dejes plantada en el altar porque te busco y te hago la vida imposible.
Él se da vuelta entre mis brazos, sus manos se mueven y se ubican en mi espalda baja, acercándome aún más.
—Si hay algo que tengo claro, es que quiero casarme contigo mañana. ¡Diablos, me hubiera casado contigo en aquel concierto! Siempre supe que eres la mujer de mi vida, Nyx de eso no tengo dudas.
—¿Entonces? —pregunto con un poco de inseguridad.
—Solo pensaba en lo que nos costó llegar hasta este instante. Hace unos años llegué a creer que nunca existiría un tú y yo, que tú encontrarías a alguien más y que formaríamos una familia con otras personas.
—¿Sabes que es el amor, Max? El amor es compromiso, el amor es la libertad de ser tu mismo junto a la persona que amas, porque ella amará tus defectos mucho más que tus virtudes, el amor es decisión, la elección de escoger a esa persona por sobre casi todos. Desde el momento en el que te vi, desde el momento en el que sostuviste mi mano cuando teníamos seis años, desde ese momento tome mi decisión. Nunca hubiera sido completamente feliz con otra persona, porque al único hombre que voy a amar en mi vida eres tú. Bueno y nuestros hijos también.
—Ahora lo sé, como también sé, que puede haber miles de mujeres bellas en el mundo Nyx, que yo siempre te escogería a ti.
—Nuestro amor es Indeleble, se ha grabado en nuestra piel, con cada caricia y beso, en nuestros corazones luego de cada te amo y ni el paso del tiempo es capaz de borrarlo.
Sus manos abandonan mi espalda, una de ellas va a mi mejilla, acariciándome, lleva la otra a mi nuca acercando mi rostro al suyo. Su aliento y el mío se mezclan. Sus ojos miran mis labios fijamente, pero no hace el intento de besarme, solo se queda ahí, sin moverse. Por lo tanto, soy yo quien toma la iniciativa. Me pongo de puntillas sujetándome de sus hombros y uno nuestros labios.
El beso es lento, esta vez no tenemos prisa en desnudarnos. Disfrutamos del movimiento de su boca y la mía. De la danza de nuestras lenguas. Es un beso en el que expresamos todo el amor que sentimos por el otro.
—¡Así los quería agarrar, par de depravados!
—Odio a tus amigas en este momento —murmura sobre mis labios.
—El sentimiento es mutuo amor mío.
—¿Cómo que te vas a quedar en casa esta noche? —grita Ayla, llegando hasta donde estamos.
—Eso fue lo que te dije en el mensaje, quiero quedarme en casa con Max.
—Sé lo que dice el mensaje, lo leí tres veces antes de entender que estabas delirando. Cariño, a tu despedida de soltera vas aunque sea amarrada. Llevo meses planeando esto Nyx, no es justo que me digas que no vas a ir una hora antes.
—Pero…
—Ni, pero ni leches, anda a vestirte. A partir de mañana vas a tener a este hombre para ti hasta cansarte, disfruta de una noche de libertad antes de que tengas que aguantarlo el resto de tu vida —dice separándome de Max y llevándome de la mano hasta la casa de dos plantas.
—Lo siento —le digo a mi chico, solo moviendo los labios.
Ayla me lleva hasta mi habitación y se sienta en la cama mientras yo me cambio de ropa. No quiero salir, pero tampoco quiero que mi mejor amiga se sienta mal luego de pasarse meses organizando algo para que después yo no lo aprecie y me quede con mi novio. Es desconsiderado de mi parte. Así que me pongo mi vestido blanco de mangas largas, ajustado hasta la cintura y con una falda de volantes hasta medio muslo. Parece un vestido de novia corto, lo cual es la idea.
Me despido de Max antes de salir diciéndole que llame a sus amigos, tampoco es justo que pase su despedida de soltero solo en casa.
—No te preocupes, llamaré a Jake. Tú solo diviértete —pide con una rara sonrisa.
Un rato y varios chupitos de tequila después, puedo decir que me estoy divirtiendo. Según Ayla, la tradición de la despedida de novias debe tener karaoke y strippers. Y no sé cómo lo hizo, pero consiguió una sala privada en la que todo estaba preparado para una noche de risas en el que la música fue la protagonista.
Mis primas más lejanas, Sierra y Olivia, destrozaban la canción Single ladies de Beyoncé, mientras Emma intentan hacer la coreografía de la canción acompañada de dos de nuestras antiguas compañeras. Ayla es la única que no está y no sé dónde se ha metido.
Diez minutos después entra por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Por qué sonríes? —pregunto, apenas se sienta junto a mí.
Ella no dice nada, pero la respuesta llega en forma de canción. Birthday Sex de Jeremih comienza a sonar por los altavoces de la habitación. Tres hombres vestidos con trajes, sombreros, trilby y bastón entran y se ubica en el centro de la sala. Las chicas dejan lo que están haciendo y todas se sientan en el gran y largo sofá en el que estoy sentada.
Los hombres comienzan a bailar, usando el bastón en su rutina. Las chicas gritan cuando se empiezan a desprender de cada una de sus prendas, quedando solo con el pantalón, la pajarita y el sombrero. Uno de ellos se acerca y pregunta por la novia, todas me señalan, pero yo empujo a Sierra que es a quien más cerca tengo, en dirección al hombre. Puede que aún no esté casada, pero tampoco voy a permitir que un tipo me manosee porque si, eso no va conmigo, ni aunque estuviera soltera. Ayla lo sabe, por lo que no dice nada y ríe cuando el hombre le baila a mi prima provocativamente.
La diversión continua por algunos minutos, me río de las locuras de mis amigas, quiénes ya no se encuentran en sus cinco sentidos. Stella se une a nosotras luego de estar un rato vigilando todo desde la puerta. Los meseros, vestidos solo con pajaritas y pantalones, con la mitad del rostro cubierto por una máscara de cuero negro, siguen llevándonos bebidas, algunas con nombres extraños que solo provocan aún más risas de todas.
De pronto uno de los meseros llama mi atención. Su trabajado cuerpo y unos tatuajes que he acariciado millones de veces, hacen que una sonrisa se dibuje en mi rostro, una sonrisa que es muy diferente a las que he tenido en lo que va de la noche.
Él se acerca, como un depredador, en la caza de su presa. Llega hasta mí y sin perder tiempo me levanta y lanza sobre su hombro. Dejo escapar un chillido seguido de una risa cuando golpea mi trasero de forma juguetona.
Me saca del local y rápidamente me deja en el suelo, ante su auto.
—Sube —ordena con la voz ronca.
—¿Y si no quiero? —pregunto provocativamente.
—Hago que quieras —murmura, cada vez más cerca.
—¿Cómo?
Se quita la máscara y me mira fijamente. Coloca sus manos a cada lado de mi cuerpo, atrapándome contra el coche. Sus ojos recorren el escote de mi vestido, apenas visible, pero él sabe perfectamente que hay debajo, por lo que eso solo me enciende más. Lame sus labios llevando mi mirada directamente a ese lugar.
—Sube al auto —murmura en voz baja e íntima.
—¡Joder! —exclamo encendida simplemente con el tono de su voz, acatando la orden.
Que puedo decir el alcohol me enciende y si a eso se le suma mi sexi prometido, es más que suficiente para que mi cuerpo arda de deseo por él.
Él se ríe, pero no demora en entrar y encender el coche dirigiéndose hacia nuestra casa a toda prisa.
Apenas el coche se estaciona en el camino de entrada, hacemos una carrera hasta la puerta, en donde Max me atrapa, envolviendo sus manos en mi cuerpo. Besándome con desesperación, un beso intenso, lleno de deseo. Nuestras bocas se mueven en sincronía, mientras nuestras manos intentan tocar el cuerpo del otro con urgencia.
—La puerta —murmuro contra sus labios.
—El bolsillo de atrás
Llevo mi mano hacia el bolsillo trasero de su pantalón y encuentro las llaves. De repente me da la vuelta, pegando mi espalda a su pecho, siento su dura erección con mi trasero. Sus labios van a mi cuello mientras una de sus manos se mantienen sobre mi bajo vientre, pegándome aún más a él y la otra se desliza por el interior de mis muslos, colándose entre mi ropa interior empapada.
—Siempre estás lista para mí… Abre —susurra en mi oído, su voz teñida de deseo.
No sé si se refiere a mis piernas o a la puerta, en este momento no puedo ni pensar. Por lo que introduzco la llave en la cerradura para después girarla. Un gemido se escapa de mis labios cuando Max me muerde suavemente el hombro, para luego pasar la lengua sobre el lugar agredido. La mano que tiene entre mis piernas, jugando con mi feminidad, es arrancada de ese lugar, para volver a darme la vuelta, levantándome y haciéndome rodear si cintura con mis piernas mientras vuelve a adueñarse de mi boca.
No llegamos muy lejos. Ambos caemos al sofá, entre besos, tratando de quitar la ropa del otro.
—Me encanta la forma en que luces cuando te beso —murmura recorriendo mi labio inferior, para luego ir bajando esa mano poco a poco, hasta el cierre frontal de mi sujetador. Abriéndolo por completo, dejando mis pechos desnudos para el deleite de sus ojos.
No digo nada, no me sentía con la capacidad mental de hablar con algo de coherencia, solo gemí cuando su boca capturó uno de mis pezones, mientras una de sus manos repartía caricias al otro.
—Max —solté, necesitando más —Te quiero dentro de mí. Ahora.
Él se mueve contra mí, en un lento y burlón movimiento, torturándome.
—Muy mandona estás hoy, está bien, esta vez no hay juegos previos, tal vez la próxima —informa desasiéndose de la última prenda de ropa interior que llevo y quitándose la suya.
—Menos hablar y más acción —Hablo entre gemidos sintiéndolo deslizarse lentamente dentro de mí.
—¿Cómo lo quieres mi hermosa hada? ¿Duro o suave? —gruñe contra mi garganta.
—Como a mí me gusta —Es toda la respuesta que necesita, pues se retira casi saliendo por completo de mi interior, para volver a empujarse con un duro golpe.
Dirige su mano hasta mi trasero, levantándome un poco y entonces se empieza a mover. Yo salgo al encuentro de sus estocadas, moviendo las caderas. Ambos nos movemos en sincronía, respirando pesadamente. Su boca busca la mía, nuestras lenguas se entrelazan y nuestros cuerpos danzan en un baile sensual y apasionado.
Mi corazón late con fuerza. Sus movimientos se vuelven más rápidos, más profundos, haciendo que mis senos reboten contra su pecho. Lleva su mano entre mis piernas y se burla otra vez de mí, mientras su boca recorre mi cuello y muerde en el punto exacto en el que sabe que me vuelve loca.
—Déjate ir —gruñe y no necesito más.
Clavo mis uñas en su espalda cuando siento cómo el calor se va acumulando en mi bajo vientre y entonces colapso, haciéndome añicos bajo sus brazos. Grito mientras ola tras ola de un intenso orgasmo me golpea.
Él siguió, flexionando sus caderas y bombeando duro una y otra vez, hasta que un ronco gemido sale de lo más profundo de su pecho. Se mece contra mí, su cuerpo temblando contra el mío, hasta que no puede más y se desploma, hundiendo su cara en mi pelo.
Mi corazón sigue palpitando con fuerza y mi respiración aún agitada poco a poco va volviéndose a normalizar.
—Bueno, un mueble menos para inaugurar —murmura contra mi cuello y no puedo evitar reír a carcajadas —Feliz despedida de soltera.
—La mejor despedida de solteros del mundo.
—Mm y aún no hemos terminado, hay muchos muebles en esta casa para estrenar.
—Bueno, desde que trajeron la cama esta tarde…
—No se diga más —dice saliendo de dentro de mi, parándose y extendiendo sus manos para ayudarme a hacer lo mismo —Próxima parada la cama.
—Y la ducha…
—Te has vuelto codiciosa —comenta antes de morder el lóbulo de mi oreja.
—¿Y quién tiene la culpa?
—He creado a un monstruo —Dramatiza y yo vuelvo a reír a carcajadas, imaginando nuestro posible futuro.
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