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Hogar dulce hogar

Tres semanas han pasado. Tres semanas desde que me desmayé en los brazos de Max de lo borracha que estaba. Tres semanas sin saber absolutamente nada de él. ¿Dónde quedó aquel te amo que tanto me repitió en mi cumpleaños? ¿Que era verdad y qué mentira? A veces incluso me pregunto, ¿Tendría Kevin razón al decir que nadie me amaría? Es en esos momentos en los que me cuestiono si llegué a actuar bien al negarle su explicación. Luego recuerdo que tuvo meses para decirme que estaba casado, que fue el quién me besó la primera vez, fue el quién me dijo te amo ¿Cómo podría saber que lo que saldría de su boca no hubiera sido también una mentira? Y sí, puede que Max me haya engañado, pero ¿Quiere decir eso que todos lo harán?
Me niego a dejarme convencer por palabras de un hombre que decía amarme, mientras me propinaba puñetazo tras puñetazo.

Una vez más reproduzco el vídeo que me regalaron mis fans por mi cumpleaños. Los tengo a ellos, aunque no me conozcan, sé que estarán ahí como lo han hecho desde el primer momento; por ellos soy la estrella que jamás imaginé que sería. Tengo a mis padres, quienes me aman incondicionalmente, a mis amigas que están conmigo hasta en mis peores momentos, animándome o consolándome, pero lo más importante es que me tengo a mí misma. No necesito mendigar el amor de nadie. Dicen que el que merece no pide, yo merezco que me amen tal y como amaré yo a esa persona, pero no me arrastraré por nadie que no me valore.

   Hace dos semanas volví a los Ángeles, ya es hora de retomar mi vida. Mi carrera es lo más importante. Solo me enfocaré en cumplir mi sueño y, algún día, mi nombre estará grabado en el paseo de la fama junto al de tantos y tantos grandiosos artistas.

Mientras tanto, seguiré viendo series policiacas con mi perro, mientras me tomo un helado de mi sabor favorito.

   —¡Nyx! —grita Peige, justo cuando el agente Dereck Morgan apunta con el arma al sospechoso de asesinato.

  Le pongo pausa a al episodio de la que se estaba convirtiendo en una de mis series favoritas, y me dirijo a la habitación de mi amiga, de donde provino el grito.

    —¿Qué pasó ahora? —pregunto entrando al dormitorio y encontrándomelo todo revuelto.

   —Tu perro me ha destrozado mis vaqueros favoritos, además de otro par de zapatos. Tienes que amarrarlo o algo, me va a acabar con mis cosas.

    —Lo siento, Peige, no sé por qué Max se comporta así contigo si con todos es un amor.

   —Me tendrá manía, yo qué sé, pero no hace más que ladrarme y enseñarme los dientes, me da hasta miedo que un día termine mordiéndome.

   —De veras lo siento, en unos días nos mudaremos, mientras lo tendré encerrado en mi habitación para que no te destruya nada más.

  —¿Ya terminaron las reformas? —pregunta, un poco más calmada.

   —Sí, solo falta ultimar algunos detalles y por fin podré mudarme a mi nueva casa.

   —Pareces contenta —me dice comenzando a recoger la ropa desperdigada por la habitación.

   —Por supuesto que lo estoy —contesto confundida por su manera de señalarlo —¿Por qué no lo estaría? Volveré a tener independencia, es algo que llevo un tiempo anhelando.

  —Ya… no pensé que tuvieras tantas ansias por salir de esta casa. —comenta y por fin entiendo su extraño comportamiento.

   —Me gusta que vivamos juntas, Piege, pero ambas necesitamos independencia. ¿No te molesta tener que llevar a tus conquistas a hoteles porque yo estoy todo el día sentada en el sofá? O ¿Cuándo las traes, estar calladas, evitando molestarme? ¿Eso no te limita?

   —Sí, un poco —murmura tras un largo suspiro.

   —Además, sabes que mi casa siempre estará abierta para ti y para Ayla, ambas son mis hermanas de otra madre.

    —Lo sé. Lo mejor de todo es que te llevarás al chucho del demonio ese.

    —¡Eh! Qué Max es muy bueno —protesto.

   —Nyx, mi habitación es la prueba de que no lo es, más bien es una copia exacta del idiota de mi hermano —se burla, hasta que se percata de a quien menciono. —Lo siento Nyx.

    —Tranquila, te dejo para que te sigas arreglando, me voy a seguir viendo Mentes Criminales con Max.

  Sin esperar a que diga algo más, me doy la vuelta y vuelvo al salón. Desde aquella noche no hemos vuelto a mencionar su nombre, al menos cuando se refiere a él, puesto que el cachorro por desgracia se llama igual. Siempre que recuerdo sus ojos al mirarme aquella última vez, esa herida que aún sigue abierta, escuece un poco más de lo debido. Intento no pensar en él, desviar mi atención, pero a veces, solo a veces, aquellas palabras que me dirigió antes de que me diera la vuelta, vuelven a mí. Han pasado tres semanas y aún espero a que las cumpla, tengo miedo de volver a caer ante sus palabras bonitas, tengo que recordarme todo el tiempo que es otra la que comparte su apellido, otra a la que le dice mi amor o a la que besa, sin ella saber que esos labios me besaron a mí también.

  Me acomodo en el sofá, Maxi sube a mi regazo y me lame la cara mientras miro fijamente la televisión aún pausada por algunos minutos, hasta que el tintineo de los tacones de Peige, me saca del trance en el que me encontraba. Max levanta su cabecita y le gruñe, a lo que mi amiga lo mira mal, mientras yo intento que se quede sobre mi regazo. Es impresionante lo rápido que está creciendo. Hace un mes era un pequeño cachorro y ahora paso un poco de trabajo para sujetarlo, de la fuerza que tiene.

    —Me voy a casa de Ava, no me esperes, no sé si vuelva hoy o hasta dentro de unos días —dice guiñándome un ojo pícaramente e ignorando los ladridos de mi labrador de casi 4 meses.

   Cuando cierra la puerta tras ella, Max ladra un poco más antes de calmarse. Yo solo lo miro arqueando una ceja.

   —¿Ya terminaste?

Él mira con esos ojitos café y me derrito, sí, soy demasiado blanda con mi perro, pero no pueden culparme, es mi niño pequeño, bueno, no tan pequeño. Cuando lo adoptamos apenas había acabado de cumplir los tres meses, era pequeñito. No obstante, en el último mes dio un estirón tremendo, convirtiéndose en un hermoso, adorable, pero grande, cachorro.

   —Te voy a tener que cambiar la dieta, creo que la comida que te estoy comprando tiene abono entre todo los ingredientes —le digo mirándolo fijamente, tratando de intimidarlo, él, sin embargo, apoya la cabeza en mis piernas y me mira a la cara —. No, no me mires así, Max. Te estás portando muy mal y pesas mucho. Tienes que hacerle caso a mamá y no morder los vaqueros de la tía Peige. —Max gime, como si me entendiera —Si, lo sé, son horribles, pero ¿Qué hacemos si son los que les gusta? No es correcto que se los rompas, eres un perrito muy desobediente —le digo acariciando su cabeza, él suspira —Bien, ahora veamos la serie, ya quiero ver quién es el psicópata asesino.

                                ════ ⋆☆⋆ ════

  Otra semana más sin señales de Max. Empiezo a creer que todo lo que dijo fueron solo palabras. La esperanza que secretamente guardaba, pensando que todo era un terrible malentendido, ha comenzado a extinguirse. Cómo le dije aquella vez, el que calla otorga y Max lleva mucho tiempo en silencio. Creo que empiezo a aceptar que ese amor de juventud solo quedará en un recuerdo lejano de algo que pudo no ser.

—Nyx, hermosa, necesito que mires a la cámara y sonrías —pide el fotógrafo que se encarga de la campaña publicitaria para una marca de trajes de baño en la que yo soy la modelo principal.

   Hago lo que me pide, sonrió sin tener ganas y aparento una felicidad que no siento. Estoy tan acostumbrada a fingir que en ocasiones no sé cuándo es cierto o no.

   —Sei perfetta —felicita el diseñador de dichos conjuntos. —¡Bellíssima!

   —Grazie, signore Conti —agradezco con unas de las pocas palabras que me sé en Italiano.

    —Listo, terminamos. —anuncia el fotógrafo y yo suspiro de alivio. Nunca me han gustado las sesiones de fotos.

   Luego de comprobar las imágenes y analizarlas junto a los demás profesionales, me retiro a la habitación que me prepararon como camerino. Me cambio de ropa y salgo vestida con mis vaqueros ajustados de color blanco, con rotos en los muslos y las rodillas; mis zapatillas de deporte de la marca Nikes también blancas, una blusa del mismo color y completando mi atuendo, una chaqueta vaquera. Stella me espera y juntas partimos hacia la casa de Peige a recoger mis pertenencias para mudarme al fin a mi nuevo hogar.

   No son muchas las cosas que pude recuperar de cuando estaba con Kevin y a veces lo agradezco, solo serían un recordatorio de lo que pasé. Mi terapeuta ha intentado que vea las cosas de un lado más positivo, sin embargo, no creo estar aún en ese punto.

  Cargadas con algunas cajas y maletas, las tres, Stella, Peige y yo, nos dirigimos hacia el que sería mi próximo domicilio. Una hermosa casa unifamiliar, completamente privada, cerrada y aislada en Benedict Canyon; perfecta para mí.

  Veinte minutos después de salir, llegamos a mi vivienda. La primera vez que la vi en fotos estando aún en Virginia, supe que quería vivir aquí. Está recientemente remodelada, elevada de la calle, en un montículo en la ladera, con unas vistas impresionantes. De dos pisos, tres cuartos y tres baños, además de una casa de huéspedes con su propio baño, piscina, un estudio y dos garajes. 253 metros cuadrados de puro lujo solo para mí y Maxi.

    —Vaya —silba Peige cuando llegamos.

    —Es impresionante

   —Sí, me gustó mucho desde el primer momento —les cuento.

   Sin decir mucho más, las tres nos ponemos a bajar las cajas y maletas del coche, para adentrarnos a la enorme vivienda pintada de blanco. Al cruzar la puerta de entrada, los tonos crema, blanco y negro nos dan la bienvenida. No soy una persona ostentosa, si miras la fachada de mi hogar, puede que digas lo contrario, pero es entrar y todo lo que antes tenías preconcebido cambia. Los muebles de las salas de estar, están pensados solo para dar comodidad, todos de color negro con cojines de color blanco. Lo que más me atrajo del lugar fue la seguridad que me podría traer la privacidad de su ubicación y bueno, llevo años sin gastar un centavo en algo que de verdad me llenara y este lugar lo hace.

    —¡Max! —llamo, pero mi perro sale disparado hacia la terraza, ignorándome. Ahora sí tiene espacio para correr todo lo que guste.

   —Bueno, chicas, empecemos —habla Stella y todas nos ponemos manos a la obra.

   No es mucho lo que tengo que acomodar, puesto que previamente y sin saber quién era su verdadera clienta, una diseñadora de interiores se encargó de facilitarme la tarea.

   Una hora más tarde, Stella y Peige se sientan en la isla de la cocina, mientras, yo les preparo algo de tomar. Un pequeño agradecimiento por la ayuda que me han brindado.

    —¿La seguridad? —pregunta Stella.

   —Tranquila, Harold se encargó de eso con tus jefes. Esta casa es una fortaleza. De todas maneras va a haber un guardia que se quedará toda la noche. No lo veo necesario, pero Harold está convencido de que toda seguridad es poca —comento, volteando los ojos.

    —Y tiene razón. Ahora estás en los Ángeles, Nyx. ¿Crees que Kevin se va a quedar de brazos cruzados por más tiempo? O ¿Qué quien te acosa no va a intentarlo otra vez? No debes bajar la guardia.

    —Lo sé Peige, pero no puedo vivir con miedo todo el tiempo, porque eso no es vivir, más bien es sobrevivir y ya lo hice por demasiado tiempo. Además de que han pasado seis meses desde la última vez que vi a Kevin, no considero que le interese volver a cruzarse en mi camino.

    —Es mejor precaver, Nyx.

    —Está bien, pero ahora ustedes señoritas se tienen que marchar a sus casas. El guardia que se encargará de vigilar la casa ya está en su puesto seguro, no me pasará nada —las empujo cuando se levantan, y las acompaño a la puerta, quiero, por una vez en mucho tiempo, estar completamente sola.

    —Cualquier cosa tienes mi número ¿Cierto?

   —Nada va a suceder Stella, pero si lo hace, te llamaré.

   —Bien, voy a pasar a ver al guardia entonces. Nos vemos en el auto Peige —anuncia saliendo por la puerta.

    —Te voy a extrañar —expresa mi amiga, abrazándome.

    —Dios, ni que me fuera al polo norte. Solo estamos a veinte minutos de distancia Margarite. Además, mañana me verás otra vez, como todos los días.

    —¡No me llames así! —protesta apartándose.

    —Deja el drama, entonces —digo sacándole la lengua, y si, ya quedó claro hace tiempo que la madurez brilla por su ausencia en mi caso.

    —Eres odiosa, en serio no sé por qué te soporto.

   —Porque me amas y no puedes vivir sin mí.

    —Desgraciadamente.

   —Anda, vete ya que de seguro Stella debe de morirse por llegar a casa con su familia. —La obligo a marcharse, quedándome al fin sola y libre de toda fachada.

    Me dirijo a la que desde hoy será mi habitación en el segundo piso y salgo al balcón que da a la calle, viendo partir el auto de mis amigas. Desde ahí me fijo en el lugar en donde se encuentra la seguridad de la casa, una pequeña caseta acondicionada, uno de los nuevos agregados a la casa, en donde se encuentra un hombre, Niall me dijo Harold que se llamaba, completamente atento a cualquier movimiento. Vuelvo a entrar y esta vez me voy hasta el armario, busco algo de ropa cómoda, pantalones de yoga y un suéter; y entro al baño. Lleno la tina, agregándole mis sales con olor a fresa, pongo un poco de música y con la voz de Paloma Faith, me deslizo desnuda en el agua caliente.

   No sé cuánto tiempo estoy en la bañera, solo salgo cuando el agua se empieza a enfriar. Me visto y bajo a la cocina a prepararme algo de comer. Minutos después, armada con un sándwich, palomitas y una soda, me siento en el sofá de la sala de estar en donde se encuentra un gigante televisor. Me apetece ver algo de terror, por lo que luego de que Maxi se suba a mi lado, con su cabecita en mi regazo, pongo una peli que llevo tiempo con ganas de ver; La llorona.

   La película no va ni por la mitad y ya me empiezo a arrepentir de mi elección. Los vellos de mi nuca se erizan y un presentimiento hace que busque con la mirada por todos los rincones visibles desde mi posición. Mi guardián, ronca a mi lado, sin percatarse de mis miedos.

    Llega una parte en donde la tensión atraviesa la pantalla, cuando de repente escucho ruidos en la planta de arriba, provocándome escalofríos.

   A ti nada más se te ocurre ver una película de terror con lo miedosa que eres.

  Genial, mi conciencia haciendo acto de presencia en el momento más indicado.

   Me extrañaste, lo sé.

   Si claro, porque me encanta hablar conmigo misma como si estuviera loca.

   Bueno, muy cuerda, no estás tampoco.

Otro ruido contra un cristal hace que pegue un brinco del susto en el sofá, despertando a Max, quién bosteza y vuelve a quedarse dormido.

    —Vaya guardián, estás hecho amigo —digo levantándome y armándome de valor para subir las escaleras.

   Rezo por dentro de mí, mientras voy subiendo cada escalón, para que sea solo algún animal que se coló o quiere entrar y no una persona, peor, la tipa esa que ahogó a sus hijos.

El ruido proviene de mi habitación, por lo que silenciosamente me adentro y lo encuentro todo normal, hasta que lo vuelvo a escuchar. Me acerco a la puerta de cristal del balcón y el sonido de algo pequeño estrellándose contra ella llama mi atención. La abro y es cuando lo veo.

  En la calle, ante la reja de mi casa, se encuentra Max, completamente borracho, por lo que puedo ver cuándo se tambalea un poco.

   —¡Nyx! ¡Mi pequeña hada! —grita, llamando la atención de Niall.

   —¿Qué haces Max?

   —Vengo a ver a mi chica, Noah.

  —Es Niall —rectifica este.

   —Me da igual como te llames la verdad, solo me interesa hablar con Nyx.

   —Tú y yo no tenemos nada de que hablar Maximiliano, ya todo está muy claro. Lo mejor que puedes hacer es irte.

  —De aquí no me muevo, hasta que tú y yo no aclaremos bien las cosas Nyx, yo te amo —exclama

  —Ve a decirle eso a tu esposa, seguro que se está preguntando dónde estás a estas horas.

   —No sabes nada Nyx, yo de verdad te amo. ¿Qué quieres? ¿Qué me arrodille y te pida perdón? ¿Qué te, cante una serenata? Porque lo puedo hacer, canto del asco, pero por ti soy capaz de hacerlo.

   —No te atrevas Max —advierto, pero mi traidor corazón late desbocado cuando apoya sus rodillas en el asfalto.

 
     —Please, forgive me
I know not what I do
Please, forgive me
I can’t stop loving you —Canta, más bien destroza la cancion que tanto me gusta. Jamás Please Forgive Me de Bryan Adams se oyó tan mal.

       —Max, por favor, estás haciendo el ridículo

       —Don’t deny me
This pain I’m going through
Please, forgive me
If I need you like I do
Please, believe me
Every word I say is true
Please, forgive me
I can’t stop loving you —me ignora.

Yo solo puedo ver qué tengo dos opciones; llamar a la policía y que se lo lleven por alterar el orden público, o dejarlo entrar y que hable todo lo que tenga que hablar, ceder ante él.
Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando elijo la tercera opción.
 













Buenas noches mis amores, hasta aquí el capítulo de hoy, espero que le haya gustado.
A partir de la próxima semana habrán cambios en los días de actualización, pienso hacerlo dos veces por semana, pero aún no sé qué días, se aceptan sugerencias.
Si les gustó el capítulo déjenme su voto y opiniones en los comentarios, si llego a los 2k de votos y comentarios haré un maratón de cuatro capítulos, además de que le dedicaré un capítulo a quien más comentarios haga así que ya saben, si les agrada la idea háganmelo saber.

 

   Este capítulo está dedicado a la bella samilove14  quién siempre me ayuda en cada capítulo cuando me bloqueó en alguna parte o necesito una opinión diferente a la mía, así que gracias.

   Ahora sí, nos leemos en el próximo mis amores, se les quiere.

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