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Guardaespaldas

Escuchar aquel apodo de sus labios hace que despierte del shock inicial, y como la mujer madura de 26 años que soy, le cierro la puerta en las narices.

—¡Vaya recibimiento! —exclama del otro lado —Nyx, no seas infantil, ábreme la puerta. Me estoy congelando aquí afuera.

—Eso no es problema mío —grito cruzándome de brazos y apoyando la espalda a la fría madera —. Tienes que esperar a que Peige llegue, yo estoy sola y no voy a dejar entrar a nadie.

   —Por Dios, no soy un extraño, soy el amor de tu adolescencia —se burla —. Además, ya los de seguridad me revisaron y saben que no soy una amenaza, solo debes dejarme entrar —dice algo más serio—… ¿Por favor?

  —No voy a caer, te vas a quedar allá afuera hasta que Peige llegue. Y no eras mi amor en la adolescencia, solo fuiste un bicho feo y arrogante. Además, han pasado años desde la última vez que te vi, te convertiste en un extraño —grito, alterada porque sé que solo busca molestarme y yo siempre caigo.

   —Sigo siendo el mismo chico que te acompañaba a cada clase, solo que más guapo.

   —Eres un idiota, siempre lo has sido y siempre lo serás, la única diferencia es que ahora también eres más creído. Cuidado con ese ego, puede resultar peligroso —corté, burlándome yo esta vez.

  —¡Vamos Nyxon, rompes mi corazón! —dice utilizando el apodo con el que se burlaba de mí cuando éramos niños.

  —No estoy muy segura de que tengas uno. Además ¿Nyxon? No estás aportando nada bueno a tu caso, sigue así y ni cuando llegue Peige lograrás entrar —anuncio.

  —Si tengo corazón, ¿sabes? Y tú estás en él. —dice en un tono dramático y lo imagino tocándose el pecho, aparentando un dolor que no siente, como uno de los mejores actores de Broadway. Sonrío de solo pensarlo. —Te saqué una sonrisa ¿No es cierto?

   —No —miento otra vez, ocultando mi sonrisa con una mano, aunque claramente sé que él no me está viendo.

   —Pequeña hada, sabes que a mí no puedes mentirme, te conozco. Solo ábreme la puerta, no me gusta perderme tus sonrisas. Son un gran espectáculo para la vista.

  —No, ya no lo haces, he cambiado, ya no soy aquella chica que conocías.

   —¿Tienes un tercer ojo?

   —No —respondo poniendo los ojos en blanco.

   —Mm ¿Te operaste la nariz o alguna otra parte del cuerpo?

   —¡No! Todo en mi cuerpo es natural —exclamo un poco indignada.

   —Me alegra saberlo. Entonces, si no tienes nada diferente, sigues siendo la misma Nyx que suspiraba por mí.

   —No suspiraba por ti —miento de nuevo para después murmurar —Hay ocasiones en que los cambios no son físicos.

Me siento misteriosamente nerviosa, pero de una manera buena, lo cual es extraño. Él, es alguien del pasado que siempre me hacía sentir mariposas en el estómago, alguien que solo existía en mis pensamientos, en los recuerdos que aún no puedo olvidar. Un lugar seguro en mi mente al que siempre acudía cuando necesitaba desconectar de la realidad, alguien idealizado. Y ahora está aquí, en carne y hueso, al otro lado de mi puerta, y no sé cómo reaccionar. Esas sensaciones que pensé que eran producto de algo antiguo, siguen floreciendo en mí como si los años no hubieran pasado. Pero así no es. Los años han pasado. Y como le dije, hay momentos en los que los cambios remueven lo más profundo de nuestro ser, las cicatrices que algunos llevan en el cuerpo, yo las cargo con tristeza en mi alma. Son heridas invisibles que se enmarañan con mis pensamientos, un constante recordatorio de todo lo que he atravesado.

   —Vamos Nyx, no me hagas cantarte una serenata. Seguro a los paparazzi les encantará —amenaza alejándome de mis pensamientos e inmediatamente abro la puerta.

Pero todo es un engaño. Apenas pongo un pie fuera y saco la cabeza para comprobar si dice la verdad; siento sus manos fuertes aferrándose a mis muslos, su fuerza inesperada al levantarme y subirme sobre su hombro. Aferra mis muslos mientras mi cabeza cae contra su espalda. La confusión no me deja reaccionar hasta que siento que entra en la casa y cierra la puerta detrás de él.

  —¡Bájame imbécil! —grito mientras pataleo y golpeó su espalda con fuerza.

Es inútil, él sigue como si nada, suelta el equipaje de mano que no me había dado cuenta de que traía y va hasta la cocina aún conmigo sobre su hombro.

  —¿Me vas a bajar hoy o qué? —pregunto frustrada.

Ya cansada de patalear sin sentido. Lo siento reír y eso me molesta aún más.

  —No pesas nada. ¿Dónde va a parar toda la comida chatarra que sé que comes? ¡Oh! ¡Espera! Tu trasero ha crecido desde la última vez que lo vi. Anda ahí está el cambio, me gusta.

  —¡MAX! —exclamo sonrojándome sin poder evitar sonreír una vez más —¡Bájame de una vez y deja de mirarme el trasero, jodido, imbécil!

  —Lo siento, es una vista muy agradable. Es inevitable tenerlo justo delante de mis ojos y no verlo —se excusa o eso intenta, porque claramente sé que no lo dice en serio.

  —Que lo sientes, definitivamente lo vas a sentir cuando acabe contigo. Solo bájame de una jodida vez, me estoy empezando a marear —miento e inmediatamente me deposita en el suelo con cuidado.

Apenas mis pies tocan el suelo, tomo lo primero que encuentro, lo que resulta ser un vaso de plástico, y se lo lanzo. Él logra esquivarlo mientras se ríe a carcajadas, lo que aumenta mi enfado.

   —Eres un imbécil insensible. Hijo de… ¡Joder que me cae bien tu mamá! —grito llena de frustración provocando que su risa aumente.

  De repente se acerca, me envuelve entre sus brazos y me aprieta contra él. Me quedo estática, sin poder reaccionar y menos aún cuando se aparta un poco y deposita un sonoro beso en mi frente.

    —¡Dios cuánto te extrañé! Puedes haber cambiado muchísimo, ambos lo hemos hecho, es cierto —dice con voz entrecortada, su mirada llena de nostalgia y ternura mientras busca mis ojos con intensidad. —, pero para mí, siempre vas a ser esa persona especial, aquella que dejó una huella imborrable en mi corazón —susurra con un tono cargado de emoción.

  El silencio se hace eco entre nosotros mientras nos vemos fijamente a los ojos. Intento intimidarlo con la mirada, esperando que se mofe y bromeé, mostrando que solo está jugando. Sin embargo, él me mira sinceramente y me dedica su característica sonrisa de lado.

No ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi. Sigue siendo el mismo descarado, siempre con algún comentario del tipo sexual en la punta de la lengua. Físicamente, es el mismo, ahora con un poco más de masa muscular. Sigue siendo el chico que se burlaba de mí. Aquel que siempre hacía bromas y lograba sacarme una sonrisa incluso en los momentos más difíciles. Lo había extrañado y ahora me doy cuenta de cuánto.

   —Lo sé —dice de pronto.

  —¿Qué sabes idiota? —indago alejándome, poniendo un poco de distancia de él y de todo lo que su presencia me hace sentir.

  —Que me extrañaste —suelta, caminando hacia mí, eliminando esa distancia que había logrado, como si pudiera leer mis pensamientos y supiera que sí, lo había extrañado demasiado.

   —Engreído —contesto sonrojándome.

  —Sigues sin negarlo Nyxy

  —¡Aaaahh! —grito frustrada y él vuelve a reír. Su actitud me desespera, aunque tiene toda la razón, pero primero muerta antes que revelarlo —. Ni siquiera te recordaba.

  —No sabes mentir pequeña hada. Tu nariz te delata —dice dándole un toquecito con la punta de un dedo

  —No es cierto —protesto tapándome la nariz con la mano, eliminando el cosquilleo que dejó su toque.

    —Si lo es, cuando dices una mentira se te hacen arruguillas y haces puchero. Me encanta que a pesar del tiempo sigas teniendo las mismas reacciones y te sigas sonrojando cuando te digo algo o cuando te llamo pequeña hada.

Y tiene toda la razón. Es como si volviera a ser una adolescente. Ese apodo hace que las mariposas de mi estómago se transformen en majestuosos elefantes saltando con entusiasmo a la comba.

Por suerte Peige llega en ese preciso momento antes de que tuviera que contestar y terminara por ponerme en evidencia tartamudeando como a las dieciséis cuando me guardaba el asiento a su lado en la cafetería de la escuela. Por lo que agradezco a mi mejor amiga por ser oportuna.

  —¡Mi copia barata! —grita ella de la emoción lanzándose a los brazos de su mellizo.

  —Como te extrañaba bruja. —La abraza este emocionado.

  —Mentiroso. Casi ni llamas —le reprocha Peige.

  —Hey hermanita, sabes que estaba trabajando, pero ahora me tienes a tiempo completo. A menos claro que la pequeña hada tenga otros planes. —dice mirándome, sonriendo pícaramente para luego guiñar un ojo en mi dirección.

   —Deja a Nyx en paz, no la molestes —regaña Peige, pero es brutalmente ignorada por ambos.

   —En tus sueños idiota —digo cruzándome de brazos.

  —Mis sueños son para mayores de dieciocho pinky.

  —¿Pinky? —pregunto confundida e ignorando claramente su comentario anterior.

—Por tu cabello rosa —explica

—Eres un genio con los apodos Maxi —se burla Peige con sarcasmos y yo le doy toda la razón.

Dejo a los dos hermanos en la cocina mientras se ponen al día de lo que se han perdido. Yo me dirijo a la que, en este corto tiempo, se ha convertido en mi habitación.

Mientras me cambio de ropa me doy cuenta de que la llegada de Max ha provocado tal revuelo, que no salté cuando intentó tocarme, no me aparté ni sentí ese impulso de estar lo más lejos posible de su tacto como se había hecho habitual en los últimos días.

  Concentrarme en Max hizo que evitara pensar en Kevin y en todo lo que había pasado.

Sin embargo, ahora que ya no tenía la distracción de los ojos bicolores del recién llegado, los recuerdos regresaron hacia mí como una avalancha devastadora. Mi mente se vio inundada por imágenes del pasado, arrastrándome hacia un abismo oscuro y profundo. Un nudo apretado se formó en mi garganta, sofocando cada palabra que intentaba escapar. El dolor en mi pecho se volvía cada vez más punzante, como si un cuchillo afilado se clavara sin piedad en lo más profundo de mi ser

Mis lágrimas inundaron la almohada, un río de tristeza incontenible mientras luchaba por sofocar mis sollozos. Desesperadamente, intenté ocultar mi dolor, temiendo que descubrieran el abismo de sufrimiento en el que me encontraba sumergida. No deseaba que Peige regresara y me mirara con una compasión que solo agravaría mi pesar, ni mucho menos ver a Max transformarse en alguien que claramente no era, midiendo sus comentarios solo en mi presencia. Cada latido de mi corazón era un eco de tormento, y cada suspiro era un recordatorio punzante de la carga emocional que llevaba sobre mis hombros.

   No sé si en algún momento mi pecho dejará de doler, solo sé que como cada noche mis lágrimas cesan cuando finalmente logro conciliar el sueño, solo para que mis tormentos me acompañen al mundo de los sueños provocándome terroríficas pesadillas.

                  ════ ⋆🎤⋆ ════

  Mientras observo a Harold, noto que evita cruzar miradas conmigo, concentrado por completo en los documentos sobre la mesa. No obstante, tras un prolongado silencio que se vuelve casi insoportable, deja escapar un suspiro y finalmente levanta la vista de los papeles.

   —Entiendo que estás pasando por un momento complicado, Nyx, pero los productores y el equipo de la discográfica están enfocados principalmente en lo económico. Desean que completes la gira con éxito y culmines con el último concierto en Madrid. —comunica con tristeza.

—Lo entiendo Harold. Jamás decepcionaría a mis fans y menos después del gran apoyo que me dieron. Fueron mi roca, mi ancla en mi peor momento. Voy a dar esos conciertos, pero luego me voy a retirar por un tiempo. Quiero escribir, necesito sanar, conectar con la antigua Nyx a quien solamente le importaba la próxima canción que cantaría.

  —Lo entiendo y respeto. Has pasado por mucho en los últimos dos años —se pasa la mano por la cara resignado sin saber hasta qué punto es cierta esa afirmación — Hablaré con los de la disquera. Ellos tendrán que entender, si no es a las buenas, será a las malas.

—Gracias —digo.

Él asiente mientras la habitación se sumerge en otro incómodo silencio. Es algo que se ha vuelto constante desde que se enteró del problema con Kevin. Las personas, en ocasiones, se sienten perdidas y no saben cómo actuar a mi alrededor, es como si pensaran que la más mínima palabra me haría derrumbarme.

  —Hay otro asunto importante que quiero comentarte —Cambia de tema —Dado los recientes acontecimientos, he contratado una agencia de seguridad privada, según sé es la mejor. A partir de ahora tendrás un guardaespaldas las veinticuatro horas del día.

  —Harold…—intento protestar, pero él levanta la mano deteniéndome.

  —Sé que no te agrada la idea, pero debido a las múltiples amenazas recibidas, no permitiré que te hagan daño nuevamente. Tu seguridad es mi principal preocupación, así que contarás con escolta constante hasta que atrapen al remitente de las cartas —añade con seguridad.

  —Lo comprendo, pero no me agrada tener a un extraño siguiéndome constantemente, no me sentiré cómoda ni segura en absoluto.

—Entiendo completamente tus preocupaciones y respeto tu deseo de sentirte cómoda y segura. Permíteme asegurarte que el equipo de seguimiento está conformado por profesionales altamente capacitados y confiables. Cuentan con protocolos estrictos para garantizar tu seguridad en todo momento. Los investigué antes de contratarlos. Además, el principal encargado de tu seguridad y la persona que te acompañará en todo momento no es un completo desconocido…—comenta y sonríe enigmático.

  Cuando abro la boca para preguntar de qué persona está hablando, un golpe en la puerta nos hace girar la cabeza hacia ella. Harold da la orden de que pase y la persona al otro lado la abre, revelando unos ojos bicolores y una sonrisa que casi nunca abandona su rostro.

—Nyx, él es Max Johnson, aunque eso ya lo sabes. Max es el mejor y será tu guardaespaldas a partir de ahora —expone a pesar de mi estado de shock, algo que se está convirtiendo en costumbre cuando estoy cerca del pelinegro.

 
   —Estoy aquí para protegerte en todo momento, Nyx. No dejaré que nadie te vuelva a hacer daño. —dice completamente serio, no hay señales del bromista que conozco, su fachada es completamente profesional.

Ante tal comentario y tras semejante revelación, mi mente no es capaz de procesar con rapidez lo que está pasando, por lo que solo una palabra escapa de mis labios.

—¡Espera! ¡¿Qué?!

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