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Extras

Tengo hambre. Necesito comer maní, mantequilla de maní con azúcar o Nutella, mucha Nutella con pan o galletas dulces.

Doy vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, en mi mente estoy en la cocina comiendo algo dulce, preferiblemente chocolate, tal vez con sirope de menta. Mmm.

Abro los ojos y miro fijamente el techo. Sé que por más que trate de ignorarlo es imposible. Volteo mi rostro y encuentro el de Max, relajado, durmiendo sin ningún problema. No creo que sea algo justo, yo aquí sin poder dormir muriéndome de hambre y el tan tranquilo.

   Deslizó mi pie en su dirección y poniendo un poco de fuerza lo empujo por la cadera, haciendo que termine por caer de la cama.

   —¡Joder! Estoy despierto ¿Qué pasó? ¿Ya viene el bebé? Tu tranquila respira profundo —dice a toda carrera levantándose del suelo y poniéndose unos pantalones que había sobre la silla donde me siento para peinarme o maquillarme.

    —Max —lo llamo.

   —Tranquila nena, no te preocupes por nada, solo por traer a nuestro pequeño al mundo —grita a toda carrera sacando un bolso y metiendo mi ropa dentro.

    —¡Max! —grito para luego taparme la boca, temiendo despertar a Kaan.

   —¿Qué? ¿Y por qué aún estás en la cama? —pregunta confundido arrugando la frente.

  —Primero que nada, no estoy de parto, faltan tres meses, aun para eso, amor. Segundo, aunque lo estuviera no saldrías de la casa en esa facha —lo señalo intentando contener la risa —. Por muy bien que te quede el blanco, ese pantalón es mío, no tuyo.

   —Joder Nyx —exclama soltando el bolso y pasándose una mano por la cara —¿Y por qué me tiraste de la cama entonces?

   —Tengo hambre —suelto haciendo un puchero.

  —Tienes hambre. Me despertaste a las tres de la madrugada porque tienes hambre —vuelve a pasarse la mano por la cara, una clara muestra de frustración.

   —¿Si sabes que llevo a otro ser humano dentro verdad?

   —Creo recordar que yo lo puse ahí.

   —Exactamente. Tú lo pusiste ahí, así que si yo sufro, tú sufres —añado cruzándome de brazos.

   —Vale, pero ni una palabra de esto a nadie. Ya bastante bullying me hace gracias a lo del desmayo.

   —Vale —concedo. Él asiente y da la vuelta para salir de la habitación en dirección a la cocina —. Quiero fresas con crema, Nutella y mantequilla de maní con azúcar. Aaah y añádele pepinillos para que la balanza se equilibre

   —Sigue siendo demasiado dulce Nyx, te va a hacer daño y al bebé también.

   —Vale, olvida la mantequilla de maní —digo reticente luego de dejar escapar un suspiro. Él asiente y vuelve a intentar salir —Ah y ¿Max?

   —¿Qué? —pregunta con frustración.

   —Sigues llevando mi pantalón —contesto entre risitas.

Él levanta la cabeza hacia el techo. Respira profundo y luego de unos minutos, desliza el pantalón por sus piernas, quedando solo en calzoncillos boxers negros. Tira los pantalones hacia la silla, da media vuelta y esta vez sí logra salir por la puerta.

   Parece que han pasado horas cuando vuelve a la habitación llevando una bandeja con lo que le pedí. Se me acerca, la pone en mi regazo y camina hacia su lado de la cama.

     —Te demoraste mucho. Ya no quiero —informo poniendo la bandeja en la mesita de noche a mi lado.

  Max se me queda viendo sin poderse creer lo que acaba de pasar. Toma su almohada y sin decir ni una palabra entra al baño y cierra la puerta. No obstante, puedo oír claramente el sonido del grito que de seguro trata de amortiguar con la almohada.

   Minutos después sale, coloca la almohada en la cama y se acuesta boca abajo, con la cara hacia el lado contrario a mí.

   —¿Estás molesto?

   —Duérmete, Nyx.

   —No puedo dormir si estás molesto.

   —No estoy molesto, ahora duérmete.

   —Ni siquiera me abrazaste, cuando estás molesto no me abrazas.

   —Nyx, te amo con mi vida, pero tengo sueño, en unas horas me tengo que levantar, he ir a trabajar. Por favor duérmete.

   —Vale, lo siento. Descansa —digo, pero no puedo dormir, así que me levanto y me encierro en el baño.

  Me siento mal. Siento que estoy siendo demasiado egoísta, que tarde o temprano Max se cansará de que lo levante a media madrugada y se irá. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas mientras me siento en la taza del váter porque ni en el piso puedo sentarme con lo gorda que estoy.

   Trato de recordar que estoy embarazada, que Max me ama y que son solo las hormonas del embarazo las que me tienen en este estado, pero a veces es difícil. A veces vuelvo a ser aquella chica de cabello rosa con demasiadas inseguridades y una autoestima tan baja.

    —Pequeña hada —oigo que llama Max a la puerta, su voz cargada de preocupación.

   —Estoy bien, vuelve a la cama —respondo.

  Él me ignora y entra encontrándome hecha un manojo de lágrimas. Camina hasta donde estoy y se agacha frente a mí. Limpia mis húmedas mejillas con sus pulgares y las acaricia en el proceso.

   —Lo siento, puedo ser un idiota a veces.

   —No, yo lo siento, por ser tan desconsiderada. —murmuro bajando la cabeza.

   —Mírame Nyx —exige provocando que levante la mirada y nuestros ojos conecten —No tienes que disculparte. Tú tenías razón antes, eres la que peor lo tiene con el embarazo. Cargas a nuestro hijo en tu vientre y sé que no es fácil todo lo que ha conllevado eso, desde las náuseas, el insomnio, los antojos. Yo —Hace una pausa y suspira antes de continuar —. Yo no tengo que sufrir nada y soy el responsable de que estés así, por lo que mi trabajo es hacerte estos meses más fáciles. Es lo único que puedo hacer y estoy fallando en ello, lo siento.

    —Te amo ¿Lo sabes?

    —No más de lo que yo te amo a ti, te lo aseguro. Ahora volvamos a la cama, ¿vale? Esta vez si te abrazaré —dice provocándome una sonrisa.

    —Ve tú, yo me voy a dar una ducha. 

   —Está bien, te espero en la cama —Se levanta y antes de salir me da un beso en los labios que me saben a poco.

   Cuando estoy sola me desnudo y me paro ante el espejo. Sí, mi cuerpo ha cambiado, mis caderas están más anchas, mis pechos más grandes y ni que decir de mi vientre, pero el mayor cambio está en mi mirada; brilla. A pesar del cansancio, de los cambios de ánimo, a pesar del miedo a no ser una buena madre, a pesar de todo ello, soy feliz.

  Tengo al mejor hombre como esposo, un hijo que no imaginaba que cambiaría nuestra vida y un bebé en camino. Mi vida no puede ser más perfecta en este momento.

  Me meto bajo el agua de la ducha, pero el calor de mi cuerpo, lejos de disminuir, solo empieza a aumentar. Pienso en el chocolate que hay sobre mi mesita de noche, en Max y mi mente se va por rumbos nada inocentes.

   Salgo de la ducha y envuelvo mi cuerpo en la toalla. Abro la puerta del baño y encuentro a Max, recostado al espaldar de la cama, comiéndose mis fresas con crema.

   —¿Te sientes mejor?

  —No del todo.

  —¿Puedo hacer algo para ayudarte?

  —Definitivamente.

  —Pues dime.

  —Tengo antojo ¿Sabes? De chocolate.

  —Te traje Nutella nena. —dice confundido.

  —El problema, amor, es que no la quiero comer del frasco.

  —¿De dónde entonces?

  —De tu cuerpo —respondo acercándome a la mesita y tomando el frasco de la Nutella, destapándolo y tomando una gran cucharada.

  Al momento en que las palabras hacen mella en la mente de mi esposo, una sonrisa pícara se dibuja en su rostro.

  —Soy todo tuyo, nena. Úsame como te plazca. —murmura mirándome con esa sonrisa que tanto amo.

   Aun en toalla me siento sobre la cama con las piernas cruzadas al estilo indio. Cojo la cuchara e impregno su abdomen de la crema de cacao. Me muevo hacia delante para lamer el dulce, pero mi inmensa barriga me lo impide. Cambio de posición, e intento hacerlo de nuevo, pero es imposible. Con frustración suelto la cuchara en el recipiente con el chocolate y me dejo caer en la cama, de espaldas.

   —Esto no es nada atractivo —refunfuño.

   —¿Me vas a dejar así? Estoy lleno de chocolate Nyx —protesta Max.

   —Date una ducha —aconsejo tapándome la cara con la almohada y dejando escapar un grito de impotencia.

   Siento como Max se levanta y se encierra en el baño. Minutos después está de vuelta. Lo sé porque siento su mirada fija en mí, pero no lo siento subirse a la cama de nuevo. La curiosidad es más fuerte que yo, por lo que quito la almohada de mi rostro y lo encuentro frente a mí, mirándome fijamente.

   —¿Qué?

  —¿Que de qué? —responde él.

   —¡Max!

   —Tengo hambre, Nyx. —dice de pronto.

   —Y después protestas por lo que yo como. Si tienes hambre ahí hay comida, come.

  —Pero yo no tengo hambre de comida.

—¿De qué entonces? —pregunto como él hizo minutos antes, sin entender a dónde quiere llegar.

  —Tengo hambre de ti, pequeña hada.

  Damas y caballeros, yo una mujer de veintitantos años (no voy a decir la edad, esa ya la saben) casada con este hombre, con un hijo en camino, sigo sonrojándome cada vez que dice algo similar.

   —¿Y qué estás esperando? ¿Que te dé permiso?

  —Que te quites la toalla —murmura señalando la tela que me cubre.

  Al momento me siento en la cama, bueno no, estoy mintiendo, me lleva mis buenos minutos poder sentarme con esta enorme barriga, pero lo logro que es lo importante.

   Dejó caer la toalla y no me pierdo el momento en el que la sonrisa de Max aumenta. Maldito bastardo posesivo. De seguro está pensando algo así como: Yo puse mi semilla ahí adentro, ese es mi hijo y bla-bla-bla.

También es probable que en su imaginación esté dándose golpes en el pecho, como todo un neandertal o palmaditas en la espalda, felicitándose por ser un machoman.

   —No veo ninguna toalla y aun estas sin hacer nada al respecto.

  —Ya verás si hago o no hago nada —advierte antes de acercarse a la Nutella.

  Y no, no les voy a contar qué pasa, pero les puedo asegurar que no volveré a ver la Nutella de la misma manera.

                      ════ ⋆🎤⋆ ════

Despierto temprano, justo en el momento
en que Max sale del baño con una toalla envolviendo su cintura. Mis ojos sé
posan en el tatuaje que se hizo en
nuestra luna de miel: una delicada hada
reposando sobre su pecho, justo encima
de su corazón. Cada vez que mis ojos sé
encuentran con ese dibujo en su piel, una
avalancha de emociones me invade sin
previo aviso. Es asombroso cómo, incluso
después de todo este tiempo transcurrido,
sigo sin poder creer la inmensidad de
felicidad que ahora me acompaña. La
nostalgia se adueña de mí al recordar los
momentos mágicos que compartimos,
y me llena de gratitud el saber que aún
estamos juntos, atesorando aquellos
instantes llenos de amor y susurros al oído.

   Despego la mirada de mi marido y me concentro en intentar levantarme. Hoy es un día especial, es el primer cumpleaños de Kaan con nosotros y quiero que sea el mejor de todos.

  —Buenos días, amor —me dice Max, acercándose y tomando mis manos para ayudar a terminarme de levantar.

  —Buenos días mi vida

  —Me tengo que ir pronto, pero aún tengo tiempo para felicitar al cumpleañero.

  —¿No llegarás tarde? —pregunto preocupada abrazándolo.

  —Los demás pueden esperar, mi familia está primero —murmura sobre mis labios antes de presionar un beso en ellos.

   —Cada día te amo más.

  —Y yo a ustedes —responde posando su mano sobre mi hinchado vientre, recibiendo una patada de nuestro bebé como respuesta.

  —Él o ella también te ama —le digo viendo como la sonrisa en su rostro crece y el brillo de sus ojos aumenta de intensidad. —Vístete y vamos a despertar al cumpleañero.

  Él accede, renuente, se separa de mí y entra al closet a ponerse algo de ropa, mientras yo entro al baño y luego de asearme un poco y adecentarme salgo en busca de mi marido.

  No tengo que buscar mucho, pues apenas salgo del cuarto, lo veo apoyado en la puerta de la habitación de Kaan, viendo a nuestro pequeño dormir plácidamente acompañado de su inseparable amigo; Maxi.

   Entramos al cuarto, Maxi levanta la cabeza, listo para atacar a quien intente acercarse al niño que está bajo su protección, no obstante al ver qué somos nosotros mueve la cola y saca la lengua en una sonrisa perruna.

    —Despierta mi rey hermoso —le digo al pequeño para luego besarlo en la mejilla —Feliz cumpleaños mi niño.

   —Feliz cumple campeón —dice Max, sentándose en el lado de la cama opuesto al mío.

    —¿Hoy es mi cumple? —pregunta esa vocecita adormilada que no me canso de escuchar.

    —Por supuesto. Haremos una fiesta, con todos tus amiguitos del cole y muchos, muchos dulces.

   —¡¿Y también vendrán Kensi y Maya?! —indaga cada vez más emocionado.

   —Claro —responde Max.

  —¡Yeiih!

  —Pero primero que nada, ¿Dónde está mi beso? —les digo a los dos haciendo un ridículo puchero.

  Ambos se ríen, Kaan se levanta en su cama y Max se ubica a mi otro lado rápidamente, para luego los dos besar mis mejillas.

   (***)

Luego de despedir a Max, quien asistirá a una reunión y luego volverá a ayudarme con los preparativos de la fiesta. Me cambio de ropa y junto a dos de mis chicos, empezamos a preparar algunos dulces.

  Horas después ya todo está listo. La empresa que Harold contrató para que acomodaran el jardín se lució con la decoración llena de colores que sabía a Kaan le encantaría. Mi jardín pasó de ser aburrido a convertirse en un arcoíris deslumbrante de alegría.

  Los pequeños invitados empiezan a llegar y junto a Kaan, ríen con los juegos y corretean de aquí para allá. Veo a Ayla llegar junto a Maya, Kensi y Victoria. Las niñas se separan de las dos adultas y corren al encuentro de Kaan, quien feliz las recibe.

  En cambio, Ayla y Victoria se dirigen en mi dirección. Apenas llegan, la rubia me saluda y la pelinegra, a pesar de su enorme barriga, me abraza con fuerza.

   —¿Cómo estás? —le pregunto a mi prima, recordando los terribles acontecimientos que han vivido tanto ella como Maya.

   —Alguna vez estaré bien, no te preocupes, quiero creer que soy fuerte.

   —Y ¿Maya?

   —Creo que es la que peor lo está pasando, según me contó su abuela, anoche tuvo pesadillas.

  —Pobre niña —murmura Vicky mirando en dirección a los niños que corren uno tras otro, no obstante, la pequeña Maya se ve un poco apagada.

   —¡Llegó por quién lloraban perras! —exclama Emma, haciendo su estelar aparición.

  Seguida de ella entran mis padres cargados de regalos. Mi madre sonríe al ver a los niños felices y mi padre, como no, protesta.

  —¡Mi pequeña, cada vez te veo más hermosa! —exclama mi madre luego de soltar los regalos en una mesa casi vacía.

   —Tantos colores me abruman —protesta papá.

  Es en ese momento, cuando Kaan se nos acerca con curiosidad. Es la primera vez que ve a mis padres, porque por una cosa y otra, ninguno ha podido viajar, ni ellos ni mucho menos nosotros.

   —Hola —dice con la curiosidad plasmada en el rostro.

  —Hola hermoso, yo soy la madre de Nyx, Daniela, pero tú me puedes llamar abuela y él es Ben, aunque lo veas así, todo gruñón es un hombre muy dulce —le susurra, aunque todos somos capaces de oírla, en especial papá, quien como no, gruñe.

   —Yo soy Kaan, significa Rey de reyes.

   —¡Oh, qué interesante!

   —Sí, y dice Nyx que su nombre significa noche.

   —Sí, eso también ¿Pero quieres saber por qué le pusimos ese nombre?

  —¡Sí sí! —exclama emocionado.

  —¿Sabes que es el ave fénix?

   —No.

    —Según cuenta la leyenda, el fénix es un ave única que vive 500 años. Cuando se acerca al final de su vida, se hace un nido. Luego, el fénix golpea su pico contra una roca, lo que provoca las llamas y es entonces cuando agita sus alas prendiendo fuego a su nido y luego a sí mismo.

La magia del fénix es que tan pronto como muere en las llamas, nace de nuevo en su nido. El ave fénix resurge de las cenizas.

   —¡Oh!

    —Cuando Nyx nació queríamos ponerle un nombre único, así que le pusimos Nyxel, que cuando lo acortas es Nyx, como Fénix. Queríamos que si en algún momento ella tuviera que luchar contra las adversidades que la vida siempre le tiene deparadas a cada persona, pudiera resurgir como una mujer fuerte, justo como lo hace el fénix. —Completa mi padre, dedicándome una mirada de orgullo.

   Sus palabras hacen que una solitaria lágrima resbale por mi mejilla, porque al final si pude resurgir de mis cenizas y convertirme en una mujer aún más fuerte que antes.










Hola mis amores, estoy de regreso, pero solo para traerles este pequeño regalo. Hoy se cumple un año de la primera vez que publiqué Indeleble. Jamás imaginé que llegaría a ser lo que es hoy si les soy sincera, me ha sorprendido gratamente y ustedes también, por lo que les traigo algo, una propuesta.

  Tenía planeado subir dos capítulos extras, pero aún no estoy segura de ello, así que dependiendo de los comentarios que dejen en este capítulo decidiré si público o no el otro.

Para ello deben de haber al menos 100 comentarios.

  Sé que se preguntan por Resiliencia y con respecto a esta historia, solo les puedo adelantar que ya está bastante adelantada y aunque no pensaba hacerla muy dramática o con mucha acción, pues no he podido evitarlo. Espero que la historia les guste cuando la publique pronto.

   No olvides de dejar tu estrellita y tu comentario, nos leemos pronto.

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