El sueño
Siento sus manos recorriendo mi cuerpo, mientras su calor arropa mi piel. Sus labios llegan a los míos y me deleita con un beso que me hace querer pedir más. Su lengua recorriendo con avidez mi boca. Siento sus dientes apretando mi labio y sus manos siguen el recorrido por mi cuerpo hasta llegar a ese lugar que pide a gritos su atención.
Mi respiración se corta cuando siento su tacto en aquel punto que palpita y clama por él. Mientras, sigue devorando mis labios ansiosos por los suyos.
Su boca se aparta de la mía y sigue el recorrido que antes hizo con sus manos, dejando rastros de besos húmedos en mi piel mientras desciende por mi cuerpo.
Siento un cosquilleo cuando se entretiene en mi ombligo y sonríe con malicia. Mientras, percibo como remplaza las manos por los labios en aquella zona sensible por todos los estímulos que recibe mi cuerpo.
Cada vez estoy más cerca de tocar el cielo, el placer aumenta más y más. El nudo de sensaciones se va haciendo cada vez más grande, presiento que en cualquier momento voy a explotar y cuando introduce uno de sus dedos…
Despierto sobresaltada, sudando a mares. El corazón parece que se me saldrá del pecho. Una de mis manos se encuentra en esa zona húmeda y palpitante. La alejo avergonzada. Miro a mi lado en la cama y veo al causante de mi estado dormir tranquilo. Su pecho desnudo, lleno de tinta negra, contrarresta con el blanco de las sábanas. Volteo hacia la mesita de noche, en donde se encuentra mi teléfono; lo enciendo y descubro que son más de las 3 de la madrugada. Hace apenas dos horas que nos acostamos a dormir.
Me levanto para dirigirme a la ducha, esta vez soy yo quien necesita un baño de agua fría. Necesito enfriar un poco mi cuerpo.
—¿Dónde vas? —su voz ronca por el sueño me sobresalta.
—¡Dios que susto! —me llevo las manos al pecho, sintiendo mi corazón, latiendo como si se me fuera a salir del pecho —¿No estabas dormido?
Rezo por dentro de mí para que su respuesta sea positiva. Porque no haya presenciado mi agitación por el sueño erótico que acabo de tener. No obstante, él abre los ojos y me regala una sonrisa pícara.
—Soñabas conmigo, cierto —no lo pregunta, simplemente lo afirma.
Yo no sé dónde meterme. Estoy demasiado apenada. Así que lo dejo que piense lo que quiera y me encierro en el baño.
—Que sepas que yo también sueño contigo. Muy a menudo a decir verdad. Y normalmente no tienes nada de ropa —grita y no puedo evitar sonrojarme de pies a cabeza.
—Pervertido —grito en respuesta y oigo su risa a través de la puerta.
Me desnudo y entro en la ducha, el agua fría impacta con mi cuerpo caliente y yo suelto un chillido. Odio el agua fría, maldito Max. No puedo evitar recordar los acontecimientos de esta noche, el motivo por el que Max se encuentra en mi cama en estos momentos. El porqué de semejante sueño.
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Horas antes.
La sala está completamente patas arriba. La caja, que horas antes tanto llamó mi atención, está volcada y su contenido desparramado por la alfombra. La cocina está igual, da la impresión de que alguien estuvo buscando entre los cajones.
Max avanza con el arma por delante y revisa toda la casa, mientras yo me quedo cerca de él. El miedo recorre mi cuerpo, y me paraliza cuando encontramos un sobre de papel manila sobre la isla de la cocina en donde, minutos antes, no había nada.
Atrás quedaron las preguntas que tenía en mente hacerle. Otras interrogantes ocuparon su lugar. ¿Quién había entrado en la casa? ¿Qué buscaba encontrar? Ninguna buena respuesta tendrán semejantes dudas.
Me acerco temerosa. La última vez que tuve un sobre parecido en mis manos casi termino con mi vida.
Max al verme dudar se me adelanta y lo abre él. Su cara lo dice todo. Me armo de valor y le quito el papel de las manos. Lo que encuentro provoca que un escalofrío recorra mi columna vertebral y esta vez no tiene nada que ver con el placer.
Escrito con recortes de revistas o periódicos, hay solamente una oración.
Sabemos dónde estás ratita, acabaremos contigo, no podrás esconderte Nyx.
Quien quiera que haya dejado esa nota está claro que quiere acabar conmigo.
—¿Cómo sabían donde estaba? ¿Quiénes son los que me quieren hacer daño? ¡Solo quiero que me dejen en paz¡No le hago daño a nadie, no entiendo por qué quieren hacérmelo a mí! —son tantos los sentimientos que tengo en este momento que son bastante difíciles de contener.
—Cálmate un poco Nyx, hay que pensar con cabeza fría todo esto. —pide Max, tranquilo
—Perdona por estar alterada luego de que alguien se colara tan fácilmente en tu casa y dejara una nota en donde claramente me está amenazando. —le suelto de carrerilla —no entiendo cómo puedes estar tan tranquilo.
—Por mi trabajo —dice como única explicación y se encoge de hombros.
—Sí, claro, se me olvidaba que estaba delante de un agente del FBI. Dígame, señor agente, quién está detrás de todo esto.
—Entiendo que tengas miedo, Nyx —intenta calmarme, ignorando mi hostil actitud —pero si queremos descubrir quién o quiénes están detrás de todo esto, necesitamos repasar todo con detalle. Eso no lo podemos hacer si estás intranquila y alterada.
—¡No lo puedo evitar Max! Alguien me quiere matar. ¿Qué es lo que no entiendes?
—Ok vamos a arreglar esta situación.
Sin yo esperarlo, me toma por los muslos y me pone sobre su hombro como si no pesara absolutamente nada, justo como lo hizo aquel día, cuando nos volvimos a ver después de tantos años. Camina conmigo cargada hasta el baño y abre la ducha mientras yo pataleo y lucho para que me baje.
De pronto un chorro de agua fría impacta con mi espalda y suelto un chillido. Max me baja manteniéndome bien pegada a él y me pone delante para que toda el agua caiga sobre mí. Mojándose él también en el proceso.
—Eres un idiota Max, no tienes sentimientos, no quiero que estés cerca de mí. Imbécil, arrogante hijo de p… —las palabras quedan atoradas en mi garganta sin poder salir cuando los labios de Max impactan con los míos.
Solo es un simple roce, sin embargo, es todo lo que necesita para dejarme paralizada, muda, completamente en shock. Max ve que estoy más tranquila y se separa de mí.
—Lo siento si te molestó, pero fue la única manera que encontré de que te callaras. —oigo sus palabras, veo sus labios moverse, pero no proceso lo que está diciendo.
Solo espero a que los malos recuerdos lleguen a mi mente. Que la dulce boca de Max se convierta en la de Kevin. Pero nada pasa. Mi mente solo puede pensar en lo suaves que eran sus labios. En el placer que sentí con ese inocente beso. En mi mente solo existe Max, nadie más tiene cabida en mi cerebro en este momento.
—¿Nyx? ¿Estás bien?
No lo puedo evitar, quiero más. Lo tomo por los hombros y lo acerco a mí bruscamente. Busco su boca con la mía y esta vez el sorprendido es él. No obstante, la sorpresa le dura poco, se hace cargo del beso en un instante y lo que al principio era un simple choque de labios, se convierte en algo más, muchísimo más.
Su carnosa boca se mueve sobre la mía. Sus manos acarician mi espalda y me acercan más a él. Yo por mi parte llevo las mías a su nuca evitando que se separe, aunque sea un poco. Sus labios, cálidos y suaves, acarician los míos con desesperación. El beso va aumentando de intensidad. Su lengua me invade, explorando. Mi espalda choca con los azulejos cuando lo atraigo más hacia mí. Me muerde el labio y yo suelto un vergonzoso gemido. Que lo invita a aumentar la intensidad del beso. Sus manos pasan de mi espalda a mi trasero acercándome a su prominente erección y yo jadeo, desesperada por más.
Siento que me quedo sin aire luego de unos segundos. Me separo un poco y Max me imita aún con mi labio entre los dientes. Pega su frente a la mía respirando agitadamente. Abro los ojos y su mirada, llena de deseo contenido, me paraliza por un momento. Su excitación se aprecia perfectamente en su bóxer, por lo que da un paso atrás y se mete de lleno bajo el chorro de agua fría que no me había dado cuenta de que seguía corriendo.
Un poco avergonzada salgo de la ducha, me envuelvo en una toalla y me dirijo a la habitación.
Aún no puedo creer lo que acaba de pasar, mi cerebro aún no acaba de procesar que semejante beso haya sido real y no fruto de mi imaginación. Llevo mi mano a mis labios y los acaricio recordando las sensaciones. Puedo decir sin lugar a dudas que fue el mejor beso que me han dado en mi vida. Se me pone la carne de gallina solo de pensar en repetir.
¡Oh dios que estoy pensando! Tranquilízate Nyx. Fue solo un beso, uno excitante y apasionado, sí, pero solo un beso. No te comportes como una adolescente enamorada. Eres una mujer adulta, actúa como tal.
—¿Estás bien, Nyx? —pregunta el culpable de mis quebraderos de cabeza.
Me niego a mirarlo y quedar embobada con su maravilloso cuerpo, por lo que me volteo a antes de que vea el rubor en mis mejillas.
—En absoluto —¿Pero qué dices idiota?
—Lo siento, no debí besarte. Solo lo hice porque estabas diciendo tonterías y quería que te tranquilizaras. Aunque fuiste tú quien empezó el segundo beso —no lo veo, ya que estoy dándole la espalda, pero sé que está sonriendo.
—¿Te estás disculpando o pidiendo una repetición? —no puedo creer que esas palabras salgan de mi boca.
Definitivamente, Max saca a la antigua Nyx, a la superficie.
—¿Ambas?
—Eso no va a volver a pasar Max, así que olvídalo de una vez y no te hagas falsas ilusiones.
Se ríe. El muy idiota se ríe. Me volteo y enarco una ceja en su dirección. Él deja de reír, pero mantiene la sonrisa.
—Eso es algo que ni tú te lo crees, pequeña hada. La atracción entre nosotros es inevitable. Tarde o temprano ese beso se va a repetir y muchos más vendrán luego. No obstante, haré como si no hubiera pasado, ya llegará el momento en el que me rogaras por probar mis labios otra vez.
—Eres un creído Maximiliano.
—¡Eehh! Eso es un golpe bajo. Sabes que no me gusta que digan mi nombre completo.
—¿Te molesta que te diga Maximiliano? ¡Ay no lo sabía! —me burlo haciéndome la inocente.
Él entrecierra los ojos, juzgándome con la mirada y yo solo le dedicó mi más inocente sonrisa. Esa que llevo perfeccionando desde niña.
—Rogarás por qué te vuelva a besar pequeña hada. Puedes ponerle el cuño de que lo harás y ese día, sea hoy, mañana, el mes que viene, o incluso dentro de dos años, te arrepentirás de tus palabras de esta noche.
—Eso no pasará, pero si lo hiciera ¿Me castigarías?
—Oh, créeme que sucederá y en ese momento querrás volver el tiempo atrás para recuperar el tiempo perdido. Te garantizo que el día que eso suceda, llorarás, pero de tanto placer. —sin decir más se dirige al vestidor y se pone su pantalón de pijama de algodón gris y una camiseta blanca, marcando sus pectorales.
Al parecer ya me estoy arrepintiendo de mis palabras. Quiero rogarle porque me bese de nuevo.
Tranquilízate Nyx, tu orgullo está en juego. —por fin me habla mi conciencia para decir algo bueno, para variar.
Y yo pensando que tú eras team Max
Lo soy, pero antes que todo, está nuestro orgullo, hagámosle rogar a él —me la imagino frotándose las manos maliciosamente y sacudo la cabeza.
Al parecer me estoy volviendo loca.
Sacudo la cabeza y me cambio de ropa, elijo la más sexi que traje, una simple blusa de tirantes muy finos y un mini short, ambos rosa con encaje en los costados. Es el tipo de pijama que puede resultar tierno y sensual a la vez.
Voy hacia el salón, completamente mentalizada. Cuando llego la sorpresa en mi cara se debe de notar, porque Max inmediatamente se me acerca.
—Lo recogí todo mientras te cambiabas, así por demos hablar tranquilos. —explica
Me guía hacia el sofá, con todos sus cojines, como si nunca lo hubieran destrozado.
—Primero que nada, quiero que me digas si le dijiste a alguien donde estabas.
—No, claro que no. Solo lo saben Harold y Peige y por aquella vez que fuimos al pueblo y me reconocieron. Harold se encargó de eliminar las fotos junto a Peige para que nadie se enterara de donde estábamos. Son las personas en quien más confío. Ellos no serían capaces de hacerme daño. Ni siquiera mis padres saben dónde estamos.
—Sí, lo sé. Harold te quiere como una hija y mi hermana te adora. Eso solo puede significar una cosa, Nyx, es probable que sus teléfonos, o el tuyo, esté intervenido.
—¿Espían mis llamadas?
—Es probable. Además, hay otra cosa. En la primera nota, decía solo una frase, no podíamos saber cuántas personas estaban detrás de ella, así que asumimos que solo era un sujeto, sea hombre o mujer, pero solo uno. Sin embargo, en la amenaza que dejaron hoy, la palabra acabaremos, denota que en más de una persona quién está detrás de todo esto.
—Más de una persona. —repito como una tonta.
—Y no son novatos, se aseguraron de no dejar huellas, lo comprobé y además de eso tienen intervenido los teléfonos. Esas no son cosas que un novato hace. Necesito que me cuentes otra vez todo lo que pasó el día que recibiste la primera amenaza —al ver mi cara de horror, él intenta tranquilizarme —solo hasta que lees el sobre. No te preocupes, jamás te haría recordar todo lo que pasó ese día.
Respiro más tranquila y por unas horas intentamos buscar más pistas, procurar, hallar una manera de saber quiénes quieren acabar conmigo. El tiempo pasa y no llegamos a ninguna conclusión. Sin embargo, el sueño intenta vencerme, pero tengo miedo de dormir sola y así se lo hago saber a Max. Él, burlándose un poco, accede a compartir la cama conmigo y apenas mi cabeza toca la almohada, caigo rendida en un profundo y caliente sueño.
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Cierro el agua de la ducha cuando me siento más calmada. Pensamientos sobre Kevin terminan de bajar la temperatura de mi cuerpo. Así comenzó todo, con un beso. Claro está, con Kevin nunca sentí ni la mitad de lo que siento con Max, pero eso lo hace más peligroso. Max podría llegar a hacerme más daño. Lo conozco o al menos eso creo y él no sería capaz de levantarle la mano a una mujer.
¿Qué pasaría si yo, armándome de valor, comenzara una relación con él? Lo más lógico es que quisiera sexo. La pregunta es. ¿Estoy lista para hacerlo? ¿Podré quedarme desnuda ante un hombre otra vez? La respuesta está más que clara en mi mente, aunque mi corazón piensa algo distinto. No es lo mismo un sueño erótico que vivirlo físicamente. Me da miedo que se canse de mí, que se aburra de esperar a que alguna vez esté lista. Peor aún, que esté conmigo por lástima, pudiendo estar con una mujer que le dé todo lo que él necesite. Eso podría hacerme más daño que la peor golpiza de Kevin.
La decisión que tomé luego del beso, de no repetir y olvidar que sucedió, fue la más acertada. Si no estamos juntos, románticamente, entonces no me enamoraré, ni terminaré sufriendo.
Después de un rato convenciéndome de que es la mejor opción, me visto y vuelvo a la cama. Me acuesto lo más alejada posible del dueño de mis pensamientos e inmediatamente vuelvo a quedarme dormida.
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La claridad me molesta. Seguro se me olvidó cerrar las cortinas antes de acostarme. Intento esconder la cabeza entre las almohadas, pero es imposible. Me acomodo mejor, pero algo llama mi atención. La almohada, aparte de ser demasiado cómoda, desprende un olor masculino y delicioso.
Siento una respiración en mi cuello, tardo un rato en entender que no estoy sobre una almohada. Estoy completamente acostada sobre Max. Mi cabeza se encuentra entre su cuello y hombro, por eso el olor masculino, era él todo ese tiempo. Mi pierna está entre las suyas, muy cerca de su muy notable erección matutina. Una de sus manos se encuentra en mi zona lumbar, casi tocando mi trasero. Su otra mano se extiende sobre la cama.
Intento alejarme todo lo que puedo de él, pero no mido la distancia y termino cayendo de culo al piso, llevándome conmigo la sábana que estaba sobre mi espalda. Sí, soy de las personas que solo se tapan la espalda, no me juzguen.
—Mierda —me duele el trasero.
—¿Qué haces? —pregunta Max asomándose.
Ni siquiera se levanta, solo asoma la cabeza por la orilla de la cama.
Idiota.
—Vine a darle los buenos días al suelo. ¿Tú qué crees? Me caí idiota, por tu culpa.
—Genial, salúdalo de mi parte. ¿Ahora dime que hice? ¿Sueles despiértate así de sarcástica y gruñona siempre?
—¡Me estabas abrazando! —grito intentando pararme —y no soy gruñona, sarcástica, siempre lo he sido, pero no me digas gruñona.
—Lo que tú digas. Además, si no recuerdo mal y considero que no lo hago, tú eras la que me envolvió como una boa.
—¿Me estás diciendo serpiente?
—Jamás me atrevería a decir tal cosa. Eres demasiado linda aún de malhumor, que lo sepas.
—Y tu demasiado idiota. Deberías tatuártelo así no se te olvida.
—Quizás lo que me tatúe sea tu nombre o simplemente tu hermosa cara, aún ya… —suspira y cuando está a punto de decir algo más, mi teléfono lo interrumpe.
Frunzo el ceño cuando me fijo en que la foto de mi madre me indica que es ella quien llama. Me parece extraño, mamá sabe que quería estar sola, siempre ha respetado mis decisiones y sabe que cuando estuviera lista la llamaría. Por eso un extraño sentimiento me recorre el cuerpo. Presiento que algo malo ha pasado.
—Dime mami.
Las siguientes palabras de mi madre confirman ese mal presentimiento. La sangre se me hiela en las venas al escuchar la desesperación con la que me habla. Las cosas están a punto de cambiar y lo más probable es que sea para peor.
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