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°CAPITULO TRES: Amigo°

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No supo definir la cantidad de tiempo que había pasado desde que su anfitrión y salvador por segunda vez lo dejó solo en aquella habitación acompañado de la chimenea, pero cuando notó por la ventana del fondo de la casa que la blanca nieve comenzaba a tornarse de colores violetas y rosas, supo que estaba anocheciendo y que solo pasaron unas cuantas horas desde que lo vio por última vez.

Estuvo solo la mayor parte del día, no teniendo las suficientes agallas como para salir después de la incomodidad que notó en Tanjiro tras nombrar las características de sus amigos y preguntar sobre su hermana demonio, pensó que, dada su amistad repentina a la que ellos llegaron la primera vez que los conoció tras salvarlo de la mansión de los tambores, tomaron caminos separados y aquello llena de melancolía a su salvador. Mantuvo esa teoría durante el transcurso de la tarde antes de que Tennoji, su amigo cuervo como él le apodó, llegáse volando a su encuentro graznando roncamente y apoyando sus patas sobre la piedra de la chimenea humeante. Su pata aún mantenía el torniquete de su primer encuentro.

Igual que mantuvo su teoría en respecto a los amigos de Tanjiro, también maquinó una hipótesis basada en los últimos acontecimientos que estaban rondando últimamente en su vida durante los pocos días que pasaron: Tennoji era capaz de entender la lengua humana.

Confirmó sus sospechas cuando el amigo cuervo recibió órdenes de su dueño para servirle comida a Kiyoshi, y este sorprendido se negaba a recibir más ayuda de la que ya antes fue privilegiado al tener.

—¡A-amigo cuervo, de verdad no tengo hambre!—se apresuró a decir al ver al animal regresar a la habitación con un envase de madera sostenido en sus patas, de alguna manera se las arregló para preparar arroz en el fuego de la chimenea frente a Kiyoshi y dejó a este con una mirada atónita.

Graznó con su característica voz ronca en respuesta, mostrándole a un Kiyoshi sin palabras como sostenía el cucharón sobre la olla y tomaba los granos de arroz ya cocidos, vertiéndolo en el recipiente de madera bajo los ojos de él.

Tennoji tomó el recipiente esta vez con el pico y planeó con algo de esfuerzo hasta las rodillas de Kiyoshi, dejándolo en el suelo y graznando.
Kiyoshi parpadeó un par de veces antes de darse cuenta de que el plato humeante de arroz blanco estaba frente a su cuerpo, el cual reposaba en el futón donde había despertado.

—Gracias... supongo—habló apartando el sudor de su frente, pues tal escena no se veía todos los días—, eres...realmente sorprendente, amigo cuervo.

Le sonrió y Tennoji volvió a graznar como resultado.
Tomó los palillos y pellizcó entre el arroz, dando las gracias antes de llevar el primer bocado caliente a sus labios. Masticó, saboreando cada grano como si fuera la primera vez que comía arroz blanco.

El cuervo se dedicaba a observarlo fijamente con sus profundos y oscuros ojos negros. Kiyoshi notó que en su mirada hallábase atisbo de curiosidad y algo que pudo distinguir como humanidad, algo peculiar teniendo en cuenta que Tennoji, el cuervo de Tanjiro, es un animal al que se podría considerar salvaje; sin embargo, por lo poco que sabía acerca de su amigo cuervo, era evidente que este había sido entrenado para ser una mascota. Supuso en su cabeza y mantuvo ese pensamiento constantemente entre sus ideas que ahora revolvían su cerebro.

Por un momento, Kiyoshi y Tennoji hicieron contacto visual, el humano masticando lentamente los granos de arroz y el cuervo abriendo repetidas veces el pico, como si quisiera hablar con él y mostrarle su capacidad para hablar, más nada salía de la lengua de este y se dedicaba solo a volver a cerrar el pico.

Kiyoshi fue aquel que decidió hablar primero.

—Amigo cuervo...¿Te encuentras bien?—preguntó dejando el envase de madera aún con arroz en el suelo frente a sus rodillas, su atención completamente puesta en el cuervo de Tanjiro— Tu pata ha pasado un tiempo con ese torniquete, y creo que sería mejor cambiarlo.

Pensó que no entendería lo que quería decir, pero volvió a sorprenderse cuando él le graznó roncamente y voló hacia lo profundo de la casa, hasta la habitación que él exploró con la mirada cuando se despertó solo. Segundos después, Tennoji regresó junto a Kiyoshi con una venda pequeña y delgada blanca y un trozo de madera que aparentemente acababa de ser arrancado de alguna zona cercana sostenidos sobre su pico.

Ahí supo que realmente el cuervo era capaz de entenderlo. Tennoji entendía el lenguaje de los humanos.

Con una sonrisa, aceptó los objetos y dejó que su amigo cuervo reposara su cuerpo en su regazo, así teniendo la capacidad y la facilidad de tener bajo sus manos la pata lastimada de Tennoji y cambiar el torniquete con la rama de árbol que le había hecho cuando lo vio caer entre la nieve durante su primer encuentro. Realmente no supo exactamente cuánto tiempo estuvo ahí, en cama, bajo los cuidados de Kamado Tanjiro, aquel que lo salvó cuando niño a él y a sus hermanos menores, y que hasta el sol actual nunca olvidó su nombre.

El cuervo graznó tras sentir su pata herida estirarse bajo las suaves manos de Kiyoshi, y este se disculpó por la acción, más solo quería observar la movilidad de su extremidad. No falta mucho para que estuviese en mejor forma y pudiese caminar con tranquilidad.

—El señor Tanjiro fue el que salvó mi vida—habló luego de un corto silencio—, pero fuiste tú el que le dio el aviso, ¿No es así?

Tennoji le prestaba completa atención, sus ojos negros veían fijamente los de él, mientras que este posicionada el trozo de madera delgado en la fina pata del cuervo.

—Quizás, si no fuera por ti, amigo cuervo, estuviese muerto justo ahora—Kiyoshi mantuvo una sonrisa sin dientes en sus labios, estirándolos.

»Agradezco lo que has hecho por mí, mi querido amigo cuervo.

Finalmente le sonrió, cerrando sus ojos y con un tierno color rosa adornando sus mejillas. Una clara sonrisa ahora con dientes le fue proporcionada al ave, este silenciosamente lo seguía mirando, ahí notó que su pata ya había sido cambiada de vendaje y se obligó a moverse del regazo de Kiyoshi.

Este siguió sonriendo, acariciando el vendaje de su cabeza.

—¿Cómo sientes las vendas, amigo Tennoji?—preguntó pendiente de la pata herida—¿Necesitas algo más?

Ante la última pregunta, Tennoji graznó ronca y fuertemente, llamando la atención de Kiyoshi.

El fuego se apagó minutos después de que la comida le fuese servida, así que el humo terminaba de salir de entre los troncos y el carbón que se usaron para calentar la habitación y hervir el agua con el arroz que cenó. El anochecer aún no se asentaba por completo, pues por la ventana aún veiase la nieve colorada de morado por el cielo.

El humano frente al animal de repente le prestó mucha atención.

—¿Tiene que ver con tu estado actual?—Tennoji dio respuesta negativa tras negar con su pequeña cabeza. Confirmó al cien por ciento de que el cuervo entendía el habla de las personas—¿Es algo referente a mí?

No negó ni afirmó nada, tampoco movió la cabeza en ninguna dirección o graznó como respuesta, pues no sabía cómo contestar ante la pregunta. Kiyoshi, que supo leer lo que quiso decir el pequeño cuerpo de su amigo ave, entendió que sí se trataba de él, más no por completo.

Movió la cabeza hacia un lado, pensativo ante el cuervo.

—¿Es algo bueno?—volvió a quedarse sin respuesta. Tennoji no sabía cómo definir lo que necesitaba, desconocía si para el humano que lo salvó significaba algo bueno o malo—¿Malo, quizá?

Suspiró, pues el amigo cuervo no estaba ayudando mucho.

—Lo que necesitas requiere de mi presencia, pero no completamente, y no sabes si es para bien o para mal—recapituló Kiyoshi la información que hasta ahora obtuvo por las acciones físicas de Tennoji.

Mientras maquinaba alguna pregunta para que el ave respondiese en afirmación o en negación, recordó dónde se encontraba y a quién le pertenecía el animal que ahora era su amigo.

—el señor Tanjiro es capaz de entenderte mejor que yo—Kiyoshi hizo la intención de levantarse del futón, quitando la manta que cubría la mitad de su cuerpo—, él quizás pueda saber lo que necesitas de mí.

Sin embargo, antes de que terminase de colocarse en pie, Tennoji saltó el graznido roncos y fuertes y elevó vuelo hasta el rostro de Kiyoshi, sorprendiéndolo y haciendo que sus hombros se elevaran del susto. El ave voló hacia abajo y cruzó entre las piernas del humano, rozando su piel y logrando que perdiera el equilibrio.

—¡Tennoji!—reprendió dejándose caer sobre el futón, pues no quería alertar a su salvador sobre la posible abertura, por tercera vez, de las heridas que aún no sanaban—Eso fue peligroso, ¿Sabes qué...?-

Calló al verlo desesperado frente a sus ojos, aleteando sus alas para permanecer sostenido en el aire a la altura de su mirada. Sus ojos completamente negros chocaron con los ojos hazel de Kiyoshi, quién no comprendía las acciones ni la mirada del animal.
Sin embargo, como logró ver hace unos momentos, notó la humanidad en las pupilas de sus ojos, como también notó la desesperación y la angustia pasar en su mirada como un destello invisible al ojo de cualquiera. Él era bueno leyendo la mirada ajena de muchos de las personas que residían en el pueblo bajo la montaña.

—¿Estás...bien?—quiso saber—¿Dije algo que captó tu atención?

Tennoji asintió aún en el aire.
Unió cabos en su mente y finalmente pareció darle un vuelco en el pecho y un extraño pero placentero dolor en la cabeza, la herida le palpitó cuando recordó lo que le dijo al cuervo.

—¿El señor Tanjiro?

Revoloteó en el aire lejos de Kiyoshi, graznando con fuerza.

—¿Tiene que ver con el señor Tanjiro y conmigo?—ante la afirmativa y energética respuesta de cabeza de parte de su amigo cuervo, Kiyoshi se sentía más tranquilo al lograr entenderlo—¿Por qué tiene que ver conmigo?

Recapacitó la última pregunta, pues acababa de reproducir en su memoria la incomodidad de Tanjiro tras nombrar a sus amigos y a su hermana. Se repitió a sí mismo en voz baja que debía de disculparse por su atrevimiento, malos modales y por causarle la incomodidad.
Sin embargo, Tennoji no parecía querer mostrar que de eso se trataba, pues muy efusivamente volaba por la sala y daba vueltas en el aire.

Entonces lo vio planear hasta la chimenea aún humeante, llenar su para buena de carbón y volver hasta estar frente a él en el suelo, donde comenzó a trazar en la madera con el carbón de su pata.

Repitió la acción muchas veces, pues se le acababa el carbón que llevaba. Iba y venía de la chimenea hasta él y de él hasta la chimenea; tardó en entender la primera parte de lo que Tennoji hacía. Una letra.

—A...—leyó, anonadado de que un cuervo supiese escribir y admirando el cómo escribía otra letra al lado de esa.

Tardó más en esta letra, así que Kiyoshi se dedicó a pensar en las posibles palabras que quería (y no podía) pronunciar el amigo cuervo: ¿Árbol? ¿Arándano? ¿Arma? ¿El señor Tanjiro necesitaba un arma para bajar arándanos de un árbol?

Entonces vio, luego de varios segundos de pensamientos, la segunda letra mientras el cuervo escribía la tercera al lado de esta.

—A...m...—¿Amarillo? ¿Amígdala? ¿Amatista? Ninguna de las palabras que pensó se acoplaban a las necesidades de Tanjiro.

No tardó mucho en escribir la tercera letra.

—A...mi..—Kiyoshi se quedó sin imaginación para las palabras que Tennoji intentaba decirle. Simplemente decidió esperar a que terminara de escribir con el carbón sobre la madera. El pico del cuervo se entreabría por el cansancio de volar de un lado a otro por la habitación.

Para cuando terminó de escribir por completo la palabra, Kiyoshi había aprovechado para terminar de comer el arroz que dejó en el envase, estaba tibio, pero aún seguía bastante sabroso.
Leyó la palabra, confundido.

—¿Amigo?—volvió a leer, todas las letras estaban en mayúsculas.

Tennoji graznó con cansancio, descansando su cuerpo al lado de la última letra.

Pensó en la palabra y al unificarla con el señor Tanjiro, pensó finalmente en lo que su amigo cuervo quería de él.

Kamado Tanjiro necesitaba un amigo.







(…)






Cuando el alba mostró sus primeros indicios de presencia entre las copas de los árboles completamente cubiertos de gruesas capaz de nieve, ya hallábase él sentándose en el borde de la entrada de la casa admirando el comienzo de un nuevo día.

A pesar del frío, se mantuvo con un haori de cuadros verdosos y negros, el cual estaba ya desgastado por la cantidad de tiempo que había pasado usándolo, pues los bordes estaban maltratados y las mangas iniciaban a quedarle cortas en los brazos. Suspiró, viendo su aliento perderse en el viento helado de la fuerte época nevada de ese año.

Su cuervo, Tennoji, graznó en forma de saludo y llegó volando desde el interior de la casa hasta posarse sobre  hombro izquierdo. No sé inmutó ante su llegada.

—Tennoji, ¿Cómo está nuestro invitado?—quiso saber sin apartar la mirada de las copas de los árboles que se hallaban en el exterior, admirando el paisaje.

Volvió a graznar, esta vez más alto, en respuesta. Tanjiro, que conocía el lenguaje de su amigo alado, asintió satisfecho.

Sin embargo, sus oídos captaron unos pies descalzos caminar en su dirección.

Observó de reojo a Tennoji, quien veía fijamente los ojos crepusculares de su dueño y amigo. Estuvo apunto de replicarle, pero los pasos se detuvieron a sus espaldas una vez que llegó hasta la entrada, dónde él se encontraba impidiendo el paso hacia el exterior nevado.

Lo sintió retomar su camino hacia él, y lo vio de reojo sentarse a su lado izquierdo, pues la ausencia del ojo derecho no le permitiría ver el rostro de su invitado herido.

—Buenos días, señor Tanjiro—saludó Kiyoshi con una amable sonrisa—, esperaba poder yo acompañarlo durante el desayuno de hoy.

—Le agradezco su amabilidad, pero Tennoji estaba por llevarle el desayuno a la habitación—Tanjiro cerró su ojo izquierdo, respirando el frío oxígeno.

—Por favor, su amabilidad hacia mí merece ser recompensada—Kiyoshi giró su cuerpo en el suelo de madera y se inclinó hacia adelante en forma de una pequeña reverencia,quejándose por lo bajo de la herida de su abdomen que aún no curaba y aún le dolía, más se quedó de esa manera unos segundos.

»Ayer no le agradecí la hospitalidad y la amabilidad que me brindó por salvarme la vida, por segunda vez—aclaró lo último con una sonrisa—. Le agradecí al amigo cuervo, y ahora le toca a usted aceptar mis más sinceros agradecimientos y mis grandes disculpas por el tiempo, atención y cuidado que ha tenido sobre mí.

—Aceptaré su agradecimiento una vez se siente correctamente para no lastimar su abdomen, Marechi—el susodicho se levantó rápidamente, ignorando el apodo por el que lo llamó—. No se preocupe por el tiempo, dispongo de mucho.

Se sumieron en el silencio, a la espera del cuervo con la comida para el desayuno.

—¿Goza de buena salud?—preguntó Tanjiro repentinamente, su ojo de crepúsculo fijo en la nieve.

—Mis heridas están sanando, si ha eso se refiere—respondió, antes de volver a hablar con algo de vergüenza—. Le agradecía que no fuese tan forman conmigo, señor Tanjiro, después de todo usted es mayor que yo.

—Entonces digo lo mismo—Kiyoshi se confundió ante las palabras de Tanjiro—, no soy tan viejo como para recibir tanta educación de tu parte, Marechi.

mi nombre es Kiyoshi, Katsuragi Kiyoshi—se presentó—. Me es algo incómodo escuchar por como me llamaba aquel demonio.

Tanjiro, quién no se había percatado de la incomodidad de su invitado herido, comprendió lo que quiso decir y memorizó su nombre.

—Me disculpo por eso, Kiyoshi.

—Yo me disculpo nuevamente—dijo de repente—, pues ayer lo incomodé con mis preguntas y me metí en asuntos personales.

Tennoji, el cuervo de Tanjiro, graznó roncamente anunciando su llegada e interrumpiendo las disculpas de Kiyoshi. Le ofreció a su dueño un tazón de madera con arroz humeante en su interior y luego volvió a ingresar al interior de la casa, trayendo después otro tazón para Kiyoshi.

Notó entonces que la katana enfundada con la que actualmente usaba como bastón para sostener su peso reposaba sobre sus piernas, y recordó cómo la usaba en su época de adolescencia cuando le salvó la vida junto a sus amigos.
Tanjiro pareció entender la mirada de Kiyoshi, pues tomó su katana y la posicionó al lado contrario donde se hallaba sentado. Kiyoshi observó como su mano izquierda con esfuerzo sostenía el peso de la katana y parecía casi lanzarla al suelo de madera al lado derecho de Tanjiro.

El tazón de arroz blanco se acomodó en sus piernas, sus orejas bajo sus ojos eran bastante notorias y oscuras y el brillo de sus pupilas que había visto cuando lo conoció en la mansión de los tambores desapareció. No probó ningún bocado en su presencia, y para cuando Kiyoshi terminó de saborear su desayuno, el envase de Tanjiro estaba intacto y el arroz ya estaba frío.

—Sé lo que piensas—dijo de golpe, iniciando un tema de conversación con Kiyoshi—, mis días como cazador de demonios acabaron hace ya siete años. Como puedes ver, me quedé con recuerdos inolvidables de esos momentos.

—¿Pudieron exterminar a los demonios?

—Sí, la guerra culminó hace siete años—Kiyoshi, quien lo creía imposible, abrió los ojos en grande y su boca se abrió con sorpresa—. Exterminamos al padre y rey de los demonios, con ello pudimos finalmente regresar en paz a casa...

Se detuvo a mitad de lo que decía, sumiso en los recuerdos de esos tiempos. Recordó a los caídos y suspiró con melancolía.
Kiyoshi le sonrió, buscando otro tema de conversación.

—Vine hasta está montaña en plena época nevada con el fin de encontrar una planta—Kiyoshi vio los movimientos de Tanjiro, este no dejaba de acariciar con su mano izquierda el hombro de su brazo derecho—: Ardisia japonica. Se dice que puede curar cualquier enfermedad, quizás la hayas visto.

—¿Te encuentras enfermo más allá de las heridas?

—No es para mí, es para mi esposa—la recordó con amor, sonriendo mientras observaba el suelo de madera donde estaba sentado. Sus mejillas se pusieron rojas sin darse cuenta—. Tsuyoko está embarazada y se encuentra gravemente enferma, los médicos del pueblo no saben lo que tiene y las medicinas no surten efecto, además de que no disponemos de mucho dinero actualmente.

Tanjiro, a pesar de no parecer muy atento a las palabras de Kiyoshi, se encontraba escuchándolo con atención, aún acariciando el hombro de su brazo derecho.

—Me siento terrible tras irme bajo la mentira de que estaría en la aldea vecina buscando un médico—confesó rascando su nuca por encima de la venda que la cubría—, pero ella es muy importante para mí, ella y mi futuro hijo que duerme en su vientre son para mí la razón de que siga vivo.

—¿Tanto la amas como para venir a la montaña durante el fuerte invierno?—de golpe preguntó, su ojo bueno estaba más abierto de lo normal y veía con una mirada perdida el camino de árboles.

Kiyoshi no respondió al instante, no porque dudara del amor que profanaba hacia la mujer de su vida, sino por la voz que adoptó Tanjiro cuando preguntó. Temblaba ligeramente, apretando el hombro derecho con su mano izquierda, su ojo bueno vacilaba la mirada y daba temblores, mordía su labio inferior con fuerza y se encorvada levemente hacia adelante, como si hubiese recibido algún golpe en el estómago.
El ojo crepuscular contrajo la pupila tras recordar a una chica de cabello negro y ojos morados.

Se levantó de golpe y dio la vuelta para retirarse.

—¡E-espere, Tanjiro!—Kiyoshi intentó tomarlo del brazo derecho, más solo fue capaz de agarrar fuertemente la manga del haori.

No encontró su brazo derecho, porque no lo tenía.

Goteando sudor por su frente, Tanjiro observó la reacción de Kiyoshi, quien veía anonadado la ausencia de su brazo de derecho. El cuerpo de Tanjiro era sostenido por la katana enfundada contra el suelo; en la oscuridad, las orejas bajo sus ojos eran más profundas
Kiyoshi vaciló entre dejarlo ir o rogar para que se quedara junto a él. Decidió luchar por seguir a su lado, porque la soledad parecía matarlo lentamente.

—Quiero...quiero pagarle todo lo que ha hecho por mí, tanto en el pasado como actualmente.

—No hace falta pagar por mi hospitalidad, Marechiolvidó por completo que a su invitado no le gustaba ser llamado de esa manera, pues no estaba en sus cinco sentidos tras el recuerdo repentino—. Tan pronto como curen sus heridas, mi cuervo lo guiará de regreso al pueblo.

—¡N-no! Yo...—Tennoji, que había ocultado su presencia y escuchado toda la conversación que se desenvolvía desde las maderas del techo, observó fijamente los ojos hazel y este lo miró por encima del hombro de Tanjiro—Me veo incapaz de dejarlo actualmente, pero permítame ayudarlo de alguna manera.

»Lo conozco desde que tengo trece años...hace mucho que no sé de usted, quiero rememorar mi salvación del pasado y ayudarlo a pasar el fuerte invierno.

—¿Y cómo piensas hacerlo?—preguntó curioso, en su ojo bueno encontrábase atisbo de soledad, más un leve brillo se hizo presente, tan rápido que muy apenas fue capaz de notarlo.

—Mi cuerpo aún funciona, estoy herido, más no debilitado—Kiyoshi soltó lentamente la manga del haori de Tanjiro, intentando ignorar el hecho de que ahora no disponía de un brazo derecho—. El invierno es fuerte y su única ayuda es un cuervo, puedo serle de más ayuda, Tanjiro. Mantendré la entrada limpia de nieve, ayudaré a cocinar y todo lo que quiera que haga.

—No dispongo de dinero para pagarte—dijo con afanes de alejarlo.

—No busco dinero...busco matar el tiempo perdido—le sonrió—. Usted me ayudó, ahora me toca a mí hacerlo.

El viento frío se hizo presente para revolver el cabello negro de Kiyoshi, mientras esa brilla llevaba al rostro de Tanjiro para apartar los cabellos del color del crepúsculo que habían en su frente, la coleta de cabello bailó en el aire.

Desde que lo vio en el fondo de aquel risco apunto de caer, había estado contemplando su sonrisa. Él estando al borde la muerte, sonrió. Y parecía regalarle todas sus sonrisas desde que lo salvó.
De repente, antes de que pudiera negarse nuevamente a la ayuda de Kiyoshi, a su lado, pareció ver un rostro de cejas arremolinadas y brillante sonrisa que contrastaba con su cabello de colores del fuego, aquel que siempre andaba con una sonrisa y siempre se reía; incluso al morir, nunca dejó de mostrarle felicidad.

Tragó en seco, sus labios temblaron y por un momento sintió que su cuerpo caería al suelo. Vio a Tennoji a sus espaldas, y este asintió con su pequeña cabeza.

Confuso por la persona que acababa de ver al lado de Kiyoshi, suspiró profundamente con la cabeza caída y cerró su ojo izquierdo.

—¿Eres capaz...de ir al establo en busca de carbón?—preguntó con su mirada fija en la madera del suelo.

Kiyoshi sonrió, sus mejillas tornándose rosas.

—¡Claro que sí!—Antes de que pudiese decir otra cosa, su invitado se levantó del suelo de la casa y tomaba rumbo al pequeño establo cerrado al lado de ellos, dónde se almacenaba el carbón que la familia Kamado solía vender.

Lo vio moverse entre la nieve, al igual que vio a Tennoji volar sobre él y lanzar una gruesa manta para que no se congelara por las gruesas capaz del suelo que le cubrían por completo los pies. Kiyoshi se giró a verlo y le sonrió en agradecimiento.

Se mantuvo ahí, viéndolo a lo lejos, apoyado en su katana enfundada contra el suelo para soportar el peso de su cuerpo. Estaba débil, y pronto lo estaría aún más.

Buscó calentar su mano izquierda con su aliento, por lo que la mitad de su cuerpo fue apoyado en las paredes de la entrada y la espada descansó en la misma, mientras Tanjiro llenaba de calor su mano.
Una vez calentada la observó, solo para ver una fina y delicada mano femenina posar su palma sobre la de él, su brazo delgado brazo era cubierto a la mitad por una manga de haori rosa. Se sobresaltó, girando su cuerpo a un lado para ver a la causante del susto: nadie. Estaba alucinando.

—¡Tanjiro!—gritó Kiyoshi en la entrada del establo de carbón, captando su  atención.

Una amable y gran sonrisa fue lo que recibió de su parte.

—¡Espero poder ser tu amigo!

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