°CAPITULO CUATRO: Misterio°
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Durante la mayor parte de la mañana del día siguiente en la residencia Kamado, el amigo cuervo volaba de un lado a otro en ayuda a Kiyoshi, quien ahora barría la nieve acumulada en la entrada de la casa con una vieja escoba.
Para cuando Tennoji graznó con voz ronca desde el interior de la casa, el pelinegro se apresuró a dejar la escoba en apoyada en la madera de la pared y se adentró a donde la chimenea se encontraba, le había dicho al cuervo que estuviese al pendiente de la olla en el fuego donde calentaba el agua para hacer té caliente de hierbas que el ave se dispuso a encontrar mientras sobrevolaba la montaña cubierta de gruesas capaz de nieve. Afortunadamente, regresó con varias hierbas en el pico y fue recibido por la nariz superdotada de Tanjiro, quién olió el aroma que desprendían las hojas para el té cuando no siquiera llegaba a la casa y decidió salir a recibir al cuervo en su brazo, deseándole un buenos días bajo la mirada de Kiyoshi.
Con una amable sonrisa en sus labios, Kiyoshi le tendió una taza humeante de té a Tanjiro, quién se hallaba sentado en el porche de la casa viendo los árboles al frente suyo rodeados de nieve.
—¿Quieres más azúcar?—preguntó luego de tomar de su taza, el té sabía realmente bien. Se dispuso a seguir barriendo la nieve.
—Está bien así, te lo agradezco—respondió soplando el humo, el cual se perdía en el aire frío de la mañana nevada—. Hacía tiempo que no bebía un té así.
—¿No sueles comprar té?
—No he ido a ningún pueblo o mercado poblado en siete años_Kiyoshi lo observó sorprendido, no creyendo lo que decía—, todos los alimentos que poseo los cultivamos Tennoji y yo aquí en la residencia, el agua que bebemos la hervimos al fuego luego de extraerla de un hueco en la última habitación de la casa.
Siguió barriendo, sintiendo sus pies más libres tras quitar las gruesas capaz de nieve que rodeaban la casa. Próximamente debía de limpiar la nieve acumulada en el techo, pues no sería gratificante que este se enfriara lo suficiente como para romperse.
—¿No es eso muy...extremista?—Tanjiro lo observó a través de su único ojo crepuscular, Kiyoshi estaba de espaldas a él con una escoba vieja en la mano y el haori anaranjado con el que había llegado cuando le salvó la vida, ahora limpio de sangre.
—Me conociste en la flor de mi vida, en ese entonces amaba hablar con las personas y hacerlas felices. Ahora, busco aislarme de todos.
—Tanjiro...
—Me lo merezco—declaró seriamente, su cabello atado en una coleta se meció con una brisa fresca que apareció se repente—, la batalla final contra el rey de los demonios dejó malos recuerdos en todos... incluyéndome.
Con sus ojos hazel, procedió a mirarlo de reojo aún de espaldas a él, este veía fijamente algún punto fijo en el bosque que se extendía por la casa y por la montaña, no supo qué veía, pero era tan intensa su manera de observar a la lejanía, que por un momento pensó que estaba viendo a alguien a lo lejos. No había nadie.
Pareció darse cuenta de su acción, por lo que parpadeó repetidas veces antes de darle un pequeño sorbo a su té.
Realmente creyó haber visto a alguien, pero fue producto de su imaginación. Como siempre.
—¿Cómo conociste a tu esposa, Kiyoshi?—quiso saber para desviar la conversación, cosa que logró, pues el nombrado sintió en la pregunta lo que verdaderamente quería hacer y no se negó a ello.
De repente, sus movimientos se tornaron lentos y sus mejillas tomaron un color rosa.
—Fue poco tiempo después de que salvaras mi vida y la de mis hermanos—sonrió—, Tsuyoko huía bañada en sangre ajena de un demonio que se había comido a sus padres, decidí ayudarla a llegar al pueblo más cercano...pero me enamoré de ella solo con verla.
Sonrió levemente, aspirando el aire frío de esa mañana. Sin embargo, llegó a sus fosas nasales el peculiar olor de la sangre especial de Kiyoshi, pues sus heridas a pesar de estar suturadas y cerradas, emitían pequeños glóbulos de sangre que se adherían a las próximas cicatrices.
—¿No te fue difícil cuidar de ella y de tus hermanos al ser un marechi?—preguntó nuevamente aspirando el olor de su sangre.
—Sí lo fue—contestó—, pero eso no me detuvo de protegerlos con mi vida. Aprendimos a tenderles trampas y llamar su atención utilizando mi sangre, después de todo, eso es lo que siempre buscaban.
—En realidad, Kiyoshi, los demonios que buscan marechis solo buscan asesinarlos—Kiyoshi giró su cabeza repentinamente—. La sangre especial de tu tipo los vuelve débiles, por ello siempre que algo no huele a lo habitual buscan exterminarlo.
Siguió barriendo con lentitud.
—Crecí con la idea de que mi sangre los hacía más fuertes—confesó avergonzado—. En mis libros, mi sangre especial es puesta como poderosa para los demonios.
—¿Tus libros?
—¿No te lo dije? Soy escritor-Kiyoshi sonrió de lado—, pensé que ya te lo había comentado, quizás se me olvidó luego de ver la cantidad de nieve que había que barrer aquí afuera.
Asintió, porque además de darse cuenta de que su invitado era un escritor, se daba cuenta de que las repisas de libros han estado repletas de gruesas capaz de polvo, telarañas y termitas que se comían las portadas de los libros. Cabe decir que no ha tomado uno de esos libros desde que vivía en soledad.
Kiyoshi suspiró silenciosamente, notando que Tanjiro no estaba en su juicio por completo esa mañana.
—Escribo sobre mis experiencias con los demonios—continuó hablando—, mi sangre extraña le da fuerzas a los demonios, nunca creí que los debilitaría.
—¿Hablas sobre...sobre mí?—quiso saber con algo de incomodidad, pues aquellos días los había estado enterrando cada vez más profundo en su corazón conforme pasaba el tiempo. En respuesta a su pregunta, Kiyoshi lo observó con sus ojos color hazel, con algunos copos de nieve pegados a las puntas de su cabello oscuro y le regaló una sonrisa; por un momento, se vio a sí mismo reflejado en él, como muchos cazadores de demonios de su tiempo lo solían describir: amable sonrisa y mirada sincera.
—Mi manera de narrar los hechos se basa en la poesía, intercambio de posición de palabras o vocabulario de difícil comprensión—explicó Kiyoshi deteniendo sus acciones para hablarle—, hablo de un joven chico que intenta sobrevivir en un mundo plagado de demonios, donde conoce a humanos que luchan contra ellos y uno marcó su vida para siempre.
—¿Llegué a cambiar tu vida de alguna manera?
—Pues gracias a ti logré conocer a mi esposa y aprendí a vivir mi vida en contra de los demonios—giró su cabeza una vez más para observarlo—¿Te sorprende cambiarle la vida a alguien, Tanjiro?
—Es solo que...nunca terminó de gustarme por completo mi oficio—confesó—, hubo demonios que merecían ser exterminados, sí, pero eso no quita el hecho de que fueron seres humanos...años después, dejó de importarme cualquier ser existente más allá de las cuatro paredes de mi casa.
—Todo debido al trabajo?—antes de que Tanjiro fuese capaz de responderle, Kiyoshi detuvo la escoba de golpe—Es extraño, hay algunos montículos de tierra debajo de toda esta nieve, diría que son unos...¿Cuatro o cinco? Sin embargo, la cantidad de nieve encima no me deja ver bien lo que es.
—Creo que así está bien por hoy, Kiyoshi—se apresuró a hablar Tanjiro.
—¿Estás seguro? No tengo problemas en...-
—Así me gusta, no quiero que desentierres más nieve en esta parte de la casa.
Kiyoshi se detuvo de golpe, aún de espaldas a aquel que le salvó la vida en dos ocasiones. La voz de Tanjiro le había sonado tan lejana a él, como si de un susurro se tratáse; se volteó lentamente para observarlo a través de sus ojos hazel, los cuales chocaron con un ojo crepuscular que lo veía fijamente, sin parpadear; le pareció que temía la idea de cerrar los párpados para hacer una acción básica del ser humano, como si no quisiese dejar de observarlo por tan solo una milésima de segundos.
Se sintió indefenso ante su penetrante mirada, pues la voz de Tanjiro sonó más seria de lo normal, como una orden, y el ojo muerto que tenía sobre él donde alguna vez hubo vida lo amenazaba.
Tanjiro era una buena persona, tras la carcasa que se había colocado luego de siete años de servicio como cazador de demonios y haber participado en la guerra contra el líder. Sin embargo, justo ahora, parecía atento ante sus movimientos y ansioso por lo que diría a continuación. Frunció el seño, pues no comprendía las reacciones y facciones que Tanjiro le proporcionaba.
Se negó a pensar mal de él y borrando todos sus pensamientos de su cabeza, le sonrió amablemente que fue acompañada con una gota de sudor que cayó de su frente y se tornó gélida cuando entró en contacto con el aire frío de la época nevada.
(...)
El llamado de Tennoji lo despertó de su descanso, y recordando que dejó el fuego encendido en la chimenea con una olla burbujeante de agua para hervir el té, se levantó velozmente del futón sin siquiera terminar de bostezar y procedió a correr donde el llamado del amigo cuervo.
Suspiró, teniendo el cuidado de no quemar sus descalzos pies con el agua hirviente que formaba pequeños charcos en la madera del suelo. Acarició su abdomen, pues la velocidad que ganó una vez recordó la olla caliente en la chimenea le afectaba las heridas que aún no terminaban de sanar; su cabeza palpitó por el brusco movimiento ejercido cuando se levantó de golpe, por lo que apoyó el peso de su cuerpo en la pared a la espera de que bajase el calor de la olla y así verterlo en la tetera que había encontrado arrumbada en la última habitación del fondo.
Las patas de su amigo alado se posaron en su hombro izquierdo, graznando con voz ronca y baja a su oído.
—Gracias por el aviso, amigo cuervo—dijo estirando sus labios en una sonrisa mientras que con la muñeca de su mano derecha se masajeaba uno de sus ojos, finalmente terminando de bostezar—. Realmente necesitaba dormir un rato, el dolor en las noches es insoportable.
Le asintió con su pequeña cabeza, observándolo a través de sus orbes completamente negras.
Una vez la olla dejó de estar tan caliente, se colocó los guantes de cocina y tomó el objeto entre ellas, guiándose con cuidado sobre sus pies descalzos en la madera fría hasta llegar a la pequeña mesa de baja altura donde reposaba el juego de té completamente limpio y lejos de haber estado guardado en la oscuridad polvorienta del cuarto usado como depósito.
Las hojas para el té estaban al fondo, por lo que cuando el agua caliente comenzaba a llenar la tetera, el olor a té caliente iniciaba a llenar la habitación.
—¿Tanjiro está descansando?—preguntó al cuervo mientras colocaba un poco de azúcar a la tetera con té. Este asintió, aleteando sus alas—Eso es bueno, he notado que hoy está más...como decirlo, ¿Ansioso?
Estuvo de acuerdo con él, más no graznó o demostró quererle decir algo al respecto. Sin embargo, el ave movió bruscamente su cabeza, como si alejase los pensamientos.
—Ya veo...el té que preparé ayudará a sus ansias—Kiyoshi volvió a sonreír, aspirando con gusto el humo del té caliente que vertía en la tetera con cuidado—, después de todo, su estado debe de ser mayormente por las grandes cantidades de nieve de este año.
Después de verter el té por completo, buscó la bandeja en dónde colocaría todo el juego de tazas para llevar su respectiva a Tanjiro, quién dormía como pocas veces en su habitación. Sin embargo, sus ojos en ningún momento lograron dar con la madera delgada de la bandeja.
Masajeó su cabeza, específicamente en la zona afectada durante el accidente, creyendo que la bandeja la había soñado. Pues realmente estuvo soñando con una bandeja con té siendo llevada por el mismo demonio que lo atacó cuando niño.
Se encogió de hombros, dispuesto a buscar una bandeja para el té por toda la casa.
Tennoji graznó por lo bajo, saltando del hombro humano de Kiyoshi para planear hasta la estantería de madera donde libros empolvados reposaban sin ser abiertos en mucho tiempo. Observó a través de sus ojos negros como su amigo humano aventuraba su cuerpo y sus ojos hazel para buscar la bandeja.
—Oi, Tennoji—llamó agachando su cuerpo, creyendo ver algo debajo del futón en donde antes dormía—¿Si fueras una bandeja de té, dónde estarías?
El nombrado volvió a graznar, al mismo tiempo que aleteaba las alas. Sin embargo, no se movió más allá de eso ni tampoco logró darle una respuesta.
—Podría estar donde sea—comentó sentándose en el suelo, la espalda le crujió y sintió un pequeño alivió—, debajo de algún mueble, debajo de la casa...debajo de la tierra.
Dijo lo último pensativo, lo cual le llevó a imaginarse los montículos de tierras que habían en el porche de la casa.
Sacudió su cabeza, queriendo dejar de pensar en eso, pero la cantidad de montículos era excesiva para solo ser viejos cultivos que nunca dieron sus frutos por el clima invernal; tampoco sería lógico tener tal cantidad de montículos para esconder o tirar objetos cuando tenía una chimenea y un gran almacén de carbón para quemarlo todo.
De repente sintió todo muy sospechoso.
Cuatro o hasta cinco montículos de tierra, sin saber exactamente su tamaño o su grosor. No supo lo que era, pero tampoco era algo natural de la misma tierra.
Sus ojos se posaron en su amigo cuervo, que no dejaba de observarlo en silencio sobre la estantería pegada contra la pared. No parpadeó, pero tampoco dio señales de vida suficientes como para saber si seguía respirando.
—Amigo cuervo...¿Sabes lo que hay fuera de la casa?—se aventuró a preguntar levantándose del suelo y sin despegar sus ojos naranjas del ave en las alturas.
No respondió. No aleteó. No graznó.
Sus ojos negros veían fijamente los ojos hazel del humano, los cuales se movían nerviosos por toda la anatomía del animal volador.
De repente sintió que algo no estaba bien.
Al no recibir algún indicio a su respuesta de parte de Tennoji, se levantó con lentitud del suelo de madera y se aventuró al pasillo de la residencia, intentando no despertar a Tanjiro.
Se detuvo de golpe cuando sus pies se detuvieron y se posaron encima de una tabla de madera floja, la cual crujió de tal manera que sintió su corazón detenerse por unos instantes. No respiró, tampoco se movió, a la espera de que la madera dejase de crujir lo suficientemente fuerte para apartar su pie de golpe y con rapidez.
Bajó su cuerpo, convencido de que la tabla floja no era una coincidencia. No era normal que solamente una tabla de madera en todos los metros de la casa estuviese despegada del suelo.
La curiosidad le ganaba el juicio, y antes de darse cuenta sus manos intentaban arrancar de una vez por todas la tabla del piso, ignorante a los ojos de Tennoji o al misterio detrás de los montículos de tierra extraños fuera de la casa. Sus esfuerzos fueron en vano, pues terminó magullado sus dedos debido a sus intentos.
Se fijó por primera vez en un pequeño armario incrustado en la madera de la pared, justo enfrente de él y de la tabla floja de madera.
No se había dado cuenta de aquello en toda su estancia con Tanjiro.
Su mente viajó a sus inicios de adolescencia, específicamente a la mansión perteneciente al demonio que buscaba asesinarlo por su sangre extraña y especial. Se vio a sí mismo escondiéndose en un armario incrustado en la pared de madera idéntico al que tenía frente a sus ojos.
"Buscando clemencia por especial nacer en mundo demoníaco,
Mis ojos pidieron a Dios falso la salvación. Y en su lugar envió vago escondite para garantizar mi supervivencia."
Recordó entonces un fragmento de uno de sus libros.
Para ese momento su mano quería con todas sus fuerzas abrir el armario. Su mano tembló mientras intentaba alcanzar la perilla de madera que sobresalía de la pared.
Su amigo cuervo se posicionó sobre la perillas antes de que pudiese rozarla con sus dedos. Su cabeza se giró a un lado como un canino y observó fijamente las reacciones de Kiyoshi, quién no entendía la intervención del animal alado.
Sudó frío de repente, pues notó en las orbes oscuras de Tennoji el reflejo de alguien detrás de él.
Tanjiro lo veía fijamente a sus espaldas.
—¿Qué haces, Kiyoshi?
—¡Tanjiro!—se giró para observarlo y no darle la espalda, ignorante a las palpitaciones aceleradas de su corazón—¿Dormiste...dormiste bien?
—¿Qué haces, Kiyoshi?—volvió a preguntar, para ese entonces fue que notó el tono de voz con el cual se le dirigía. Igual cuando le habló fuera de la casa.
Quiso levantarse, pero su cuerpo no se movía.
Olvidó el té y la bandeja que buscaba para llevárselo.
Tanjiro se veía más amenazante de lo que recordaba cuando lo salvó por primera vez.
—Yo...buscaba una bandeja para el té—respondió intentando sonar seguro de sí mismo.
Su único ojo crepuscular no parpadeó en ningún momento para no dejar de observarlo con serenidad.
Kiyoshi se sintió incómodo, se sintió pequeño en comparación a él.
—También me fijé...yo, em...tienes una tabla de madera floja—Kiyoshi señaló dicha tabla, moviéndola levemente con su pie estirado en el suelo para mostrarle—. Creo que puedo repararla y...-
Calló, puesto que Tanjiro movió uno de sus pies para bajar la tabla que él había subido como demostración. Su espada que utilizaba de bastón también se clavó en la madera floja, impidiendo así que se siguiese moviendo por acción del pie de Kiyoshi, quién no comprendía sus movimientos.
Hicieron contacto visual, viendo así la serenidad en las facciones de aquel de único ojo crepuscular.
Sus cabellos se batieron en el aire que entré por una de las ventanas entrecerradas, a su vez moviendo los cabellos negros de Kiyoshi que aún no lograba levantarse del suelo. Tennoji movía su cabeza de un lado a otro, atento a la batalla visual entre los dos humanos.
—Me gusta mi hogar así como está—habló finalmente—Por favor, no cambies nada a menos que yo lo pida.
No fue una petición. Tampoco una pregunta. Fue una orden.
Una orden que le dio escalofríos.
Quiso no sospechar de Tanjiro, pero le fue imposible tras sus palabras y sus últimas acciones.
Su único ojo no dejó de mirarlo con frialdad, pero alcanzó a atisbar su dolor. Una culpa dolorosa que parecía carcomerlo.
Se preguntó si aquella culpa iba enlazada a la separación de sus amigos y de su hermana.
Al igual que se preguntó si ese misterio conllevaría a ver a su héroe con otros ojos.
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