Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

°CAPITULO CINCO: Asesino°

|~•♪°•••°♪•~|


Fijo en un punto inexistente del techo, atento a cada latido medianamente acelerado de su corazón golpeando con su pecho, Kiyoshi se mantuvo despierto durante la noche desde que el atardecer se hizo presente entre los árboles de la montaña nevada.

En medio de la obscuridad que abrumaba la sala, se la pasó la mitad del tiempo contando los tablones de madera pegados al techo, mientras que la otra mitad del tiempo contaba las pulsaciones de su corazón por minuto. Contó ciento veinte latidos, lo cual era el resultando de una evidente aceleración en su ritmo cardíaco.

Mentiría si dijese que no estaba ansioso.

Dio vuelta en el futón, dándole la espalda a la puerta y a la chimenea que humeaba poco calor. A su vez dándole la espalda al cuervo que se escondía en la oscuridad observándolo fijamente sin necesidad de parpadear.
Fingió no haberlo visto, creyendo que si se hacía el dormido podría irse de lo que él llamaría su habitación, puesto que Tennoji no paraba de escrutar su nuca con sus ojos negros.
Se dijo que, si el amigo cuervo llegáse a pensar que realmente se había quedado dormido tras largas horas de dar vueltas y vueltas, se iría planeando a su nido al lado de Tanjiro, que se supone dormía como rara vez en su habitación.

Escuchó las alas del ave abrirse y luego alejarse rápidamente por el pequeño pasillo.
Su respiración se quedó atrapada en su garganta, esperando unos minutos para confirmar de que no volvería.

Las cortinas de la pequeña ventanilla se movían con el viento y pequeños copos de nieve se adentraban del exterior hasta depositarse en el suelo, enfrente del cuerpo de Kiyoshi.

Sus ojos hazel vieron la luna enviar su halo de luz que iluminaba parte del suelo y la nieve que iba formando una pequeña montaña frente a sus ojos. Su cuerpo dio un escalofrío, puesto que el frío le llegó a pesar de estar cubierto por el futón.

Cuidando sus movimientos, se sentó sobre el futón mientras acariciaba su cabeza, sintiendo el comienzo de una nueva cicatriz. Suspiró, ahora llevando las palmas abiertas de sus manos a sus labios para soplarlas y entrar en un poco en calor, ya que el humo caliente de la chimenea poco a poco disminuía con el pasar del tiempo.

-Tranquilo, Kiyoshi-se dijo a sí mismo en un susurro, notó como las palabras iban acompañadas del vaho-. Solo será...será un pequeño vistazo.

Su curiosidad le ganó en todos sus intentos fallidos por conciliar el sueño. Tenía que ver lo que había debajo de la tabla floja del suelo.

Después del extraño comportamiento de Tanjiro, este se refugió en su habitación y no lo volvió a ver en todo el resto de la tarde hasta que oscureció lo suficiente como para salir a desear las buenas noches asomando su cabeza. Desde ahí, supo que había enviado al ave para vigilarlo en caso de que no lográse dormir.

No llevaba puestos sus zapatos, por lo cual mordiéndose el labio inferior a causa de la gelidez del piso, avanzó de puntitas soportando como podía el frío de la madera.

Sus recuerdos viajaron a su adolescencia, cuando tenía que cuidar de sus hermanos menores y a su vez defenderse de los demonios que buscaban aniquilarlo y devorar a Shoichi y a Teruko.
Se vio a sí mismo caminando de la misma manera que actualmente, intentando pasar desapercibido ante las respiraciones de un demonio de baja estatura que tenía en cautiverio a Teruko; tuvo que rogarle a su hermano para que se mordiese la lengua escondido entre los arbustos para evitar llamar la atención mientras lloraba. Su pequeña hermana lo veía aterrado mientras el demonio la abrazaba para descansar después de un duro día de casería.

El demonio se despertó por el olor del marechi, y lo último que vieron sus ojos fue una estaca de madera impactar contra su cuello, serruchando hasta cortarle la cabeza. Se fue ahogando lentamente en su propia sangre mientras el sol iniciaba a salir poco después para pulverizar su cuerpo, y mientras vagaban en búsqueda de un pueblo ya más calmados, una niña no mucho menor que él de cabello morado aparecía entre los arbustos bañada en sangre y buscando huír de un hogar que ya no existía.

Sonrió. No porque le hiciera gracia aquel recuerdo. Solo por el hecho de que ese día conoció a su actual esposa y la madre de su futuro hijo, el cual estaba seguro de que sería un hermoso varón.

Se detuvo, puesto que frente a sus ojos forzados a ver en la penumbra de la oscuridad, la tabla floja de madera parecía llamarlo.

Contuvo la respiración, sabiendo que sus acciones pondrían en juego su confianza hacia Tanjiro.
Pero no soportaba la curiosidad y el saber de sus facciones del día anterior.

Con lentitud sentó su cuerpo en el suelo de madera a una distancia considerablemente alejada de aquella tabla, pero lo suficientemente cerca como para poder tocarla con todos sus dedos extendidos. Inhaló aire por la nariz y exhaló suavemente por los labios, viendo por segunda vez el vaho causado por el frío y las bajas temperaturas de la época nevada.

Sin más preámbulos y ansioso por el suspenso, una de sus manos fue colocada en el borde de la tabla para lograr levantarla sin mucho esfuerzo, mientras que su otra mano se encargaba de sostener el otro borde ya elevado de la madera para evitar el crujido.
Contuvo la respiración cuando se escapó un crujido, y esperó unos segundos antes de poder continuar con sus acciones para no despertar a Tanjiro o al ave que dormía cerca de él. No pudo ver el interior de su habitación, pero supo que estaba durmiendo alejado de la entrada a su cuarto.

Finalmente, retiró la tabla de madera y la depósito a su lado, intentando no estornudar ante la cantidad de polvo que salió del interior. A su vez intentó contener un grito del susto tras ver una araña sobre su pierna.
La espantó con sus dedos y pudo respirar con tranquilidad.

Debido a la cantidad de suciedad de su interior, se vio obligado a introducir una de sus manos en lo que susurraba un par de rezos a cualquier Dios para evitar otra araña o algún otro insecto.
Entonces sintió algo delgado.

No uno.
No dos.
Ni tres.
Eras varios objetos delgados del mismo grosor.
Sintió vidrio. Sintió algo áspero.

Tras sacar uno de estos objetos, una gruesa capa de polvo le llegó a la nariz y estuvo a punto de estornudar. Aguantó como pudo, teniendo ahora un picor incómodo en sus fosas nasales.

Ahora que se fijaba luego de quitar el polvo con la manga de su kimono, levantó las cejas, no esperando encontrarse con un marco para fotos.

-Una familia-susurró para sí-. Con que son ellos...

Recordó la historia de aquella familia masacrada en una noche nevada. La familia de Tanjiro, pues lo vio de pequeño sonriendo mientras abrazaba a dos niños más pequeños que él.

Kiyoshi también sonrió, quitando el polvo de los rostros de la familia sin reconocer a ningún además de Tanjiro. Abrió sus ojos cuando se mostró el rostro de la única hermana viva de su héroe, Nezuko, y luego se entristeció de saber que se había separado de Tanjiro y sus amigos.

Giró la foto, leyendo cada uno de los nombres.

Kamado Tanjuro.
Kamado Kie.
Kamado Tanjiro.
Kamado Nezuko.
Kamado Takeo.
Kamado Hanako.
Kamado Shigeru.
Kamado Rokuta.

Supuso Kiyoshi que los últimos dos niños eran aquellos pequeños bebés en los brazos de sus padres.
El cristal estaba astillado, por lo que supuso también que el cuadro fue guardado con algo de fuerza.

Dejó a la familia Kamado suavemente a su lado derecho, puesto que en el izquierdo estaba la tabla de madera anteriormente floja.
Volvió a introducir la mano y esta vez sacó una foto más pequeña, donde solamente aparecía el padre de la familia con una media sonrisa cargada de cansancio y ojeras profundas.

No le tomó mucha atención y posicionándola sobre la foto familiar de los Kamado, agarró otro marco de fotos completamente diferente a los dos primeros. Los primeros dos marcos eran de madera oscura, estaban huecos por la cantidad de años y tiempo guardado y era muy probable de que si volvía a sostenerlos se quebrarían bajo sus dedos.
Estos eran de madera clara, más resistentes y menos huecos que los otros dos; se veía que llevaban menos años, pero lo que le sorprendió fueron las sonrisas en las fotos cuando apartó las capas de polvo.

-Yo...yo los conozco-dijo acariciando el rostro de dos chicos adolescentes, uno que sonreía abiertamente apoyando una de sus palmas abiertas en la cabeza del otro de cabello naranja que sonreía con una lágrima en los ojos-. Los he visto...

"Uno me salvó la vida misma con la velocidad de un rayo,
y el otro como jabalí en destreza.
Me les rompí en llanto cuando a salvo ya yo me encontraba"

Una leve sonrisa volvió a posarse en sus labios.
Confirmó sus sospechas sobre sus identidades cuando, al retirar más polvo de la tercera persona en la foto, notó los cabellos del crepúsculo atados en una pequeña coleta de caballo sobre su nuca, riéndose con la boca abierta mientras se abrazaba el estómago y se echaba para atrás. Los tres vestían las mismas ropas que en aquel entonces cuando les salvaron la vida a él y a sus hermanos menores; los mismos brillos en los ojos, la misma caja en donde Kamado Nezuko dormía como demonio, la misma felicidad a pesar de las adversidades.

Se fijó entonces, luego de recordar un grato momento, de que las capas de polvo del interior de la tabla de madera floja habían disminuido con los tres marcos de fotos ya retirados, así que le fue fácil vislumbrar los dos últimos marcos del mismo color de la madera clara. Estornudó sin mucho ruido en la manga de su traje y procedió a sacar el primero, del mismo tamaño que la foto anterior donde estaban los tres chicos felicidades, solo que este era de tres chicas igual que sonrientes viendo directo hacia el frente, como si lo observaran.

Reconoció a la primera al instante, puesto que era la misma demonio que llevaba Tanjiro sobre su espalda en una caja de madera. Sin embargo, aquí era una humana sonriente en un haori rosa con el cabello suelto y abrazando por los hombros a una chica más pequeña que ella, de cabello negro y dos colas de cabello a cada lado de su cabeza, con ojos azules y pines de mariposa en su coletas; abrazaba al mismo tiempo por el hombro a una última chica, de ojos morados y cabello igual de negro, con un pin de mariposa diferente al de la otra chica, haciendo el símbolo de la paz con los dedos de su mano izquierda.

Además de Nezuko, no reconoció a las últimas dos chicas que sonreían. El vidrio estaba quebrado en la parte de la fémina de ojos morados, como si alguien lo hubiese partido a propósito con un puño.

Con otro misterio agendado en su mente, procedió a tomar el último marco de fotos.

Eran todos los rostros que había estado viendo desde que sacó la imagen de sus tres salvadores.
Aquí, chicos y chicas sonreían uno al lado del otro, y a medida que fue quitando el polvo y la suciedad del vidrio partido, fue descubriendo que estaban sentados en el porche de esa misma casa, siendo iluminados por los rayos del sol.

El de cabello naranja parecía sonreír con nerviosismo tomando de la mano a la hermana menor de Tanjiro, quien se tapaba los labios aunque claramente se veía que se estaba riendo. Otro de ellos, con cabeza de jabalí, estaba a cuatro patas en el suelo correteando con el césped de la montaña sin nevar con la chica pequeña de ojos azules y saltones del susto sobre su espalda.
Los únicos aparentemente normales eran Tanjiro y la chica de ojos morados, quienes se sentaban en el porche al lado de Nezuko y el de cabello naranja para tomarse de las manos y ver a la cámara sonriendo; aún en la vejez de la foto, se veían las mejillas rojas de ambos.

¿Por qué Tanjiro se preocuparía en ocultar estos lindos recuerdos?

Pronto su corazón se detuvo cuando siguió retirando el polvo hasta hallar una mancha de dedos oscuros en el cristal fracturado.

Sangre.
Sangre seca de años y oscura por el tiempo.
Sangre que se arrastraba por todo el marco.

No se había fijado en ese instante, pero todas las fotos tenían las mismas marcas de dedos en diferentes partes del marco. Unos en el frente, como un manotazo con las marcas de huellas; otros en la parte trasera de la madera, dedos arrastrándose para tomar los bordes, o eso pensó cuando vio más cantidad en ellos.
Hasta ahora había mantenido la teoría de que sus amigos habían tomado caminos separados luego de la batalla final contra el rey de los demonios hace ya siete años. Sin embargo, ahora dudaba de si se fueron pacíficamente y por voluntad propia.

Una brisa fría del exterior le recorrió el cuerpo provocando un escalofrío. Giró su cabeza, intentando que la nieve que había conseguido entrar de una apertura de la casa le llegáse a los ojos.

Cuando los abrió, admiró por unos segundos eternos la perilla de madera del armario incrustado en la pared.

Ahora viéndolo con el el vaho de su propia respiración medianamente acelerada, se arrastró por el piso sin importar llenarse de polvo hasta posicionarse en frente de aquel armario casi oculto a la vista humana.
No tenía orificio para llave, por lo que solo se abriría si halaba la perilla hacia sí.

El armario no hizo ningún ruido cuando fue abierta por Kiyoshi.

¿Realmente se separaron?
Si fue así, ¿Por qué todas las katanas estaban ahí?

Reconoció las dos espadas mal hechas de aquel de cabeza de jabalí pegadas contra la pared, siendo acompañadas de otra katana con mango anaranjado y otra de mango blanco, la cual era cubierta por una capa igualmente blanca y llena de polvo.

Al igual que manchada de sangre.

Quiso agarrarlas, pero notó entonces que su mano temblaba. Todo su cuerpo temblaba, pero no supo si era por el frío.

De repente, volteó con rapidez su cabeza hacia la puerta corrediza de la casa, como si alguien estuviese ahí. Sus ojos nerviosos quisieron ver a través de la puerta sin tener suerte, sus pupilas temblaban sobre el marco.

"-Creo que así está bien por hoy, Kiyoshi-se apresuró a hablar Tanjiro."

Se levantó del suelo bajo el temblor de su propio cuerpo, avanzando con lentitud hacia la puerta corrediza.

"-¿Estás seguro? No tengo problemas en...-"

Su mano entre la oscuridad logró hallarse con la pala que utilizó el día anterior para escavar y tirar las gruesas capaz de nieve de la entrada.

"-Así me gusta, no quiero que desentierres más nieve en esta parte de la casa."

Abrió la puerta, sin miedo a ser escuchado. E ignorando las advertencias de su subconsciente, detuvo sus pies descalzos y fríos frente a uno de los montículos de tierra que se había negado a retirar por mandato de Tanjiro y sus extrañas acciones.

Fue ajeno al frío que hacía durante la madrugada. Olvidó por un momento que esa época del año en particular era más peligrosa que cualquier otra.
Se negó a dejar de cavar.
Una parte de él quería dejar de hacer eso, quería adentrarse a la casa y dormir en el futón para despertar y hacer té; intentar comprender lo que Tennoji quería decirle y acercarse a Tanjiro para ser su amigo.

Ya no estaba siquiera seguro sobre si lo conocía.

Volvió a recordar el momento en que fue salvado de la mansión Tsukumi, cuando conoció al miedoso que peleaba estando dormido, al que se convirtió en su héroe y lo llegó a inspirar para escribir y al hombre jabalí que se hacía llamar el rey de la montaña. Los tres se unieron para continuar sus aventuras exterminando demonios y sobrevivir en un mundo infestado de ellos.
Con ello en mente siguió cavando, estornudando por la nieve que se adhería a su haori e ignorando el soplido del viento que lo hacía tiritar del frío. Dejó de lado el hecho de que dejó la puerta abierta y dejaba entrar copos de nieve al porche de la casa.

Pero no pasó por alto el sonido de algo crujir y quebrarse bajo la pala.

Sus ojos hazel se abrieron como platos cuando el metal de la punta de la pala partió por la mitad los huesos de una mano. La manga que protegía la muñeca ahora partida era de un kimono rosa.

No. No. No.

Alcanzó a ver entre la nieve el segundo montículo de tierra y se apresuró a cavar con rapidez.
Partió por la mitad los huesos humanos de un pie con pantalones oscuros.

No. No. No...

Se fue a un tercer montículo de tierra.
La pala se dobló cuando se encajó en un cráneo humano, justo en la parte frontal por encima de las esfenoides.
Esfenoides ocultas bajo un pin de mariposa rosa y verde.

¡No! ¡No! ¡NO!

El vaho se camuflaba con la nieve que caía en grandes cantidades del cielo oculto por las copas nevadas de los árboles altos, haciendo imposible ver la luna en su punto más alto.
Su corazón iniciaba a acelerarse.

Sintió un escalofrío cuando escuchó el característico graznar de un cuervo tras sus espaldas.
Luego unas pisadas desiguales seguidos del choque de algo filoso contra el suelo de madera de la casa llegaron a sus oídos.

Abrió sus ojos como platos y dejó caer la pala al suelo.
Salió disparado hacia la negrura del espeso bosque nevado, soltando lágrimas que lastimaban sus mejillas por enfriarse con el viento gélido.

No creyendo que Kamado Tanjiro mató a sus amigos y a su hermana.





(...)






Su cuerpo pedía descanso, pero se negó a detenerse.
No sentía sus pies por las gruesas capaz de nieve en la tierra de la montaña, pero esa no fue excusa para desacelerar el paso apurado que llevaba.

Tomó con fuerza del cuello de su haori, exhalando con fuerza por la boca y viendo el vaho extenderse por el aire hasta desaparecer. Pudo ver momentáneamente el cielo estrellado entre las nubes que soltaban grandes cantidades de nieve, pues ahora iniciaba una tormenta para la cual no estaba listo.

Apartó con fuerza los diminutos cristales de hielo que se formaban en sus mejillas y párpados inferiores, logrando así tener algunos raspones y zonas rojizas debido a las lágrimas que bajaban por sus ojos nerviosos y llenos de pánico y se congelaban con la brisa gélida de la noche.
Sus mejillas se tornaron rojizas al igual que su nariz, producto de la exposición al frío de la tormenta nevada sin preparación. Estaba expuesto, y no estaba dispuesto a dar la vuelta.

El graznido del cuervo se escuchaba a lo lejos, y no podía comprender el cómo volaba a través del viento y la nieve que caía del cielo. Luego pensó que se debía a su entrenamiento con Tanjiro en el Cuerpo de Cazadores de Demonios.
Con ello en mente, escuchó las ramas partirse a sus espaldas mientras huía.

No creyó posible estar escapando de la persona a quien más admiraba.

-¡Marechi!-gritó una voz algo alejada de él, pero no respondió y solo se dedicó a acelerar como podía el paso entre la nieve, que poco a poco comenzaba a cubrirle las piernas hasta las rodillas.

Las lágrimas aún bajaban por sus mejillas rojas y continuaban adhiriéndose a su piel, lastimándola con más raspones y rosetones.
Se vio las manos, notando las yemas de sus dedos tornarse poco a poco de colores azules y blancas, y supuso que sus labios estaban quebradizos.

Todos están muertos.

Los pasos acelerados de alguien ajeno a él se escuchaban correr a una velocidad inhumana.

El miedoso del rayo.
El rey de la montaña.
Su propia hermana.

Se giró, temiendo encontrarse frente a frente con él.

Están enterrados en su casa.

No había nadie.
Solo una melena crepuscular bailar con el viento frío corriendo hacia él con la brisa de su lado. Sus ojos se abrieron a más no poder.

Puede que yo sea el siguiente.

El suelo bajo sus pies se quebró.
Gritó ahogadamente cuando su cuerpo resbaló por una pequeña montaña elevada y giró por la tierra bañada en nieve.

Sintió el mareo apoderarse de su mente.
Sobretodo cuando su cuerpo se detuvo tras chocar con un árbol y su nuca recibió el fuerte impacto de la madera.

-¡Marechi!

-¡No...t-te me acerques!-gritó incorporándose con ayuda del tronco a sus espaldas. Sus labios temblaron por el frío invernal.

A seis metros de distancia, notando que estaban en un claro circular solo rodeados de árboles y nieve, Tanjiro respiraba entrecortado mientras su único ojo se fijaba en lo mal que Kiyoshi física y emocionalmente se encontraba.
Su cuerpo tiritaba del inmenso frío, apenas y podía sostenerse en pie por el peso de su cuerpo; se abrazaba a sí mismo, temblando bajo los dedos que se tornaban azules por completo al igual que sus labios fríos y agrietados. De su cabeza bajaban pequeñas gotas de sangre producto del golpe que probablemente abrió la herida en período de cicatrización que se hizo la primera vez que lo encontró; la sangre poco a poco se coloraba y se secaba en su frente.

Kiyoshi vio borroso, pero aún así se negó a bajar la guardia.

Tennoji se posó sobre el hombro de Tanjiro.

-Te dije...-habló Tanjiro enterrando su katana en la nieve-...que no quería que quitaras más nieve.

-¿T-tenías pensado...?-estornudó y habló como pudo-¿Ocul...t-tarme esto todo...t-todo el tiem...po...?

Calló. Y eso confirmó la respuesta a su pregunta.
Aún así, las lágrimas se acumulaban en el borde de sus ojos.
Él quiso avanzar, pero no se lo permitió.

-¡NO!-Kiyoshi tosió luego de gritarle-¡Q-quédate ahí!

-Marechi... morirás de hipotermia y podrías perder los dedos de las manos y ambos pies.

-¿Me ente...enterrarías al l-lado de...de ellos...?-Tanjiro en ningún momento había cambiado su semblante. Estaba preocupado, pero ansioso de mala manera por el descubrimiento de Kiyoshi en su patio.

-Lo estás mal interpretando-dijo él.

-En l-lo que a mi...r-respecta-Kiyoshi buscó apoyo en el árbol tras de sí y se sostuvo con una de sus manos-, t-tu eres...eres un asesino.

No pudo describir si la mirada en el ojo crepuscular de Tanjiro fue miedo o sorpresa, pero solo pudo alcanzar a ver entre su campo borroso de visión cómo lo abría en grande y su pupila se contraía.
Apretó el puño, mientras dirigía su mirada a la tierra cargada de gruesas capaz de nieve.

De repente le faltaba el aire. El cuervo graznó al notarlo.

-No...no lo entenderías.

-¡Pues...ayúdame a e-entender!-su voz se cortó con el pasar de sus palabras-H-he intentado...acercarme a...a ti, p-pero tú p-pones..pones una barrera.

No se molestó en despegar su único ojo de entre la nieve, pero podía sentir la mirada de Kiyoshi penetrarle la cabeza gacha.

A Tanjiro le pareció ver una mano femenina extendida en el suelo bañada en sangre. La mano de su hermana.

-¿Por qué...?

Levantó la cabeza, no logrando entender lo que quería decir.

-¿Qué?

-¿Por qué...l-lo hiciste?-su visión poco a poco pasaba a verse más borrosa.

Nuevamente, Kiyoshi abrió los ojos en grande cuando Tanjiro desapareció de su vista.
Sin embargo, había sido reemplazado por una mujer joven de cabello morado trenzado y ojos amarillos que lo escrutabam con la mirada, acariciando un notorio bulto en su panza. Su cabello bailó con la brisa gélida y sus mejillas se adornaron con un sonrojo leve y tierno, mientras el kimono que combinaba con el color de su melena volaba en la misma dirección que el viento.
Sus finos labios se curvaron hacia arriba en una pequeña sonrisa.

Sus ojos volvieron a lagrimear a pesar de saber que solo se lastimaría el rostro.

-¿Tsuyoko?

Cuando pronunció el nombre de su esposa, la mujer se dio la vuelta y comenzó a caminar lejos de él.

-¡O-oi! ¡Tsuyo..!-se cortaron sus palabras en un intento de ir tras de ella-¡T-Tsuyoko!

Su esposa se marchaba dándole la espalda. Se negaba a dejarla, sus mejillas volvieron a ser lastimadas por las lágrimas que se congelaban debido a la tormenta gélida de la madrugada.

Movió sus piernas, pero sus intentos fueron en vano tras no sentirlas. Apretó los dientes con fuerza y solo logró romper sus labios agrietados por la nieve, apoyó sus manos en el tronco tras de sí en un nuevo intento por acercarse a Tsuyoko, a su esposa, al amor de su vida y con la que quería pasar el resto de sus días criando al descendiente y fruto de su amor.
Sus ojos se achicaron al intentar verla sobre la tormenta de nieve, consiguiendo lastimarse las párpados por esforzar la visión borrosa. Se estaba yendo cada vez más lejos, y él no podía moverse.

-¡Tsuyoko!

Las ramas del árbol donde se sostenía cayeron frente a sus ojos, y cuando elevó su cabeza temblorosa para observar la procedencia de estos, abrió sus ojos en grande cuando capas de nieve junto con troncos gruesos de los árboles altos se aproximaban para aplastarlo.

No lo mataría Tanjiro.
Tampoco el frío nevado.
Un maldito tronco bañado en nieve sería el causante de su muerte. Eso y la imagen de su mujer que se desvaneció rápidamente.

Sin embargo, antes de que siquiera los troncos tocasen alguno de sus cabellos, fueron rebanados a la mitad e impactaron contra el suelo sumergiéndose en la nieve hasta casi desaparecer por completo.
Fue apartado de la zona antes de que los otros troncos osaran aplastarlo.

Su único ojo crepuscular fue testigo del llanto callado de Kiyoshi, el cual se había desmayado por el frío en su único brazo bueno.
Cambió el semblante tras notar una gota impactar contra la mejilla del pelinegro y enfriarse por la tormenta nevada, poniéndose en marcha mientras ignoraba los sentimientos que revoloteaban en su interior por ver quien ganaba.

Pero siempre ganaba la culpa, puesto que sí era un asesino.



|~•♪°•••°♪•~|

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro