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𝕺𝖈𝖍𝖔

Los toques a la puerta por la tarde llamaron la atención de Alora quien había estado limpiando un poco para eliminar los rastros de polvo. Afuera había comenzado a llover con fuerza repentinamente, al abrir la puerta Jennie no dudó en pasar lanzando maldiciones a la vez que traía su equipaje.

—¿Qué estás...?

—Mira como estoy—dejó su bolso en el suelo viéndose toda empapada—Todo esto es culpa de mamá.

—Espera, ¿Qué haces aquí?—cerró la puerta.

—Mamá dijo que debería quedarme contigo y no dejarte sola en esta casa—chasqueó la lengua—Le dije que esperaría a mañana e insistió así que ahora estoy aquí como un desastre.

—Deberías subir a la habitación, secarte y cambiarte o enfermarás.

Alora la miró tomar sus cosas dejando que las subiera por las escaleras. ¿Acaso su madre creía que era una niña?, ¿Por qué necesitaba enviar a su hermana?, ¿Por qué su madre no aceptaba que podía cuidar de sí misma?, negó con la cabeza pasando una de sus manos por su cabello, fue a la cocina llenando la tetera, en la tienda de la mañana había comprado algunas cosas para comer o beber. Debía ir al banco como dijo el abogado para obtener la tarjeta de la cuenta que su abuela le dejó, ese dinero estaba en otra cuenta, según el abogado, Enora nunca tomó nada de allí.

Cuando Jennie regresó a la cocina, su hermana tenía dos tazas de té listas para ambas. El diario de Enora se encontraba en la encimera, había visto a Alora muy enfocada con ese cuaderno.

—¿Qué tanto lees ahí?—quiso saber al señalarlo con la cabeza. La chica se encontraba seca aunque su cabello seguía húmedo, tenía otra ropa también—¿Es de halmeoni?

—Ah, sí—al verla intentar alcanzarlo se apresuró a tomarlo—Son cuentos que hizo para mí.

Jennie frunció el ceño por su actitud, dio un sorbo a su taza probando el té de manzanilla.

—¿No estás grande para esas cosas?

—Sabes que siempre me gustaron las historias de halmeoni—aprovechó de cambiar el tema—¿Por qué no te negaste a mamá?, se nota que no estás contenta.

—No lo estoy—se acercó a una de las sillas del comedor con su hermana imitándola. Afuera seguía lloviendo—Sé que mamá siempre te ha subestimado. ¿Así se siente ser dejada de lado?

Alora bebió de su taza sin intenciones ni ganas de discutir con ella.

—Halmeoni te quería...

—No intentes endulzar la situación, sabes que de sus nietos eras tú quien parecía entenderla más—la calló—¿Podrás estar aquí sola?, ¿No te da miedo permanecer en el lugar donde la abuela murió?

—Murió en la casa de ancianos, no aquí.

—Ya, pero...esta casa es vieja, Alora.

—Voy a encargarme de limpiarla. Poco a poco la haré sentir como un hogar de nuevo—su hermana negó con la cabeza—Sabes que no tengo nada interesante en Nueva York.

—¿Enserio odiabas las clases de ballet?, vimos muchas de tus presentaciones, eres buena en ello.

—El ballet nunca me interesó, es más cosa de mamá que mía—admitió jugando con sus dedos en la taza—Todavía no me decido ir a la universidad porque no siento que haya una carrera para mí—ladeó su cabeza—¿Cómo supiste que querías estudiar Comunicación Social?

Porque Jennie era periodista, estaba a cargo de la sección de entretenimiento, específicamente del chisme de las celebridades.

—No lo sé, creo que sólo me gustaba—se encogió de hombros.

—Halmeoni nunca estudió en una universidad—recordó la menor en voz alta—Se dedicó totalmente a su familia—parpadeó varias veces volviendo a la realidad—Unnie, ¿Sabías que casi fue abusada en un callejón?

—¿Qué?—por su sorpresa supo que no.

—Un hombre la salvó esa noche.

—¿Cómo sabes eso?

Apretó sus labios dudando si contarle, no quería que nadie leyera el diario de su abuela, Enora lo había escrito para ella y nadie más.

—He estado pensando en todas nuestras conversaciones—mintió—Ella misma me lo contó. Recuerdo también cómo se conocieron ella y el abuelo.

—Una vez vi una foto del abuelo cuando joven, era muy apuesto, ahora entiendo porque halmeoni se casó con él—bromeó.

—Creo que su madre la obligó.

—¿Qué dices?, la abuela amaba a ese hombre...

—No.

—Alora—rodó los ojos.

—Ella nunca quiso casarse, su madre se lo imponía y creía que las mujeres no deberían estudiar, lo consideraba una pérdida de tiempo—señaló—Nunca la escuchaba, casi como mamá lo hace conmigo, por eso la consideraban rebelde. ¿Sabes porque la abuela nunca usó vestidos?, al menos no que lo recordemos.

—¿Por qué?

—Porque luego de esa noche que ese hombre la salvó, los vestidos le recordaban a ese callejón.

—¿Se puede saber en qué momento ella te contó todo eso?—se mostró curiosa.

—Cuando estábamos solas—bebió un largo trago de la taza.

Ahora podía entender porque habían dos cuadernos en la caja que encontró el diario. Enora había conservado el cuaderno que MinGyu le regaló en su cumpleaños 20, evidentemente estaba un poco desgastado, pero conservaba los muchos dibujos de su dueña. La joven sabía que su abuela siempre tuvo cierta habilidad para dibujar, aunque desconocía lo buena que era cuando joven. Mientras más leía el diario, más sentía que desconocía a la mujer. ¿Su madre desconocía todo eso?, Alora comenzó a considerar la opción de mostrarle lo que había descubierto, esa idea desaparecía tan rápido como había llegado.

—¿Realmente eras un vampiro?—susurró acariciando las líneas del dibujo del hombre que salvó a su abuela en el pasado, en la esquina inferior de la hoja tenía la fecha escrita—15 de junio de 1957—leyó—La fecha que dice su diario.

Unos toques a su puerta le hicieron cerrar todo dejándolo en la mesa de noche. Jennie asomó su cabeza al girar el pomo.

—Me voy a dormir. Acabo de hablar con mamá.

Todo el día había estado lloviendo.

—¿Sigues molesta con ella?

—Un poco, para mañana posiblemente ya no lo esté—sus ojos fueron a los dos cuadernos en la mesa de noche—No dejes que los cuentos de halmeoni te llenen la cabeza.

—Estoy bien.

—Bueno, hasta mañana.

—Hasta mañana, unnie—se despidió. Al escuchar la puerta ser cerrada de nuevo tomó el diario, necesitaba seguir leyendo.


Recuerden que esto será una historia breve.

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