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Extra 3

ultimo capitulo narrado desde el pov de Alexander 



Alexander

Una semana después.

El dolor de cabeza me está matando, me está volviendo loco, creo que estoy somatizando de mala manera. El estar buscando a Lexa me está matando. Me he pasado unos días en busca de ella porque sé que ella está aquí, no se ha ido, como pensé antes. Si le hubieran dado un pasaporte e identidad falso, todavía no hubiera salido los papeles, y sobre todo no puede irse por su cuenta; yo tengo sus documentos todavía.

— Mishael — mi primo entra a mi habitación.

— Dime — digo mientras busco una aspirina en el botiquín y me la bebo sin el agua.

— Davy fue a la casa de los últimos tíos de Lexa — me informa — ella no está ahí.

Sé que ella no está ahí. Estaba un noventa porciento seguro, pero ese diez porciento debía asegurarme de que no estaba ahí. Pero el otro porciento sabía que no. Gracias a Emanuel Herman, Lexa no se juntaba mucho con su familia, con la familia de Enmanuel ni siquiera la veía y, pues, él también se encargaba de que no se relacionara con la familia de su madre.

Incluso a la mayoría de ellos las repuestas eran que la última vez que supieron de Lexa era una niña pequeña. Creo que si hubiera tenido una relación con ellos, se hubiera dado cuenta del parentesco que tiene con Braulio Mejía. La mayoría de su familia sabía, sobre todo su mismo abuelo materno, sabiendo que su madre andaba.

—¿Qué haríamos en ese caso si crees que se fue del país?

Al principio lo pensé, pero luego de que suba que su amigo Angelo vive en otro estado, sé que es muy probable que ya esté por ahí metida. Quizás nunca pensé que me pasaría por la cabeza, pero luego de confirmar que no está con su familia, aunque me hervía la sangre, sabía que prácticamente él era el único amigo de Lexa o más o menos el único que tuviera la confianza suficiente para quedarse con él.

— Sé que ya no se ha ido del país — me giro hacia él — yo sé dónde ya está.

—Y no tienes tanta vuelta buscándola en su familia — enarca la ceja aprovechándose de que prácticamente una de las pocas personas que le permitió que me hablara con sarcasmo.

— Solo quería confirmar.

Además, tampoco podía ir de una vez a la casa de Ángelo porque sé que ella estaba alerta, pero luego de unos días ahí y quizás no ven nada sobre mí, por eso ni siquiera me tomé la molestia de enviar hombres. Sé que ya estamos tranquilos o ha bajado un poco la guardia.

— Prepara los autos; le mandaré la dirección a Davy.

— Bien.

Con ese último vuelvo y sale así que me tomo la libertad de tomar mi chaqueta nuevamente y así colocármela. Me pasa la mano en el cabello, y la aspirina ha disminuido un poco mi migraña. Revisa nuevamente mi teléfono viendo los mensajes del doctor que está encargado de más me dicen diciéndome que ya esté estable aunque esté en coma.

Tengo que ir por pasos antes de que de estos dos me maten primero voy a resolver lo de la Luego de le confirmo que más aún esté estable luego de que la traiga veré cómo traigo más sin alertar a la policía y sin que lo detengan.

Salgo de mi habitación bajando la escalera y cuando llego al parlante delantero me doy cuenta de que los autos están listos, simplemente son tres. Tampoco quiero alertarla, no quiero que ella escape y se dé cuenta.

— Tienes la dirección — le pregunto a Davy cuando me subo al auto.

—Sí, señor — asiente.

— Pues adelante.

El camino fue algo largo, ya que no vivo en el mismo estado que yo, pero quizá con un exceso de velocidad y arriesgarme provocar un accidente, llegué antes de lo planeado... Veo la casa, eso no mueve. Esta casa parece de película con su bonito jardín delantero que tiene algunos juegos para niños y con el color rosado y morado que tiene la mayoría me da entender que es una niña. Aunque, claro, luego de que investigué un poquito más a fondo a Angelo, me di cuenta de que era casado con una niña.

Me bajo de la camioneta y el sol casi me ciega por lo radiante que está el día. No me importa. Lo único que tengo en mente es encontrar a Lexa. Hace tiempo que perdí la paciencia, y estoy seguro de que hoy termina esta búsqueda. Mientras mis hombres toman sus posiciones, me acerco a la puerta del edificio. Davy, como siempre, me sigue de cerca, listo para cualquier cosa. Miro hacia las ventanas de la casa de Angelo, y una parte de mí espera verla observando desde arriba, pero no hay señales de ella. Eso no significa nada; ella está aquí, lo sé.

El silencio del lugar me irrita, pero es el tipo de calma que precede a la tormenta. Muevo los dedos, ansioso por entrar, por terminar con esta espera. Es ridículo que Lexa crea que puede esconderse de mí. He sido paciente, he esperado, pero eso se acabó.

Empujo la pequeña puerta que está en el patio delantero para llegar a la puerta de la casa. Miro hacia todos los lados; parece un barrio tranquilo; nadie está en este lugar o al menos nadie a la vista. Parece que todo el mundo está tranquilo.

Davy golpea con fuerza antes de girar la manija. La puerta está cerrada con seguro, vuelve y la toca, y la puerta es abierta por el amigo de Lexa, con la cara de estúpido que siempre lleva, queriéndome hacer creer que no sabe lo que estoy haciendo aquí, pero en sus ojos puedo ver cierto brillo; sé que sabe lo que hago aquí.

—Oh, señor Alexander — me da una sonrisa bastante fingida — ¿Qué hace aquí? ¿Cómo sabe donde vivo?

Le regalo una sonrisa, bastante cínica, quiero reírme en su rostro, quiere fingir la sorpresa, pero algo me dice que incluso ya estaba esperando mi llegada y eso me confirma aún más que ella está aquí.

— ¿Dónde está? — escupo las palabras, sin ganas de perder más tiempo.

Angelo intenta mantener la compostura, pero lo veo en sus ojos. Sabe lo que voy a hacer y sabe que no puede detenerme.

— ¿Dónde está quien? — arruga las cejas siguiendo curiosidad.

— Lexa — cierro los de golpe — quiero que me diga en qué parte de esta casa está Lexa.

— Lexa no está aquí, Alexander — dice con una voz que intenta sonar tranquila, pero falla miserablemente.

— No me hagas reír. — enarco una ceja con una sonrisa fingida — dime donde está.

— Lexa no está aquí — le dice — te llamé aquel día y desde ahí nunca supe más de ella.

— ¿Por qué no la seguiste buscando?

Abre la boca y cierra nuevamente porque sé que se quedó sin respuesta ya no sabe que más decirme así que gane sé que ella esta aquí, le regalo una sonrisa porque sabe que ya sé que ella esta aquí

— Lamento decirte que ella no está aquí — creo que se intenta convencerse más a él que a mí.

— Pues creo que no hay problema con que revise la casa — pregunto.

— No me siento cómodo con que revises mi casa — dice algo nervioso — así que no, no la puedes revisar.

Angelo se coloca en mi camino cuando intento entrar a la habitación, pero mis hombres lo detienen. Lo escucho forcejeando y gritando, pero no me importa. Solo una cosa me importa ahora, y es encontrarla.

La habitación está en penumbra. Miro alrededor, examinando cada rincón, pero ella no está aquí. Mi corazón se acelera un poco cuando pienso en lo que haré si se ha ido. Pero luego noto la puerta del armario, entreabierta, como si alguien hubiera estado ahí y lo hubiera cerrado con prisa.

Me acerco, y mis pasos parecen resonar en el silencio. Coloco la mano en la manija del armario, pero una voz de uno de mis hombres me detiene.

— Jefe, venga por aquí.

Salgo de la habitación... Pero no estoy muy convencido de hacerlo, así que me tomo la molestia de salir, pero no me muevo directamente de la puerta cuando salgo; no noto que mis hombros me enseñan algo clave.

Me acaban de enseñar una chaqueta roja, una chaqueta que sé que está Lexa, confirmándome cada vez más que ya está aquí. Lo único que creo que es la posibilidad de que quizás ella salió y no se encuentra actualmente, pero estoy dispuesta a quedarme aquí hasta que ya llegue.

De un momento a otro siento los pasos y giro los ojos; entonces frente a mí chocó con ella. Chocó con esos ojos chocolates que cada día me vuelven más loco y me están haciendo perder la cabeza cuando sus ojos se percatan que la vi, que sé que ya está, que ya me aseguré de que no es un fantasma que estoy viendo. Cambió una mueca asustada y preocupada, así que prácticamente me lanzó sobre ella. Sin embargo, fue más rápida y cerró la puerta con seguro.

Me acerco de inmediato, golpeando la puerta con los puños.

— Lexa, abre la puerta — exijo con firmeza, pero sin elevar demasiado la voz. No quiero asustarla, solo quiero que se rinda.

— ¡No quiero escucharte! — Su voz suena débil, quebrada. Puedo oír el dolor en sus palabras, y eso me enfurece más. No por ella, sino por lo que he permitido que ocurra.

— Muñeca, déjame hablar contigo — prácticamente súplico — solo escúchame.

— No quiero escucharte —grita y escucho su voz entre cortada como si estuviera a punto de llorar — tú mandaste a mi hermano a ese infierno.

—Nena, lo hice para protegerte a ti — Respondo — tú sabes que yo haría todo por ti.

— Pero no eso — vuelve y dice — no importa que tan desgraciado era mi hermano, yo lo quería y lo perdí.

— Nena...

— Tú no eres Dios para decidir quién debe morir o quién no.

Estoy comenzando a desesperarme; miro al pomo viendo la forma de tumbar la puerta.

— Lexa, déjame hablar contigo — vuelvo y pido.

— Yo no tengo más nada que hablar contigo — insiste — quiero que lo que teníamos acabe aquí — siento que algo dentro de mí se rompe, siento algo en mí que nunca había sentido — así que vete y olvídate de mí.

— No, no lo haré — gruño — así tenga que arrastrarte, vas a venir conmigo.

Me olvido de que posiblemente todos mis hombres me están escuchando y quizás hasta cierto punto me estoy humillando.

— ¿Por qué no me dejas en paz?

— Porque soy egoísta — escupo — tú me haces bien, tú me das la calma que yo necesito y es algo que no estoy dispuesto a dejar ir.

— En cambio, desde que estoy contigo, mi mundo se vino abajo — el nudo en la garganta desde aquí lo puedo sentir — ya no puedo más, yo necesito paz, necesito salir a la calle y saber que volveré a casa, que no me van a llamar a decirme que un familiar murió o fue secuestrado — estoy permitiendo lo que tanto me advertí, estoy dejándome romper — saber que todo estará bien.

Demonios, Braulio tenía razón en lo que dijo; apenas estamos hablando y ello me está destrozando, no sé cuál es la mezcla de mi sentimiento, si estoy decepcionado o estoy furioso.

— Todo estará bien, nena, yo te voy a cuidar.

— El problema es que tú entiendes que para cuidarme hay que sacrificar a otros — solloza — y así no lo quiero.

— Lexa, juro que voy a tirar la puerta abajo — gruño cuando comienza a cansarme.

— Dejame en paz —grita y sé que está llorando— míralo desde el punto que yo tampoco soy mujer para ti — quizás es verdad, pero yo la elijo a ella — te he metido en un millón de problemas y sigo haciéndolo, has perdido mucho conmigo.

— Eso no importa — digo contra la puerta — por favor — solo necesito que ella salga, sé que si deja que hable con ella podremos solucionarlo. — podemos solucionarlos.

— Yo no soy la mujer que tú necesitas.

Mis manos se aprietan en puños mientras intento controlar la rabia y el dolor que sus palabras me causan. ¿Cómo puede decir eso? ¿Después de todo lo que hemos pasado? No, no puedo aceptarlo.

— Pero si eres lo que quiero — digo — voy a tirar la puerta abajo.

— No, no lo vas a hacer — habla determinada, aunque su voz es débil — acepta que no quiero estar más contigo y lárgate.

Golpeo la puerta.

— Me iré, si vienes y me lo dices a la cara.— gruño ya más furioso y desesperado.

— No se me da la gana — escupe demasiado borde más de la cuenta— lárgate

— En serio me vas a dejar por eso, no importa todo lo que hice por ti — enfurezco — no importó cuántas veces arriesgué mi vida, mi mafia, todo lo mío por ti, no puedes ver eso... No puedes ver que yo...

Hace silencio

— No, no me interesa — escupe — Yo no te pedí que hicieras eso por mí.

Respiro hondo, sintiendo el peso de sus palabras como un puñetazo en el estómago. ¿Cuándo nos convertimos en esto? ¿Cuándo el amor que le tengo se transformó en algo que la hace huir de mí? No puedo permitir que esto termine así. No puedo dejarla ir.

Pero tampoco voy a obligarla.

Será que quizás esto me destrozara, pero yo nunca he obligado a una mujer a estar conmigo, y esta no será la primera vez.

Aunque eso quizás me mate, pero no lo hará, he sobrevivido a muchas cosas y sobreviviría a esto. Miro hacia ambos lados y me doy cuenta de que estoy solo. Quizás mis hombres salieron para darme un poco de privacidad.

Finalmente, suelto un largo suspiro y tomo una decisión que nunca pensé que tomaría. Me acerco a la puerta una última vez, apoyando la frente en la madera fría.

— Lexa, yo siempre te he dejado claro que yo no obligo a ninguna mujer a estar conmigo — comienzo a hablar — por primera vez en mi vida no seré egoísta, esta vez vas a decir por los dos — respiro entrecortado — sé que estás dolida y molesta, así que si quieres tiempo estoy dispuesto a dártelo todo el que tú quieras, pero — hago un silencio, sabiendo lo que voy a decir — si me pides que me vaya, esta va a ser la última vez que vuelva por ti.

Silencio un largo silencio, hasta que se rompe.

— Quiero que te largues.

Sus palabras son un cuchillo, cortando cualquier esperanza que me quedaba. No digo nada, porque sé que cualquier cosa que diga no cambiará lo que acaba de ocurrir. Me alejo de la puerta.

Levanto el mentón como siempre he hecho; su padre tenía razón: no importa todo lo que he hecho, al primer error ella decide dejarme.

Fue su decisión y tendrá que vivir con eso.

— Como tú quieras.

Me doy media vuelta y llego hacia la puerta y, como consideré, mis hombres estaban fuera con el amigo de Lexa.

— Vámonos — ordeno a mis hombres, mi voz sin emoción, vacía.

Veo la mirada de todo; tiene esa curiosidad de por qué no estoy saliendo con Lexa, principalmente mi primo me mira de esa manera, sin embarazo, solo giro el rostro.

Algo fuera de sí, posiblemente con la mente nublada y de todas las maneras menos frías, le tiendo la mano a uno de los hombres que se le tiene la llave de uno de los autos. Al principio, se quedó duda. Pero cuando le doy una mirada, extiende la llave, me dirijo hacia el auto a pesar de que escucho a mi primo detrás de mí preguntándome dónde voy o qué pretendo hacer.

Subo al auto y le doy una última mirada a la casa. Viendo como Ángelo entra a la casa y mis hombres se montan en autos de atrás, envío un mensaje por las pantallas compartidas de los autos diciendo que tienen prohibido seguirme todos.

Y después de unos largos minutos y largos respiros entra la llave del auto y no enciendo. Acelerando toda velocidad voy tan rápido que posiblemente provoca un accidente, pero en este momento no me importa nada ni nadie.

El estúpido tenía razón en lo que dijo. A ella no le importó. Las mujeres siempre miran su conveniencia. No importa que prácticamente le supliqué y por primera vez en mi vida me humilló a alguien; aún así no le importó, pero aunque quizá me esté muriendo por dentro. Yo voy a levantar la cabeza y voy a sobrevivir. Ella tomó la decisión de alejarse de mí. Y, aunque eso me rompen dos, esta fue la última vez que yo volví a buscarla.

Y posiblemente la última vez que sepamos uno de otro.

Así que me prometo.

Que ya no volveré por ella.

Yo no puedo creer que por fin termine esta historia, yo estoy en shock como que quiero llorar....

I cry

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