Capítulo 9 - La misión 1/2
Lexa Herman .
— Uno, dos, tres, probando — escucho fuerte y claro en el auricular que está dentro de mi oído, pero no a la vista — ¿se escucha?
— Sí, se escucha fuerte y claro — le aclaro al jefe Jason que es el que se encuentra del otro lado hablando.
— Bien, agente Herman. Ahora el comunicador será pasado al agente Jiménez — me indica —, él será su agente de apoyo para cualquier emergencia — me aclara —. Buena suerte, agente.
El comunicador se queda en silencio. Arreglo las ondas de mi cabello suelto, las arreglo en mi hombro izquierdo, para que el audífono no se note, está bien escondido, pero esto me asegura que algún curioso lo vea.
Las luces de la fiesta entran por el retrovisor del auto. Estamos en un hotel donde se está celebrando el cumpleaños de aquel magnate, ahora mismo me encuentro todavía dentro del auto, esperando que el chofer me indique que Alexander llegó para poder bajar y comenzar la misión.
Esto es de lujo, este hotel se le ve lo exótico que es y solo vienen aquí personas millonarias, y lo puedo notar por todos los autos que se encuentran en el aparcamiento, Rolls-Ferrari, Bugatti, Lamborghini, Mercedes-Benz, Königsberg, algunos carros deportivos, uno más caro que el otro. Incluso hay helicópteros en el tejado, mierda los millonarios si son extravagantes.
— Señorita Herman, me indican que el señor Wembley está bajando del auto.
Asiento, básicamente dándole las gracias, bajo el pequeño espejo del auto, viendo mi maquillaje, agradeciendo mentalmente a mi madre por el lindo maquillaje que me hizo. Mi cabello baja en ondas por mi espalda, también haciendo la función de tapar el comunicador. Intenté arreglar mi escote, cuando lo vi al maniquí sabía que dejaba mucho que ver, sin embargo, ahora que lo tengo puesto se me ve aún más escotado y se me nota mucho más pechos de los que en realidad tengo, realmente se me ve exagerado. El chofer tiene la amabilidad de ayudarme a salir del auto, el vestido es un poco largo, pero gracias a los tacones no se arrastra por el suelo, se ajusta muy bien a mi cintura y el color se ve mucho mejor en persona.
Camino hacia la entrada del lujoso hotel, donde se encuentran las personas, entrando como si de unos premios se tratase. No fue difícil localizar a Alexander, ya que un hombre que mide casi dos metros no puede ser muy difícil de distinguir entre personas. Él se encuentra de espalda, hablando con dos agentes que, si no me equivoco, estarán vigilando desde afuera. Aun en su espalda veo el traje azul marino que porta, y le queda magnífico ceñido a su cuerpo esbelto y muy bien formado. Su cabello se encuentra muy bien peinado y desde aquí puedo oler su delicioso perfume.
— Buenas noches — me hago notar.
Su mirada primero es algo rápida, sin embargo, vuelvo con los ojos bien abiertos y muy sorprendido. Sus ojos me reparan de arriba abajo y se queda unos segundos, es mi escote y no sé si sentirme zorra por el hecho de que no me gusta que lo haga y mucho.
— Señorita, está preciosa — me dice uno de los agentes.
— Muchas gracias — sonrío.
Alexander le hace una seña a los agentes para que se retiren y ellos lo hacen sin recitar; su mirada vuelve a mí y todavía en sus ojos hay sorpresa.
— ¿Te ves sorprendido?
— Lo estoy.
— ¿Por qué? — miro mi vestido —, tú ya se lo habías visto en el maniquí de la tienda.
— No es lo mismo verlo a ese muñeco de plástico que verte a ti.
No sé por qué siento que esto es un cumplido. Y me siento bien con eso.
— Por cierto, gracias por esto...
Él hace un leve asentimiento con su cabeza, bajo la mirada, sintiendo el aire frío en mis hombros descubiertos. Veo que busca algo en su bolsillo y saca una caja de terciopelo negro.
— Tu mano — ordena.
Como niña pequeña obedezco ofreciéndole mi mano izquierda. De la caja de terciopelo, saca un anillo de compromiso de oro con un diamante y lo desliza en mi dedo anular.
— Si queremos pasar por pareja, hay que hacerlo creíble — me enseña su mano donde también tiene un anillo de compromiso en su dedo anular.
El ojiverde me extiende su mano, duro unos segundos en asimilar si tomarla o no, pero al final lo hago, sé que todo lo que estamos haciendo es por trabajo y debo ser profesional. Su mano cubre totalmente la mía dándole calor, y una corriente pasa por todo mi cuerpo cuando sus dedos se entrelazan con los míos. Observo un segundo nuestras manos unidas, viendo cómo nuestros anillos brillan en nuestros dedos como si fuéramos esposos reales.
En la entrada, un hombre muy amable nos da la bienvenida mientras no da paso hacia la fiesta. Elegancia y riqueza son las dos palabras para describir este lugar. Es el primer piso y aquí hay algunas quinientas personas, cada quien muy glamurosa, vestidos de moda y sobre todo muchos vestidos exclusivos, hay mozos uniformados llevando bandeja repleta de cosas de aquí para allá y de allá para acá, y de paso uno mismo de ellos nos ofrece una bandeja de champán, a lo que yo tomo una, a lo que mi compañero se niega.
— ¿No te gusta la champán de manzana?
— Me gustan las cosas más fuertes — me responde mientras seguimos caminando.
Tiene un poco de alcohol, sin embargo, no es muy fuerte.
Asiento, ambos entramos a la fiesta mientras yo sigo observando la glamurosa decoración dorada y también disfrutando la música de la orquesta en vivo que se encuentra sobre el escenario.
Un señor canoso de unos sesenta y tantos años y un traje que vale más que el jeep que me regaló mi madre, se acerca. En su mano tiene un tabaco encendido y se acerca a nosotros mientras de su boca se expulsa humo.
Cuando el señor llega a nosotros, y su olor a tabaco me entra por mis fosas nasales, dándome a entender que tiene ya rato fumando esa cosa.
— Alexander — saluda al señor con toda confianza — qué alegría verte por aquí, tenía tanto sin verlo.
Mi acompañante suelta mi mano, y la pasa por mi cintura suavemente para luego pagar de él en forma de macho alfa posesivo. Bien, esto se está tornando extraño.
— Señor Julio, igual para usted —responde Alexander cortés, sin quitar su cara de amargado.
— Y esta señorita es...
— Un placer, señor, soy Lexa.
— Lexa Wembley, mi esposa — me interrumpe Alexander.
Un sentir extraño pasó por mi barriga, su esposa... Concéntrate, Lexa, estás trabajando.
El señor Julio toma mi mano, regalándole un beso húmedo en el dorso.
— Disculpe el atrevimiento — dice con mi mano en la suya todavía y yo discretamente la saco de su mano —, pero usted tiene una mujer muy hermosa.
Su agarre en mi cintura se intensifica. Su mirada cae sobre mí unos segundos y yo también lo observo, mis ojos se conectan con lo de él.
— Sí, es una mujer hermosa — afirma Alexander.
Una sonrisa se clava en mi rostro al escuchar sus palabras, realmente espero que no sean porque ambos estamos metidos en un papel.
— ¡Qué envidia! — responde el hombre — yo no tuve la suerte de encontrar una mujer así.
El señor canoso y Alexander comienzan a hablar de algunas cosas que no les hago para nada caso. Todavía sigo observando la fiesta, lo lindo que se ve todo. Me gusta la música que está tocando la orquesta, exactamente no sé si es jazz o qué, solo me gusta.
Hombres y mujeres muy elegantes se encuentran en el lugar conversando y saludándose entre ellos todo el lugar. Repaso todo el sitio mirando a todas las personas, hasta que mis ojos chocan con unos marrones claros que me observan fijamente, sin ningún tipo de pudor. El hombre que levanta su vaso con una bebida de color amarillo, me imagino que es en forma de saludo, a lo que yo asiento. No sé quién es, quizá lo haga por educación.
Giro mi mirada otra vez observando la fiesta, mientras puedo sentir su mirada sobre mí, le hago caso omiso y sigo en lo mío hasta que siento unas manos en mi cintura logrando que una corriente pase por mi cuerpo entero, en mi nariz entra la colonia de Alexander, de manera fuerte. Sutilmente, su mano me dirige un poco más lejos de donde estábamos. Nos instalamos en una mesa para dos y él toma mi copa media llena de champaña y la deja en la mesa. Se acerca un poco a mí.
— Si ves a tu izquierda — me indica — Braulio Mejía, colombiano y uno de los mafiosos más conocidos, trabaja en la trata de blancas.
Giro la cabeza sutilmente a la izquierda. Un hombre esbelto, alto, con el pelo castaño, con algunas canas adornándole su cabello perfectamente peinado, se encuentra sentado en un mueble con dos chicas bastante jóvenes y con unos vestidos que casi le veo las bragas desde aquí. Esas chicas se ven demasiado jóvenes. ¿Serán mayores de edad?
— ¿Y por qué, si saben quién es, no lo atrapan?
— La mafia no se mueve así, muñeca — me dice el dichoso apodo — se le acerca a ese hombre y en una sola seña uno de sus hombres te abre la cabeza, sin embargo, ese no es el punto.
Mis ojos vuelven a él.
— Él es uno de los socios de Arturh en su empresa de coches, por eso se sospecha que él también está en la red de tráfico.
Y como indica mi acompañante, el cumpleañero se acerca a él y le da un abrazo que deja demostrado toda la confianza que se tienen.
— Entonces quiere decir...
— Si Braulio está aquí, es probable que nuestro objetivo esté aquí también.
— También es probable que si en un momento ellos se alejan...
— Es como dedujo el jefe Jason, si va a hacer algún movimiento se alejarán del grupo para poder hablar...
— Y también es probable que nuestro objetivo se encuentre en esa reunión.
— ¡Bingo!
Pasamos un rato más en la fiesta, escuchando la música y vigilando a las personas. Algunos hombres más se han acercado al cumpleañero y al colombiano, según Alexander, son algunos socios también. Nosotros solo nos hemos limitado a observar, no han hecho nada extraño, pero, aun así, tenemos que estar pendientes.
Mis ojos vuelven por quinta vez a Alexander, que se encuentra vigilando tres veces más que yo, debido a que, se encuentra de lado. Mis ojos dan con su enorme tatuaje en forma de Z, realmente es grande, siempre quise preguntarle qué significa, pero no sentía la confianza suficiente, sin embargo, ya creo que lo voy a hacer, además mi curiosidad me va a matar.
— ¿Qué significa? — digo sin más. Antes de que me dé vergüenza preguntarle.
— El tatuaje — afirma.
¿Cómo lo sabe? Acaso lee el pensamiento, espero que no, últimamente no he pensado cosas bonitas sobre él, en ninguno de los sentidos. Aunque no me sorprendería que tuviera esa habilidad, con esos ojos parece como si viera más allá de tu piel.
— Sí.
— No significa nada — afirma — simplemente cuando fui al establecimiento donde me lo hice lo vi y me gustó.
Frunzo el ceño, supuse que las personas que se hacían tatuajes siempre eran por un significado.
— Muñeca — me llama —, se están moviendo.
Cuatro hombres, incluyendo el cumpleañero y el colombiano, se mueven ellos solos. Se aleja del grupo para hablar ellos solos, mi compañero y yo nos mantenemos al pendiente de todos. Arturh le dice algo a un mesero para luego ellos desviarse hacia afuera, a donde si no me equivoco hay un ascensor.
— Voy a subir — indica Alexander.
— Te acompaño.
— No — niega Alexander —, necesito que vigiles por si unos de sus hombros suben y tú puedas avisarme por el micrófono.
Saca un pequeño aparato negro de su chaqueta que no se parece para nada al mío y se lo coloca en su oído.
— Voy a tratar de escuchar todos los posibles — se acomoda el aparato y la chaqueta — y ver si veo algo, te quedarás en la entrada a vigilar y cómo te dije avisar por si algo sale mal.
Quise refutar; sin embargo, preferí callarme y seguir sus órdenes. Él se me adelantó y yo lo sigo, y ambos salimos afuera al balcón. La noche se encuentra fría y sin estrellas, solamente su cielo oscuro. Me sorprendí bastante al ver que aquí no hay hombres vigilando el ascensor, está solo y fácil de tomar.
Alexander se dirige al ascensor y lo toma, y yo me quedo observando hasta que se cierra completamente. Me quedo ahí esperando que no pase nada extraño y es así hasta que alguien aparece en mi campo de visión.
— Hola.
Volteo, frente a mi hombre alto, castaño, ojos marrones, un poco robustos y con bastante músculo, nariz fina y rasgo fuerte, me observa con curiosidad. Es un hombre normal, desde el punto de vista de otra mujer diría que es lindo, pero si lo veo desde mi perspectiva, para mí no es un hombre guapo. Simplemente es normal. Él se encuentra con dos compas en sus manos, él me extiende una y la tomo por cortesía, sin embargo, no tomo. Ya me bebí una copa, además de que esto no parece una simple champaña y no puedo darme el lujo de emborracharme, estoy trabajando.
— Hola — le sonrío.
— Un placer, Milo Mejía.
Mejía... Al parecer es familiar del colombiano.
Extiende su mano y la tomo, se sienten robusta y con muchos callos, sus ojos dan con los míos y se me hacen conocidos... Claro, era el chico que me estaba mirando cuando llegué. Sus ojos bajan a mis bustos y los mira sin importarle que yo lo esté mirando, eso me causa cierta incomodidad.
— Lexa — Solo respondo por mi nombre.
Es un nombre común y no me puedo arriesgar a decir mi apellido. Mi padre es un policía reconocido.
— Un placer, bella dama — discretamente saco mi mano de la suya — ¿Y en qué empresa de Arthur trabaja? — indaga — nunca te había visto.
— No trabajo para él, soy hija de uno de sus empleados.
Ya me dijo que nunca me había visto, no puedo meter la pata y decir que trabajo aquí. Lo que espero es que el tipo no tenga muchas ganas de quedarse conversando. Estoy trabajando.
— ¿Y a qué te dedicas?
— Soy maestra — miento.
Frunce el ceño — no parece eso.
— Pues lo soy.
No le pregunto a lo que él se dedica, para que note que no tengo ganas de seguir su conversación, este chico no me da para nada buenas vibras.
Pero para mi mala suerte él no lo notó o simplemente me ignoró y siguió hablando, yo solo me limité a asentir y sonreír en todo lo que él me decía.
— Muñeca — frunzo el ceño al oír esa voz — voy a entrar, no hay nadie a la vista.
Ahora recuerdo que tengo el audífono encendido. Intento concentrarme en lo que me dice, aunque es un poco difícil, ya que tengo dos personas hablando y me están volviendo loca.
— Disculpa, Milo, tengo que atender una llamada.
— No escuché tu teléfono.
— Lo tengo en vibrador.
Y antes de que pueda, aunque sea refutar, me doy la vuelta y entró a la fiesta, me escondo en una esquina, hasta que veo que el castaño sale del balcón, así que me adentro a él corriendo, subo en el ascensor, veo que tiene número del uno al quince y estamos en el primer piso, con razón no tiene vigilancia, en lo que descubre en qué piso están todas las personas, se acaba la reunión y te atrapan.
— Nadie a la vista aquí abajo — le informo y todavía no ha cerrado el ascenso — ¿En qué piso estás?
— En el quince — responde y antes de que pueda hablar — bien, me tomo un rato encontrarlos, pero creo que veo...
Se hace un silencio. Mi piel se eriza.
— Alexander — se escucha otra voz de fondo irreconocible para mí.
— ¿Qué haces aquí? — Escucho cómo el pelinegro dice.
— Solo...
Entonces el micrófono se deja de escuchar y eso hace que me tensa un poco más.
— Alexander — susurro — Alexander.
Vuelvo y grito, sé que me escucha, aunque apagues el micrófono del otro lado. Escucha fuerte y claro.
— Bien, voy a subir.
Presione el número quince con mi pulgar, el ascensor se cierra y tengo que esperar unos segundos, debido a que estamos en el primer piso y hace una mini parada cada vez que llega a un nivel. ¿Esto no puede ir más rápido?
Entonces el micrófono se enciende y puedo escuchar dos disparos y luego algo desplomarse. Se me eriza el vello del cuello.
Mierda.
Conoscan bien a Milo, asi como se ve, sera de importancia en esta historiaaa
Que pasen lindo diaaa.
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