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Capìtulo 47 - Quiero verlo


Lexa Herman

Terminé de cepillarme los dientes y volví a colocar el cepillo en su lugar. Me siento mucho mejor que la última vez. Mi mejor remedio fue estar con Alexander. No sé por qué, pero ya me siento más tranquila, como si estuviera segura.

Me miro en el espejo del baño cada día que pasa; los moretones van desapareciendo y, por suerte, ya no arden como antes. Suspiro; ya no me preocupo por taparlos, la persona que quería esconderlos ya sabe que están ahí, así que es una pérdida ocultarlos.

Salgo nuevamente a la habitación y aparto los platos del desayuno. Quería ir al restaurante y despejar la mente; sin embargo, cuando salí, los hombres que ahora se llaman Liam y Juni ya tenían la comida lista y me recomendaron quedarme en la habitación. Algo que encontré extraño, pero como estaba tan hambrienta no quería discutir, así que solo me limité a comer aquí dentro.

Miro la hora y apenas son las siete de la mañana; frunzo el ceño. ¿Dónde estará Alexander? Cuando me levanté, no estaba a mi lado ni lo escuché salir, como todas las mañanas, y tampoco sentí el beso de los buenos días. Es decir, aunque él no me levante, siempre me da un beso antes de irse, pero tampoco lo percibí. Además, Alexander no suele salir a esta hora; siempre es después de las ocho y media.

Estoy segura de que él salió anoche. ¿Dónde estará? Tomo mi teléfono e intento llamarlo; suena varias veces, pero no lo contesta. ¿Debo preocuparme?

Iba a dar la vuelta para volver donde los chicos, para preguntarle o, mejor aún, quizás ir a buscarlo. Pero no me dio ni tiempo a salir, ya que Alexander entró por la puerta con la cara un poco cansada. No le doy importancia a su mueca de agotamiento y me abalanzo sobre él, amarrando mis piernas en su cintura. Me carga como si fuera un saco lleno de plumas, sin ninguna dificultad. Pego mis labios con los suyos de una manera desesperada; tenía tantas ganas de verlo y de besarlo. Después de tantos días evitándolo y no dejando que me tocara, me estaban matando. Me he vuelto un poco obsesiva con que él tenga las manos sobre mí.

Comienzo a besarlo de manera desesperada; él retrocede hasta que caemos en la cama, yo sobre él, sin despegar nuestros labios.

— Buenos días a ti también — bufa cuando despego mis labios para tomar un poco de aire.

— Buenos días — digo algo juguetona.

Algo que encuentro raro en Alexander es su olor. Siempre he caracterizado a Alexander por tener un olor extraordinario, atrayente y, sin embargo, hoy es diferente. No es que huela mal, pero es una fragancia bastante extraña. ¿Dónde demonios estaba?

— Muñeca — intenta que pare, pero sigo insistiendo en besar — déjame bañarme — suplica — luego seré todo tuyo.

Niego como niña caprichosa — me gustas así, no te preocupes —, ahora mismo tengo hasta deseos de amarrarlo a la cama.

— Muñeca, en serio — su voz se está volviendo algo ronca. Qué excitante.

Hago caso omiso a su petición y sigo besándolo y acariciándolo como una acosadora sexual, por cada parte que se pueda. Desabotono su cinturón para luego meter la mano por debajo de su camiseta, hasta que doy con algo húmedo en su espalda. Considero que es sudor. Así que sigo con lo mío, sin embargo, me detengo cuando veo en mis manos algo de color carmesí. Sangre.

Está ligada con sudor, pero es sangre, sangre seca que se volvió líquida por el contacto con el sudor.

Despego mis labios de los suyos; él me observa con el ceño fruncido. Llevo mi mano hacia mi nariz oliendo, para comprobar mi teoría. Y sí es sangre y sudor.

— Alexander, esto es sangre — susurro afirmándolo.

Mira mi mano, y su expresión es neutra; ignora lo que digo, pero es consciente de que estoy hablando. ¿Será que se lastimó? Me levanto de pie mientras él se encuentra sentado en la cama.

— ¿Es tuya? — indago.

Digo esto porque él no tiene cara de estar herido, además de que la sangre la encontré en su espalda, y estoy segura de que si tuviera una herida en su espalda cuando caímos en la cama lo hubiera lastimado.

— Lexa, no es nada — dice restando importancia.

— ¿Nada? — cuestiono — tú entiendes que encontrarle sangre a una persona no es nada.

Él suspira para levantarse de la cama, dejándome con la duda. ¿De dónde sacó la sangre...? Frunzo el ceño, cayendo en cuenta. Alexander no estaba aquí cuando me levanté, ni lo sentí salir. En cambio, sí lo escuché salir anoche. Entonces, él no llegó y volvió a salir, sino que amaneció afuera, haciendo Dios sabe qué.

— ¿De quién es?

Se queda en completo silencio mientras me mira. Y lo peor es que con ese silencio acabo de entender. No quería que sucediera. Milo.

— Lo hiciste — afirmo — lo encontraste.

Su mirada me lo dice todo. La sangre es de Milo. ¿Cómo demonios lo encontró? No se supone que él se había ido del país. Una de las cosas que me alegró cuando supe que Milo se fue es que Alexander quizás no lo encontraría, ni tomaría venganza o, por lo menos, me daría tiempo para calmarlo.

— Ves, por esto no te lo quería decir — grito histérica — sabía que ibas a tomar esta reacción, debiste olvidarlo como te lo pedí.

— ¿Cómo se supone que debía dejarlo pasar? — Trata de no perder la paciencia —se te olvida que él básicamente abusó de ti.

— No, no se me olvida — siento un nudo en mi garganta — pero yo te dije que lo dejaras así y que no te metieras, ese era mi problema — se levanta de la cama y no me responde. — ¿Por qué lo hiciste?

— Porque lamentablemente esa era la única manera de estar seguro de que él no se volvería a meter contigo.

— Claro que no — grito — no tenías que hacerlo. Si volvía a pasar, yo me sabría defender.

— ¿Así cómo te defendiste la primera vez?

— Estaba drogada.

— Pues él podría volverte a drogar y sería peor — escupe —, esta vez se aseguraría de hacerlo mejor.

— No, no lo iba a ser, porque yo no iba a ser tan descuidada esta vez.

Se quita su camiseta, dejando el torso desnudo. Se da media vuelta y veo el rastro de sangre con la marca de mis dedos. Por lo que se ve, parece que él se limpió la sangre, pero quizás no llegó a esa parte de su espalda.

O probablemente no sabía que le llegó ahí.

— Discúlpame, pero eso no me deja más tranquilo.

— No debiste hacerlo.

— Aunque te moleste, en este mundo, los problemas no se ignoran, sino que se resuelven, y para tu mala suerte, así es como yo los resuelvo.

Mis lágrimas amenazan con salir de forma desesperada, pero las contengo. Cada vez que siento que me dará un ataque de pánico, las lágrimas amenazan con salir. Entonces creo que un ataque de pánico me dará. ¿Cómo se le ocurre hacer eso? ¿Y si ahora Braulio busca venganza y lo mata? Si a Alexander le pasara algo por mi culpa, creo que yo no podría sobrevivir.

Me doy media vuelta, concentrando mi mirada en la ventana. Solo escucho cuando da un portazo al entrar al baño. Me dejo caer en el sillón que está cerca de la ventana mientras seco mis lágrimas. No lloro por lo que hizo, sino por el miedo, el miedo de que algo le suceda después de esto. Él mismo me ha dejado claro que en este mundo todo es ojo por ojo, y no creo que sea la excepción.

Después de un rato, permanezco ahí, sintiendo cómo se viste y se mueve detrás de mí. Sin embargo, no me tomo la molestia de mirarlo. Únicamente sigo mirando por la ventana, sobre pensando las cosas, pensándolas de más.

— ¿Hasta cuándo vas a estar así?

— Hasta que aprendas a resolver las cosas de otra manera — bufo.

Sé que esa es la única manera que conoce, pero lo único que no quería era desatar una guerra. Por eso no le quería decir, pero era seguro que él lo resolvería así.

— ¿Quieres que te pase una almohada? —dice— Porque volvería a hacerlo diez veces más por ti, aunque te enojes conmigo —giro los ojos— sabes que mi prioridad es que tú estés bien.

Mi corazón se acelera. Este maldito no me deja enojarme por más de media hora.

— No estoy molesta —admito sin voltearme—, estoy asustada.

— ¿De qué?

— ¿Y si Braulio quiere venganza? —indago al voltear a verlo—. Si él te mata, ¿qué se supone que yo voy a hacer?

Lo miro, y sus ojos se suavizan. Toma mi mano y la acaricia.

— No tengas miedo, muñeca. Te prometo que no me pasará nada, sé lo que hago.

— No me prometas eso, no quería que lo hicieras. Sé que Braulio buscará venganza y...

— No buscará venganza —afirma.

— ¿Cómo sabes que no?

— Porque no lo maté, está vivo, solo que no en buen estado.

— ¿No?

— No, nada más le hice entender que no quiero que respire el mismo oxígeno que tú.

Eso me deja incluso con más dudas, ¿entonces qué hizo?

— Quiero verlo.

— ¿A quién?

— A Milo, quiero verlo.

Hace una mueca e intenta ignorarme, pero lo detengo.

— Muñeca, te he dicho...

— Sí, me dices mil veces que no quieres que vea tu faceta, básicamente malvada —me exaspero—, pero algún día tendrá que pasar. ¿O qué pretendes? ¿Qué todo el tiempo que estemos juntos tú hagas fechorías mientras yo me escondo en una esquina, porque no quieres que te vea?

— No quiero que cambies tu percepción sobre mí.

— Sé lo que eres.

— Sabes, pero no lo has experimentado.

— No, lo haré — admito sinceramente —, solamente quiero verlo.

.........

Fue mucha insistencia, pero al final logré que Alexander accediera a traerme a donde sea que tenga a Milo. Fue un poco largo el camino, pero ya llegamos. Y aprendí que aparentemente Alexander tiene mucha experiencia viajando en Italia. Digo, porque llegamos a un lugar y en ningún momento miró el mapa.

Él me abre la puerta del coche ayudándome a salir. Miro a mi alrededor, la dichosa casa abandonada. Analizo todos los lados, viendo cómo se encuentra lejos de la urbanización. Se me hace fea, vieja, y en las orillas está llena de moho. ¿Qué es lo que hacemos aquí?

— Vamos — me dice.

Frunzo el ceño, muy confundida. Creo que es aquí, ya que por lo que veo es la única casa cerca. A menos que tenga algún tipo de puerta mágica o quizás algún pasaje secreto. La piel se me eriza cuando siento el frío de la noche. Tuve que insistirle casi todo el día para que él accediera. Mientras más nos acercamos a la casa, más el mal olor y el abandono invaden mi cuerpo. Realmente esto tiene una fachada horrible.

Llegamos a la puerta donde encontramos a Mason fumando. Cuando me ve, su rostro se desencaja; quizás era la última persona que él esperaba ver en este lugar. Él mira a Alexander, quien le hace una seña que no comprendo, pero Mason simplemente me regala una sonrisa y nos abre la puerta. Entramos a la casa y me llevé la sorpresa de que afuera no es igual que adentro. Veo que es una fachada; no es que adentro esté de lujo, pero no se ve tan abandonado y mugroso.

Había unos hombres jugando barajas y otros bebiendo cerveza, pero cuando nos vieron, o mejor dicho, vieron al hombre que viene detrás de mí, dejaron de hacer lo que sea que estaban haciendo y se pusieron en orden de disposición, al menos eso sentí yo. Me siento algo fuera de lugar, y es algo extraño. Mi trabajo era atrapar a los delincuentes, pero no es lo mismo que ahora, básicamente pertenezco a ellos indirectamente.

Todos me observan, pero no confundidos, sino normal; algunos quizás hasta sorprendidos. Y no sé por qué tengo la sensación de que ellos me conocen más de lo que yo creo. En cambio, ellos a mí me causan algo de escalofríos. No me gusta juzgar a la gente por su apariencia, pero seamos racionales, unos hombres grandes, llenos de tatuajes, cicatrices, armas, recortadas extrañas; un cliché.

— ¿Dónde está? — dice Alexander con voz dura.

— Está en la habitación, el doctor lo está atendiendo.

¿Doctor?

Alexander asiente y toma mi cintura para guiarme por un pasillo hacia una habitación. Nos detenemos delante de una puerta.

— Quiero entrar sola.

Él hace una mueca — ¿Segura?

— Pues si él está hospitalizado, no creo que tenga fuerza para atacarme — su rostro me da a entender que no lo convencía con eso — voy a estar bien.

— Está bien — dice con voz disgustada.

Se acerca a la puerta y la abre, dando paso. Entro a la habitación donde se escucha el sonido de las máquinas conectadas a un cuerpo. Mis ojos no pueden creer lo que estoy viendo. Un hombre en esa camilla, que está entubado por todos los orificios de su cuerpo, literalmente. Ni siquiera estoy segura de si es Milo, porque tiene el rostro muy golpeado.

Lo examino, tiene ambas manos cortadas, sus brazos están tapados por vendas. Tiene una pierna rota, muchas quemaduras, golpes, moretones, y ni que decir de sus labios que se encuentran fritos y quemados, incluso parece que no tiene labios. Está totalmente destrozado, creo que para estar en ese estado es mejor estar muerto.

Viendo a este hombre, me pongo a reflexionar. Estoy con un hombre que es capaz de hacerle esto a un ser humano y no tener remordimiento, porque estoy más que segura de que si yo no lo hubiera notado, Alexander hubiera seguido con su vida como si nada, ya lo ha hecho anteriormente. Ya comprendo que Alexander no quería que viera nada de esto, es que él no quiere que vea su parte bestial, no quiere que yo vea el monstruo que puede llegar a ser. Él conmigo es tan diferente, se ve tan vulnerable, incluso parece buena persona, pero acabo de comprobar que no lo es, esa es la máscara que me mostró cuando lo conocí, la que me sigue mostrando.

Lo peor de todo esto es que no me siento nada mal por lo que Alexander le hizo a Milo. Ya comprendo el porqué dijo que ya no tendría ganas de respirar el mismo oxígeno, y viéndolo de este modo, no creo que tenga ganas de volver a saber de mi existencia. El hecho de que esté en ese estado no me alegra, pero tampoco me produce tristeza. Y lo peor es que incluso siento algo de tranquilidad, porque sé que él recibió su merecido, porque aunque suene inhumano, estoy segura de que él sufrió tres veces lo que sufrí yo. Y debo admitir que quizás me hubiera encantado presenciarlo.

— ¿Disculpe usted es? — Una voz me espanta.

Un hombre, de unos sesenta años, con canas y una bata blanca, me mira algo curioso.

— Yo soy Lexa — me presento — ¿Y usted?

— Lexa — dice mi nombre de lo más normal — eres la mujer del señor Aslan — aparentemente tengo cierta fama en este lugar — soy el doctor Agent, el médico de confianza del jefe.

Asiento. Creo que esto me da a entender que no es la primera vez que él hace algo como esto.

— ¿Cómo está? — pregunto refiriéndome al paciente.

— Pues... No sé qué le hizo este hombre a Alexander, pero fue muy malo. Apenas lo puedo mantener vivo. Se desangró mucho cuando le cortaron las manos, y también cuando le cortaron el pene.

Abro los ojos como plato. ¿Qué le cortaron el?

— ¿Alexander...?

El hombre asiente — por eso digo, no sé qué fue lo que le hizo, pero fue grave, pero sobrevivirá, qué es lo importante.

Asiento, con un nudo en mi estómago. El doctor dice algunas cosas más que ni siquiera escucho porque mi mirada está perdida en el cuerpo de la camilla. Cuando el doctor termina de decir lo que sea que estaba diciendo, me despido para luego salir de la habitación, encontrándome al peligro recostado en una pared.

— ¿Bien? — indaga.

— Podemos ir a un lado donde nos dé el aire.

Asiente. Camina hacia unas escaleras, mientras yo lo sigo. No le tomo mucha importancia a fijarme en el lugar; en todo momento solo me mantengo siguiéndolo hasta que llegamos a una terraza. Cierra la puerta detrás de mí mientras yo dejo que el aire golpee mi rostro.

— ¿Está mal que me alegre de que esté así?

— Sí, está mal. No quiero que pienses de esa manera.

Me giro entre sus brazos quedando cara a cara con él — lo dice el que hizo esto.

— Pero ya, yo soy una mierda de persona, pero tú no — susurra cerca de mí — y quiero que se mantenga así.

Suspiro mientras siento su respiración cerca de mí.

— Alexander — susurro — ¿Si yo te traicionara, tú me harías lo mismo?

— ¿Serías capaz de traicionarme?

Niego — pero, me gustaría saber si tú me harías eso a mí.

Duda unos segundos hasta que niega — no estoy seguro — susurra; esa respuesta me hace sentir una corriente extraña — y eso es algo malo.

— ¿Por qué?

— Porque eso significa que me vuelve vulnerable.

Me sonrojo y mi corazón se acelera.

— ¿Y eso está mal?

— Sí, para una persona como yo no es bueno tener debilidades.

— Pues creo que debes deshacerte de mí antes de que te enamores y me vuelva tu mayor debilidad.

Me mira unos segundos y sonríe, haciendo que sus ojos brillen y le dé a su verde un toque de verde ámbar. Me encanta verlo sonreír.

— Tendré que tomarlo en cuenta.

Toma mi rostro dándome un beso y deja que me pierda en sus labios.

Me rio, esta parte es para dejar un mensaje y yo nunca se que poner asi que.... 

Hola ¿Como les va? 

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