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Capìtulo 40 - Nuevo hogar


Lexa Herman

Presiono la taza de chocolate mientras observo el humo salir en un pequeño hilo blanco; apenas son las nueve de la mañana, y el día se siente algo apagado y nublado. Miro a mi madre mientras se mueve por la cocina, limpiando y preparando el desayuno al mismo tiempo. Su cabello está recogido en una perfecta cola y lleva un lindo delantal de Navidad que le regalé hace muchos años, pero aún lo conserva perfectamente.

Tengo un enorme nudo en la garganta y no tengo la mínima idea de cómo deshacerlo. Quiero contarle lo de Alexander, y no sé cómo, o mejor dicho, tengo miedo de su reacción. No quiero que se decepcione de mí.

Ella se gira y me mira con ternura. — Nena, ¿quieres decirme algo? —pregunta.

Abro la boca y la cierro nuevamente. La miro a los ojos, unos ojos que me dicen que no importa lo que yo diga o haga, ella nunca dejará de quererme o apoyarme. Deja el paño con el que estaba limpiando la mesa, se quita el delantal y lo guarda, para luego tomar asiento frente a mí. Agarra mi mano haciéndome sentir protegida y pasa su pulgar por mis nudillos.

— Sabes que puedes decirme lo que sea.

Asiento. — Eso lo sé.

— Pues adelante.

Aprieto los labios tanto que llega un momento en que duele. Suspiro, dejo la taza de chocolate en la mesa y la miro.

— Mamá, estoy con Alexander —suelto de golpe—. Es decir, básicamente siempre estuve con él en una relación. —Ella me observa atentamente—. Yo...

— Lo sabía —expresa.

Frunzo el ceño. — ¿Espera qué? ¿Lo sabías?

Asiente. — Mi instinto de madre no falla —dice—. Me di cuenta desde el día del hospital, pero sobre todo, sé que no sales a ningún trabajo y siempre vives con esa sonrisa bobalicona y hablando a escondidas —me sorprendo con cada palabra—. Me imaginé que estabas saliendo con alguien. Al principio no tenía idea, pero después me imaginé que era él. ¿O por qué más te empeñarías en esconderlo tanto?

Me quedo perpleja, realmente lo último que me esperaba es que mi madre notara esta cosa, ella casi siempre está sumida en sus cosas. Pero las personas te sorprenden, ya que sí se daba cuenta. Me pregunto: ¿Se habrá dado cuenta cuando tenía un novio en secundaria? ¿O la vez que vino aquí y tuvimos sexo? Espero que no.

— Mamá, sé que sabes que Alexander no es...

— Si, nena, sé lo que es.

— ¿No estás decepcionada de mí?

Cierra los labios unos segunda cosa que me comienza a preocupar, pero cuando veo cómo sus ojos me mira con ternura y compresión, cosa que me da alegría, lo único que necesitaba que mi madre me comprendiera.

Ella abre la boca, pero el golpe de la puerta abriéndose la interrumpió. Las dos nos miramos extrañadas por el sonido tan brusco, y nos paramos de inmediato. Cuando llegamos a la sala, vemos a papá cómo se quita la chaqueta enojada y la tira al suelo.

— Zorra — grita, Se acerca dando zancadas hacia nosotras.

De forma mecánica me coloco delante de mi madre en forma de defensa.

— No te acerques a mi madre.

— No — niega —, no es con ella la cosa, sino contigo, pequeña puta.

Me toma del brazo tan brusco que suelto un pequeño grito. Me quedo estática y no sé si son los nervios o qué demonios, sin embargo, me quedo estática. No es la primera vez que papá hace esto, pero creo que es la primera vez que me agrede directamente a mí, casi siempre cuando llevo un golpe es por el hecho de que me meto defendiendo a mi madre.

Miro su rostro que me mira con una furia incomparable, mientras el mío está lleno de confusión y algo de miedo por cómo está reaccionando.

— Dios mío Emanuel — grita mi madre —, deja a la niña, ¿qué te sucede?

— Sucede que tu niña, lo que es una zorra — escupe —, nos está viendo la cara de imbéciles ambos.

— No sé de qué hablas, pero suéltame — intento sacar mi brazo, pero es en vano.

Mi madre comienza a llorar.

— Creíste que yo era un imbécil — escupe — sabía que tú eras una inútil, no sé por qué no me deshice de ti cuando pude, ahora tengo que pasar toda la vergüenza por el hecho de que mi hija le abre las piernas a un criminal — sonríe cínicamente — sabía que él no se escapó, tú montaste la escena y lo dejaste escapar.

Mi sangre comienza a sentirse fría.

Mi padre me suelta bruscamente, haciéndome retroceder y caer al suelo. Mi madre se arrastra por el suelo rápidamente y llega hacia mí. Papá saca su teléfono móvil y nos enseña una imagen, donde me encuentro muy abrazada con Alexander. Esas fotos son recientes, es decir, de esta última dos semanas. Sigue pasando las imágenes y hay otra donde nos encontramos hablando muy sonriente, una con Mason y los hombres de Alexander, otra donde estamos muy juntos y él se encuentra besándome el cuello y la última es de ayer cuando me beso en el auto para poder despedirse.

Él me mandó a espiar, pero ¿cómo? Mi madre me mira con complicidad porque está de más decir que ella sabía lo que sucedía. Ella me ayuda a incorporarme.

— Quisiste hacerte pasar por la agente responsable y ayudar en el caso, pero era toda una mentira. Tú eres parte de esa secuela de criminales asesinos — me acusa con todo el odio del mundo —. Así fue como te ganaste ese puesto, ¿cierto? — escupe —. Abriéndole las piernas a ese maldito, claro, como no lo pensé —, se ríe con cinismo —. Porque de otra manera tú ibas a poder tener ese caso.

Hace el intento de acercarse a mí, pero yo estoy colérica y harta de la situación, entonces de mi pantalón saco la P30 que llevaba conmigo apuntándolo a la cabeza.

— Si nos pone la mano encima, te mato.

— Lexa — grita mi madre poniéndose en el medio — baja eso, podemos hablar esto como familia.

Como no, si ella es capaz de dar la vida por ese maldito.

—Atrévete, dispárame maldita — gruñe.

Pero ese maldito en todo momento está detrás de mi madre, sabiendo que no haré mucho si ella está ahí.

— Lexa, por favor — suplica

Bajo los ojos a mi madre por unos pequeños segundos, y ese fue mi mayor error, porque él prácticamente le voló encima tumbando llegado hacia mí, toma mi muñeca aplicando una llave que me hace ahogar del dolor y soltar el arma.

Me da una bofetada, que me hace tragarme las palabras, comienzo a gotear sangre de la boca. Me paso la mano limpiando la sangre que se acumula en mis labios. Escucho el sonido de una hebilla de correa, y es justo lo que pensé: mi padre comienza a quitarse la correa del pantalón.

— Si no aprendiste a ser una mujer decente cuando eras pequeña — dice mientras enrolla la correa con un brillo de maldad —, lo aprenderás ahora.

Antes de que pueda hacer el mínimo movimiento, la puerta se abre de golpe, o más bien, se viene abajo, ya que fue rota. Hombres desconocidos rodean la casa desde dentro, interponiéndose entre el hombre que dice ser mi padre y yo.

En menos de dos segundos, todos los hombres que rodean la casa sacan armas de fuego y apuntan a mi papá. Los tres presentes en la casa nos quedamos con los ojos abiertos, sin saber qué pasa, mientras aproximadamente quince hombres le apuntan a la cabeza a mi papá, y él ni siquiera respira bien.

— Por orden del jefe Mishael Aslan, no tiene permitido ponerle una mano encima a su mujer y a su suegra — habla uno de los hombres con voz muy gruesa.

— Esta es mi casa y yo hago lo que se me dé la gana.

El hombre le da en la boca con la culata del arma, haciendo callar.

— No importa que sea su hija y su esposa — gruñe el hombre. Si hace un movimiento en falso, no la cuenta.

Mi padre, que literalmente escupe fuego por todos los orificios de su cuerpo, está perplejo y muy enojado.

— Ya veo que tienes tu puesto en la mafia — se ríe con ironía —, eres una basura.

Hace el intento de acercarse a nosotras, pero el hombre carga el arma. Mi madre hace el intento de intervenir, pero yo la detengo; no quiero que pase un accidente y que la bala termine en ella. Sus ojos expresan el terror que tiene de que maten a su esposo.

— Señor, estamos intentando hacerlo por las buenas — dice el hombre robusto, perdiendo toda su paciencia —, pero tenemos órdenes de disparar si quiere hacerlo por las malas.

Mi padre se queda en un sepulcro silencio, que, a pesar de no hacer un mínimo de sonido, demuestra lo molesto y exasperado que está.

Las lágrimas de mi madre son abundantes en su rostro; solo tiene la vista fija en los hombres que apuntan a mi padre, demostrando que no están muy lejos de disparar el gatillo y acabar con su vida. También observa a mi padre, que, aunque esté demostrando que no teme, está temblando.

Todos los presentes estamos seguros de que a esos hombres no les va a temblar la mano para apagar la vida de mi progenitor.

El líder de los hombres gira hacia mí.

— Señorita, tenemos órdenes de sacar a su madre y a usted de aquí.

— No — grita mi papá —, mi mujer no sale de esta casa.

—Cállate, si no quiere un tiro en el pie — vocifera el tipo con mucho terror.

— Yo no puedo dejar a mi esposo — solloza mi madre.

— Entendemos su punto, señora — dice muy educado el hombre, y es muy impresionante la diferencia de cómo habla el hombre a mi madre, a cómo le habla a mi padre — pero señorita Lexa — me llama por mi nombre — a usted sí la vamos a sacar de aquí, quiera o no.

Y al final, Alexander cumplió su promesa una vez que me dijo que si mi padre volvía a agredirme, me sacaría de mi casa, aunque no quisiera. Y así lo está haciendo.

— ¿Podrías darme un segundo a mí y a mi madre? — El hombre asiente.

Básicamente, casi arrastro a mi madre a la cocina.

— Mamá, eso sería lo mejor para nosotras dos — su cara de horror fue de otro nivel — sé que no conoces a Alexander, pero yo te puedo jurar que él nos va a proteger. Por favor, mami, ven conmigo.

Con sus ojos llenos de lágrimas, acuna mi rostro y me mira con ternura.

— Mi niña, sé que he tenido muchas controversias con tu padre — susurra tiernamente — pero sé que él me quiere, a su manera y — se seca las lágrimas — y yo estoy enamorada de él. Yo no podría dejarlo.

Unas lágrimas salen de mi rostro. ¿Por qué mi madre no puede entender que de esta manera no se puede querer? Aunque alguien te exprese con palabras que te ama, si no lo hace con acciones, no lo hará. ¿Cómo puede querer a un hombre que la ha humillado y maltratado tanto?

— Mi niña, sé que te preocupas por mí, pero te aseguro que yo voy a estar bien — limpia mis lágrimas con su pulgar — vete tú, que yo sé que es lo que quieres. Sé que quieres estar con el hombre que quieres, y aunque no es el que yo hubiera deseado para ti, me alegra que lo hayas encontrado.

Ella misma termina de secar mis lágrimas.

— Pero mamá, si él vuelve a agredirte, juro que yo misma mandaré a sacarte de aquí, y si tengo que amarrarte, lo haré.

— Es una promesa — dice con una sonrisa melancólica.

Asiento y salgo de la cocina mientras limpio mis lágrimas. Ahora la escena de la sala cambió; en este momento, mi padre se encuentra sentado en el mueble mientras está rodeado por todos los hombres. Ya no tiene armas, pero tampoco le quitan la mirada de encima.

Cuando salgo de la cocina, sus ojos se plantan en mí como si quisiera traspasar, sin embargo, no puede hacerme nada.

— Bien, me iré con ustedes — les digo a los hombres que asimilo que vienen de parte de Alexander — pero si tú vuelves a intentar agredir — por primera vez en mi vida me atrevo a enfrentar a mi padre — yo la vendré a buscar y...

— ¿Crees que porque ahora tienes la mafia de tu lado, puedes amenazarme?

Él se para de golpe haciéndome frente, pero yo no llego muy lejos debido a que todos los hombres, como si hubiera sido una coreografía, sacan sus armas de fuego y le apuntan a la cabeza, como por quinta vez.

Y sé que sueno del asco diciendo esto. Pero siempre he sido sincera conmigo misma, y no será la excepción ahora; no me dolería tanto el hecho de que le disparen ahora. Creo que no he dejado que pase, porque sé que la que va a sufrir será mi madre. Pero yo no, ese hombre me ha demostrado en gran parte de su vida que no me quiere, así que yo tampoco. No tengo que forzarme a querer a alguien que nunca me ha querido a mí, que importa que sea mi familia.

— Solo estás advertido.

Le doy un beso en la frente a mi madre para darme media vuelta y, como si fuera la presidenta de Canadá, rodeada de hombres que me escoltaron hasta la jepeta negra que se encuentra estacionada frente a mi casa. Y ahora que las veo, noto que no es la primera vez que las veía rondando por aquí. Incluso llegué a pensar que quizás eran unos nuevos vecinos, pero aparentemente puedo notar que era Alexander protegiendo mi casa.

Los hombres me ayudan a subir a la camioneta, la que se encuentra en el medio de las tres, y voy pensando, ¿entonces este será mi tipo de vida? ¿Andar rodeada de hombres que me escolten hasta el baño que yo vaya? ¿Andar escondiéndome toda la vida por la persona de quien quiero?

Salí de mi casa sin nada, solo con mi teléfono y la ropa que llevo puesta. Creo que el momento no me permitió ni siquiera sacar una chaqueta. Por suerte tengo unos ahorros y sé que cuento con mi madre para comprar ropa, pero opino que esos ahorros no me durarán mucho. Esto me da a entender que tengo que buscar un trabajo lo más rápido posible.

Voy con mis pensamientos perdidos mientras veo cómo los árboles van pasando a velocidad, indicando que salimos de la ciudad y que cada vez estamos más cerca de la mansión de Alexander.

— ¿Necesita algo, señora? — pregunta un hombre rubio que va en la parte delantera de manera educada — comida, agua, ropa.

Niego — y no me llames, señora — bufo — me hace sentir vieja.

— Usted es la mujer del jefe Aslan, es mi deber decirle así.

Sonrío, su mujer... Cuando entré a las fuerzas armadas, veía eso tan lejos y actualmente lo soy. No lo soy oficialmente porque no solo no nos hemos casado, sino que tampoco me ha pedido estar con él, sin embargo, ya sus hombres dan eso por hecho.

— Sí, jefe — la voz del hombre nuevamente me saca de mis pensamientos — ya está aquí con nosotros — escucho cómo hace silencio y asimilo que está hablando con Alexander — Lamentablemente, sí la golpeó, pero pudimos intervenir antes de que pasara a peores — vuelve el silencio, y aunque en el auto no se escucha ningún ruido, no puedo escuchar lo que están hablando — lo siento mucho, jefe, llegamos tarde, pero la pudimos sacar y no fue a la fuerza; ella decidió venir — solamente lo miro — no, su madre decidió quedarse, pero ella parece que lo entendió — otro silencio — bien, nos vemos en cinco minutos — dice mientras mira su reloj, para después cerrar el teléfono.

Llegamos a la gran mansión, y al primero que veo en el portón es a Mason. Esta es otra de las casas de Alexander, no donde nos quedamos encerrados; esa, cuando hicieron la redada, escapó de ahí y tuvo que abandonarla. Al principio me dio pena, pero luego no, ya que comprobé que entre sus mansiones, esa era la más pequeña.

Entramos a la casa y observo cómo Alexander, junto con algunos hombres, se encuentran conversando en la entrada. Hombres a quienes a leguas se les nota lo que son. Parte de la mafia. Entre ellos se encuentra Derek, uno de los que trabaja con Alexander y que también nos conocimos en la otra mansión.

El rubio me abre la puerta como si de una princesa se tratara. Me ayuda a salir, y automáticamente Alexander se gira y se acerca a mí, como si necesitara ayuda. Cuando llega a mí, me da un largo beso en los labios sin importarle que todo el mundo se encuentra viéndonos. Se aleja y toma mi rostro entre sus manos, mirando cada rincón de mi piel, como si buscara algo fuera de lo normal.

— ¿Estás bien? ¿Ese maldito no te puso la mano encima? — Farfulla y apenas lo puedo escuchar — Voy a matarlo.

Niego divertida aunque un poco nerviosa. Esas palabras en los labios de Alexander nunca sé cuándo son verdad o mentira.

— No te preocupes, ya salí de ahí, que es lo importante — digo para que se tranquilice — además, eso era lo que querías, ¿no? — dice — que viviera contigo, pues aquí estoy.

Suspiro mientras veo cómo se va calmando. Estoy tan feliz de estar aquí con él.

— Sí, lo quería, pero no era de esta manera, no porque tuvieras que salir huyendo de tu casa.

Yo tampoco lo quería así, pero lamentablemente no todo sale como nosotros queremos.

— Tengo varias cosas que hablar contigo — me informa — pero tu carita me indica que no estás de ánimo — qué bueno que él sabe leer entre líneas — vamos adentro.

Entonces miro la enorme mansión que aparentemente será mi nuevo hogar.

Comienza una nueva era para estos dosssssss

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