Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 36 - Se escapo


Lexa Herman

Muevo mi pie bastante nerviosa chocándolo con el suelo, creo que terminaré haciendo un hoyo en el suelo; básicamente estoy temblando y sudando, a pesar de que el aire acondicionado del lugar está a su máxima potencia. No sé cómo fue que me presionaron para que hiciera esto. Mis ojos se aguaron, pero no de llorar, sino de incomodidad.

Este es un restaurante de etiqueta formal; había escuchado de él en algunas ocasiones. Es uno de los más exclusivos de la ciudad, incluso aunque te estés quedando en el hotel, tienes que pagar un dinero extra para entrar. Al principio, estaba dudando de mi atuendo. Me puse un pantalón de cuero negro, unas botas con un tacón muy fino, una blusa formal y una chaqueta de cuero sobre ella. Quise optar por un vestido, pero con todas las herramientas que llevo encima para esta misión, llevarla debajo de un vestido sería incómodo y riesgoso.

Al principio, me preocupaba un poco que me iba a ver muy diferente ante las personas del lugar; sin embargo, me llevé la sorpresa de que el restaurante está totalmente vacío. Soy la única que se encuentra en él. Por supuesto, estoy en una mesa del centro un poco más elevada que las demás; es como si fuera una mesa de honor. Está decorada finamente con su cubertería de oro que brilla y con una decoración impecable y pulcra. No sé cómo él logró reservarlo tan fácil; digo, porque lo llamé ayer y ya hoy tenía el restaurante.

— Señorita — la mesera se coloca a mi lado — ¿No quiere nada de entrada?

Niego — No, esperaré a que llegue mi acompañante.

— Bien, señorita — ella me sonríe amablemente — ¿Y quiere una botella de vino?

Niego — No, gracias. Si la necesito, yo la solicito.

— Está bien, señorita.

Vuelve y se retira. Miro la botella de vino que solo le queda medio vaso. Tuve que pedir una para calmar mis nervios. Que están a flor de punta.

— Lexa — la escucho por el micrófono. No sé quién diablo me está hablando — Aslan se está bajando de su auto, prepárate para ejecutar el plan.

Sí, recuerdo el plan. Sé que debo drogarme e intentar que él mismo se entregue. Lo haré poniendo una droga que me entregó el ejército, calificada para este tipo de cosas, en su vaso para que pase más desapercibido. Y plan B, si no se logra porque algún hombre interfiera, debo tratar de que me diga dónde se está quedando o viviendo.

Este plan es demasiado fácil, eso significa que probablemente no vaya a salir bien.

No es la primera vez que hago esto. Quizás sea lo mejor para poder sacarlo totalmente de mi vida. Cuando veo que todos los empleados comienzan a moverse hacia la puerta, eso me da luz verde para indicar que Alexander acaba de llegar, y mi corazón se acelera a mil. Mía tenía mucha razón; no es lo mismo decir una cosa que ejecutarla. Ayer estaba muy segura de que lo entregaría, pero ahora mismo solo quiero salir corriendo del lugar.

No quiero ser yo la culpable de que le pase algo.

Ahora veo a Alexander hablando con la señorita, que se ha mantenido atendiéndome en lo que estoy aquí. Susurra algunas cosas, hasta que él gira la cabeza y sus ojos se conectan con los míos. La electricidad corre por mi columna vertebral. Él se dirige hacia mí, con su paso decidido y sin quitar su mirada de mis ojos. Yo lo escaneo de arriba hacia abajo, y es increíble ver que, aunque estoy viendo a la persona con la que trabajé por varios meses, no lo veo de la misma manera. Ahora se ve más empoderado e incluso ahora sí es verdad que impone miedo. Con su vestuario como siempre, de colores oscuros, pero ahora se ve más varonil y temerario. Incluso tiene un pequeño crecimiento de barba que lo hace ver más guapo y maduro, y su cabello no está tan desordenado como antes. A pesar de todo eso, está aún más guapo que antes.

Llega a la mesa y toma asiento frente a mí. Sin decir una sola palabra, se ve tan relajado e impecable, a diferencia de mí, que casi me estoy cagando del miedo y de los nervios. Hijo de puta, debería darme ese don.

— Hola, muñeca — me sonríe.

Automáticamente, me derrito. ¿Cómo se supone que maneje esto como una profesional? No es que le haya tendido una trampa antes a otro delincuente; sin embargo, ninguno era tan guapo ni me gustaba tanto.

— Hola, Alexander... — creo que esa es la mejor forma de llamarlo.

— Me sorprendió tu llamada.

— Sí, es que estaba molesta sin razón — esa fue la primera estupidez que me vino a la cabeza — y ni siquiera te dejé hablar.

Hace un silencio sepulcral, me detalla mi rostro como si buscara algo; en cambio, yo formo la sonrisa más coqueta que puedo para pasar desapercibida.

— Karlay me dijo que llegaste media hora antes.

Frunzo el ceño. ¿Karl, quién?

— ¿Quién?

Se da media vuelta y señala a la señorita que desde que llegué se la ha pasado atendiéndome. ¿Por qué la conoce tan bien que la llama por su nombre?

— Creo que de los nervios me adelanté media hora.

Miento y trato de mantener la naturalidad. Y hablando de eso, eso fue otro pequeño trago amargo. Llegué un poco más temprano para cerciorarme de que todo estuviera en orden, y fue un poquito difícil que me dejara pasar, ya que llegué antes de lo previsto, pero al final lo logré. Logré que la señorita me dejara pasar y poner la droga en el dichoso vaso.

— ¿Y cómo lograste apartar el restaurante tan pronto?

— Porque es mío.

Abro los ojos como plato.

— ¿El restaurante?

Asiente.

— Y el hotel también.

Mierda. Un avión privado, restaurante, hotel, mansiones. Pondré en mis deseos más profundos que si algún día llego a entrar en pobreza, creo que consideraré entrar a la mafia.

Mi casto aliento sale de mi boca cuando siento cómo toma mi mano y pasa su dedo pulgar por mis nudillos. Se la lleva a la boca dándole un delicioso beso en los nudillos.

— Me alegra verte — susurra —. Te extraño, más de lo que pensé que podría extrañar a alguien.

Bien, todo esto se va a ir a la mierda, no voy a poder con esto. Puedo con criminales, asesinos, violadores, pero no puedo con esos ojos, esos ojos verdes.

Yo también quería decirle que lo extraño, que lo hago un montón, lo extraño como él no tiene idea. Quiero decirle tantas cosas. Pero recuerdo que tengo un micrófono pegado a la ropa y que cualquier cosa que diga la están escuchando del otro lado. Muerdo mi labio inferior, y él me observa como si esperara que yo dijera algo. Pero, para mi buena suerte, la tal Kar... olvidé su nombre, llega con su típica sonrisa y una libreta en la mano.

— ¿Listos para ordenar?

Los ojos de Alexander esperan mi respuesta. No me tome ni el mínimo de mi tiempo para mirar el menú.

— ¿Qué me recomiendas?

Me sonríe, haciéndome derretir de dos maneras diferentes.

— Tráenos la especialidad de la casa — le dice a la chica y ella asiente.

— También quiero una botella de whisky — le indico a la chica y ella asiente.

Ella se da media vuelta, dejándonos de nuevo solos.

— Pensé que no te gustaban esas cosas.

— Creo que por hoy puedo hacer una excepción — le sonrío, y él me escanea, me escanea el alma con sus ojos.

— ¿Y dónde te estás quedando? — pregunto.

— En una de mis tantas mansiones.

Don humildad le dicen.

— Sí, pero en cuál específicamente — insisto.

A pesar de todo, su cara de serenidad no cambia.

— Si quieres saber, tendrás que comprobarlo por ti misma.

— ¿Cómo?

— Si luego de esto vienes conmigo.

Aprieto los labios. Me gustaría, pero creo que no será posible.

Me río — quizás hoy no, pero quizás te pueda dar una sorpresa e irte a visitar.

— El día que quieras visitarme, me llamas y yo personalmente vengo a buscarte.

Muerdo mi labio; no se me ocurre otra forma de sacarle la información. Busco la manera, pero aunque responde cada una de mis preguntas, nunca da la respuesta que necesito. Creo que tendré que seguir con el plan de drogarlo.

La chica llega con nuestra comida, dejando el plato de lasaña rellena de queso parmesano en un plato ovalado con una excelente presentación. Un humo blanco sale del plato y huele delicioso; mi estómago ruge como si fuera un león. Luego la chica llega con una botella de whisky.

— Si necesitan algo más, solo tienen que tocar este botón — le entrega un pequeño control a Alexander.

Frunzo el ceño ante la acción. ¿Es la primera vez que veo eso en un restaurante? Sigo con la mirada a la señorita y veo cuando ella y otros dos camareros que se encontraban en el lugar salen, cerrando la puerta y ahora sí, estamos completamente solos.

— Ello...

— Sí, nos dejaron para tener un poco más de privacidad.

— Pues brindemos.

Antes de tomar mi botella, tomo la de él para servirla en el vaso, indicando. Pienso unos segundos en lo que voy a hacer, pero creo que ahora mismo no hay forma de que yo vuelva atrás. Si apago el micrófono, habría sospechas y no puedo hablar con el micrófono encendido. Creo que si le sirvo y no dejo que salga de aquí sería una forma de ayudarlo, aunque sería muy obvio, o quizás, cuando mis compañeros suban a tomarlos, podría ayudarlo a escapar o... No sé...

— ¿Quieres que lo sirva yo?

Niego rápidamente y sirvo el vaso lleno de whisky. Luego sirvo mi vaso lleno con la esperanza de que el alcohol me haga menos culpable, y lo levanto en modo de brindis. Choco mi vaso con el suyo y me tomo el mío, dejándolo vacío, dejando que el sabor algo amargo pase por mi lengua.

Cuando bajo mi vaso, veo que los ojos verdes de Alexander me miran fijamente, con una sonrisa extraña en sus labios. Miro su vaso, que todavía se encuentra totalmente lleno. Frunzo el ceño.

— ¿Qué sucede? —pregunto un poco confundida—. Pedí whisky como te gusta, ¿o no te gusta así?

— Pues sí me gusta —dice mirando el vaso—, pero me gusta más cuando tiene cuatro cubos de hielo y sin la droga incluida.

Mi corazón, la respiración, el tiempo, el mundo, todo se detuvo a mi alrededor cuando esas palabras salen de sus labios. Pone el vaso nuevamente en la mesa con su mirada penetrante sobre mí.

— Tenía la esperanza de que no lo hicieras, pero lo hiciste —susurra con decepción y luego deja salir una sonrisa malévola —. Realmente pensaron que esto funcionaría, al menos conmigo.

— Tú lo sabías —afirmo.

— ¿Él qué específicamente? —se hace el tonto—. ¿Intentaste drogarme, o que intentaste sacarme información de dónde me estoy quedando, o que todos tus compañeros del ejército están ahí abajo, escuchando todo y cada cosa que te estoy diciendo?

Me quedo perpleja y estática. Tenía un plan por si se ponía agresivo y otro por si había que escapar, pero no tengo un plan para este momento.

— Pero, ¿cómo...?

— Tú y todos los idiotas que me están escuchando, ¿creen que soy estúpido? — se burla — creen que fue por mi estupidez que burlé a las fuerzas armadas de varios países, que me burlé de ustedes perteneciendo y siendo su jefe — su burla le desborda en la voz — tú un día me ignora y me dices que no me quieres en tu vida y dos días después me llamas y me dices que me extrañas — enarca una ceja — dígame agente, en serio me veo tan estúpido o — abre la boca — creíste que por ser tú iba a caer más fácil.

Suspiro pesadamente mientras lo miro, sus ojos nunca me abandonan, y siento como si esos pequeños iris verdes pudieran abarcar todo el panorama. Intento presionar el botón de emergencia del micrófono. No conozco esta faceta de Alexander, no sé cómo va a reaccionar, sin embargo, en un ágil movimiento, toma mi brazo y se levanta de la mesa. Con su otro brazo entra la mano en mi chaqueta y, como si él fuera quien puso el micrófono entre mi ropa, va directamente donde está, lo arranca bruscamente, para luego lanzarlo al suelo y pisarlo con la suela de su bota, rompiéndolo totalmente.

Me quedo perpleja con cómo todo pasa tan rápido. Intenté zafarme de su agarre; sin embargo, proporciona más fuerza y, aunque no me lastima, no me deja escapar. Mis nervios están comenzando a traicionarme, pero algo en mí me dice que Alexander no me va a lastimar. Él no sería capaz, o eso quiero creer.

— Los refuerzos van a subir — amenazo.

— Mis hombres están custodiando todo el hotel. Desde el momento en que tú y la policía llegaron, tú entraste porque yo te dejé, pero luego de ahí nadie va a venir por ti.

Mi piel se eriza.

— Suéltame —, grito.

— ¿Tú ibas a entregarme? — indaga amenazadoramente.

— Yo... No lo sé.

— ¿Y quién lo sabe? Eh.

Su voz, más que amenazadora, suena desesperada; supongo que está decepcionado.

— No lo sé — grito — ni siquiera sé si estoy aquí por voluntad propia, lo único que sé es que este es mi deber.

Yo no me puedo dejar cegar por los sentimientos.

— Sabías que yo ya debería haberte eliminado, tú eres un riego para mí y aquí estamos — resiste — no sabes cuándo me han dicho que te elimine.

— Es diferente, tú eres el jefe de una mafia, aunque nadie esté de acuerdo contigo, tienen que respetarte y hacer lo que tú dices — escupo — En cambio, yo, si decido pasarme a tu lado, no solo perdería mi carrera, voy a perder a mi familia, mi dignidad, todo lo que...

No sé en qué momento retrocedimos tanto que yo quedo aprisionada en la pared con él sobre mí.

— ¿Por qué no puedes elegirme a mí como lo hago yo contigo? ¿Por qué no puedes olvidarte del mundo y pensar en ti por un momento?

Y mi pecho se aprieta porque no lo puedo hacer, esa es una muy buena pregunta, nunca he hecho nada por mí, siempre están los otros, yo debería elegirlo, así como hace él conmigo.

¿Qué quiero hacer yo?

No lo quiero entregar, pero tampoco debo estar con él.

— Bien — asiento — te elegiré a ti y voy a hacer lo que nunca he hecho.

Sus ojos tienen un brillo de ilusión que me hace sentir mal conmigo misma.

— Vas a venir conmigo — y se aleja un poco de mí para mirarme el rostro.

Niego — pero te voy a ayudar a escapar.

— ¿Sin ti?

Asiento — vas a irte.

— No es así como quiero que me elijas.

— Pero es como lo voy a hacer yo — le digo — tienes dos opciones, te vas o vas a ir a la cárcel.

Me examina unos segundos, entonces me da la sonrisa más cínica del mundo.

— Pues voy a la cárcel.

Sinceramente, estoy comenzando a creer que este hombre no está bien de su cabeza, prefiere ir a la cárcel que no tenerme.

— Tú no te entregarías.

— Ni tú tampoco me vas a entregar a mí.

Chantaje emocional, muy buena estrategia.

— Así que tienes dos opciones — prosigue —: o te vas conmigo o vas a cargar con la conciencia de que me entregaste a la policía.

— Queda la tercera opción — sonrío.

— ¿Cuál?

— La que te obligo a irte por las malas — gruño.

Él se ríe como si se burlara de mí.

— Puedes intentarlo, pero no me iré de aquí sin ti.

Qué maldita cabeza dura que tiene, lo estoy ayudando para que no lo atrapen y reniega, quizás debería dejar que lo atrapen y lo golpeen.

Giro los ojos cuando veo que se cruza de brazos haciendo rabieta como un niño pequeño. Tomo mi teléfono y marco el número de Mason, rezando de que este no fuera falso o que lo cambiara cuando se descubrió todo.

Pero al parecer no, porque al tercer pitido lo toma.

— ¿Lexa? — pregunta.

— ¿Estás abajo en el hotel? — pregunto y tardó unos minutos en responder.

— Si lo estoy — responde.

— ¿Cuánto tiempo te tomaría en subir?

— No lo sé — murmura — tendría que quitar la seguridad, espera al que el ascensor prende y me suba y luego llegar donde están ustedes — sé que no me lo dice, a mí habla más bien para él — unos cinco minutos — al final dice.

— Bien, pues sube, Alexander, te necesitará.

— ¿Para?

Entonces desenfundo mi arma, y la cargo, a punto a él, me mira y se ríe.

Acto seguido me alejo lo más que puedo de él, bajo el arma hacia su muslo, donde sé que si le disparo no lo voy a matar, aunque sí le va a doler y mucho pero sobrevivirá.

— No te atreverías a...

Disparo

El estruendo inunda el lugar seguido del gruñido de dolor del pelinegro, deja salir un gruñido desde el fondo de su alma e imagino que me ha mandado al infierno dos veces ya.

— Lexa, ¿qué hiciste? — grita Mason en el teléfono.

— Sube antes de que se desangre.

Cierro el teléfono y lo guardo en mi bolsillo, acercándome a él.

— Hija de la gran puta — gruñe.

— Tu culpa, no quisiste irte por las buenas — le arranco un pedazo a mi chaqueta amarrándola en su herida — no te preocupes, no morirás, pero vas a salir o para salvar tu vida o tus hombres te sacarán cuando te desmayes.

Me mira atravesándome con la mirada y sin exagerar, si no fuera porque está herido, ya me hubiera asesinado.

— Mason llegará en dos o tres minutos, te daré cinco minutos más para que salgan y luego le diré a la policía que suban y haré como que fue que escapaste.

— Me la vas a pagar maldita.

— Te estoy salvando, luego me lo vas a agradecer — me acerco a él y le doy un leve beso — Buena suerte.

Amarro bien la herida y aprieto para que no se desangre, le doy una última mirada para salir de ese lugar, deseando que no sea tan terco y escape.

Sé que eso no estuvo bien, sé que va contra mi código y juramento lo que hice de dejarlo escapar, pero sé que no iba a vivir con la conciencia tranquila si sabía que yo lo había entregado.

Pero sé que dormiré tranquila, y sé que solo tengo que alejarme un tiempo, y me olvidaré de él.

O eso creo.

Voten en los dos, en este y el que viene 

Muchas gracias nuevamenteeee

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro