Capítulo 28 - La recompensa
Lexa Herman
Enciendo la pantalla plana que se encuentra en medio de la sala y elijo una de las películas de Harry Potter; no importa cuál, me gustan todas. Hoy me toca amanecer sola, mis padres se fueron el fin de semana a un hotel a encontrarse con unos amigos. Estos son los pequeños momentos que disfruto, ya que puedo tomarme un tiempo para mí y relajarme.
Pizza, palomitas, dulces y jugo de naranja rodean la mesa del mueble donde comienza la película. Miro el teléfono nuevamente, viendo el último mensaje de Alexander, donde me pregunta si en serio no le voy a responder. Me río. Ha estado enviándome mensajes durante tres días y yo estoy aplicando la ley del hielo. Le dije que hasta que no remedie lo que hizo, no me hable, y lo he cumplido. Me dijo que no le importa, que solamente me escribe por cuestiones de trabajo y que debo responderle, pero no tengo por qué hacerlo, ya que no estoy en mi horario laboral...
Me quedo mirando la película muy pensativa, hasta que el celular comienza a vibrar. Le echo un vistazo, lista para ignorar al pelinegro, sin embargo, me llevé la sorpresa de que la llamada entrante no es de él. Abro el teléfono.
— Hola, Ángelo.
— Hola, Lexa —, del otro lado del teléfono se escuchan unas caricaturas.
— ¿Qué tal todo?
— Aquí viendo "La Princesa o el sapo como por quinta vez" — me río — creo que mi hija en el fondo se identifica.
Sonrío para mí misma.
— Te llamo para agradecerte — frunció el ceño.
— ¿Agradecerme qué?
— Alexander mandó a declinar la carta y ni siquiera llegó a manos de mi jefe.
Mi sonrisa es amplia. Entonces, al final, sí me hizo caso.
— ¿Por qué me agradecería? — cuestionó —. Él fue quien la retiró.
— Sé que fuiste tú — afirma —. Conociendo a tu jefe, estoy muy seguro de que si hubiera sido por él, me quitarían la licencia.
— No es tan malo como tú piensas.
— Contigo...
Suelto una carcajada.
— Vaya, lo tienes a tus pies — bufa —. ¿Lograste que ese imbécil arrogante cediera? ¿Puedo saber lo que hiciste?
Lo amenacé con que no le volvería a hablar, y pasé días ignorándolo completamente.
— Se lo pedí, de favor.
— Pues realmente te debo una muy grande — dice —. Ahora me tengo que ir antes de que mi hija me clave un lápiz para no atender a la tele.
—Está bien — me río imaginando la imagen — me saludas a tu hija y esposa.
— Hasta luego, Lexa.
Cuelgo el teléfono y me quedo unos minutos analizando mientras sonrío como boba. Pues al parecer, al oso gruñón sí le gusta mi atención y no pudo soportar que lo ignorara tanto tiempo. Mi mirada viaja hacia la película que tiene unos quince minutos y realmente no le he prestado ni un poco de atención.
Vuelvo e ignoro la película y busco en mis contactos el número de Alexander. El celular no da ni el segundo pitido cuando él responde.
— Por fin te dignaste a responderme, hija de puta.
— Es que ya retiraste la carta, así que mi enojo se fue.
— Quiero que conste algo — su voz se escucha dura o eso quiere hacerme creer — decliné la carta porque entendí que ese es su trabajo y de ahí come su familia, y no soy tan inhumano como todos piensan — dice — no porque tú me lo pediste; a mí nadie me da órdenes.
Me burlo mentalmente. Claro, ¿cómo no?
— Pues de todas formas, te agradezco que lo hicieras — desde aquí me lo imagino rodando los ojos por lo que le acabo de decir — si quieres, te lo puedo recompensar — digo de una manera juguetona.
— ¿Y cómo harías eso?
Duro unos segundos haciéndome la pensativa, hasta que mi vista recae en la pizza que está casi completa porque solo me he comido una rebanada. No sé si le gusta la pizza, pero eso es lo que hay.
— Pues tengo pizza, por si quieres venir a comer.
— Es que... tu madre me asusta — me río —. No sé de dónde saca tantas preguntas.
— Eso que nada más te hizo algunas — escucho un sonido del otro lado del teléfono, incluso me lo imagino haciendo una de sus famosas muecas — pero ella no está aquí. Papá y ella se fueron con unos amigos y volverán dentro de dos días.
— Espera... — se escucha un pequeño silencio — ¿Estás sola en casa?
— Sí.
— ¿Y durarás sola estos dos días?
— Sí, ¿por...?
— Estoy allá en veinte.
Cuelga el teléfono, dejándome estupefacta. Observo el aparato por un segundo y luego lo dejo a un lado mientras continúo observando la película. No mintió cuando dijo que estaría en veinte, ni siquiera pasaron los veinte, llegó en menos tiempo, o eso creo, ya que escuché el toque en la puerta.
Me levanté del sofá y me dirigí a la entrada. Abro la puerta y me encontré con el parado frente a mi puerta, con su típica vestimenta negra y, sobre todo, su porte sexy. Él pasa como si yo lo hubiera invitado, se acerca al mueble y toma un trozo de pizza para llevárselo a la boca.
Me siento a su lado, y él gira la cabeza hacia mí. Observa de arriba abajo mientras mira mis piernas desnudas y luego a la mirada hacia mi casa.
— Me gusta tu casa — dice, para sacar un chicle de menta y se lo lleva a la boca.
— ¿Estabas cerca de aquí?
Asiente — estaba haciendo algunas cosas — iba a abrir la boca para decir algunas cosas, pero él me interrumpe — ¿Y cómo vas a compensarme, por haberme ignorado todos estos días?
— Ya te recompensé — exclamó como niña pequeña —. Te comiste mi pizza.
Mira la caja de pizza y vuelve y me mira a mí.
— Eso no es suficiente.
Hace puchero como niño pequeño y no digo nada más por qué sé a qué viene esto. Tomo su chaqueta para acercarlo a mí y darle un pequeño beso en sus labios.
Hace una mueca — Sigue sin ser suficiente.
Me río, y vuelvo y le doy otro beso, esta vez un poco más largo, sin embargo, hace otra mueca haciéndome saber que todavía no está satisfecho. Entonces yo soy la que hago una mueca.
— ¿Quieres que me desnude? — pregunto juguetona.
Sus ojos se tiñen de negro.
— Creo que nos estamos entendiendo — se ríe.
Él me toma como si una muñeca de plástico se tratase y me hace sentarme ahorcada de él, siento su duro bulto entre mi entrepierna. Desliza sus manos calientes desde mi rodilla hasta mi trasero.
— Así — susurra en mis labios.
Esta vez él ataca mis labios, mientras mi lengua saborea el sabor a menta de chicle que se estaba comiendo hace un momento. Su lengua explora mi boca y yo gustosa lo acepto, suelto un gemido cuando siento que aprieta mis glúteos. Tome la iniciativa y beso su mentón hasta bajar al cuello, donde pasa la lengua por el tatuaje que tiene. Tenía tantas ganas de hacer eso.
Escuchar sus gruñidos activa todos mis sentidos, excitándome cada vez más. Su mano se desliza dentro de mis pantalones, tocando mi parte sensible por encima de las bragas.
— Un beso y ya estás húmeda.
Vuelvo y lo beso, para así callarle la boca, porque es un poco vergonzoso lo que me acaba de decir. Pero no le importa, sigue acariciándolo y haciéndome gemir.
— Vamos a mi habitación — susurro en sus labios.
Sonríe sobre mí, y me tomo eso como sí.
Me bajo de su regazo un poco aturdida y algo caliente. Camino un poco apresurada, con las ganas comiéndome y él detrás de mí. Por suerte, ayer decidí recoger el desastre que había en mi habitación.
Me giro hacia él mientras saco mi blusa por encima de mi cuello. Sin embargo, su atención no está en mí, sino observando mi habitación, un tanto curioso y divertido. Y bueno, sí, tengo una habitación un poco infantil; es que después de los quince nunca me tomé el tiempo para redecorarla.
— Si dices algo de mi habitación, te saco a patadas.
—Cómo usted diga.
Vuelva a atacar mi boca, haciéndome retroceder hasta que caigo en mi suave cama. Con él sobre mí. Tomo el dobladillo de su camiseta, sacándola por el cuello, para luego pasar su mano desde su pecho hasta su zona, sintiendo lo duro que está su abdomen. Llego la mano hacia su cinturón, a lo que él suelta una sonrisa ronca.
— No vuelvas a hacerme eso — murmura en mis labios y vuelve y me roba un beso — si sabes lo que te conviene, no vuelvas a ignorarme.
Me río, mientras amarro mis piernas alrededor de su cintura.
— ¿Te hice falta? — pregunto a dos centímetros de sus labios.
Se muerde los labios y me sonríe, causando que el mundo entero se mueva.
Vuelve a mis labios, devorándolos y dejándome sin respiración, mis manos sueltan el cinturón, él, en un ágil movimiento, se quita la camiseta dejando a la vista su espléndido cuerpo de modelo.
Va dejando un rastro de beso en mi cuello hasta llegar a mi clavícula, la muerde ligeramente, haciéndome suspirar de manera fuerte. Le quito el cinturón y, en un rápido movimiento, se baja el pantalón, dejándome ver su bóxer negro que está a punto de explotar por el bulto.
Me acomodo mejor en la cama, mientras él quita el botón de mi short y lo desliza por mis piernas, dejándolo por algún lado. Vuelve y se pone sobre mí, para seguir bajando por mi pecho hasta mi abdomen. Nuevamente, va a mi boca, ahora doy la vuelta, quedando sentada ahorcada sobre él, comienzo a moverme sobre su busto estimulando mi clítoris, y no sé qué me gusta más, si lo que estoy sintiendo o escucharlo gruñir.
Se levanta un poco para deslizar su mano por toda mi espalda hasta llegar al broche de mi brasier, quitándolo y dejando mis pechos totalmente expuestos ante él. Todavía me da algo de vergüenza, es que él los mira como si fuera el manjar más exquisito. Toma una de mis tetas entre sus manos, pellizcando mis pezones, haciendo que arquee la espalda.
— Demonios — gimo.
Pasa su mano acariciando todo mi cuerpo, hasta que llega a mi cintura, haciéndome girar, quedando él sobre mí nuevamente. Mente uno de sus senos a su boca y comienza a succionar, haciéndome perder la cabeza totalmente. Creo que era cierto eso de que le estaba haciendo mucha falta.
Alexander de manera rápida baja las bragas, dejándome por fin totalmente expuesta. Él me mira como si estuviera estudiando completamente, haciéndome sonrojar. Odio cuando hace eso.
— Voltéate — ordena, y yo, toda embobada, sigo la orden.
Comienza a dejar besos húmedos, en mis muslos, glúteo, cadera, espalda, cuello, clavícula.
— Ponte en cuatro.
Lo hago.
Observo cómo llevaba sus dedos a mi boca, haciéndome chuparlos para luego ponerlo en mi clítoris justo en el punto. Mierda, este hombre se merece un premio, sabe en el punto exacto donde está. Comienza a acariciarlo, mientras yo me retuerzo debajo de él.
Siento cómo recoge mi cabello, mientras mi cabeza se echa un poco para atrás. Gruño, siento cómo pone la punta de su miembro en la entrada, está tan húmeda que no dudaría que entrara sin ningún esfuerzo.
Entra de golpe, haciéndome gemir, más fuerte de lo debido, creo que mis vecinos acaban de escuchar eso. Comienza a moverse, mientras sus manos toma el control de mi cintura. En la habitación solo se escucha el choque de nuestros cuerpos sudados, mezclado con los gemidos de ambos.
Es rudo, brusco, sus embestidas me hacen arder en todo el sentido de la palabra, su pulgar presiona mi clítoris y giro los ojos, me llena por completo, su polla llega hasta el final y creo que me está follando más allá que mi método anticonceptivo.
— ¿Así que te pareció divertido ignorarme? — gruñe mientras vuelve y sale de golpe — ¿Eh?
— Yo... — me callo cuando siento el golpeteo.
— Cuando vuelvas a hacer eso — hala mi cabello haciendo arder mi cuero cabelludo — será por mi polla en tu garganta que no volverás a hablar.
— Eh ... — ni siquiera las palabras me salen.
— ¿Entendido?
Lo único que me queda es asentir con un gemido saliendo del fondo de mi garganta.
Realmente no pensé que mi noche a solas sería así, pero no me arrepiento de nada. Si hubiera imaginado que la iba a pasar tan rica, lo hubiese llamado automáticamente, mis padres salieron de la casa. Sigue moviéndose mientras me muevo debajo de él, haciendo que su movimiento sea más duro y más placentero. Escucho sus gemidos y gruñidos por toda la habitación.
Me río de mí misma, porque lo que no hice en mi adolescencia, lo estoy haciendo ahora. Tener sexo en mi habitación escondido de mis padres. Pero si soy sincera, ya sé por qué los adolescentes lo hacen, es bastante placentero.
Me giro quedando debajo de él mientras sigue en lo suyo, ahora es mejor, está vista ahora, puedo ver su cara de excitación. Su miembro entra y sale de mi zona, totalmente húmedo por mis jugos.
— Mierda, muévete más rápido.
Escucho una carcajada de su parte — ¿Cómo se dice?
— Muévete más rápido antes de que te mate.
— No, no se dice así — se burla ese hijo de la gran puta.
Rápidamente, me doy la vuelta, quedando yo sobre él, sorprendiéndolo un poco, y hasta yo misma me sorprendí. No pensé que tendría tanta fuerza para poder mover el cuerpo de Alexander, en cambio, si pude, así lo hice. Comienzo a cabalgar a la velocidad suficiente para estimular mi clítoris mientras tengo su polla dentro de mí.
— Mierda, muñeca — gruñe mientras pellizca mis pezones.
Sigo moviéndome sobre él, mientras veo cómo cierra sus ojos con fuerza. Creo que esto de estar al mando me está gustando. Comienzo a sentir una electricidad que recorre todo mi cuerpo y comienzo a acelerar el movimiento lo más que puedo mientras la sensación se intensifica.
— Vamos, termina sobre mi preciosa — gruñe.
Mi cuerpo se arquea, mientras mi cabeza se echa para atrás, sintiendo la electricidad y adrenalina recorrer mi cuerpo. Trato de volver a normalizar mi respiración, aunque sea algo difícil.
Me dejo caer a su lado. Enredo mis piernas con las suyas, mientras él acariciaba mi abdomen.
— Esto es suficiente compensación — indagar algo divertida.
— No — niega — creo que vas a tener que hacerlo seis o siete veces más.
Comienzo a reír un poco más fuerte, mientras él también deja salir una risa ronca.
— Pues creo que la sentencia es justa.
Alexander se gira a mí con una sonrisa, para luego atacar mi boca, dejándome saber que sí.
......................
Abro los ojos de golpe, cuando escucho un sonido de algo cayéndose. Me incorporo en la cama, mirando al frente, viendo cómo Alexander se viste.
— Lo siento, nena, estaba buscando algo para dejarte una nota — me explica mientras se pone la correa de su pantalón — pero ya que despertaste, tengo que irme.
Hago una mueca de niña pequeña.
— Pensé que te quedarías — hago pucheros.
— Quería quedarme — se sienta al lado de mí en mi cama, mientras se acomoda su camiseta dándose a ver que ya terminó de cambiarse — pero tengo cosas que resolver.
Giro los ojos.
— Te prometo que te lo compensaré — se acerca y me da un dulce beso en la frente —. Hasta luego.
Sale de la habitación, dejándome ahí totalmente sola. Asomo la cabeza por la ventana, y observo cómo se sube a su auto y arranca a no sé dónde. Me estiro un poco, sintiendo mi cuerpo un poco adolorido; sin embargo, me río, porque recuerdo la razón de que mi cuerpo me duela así.
Tomo mi teléfono, viendo el mensaje de mi madre que me dice que compre algunas cosas que faltan en la casa; las iba a comprar ayer, pero era obvio que me entretuve un poco. Suspiro un poco pesada, realmente hoy no quería salir de casa, tenía deseo de quedarme aquí a dormir el día completo. Rápidamente, me doy un baño, para colocarme un vestido sencillo de color azul con unas conversé blanca, tomo mi cabello y lo ato en una coleta como puedo.
Salgo de mi hogar para tomar mi auto e ir a la tienda más cercana de mi casa, que por cierto está como a cinco kilómetros. Aunque fue rápido llegar, me bajo del auto y le coloco seguro. Automáticamente, entré a la tienda y un leve olor a verduras entró por mi nariz. Comienzo a caminar por este mientras tomo todo lo que se supone que debo comprar, por suerte mi madre me dio una lista, ya que para este tipo de cosas soy bastante mala. Camino mientras tomo frutas, manzanas, uvas, piña, guineo, mango y...
— Hola Lexa.
La voz no es conocida, pero sí me ha llamado por mi nombre, significa que sabe muy bien quién soy. Me doy media vuelta encontrándome con Chelsea, ministra de las Fuerzas Armadas.
— Chelsea — le regalo una sonrisa — ¿Cuándo llegaron?
—Esta madrugada — responde — algo cansada, pero quise venir, ya que mi esposo no hizo las compras y quiero preparar una comida para nosotros.
Oh, no sabía que Chelsea estaba casada.
— ¿Cómo les fue?
— Bien, aunque no encontramos nada — se encoge de hombros — pero disfrutamos mucho del país.
— Me alegro de que le haya ido bien en la misión.
— También me alegro saber que tú descubriste quién es la persona que andamos buscando — me felicita — estás haciendo cosas que nadie ha logrado, eres una excelente agente — se me sube el ego — y además de eso lograste hablar con Alexander, o eso he escuchado, que ustedes se llevan bien.
— Sí — sonrío como estúpida — algo similar.
— Eso me alegra bastante — dice — sé que Alexander es difícil, pero poco a poco se logra, mírame a mí, fue mucho esfuerzo pero lo logré.
Asiento mientras frunzo el ceño. ¿Ellos son amigos? Digo, nunca los he visto hablando nada fuera de lo común, aunque una vez lo vi conversando sobre algo del trabajo.
— ¿Son muy amigos ustedes?
— ¿Amigos? — Ella se ríe causando mucha confusión — no me diga que ese cínico no te lo dijo — niego cada vez más confundida que al principio — aunque él sufre de no gustarle hablar de su vida privada.
— No comprendo — arrugo las cejas.
— Alexander y yo, somos esposos — me enseña su mano con el anillo brillante.
¿Espera qué?
Ohhhhhhhhhhhh (IMPAKTADA)
Sabennnn, me encantaria saber ¿Que ustedes hubieran hecho en ese momento?
Los leosssssss
Hasta la proxima.
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