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5. Destino final.


Hey, antes de leer: el capítulo de hoy será un poco más largo, puesto que es muy cerca del final, así que, ahora sí, vamos.



Terminé de escribir en la helada arena, plasmando la leyenda: "Si ves esto, déjame morir", con letras enormemente visibles y para nada llamativas. Mi mayor deseo plasmado en arena.

Para eterna pesadumbre de mi alma, no noté en qué momento caí rendido a los pies del sueño.
"¿Por qué esto sería pesadumbre?" Te preguntarás.

Bueno, mi destino final llegó a partir de ese momento. No fue muerte -aunque hubiera rogado miles de veces que así fuera-, tampoco fue ser rescatado. No fui rescatado porque...

... Jamás estuve en ese desierto.

La realidad me atropelló cuando abrí uno de mis ojos; no, no acostumbrándome a la claridad, sino más bien, a las fuertes ataduras en mi cuerpo y a la dureza de una camilla. Unas enormes pantallas frente a mí, apagadas, reflejaban que estaba en un lugar extraño, uno que no recordaba haber visto antes.

Contemplé mi reflejo, atado a esa horrorosa camilla. Un desgarrador grito de desesperación y desconcierto abandonó mis labios. La agonía se deslizaba por el tobogán de mi corazón, el cual estaba firmemente anclado a pensamientos de aflicción y desconcierto, una vez más.

–¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme –gritaba con horror y desesperación; me movía alocada y descontroladamente, tratando de ponerle fin al dominio de esos artefactos en mí. Nadie llegaba, lo que hacía que yo gritara aún más fuerte y desesperadamente.

¿Y cómo no? Si pasé de estar en una cabaña desierta por años, a, de la mismísima nada, aparecer en una clase de hospital.

A lo lejos, oí una voz, del otro lado de la puerta, aparentemente.

Ha logrado despertar.

Se oyeron gritos y llantos... ¿Alegres? No lo sé. Pero, ¿Qué quiso decir con esto?

Cada vez me hacía peor la realidad. Me afectaba eso que estaba pasando, pero ¿En serio era esta la realidad?

Ni siquiera sabía qué creer, qué hacer, a dónde desviar la mirada. Mi cerebro se propuso no responder más, y nuevamente, dormí.

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