2. ¿Por qué estos recuerdos?
¿Por qué en mi mente no puedo hallar recuerdos ajenos a esa deprimente discusión, ese triste vigésimo séptimo cumpleaños, ese maldito día de graduación, y esas extrañas palabras?
Narración del primer recuerdo:
–¿Sabes qué? Estoy harto, puedes largarte si es lo que quieres. Tu madre y yo no soportamos la carga de un hijo como tú o tus hermanos. Ni siquiera comprendo porqué creímos que tener hijos sería buena idea. Tal vez lo sería si no fueran ustedes –finalizó con esas palabras que usaba siempre, mientras yo lo veía con desinterés.
Ya ni siquiera dolía.
–Sí, bueno, como sea. No tendrán que soportarme más. Tengo la suficiente edad como para depender de dos fósiles que ni siquiera andan por sí solos. Pueden buscar a alguien más que se encargue de ustedes, porque al fin me iré de aquí.
Abandoné mi hogar con varias mochilas como mis únicas acompañantes, dejando atrás a mis hermanos pequeños y a mis débiles y ancianos padres.
Esperen, ¿Hogar? No, ese lugar nunca fue mi hogar.
Narración del segundo recuerdo:
Ahí estábamos. Mis insectos de casa y yo éramos los testigos de cuánto había pasado desde aquella despedida con mis padres. Exactamente, nueve años.
Apenas tenía dieciséis cuando decidí extinguirme de la vida de mi familia. Ahora, contaba veintisiete amargos años. Sin pareja. Sin amigos. Sin familia. Sin dinero. Sin alimento, y un pobre trabajo que no me servía más que para dar el pago de la energía eléctrica y cualquier chatarra incompleta para alimentarme.
–Feliz cumpleaños a mí –me reconforté en una pequeña botella de alcohol barato. Ni siquiera tenía dinero para alimentarme y ahí estaba, desperdiciando lo poco que tenía en licor económico.
–Deseo...– me digné a encender un pequeño fósforo como aquella vela de cumpleaños que no pude tener –lo tengo. Deseo desaparecer; irme lejos el resto de mi vida. Brindo por eso –choqué mi botella vacía de alcohol con una a medio tomar, esto luego de sacudir el pequeño fuego en mis manos, apagándolo casi instantáneamente.
Narración del tercer recuerdo:
–Oye, ¿Ves quién viene allá?–señaló en mi dirección, a su amigo, uno de los acosadores del curso, manifestando sus palabras en un tono sarcástico y violentamente calmado. Como si tratara de disimular que estaba por golpearme hasta dejarme inconsciente. –¡Hola, Pérez! ¿Qué te hace venir vestido así? Tal vez no lo sabes, pero hay una sección de hombres en cada tienda de ropa, a menos que sean las prendas de la mujer de tu padre– dio una abierta y sonora carcajada, mientras uno de sus amigos únicamente negó con diversión.
¿Querían divertirse conmigo? Perfecto, también quería divertirme con ellos.
–Hazte un favor y cierra esos labios de animal, si es que los puedes cerrar, por la deformidad y grandeza de los pocos dientes que te restan. ¿Pelear el día de nuestra graduación es lo que quieres? ¡Perfecto, por ahí pudimos iniciar!
Me dispuse a pelear con él, estaba totalmente decidido a matarlo a golpes si mi cuerpo y fuerza me lo permitían.
Sí, sí tenía la disposición.
Pero eso cambió cuando su acompañante me sujetó con fuerza y llegaron cada uno de los que se tenían como meta el golpearme hasta el cansancio. Alrededor de cuatro personas frente a mí, soltando risas y algunos fotografiando cada escena.
Efectivamente, quedé inconsciente, al punto de ser conservado en un hospital por algunos días.
Nadie llegó a verme.
Y ese certificado de haber logrado tantos años en esa putrefacta cárcel no llegó jamás. Ni esa bata escolar con la que se suponía que me sacarían la foto.
Nada de eso llegó.
¡Esto es la realidad, por amor al cielo!
Último recuerdo:
"Podría estar aquí por años"...
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