Las reglas
Esa noche dormí como un lirón, cuando por fin concilié el sueño después de un día en el que había estado dando múltiples cabezaditas. Al parecer, el estrés de no saber lo que Hyukjae iba a hacerme y el sentimiento de culpa que me producía habían sido la causa de mi insomnio. Ahora que sabía cómo iba a tocarme y cómo no iba a tocarme, me sentía de nuevo animado. Quizá pudiéramos recuperar nuestra amistad. Quizá pudiera dejar de traicionar a Siwon. Jamás podría deshacer lo que le había hecho, y siempre me arrepentiría de ello, pero el saber que no incrementaría mi sentimiento de culpa hizo que me sintiera animado cuando esa mañana temprano bajé la escalera.
Y, por supuesto, el volver a comportarme de forma natural con Hyukjae me hizo sonreír de gozo al contemplar su increíble perfección cuando se volvió para darme los buenos días en la cocina. Su pelo, natural y espontáneamente alborotado, concordaba con su sonrisa.
—Buenos días. ¿Café? —preguntó señalando la cafetera.
Sonriendo con alegría, me acerqué a él y le rodeé la cintura con los brazos. Él me miró sorprendido durante un segundo y luego me abrazó también por la cintura. Tenía la piel tibia y olía maravillosamente. Sentí una enorme sensación de alivio. Era fácil abrazarlo así, sobre todo sabiendo que la cosa no iría más lejos.
—Buenos días. Sí, por favor —respondí señalando la cafetera con la cabeza. Ésa era la primera taza de café que me tomaba desde nuestra aventura en el quiosco de café exprés. Por fin, me sentía lo bastante animado para volver a beberlo; lo había echado mucho de menos.
Él me miró sonriendo. Sus perfectos ojos oscuros transmitían serenidad y sosiego.
—¿No vas a resistirte a este tipo de caricias? —preguntó, abrazándome más fuerte.
Le devolví su cálida sonrisa.
—No... Las echaba de menos. —Se inclinó hacia delante como si fuera a besarme en el cuello y lo aparté arrugando el ceño—. Pero tenemos que imponer unas reglas básicas.
Se rió divertido.
—De acuerdo... Dispara.
—Bueno, aparte de la más obvia, me refiero a que tú y yo jamás volveremos a... —Me sonrojé al pensarlo y no pude siquiera terminar la frase. Él se rió.
—¿Te refieres a... practicar un sexo... ardiente y salvaje? — preguntó, rematando mi reflexión y arqueando una ceja perfecta mientras articulaba cada palabra lentamente—. ¿Seguro que no quieres replanteártelo? Somos increíbles...
Lo miré enojado y lo interrumpí, dándole un golpecito cariñoso en el pecho por haberme hecho esa pregunta.
—Aparte de lo más obvio, no volveremos a besarnos... jamás. Arrugó el ceño.
—¿Y si me limito a no besarte en los labios? Los amigos se besan.
Arrugué también el ceño, recordando de pronto su lengua deslizándose sobre mi cuello y haciendo que me estremeciera. —No como tú lo haces.
Suspiró.
—De acuerdo... ¿Qué más?
Sonreí y me aparté de él, indicando con las manos la parte ìntima superior e inferior .
—Eso también está prohibido. No puedes tocarlo.
Volvió a fruncir el ceño.
—Caramba, te estás cargando los aspectos más divertidos de nuestra amistad. —Tras ese comentario, se apresuró a sonreír—. De acuerdo... ¿Alguna otra regla?
Abrió los brazos y dejé que volviera a abrazarme.
—La nuestra debe de ser una amistad casta, Hyuk. Si eres incapaz de mantenerlo, se acabó. —Lo miré a los ojos, pero él hizo que apoyara la cabeza en su hombro y me estrechó contra él.
—De acuerdo, Hae —suspiró. Me apartó y se echó a reír—. Tú también debes observarlas, ¿está claro? —Señaló sus labios y luego su bragueta—. No puedes tocarlos —dijo con tono burlón. Le di un golpe afectuoso en el pecho—. A menos que realmente lo desees... — apostilló con una risita— Le di un golpe más contundente en el pecho y él soltó una carcajada y me abrazó con fuerza.
Suspiré y me relajé contra él, pensando que podría quedarme toda la mañana entre sus reconfortantes brazos, pero me sobresalté al oír el teléfono. Aún era muy temprano. Alcé la vista hacia el piso superior, donde Siwon seguía durmiendo, y me apresuré a atender la llamada, pues no quería que el timbre del teléfono lo despertara todavía. Durante unos instantes, me inundó un pequeño torrente de culpa al comprender que no quería que se despertara porque deseaba permanecer un rato más a solas con Hyukjae.
—¿Sí? —respondí mientras me inclinaba sobre la encimera. Al oír una risita divertida a mi espalda, me volví. Hyukjae sonrió con gesto insinuante al observar mi postura inclinada sobre la encimera. Me apresuré a enderezarme y apoyé una mano en la cadera, mirándolo con gesto de reproche.
—¡Hola, hermanito! —Oí el tono jovial de Yuri a través del teléfono, pero seguía mirando enojado a Hyukjae. Él trazó un halo sobre su cabeza, para indicar que se portaría bien, y por fin sonreí.
—Hola, Yuri. —Me apoyé contra la encimera, observando a Hyukjae servirse un café y luego otro para mí—. ¿No es un poco temprano para que llames? —Mi hermana era un ave nocturna y no solía levantarse antes del mediodía.
—Acabo de llegar a casa y se me ha ocurrido hacerte una llamada antes de ir a la escuela. ¿Te he despertado? —Fruncí el ceño y miré el reloj.
—No, ya estaba levantado. —Miré de nuevo el reloj, preguntándome qué habría estado haciendo.
—Me alegro. ¿He despertado al Tío Cachas? —Noté el tono divertido con que pronunció el apodo que había puesto a Hyukjae.
Me reí.
—No. El Tío Cachas también está levantado. —Me estremecí al recordar que el Tío Cachas estaba escuchando la conversación, y observé su expresión de regocijo. Él arqueó una ceja y dijo Tío Cachas en silencio, moviendo sólo los labios y señalándose. Asentí y puse lo ojos en blanco mientras él se reía por lo bajo.
—Aaaaaah... ¿Y qué hacían los dos a estas horas de la mañana? —preguntó Yuri con tono socarrón.
A fin de comprobar cómo reaccionaría Hyukjae, decidí jugar un poco con él y con mi hermana.
—Estábamos follando sobre la mesa mientras esperábamos que el café estuviera listo. —La reacción facial de Hyukjae fue idéntica a la reacción verbal de mi hermana y me eché a reír.
—¡Cielo santo, Donghae! —exclamó Yuri, mientras Hyukjae se atragantaba con el café y se ponía a toser, mirándome sin dar crédito. Solté otra carcajada y me volví de espaldas a él cuando esbozó una sonrisa libidinosa.
—Era una broma, hermanita. Jamás lo tocaría de ese modo. No imaginas la cantidad de chicas y chicos con los que ha estado. Es repugnante... Además, Siwon duerme arriba. —Alcé la vista hacia donde dormía Siwon, confiando en que mis carcajadas no lo hubieran despertado. Luego, miré de nuevo a Hyukjae, que sostenía su taza de café y observaba el suelo con una extraña expresión.
—¿En serio? Me gustan las cosas repugnantes. Espera... Pero ¿ha regresado? — Yuri se refería a Siwon pero yo estaba pendiente de Hyukjae y la extraña expresión que mostraba su rostro.
—Oye, una llamada a mamá o a papá de vez en cuando no te mataría. —Me quedé perplejo cuando Hyukjae depositó su taza de café intacta en la encimera y se encaminó hacia a puerta, como si fuera a marcharse. Al instante, comprendí que, en mi afán de aclararle la situación a Yuri, había dicho con desdén que «era repugnante».
Yuri suspiró.
—Ya sé, ya sé, no estás tan seguro de ello. ¿De modo que Siwon y tú han hecho las paces después de estar separados durante su larga ausencia?
Cuando Hyukjae pasó junto a mí, lo sujeté del brazo. Lo había ofendido. Pero debía de imaginarse que lo había hecho para cubrirme.
—Todo va bien —dije dirigiéndome tanto a él como a Yuri. Hyukjae me miró con tristeza cuando tomé su brazo e hice que me rodeara la cintura. Sonrió de nuevo lentamente y me estrechó con fuerza, apoyándonos los dos contra la encimera.
—Me alegro... En tu situación, probablemente me habría acostado con el Tío Cachas durante la ausencia de Siwon. Menos mal que tú no eres yo, ¿eh?
Me sonrojé ante su frívolo pero atinado comentario, y Hyukjae me miró con curiosidad.
—Sí, menos mal que tú y yo no nos parecemos en nada, Yuri. — Fijé la vista en sus increíbles ojos oscuros mientras él me abrazaba.
—Bien... ¿Qué te parece si voy a verte este fin de semana? Sorprendido, me tensé y fijé la vista al frente.
—¡No!
Hyukjae trató de atraer mi atención, murmurando:
—¿Qué pasa?
—Vamos, Donghae. Me muero de ganas de conocer al Tío Cachas. —Evité mirar a Hyukjae a los ojos. Por fin, se habían arreglado las cosas entre nosotros; no quería que mi hermana lo estropeara todo... ni tratara de acostarse con él. No estaba seguro de que él no accedería. —Tiene un nombre, Yuri —repliqué en tono brusco, más irritado por esa última reflexión que por el apodo que le había puesto mi hermana.
—De acuerdo, Hyukjae. Dios, hasta su nombre me pone cachonda. —Mi hermana suspiró sonoramente—. No puedes monopolizarlo.
—¡No lo hago! —contesté indignado. Por fin, miré a Hyukjae a los ojos, que me observaba preocupado, y traté de calmarme, de relajarme entre sus brazos. Le sonreí y meneé la cabeza, tratando de tranquilizarlo a él y de paso a mí mismo.
—Quedamos en que vendrías durante las vacaciones de invierno, Yuri..., ¿recuerdas? En estos momentos estoy muy liado. — Miré sus serenos ojos y él sonrió. No soportaba la idea de que estuvieran juntos.
—Las vacaciones de invierno... ¡Pero si estamos en octubre! — protestó mi hermana.
—Tengo muchas cosas que hacer, Yuri... —respondí con suavidad, tratando de apaciguarla.
—¡Vamos, Donghae! Un fin de semana no te matará.
Suspiré, sabiendo que si seguía resistiéndome de esa forma, ella sospecharía.
—De acuerdo —dije devanándome los sesos en busca de alguna excusa para que postergara un poco el viaje. Al escrutar el rostro increíblemente perfecto de Hyukjae, la respuesta se me ocurrió al instante y exclamé—: ¡Ah!
—¿Qué? —preguntaron mi hermana y Hyukjae al unísono.
Sonreí y Hyukjae hizo lo propio, arqueando las cejas picado por la curiosidad.
—Verás, Yuri... Hyukjae actúa todos los viernes y sábados por la noche. No estará libre hasta... —Lo miré con gesto interrogante y después de pensar unos segundos, él respondió moviendo sólo los labios: «El siete»—... hasta el siete. De modo que si quieres que salga con nosotros, tendrás que esperar hasta entonces.
Ella suspiró.
—¿De noviembre? ¿Hasta dentro de tres semanas, Donghae? Sonreí, reprimiendo la risa.
—Lo sé. Si quieres, puedes venir antes. Hyukjae estará ocupado,
pero puedes salir conmigo y con Siwon. Podemos ir al cine o...
—No, de acuerdo, iré el siete. —Al cabo de unos instantes, mi hermana se animó—. ¡Nos lo pasaremos en grande, Donghae! —Se rió alegremente y me pregunté si estaba más impaciente por verme a mí o a mi compañero de piso—. ¿Puedo dormir en la habitación de Hyukjae? —preguntó soltando una carcajada.
Si, estaba más impaciente por ver a mi compañero de piso. Suspiré en voz alta.
—Tengo que arreglarme para ir a clase. Hablaremos más tarde, Yuri. ¡Vete a dormir! Y date una ducha fría.
Ella se rió de nuevo.
—Adiós, Donghae. ¡Hasta pronto!
—Adiós. —Colgué el teléfono—. Mierda.
Hyukjae emitió una risita y lo miré.
—No se lo digas a Kangin, por favor.
Él se encogió de hombros y volvió a reírse.
—¿Qué pasa? —Hyukjae me miró sonriendo suavemente, reprimiendo la risa.
—Mi hermana quiere venir a visitarme. —Mi tono no denotaba la menor alegría.
Él me miró, confundido.
— Y..., ¿y no te cae bien?
Negué con la cabeza y le acaricié ligeramente el brazo.
—No es eso. La quiero mucho, pero... —desvié la vista.
—Pero ¿qué? —preguntó él, tratando de mirarme a los ojos.
Me volví hacia él y suspiré.
—Mi hermana se siente atraída por ti como una abeja por la miel —dije con tono hosco. Soltó una carcajada.
—Aaah... ¿De modo que ya puedo prepararme para ser atacado? —La perspectiva parecía divertirlo. Pero a mí no me hacía ninguna gracia.
—No tiene gracia, Hyukjae —dije haciendo un mohín de disgusto. Él se puso serio y me sonrió con dulzura.
—A mí me parece muy gracioso, Donghae.
Volví la cabeza, pues noté que se me saltaban las lágrimas y no
quería que él lo viera. No lo entendería. Ni yo mismo lo entendía. Sólo sabía cómo se comportaría probablemente Yuri con él y cómo se comportaría él probablemente con ella... La idea me ponía enfermo. No quería que él la tocara, pero sabía que no tenía ningún derecho a pedirle que no lo hiciera. No me pertenecía.
Me apartó un mechón de pelo de la cara, recogiéndomelo detrás
de la oreja.
—Eh... —Me tomó suavemente del mentón y me obligó a mirarlo—. ¿Qué quieres que haga? —preguntó con tono quedo.
No pensaba pedírselo, pero se me escapó.
—No quiero que te acuestes con ella. No quiero que la toques siquiera —dije con tono brusco mientras lo miraba irritado.
—De acuerdo, Donghae —respondió al cabo de un minuto, acariciándome con ternura la mejilla.
—Prométemelo, Hyukjae. —Dejé de mirarlo irritado, pero fijé mis ojos llenos de lágrimas en los suyos.
—Te lo prometo, Donghae. No me acostaré con ella, ¿de acuerdo?
—Me sonrió para tranquilizarme y yo asentí y dejé que me abrazara con fuerza.
Hyukjae y yo nos despedimos de Siwon cuando se marchó a trabajar. Hyukjae estaba de un humor insólitamente animado y le dio una palmada en la espalda, deseándole suerte con el imbècil de su jefe. Siwon le dio las gracias y me dio un beso rápido en la mejilla antes de salir. Él también parecía más animado, y, durante unos momentos, me alegré de que la situación entre nosotros tres fuera menos tensa. Cuando Siwon se marchó, Hyukjae me tomó de la mano y nos sentamos en el sofá a ver la televisión. Yo casi suspiré de alivio. Era maravilloso estar sentado junto a él en el sofá, con la cabeza apoyada en su hombro, como solía hacer antes de que las cosas se agriaran entre nosotros. Él me rodeó los hombros con el brazo y ambos gozamos de nuestro calor mutuo durante buena parte de la mañana.
Ese día tenía sólo una clase, después de la cual quería estudiar un poco antes de ir a trabajar. Hyukjae me llevó en coche a la universidad, lo cual me produjo una pequeña alegría; volvía a sentirme enganchado a mi vieja adicción. Le di las gracias, pero lo obligué a quedarse en el coche en lugar de acompañarme hasta el aula. No quería que volvieran a someterme a una sesión de cincuenta preguntas si alguien me veía con la estrella del rock. Él accedió a regañadientes, pero obedeció, y sonreí al verlo alejarse en el coche.
No había vuelto a ver a Luna y a Victoria en mi clase de Psicología después del interrogatorio al que me habían sometido una tarde, por lo que deduje que me habían descartado como posible rival. Sonreí un poco al pensar en lo estrecha que era mi relación con Hyukjae.Sea como fuere, como no me apetecía volver a toparme con ninguna de esas tres chicas, a partir de entonces procuré evitar la biblioteca parecida a la de Harry Potter. Hacía poco había descubierto un agradable parque cercano, perfecto para estirar un poco las piernas y repasar algunos libros. Después de clase, y en vista de que hacía un día espléndido, decidí ir a estudiar allí.
Aspiré el fresco aire otoñal mientras echaba una ojeada alrededor del pintoresco espacio. Las hojas de los árboles presentaban un intenso color naranja y rojo y se agitaban levemente bajo la suave brisa. No tardarían en empezar a caerse. Me bajé la cremallera de mi chaqueta liviana. Hacía un tiempo muy cálido para esa época del año; estaba empezando a creer en el calentamiento global, pero el aire fresco tenía una pureza y una nitidez muy tonificante que contribuían a aclararme las ideas. Era el lugar ideal para estudiar antes de ir a trabajar. Me senté sobre la hierba y, después de rebuscar en mi mochila, encontré una bolsita con uvas y me comí unos cuantos granos.
En el parque, había varios grupos de gente disfrutando del espléndido y soleado día. Quizá fuera el último que veríamos hasta al cabo de un tiempo. Algunas personas jugaban con sus perros arrojándoles una pelota; otras, como yo, estudiaban; y otras gozaban de un picnic otoñal.
Me fijé en un grupo de chicas adolescentes, no lejos de donde estaba yo, que no dejaban de reírse, y me volví para ver qué les había llamado la atención. Vi a un hombre de espaldas a nosotros, que se había quitado la camiseta y hacía unas flexiones apoyado contra un banco del parque. Lo observé distraído durante un minuto mientras las chicas seguían riendo y murmurando. Cuando terminó sus ejercicios, tomó una botella de agua que había sobre el banco. Volviéndose un poco hacia mí, bebió un largo trago de la botella. Tenía un cuerpo increíblemente perfecto... que me resultaba más que familiar. Solté una carcajada y puse los ojos en blanco.
«Vaya», pensé. Había escogido precisamente el parque donde iba Hyukjae para hacer unos ejercicios de estiramiento después de correr. Y él tenía que estar justamente allí en esos momentos, mientras yo trataba de estudiar. Se volvió y al instante me vio tumbado sobre la hierba admirando su cuerpo sin disimulo. En su rostro se dibujó poco a poco una sonrisa de lo más sexy al tiempo que ladeaba la cabeza en un gesto adorable y echaba a andar hacia mí, sosteniendo la botella de agua en una mano y su camiseta en la otra. Las chicas con las que se cruzó se rieron como tontas al ver su seductora sonrisa y se volvieron para mirarme con curiosidad. Permanecí sentado en la hierba y lo observé dirigirse hacia mí, sintiendo que el corazón me latía más deprisa.
Se sentó en la hierba a mi lado y emití un sonoro suspiro.
—¿Es que no puedo ir a ninguna parte sin toparme contigo? — pregunté con tono socarrón.
Se rió y estiró las piernas, apoyándose sobre las manos.
—Éste es mi parque. El intruso eres tú —dijo mirándome con una media sonrisa.
Sonreí y me llevé otro grano de uva a la boca, mirándolo fijamente. Empecé por fijarme en su pelo, increíblemente sexy y un poco húmedo en los bordes debido al ejercicio que había hecho, pero, al cabo de un momento, mis ojos se posaron sobre sus pómulos perfectos, su mandíbula fuerte y de líneas armoniosas, su cuello y su torso, también ligeramente húmedo. Se detuvieron allí, observando cada línea, empezando por la parte superior y siguiéndolas mentalmente hasta las profundas líneas de la parte inferior de su abdomen, las cuales desaparecían agradablemente en el interior de su pantalòn. No pude evitar que me asaltaran los recuerdos íntimos de haber tocado ese cuerpo. Me mordí el labio.
—Eh. —La voz de Hyukjae me arrancó del trance en el que me había sumido y lo miré a los ojos, que mostraban una expresión divertida.
—¿Me estás estudiando como a un objeto? —preguntó arqueando una ceja. Me ruboricé y desvié la mirada mientras él se reía por lo bajo—. No me molesta que lo hagas. Me preguntaba si estabas pensando en renegociar nuestras reglas. —Me miró a los ojos y sonrió con picardía—. ¿Puedo besarte ya?
Respondí con una sonrisa de desdén y él se rió de buena gana. Le arrebaté la camiseta de las manos y se la arrojé diciendo:
—Haz el favor de vestirte...
Él me miró arrugando el ceño.
—Tengo calor...
Sonreí.
—Estás indecente... y la gente nos mira. —Señalé hacia donde estaban las adolescentes contemplándolo con ojos como platos.
Él las miró, haciendo que se rieran como histéricas, y sacudió la cabeza al tiempo que miraba su cuerpo medio desnudo y murmuraba: —¿Estoy indecente? —Suspiró—. De acuerdo. —Tomó su botella de agua y la vertió sobre su camiseta antes de volver a ponérsela—. Ya está. ¿Estoy mejor así?
Me lo quedé mirando boquiabierto hasta que de pronto me di cuenta y me apresuré a cerrar la boca.
—Sí, gracias. —No, no estaba mejor así. La camiseta empapada se adhería a cada uno de sus músculos de forma tremendamente atractiva. Era como si no se la hubiera puesto. No quise darle la satisfacción de que supiera lo atractivo que estaba así. En cualquier caso, estaba seguro de que ya lo sabía.
Se incorporó, metió la mano en mi bolsa y tomó un par de granos de uva. Yo sonreí con ironía.
—Adelante, no te prives.
Sonrió y se llevó los granos de uva a la boca.
—No suelo hacerlo —respondió, levantando una ceja y sonriendo con malicia.
Suspiré y puse cara de resignación mientras él se acercaba y se sentaba junto a mí.
—¿Qué estás estudiando?
Sonreí y me sonrojé al mirarlo.
—La sexualidad humana.
—Aaah... ¿De veras? —Me dio un golpecito afectuoso en el hombro—. Una de mis mejores asignaturas.
Me estremecí y me aparté al instante al sentir el tacto de su camiseta mojada y fría. Él se rió de mi reacción y luego, sin previo aviso, me tumbó sobre la hierba, oprimiendo su empapada camiseta sobre mí y riéndose.
—¡Dios santo, Hyukjae! ¡Estás helado! ¡Apártate! —le grité, tratando de quitármelo de encima y llorando de risa. Él siguió riendo sin apartarse. De pronto, me sujetó por las muñecas para que no pudiera empujarlo y me inmovilizó sobre la hierba.
Al cabo de un rato, nuestras carcajadas remitieron mientras nos mirábamos a los ojos. Él sonrió de forma adorable y apoyó la frente sobre la mía. Supongo que no contravenía específicamente mis reglas. Ambos permanecimos un minuto respirando de manera suave y acompasada, echándonos el aliento el uno al otro, y él movió las manos para entrelazar sus dedos con los míos.
Sentí como empezaba a cruzar una línea prohibida, y, cuando me disponía a protestar, las jóvenes que se hallaban a poca distancia de nosotros gritaron:
—¡Bésalo!
Él se apartó, tragando saliva, y se rió un poco.
—¿Lo ves? —dijo señalando con la cabeza el grupo de chicas adolescentes—. Quieren que renegociemos las reglas. —Esbozó una sonrisa maliciosa y yo lo aparté de un empujón.
—Ve a echar una carrera —dije clavándole el índice en el pecho. Señalé vagamente hacia donde estaba situada nuestra casa—. Tengo que estudiar..., y me distraes demasiado. —Me ruboricé y bajé la mirada.
Él se rió y se puso en pie.
—De acuerdo, tú mandas. —Sonrió y, volviéndose hacia las jóvenes, se encogió de hombros y les guiñó el ojo. Ellas se rieron y emitieron sonoros gritos de protesta cuando él se volvió para marcharse del parque.
Puse los ojos en blanco y me sacudí la camiseta, que estaba húmeda. Tirité un poco debido a la humedad y me subí la cremallera de la chamarra. Es decir, estaba bastante seguro de que se debía a la humedad.
Durante el rato que me dediqué a estudiar, mi mente divagaba de vez en cuando, evocando gratas imágenes del cuerpo de Hyukjae. Me di cuenta de que soñaba despierto mientras leía distraído el mismo párrafo durante más de diez minutos. Emití un suspiro de resignación; Hyukjae me distraía incluso cuando no estaba presente. Sentí un pequeño escalofrío al recordar su cuerpo apretado contra el mío, su frente contra la mía, su aliento sobre mi piel...
Tirité de nuevo y me levanté. No había planeado una sesión de estudio tan poco provechosa. Para eso, más valía que fuera a trabajar. Al menos, el trajín en el bar cambiaría el rumbo que habían tomado mis pensamientos.
Pero el trajín en el bar no cambió el rumbo de mis pensamientos. Miraba constantemente la puerta, esperando que llegaran los miembros de la banda para actuar. Se me ocurrió que era absurdo que estuviera impaciente por verlo, puesto que nos veíamos todo el tiempo. De hecho, no conseguía sacármelo de encima. Esa idea me hizo sonreír. Creo que durante toda la noche tuve una sonrisa de bobo pintada en la cara mientras observaba la puerta con disimulo.
—Vale, ¿qué es lo que ha hecho? —me preguntó Key al cabo de un rato, acercándose a mí por detrás.
—¿Quién? —respondí indeciso.
—Siwon. No has dejado de sonreír en toda la noche. Por lo general, eso suele significar que tu novio ha hecho algo digno de elogio. —Èl y Sunny se inclinaron expectantes sobre la barra—. Anda, suéltalo. ¿Dulces? ¿Un reloj? ¡Cielos, no se te habrá pedido matrimonio! —Los ojos de color castaño de Key chispeaban ante esa posibilidad. Apoyó la cara en las manos mientras se acomodaba en la barra, absorto unos segundos en ese idílico pensamiento.
Me puse como un tomate. Siwon y yo ni siquiera habíamos hablado aún de casarnos. Él era un tipo práctico que no sacaría el tema a colación hasta que se hubiera afianzado en su carrera. Y no era la persona que en esos momentos me hacía sonreír.
—No, no me lo ha pedido. No se trata de nada especial. Me siento feliz, eso es todo.
Sunny y Key se miraron decepcionados.
—Vale, guárdate tus secretos. —Key me guiñó el ojo al tiempo que se levantaba de un salto y reanudaba sus quehaceres.
Cuando se marchó, Sunny me miró con aire conspirador.
—Bueno, ya se ha ido, puedes contármelo.
Me sonrojé de nuevo.
—No hay nada que contar, Sunny. Lo siento, mi vida es bastante aburrida. —Sonreí para mis adentros al soltar esa monumental mentira.
Al poco tiempo, apareció la banda, y juro que el corazón me dio un vuelco cuando vi a Hyukjae. Por la forma en que reaccionó mi cuerpo, cualquiera hubiera dicho que llevaba varios días sin verlo en lugar de tan sólo unas pocas horas en el parque. Se acercó a mí, con un aspecto tremendamente sexy enfundado en su camiseta negra de manga larga, debajo de una camisa gris claro, y me preguntó cómo me había ido el rato de estudio. Me ruboricé y le dije que había sido mucho más provechoso después de que él se marchara..., lo cual no era verdad. Él sonrió satisfecho y soltó una carcajada.
Después de pedir una cerveza, se dirigió a su mesa, donde el resto de los chicos hablaban sobre algo que al parecer era muy divertido. Oía sus risas desde la barra. Hyukjae le dio a BM una palmada en el hombro cuando pasó junto a él, y yo noté un grato calorcito en mi hombro. Entonces, caí en al cuenta de que era porque Hyukjae había apoyado la mano en él al pedir su cerveza. Mi sonrisa de bobo no se me borró del rostro durante el resto de la velada.
En realidad, no se borró durante el resto del fin de semana.
El lunes por la tarde, al pensar en lo maravilloso que había sido el fin de semana, salí de clase media hora antes de lo habitual. No
pude evitarlo. Estaba impaciente por ver a Hyukjae. Y el hecho de saber que estaba en casa solo, quizás aburrido, quizá pensando en mí..., hizo que estuviera hecho un manojo de nervios durante toda la clase.
Nuestro fin de semana había sido divertido y un tanto angustioso. Nos habíamos abrazado por la mañana mientras nos tomábamos el café y habíamos hecho manitas mientras Siwon estaba en la ducha. Pasamos buena parte del fin de semana holgazaneando en casa, y cada vez que Siwon se quedaba dormido delante del televisor, Hyukjae y yo íbamos a la cocina y nos abrazábamos mientras charlábamos. Minho llamó a Siwon el domingo temprano por la mañana, y Hyukjae y yo aprovechamos para sentarnos en el sofá y hacernos arrumacos. A mí me encantaba estar junto a él. Era divertido flirtear con él de la forma más inocente posible, aunque, cada vez que me tocaba, mi corazón se ponía latir como loco.
Entré en el cuarto de estar y sonreí al ver a Hyukjae tumbado en el sofá, mirando la televisión, con un brazo apoyado en el pecho y el otro extendido por encima de su cabeza. Cuando entré, se volvió hacia mí, y me sonrió de una forma tan adorable que contuve el aliento.
—Has vuelto temprano —dijo con tono somnoliento—. Pensaba ir a recogerte.
Al acercarme, se incorporó en el sofá y dio una palmada sobre el cojín entre sus piernas.
—Pareces cansado, ¿estás bien? —pregunté, sentándome entre sus piernas y apoyándome sobre su pecho. Él jugueteó con mi pelo y me estrechó entre sus brazos. Flirtear con él tenía sus ventajas.
—Estoy perfectamente..., pero ha sido una noche muy larga y no he dormido bien.
—Ya. —Volví la cabeza para mirarlo con una sonrisa irónica—. ¿Te sientes culpable por algo?
Él se rió un poco y me abrazó con fuerza.
—¿Por ti? Todos los días. —Suspiró y me empujó hacia delante, alejándome de él. Me volví para protestar, pero él apoyó las manos sobre mis hombros y me obligó a mirar al frente. Luego, empezó a masajearlos.
—Mmm... No me costaría nada acostumbrarme a este tipo de flirteo. —Me relajé bajo sus musculosas manos mientras él las movía sobre mis omóplatos. Se rió por lo bajo—. ¿Has tenido una pesadilla? —le pregunté, sintiendo que me sumía en una especie de sopor.
—No —murmuró—. En realidad, ha sido un sueño muy agradable. —Su voz era grave y suave. Me envolvía como una cálida manta.
—Mmm, ¿sobre qué? —Sus dedos se deslizaron sobre mi columna vertebral y emití un leve sonido gutural.
—Sobre ti —respondió con tono despreocupado. Sus dedos se detuvieron cuando emití el sonido gutural. Luego, los oprimió con más firmeza sobre mis hombros y emití un sonido más profundo.
—Mmm..., espero que no fuera nada lujurioso. Hemos decidido mantener nuestro flirteo inocente, ¿no? —Sus dedos descendieron hasta la parte baja de mi espalda, hundiéndose con fuerza, y suspiré sonoramente al sentir que mis músculos se relajaban.
Él volvió a reírse bajito.
—No..., nada remotamente indecoroso, te lo prometo. —Sus manos empezaron a ascender por mi espalda y emití otro profundo gemido al tiempo que mi cuerpo eliminaba la tensión acumulada; Hyukjae tenía unos dedos mágicos.
—Mmm..., me alegro. No quiero que pienses en mí de esa forma —murmuré.
No respondió, sino que continuó masajeándome la espalda, produciéndome un agradable hormigueo. Suspiré profundamente y me relajé más, apoyado contra él, emitiendo más sonidos de satisfacción. Él se movió un poco detrás de mí pero no dijo nada. Demasiado relajado para mantener una conversación, me limité a gozar del confortable silencio. Sus dedos empezaron a descender de nuevo, extendiéndose hacia los costados hasta alcanzar el borde de mi caja torácica. Era una sensación divina. Casi solté un gemido de placer. Él se detenía un minuto cada vez que yo emitía un sonido, de modo que empecé a emitirlos con más frecuencia.
Al cabo de un rato, sus dedos alcanzaron la parte inferior de mi espalda, masajeándola y deslizándose hacia mis caderas. Volvió a moverse un poco y luego me estrechó contra él. Pensando que quizás estaba incómodo, sentando de lado en el sofá conmigo entre sus piernas, dejé que me colocara como le conviniera, pero él me aferró por las caderas y me atrajo de nuevo hacia él. Suponiendo que había terminado, suspiré y me relajé contra su pecho. Me sorprendió comprobar lo rígido que estaba. Empecé a volverme hacia él, cuando sus manos, que seguían apoyadas en mis caderas, se movieron hasta descansar sobre mis muslos. Las deslizó en sentido descendente por mis piernas y la cara interna de mis muslos, al tiempo que me oprimía contra él. Entonces, me percaté de que su respiración no era lenta y regular como la mía...
Me volví hacia él. Estaba sentado muy tieso sobre el sofá, con aspecto tenso. Tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Respiraba de forma visiblemente acelerada. Tragó saliva y abrió los ojos poco a poco para mirarme. Su mirada hizo que mi cuerpo volviera a tensarse en el acto. Sus ojos ardían de deseo. Su mirada me abrasó mientras me escrutaba. Apoyó una mano en mi mejilla y con la otra me atrajo hacia él.
Tragué saliva y sacudí débilmente la cabeza.
—No..., Hyuk... —musité, alarmado al ver la expresión de su rostro y satisfecho de mí mismo por haber sido capaz de decir «no».
Cerró de nuevo los ojos y me apartó con suavidad.
—Lo siento. Dame un minuto...
Me corrí hacia el otro extremo del sofá y lo observé, preguntándome qué diantres había hecho yo. Él encogió las piernas, rodeándolas con los brazos, y respiró hondo tres veces para calmarse. Luego, abrió de nuevo los ojos. Seguía mostrando una expresión extraña, pero más controlada. Sonrió un poco.
—Lo siento... Me estoy esforzando. Pero te agradecería que la próxima vez no emitieras esos ruiditos.
Me sonrojé hasta la raíz del pelo y desvié la mirada, lo cual le hizo reír. No me había percatado..., puede que eso no fuera una buena idea. Quizás era imposible mantener un flirteo inocente.
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