Despedidas
A la mañana siguiente, me dieron el alta en el hospital. Mi hermana se alegró de la noticia e incluso besó al doctor en la mejilla cuando éste se la comunicó. Como llevaba su uniforme de Hooters — unos shorts color naranja muy ajustados y una camiseta blanca sin mangas demasiado opaca con el logotipo del establecimiento—, el doctor se sonrojó y salió a toda prisa de la habitación. Mi hermana se rió y me ayudó a vestirme y a cepillarme el pelo, que estaba lleno de nudos debido a los días que había permanecido en la cama.
Yo no quité ojo a la puerta mientras esperábamos que vinieran a decirnos que podíamos marcharnos. No estaba seguro de quién deseaba que fuera el primero en venir a despedirse de mí, si Siwon o Hyukjae. No había vuelto a ver a Hyukjae, y, cuando preguntaba a mi hermana por él, ella fruncía levemente el ceño y respondía: «Por ahí anda». Recordé que él le había pedido que no me dijera que seguía acudiendo al hospital, y me pregunté si se había enterado de que ella me lo había contado en un descuido.
Yo le había hecho sufrir tanto que no se sentía capaz de verme, pero no había sufrido tanto como para olvidarse de mí por completo. Yo no comprendía qué significaba eso. Decía que aún me amaba, y yo lo amaba a él. Incluso ahora, después de mi error en el aparcamiento, después del terrible descubrimiento por parte de Siwon y de la pelea que aún hacía que me despertara a veces gritando, lo amaba..., y lo echaba de menos. Pero entendía su deseo de permanecer alejado de mí, de romper conmigo.
Chen apareció mientras esperábamos y se sentó en la cama junto a mí, acariciándome de vez en cuando el brazo o recogiéndome un mechón rebelde detrás de la oreja, descubriendo mi moratón, que tenía ahora un tono amarillento. Nos contó a Yuri y a mí anécdotas del bar y las locuras que algunos clientes habían hecho. Empezó a contarnos una historia referente a que Heechul y Yesung se habían compinchado contra Kangin, pero se detuvo en cuanto mencionó sus nombres. Ignoro si lo hizo porque supuso que no me apetecería oír una anécdota sobre unas personas tan cercanas a Hyukjae o porque él también figuraba en la historia. En cualquier caso, no tuve valor para preguntárselo.
Yuri asumió las riendas de la conversación en cuanto surgió el nombre de Kangin, y, cuando terminó de relatarnos su historia, incluso el dulce Chen, que no se impresionaba por nada, estaba rojo como un tomate. Yuri seguía riéndose a carcajada limpia cuando Siwon entró en la habitación.
Nos saludó a todos con un gesto de la mano. Me sorprendió verlo a esa hora y vestido con un atuendo informal. Cuando le pregunté como era que no estaba trabajando, se encogió de hombros y dijo que se había tomado el día libre para ayudarme a instalarme en el nuevo apartamento. Al ver mi expresión, arqueó las cejas y dijo con tono seco:
—¿Qué van a hacer, despedirme?
Sonreí y le di las gracias, y los cuatro nos pusimos a charlar amigablemente hasta que vinieron a darme el alta.
Dos horas más tarde, me hallaba contemplando la vista del Rìo Han desde el apartamento de dos dormitorios que mi hermana había conseguido encontrar y alquilar en una tarde. El apartamento era minúsculo. En la cocina cabían justo los fogones, el frigorífico y un lavavajillas. El estante de formica sobre éste constituía la encimera. Los dos dormitorios estaban situados en cada extremo de un pequeño pasillo. No pude evitar sonreír al comprobar que mi hermana se había apropiado de un armario ropero de tamaño normal, mientras que el mío era la mitad de éste. Mi dormitorio tenía un futón y una cómoda; y el de mi hermana, un colchón sobre una cama baja y una mesita de noche. El baño contenía sólo una ducha y estaba lleno de los productos de belleza de mi hermana. El cuarto de estar y el comedor ocupaban el mismo espacio, y una desvencijada mesa plegable indicaba dónde nos sentaríamos a comer. El resto del espacio contenía un sofá de color naranja que supuse que era una reliquia y una butaca que yo sabía por experiencia que era la butaca más cómoda del mundo. Sentí que el corazón me daba un vuelco al pasar la mano sobre el respaldo. Era la butaca de Hyukjae..., y el único mueble medio presentable que poseía.
Mientras Siwon me observaba con curiosidad, me pasé los dedos por las mejillas, tragando saliva repetidamente, y me senté en el grotesco sofá de color naranja. Siwon me preparó un almuerzo ligero con algunas cosas que había comprado y Yuri se fue a trabajar. Chen se sentó a mi lado en el sofá y empezó a sintonizar en el pequeño televisor que había en un rincón un canal en el que ponían telenovelas. Me distraje mirando la televisión junto a el mientras comía la mitad del sándwich que Siwon me había preparado, al tiempo que contemplaba una y otra vez la confortable butaca... en la que nadie se había sentado.
Durante la semana siguiente, mientras me recuperaba y aclimataba a mi nuevo hogar y a la presencia de mi caprichosa hermana, se impuso una nueva rutina. Chen venía a verme por las tardes, a veces con Key, e intentaba que yo saliera del apartamento y regresara a mi trabajo en el bar SM. Pero yo rechazaba ambas sugerencias y me quedaba arrebujado debajo de mullidas mantas sobre el grotesco sofá, al que empezaba a tomar cariño.
Yuri regresaba por las noches con un fajo de dinero obscenamente abultado de las propinas que había percibido... y, a veces, con las manos de Kangin firmemente apoyadas sobre su ridículo y ajustado uniforme. En esas ocasiones, yo deseaba que nuestro apartamento fuera mayor y estuviera insonorizado.
Siwon venía a verme cada noche cuando salía del trabajo. Al principio, me asombró que estuviera aún tan pendiente de mí, después de todo lo que le había hecho. Pero observé las emociones que él procuraba ocultar: la tirantez alrededor de sus ojos cuando miraba la butaca de Hyukjae, la tristeza en su rostro cuando miraba mi cuerpo y la culpa que procuraba tragarse cuando miraba mi moratón.
Su voz también delataba su fingido aire despreocupado. Cuando hablábamos sobre nuestra historia adoptaba un gesto de dureza. Yo intentaba abstenerme de sacar el tema a colación demasiado a menudo. Cuando hablábamos sobre la fatídica noche de la pelea, se emocionaba y tenía que tragar saliva para poder proseguir, por lo que yo procuraba también evitar el tema. Él se negaba a hablar de Hyukjae, limitándose a decir que lo veía de vez en cuando y que mantenían una relación «cordial». De hecho, la única vez que su voz adquiría un tono de ternura y su acento se hacía más pronunciado y animado era cuando hablaba de regresar a casa, empezar a trabajar en su nuevo empleo y ver a su familia.
Yo me sentía al mismo tiempo contento y asustado ante esa perspectiva, que cada día era más inminente. Cada vez que Siwon venía a visitarme, su cercana partida se erguía como una sombra entre nosotros. Conforme me iba recuperando, cada vez hablábamos menos de «nosotros» y más sobre su nuevo trabajo. No me sorprendió cuando me dijo que había adelantado su vuelo unos días. Pero, aunque no fue una sorpresa, me dolió profundamente.
Al cabo de unos días, lo llevé al aeropuerto en su Honda, pues quería despedirme de él definitivamente, cerrar ese capítulo de mi vida. Pasamos a través de un mar de turistas y lo tomé de la mano. Sorprendentemente, no me rechazó. Por lo general, evitaba todo contacto físico conmigo. Supuse que quizás deseara saborear los últimos minutos, al igual que yo.
Cuando por fin llegamos a la puerta de salida de su vuelo, me quedé helado. Hyukjae estaba sentado en una silla, con la vista fija en su escayola, que estaba cubierta de mensajes escritos y dibujos. Al aproximarnos, alzó la vista y mi corazón se aceleró. Tenía mejor aspecto que la última vez que lo había visto en el hospital; tan sólo un cardenal azulado debajo del ojo y un par de rasguños rosáceos empañaban su perfección, o quizá la realzaban. En cualquier caso..., estaba impresionante.
Cuando Siwon se acercó lentamente a él, Hyukjae se levantó. Instintivamente, Siwon me apretó la mano un segundo y luego la soltó. Yo también me esforcé en aminorar el paso al dirigirme hacia Hyukjae, sin apartar la vista de su rostro.
Sin embargo, sus ojos oscuros e intensos estaban fijos en Siwon. Daba la impresión de que evitaba mirarme. Yo no sabía si lo hacía por Siwon... o por una cuestión personal.
Hyukjae le tendió la mano a Siwon en señal de amistad. Sus ojos escrutaron el rostro de Siwon mientras éste observaba su mano tendida. Tras emitir un pequeño suspiro, que a mí se me antojó que resonó a través de la atestada y ruidosa sala, Siwon tomó su mano y la estrechó con firmeza. En los labios de Hyukjae se pintó una pequeña sonrisa y éste hizo un breve gesto con la cabeza a Siwon.
—Siwon...,yo... —Pero no pudo terminar la frase, como si no hallara las palabras adecuadas, y fijó la vista en las manos enlazadas de ambos.
Siwon le soltó la mano y la apoyó en su cadera.
—Sí..., lo sé, Hyukjae. Esto no significa que todo esté arreglado..., pero lo sé. —Su voz sonaba tensa, su acento más pronunciado de lo habitual, y los ojos se me llenaron de lágrimas al ver a ver a esos dos hombres, en otro tiempo amigos íntimos, esforzarse en hallar las palabras adecuadas para despedirse.
—Si alguna vez necesitas algo..., lo que sea..., aquí me tienes. —A Hyukjae se le humedecieron los ojos al decir eso, pero no los apartó del rostro de Siwon.
Siwon asintió y crispó la mandíbula. En su semblante se pintaron diversas emociones antes de suspirar y desviar la mirada.
—Ya has hecho bastante, Hyukjae.
Sentí un pellizco en el corazón al comprender la multitud de formas en que podía interpretarse una frase. En un breve comentario, Siwon había resumido todo cuanto existía entre ellos: lo bueno y lo malo. Me hirió profundamente y al mismo tiempo me reconfortó.
Sentí que una lágrima rodaba por mi mejilla, pero estaba demasiado absorto mirando a Hyukjae como para evitarla. Estaba convencido de que iba a venirse abajo. Estaba seguro de que iba a romper a llorar y suplicar a Siwon que lo perdonara, de rodillas si era preciso, pero de pronto esbozó una leve sonrisa y tragó saliva de golpe, reprimiendo las lágrimas que llenaban sus ojos. Al parecer, había decidido aceptar lo bueno que encerraba esa frase y rechazar lo malo.
Hyukjae dio a Siwon una afectuosa palmada en el hombro.
—Cuídate..., amigo. —Lo dijo afectuosamente, sin que sonara fingido: Hyukjae era una de las pocas personas que yo conocía que nunca trataba de imitar a Siwon. Y eso demostraba el respeto que sentía por él.
Siwon pareció comprenderlo y, aunque quizá no sentía el mismo respeto hacia Siwon, le dio también una cordial palmada en el hombro.
—Tú también..., amigo.
Entonces, Hyukjae lo abrazó brevemente, dio media vuelta y se alejó. Sentí el imperioso deseo de sujetarlo por la camiseta, de obligarlo a mirarme, a hablarme..., pero no podía montar una escena mientras Hyukjae se despedía de Siwon después de todo lo que lo habíamos hecho sufrir.
De modo que cerré los puños con fuerza para contener el apremiante deseo que se había apoderado de mí, y lo observé alejarse en silencio. Poco antes de que la multitud lo engullera, se volvió para mirarnos. Nuestras miradas se cruzaron por primera vez desde hacía tanto tiempo que ese contacto fugaz me produjo un dolor inmenso. Lo vi abrir la boca, y su semblante se crispó en un rictus de dolor, y comprendí que sentía la misma agonía que yo. Me amaba..., seguía amándome, pero yo lo había herido profundamente.
Se llevó la mano al caballete de la nariz y se volvió. La multitud borró todo rastro de él. Cerré los ojos y, cuando volví a abrirlos, vi que Siwon me observaba con una expresión que indicaba que por fin lo comprendía. Yo ignoraba qué había visto en ese doloroso momento, pero estaba claro que había visto algo. Tras negar con la cabeza y mirarme de pronto con una expresión de lástima, me rodeó los hombros con el brazo y me estrechó contra él, casi como si quisiera consolarme.
Apoyé la cabeza en su hombro y nos volvimos hacia las ventanas para contemplar su avión que relucía al sol.
—Te echaré de menos, Siwon —murmuré cuando por fin pude articular palabra.
Él me abrazó con fuerza.
—Yo también te echaré de menos, Donghae. A pesar de todo, te echaré de menos. —Se detuvo y luego murmuró—: ¿Crees que...? — Alcé la cabeza para mirarlo al tiempo que él la bajaba para mirarme a mí—. ¿Crees que si no hubiera aceptado ese trabajo en Jeju, Hyukjae y tú no...? —Fijó la vista en el suelo y arrugó el ceño—. ¿Fui yo quien te arrojé a sus brazos?
Negué con la cabeza y la apoyé en su hombro.
—No lo sé, Siwon, pero creo que, de una forma u otra, Hyukjae y yo habríamos... —Lo miré y me detuve. No pude terminar la frase al ver sus ojos castaño oscuro mirándome con un dolor tan intenso.
—Sabes que siempre te querré —dijo con voz ronca.
Asentí y tragué saliva.
—Y yo también te querré... siempre.
Él sonrió suavemente y me recogió un mechón de pelo detrás de la oreja, rozándome la mejilla con los dedos. Con una expresión que denotaba la intensa pugna que sostenía consigo mismo, por fin se inclinó y me besó con ternura en los labios. Fue más prolongado que un beso de amigos, más breve que un beso romántico. Estaba a medio camino entre ambas cosas, como nosotros.
Cuando se apartó, besó mi magullado rostro antes de que yo apoyara la cabeza en su hombro. Le apreté la mano que tenía libre mientras él me abrazaba con la otra, y esperamos. Esperamos a que anunciaran su partida. Esperamos a que nuestra separación fuera definitiva. Esperamos a que nuestra profunda pero resquebrajada relación se rompiera físicamente.
Al fin llegó la hora, y tras emitir un largo suspiro Siwon se separó de mí. Después de recoger la bolsa de donde la había dejado cuando había estrechado la mano de Hyukjae, se despidió de mí con un beso en la frente. Yo tomé su mano y la sostuve hasta el último segundo. Las yemas de nuestros dedos fueron la última parte de nuestros cuerpos que dejaron de tocarse. Cuando el contacto entre nosotros se rompió,
sentí como si algo me abandonara. Algo cálido y seguro, y algo que en cierto momento de mi vida, había significado todo para mí. Él sostuvo mi húmeda mirada hasta que dobló una esquina y desapareció, y entonces comprendí que jamás volvería a ver esos cálidos ojos castaños y esa sonrisa de despistado.
Fue como si mi cuerpo se derrumbara. Sentí que se venía abajo. Sentí que las piernas me pesaban y mis rodillas cedían, y una bruma gris plomiza me nublaba la mente. Mis piernas impactaron en el suelo con un ruido sordo que estaba seguro que había sacudido los asientos clavados en el suelo frente a mí, y, cuando esperaba que mi cabeza, que aún no se había recuperado por completo de la lesión, se golpeara contra uno de esos asientos, sentí unas manos cálidas que me sostenían.
Él apoyó con cuidado mi cabeza sobre sus rodillas mientras se sentaba en el suelo a mi lado. Me acarició la espalda con una mano mientras con la otra me palpaba la cara, para comprar que no había sufrido ningún daño.
—¿Donghae? —Su voz sonaba distante, aunque yo sabía que estaba junto a mí.
Mi visión empezó a aclarase y vi sus desteñidos pantalones. Alcé débilmente la cabeza y traté de comprender lo que ocurría. Sus ojos se suavizaron al mirarme, mientras seguía acariciándome la espalda con su mano en cabestrillo y los dedos de su otra mano me acariciaban el rostro con ternura. Al instante, comprendí que me había desmayado y que él me había estado observando, sin apartar la vista de mí, y me había evitado un mundo de dolor. Entonces, recordé nuestro distanciamiento y mi profunda angustia y mi dolor al ver partir a Siwon. Me incorporé y me arrojé en sus brazos, sentándome sobre sus rodillas en el suelo, rodeándole el cuello con los brazos, deseando no apartarme nunca de él. Él se tensó e hizo un movimiento convulsivo, como si le hubiera lastimado, pero al fin me rodeó con sus brazos y me estrechó contra él, meciéndome suavemente y murmurándome que todo iría bien.
El rugido de los motores del avión nos recordó el dolor que ambos sentíamos, y nos volvimos para mirar a través de la ventana el gigantesco aparato que empezaba a rodar por la pista. Lo observamos en silencio, mientras las lágrimas rodaban por mi rostro y, de vez en cuando, dejaba escapar un débil quejido. Hyukjae siguió acariciándome la espalda y apoyó la cabeza contra la mía, besándome en el pelo de vez en cuando. Yo me aferré a él con desesperación y, cuando el avión desapareció, apoyé la cabeza sobre su hombro y rompí a llorar desconsolado.
Hyukjae dejó que lo abrazara hasta que mi dolor remitió, aunque no desapareció del todo. Cuando empecé a hipar y a tratar de respirar con normalidad, me obligó con delicadeza pero con firmeza a que me levantara de sus rodillas. Yo traté de evitarlo, agarrándome bochornosamente a su ropa, pero él persistió hasta obligarme a soltarlo, y se puso de pie.
Se detuvo frente a mí con gesto decidido. Yo bajé la vista y la fijé en el suelo. Por un momento, pensé que habíamos vuelto a unirnos en nuestro mutuo dolor, pero estaba equivocado. Su rostro no indicaba que estuviera dispuesto a aceptarme de nuevo junto a él. Más bien parecía como si fuera a despedirse de nuevo de mí. Yo quería evitarlo a toda costa.
Hyukjae apoyó suavemente una mano sobre mi cabeza mientras yo permanecía en el suelo, mirándome las rodillas. Alcé vacilante la cabeza y miré su rostro increíblemente perfecto y magullado. En sus labios se pintaba una dulce sonrisa y sus ojos se habían suavizado un poco, aunque seguían expresando una profunda tristeza.
—¿Puedes conducir? —me preguntó con tono quedo.
Experimenté una nueva punzada de dolor al pensar que tenía que regresar a casa solo y a mi apartamento vacío. Quería decirle que no, que lo necesitaba, que necesitaba quedarme con él, que necesitábamos hallar la forma de volver a estar juntos, de subsanar mi error. Pero no pude. Asentí con la cabeza y me preparé para lo que siempre me había aterrorizado: quedarme solo.
Él asintió y me ofreció la mano para ayudarme a que me pusiera de pie. Tomé su cálida mano y la apreté con fuerza mientras él me ayudaba a levantarme. Di un traspié y apoyé la mano en su pecho para recobrar el equilibrio. Sentí el tacto de una venda debajo de mis dedos y él torció el gesto, como si le hubiera hecho daño. Había apoyado la mano sobre sus pectorales, no sobre sus costillas, de modo que no comprendí por qué lo había lastimado. Quizá sus heridas eran más graves de lo que había imaginado. Quizá no quería que yo lo tocara.
Retiró mi mano de su pecho pero siguió sosteniéndola. Nos miramos a los ojos, cogidos de la mano y muy cerca el uno del otro, aunque entre nosotros se interponía una distancia insalvable.
Yo lo había elegido a él y luego lo había abandonado. ¿Podría perdonármelo alguna vez?
—Lo siento, Hyukjae, cometí un error. —No le ofrecí más explicación. No podía, porque el dolor me atenazaba la garganta y era incapaz de articular palabra.
Sus ojos se humedecieron y asintió con la cabeza. ¿Había comprendido lo que quería decirle?, ¿que había cometido un error al abandonarlo, no al enamorarme de él? No podía explicárselo, y él no me hizo ninguna pregunta. Inclinó la cabeza hacia mí y yo alcé instintivamente el mentón. Nuestros labios se encontraron a medio camino, suaves y apasionados, separándose antes de sumirse en la sensación de unirse por completo. Docenas de pequeños y voraces besos, aunque demasiado breves, que hacían que se aceleraran los latidos de mi corazón.
Por fin, se apartó, aunque no sin esfuerzo, antes de que la cosa fuera a más y ambos sucumbiéramos a la tensión sexual que latía siempre entre nosotros. Me soltó las manos y retrocedió un paso a regañadientes.
—Lo siento, Donghae. Ya nos veremos.
Acto seguido, dio media vuelta y se marchó, dejándome sin aliento, confundido, dolido y... solo. Sus últimas palabras resonaban en mis oídos, y estaba convencido de que no las había dicho en serio. Estaba convencido de que no volvería a ver a Lee Hyukjae.
No sé como, conseguí llegar a casa. Logré no venirme abajo mientras conducía y estrellarme contra la parte posterior de un vehículo debido a mi empañada visión. No, decidí reservar mis lágrimas para la almohada en forma de corazón que mi hermana había encontrado para mí. Después de empaparla con mis lágrimas, me quedé dormido.
Mi mundo parecía algo más liviano cuando me desperté al día siguiente. Quizá se debía a que la cabeza me dolía menos y los moratones empezaban a cambiar de color, indicando que mi cuerpo comenzaba a sanar. O quizá se debía a que la ruptura con Siwon era definitiva, y ésta ya no me causaba ansiedad. Todo había terminado —nosotros habíamos terminado—, y, aunque esas palabras me partían el corazón, me sentí mejor.
El hecho de ducharme y vestirme también me reconfortó, y, mientras examinaba mi contusionado cráneo, me pregunté qué derroteros tomaría ahora mi vida. Tenía que buscar trabajo. Y tenía que reanudar mis estudios. Las vacaciones de invierno habían llegado mientras yo convalecía, pero, gracias a unas llamadas telefónicas de mi médico, de mí mismo y, sorprendentemente, de Siwon, conseguí que ampliaran las clases que me había perdido. Y, si me ponía a estudiar con ahínco, estaba seguro de que recuperaría el tiempo perdido antes del próximo trimestre.
Apreté la mandíbula y decidí emplearme a fondo. Puede que hubiera perdido mi empleo, mi novio y mi amante, pero, si me concentraba, podría conservar mi preciada beca. Y, si lo lograba..., quizá mi corazón sanaría lenta pero sistemáticamente como mi cabeza.
Siwon me llamó dos días más tarde, justo antes de que mi hermana y yo nos dispusiéramos a viajar a casa para pasar las Navidades con nuestra familia. Mis padres se mostraron sinceramente apenados cuando les comuniqué que había roto con Siwon. Asimismo, me sometieron a un interrogatorio de dos horas sobre cuándo iba a regresar a la Universidad de Mokpo.
Siwon me habló sobre su nuevo trabajo y los planes que había hecho con su familia. Parecía sentirse feliz, y su buen humor me levantó el ánimo. Como es natural, su voz se quebró cuando me deseó feliz Navidad y a continuación me dijo «te quiero». Tuve la impresión de que se le había escapado sin querer, y durante el silencio que se hizo entre nosotros me devané los sesos en busca de algo que decir. Por fin, le dije que yo también lo quería. Y era cierto. Siempre existiría cierto grado de cariño entre ambos.
Al día siguiente, mi hermana y yo, haciendo de tripas corazón, regresamos a casa para las vacaciones. Yuri disimuló con habilidad y maquillaje el leve color amarillento de mi cardenal y juró no mencionar el accidente a nuestros padres, porque si se enteraban no me dejarían regresar a Seùl.
Antes de abandonar mi habitación, rebusqué en mi cómoda por enésima vez el collar que Hyukjae me había dado. Cada día deseaba ponérmelo, lucir un objeto de él, pues hacía mucho que no lo veía, pero no había vuelto a ver el collar desde la noche que me lo había dado. En parte, temía haberlo perdido durante la pelea. En parte, temía que Hyukjae hubiera decidido recuperarlo. Ése habría sido el peor escenario. Habría sido como si me hubiera arrancado un pedazo de su corazón.
Pero no lo encontré y tuve que partir de la ciudad sin el collar, que era como una parte de él, lo cual me dolió en lo más hondo.
Me sentí raro al regresar a casa de mi familia. Me produjo una sensación cálida y entrañable a la par que evocaba un montón de recuerdos infantiles, pero ya no me parecía que fuera mi hogar. Era más bien como entrar en casa de tu mejor amigo o de una tía. Un lugar confortable y familiar, pero que me resultaba un tanto extraño. Me ofrecía la sensación de seguridad que me había ofrecido de niño, pero no tenía el menor deseo de quedarme y dejarme envolver por esa sensación. Quería regresar a casa..., a mi hogar.
Nos quedamos un par de días más después de las fiestas y luego, puesto que mi hermana estaba aún más impaciente que yo por volver, nos despedimos con lágrimas en los ojos de nuestros padres. Mi madre no dejó de llorar al ver partir a sus dos hijos, y, durante unos instantes, me sentí fatal al pensar que mi corazón estaba arraigado en un lugar tan alejado de ellos. Me dije que era porque me había enamorado perdidamente de la ciudad..., pero una pequeña parte de mi cerebro, que traté de ignorar, sabía que no era así. Un lugar es sólo un lugar. Y no era la ciudad la que hacía que mi corazón y mi pulso se aceleraran. No era la ciudad la que hacía que me sintiera trastornado y rompiera a llorar en plena noche.
Después del esfuerzo que había hecho durante las vacaciones por ponerme al día en mis estudios, y de ver con nostalgia a mi hermana salir en Nochevieja para asistir a un concierto de Super Junior, lo que me partió el corazón, me centré en el segundo objetivo importante que debía conseguir: un trabajo. A primeros de año, obtuve un empleo de camarero en un pequeño pero popular diner situado en el centro de la ciudad, donde trabajaba Chanyeol, el compañero de piso de Chen. Era famoso por los platos que servían durante toda la noche, y atraía a multitud de estudiantes universitarios. En mi primera noche allí, el local estaba abarrotado, pero Chanyeol se ofreció encantado a echarme una mano.
Chanyeol era una interesante mezcla de asiática, el pelo de color café oscuro y una sonrisa que seducía a un gran número de chicos universitarios, que le daban buenas propinas. Era tan dulce como Chen, pero reservado como yo. No me preguntó por mis lesiones y, aunque supuse que estaba al corriente del tórrido triángulo amoroso (dado que era el compañero de piso de Chen), jamás hizo ningún comentario sobre mi vida amorosa. Su discreción era reconfortante.
Me aclimaté a mi nuevo trabajo con gran facilidad. Además de unos encargados afables y unos cocineros divertidos, las propinas eran más que generosas, los otros camareros muy simpáticos y los clientes asiduos derrochaban paciencia. No tardé en sentirme relativamente cómodo en mi nuevo hogar.
Como es natural, añoraba el bar SM. Añoraba el olor del local. Añoraba a Hangeng en la cocina, aunque no pasara mucho tiempo con él. Añoraba charlar y reírme con Chen y Key. Añoraba bailar al son de la música de la gramola. Incluso añoraba a la desvergonzada Sunny y sus historias picantes que hacían que me sonrojara hasta la raíz del pelo. Pero, por supuesto, lo que más añoraba del bar SM era a la banda.
Veía a Kangin con frecuencia, puesto que venía a menudo a pasar un rato con mi hermana. En realidad, lo veía con más frecuencia de lo que me habría gustado. De hecho, ahora sé que tiene un piercing en un lugar donde jamás habría imaginado que un chico fuera capaz de pedir a alguien que le clavara una aguja allí. Después de un breve encuentro con él desnudo en el pasillo, sentí deseos de lavarme los ojos hasta arrancármelos de las órbitas.
De vez en cuando, Yesung aparecía con él, y charlábamos tranquilamente. Yo le preguntaba cómo les iba a los chicos de la banda, y él me hablaba sobre instrumentos, equipo, canciones, melodías, actuaciones en las que habían tenido un gran éxito, locales con los que había firmado para actuar en ellos y demás aspectos comerciales. No era exactamente lo que yo quería que me contara, pero asentía educadamente y lo escuchaba, observando cómo sus pálidos ojos chispeaban cuando me hablaba sobre el amor de su vida. Después de hablar con él, me alegré de que Hyukjae no hubiera abandonado Seùl. Yesung se habría llevado un disgusto de muerte si el grupo se hubiera disuelto. Estaba convencido de que algún día se harían famosos. Al recordar sus actuaciones, sentía que se me encogía el corazón y no podía evitar estar de acuerdo con él. Con Hyukjae como reclamo de la banda, no cabía duda de que algún día alcanzarían el estrellato.
A veces, Yesung y mi hermana charlaban sobre Hyukjae, pero cambiaban de tema en cuanto yo entraba en la habitación. Una de esas conversaciones me produjo una opresión en la boca del estómago. Yo acababa de entrar en el apartamento y los oí hablar en la cocina. Oí la suave voz de Yesung terminar una frase diciendo:
—...sobre su corazón. ¿No te parece de lo más romántico?
—¿Qué es eso tan romántico? —pregunté al entrar en la habitación, suponiendo que hablaban sobre Kangin, aunque no imaginaba qué había hecho que pudiera ser considerado «romántico».
Tomé un vaso y empecé a ponerme agua cuando me percaté del tenso silencio que se había producido.
Me detuve y observé que mi hermana fijaba la vista en el suelo, mordiéndose el labio. Yesung dirigió la vista hacia el cuarto de estar, como si deseara estar allí. Entonces, comprendí que no hablaban sobre Kangin, sino sobre Hyukjae.
—¿Qué es eso tan romántico? —insistí automáticamente, pese a la crispación que sentía en el estómago. ¿Acaso Hyukjae tenía pareja?
Yuri y Yesung se miraron durante un segundo antes de responder a la vez: «Nada». Yo dejé el vaso y salí de la habitación. Fuera cual fuere el romántico gesto que había realizado Hyukjae, no quería enterarme. No quería pensar con quién estaba en ese momento, en la persona con la que estaba saliendo. Al margen del detalle romántico que hubiera tenido con otra persona —una persona que no era yo—, no quería saber nada al respecto.
Curiosamente, un día me topé con Heechul en la universidad. Aparte del trabajo, la universidad era el único lugar al que yo acudía. Pasaba allí todos los momentos que tenía libres, estudiando para estar ocupado y no pensar en el dolor que me reconcomía el corazón. Yo salía de uno de los imponentes edificios de ladrillo, absorto en dolorosos pensamientos que no me convenían, cuando a punto estuve de chocar con él. Al verme, abrió sus cálidos ojos castaños como platos. Luego, me alzó en volandas y me abrazó, y yo me reí hasta que me depositó en el suelo.
Al parecer, a Heechul le encantaba observar a la gente en el campus. Le gustaba pasear alrededor de la universidad e incluso había conseguido que Hyukjae lo acompañara en una especie de visita guiada por el recinto hacía un par de años. Sonriendo con timidez, me confesó que se había enamorado perdidamente de la chica que les había hecho de guía. Lo miré sorprendido al darme cuenta de que ése era el motivo de que Hyukjae conociera tantas cosas sobre el campus. Sin duda, había ido allí con chicas, pero buena parte de los detalles que conocía se debía a que Heechul lo había obligado a hacer la misma visita guiada que yo.
Al pensar en ello, sentí que se me saltaban las lágrimas, y Heechul me miró con gesto de preocupación a pesar de su jovial semblante.
—¿Estás bien, Donghae? —Traté de asentir, pero sólo conseguí que los ojos se me llenaran aún más de lágrimas. Heechul suspiró y me abrazó de nuevo—. Te echa de menos —murmuró.
Sus palabras me sorprendieron, y me aparté un poco para mirarlo a la cara. Heechul se encogió de hombros.
—Procura ocultarlo..., pero me consta. Hyukjae no es el mismo.
Está siempre de malhumor y se pasa el tiempo componiendo, aparte de pelearse con todo el mundo, beber demasiado y... —Heechul se detuvo y ladeó la cabeza—. Bueno, quizá siga siendo el mismo de siempre. —Sonrió y yo solté una breve carcajada—. Pero te aseguro que te echa de menos. Deberías ver lo que él...
Se detuvo de nuevo y se mordió el labio.
—En cualquier caso, debes saber que no sale con nadie. —Una lágrima cayó sobre mi mejilla y me pregunté si era verdad o si Heechul trataba de animarme. Él me enjugó la lágrima con ternura—. Lo siento, quizá no debí decir nada.
Yo negué con la cabeza y tragué saliva.
—No, has hecho bien. Nadie quiere hablar de él en mi presencia, como si yo fuera una frágil figurita de porcelana. Me alegro de que me hayas hablado de él. Yo también lo echo de menos.
Heechul me miró ladeando la cabeza, y sus ojos castaños adoptaron un semblante serio.
—Me dijo lo mucho que te quería. Lo mucho que significabas para él. —Otra lágrima amenazaba con rodar por mi mejilla y me pasé el dedo por el párpado para detenerla. Heechul se ruborizó a la vez que yo me sorbía la nariz—. Esa noche... cuando los sorprendí... En realidad no vi nada —se apresuró a añadir.
Yo también me sonrojé y él fijó la vista en la acera durante unos momentos.
—En cierta ocasión me habló sobre su infancia..., sobre los malos tratos que recibió de sus padres. —Lo miré estupefacto. Tenía la impresión de que Hyukjae no solía hablar de eso con nadie. Heechul debió de captar mi expresión y sonrió con tristeza—. Supuse que te lo había contado. El día en que me habló de ello estaba muy borracho. No creo que recuerde habérmelo contado. Fue poco después de que sus padres murieran..., cuando vio la casa. —Heechul me miró arqueando una ceja—. No sé si sabes que no es la casa donde vivió de niño.
Yo arrugué el ceño y negué con la cabeza. No lo sabía. Heechul asintió y se sorbió la nariz.
—En esa época, actuábamos en bares en Incheon, después de juntarnos con Yesung y Kangin. Entonces..., aún recuerdo el día en que le llamó su tía para decirle que sus padres se habían matado. Él lo dejó todo, cogió el coche, y esa misma noche se trasladó aquí. Como es natural, nosotros lo seguimos.
Heechul clavó la vista en la acera y sacudió la cabeza.
—No creo que comprendiera por qué lo hicimos, por qué nos mudamos aquí con él. No creo que comprendiera que creíamos en él y lo queríamos como si fuéramos su familia. Creo que aún no lo ha comprendido. Supongo que por eso creyó que podía largarse de la ciudad sin informarnos. —Heechul sacudió de nuevo la cabeza—. Dijo que supuso que no nos importaría, que lo sustituiríamos sin mayores problemas. —Me estremecí al pensar que Hyukjae había estado a punto de dejarlos plantados por mi culpa. Me sorprendió que Hyukjae pensara que era tan fácil sustituirlo. Esa palabra sonaba fuera de lugar con respecto a él.
Después de unos instantes de silencio, Heechul alzó la vista y me miró arqueando una ceja.
—Por supuesto, su concepto de familia es un tanto... distorsionado. —Asentí con la cabeza, pensando en lo distorsionado que había sido durante buena parte de su vida su concepto del amor. Heechul carraspeó para aclararse la garganta y prosiguió—: El caso es que sus padres le dejaron todo lo que tenían, inclusive la casa. A él le sorprendió que lo hicieran, pero aún le sorprendió más cuando vio la casa... y comprendió que se habían mudado.
Heechul contempló el campus con expresión pensativa y apenado por su amigo.
—Ni siquiera le habían dicho que habían vendido la casa en la que él se había criado. Que se habían mudado a otra zona de la ciudad. Entonces..., comprobó que se habían desprendido de todas sus cosas. Absolutamente de todo. No había ni rastro de él en esa casa, ni siquiera una fotografía. Supongo que por eso tiró todo lo que había pertenecido a sus padres.
Contuve el aliento al comprender el motivo de que la casa de Hyukjae me pareciera tan inhóspita cuando Siwon y yo nos instalamos en ella. No era sólo porque la decoración no le interesara lo más mínimo, de lo cual estaba seguro. Era principalmente porque había heredado una casa que le resultaba extraña, y, por amargura o por resentimiento, o quizás por ambas cosas, se había desprendido de todo lo que había pertenecido a sus padres..., absolutamente todo. No había dejado la menor huella de ellos en su vida. En realidad no había huella de ninguna vida en la suya, hasta que había aparecido yo y le había dejado la mía. Su infinito dolor hizo que el corazón me latiera con furia y sentí una profunda lástima por él.
Heechul se sorbió de nuevo la nariz y se volvió hacia mí. Por mi mejilla resbaló otra lágrima. Yo estaba demasiado estupefacto por lo que Heechul me había revelado para molestarme en enjugarla.
—Se comportaron como unos cabrones, pero su muerte lo afectó mucho. Ese día se emborrachó como una cuba y me contó lo que le habían hecho. Algunas de las historias... —Heechul cerró los ojos y sacudió la cabeza al tiempo que se estremecía.
Yo los cerré también al pensar en las conversaciones que habíamos tenido Hyukjae y yo sobre su infancia. Nunca había entrado en detalles sobre lo que su padre solía hacerle. A juzgar por la expresión en el rostro de Heechul, supuse que Hyukjae le había referido unos detalles espeluznantes, que, sin duda, habían impresionado a su amigo. Me alegré de no conocerlos y, al mismo tiempo, no podía evitar sentir curiosidad.
Cuando Heechul abrió de nuevo los ojos, expresaban una profunda compasión por su amigo.
—Imagino que no creció rodeado de amor. Supongo que por eso se acostaba con todas las personas que se le pusieran a tiro. Sé que suena raro, pero... siempre me pareció distinto de nosotros en la forma en que perseguía a las personas. —Heechul arrugó el ceño al analizar tan atinadamente a su colega de la banda, aunque él no lo supiera—. No es simplemente un salido como Kangin. Se mostraba casi... desesperado por conectar con alguien. Como si quisiera enamorarse de alguien..., aunque no fuera consciente de ello.
Se encogió de hombros y se rió.
—Suena chocante, lo sé. No soy un psicólogo ni nada por el estilo. En cualquier caso, creo que eso fue lo que vio en ti..., el motivo por el que se arriesgó. Creo entender lo que significabas para él. — Heechul apoyó la mano en mi hombro—. Lo que aún significas para él.
Me llevé una mano a la boca para sofocar un sollozo. Estaba seguro de que Heechul no lo sabía todo sobre la infancia de Hyukjae, pero comprendía mucho más de lo que Hyukjae suponía. Sonrió con tristeza al observar mi reacción y volvió a encogerse de hombros.
—No pretendo hacerte daño. Sólo quería que supieras que sigue pensando en ti.
Mientras las lágrimas caían como un torrente por mis mejillas, nos despedimos y Heechul se alejó, agitando la mano. Yo no podía decirle que, aunque sabía que había significado algo importante para Hyukjae en cierto momento, y quizá seguía pensando en mí..., también sabía por el desliz de Yesung que trataba de rehacer su vida frecuentando a otras personas. Yo quería pensar que no le resultaba fácil, que le costaba un esfuerzo, pero tenía todo el derecho de rehacer su vida sin mí. Yo lo había herido profundamente. Pero no podía decírselo a Heechul. No quería comentar con nadie esa parte de la vida de Hyukjae.
Y, aunque echaba de menos a mis Super Junior, en parte me alegraba de no verlos más a menudo. Me habría dolido demasiado. Y, por supuesto, a quien más deseaba ver se mantenía oculto de mí..., y yo no hacía nada por impedirlo, por más que me destrozara.
*Ahora si este es el penúltimo capitulo, no se vayan a enojar por mi error :D
Les dejo una canción que en lo personal adoro y creo que Donghae siente algo parecido a la letra.
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