Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Al rojo vivo

A la mañana siguiente, cuando mi mente empezó a cobrar vida lentamente, se dio cuenta de tres cosas. La primera era que me dolía todo el cuerpo. Al parecer, la noche anterior habíamos hecho el amor con más rudeza de lo que recordaba. Dios santo..., ¿le había pedido yo que me tratara con más rudeza? ¿Por qué? Sin querer, el recuerdo de las manos deHyukjae irrumpió en mi cerebro. Tragué saliva y me esforcé en cambiar el rumbo de mis pensamientos.
Lo segundo fue que aún tenía la sensación de que iba a ponerme a vomitar hasta que mi estómago se hubiera vaciado por completo. Sin embargo, tenía los ojos secos, pensé con alivio. Convencer a Siwon de que había salido al aparcamiento porque estaba indispuesto y no quería ponerme a vomitar delante de todo el mundo había resultado más sencillo de lo que había imaginado.
Él no había vacilado, no había dudado por un momento de mi historia, sino que me había ayudado cariñosamente a subirme en el coche y me había llevado a casa. No pude evitar dirigir una mirada de tristeza al quiosco de café exprés cuando pasamos junto a él. No pude evitar preguntarme si Hyukjae seguía allí, arrodillado en el suelo, esperando a que se le secara la sangre de la espalda. Tuve que llevarme la mano al vientre para reprimir las náuseas. Siwon me miró, y partimos rápidamente. Sólo me preguntó un momento por Hyukjae. Le dije que lo había dejado sentado a la mesa y no sabía adónde había ido. Curiosamente, me quedaba algo de voz. Estaba un poco ronco, pero tenía voz. Siwon no reparó en ello. O quizá lo atribuyó al hecho de que me sentía indispuesto.
Al llegar a casa, me había ayudado con cuidado a ponerme el pijama y a acostarme en la cama. Su ternura, sus miradas de adoración me resultaban insoportables. Hubiera querido que me gritara, que fuera cruel conmigo. Me lo merecía, eso y más. Rompí de nuevo a llorar, de modo que me tumbé de costado para que no me viera el rostro, y fingí quedarme dormido. Él me besó ternura en el hombro antes de acostarse junto a mí, y yo estuve varias horas llorando en silencio con la cara sepultada en la almohada.
Al despertarme, supuse que Hyukjae habría ido directamente del bar al lugar donde pensase ir. Estaba claro que no quería volver a verme nunca más, ni enfrentarse de nuevo a Siwon. No después de lo que él, de lo que nosotros, habíamos hecho. Nuestra primera vez juntos fue un error inducido por el alcohol durante la ruptura entre Siwon y yo, pero fue un pequeño error. Esta vez era distinto. Esta vez era decididamente una traición.
Eso me llevó a mi tercera y sorprendente observación. Oía a Siwon y Hyukjae conversando, incluso riendo, abajo. Me incorporé rápidamente en la cama y agucé el oído. No oí voces airadas ni gritos. Ningún indicio de una disputa. ¿Era posible que Hyukjae mantuviera el domingo por la mañana una tranquila conversación con su mejor amigo, al que acababa de apuñalar por la espalda?
Me levanté enseguida y corrí al baño. Tenía un aspecto horrible. Mis ojos estaban hinchados e inyectados en sangre, el pelo desgreñado. Me pasé un cepillo por mi espesa cabellera, me lavé la cara y me cepillé los dientes como pude. No tenía buen aspecto, pero, en cualquier caso, era mejor así, pues, a fin de cuentas había fingido sentirme indispuesto. Me miré el muslo, y, tal como había supuesto, tenía un bonito moratón. Me mordí el labio, y, al verlo, me vinieron de nuevo las náuseas. Me alisé la ropa y decidí dejarme el pijama puesto. No era infrecuente que por las mañanas me paseara por la casa en pijama, y, en todo caso, mi acuciante curiosidad me impedía esperar más tiempo.
Bajé la escalera volando y por poco me caigo al detenerme en el último escalón. Respirando hondo, traté de normalizar mi respiración y los acelerados latidos de mi corazón. ¿Cabía pensar que Hyukjae estaba allí porque lo de la noche anterior había sido una terrible pesadilla que no había sido real? Si mi cuerpo no tuviera un moratón y no se sintiera deliciosamente dolorido, y si todo ello no me hubiera provocado náuseas, quizá lo habría creído.
Me dirigí a la cocina despacio y doblé la esquina. Sí, sin duda lo de la víspera había sido tan sólo un sueño. O quizás estaba soñando ahora.
Siwon estaba apoyado contra la encimera, bebiéndose tranquilamente una taza de té. Cuando me vio entrar, sonrió.
—Buenos días, dormilòn. ¿Te sientes mejor? —Su encantador acento sonaba más maravilloso pronunciado esa mañana, pero no pude deleitarme con él, pues había otra persona observándome también.
Hyukjae estaba sentado a la mesa de la cocina, acariciando distraído con una mano su taza de café mientras la otra la tenía apoyada en el regazo. Debía de tener los ojos dirigidos hacía mí incluso antes de que yo entrara en la habitación, pues se clavaron de inmediato en los míos. Esa mañana mostraban un apacible color oscuro, serenos y tranquilos, aunque curiosamente fríos. En sus labios se pintaba una leve sonrisa que no les confería calor.
Recordando al fin que Siwon me había hecho una pregunta, me volví rápidamente hacia él y dije:
—Sí, mucho mejor.
Me senté en la silla frente a Hyukjae y él no apartó los ojos de mí. ¿En qué diablos estaba pensando? ¿Por qué me miraba con ese descaro? ¿Acaso quería que Siwon se diera cuenta? Miré a Siwon de refilón. Seguía apoyado en la encimera, bebiéndose el té y mirando el informativo en el televisor del cuarto de estar. Llevaba un rato levantado; se había duchado y vestido con sus pantalones desgastados, que le sentaban divinamente, y una sencilla camiseta gris que realzaba cada uno de sus músculos. Realmente era una belleza, pensé con tristeza.
Suspiré con un sentimiento de culpa y desvié la mirada. Por desgracia, había olvidado que Hyukjae seguía sentado frente a mí, observándome con insistencia, y lo miré. Esa vez no pude apartar los ojos de los suyos. Él los entrecerró mientras me observaba, sin que la sonrisa se borrara de su rostro. Me miraba como lo había hecho la noche anterior. Exactamente igual, según comprobé no sin estupor. No se había cambiado de ropa. Aún lucía su camisa blanca, con las mangas arremangadas hasta debajo de los codos. Llevaba los mismos pantalones azules desteñidos. Incluso su pelo alborotado tenía el mismo aspecto que cuando mis dedos se habían enredado en él la noche anterior. Daba la impresión de que acababa de regresar a casa. Sentí deseos de gritarle, de preguntarle qué diablos hacía allí. ¿Por qué me taladraba con la mirada delante de Siwon, que estaba a pocos metros de él?
Por fin, Hyukjae apartó la vista de mí, medio segundo antes de que Siwon se volviera hacia mí. Yo no reaccioné con suficiente rapidez y Siwon me pilló mirando a Hyukjae con una expresión que deduje que era de furia. Hyukjae esbozó de nuevo una sonrisita en el momento en que me volví hacia Siwon. Esa sonrisita estúpida e irritante.
—¿Quieres que te prepare algo de comer? —me preguntó Siwon, observando si aún mostraba signos de sentirme indispuesto.
—No, gracias, no me apetece comer nada todavía. —Aún sentía náuseas, pero no por los motivos que él imaginaba.
—¿Café? —preguntó, señalando la cafetera casi llena que estaba junto a él.
De pronto, me asaltó el aroma del café, y temí perder el control sobre mi vientre allí mismo. Jamás volvería a pensar en el café como lo había hecho hasta entonces, y menos beberlo.
—No —murmuré, palideciendo.
Siwon no reparó en mi palidez. Dejó su taza vacía y, enderezándose, se acercó a mí.
—De acuerdo. —Cuando se agachó y me besó en la frente, creí ver por el rabillo del ojo que Hyukjae torcía un poco el gesto—. Avísame cuando tengas hambre. Te prepararé lo que te apetezca. —Siwon sonrió, pasó junto a mí y se dirigió al cuarto de estar. Se tumbó cómodamente en el sofá y puso el canal de los deportes.
Contuve el aliento. Deseaba ir a tumbarme en el sofá junto a Siwon, acurrucarme en sus brazos y echar una cabezadita mientras él veía la televisión. Sonaba tan tierno y atrayente, tan reconfortante... Pero el sentimiento de culpa me retuvo en la silla. No merecía a Siwon, su ternura y su amor. Merecía la fría dureza de la silla de la cocina. Tragué saliva y fijé la vista en la mesa, aliviado de que ya no me quedaran más lágrimas que derramar.
Hyukjae se aclaró la garganta suavemente. Me sobresalté. Mientras me regodeaba en mis desdichas, había olvidado que estaba allí. Contempló un momento a Siwon tumbado en el sofá y luego me miró a los ojos. Me pareció ver un atisbo de dolor en su rostro, pero antes de que pudiera cerciorarme desapareció. Por más que no quisiera, no podía evitar pensar de nuevo en la noche anterior. Pensé en la última vez que lo había visto, con la espalda cubierta de arañazos y ensangrentada. Mis ojos se posaron en su camiseta. No podía verla con detalle desde esa perspectiva, pero parecía limpia. En todo caso, no había manchas de sangre.
Esbozó una media sonrisa, mostrando por primera vez una expresión cálida en los ojos, y tuve la impresión de que sabía exactamente lo que yo buscaba. Me sonrojé y traté de apartar la cabeza, sin volverla hacia Siwon.
—Un poco tarde para hacerte el estrecho, ¿no crees? — murmuró, mostrando todavía su irritante y fabulosa media sonrisa.
Lo miré de nuevo, estupefacto. ¿Pensaba en serio que íbamos a tener esa conversación allí? ¿En ese momento? Traté de calcular si lo había dicho lo suficientemente alto para que Siwon pudiera oírlo por encima del sonido de televisión. Me pareció que era imposible.
—¿Te has vuelto loco? —Traté de emplear el mismo volumen de voz que él, pero mi enfado superaba cualquier otra emoción que tuviera en la cabeza y las palabras me sonaron demasiado altas—. ¿Qué haces aquí? —pregunté bajando la voz.
Él ladeó la cabeza, con ese gesto que solía parecerme tan adorable, y respondió:
—Creo que vivo aquí... ¿Recuerdas?
Sentí deseos de abofetearlo. Deseaba hacerlo, pero la posibilidad de suscitar la curiosidad de Siwon, y seguramente su desaprobación, me frenó. Cerré el puño, eliminando la tentación.
—No, dijiste que ibas a marcharte... ¿Recuerdas? Ibas a hacer mutis por el foro de forma melodramática, patética... ¿No te suena? — Al parecer, mi irritación iba aparejada con el sarcasmo.
Él soltó una breve y queda carcajada.
—Las cosas han cambiado. Recuerdo que me imploraste, de una forma que me resultó imposible resistirme, que me quedara. — Sonrió con malicia y se mordió el labio.
Contuve el aliento y cerré los ojos para dejar de ver ese rostro perfecto.
—No. No hay motivo para que estés aquí. —Al abrir los ojos, comprobé que seguía sonriendo de forma insinuante. Supuse que la noche anterior debió de perder el juicio; era la única explicación del repentino cambio en su talante. Me aventuré a mirar a Siwon, y vi que seguía mirando tranquilamente los deportes.
Cuando miré de nuevo a Hyukjae, éste dejó de sonreír y se inclinó hacia mí, observándome con atención.
—Antes estaba equivocado. Es posible que esto te guste. En todo caso, vale la pena que me quede para averiguarlo. —Lo dijo en voz baja, pero me pareció como si hubiera pronunciado las palabras a grito pelado.
—¡No! —farfullé, sin saber muy bien qué decir. Tras recobrar la compostura, añadí—: Tenías razón. Amo a Siwon. Lo he elegido a él. —Le supliqué en silencio, sin atreverme siquiera a dirigir la vista hacia el cuarto de estar, por si Siwon nos oía pronunciar su nombre.
Él sonrió ligeramente y alargó la mano para acariciarme la mejilla. De manera instintiva, deseé apartar la cabeza, inclinarme sobre la mesa y abofetearlo por fin, pero no conseguí que mi cuerpo me hiciera caso. Sus dedos trazaron una línea desde mi barbilla hasta mis labios. Al contacto de su mano, sentí que me invadía el fuego de la pasión que había experimentado la víspera. Entreabrí los labios cuando pasó los dedos sobre ellos y entrecerré los ojos, deleitándome con el placer que sentía, pero los abrí de nuevo cuando lo oí reírse por lo bajinis.
—Ya veremos —dijo con tono desenfadado, retirando la mano y repantigándose en la silla con expresión satisfecha y triunfal. Maldije mi estúpido cuerpo por desafiarme.
—¿Y él? —pregunté moviendo la cabeza hacia donde se hallaba Siwon.
La sonrisa se borró de su rostro y fijó los ojos en la mesa.
—Anoche tuve mucho tiempo para reflexionar —respondió con voz tensa pero firme. Me miró de nuevo a los ojos—. No quiero causarle un daño innecesario. Si tú no quieres, no se lo diré.
—No, no quiero que lo sepa —murmuré, alegrándome de nuevo de que ya no me quedaran lágrimas—. ¿A qué te refieres con «un daño innecesario»? ¿Qué crees que somos ahora?
Él volvió a sonreír y extendió el brazo a través de la mesa para tomarme la mano. Traté de apartarla, pero él la tomó y me acarició los dedos.
—Bueno... En estos momentos somos amigos. —Me miró de arriba abajo, haciendo qua me sonrojara—. Buenos amigos.
Lo miré atónito, sin saber cómo responder a eso, hasta que la furia se apoderó de mí.
—Dijiste que no éramos amigos. Sólo compañeros de piso, ¿recuerdas? —No pude reprimir la nota venenosa en mi voz.
Él ladeó la cabeza de un modo increíblemente atractivo.
—Me has hecho cambiar de opinión. Puedes ser muy... persuasivo. —Bajó la voz, adoptando un tono seductor—. ¿Te gustaría volver a persuadirme alguna otra vez?
Me levanté deprisa, haciendo que la silla rechinara contra el suelo. Hyukjae me soltó la mano con calma y me observó, mientras Siwon me preguntaba desde la otra habitación:
—¿Estás bien?
—Sí —respondí, sintiéndome como un estúpido—. Subiré a ducharme. Tengo que arreglarme para ir a trabajar..., para cubrir el turno de Yoona. —De pronto, sentí el deseo de lavarme el cuerpo hasta eliminar todo rastro de Hyukjae. Dirigí la vista hacia donde se hallaba Siwon. Seguía mirando la televisión, ajeno a la tensión que se había creado en la cocina.
—¿Quieres que nos duchemos juntos? Podríamos continuar nuestra... conversación —murmuró Hyukjae, sonriendo con picardía mientras sentí que mi corazón se aceleraba, lo cual aumentó mi irritación. Lo fulminé con la mirada y salí iracundo de la habitación. Pensé en el problema que representaba Hyukjae mientras me tomaba todo el tiempo del mundo en arreglarme para ir a trabajar. ¿Qué había hecho? ¿En qué diablos había estado pensando? Debí dejar que se fuera... ¿Por qué no lo había hecho? ¿Por qué había sido incapaz de dejar que se montara en el coche y por qué le había dejado que me...?
Suspiré. No quería pensar ahora en todo aquello. Mi estómago aún podía jugarme una mala pasada.
Hyukjae había dicho unas cosas muy extrañas en la cocina. ¿Qué había dicho...? «Es posible que esto te guste». ¿«Esto»? ¿Qué se figuraba que éramos..., aparte de un error monumental? Por lo visto, ahora éramos amigos, según él. Me irritó un poco que fuera él quien me considerara un amigo. A mi modo de ver, nunca habíamos dejado de serlo. ¿De modo que ahora éramos buenos amigos? Puede que no lo hubiera dicho, pero yo lo había oído con tanta claridad como si lo hubiera proclamado a los cuatro vientos. Buenos amigos... con derecho a roce. «Pues lo siento», pensé, mientras me cepillaba el pelo bruscamente «pero no somos ese tipo de amigos. En todo caso, no volveremos a serlo.»
Siwon me llevó en coche al trabajo, pero, justo cuando estaba aparcando el coche para entrar conmigo, Minho lo llamó por el móvil. Sacudió la cabeza, irritado, y me dijo que tenía que ausentarse unas horas, pero que me recogería cuando acabara mi turno. Asentí con la cabeza y le dije que de acuerdo. Lo que yo le había hecho hizo que se evaporara cualquier resentimiento que pudiera sentir hacia Minho por alejarlo de mi lado. Lo que yo le había hecho era infinitamente peor. Aún me sentía indispuesto. Me llevé la mano a la barriga mientras observé cómo se alejaban las luces traseras de su coche al salir del aparcamiento. En parte, me sentí aliviado de verlo marchar; tenía que enfrentarme yo solo a aquel sentimiento de culpa.
En el bar SM, durante el turno de día, me sentí bastante solo. No físicamente, claro está, pues el local contaba con una nutrida clientela, pero no conocía a ninguna de aquellas personas. Si el bar SM constituía una gran familia, el turno de día y el de noche eran primos lejanos. Sí, nos veíamos los días festivos, pero rara vez salíamos juntos.
El barman de día era un hombre atractivo que me saludó educado con la cabeza cuando entré en local. Creo que se llamaba JungSoo, pero no estaba lo bastante seguro como para dirigirme a él por su nombre de pila. No quise quedar como un idiota llamándole por un nombre equivocado. De momento, era preferible limitarme a decir «eh». Las otras dos camareras del local eran mayores que yo, y al parecer llevaban allí toda la vida. Ambas tenían el pelo gris y rizado, y llamaban a todo el mundo «cielito» o «tesoro», de modo que supuse que no se ofenderían si yo las llamaba por esos apelativos. Eran muy simpáticas, y enseguida congenié con ellas.
La gente que acudía durante el día también era distinta. Los clientes nocturnos venían principalmente a tomarse unas copas. Las de día venían principalmente a comer. Esa tarde asomé la cabeza por la puerta de la cocina más veces que todo el tiempo que llevaba trabajando en el local. Por las noches, el jefe de cocina era un tipo tímido que se llamaba Hangeng. Era alto y desgarbado y sorprendentemente delgado para un cocinero, pero preparaba unos platos exquisitos. El bar SM servía la mejor comida típica de este tipo de local de toda la zona. El motivo de la habilidad de Hangeng en la cocina era quien la dirigía durante el día: su padre, GangShen.
Gangsheng era alto y delgado como su hijo, y un cocinero excelente. También era un tipo divertido, que cada vez que yo entraba en la cocina con un pedido me gastaba una broma o me guiñaba el ojo.
Las cosas discurrían sin novedad, y yo estaba disfrutando haciendo mi turno de día con mi nueva familia, cuando de pronto sentí que el aire se paralizó. Lo supe antes de verlo. Supe que era Hyukjae un segundo antes de que entrara en el bar.
Se acercó a mí, que estaba de espaldas, pero no me volví para atenderlo. Podía sentarse y esperar como todo el mundo..., preferiblemente no en mi sección del bar. Pero no lo hizo. Permaneció de pie detrás de mí mientras yo esperaba que el barman me entregara unos refrescos. Observé que Jungsoo lo miraba con una media sonrisa, lo cual me irritó un poco. ¿Era posible que todo el mundo se sintiera atraído por ese hombre? Al cabo de unos instantes, sentí que una mano me agarraba por la parte superior del muslo, debajo del moratón. Me tensé y me volví hacia él. Se me ocurrió golpearle la cara, pero al verlo contuve el aliento, sentí que el corazón se me aceleraba y dejé caer la mano.
Acababa de ducharse y tenía el pelo revuelto, pero ligeramente húmedo. Lucía unos pantalones rotos negros que realzaban el color rojo de su ajustada camiseta, y ésta ponía de relieve cada línea curvada de sus anchos hombros y sus increíbles pectorales, por los que cualquier modelo masculino habría matado. Pero no fue su impresionante cuerpo lo que me llamó la atención. Fueron sus ojos. Emitían un calor abrasador mientras me tocaba el muslo. En su rostro se pintaba una media sonrisa mientras me observaba fijamente.
Me apresuré a apartar su mano de mi pierna de un manotazo, confiando en que la pérdida de contacto calmaría los furiosos latidos de mi corazón. Podría haber funcionado, pero él me tomó entonces la mano. Vi por el rabillo del ojo que Jungsoo nos observaba con curiosidad. Mejor dicho, observaba a Hyukjae con curiosidad.
—¿Qué haces aquí? —pregunté en voz baja, tratando de apartar mi mano de la suya.
—Tenía hambre. He oído decir que la comida aquí es excelente, y el personal... muy amable. —Sonrió de oreja a oreja mientras enlazaba sus dedos con los míos.
Lo miré atónito.
—¿Ama...? —Ni siquiera pude terminar la palabra antes de sonrojarme y empezar a tartamudear. Él se rió, me recogió un mechón y lo puso detrás de la oreja. Cerré los ojos, gozando con la sensación, pero de inmediato los abrí y aparté con brusquedad mi mano de la suya—. ¡Entonces ve a sentarte! Tu camarera irá enseguida a atenderte.
Él sonrió y se encogió de hombros.
—De acuerdo. —Miró a JungSoo, lo saludó educado con la cabeza y una pequeña sonrisa, y se dirigió hacia su mesa habitual. ¡Dios! ¿Había alguien con quien no flirteara ese hombre?
Lo evité durante tanto tiempo como pude. Atendí a todos los demás clientes en el bar, mientras Hyukjae me observaba con los brazos cruzados y una sonrisa de satisfacción. Le divertían mis esfuerzos por evitar acercarme a él. Al fin, me acerqué a su mesa, más para hacer que se marchara de una vez que por el afán de atenderlo, o, como él había dicho, para mostrarme «amable» con él.
—¿Qué puedo hacer por ti?
Arqueó una ceja y me puse colorado como un tomate. Centrándome en mi bloc de notas, traté de apartar el pensamiento de carácter decididamente íntimo que él había introducido en mi mente. ¿Por qué evocaba mi cerebro unas imágenes tan libidinosas cuando él estaba presente? ¿Por qué estaba el suyo siempre obsesionado con estas cochinadas?
—Tráeme una hamburguesa..., unas patatas fritas..., una cerveza... —Dejó el final de la frase en el aire, como si hubiera algo más, y estoy seguro de que me puse aún más colorado.
—Perfecto. Enseguida te lo traigo —murmuré.
Me volví para alejarme deprisa pero él me detuvo.
—¿Donghae? —Me volví hacia él de mala gana—. ¿Tienes aspirinas? —preguntó torciendo el gesto y llevándose la mano al omóplato—. La espalada me duele horrores. —Sonrió con malicia y sentí que el corazón me daba un vuelco.
La imagen de mis uñas clavándose en su piel irrumpió en mi mente de forma tan gráfica que sentí que las piernas me flaqueaban. Contuve el aliento. Acto seguido, di media vuelta y me alejé con rapidez sin responder. Sentí un profundo bochorno, seguido por un sentimiento de culpa, seguido por... ¿deseo? Pasé rápidamente su pedido, confiando en que se marchara pronto.
Por fin, después de un almuerzo insoportablemente largo —que podía haber rivalizado con una comilona de siete platos, tanto por su duración como por la atención que recibió del personal, ya que «cielito» no sólo le llevó un vaso de agua y «tesoro» se lo rellenó, puesto que estaba claro que yo no pensaba acercarme más a su mesa, sino que Jungsoo le llevó personalmente otra cerveza, esbozando una pequeña y tímida sonrisa mientras se la servía y él la aceptaba con una deliciosa media sonrisa—, Hyukjae se levantó para marcharse. Puse los ojos en blanco. Si había alguien que no necesitaba que todo el mundo estuviera tan pendiente de él, era Hyukjae.
Se acercó a mí y me metió un billete en el bolsillo. Yo ni siquiera le había llevado la cuenta. En realidad, iba tan a menudo por allí que le habría resultado más práctico cargarlo en cuenta y pedirle a Soo que le enviara todos los meses la factura. Sonrió mientras me pagaba, y, cuando se disponía a marcharse, juraría que Jungsoo emitió un suspiro. Saqué el billete del bolsillo y me dirigí por la parte posterior de la barra hacia la caja registradora, suspirando aliviado de que al fin se hubiera ido, y me fijé en el billete que me había dado. Era de 50,000.
¿Un billete de 50 mil wones? ¿En serio? Furioso, salí al instante del bar.
El áspero sonido de mis pisadas sobre la acera concordaba con mi talante, y mi valor aumentaba con cada paso que daba. Me dirigí hacia donde se hallaba, con la mano apoyada en la manija de su Chevelle negro y desastrosamente sexy. O bien oyó mis pasos o me esperaba, pues se volvió para mirarme, esbozando una pequeña sonrisa. Ésta se borró de sus labios cuando vio mi expresión, que era todo menos risueña. Se enderezó y aguardó observándome de forma extraña.
Me detuve frente a él, casi rozándolo.
—¿Qué es esto? —le pregunté sosteniendo en alto el ofensivo billete.
En sus labios reapareció una breve sonrisa.
—Pues, mmm..., un billete de cincuenta mil. Puedes canjearlo por mercancías y o servicios.
Respiré hondo para calmarme. De modo que encima se hacía el listo. ¿Cuántas veces sentiría ese día el deseo de abofetearlo?
—Eso ya lo sé —repliqué entre dientes—. ¿A qué viene?
Él ladeó la cabeza y sonrió de oreja a oreja.
—Es para ti... y por mi cuenta, claro está.
Volví a respirar hondo.
—¿Por qué? Apenas te he atendido. Ni siquiera te he servido la comida. —Había pedido a «cielito» que le sirviera el pedido, fingiendo una apremiante necesidad de ir al baño.
Él arrugó un poco el ceño, apoyado contra el coche, y cruzó los brazos.
—A veces, una propina no es más que eso, una propina, Donghae.
Ya, claro. Pero no en este caso..., no hoy, no después de lo de anoche. Procurando no fijarme en lo atractivo que estaba, le espeté:
—¿Por qué me lo has dado?
Su voz adoptó un tono serio raro en él, aunque seguía sonriendo de forma desenfadada.
—Por todo lo que has hecho por mí.
Le arrojé de inmediato el billete a la cara y entré en el bar. Aunque lo dijo con esa encantadora sonrisa pintada en el rostro, me sentí ofendido. Y me dolió que sintiera la necesidad de... recompensarme.
Siwon vino a recogerme después del trabajo y me habló del urgente encargo que había tenido que realizar, el cual no podía esperar al lunes. Consistía en el envío de unas flores y la reserva en un restaurante muy elegante para una chica a la que Minho trataba de conquistar. Siwon parecía sentirse tan poco satisfecho de ello como yo. No obstante, esbocé una sonrisa forzada y le dije que al menos su jornada laboral había terminado. El sentimiento de culpa se unió al estrés que me produjo pensar en que mi espantosa jornada aún no había concluido. Nos dirigíamos hacia donde me encontraría con Hyukjae.
Pero al llegar a casa comprobé que no estaba. Cuando llegó el momento de acostarnos y él aún no había regresado, empecé a mosquearme. ¿Había salido un chico o con una chica? Traté de dejar a un lado mi mosquero. ¿Qué más daba? Cuando fui a lavarme la cara, confiando en eliminar con ello mi estrés, encontré un papel oculto detrás de mi crema limpiadora. Era una nota, escrita del puño y letra de Hyukjae, que decía simplemente «no pretendía ofenderte», y un billete de 10 mil doblado dentro de ella.
¡Caray, una seudodisculpa! Qué novedad.
A la mañana siguiente, me planteé el tema de la propina de forma más racional. Me sentía como un estúpido por haber reaccionado de ese modo. Quizá Hyukjae sólo había pretendido ser amable conmigo ofreciéndome una generosa propina, la cual no tenía nada que ver con la otra noche. A veces, era difícil adivinar sus intenciones, sobre todo teniendo en cuenta lo mal que se había portado conmigo tras la primera vez que nos habíamos acostado juntos. Al menos, no habría una tercera vez. Me reventaba que hubiera habido una primera y una segunda. Pero no habría un triplete.
Bajé a la cocina con cautela, preguntándome con qué Hyukjae me encontraría ese día. Tenía el aspecto de costumbre mientras se bebía el café sentado a la mesa, sonriendo de forma despreocupada y observándome en silencio cuando entré. Me alegré de su silencio, confiando en que no mencionara el incidente de ayer. Sin embargo, me observaba de un modo que hacía que me sintiera desnudo. Era muy molesto. Y excitante. Me hacía sentir culpable.
Bebió un largo trago de su café y no pude evitar recordar el quiosco de café exprés. Me sonrojé y él sonrió malicioso, como si supiera exactamente en qué estaba pensando. Depositó su taza en la mesa con tranquilidad y se situó detrás de mí. Se acercò a mi cuello y sentì su respiraciòn.
—Buenos días —me musitó al oído. Me estremecí. Uf, ¿por qué el tacto de su piel me producía ese efecto? Me rodeó la cintura con los brazos y me estrechó contra él.
—Déjalo, Hyukjae —murmuré mientras me volvía y lo apartaba suavemente.
Él soltó una risita.
—¿Que deje qué, Donghae? Hacíamos estas cosas continuamente mientras Siwon estaba fuera..., ¿recuerdas? —Me estrechó de nuevo contra él.
Suspiré y lo aparté con más firmeza, procurando ignorar la placentera sensación que me producía sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo.
—Las cosas han cambiado.
Él volvió a abrazarme, jadeando en mi oído y murmurando:
—En efecto..., las cosas han cambiado mucho.
Lo aparté con las escasas fuerzas que tenían mis brazos. La irritación se apoderó de mí.
—Eres tan temperamental que es difícil adivinar tus estados de ánimo. —Mi enojo se suavizó al pensar que quizá mi comentario lo había ofendido.
Pero él me miró con su media sonrisa.
—No soy temperamental..., soy un artista.
—Bueno, digamos que eres un artista temperamental... —
Terminé mi reflexión murmurando—: Te comportas casi como una nenaza.
Oyó mi comentario. Me obligó a volverme hacia él, me acorraló contra la encimera y se apretó contra mí. Contuve el aliento cuando agarró con una mano mi magullado muslo y lo colocó alrededor de su cadera. Apoyó la otra mano en mi espalda y me estrechó contra él. Me susurró de nuevo al oído con voz ronca:
—Te aseguro que... no lo soy. —Deslizó los labios sobre mi cuello y volví a estremecerme. Maldita sea... No, desde luego que no era una nenaza.
—Por favor, basta —murmuré, mientras trataba de nuevo inútilmente de apartarlo.
Él volvió a besarme, profundamente, en el cuello, y durante unos segundos temí que me dejara una señal, pero se apartó y suspiró.
—De acuerdo..., pero sólo porque me lo has pedido por favor. — Hablaba en voz tan baja que era casi un susurro—. Me encanta cuando lo haces —musitó, tras lo cual salió de la habitación riendo para sus adentros.
Después de ese breve encuentro, me di una reconfortante ducha, tratando de organizar mis pensamientos y mis emociones. No lograba apartar de mi mente la sensación de Hyukjae apretujado contra mí..., ni de mi cuerpo. Al despedirme de Siwon con un beso antes de que se fuera a trabajar, unos minutos antes, había sentido que se me partía el corazón. El sentimiento de culpa no me abandonaba, y Hyukjae tampoco contribuía. Suspiré e incliné la cabeza hacia atrás debajo del chorro de agua. Qué raro era ese chico. Después de la primera vez que habíamos practicado sexo, se había comportado conmigo con absoluta frialdad, y ahora, cada vez que nos encontrábamos, se mostraba de lo más ardiente. Dios, ¿qué ocurriría si lo hiciéramos...? No, no podía pensar siquiera en ello. Al margen de la relación que tuviéramos, eso jamás ocurriría. Yo no quería volver a traicionar a Siwon.
Justo cuando empezaba a sentirme algo más animado sobre la situación en general, la araña más gigantesca que jamás ha existido cayó frente a mi rostro. Me considero una persona bastante práctica con respecto al mundo de los roedores, los insectos y los arácnidos. Comprendo que cumplen una función y que tienen su lugar en el círculo de la vida. Pero el hecho de que apareciera frente a mí una araña con unas patas de más de siete centímetros de largo provocó en mí la típica reacción: grité. Y no me limité a emitir un grito, sino que me puse a chillar como un poseso.
Salí corriendo de la ducha y empecé a saltar y brincar, pensando «cielo santo, debo de tener otros seis bichos sobre mí». En ese momento, Hyukjae irrumpió en el baño. ¿Cómo es posible que me hubiera olvidado de cerrar la puerta con llave? Al verlo, me quedé helado. Él reaccionó de la misma forma al verme... tal como mi madre me había traído al mundo.
Me puse colorado por todo el cuerpo mientras agarraba la toalla más cercana.
—¿Estás bien? —Hyukjae miró alrededor de la habitación como si, a juzgar por mis chillidos, esperara ver a un asesino armado con un hacha y litros de sangre.
—Una araña —dije, deseando que me tragara la tierra. Por favor, ¿no podía dar marcha atrás al reloj y comenzar el día de nuevo? Él me miró de nuevo reprimiendo a duras penas la risa. Se mordió el labio y en su rostro se pintó una sonrisa mortalmente sexy. —¿Una araña? —preguntó casi con tono normal—. ¿No te estarás... muriendo?
Arrugué el ceño al tiempo que la expresión entre risueña y
burlona desapareció de sus ojos y se pasearon sobre mi cuerpo apenas cubierto por la toalla y empapado.
—Creo que debería examinarte más detenidamente para asegurarme de que no tienes ninguna... sobre el cuerpo. —Avanzó dos pasos hacia mí y de pronto el cuarto de baño me produjo claustrofobia.
Sentí un intenso calor y mareo. Lo golpeé en el hombro y lo empujé hacia la puerta.
—¡No, sal de aquí!
—De acuerdo. —Ladeó la cabeza y se volvió para marcharse—. Estaré en mi habitación, por si cambias de parecer —dijo sonriendo con malicia, tras lo cual añadió—: O por si aparecen más arañas.
Cuando se fue, cerré de un portazo y di la vuelta a la llave. Más que ardiente, aquello se estaba poniendo al rojo vivo. Tenía que hacer algo al respecto... pero no se me ocurría qué.
Hyukjae siguió flirteando conmigo a hurtadillas, aprovechando siempre el momento en que Siwon había salido de la habitación o estaba de espaldas a nosotros. La primera vez que me besó en el cuello estando Siwon en la habitación, sofoqué una exclamación de asombro. Él se rió y se apartó deprisa al tiempo que Siwon se volvía hacia mí extrañado. Yo farfullé una estupidez sobre que había visto una araña y miré enojado a Hyukjae, que se rió y arqueó las cejas al oírme mencionar otra araña. Sentí un calor abrasador, pero agradable, donde me había besado en el cuello.
Cada día apreciaba más la soledad que me brindaba la universidad. Era mi única zona libre de Siwon y de Hyukjae. Durante unas horas, podía centrarme en otras cosas aparte del gigantesco caos que constituía mi vida doméstica. Como es natural, al cabo de unos días, durante una clase de Psicología sobre las opiniones de Sigmund Freud a propósito de la represión sexual, los pensamientos acudieron de nuevo a mi mente.
No tenía ni remota idea de lo que debía hacer. Por una parte, tenía un novio maravilloso y cariñoso al que adoraba, por el que había atravesado medio país. Pero el hecho de que me hubiera abandonado por su carrera me había causado un grave perjuicio. No me gustaba pensar en ello. Él no tenía la culpa de que yo hubiera reaccionado de forma tan negativa, y lo cierto era que había cambiado de opinión y había regresado junto a mí casi de inmediato y a costa de perder su empleo..., pero no con la suficiente rapidez. Durante su breve ausencia, Hyukjae había entrado en mi vida y al parecer no estaba dispuesto a abandonarla.
Suspiré. No sabía qué pensar al respecto. Aparte de sentime profundamente culpable, por supuesto. Todos me habían advertido sobre Hyukjae. Sabía cómo era y, sin embargo, había caído en sus redes... en dos ocasiones. Odiaba lo débil que me mostraba cuando estábamos juntos y el tremendo poder que tenía sobre mí, cuando yo no tenía ninguno sobre mis actos. Era desesperante.
Como era de prever, durante aquellos últimos días Hyukjae se volvió más atrevido. Sus caricias eran más íntimas. Cuando pasaba junto a él en el pasillo, siempre se las ingeniaba para tocar el centímetro de piel que asomaba entre mi camiseta y mis pantalones. Cuando abría la puerta del frigorífico, me acariciaba la mejilla. Mientras preparaba la cena, sus labios rozaban mi hombro desnudo. Cuando Siwon salía para ver si había correo, me mordisqueaba el lóbulo de la oreja. Cuando estaba trabajando en el bar, se situaba detrás de mí y me tocaba el trasero cuando nadie nos veía.
Esas cosas me ponían muy nervioso y detestaba que se comportara así. ¿O tal vez no?
Levanté la vista. La clase durante la cual mi mente había empezado a divagar había terminado, y yo no había oído una palabra de lo que había dicho el profesor. Ni siquiera me había percatado de que los estudiantes habían empezado a salir y el aula estaba medio vacía. Y todo por culpa del estúpido de Hyukjae y sus estúpidos, maravillosos e increíbles dedos.
Ahora tendría que ver de nuevo a ese estúpido en el bar, puesto que mi turno empezaba dentro de un par de horas. Sin duda, estaría allí, bebiendo con sus colegas de la banda. Habían ensayado prácticamente todos los días y casi siempre aparecían antes o después del ensayo. Y, por supuesto, Hyukjae no desaprovecharía la oportunidad de atormentarme cuando Siwon estuviera ausente. Siempre procuraba que nadie presenciara sus intentos de seducirme, pero tenía la impresión de que le resultaba más fácil cuando no tenía que mirar a Siwon a la cara.
Eché a andar bajo la llovizna hacia la parada del autobús. No me hacía gracia tener que esperar al autobús con el tiempo que hacía. No llovía a cántaros, pero al cabo de un rato terminaría empapado. A las gentes de aquel lugar no parecía importarles mojarse. Nadie se molestaba en tomar un paraguas a menos que diluviara. Personalmente, prefería no mojarme, pero cuando había salido de casa no llovía y no me gustaba pasearme con un paraguas como un estúpido, esperando que lloviera.
Decidí ir directamente en el autobús al bar. Prefería llegar temprano que estar en casa solo con Hyukjae. Estando Siwon fuera, trabajando, ¿quién sabe qué trataría de hacerme? Aunque, por supuesto, yo no se lo permitiría. Estoy seguro de que no se lo permitiría... En cualquier caso, podía preparar mi examen de Literatura en el cuarto del personal del local.
Mientras caminaba, oí a alguien a mi espalda exclamar:
—¡Fíjate en ese tipo tan impresionante!
Me volví instintivamente y contuve el aliento. ¿Hyukjae? ¿Qué hacía allí? Estaba junto a su coche, empapado, y, como al resto de los lugareños, no parecía importarle. Cuando lo miré, esbozó esa media sonrisa tan sexy. Puse los ojos en blanco y no me molesté en comprobar quién había hecho ese comentario. Estaba seguro de que había sido una chica que lo había mirado babeando, maravillada de su... perfección.
Como no quería mojarme mientras esperaba el autobús, me acerqué de mala gana a Hyukjae. La lluvia había empapado su alborotado cabello y le caían unas gotas sobre la cara. Lucía su chamarra de cuero negra y estaba apoyado en el coche con los brazos cruzados. Quienquiera que fuera la chica que lo había mirado babeando, tenía razón: era impresionante.
—Supuse que te gustaría que te acompañara en coche —dijo casi ronroneando.
—Sí, gracias. Voy al bar SM. —Confié en que mi tono sonara tan despreocupado como pretendía. Mi corazón se había acelerado ante la perspectiva de estar a solas con él en un espacio cerrado, pero la perspectiva de no mojarme era demasiado tentadora.
Sonrió, como si de algún modo ya conociera mi respuesta. Se sentó al volante después de abrir la puerta del copiloto. Me tensé cuando arrancó y nos alejamos de la universidad, esperando que él hiciera... algo. No sabía lo que haría en una situación semejante, y en mi mente se agolpaban diversas posibilidades. ¿Me inmovilizaría contra el asiento y trataría de...? Me volví y miré el asiento posterior. De pronto, me pareció increíblemente espacioso y confortable. De golpe, comprendí que el coche de Hyukja era una «improvisada cama», por decirlo así. La idea hizo que me sonrojara y contuve el aliento.
Él me miró y emitió una breve risita.
—¿Estás bien?
—Sí —mentí de forma nada convincente.
—Me alegro. —Nos detuvimos en un semáforo y él me miró con ojos risueños y burlones mientras se pasaba la mano por su pelo deliciosamente húmedo.
Me di cuenta de que había empezado a jadear un poco mientras lo observaba. «¡Por el amor de Dios!», pensé enojado. Ni siquiera me había tocado. La posibilidad de que lo hiciera empezaba a ponerme nervioso. Deseé que, fuera lo que fuera, lo hiciera de una vez. Un momento... No. La irritación volvió a apoderarse de mí. ¿No habíamos quedado en que no quería que volviera a tocarme?
Arrancamos de nuevo, pero yo miraba a través de la ventanilla, enfrascado en mi confusión, y apenas me percaté. Amaba a Siwon, de modo que ¿por qué iba a dejar que Hyukjae me tocara? No tenía sentido. Pero no pude seguir dándole vueltas. Hyukjae por fin decidió tocarme. Apoyó simplemente la mano en mi rodilla y la deslizó por la parte interna de mi muslo. Mantuve los ojos cerrados durante el resto del trayecto.
Llegamos al bar demasiado pronto pero..., no lo bastante. Hyukjae aparcó sin apartar la mano de mi muslo. Sentí que me observaba, pero yo seguía con los ojos cerrados. Se deslizó sobre el asiento y se apretujó contra mí. Su calor, combinado con el olor a lluvia que emanaba, hizo que mi respiración se acelerara. Deslizó la mano hacia la parte superior de mi muslo. Contuve el aliento, estupefacto, y empecé a jadear. De pronto, por más que me disgustara, deseé mucho más... Sentí que me rozaba la barbilla con su mejilla mientras yo trataba de mantener la cabeza inmóvil, no volverme hacia él. Me besó en la esquina de la barbilla y pasó la lengua sobre ella hasta alcanzar mi oreja mientras yo me echaba a temblar. Me mordisqueó el lóbulo de la oreja durante un segundo antes de murmurar:
—¿Estás listo?
El pánico me obligó a abrir los ojos. Lo miré sólo de refilón, resollando de forma bochornosa. Él me miró con un gesto tan seductor que no pude evitar volverme hacia él. Con mi rostro a pocos centímetros del suyo, sentí que movía la mano sobre mi muslo hasta alcanzar mi cadera. Luego, oí un leve clic al soltarse mi cinturón de seguridad.
Se apartó de mí y se echó a reír. Irritado, abrí la puerta y la cerré de un portazo después de bajarme. Cuando me volví hacia su coche, que relucía bajo la lluvia, lo vi a través de la ventanilla, observándome, sonriendo divertido, mientras me dirigía deprisa hacia el bar. En esos momentos, agradecí que la lluvia refrescara mi encendida piel mientras me encaminaba hacia la puerta del local. ¡Maldita sea, qué listo era el muy cabròn!
A la mañana siguiente, lo acorralé en la cocina mientras se preparaba el café. —Buenos...
Corté en seco su adorable saludo, irritado aún por el rato que me había hecho pasar ayer en el coche.
—Quiero... —lo espeté clavándole el dedo en el pecho, lo cual le hizo sonreír de forma encantadora al tiempo que dejaba la cafetera en la encimera— que me dejes en paz.
Él me agarró la mano y me atrajo hacia él.
—No te he hecho nada... últimamente —dijo con aire inocente. Traté de apartarme, pero él me abrazó con fuerza.
—¿Y esto? —pregunté tratando de señalar sus brazos a mi
alrededor, pero apenas podía moverme.
Él se rió y me besó en la barbilla.
—Pero si lo hacemos todo el rato. A veces, hacemos más que eso...
Me aparté, irritado, y lo espeté a punto de perder los estribos: —¿Y lo del coche?
Él redobló sus carcajadas.
—Tú tuviste la culpa. Hiciste que me excitara teniéndote sentado a mi lado. —Se agachó un poco para mirarme a los ojos—. ¿Qué querías que hiciera?
Me sonrojé; tenía razón. Emití un sonoro suspiro y desvié la mirada.
Se rió por lo bajo de mi reacción.
—Mmm... ¿Quieres que pare? —Mientras hablaba, deslizó los dedos en sentido descendente por mi pelo, mi mejilla, mi cuello y mi pecho hasta mi cintura. Me agarró por la cinturilla de los pantalones y me atrajo suavemente hacia él.
Mi cuerpo reaccionó al instante y eso me incomodó: mi respiración se aceleró, mi corazón empezó a latir con furia y cerré los ojos, esforzándome en no volverme hacia sus labios.
—Sí —dije jadeando, preguntándome si había respondido a su pregunta de forma adecuada.
—No pareces muy convencido. ¿Te pongo nervioso? —Su voz era ronca y seductora, y mantuve los ojos cerrados para no ver su expresión. Deslizó los dedos ligeramente por la cinturilla e introdujo uno dentro del pantalón, rozándome apenas la piel.
—Sí. —La cabeza me daba vueltas. ¿Qué me había preguntado?
Se inclinó y me murmuró al oído:
—¿Deseas volver a sentirme dentro de ti?
—Sí... —contesté de sopetón antes de asimilar siquiera la pregunta. Sus dedos se detuvieron. Abrí los ojos al darme cuenta de mi error y lo miré; su rostro mostraba una expresión de sorpresa—. ¡No! ¡Quería decir no!
Él sonrió a medias como si fuera a prorrumpir en carcajadas mientras se esforzaba en reprimir la risa.
Furioso, pensé: «Genial, le estoy siguiendo el juego y he quedado como un idiota».
—Quería decir no, Hyukjae.
Soltó una carcajada.
—Lo sé, sé exactamente lo que querías decir.
Lo aparté bruscamente y subí de nuevo a mi habitación. La cosa no había ido nada bien.
Esa tarde, después de clase, tenía unas horas que matar antes de que mi novio regresara del trabajo. Estaba agotado. Apenas había pegado ojo. Siwon, Hyukjae, la culpa y la pasión no cesaban de darme vueltas en la cabeza, impidiéndome conciliar el sueño. Si algo no cambiaba pronto, iba a estallar debido al estrés.
Estaba sentado en el centro del sofá, mirando distraído la televisión, absorto en mis pensamientos, cuando noté que se hundía el cojín a mi lado. Sabiendo quién era, traté de manera instintiva levantarme sin volverme siquiera. Pero él me sujetó del brazo y me obligó a sentarme de nuevo. Al volverme, vi que sonreía divertido ante mi resistencia a permanecer a su lado. Me sentí demasiado cansado para aquello.
Irritado por su sonrisa, me quedé sentado como un pasmarote en el sofá, con los brazos cruzados. Él suavizó su sonrisa mientras me observaba, y yo desvié la vista. Al sentir que me rodeaba los hombros con el brazo, me tensé, pero no se apartó. No quería seguir divirtiéndolo. La vergüenza que había pasado esa mañana seguía viva en mi mente. Él empezó a tirar de mí con suavidad para que apoyara la cabeza en sus rodillas.
Asombrado e indignado por su grosera insinuación, me aparté bruscamente y lo miré con frialdad. Él me miró sorprendido, arrugando el ceño antes de relajarse y echarse a reír ante mi reacción.
—Anda, échate —dijo señalando sus rodillas—, pareces cansado. —Me miró arqueando una ceja y sonrió de forma insinuante—. Si quisieras, yo no te lo impediría.
Arrugué el ceño, avergonzado por haberlo interpretado mal, y le di un codazo en las costillas por el comentario que acababa de hacer. Él soltó un gruñido y volvió a reírse.
—Qué terco eres... —dijo con tono socarrón obligándome de nuevo a apoyar la cabeza sobre sus rodillas.
Sintiéndome todavía como un estúpido por lo que había creído que quería que le hiciera, obedecí. Él me miró cuando me tumbé boca arriba. Su regazo era bastante cómodo y yo estaba muy cansado. Me acarició el pelo con dulzura, haciendo que me relajara al instante.
—¿Lo ves? No es tan horrible, ¿verdad? —Sus ojos oscuros me observaban casi con melancolía. Me miró en silencio durante unos minutos antes de preguntarme—: ¿Puedo hacerte una pregunta sin que te enfades?
Me tensé de inmediato, pero asentí con la cabeza. Él observó sus dedos mientras me acariciaba el pelo y preguntó:
—¿Es Siwon el único hombre con el que te habías acostado? Su pregunta me irritó. ¿Por qué quería saberlo?
—Hyukjae, no veo qué...
Me miró a los ojos y me interrumpió:
—Responde a la pregunta. —Sus ojos reflejaban una expresión casi de tristeza, y su voz denotaba cierta emoción.
Confundido, respondí casi sin pensar.
—Sí... hasta ti. Él fue mi primer...
Hyukjae asintió, reflexionando mientras seguía acariciándome el pelo. Pensé que debí de sentirme avergonzado al responder a una pregunta tan personal, pero no era así. Supongo que mi cuerpo no ocultaba muchos secretos para él, o que no pudiera imaginar de manera acertada.
—¿Por qué querías saberlo? —pregunté.
Dejó de juguetear con mi pelo durante unos momentos y luego continuó, sonriendo suavemente, sin decir nada. Siguió acariciándome el pelo y volví a relajarme. Parecía absorto en sus cavilaciones, mirándome y sonriendo con dulzura. De repente, recordé las numerosas ocasiones en que había estado así con él, sin hacer nada indecoroso, durante la ausencia de Siwon. La ternura de ese momento hizo que se me saltaran las lágrimas cuando alcé la vista y lo miré.
Frunció un poco el ceño y me enjugó una lágrima. —¿Te hago daño? —preguntó en voz baja. —Todos los días... —respondí también en voz baja. Guardó silencio unos minutos, y luego dijo:
—No pretendo hacerte daño. Lo siento.
Confundido, dije sin pensar:
—Entonces, ¿por qué lo haces? ¿Por qué no me dejas tranquilo?
Arrugó de nuevo el ceño.
—¿No te gusta estar así... conmigo? ¿Ni siquiera... un poco?
Su desconcertante pregunta hizo que se me encogiera el corazón.
—Sí..., pero no puedo. No debo. No es justo... para Siwon. Asintió, sin dejar de fruncir el ceño.
—Cierto... —Suspiró y dejó de acariciarme el pelo—. No quiero hacerte daño..., ni a ti ni a Siwon. —Calló durante unos minutos, mirándome con gesto pensativo. Yo no podía articular palabra. Sólo era capaz de observarlo mientras él me miraba a mí. Por fin dijo—: Dejémoslo así. En un simple flirteo. Procuraré no propasarme contigo. —Suspiró de nuevo—. Un flirteo amistoso, como solía ser...
—Hyukjae, creo que ni siquiera deberíamos..., no desde esa noche. No desde que hemos...
Él sonrió, quizás al recordar ese episodio, como lo había recordado yo, y me acarició la mejilla.
—Necesito estar cerca de ti, Donghae. Ésta es la mejor solución que puedo ofrecerte. —De pronto, sonrió pícaramente y su intenso atractivo sexual hizo que mi corazón se pusiera a latir de nuevo con furia—. O podría tomarte aquí mismo, sobre el sofá. —Me tensé sobre sus rodillas y él suspiró—. Era una broma, Donghae.
—No creo que fuera una broma, Hyukjae. Ése es el problema. Si yo accediera...
Sonrió con un gesto encantador.
—Haría lo que me pidieras —murmuró.
Tragué saliva y desvié la mirada; esa conversación hacía que me sintiera incómodo. Él me pasó un dedo sobre la mejilla, el cuello, la clavícula y la espalda hasta la cintura. Mi respiración se aceleró y lo miré con gesto de reproche.
—Lo siento... —Sonrió tímidamente—. Prometo esforzarme...
Siguió acariciándome el pelo y, al cabo de un rato, los movimientos repetitivos hicieron que me venciera el sueño. Me desperté unas horas más tarde en mi habitación, tapado con la manta. Confié en que estuviera vestido y comprobé, con profundo alivio, que así era. Hyukjae quería seguir flirteando conmigo, pero ¿nada más? ¿Era capaz de conformarse con eso? ¿Me conformaría yo? ¿No
traicionaría a Siwon si se trataba tan sólo de un inocente flirteo? No estaba segura de que fuera posible, pero, mientras estaba tumbado en el sofá junto a Hyukjae, había evocado unos recuerdos maravillosos de cómo solíamos comportarnos el uno con el otro. ¿Lograríamos recuperar aquello? La idea de volver a tocarnos de manera espontánea me produjo una excitación tan intensa que me inquietó.
Siwon entró en el dormitorio mientras yo seguía pensando en Hyukjae y su idea de flirtear conmigo. Me sobresalté un poco al verlo, absorto como estaba en mis reflexiones y sin saber qué hora era. Él me miró perplejo mientras se quitaba los zapatos y la camisa.
—¿Qué haces? —preguntó con una pequeña sonrisa y una mirada pícara mientras se ponía una camiseta más cómoda.
En otras circunstancias, el hecho de observarlo mientras se cambiaba y la forma en que acababa de mirarme me habría hecho sonreír, pero, teniendo en cuenta la índole de mis pensamientos, me ruboricé. Fue una reacción chocante en esas circunstancias, y él se sentó en el borde de la cama con gesto preocupado.
—¿Estás bien? —Apoyó la mano en mi frente y retiró unos mechones que me caían sobre la cara—. ¿Te sientes otra vez indispuesto?
Fue un gesto tan tierno que me relajé y me incorporé en la cama, echándole los brazos al cuello. Suspiré y lo abracé con más fuerza de lo habitual. Él me acarició la espalda y me abrazó también con fuerza.
—Perfectamente... Me había echado la siesta.
Se apartó para mirarme con afecto y entonces reparé en lo cansado que parecía.
—¿Te sientes bien? —Experimenté una breve sensación de pánico, pero me esforcé en desterrarla.
Suspiró y meneó la cabeza.
—Se trata de Minho. Dios, qué idiota es, Donghae. Si su tío no fuera el dueño de la empresa, jamás le habrían dado trabajo allí. Van a encargarse de la campaña de un comerciante que... —Se detuvo y meneó de nuevo la cabeza—. No quiero ni pensar en ello. —Me acarició el pelo y me atrajo hacia él para besarme con ternura—. Sólo quiero pensar en ti...
Yo le acaricié también el pelo mientras nuestro beso se hacía más prolongado. Al cabo de un minuto, se apartó.
—¿Tienes hambre? Si quieres descansar un rato más, iré a preparar algo de comer para los dos.
Sonriendo ante su amable ofrecimiento, le acaricié la mejilla.
—No, bajaré contigo.
Me tomó las manos, sonriendo, y me ayudó a levantarme. Observé su cabello oscuro y las armoniosas líneas de su cuerpo mientras bajaba la escalera tras él. ¿Cómo pude serle infiel? Era un chico increíble. Tragué saliva para aliviar el nudo que tenía en la garganta y me recordé que no volvería a repetirse jamás. Jamás volvería a traicionarlo. Hyukjae había accedido a dejar de acosarme. Él y yo seguiríamos siendo simplemente amigos. Todo iría bien.
Decidí tumbarme en el sofá, y, al cabo de un rato, los ruidos que hacía Siwon mientras preparaba la cena me relajaron y me quedé dormido. «Genial», pensé vagamente antes de quedarme dormido, «Esta noche no pegaré ojo». Me desperté al sentir unos suaves labios sobre los míos. Abrí los ojos aterrorizado. Durante un instante de delirio inducido por el sueño, no sabía a quién pertenecían esos labios.
Alcé la mano automáticamente hacia el rostro que estaba inclinado sobre mí, y, al tocar el nacimiento del pelo, me tranquilicé. Era Siwon. Todo encajaba. Yo libraba esa noche, Siwon había regresado a casa después de una larga jornada de trabajo y Hyukjae tocaba con Super Junior en un bar. Probablemente, ya estaban allí, relajándose antes de la actuación.
Puesto que no solía desaprovechar la oportunidad de estar a solas con él, Siwon ya estaba... preparado para mí. Al principio, me sentí extraño, dado que no habíamos estado juntos desde que lo había traicionado con Hyukjae y aún me sentía tremendamente culpable, pero, después de varios besos apasionados sobre el sofá y cuando Siwon introdujo la mano dentro de mis pantalones, me olvidé de mi sentimiento de culpa y gocé de cada centímetro de ese bellísimo hombre.
La maravillosa cena que Siwon había preparado se había enfriado cuando nos dispusimos a comerla. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro