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BETH

Lo estuve pensando toda la noche; mi mente no había parado de darle vueltas al apasionado beso que nos dimos y a las palabras que nos dijimos. Sinceramente, no sabía qué pensar. Me había pasado tantos años esperando que Asher me mirara con los ojos del corazón y, ahora que finalmente su atención estaba en mí, no tenía idea de qué debía sentir o hacer.

Lo seguía queriendo, me seguía gustando y me fascinaba solo con mirarme. En lo más profundo de mí, era indudable que lo amaba, pero después de todo lo ocurrido, no podía dejarme llevar de esa manera. Si me arriesgaba a corresponderle y luego algo entre nosotros se fracturaba, lo perdería definitivamente, y me aterrorizaba estar sin él.

Por un lado, quería estar con él; deseaba que pudiéramos darnos la oportunidad de ser algo más que amigos. Pero estaba con Tyler, y él me había demostrado que sus sentimientos eran sinceros.
Yo jamás sería capaz de romperle el corazón de esa manera. No podía dejarlo para irme con Asher; no sería justo para él.

En ese instante, apoyada en la cabecera de mi cama, decidí que dejaría las cosas tal como estaban. Elegí estar con Tyler porque él demostró interés por mí desde que nos conocimos, fue paciente conmigo, me apoyó cuando me rompieron el corazón, esperó por mí y siguió siendo mi amigo a pesar de que me quería como algo más. Elegí ser su novia porque él se había ganado mi confianza y mi cariño. Me quedaría a su lado y me enamoraría locamente de él, no había nada más que pensar.

«¿Has enloquecido? ¿Te das cuenta de que Asher, tu gran amor, se muere de amor por ti? Esperaste años para que esto ocurriera y ahora simplemente eliges quedarte con el equivocado», me gritó la voz racional en mi cabeza. Decidí ignorarla.

Tomé mi libreta de canciones del buró, la abrí y empecé a leer lo que estaba escrito en cada página. En ese cuaderno estaba escrito mi amor por Asher; allí veía plasmados los sentimientos más puros que me habían endulzado y envenenado el corazón durante años. En cada letra expresaba mi enamoramiento secreto, y cuanto más leía, más convencida estaba de que nunca superaría esas emociones. Cada parte de mí lo había amado sin condición, y eso no podría cambiarlo nada ni nadie.

Al sentirme demasiado abrumada, tuve que cerrar el cuaderno entre mis manos. Respiré profundamente y cerré los párpados. Tomé varias inspiraciones buscando tranquilizarme. Necesitaba acabar con ese caos emocional o terminaría volviéndome loca.

«Debes amar a Tyler, tienes que enamorarte de él», me repitió aquella voz que siempre me aconsejaba sobre lo correcto y lo que no lo era. Me repetí esa misma frase una decena de veces hasta que se me quedó grabada.

Entrelacé una de mis manos en mi cabello y agité la cabeza con desesperación. Tenía que sacar a Asher de mi mente, tenía que olvidarme de lo que dijo y del beso que nos dimos.

Me sobresalté cuando escuché un par de toques en la puerta. Rápidamente, arrojé el cuaderno a la mesita que había junto a mi cama y tomé el teléfono entre mis manos para disimular que estaba viendo publicaciones en internet.

—Adelante —exclamé en voz alta.

El cuerpo de Tyler apareció tras la puerta. Me saludó y me sonrió al entrar. Mis ojos escanearon su aspecto: llevaba puesta una camiseta gris que se ceñía a su torso tonificado y a sus anchos hombros; sus jeans eran negros, al igual que sus zapatos. Tenía su largo pelo rubio recogido en una coleta, y sus ojos azulados se iluminaban como cristales por la luz del sol que se filtraba a través de las ventanas.

Se me pasó por la mente que no conocía a ningún rubio más atractivo y encantador. Estaba perfecto en todos los sentidos.

—Ya estás aquí —le dije con alegría—. Estaba muy ansiosa por verte.

Un segundo después de verlo entrar en mi habitación, me incorporé de la cama, avancé hacia él y, cuando lo tuve enfrente, lancé mis brazos alrededor de su cuello para besarlo con intensidad.

Él me correspondió el beso con una dulzura exquisita. Su risa ronca me hizo cosquillas en los labios cuando se separó algunos centímetros de mí.

—Estás muy cariñosa hoy, preciosa —susurró sobre mi boca.

Él inclinó la cabeza y yo le rodeé la cara con las manos.

—Quiero que sepas que te quiero.

Sostuvo mi mentón con las yemas de sus dedos. Cerré los ojos al percibir el roce de su piel contra la mía.

—Yo también te quiero, novia mía —murmuró en un tono ronco y seductor.

En el momento en que abrí los párpados, encontré su boca reduciendo la distancia hasta unirse con la mía. En el preciso instante en que sus labios tocaron los míos, hicieron estallar en mí los mismos sentimientos que creí que no experimentaría jamás con nadie. Mi corazón estalló de alegría, afecto, ternura y felicidad.

—Yo también estoy ardiendo de ganas de besarte hasta dejarte sin aliento, pero tus padres están abajo y no creo que... —expresó en un susurro ronco. Me estremecí con su aliento.

No le permití seguir. Le hundí las manos en el cabello y lo acerqué hacia mí. Me puse de puntillas y le deposité un beso delicado en la boca.

Apenas rocé sus labios con los míos y sus ojos claros se iluminaron con un brillo juguetón.

Con la respiración entrecortada, Tyler se acercó a mí e intentó robarme un beso. Me reí cuando moví la cabeza a un lado para esquivarlo.

—Pensé que no querías arriesgarte a que nos descubrieran besándonos —le recordé con un brillo malicioso en los ojos.

Le acariciaba el rostro cuando, de improviso, sus brazos rodearon mi cintura y me atrajeron hacia su cuerpo.

Su pecho chocó contra el mío en el mismo instante en que metió su mano en mi cabello y acercó su rostro al mío para volver a besarme. En esta ocasión, su beso fue lento y provocativo. Sus labios encendieron cada centímetro de mi piel y pronto me sentí sucumbir ante un incendio pasional irrefrenable.

Los dos retrocedimos sin interrumpir el efusivo beso. Mis piernas rozaron el borde de la cama y, en un segundo, me puse tensa. Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, acabé tumbada sobre mi espalda y nos estábamos besando de nuevo.

La presión de su cuerpo sobre el mío me dejó sin aliento durante varios segundos. Me perdí entre sus labios y me dejé absorber por cada uno de sus ardientes besos.

—Alguien podría atravesar la puerta en cualquier momento —logré susurrar con la respiración agitada.

Él me interrumpió con un beso sexy y ardiente que me dejó sin aire. Sus labios rozaron los míos, relajados y provocativos, mientras su lengua se colaba en el interior de mi boca, haciéndome estremecer. Mis manos se enrollaron en su cuello y se aferraron a su nuca. Ladeé la cabeza, permitiendo que el beso fuera más profundo.

—Me tienes cautivado, Beth, estoy enganchado a cada beso y cada caricia tuya —su voz profunda me hizo cosquillas en los labios; después, su lengua se abrió camino a través de ellos para encontrarse de nuevo con la mía.

Apenas nos separamos unos milímetros para recuperar el oxígeno perdido.

—Yo también estoy loca por ti —una suave sonrisa se dibujó en mis labios—. Quisiera perderme contigo aquí, justo en este momento.

Cuando volvimos a enlazar nuestras miradas, sus ojos grises se fundieron en el fuego. El aire a nuestro alrededor se sentía eléctrico y mi cuerpo estaba en llamas.

Su boca permaneció pegada a la mía mientras me acariciaba suavemente la espalda. Al romper el beso, el peso de su cuerpo recayó sobre el colchón cuando se colocó a mi lado.

Entonces estiró la mano y, tomándome del brazo, me atrajo hacia él. De pronto, me vi envuelta en sus brazos y mi vientre quedó apoyado contra su pecho.

En un instante, su mano se hundió en mi nuca y nuestros rostros se unieron. Mis ojos se cerraron en el momento en que su boca atrapó la mía; su lengua devoraba la mía y sus dientes me mordisqueaban los labios, deleitándose en su suavidad. Los besos que me ofrecía eran ardientes y apasionados, embriagando cada centímetro de mi piel.

Una sensación cálida me recorrió la superficie de la piel cuando sus manos bajaron hasta mi cintura y uno de sus dedos acarició la piel desnuda que quedaba descubierta entre la camiseta y el pantalón. Sus dedos expertos comenzaron a acariciarme mientras su boca no dejaba de jugar con la mía.

Apenas le rocé la mandíbula con las yemas de mis dedos, él reaccionó atrayéndome firmemente contra su torso y me ofreció besos en el cuello.

Su boca me dejó fugaces besos en el hombro y lentamente sus labios comenzaron un peligroso recorrido a lo largo de mi garganta y mi mentón. Me convertí en llamas al sentir que me succionaba un fragmento de la piel del cuello.

Sus dedos me dejaron huellas en la piel; los sentía desplazándose sobre mis caderas, acariciando mis costillas y mi vientre. Me sentía flotando en una nube de algodón. No quería volver a la tierra, no quería que mi mente recuperara claridad porque necesitaba olvidar.

Me acurruqué contra él y me dejé llevar. A cada segundo que pasaba, su boca exigía más. Cuando se apoderó de mis labios con fervor y ferocidad, me olvidé de todo.

Necesitaba sentirlo, percibirlo contra mí, ser consciente de que me tenía entre sus brazos para así poder desprenderme del amor irracional que sentía por Asher.

Mis brazos lo agarraron por cada lado y lo rodearon para atraerlo hacia mí. En un instante, estuve nuevamente tumbada sobre el colchón y Tyler se colocó encima de mí.

—Eli, sabes que te deseo con locura, pero si no estás segura de esto, podemos ir al ritmo que tú quieras —su tono comprensivo me puso aún más ansiosa.

Yo esbocé una sonrisa sincera y fundí mis ojos castaños en sus orbes azules. En lugar de responderle, le pasé la mano por detrás del cuello para atraerlo hacia mí. Tyler se inclinó hacia adelante y, gracias a su acercamiento, pude besarlo cariñosamente en los labios.

—Estamos solos, no perdamos más el tiempo —susurré, con mis labios rozando los suyos.

Él se rió y entreabrió su boca; delicadamente, sus dientes capturaron y mordieron mis labios con sensualidad. Cuando selló nuestros labios, los míos se entreabrieron y su lengua se deslizó en mi boca. Le correspondí el beso, completamente cautivada.

Cada centímetro de mi piel se encendió cuando su mano derecha acarició mi muslo con sensualidad. Me resultó imposible no sentirme electrizada por su tacto.

Le agarré por la nuca y le mordí el labio inferior antes de cubrirle de besos el mentón. Sus músculos se contrajeron ante la delicadeza y el fulgor de mis besos.

Sintiéndome desconectada de la realidad, pasé las manos por debajo de su camiseta y posé las uñas en su piel caliente. Presioné mis dedos en su espalda y detecté la tensión de sus articulaciones. Él soltó un gruñido extasiado y frotó sus suaves y carnosos labios contra los míos.

Mis manos tiraron de su pelo, provocando que la liga que lo ataba se escapara de entre mis dedos. En fracción de segundos, su cabello rubio cayó hacia adelante, cubriéndonos del resto del mundo.

Le quité ansiosamente la camiseta. Sus manos cálidas y ásperas se apresuraron a despojarme de mi jersey. El top que llevaba puesto se me había subido hasta el pecho, así que prácticamente quedé expuesta solo en sujetador ante sus ojos salvajes y juguetones. Apenas tuve tiempo de fijarme en su torso descubierto, perfectamente esculpido con abdominales de ensueño.

Tyler me agarró de las caderas y tiró de mí para que me sentara sobre su regazo. En un breve parpadeo, quedé a horcajadas encima de él. Me lamí los labios y solté un suspiro con el que intentaba normalizar el ritmo antinatural de mis latidos. Ambos estábamos jadeantes y ansiosos por continuar hasta el final con ese juego apasionado.

Nuestros ojos se encontraron y la respiración de los dos se unió a un compás armónico. Sus labios y los míos se sellaron de nuevo. Nos fundimos en un largo y profundo beso. La atmósfera que nos rodeaba hizo crecer la tensión. Nos disolvimos en caricias apasionadas, mordidas indiscretas y besos prohibidos.

Sus grandes palmas tocaron directamente la piel descubierta de mis piernas y muslos, deslizándose hacia el interior de mi falda y haciendo presión en cada espacio de piel que tocaban.

Mis manos se apoyaron en su pecho, recorrieron el contorno de sus músculos definidos, ascendieron a sus hombros y su cuello, y se perdieron en su nuca y en su pelo un gran rato. Mis dedos delinearon las venas que sobresalían de sus bíceps, navegaron por su espalda ancha y varonil, descubrieron el calor de su cuerpo y se fundieron en el ardor provocado por el contacto de piel contra piel.

Mi boca estaba sobre la suya, lo estaba devorando a besos y me tenía absorta en sus caricias cuando oí un ruido lejano al otro lado de la habitación.

Salí de mi ensimismamiento apenas escuché un carraspeo a nuestras espaldas. Separé mi boca de la suya mientras un escalofrío de puro terror me recorría la espina dorsal.

Al voltear, vi a Asher parado en el umbral de mi puerta y me quedé helada.

El impacto de lo que eso significaba me dejó hecha pedazos. Para ser más específica, Asher acababa de entrar y nos había encontrado allí, a punto de enrollarnos.

Nos quedamos quietos cuando nuestras miradas se cruzaron en la corta distancia entre el umbral y la cama en la que estábamos tumbados Tyler y yo.

Su expresión reflejaba muchas emociones encontradas: asombro, impacto, enfado, dolor y estupefacción.

—¿Qué demonios significa esto?

Su voz gélida rompió todas las barreras que me mantenían alejada de la realidad. Palidecí y me puse aún más nerviosa.
Yo precipité mis movimientos y me separé de Tyler inmediatamente. El chico en cuestión permaneció pasmado en el mismo lugar.

—Nosotros estábamos... —no encontré las palabras adecuadas.

Vi cómo su rostro se ponía tenso, su mandíbula apretada y las venas marcadas bajo la piel.

—Olvídalo, no tienes por qué darme explicaciones —espetó con una frialdad ácida.

Me lanzó una mirada perforadora, inhaló profundamente y nos dio la espalda antes de abandonar la habitación echo una furia.

Cuando Asher salió disparado por el pasillo, me dispuse a seguirlo escaleras abajo.

—Iré a hablar con él —logré articular casi sin aliento.

Me levanté de la cama, me puse el jersey y apoyé una rodilla en el colchón antes de inclinarme sobre él para darle un beso tranquilizador.

—Aguarda aquí, solamente iré a asegurarme de que no diga nada.

Tyler asintió y me dirigió una sonrisa de ánimo que no llegó a sus pupilas. Yo me di la vuelta en un segundo y salí de allí precipitadamente.

Bajé las escaleras a prisa, crucé el vestíbulo y, al atravesar la entrada, me quedé congelada al verlo en el patio, alejándose decididamente de la casa.

Fui tras él porque sentía que lo estaba perdiendo poco a poco.

Salí por la puerta principal y recorrí el porche a grandes zancadas.

—Asher —lo llamé, pero no se detuvo—. Asher, tenemos que hablar, por favor, detente.

—Lo que he visto no necesita explicarse; ya es evidente cuál ha sido tu elección —respondió sin darse la vuelta.

Lo alcancé justo cuando estaba a punto de atravesar la cerca junto a la calle. Lo agarré del antebrazo sin pararme a pensar en lo mal que podría reaccionar.

—¡No te atrevas a retenerme de esta manera! —espetó furioso y se liberó de mi agarre de un tirón brusco.

Hice el ademán de volver a sujetarlo, pero él esquivó mi toque y se llevó las manos a la cabeza. Descargó su frustración frotándose el cabello entre los dedos. Di un paso en su dirección y él retrocedió.

—¡He dicho que no te acerques! —me advirtió en tono amenazante.

Ni siquiera era capaz de mirarme a los ojos; me estaba dando la espalda.

—Vuelve con él y déjame tranquilo —su voz, enronquecida, me dejó desconcertada.

—No —sacudí la cabeza con vehemencia—. No me iré hasta haberte aclarado cómo sucedieron las cosas.

Lo escuché maldecir en voz baja mientras se clavaba los dedos en la nuca. Resopló ruidosamente y luego se giró hacia mí con su semblante enfadado y los ojos fríos como el cristal congelado.

Levantó lentamente los ojos hacia los míos, con una mezcla de enfado y exasperación en su rostro. Una vez que lo tuve enfrente, me sentí escrutada por su mirada.

—¿Y cómo fue que sucedió? —dijo, y su voz sonó dolorida, punzante—. Explícame cómo carajos terminaste enredándote con ese imbécil.

Apuntó su mirada furiosa en dirección a la casa y luego la volvió a enfocar sobre mí con una intensidad abrumadora y sofocante. Me quedé sin habla.

—¿No vas a decir nada? ¿Te quedarás callada y me dejarás sacar mis propias conclusiones al respecto? —musitó, apartándose de mí, repentinamente enfurecido por un coraje demencial.

Tuve que desviar la mirada cuando el escozor en mis ojos me nubló la visión y mis ojos se empañaron de lágrimas.

—Dime, ¿lo besaste para comprobar si te hacía sentir algo distinto a lo que sentiste anoche conmigo? ¿Acaso querías averiguar con quién de los dos te sientes más satisfecha?

Se me partió el corazón con un dolor tan estruendoso que me sacudió el alma.

—Por favor, no me hables así.

Mis lágrimas me obstruían la vista; podía percibirlo parado a dos pasos de mí, pero la neblina de lágrimas que me cubría los ojos me impedía ver sus expresiones.

—¿Y de qué jodido modo quieres que te hable, Elizabeth? —el dolor grabado en su voz me estaba destrozando en pedazos—. Acabo de encontrarte en los brazos de ese idiota; no puedes pretender que reaccione con calma.

—Te lo iba a decir —dije en un murmullo bajo.

Asher arqueó las cejas y cruzó los brazos sobre su pecho.

—¿Decirme qué exactamente? ¿Que no pensabas estar conmigo porque él te da todo lo que necesitas? —estalló en un grito desgarrador—. ¡Vamos, dímelo! Dime que ya te olvidaste de mí y que ahora lo amas a él.

Mis mejillas se humedecieron inevitablemente. La tristeza que experimenté fue tan inmensa que mi corazón se estrujó con violencia. Quise decir algo, pero perdí la voz y me quedé sin aliento antes de poder expresar nada.

Asher tomó mi silencio como una respuesta clara. Me miró con las pupilas encendidas, inhaló profundamente y finalmente bajó la mirada.

—No hace falta que lo digas, tu silencio me lo ha dicho todo —enfatizó, con toda la intención de sonar hiriente.

Yo permanecía con la mirada empañada mientras sentía mi débil corazón rompiéndose por la mitad. Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano.

Recuperé la claridad de mi visión y ahí pude descubrir que Asher ya se había dado la vuelta y me estaba dejando atrás. Lo observé moverse a cámara lenta. Sus anchos hombros estaban tensos y su espalda parecía un muro infranqueable que no podría atravesar.

Extendí el brazo y volví a retenerlo, agarrándolo con firmeza de la chaqueta.

Aunque el sol del atardecer acababa de abrirse camino entre las nubes, un frío devastador se había apoderado de todo mi cuerpo.

Asher se volvió y me observó muy serio, aún con el ceño fruncido. Comprobé que, además del enfado y el odio, parecía visiblemente dolido.

—Pensé que me querías... —susurró él, evitando mi mirada. Su voz se rompió y un par de lágrimas escaparon de sus párpados—. Tenía la esperanza de recuperarte.

Mi corazón volvió a colapsar al verlo devastado por mi causa.

—Ya no sé lo que quiero, Asher —dije, mientras todo el brillo en mis ojos se apagaba como una vela.

Temía empezar a llorar incontroladamente. No quería romperme de nuevo, no quería que me viera vulnerable y susceptible.

—Yo sí sé lo que quiero y puedo decírtelo ahora mismo. Me costó mucho darme cuenta de esto, pero hoy sé que quiero recuperarte, que necesito estar contigo porque me gustaría que fuéramos más que solo amigos.

Su declaración me dejó helada, absolutamente impresionada.

—Dime, Beth, ¿hay una pequeña oportunidad de que lo nuestro pueda funcionar? —preguntó al cabo de unos segundos, en un tono esperanzado. Sus ojos estaban rojos por el llanto contenido.

Me invadió la sensación de que algo afilado se me clavaba en el pecho mientras me obligaba a decir lo más doloroso que jamás le había dicho a alguien.

—No hay ninguna oportunidad; ya te dije que estoy con Tyler. Voy a seguir con él cuando vaya a la universidad y nosotros solamente seremos amigos.

Sus ojos se volvieron fríos cuando solté eso. Noté que mis palabras le estrujaron el corazón y lo fracturaron, tal vez porque se dio cuenta de que no había manera de hacerme cambiar de parecer.

No podía decirle lo que él esperaba escuchar, no podía abrirle mi corazón. Yo lo esperé durante años y ahora que había conocido a alguien que me quería de verdad, no iba a abandonarlo solo porque él se sentía amenazado con perderme.

Repentinamente, él me agarró del brazo bruscamente, obligándome a mirarle.

—¿Has enloquecido, Beth? Tú no eres así —me sujetó por los hombros y me sacudió, estando fuera de sí—, ¿De verdad piensas acostarte con alguien que no amas?

Estaba furioso, entre los celos y la rabia, pero yo le respondí con voz solemne.

—No, pienso estar con alguien que sí sabe quererme. Ahora te exijo que me quites las manos de encima.

Traté de zafarme, pero no me dejó ir con facilidad.

Sus ojos helados se clavaron en mí con una intensidad perforadora.

—¿Lo amas? ¿Lo amas tanto como me has amado a mí? —sus dedos presionaron con fuerza mis hombros—. ¡Respóndeme, maldita sea! —me exigió, casi gritando.

El sollozo que estaba conteniendo se liberó de mi garganta irremediablemente.

—Tal vez ya me esté enamorando de él y pronto te haya superado.

Su expresión se endureció y se oscureció debido al impacto de mis palabras.

Finalmente, me soltó, pero siguió mirándome fijamente. No se relajó y me miró con ojos lacerantes.

—Entonces díselo, dile que nos besamos —dijo con brusquedad. Palidecí y me quedé sin aliento. Se fijó en mi reacción antes de soltar una carcajada corta y seca.

—No te atreves, ¿cierto? Porque sabes que es mentira que ya no sientes nada.

Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa mientras daba un par de pasos hacia mí. De inmediato, mi respiración se aceleró y me olvidé de cómo respirar.

Una risa se le escapó de los labios. Me encontré directamente con sus ojos eléctricos.

—Te estremeces como una pluma cuando estoy cerca —bajó la voz y a continuación repitió sus palabras—. Aún me quieres, pero te niegas a admitirlo.

Elevé la vista hacia él, echando chispas por los ojos, y le solté:

—Aunque no me creas, estoy dispuesta a olvidarme de ti.

Su tono rebosaba humor, pero un segundo después de oírme decir eso, la risa se desvaneció de su rostro y solo quedó en él una expresión neutral.

Su mandíbula se tensó. Su lengua humedeció sus labios y una risa carente de humor brotó de su boca.

—Vas a arrepentirte de apartarme de tu vida—me habló en un tono sombrío—. A él jamás lo amarás como llegaste a amarme a mí.

Dejé escapar una risa ahogada.

—Tomaré el riesgo —la amargura creció en mi pecho—. Y si no es con él, me arriesgaré con alguien más, pero jamás contigo, ¿me oyes?

Le dirigí una mirada resentida y envenenada. Asher negó con la cabeza y, después, dejó escapar un suspiro, suavizando su tono al decir:

—Nos besamos, Beth, y ese beso no significó cualquier cosa para nosotros.

La sangre se me heló en las venas. Mi corazón dejó de latir por un breve segundo.

—Lo que sucedió ayer fue un error, una equivocación de la que me arrepiento. Tyler no se lo merece, se ha portado genial conmigo y yo solamente lo decepciono porque doy todo por ti, nunca por él.

Asher sonrió amargamente y extendió los brazos a los lados. Dio un paso hacia mí, su alta figura cubrió mi campo de visión. Mi presión sanguínea era caótica y mi ritmo cardíaco iba disminuyendo.

—Si lo que dices es cierto, deberías dejarle claro que a quien amas soy yo, que siempre estás pendiente de lo que hago o dejo de hacer porque quien te importa, te preocupa y a quien quieres es a mí, no a él —sentí que me estaba mirando con el corazón—. No puedes negar que los dos queremos lo mismo: estar juntos.

—¿No lo entiendes? Ya no quiero nada contigo. El día que te encontré con Belinda, se acabó mi amor por ti. —Las lágrimas resbalaron por mis mejillas y mi corazón volvió a estrellarse contra el suelo al evocar esas imágenes.— Yo te amaba tanto que estaba dispuesta a darlo todo por ti, pero ese día me demostraste que jamás te arriesgarías por mí de esa manera y...

—Estuve bebiendo ese día, no puedes culparme por un error que cometí cuando no estaba en mis cinco sentidos.

—Te acostaste con ella, eso no puedo perdonártelo.

—Pero Beth...

Se dispuso a interrumpirme, pero levanté la mano para impedir que hablara.

—¡Ya basta! Seamos realistas, Asher. El amor que te tenía se ha roto y el daño ya es irreparable.

Mis palabras lo destrozaron despiadadamente. Vi traslucir el dolor y la desilusión en sus ojos enrojecidos.

—Bien, si buscabas acabar conmigo, está hecho —su voz era un susurro ronco y profundo—. Veo que ya no sientes nada, que ya no me quieres, así que te dejaré tranquila si así lo deseas.

Dejé escapar un suspiro tembloroso y le dije:

—Me parece bien que lo entiendas. Es verdad que ya no espero nada de ti, Asher —esa confirmación me dejó con el corazón roto.

La mirada de Asher se fijó en mí. Vi un destello inconfundible de tristeza en sus ojos. Me vi reflejada en esa mirada que tenía grabadas las emociones de un corazón hecho trizas.

—Me volví jodidamente bueno en ser el segundo lugar y eso ya no lo puedo cambiar —Un par de lágrimas volvieron a bajar por sus ojos cristalinos—. Esto me lastima profundamente y sé que también te hiere a ti. Perdóname por equivocarme tanto y lastimarte. Entiendo que decirte que te amo ya no es suficiente; ya nada será suficiente para que vuelvas a confiar. No quería perder tu amor; me ha costado asimilarlo, pero ya entendí que no hay manera de que lo pueda recuperar.

Su voz se rompió y se hizo trizas en esas últimas palabras, y lo mismo ocurrió con mi corazón.

Cuando Asher se giró y perdí el contacto con sus ojos, una punzada dolorosa me atravesó desde el interior. Lo miré atentamente mientras se alejaba por la calle.

De alguna manera, logré volver sobre mis pasos y entré en casa. Cerré la puerta a mis espaldas, me coloqué las manos en el pecho y perdí todas las fuerzas para mantenerme en pie.

Mi espalda se apoyó contra la superficie de la puerta de madera. Los ojos se me llenaron de lágrimas cuando me dejé caer de rodillas al suelo, completamente rota. Pronto estuve completamente sola en el vestíbulo, llorando inconsolablemente.

El arrepentimiento invadió mi corazón, la tristeza me ahogó y no pude hacer más que desahogar mi sufrimiento con un llanto melancólico y débil.

Ese día volví a llorar por él, y el sentimiento con el que derramé cada lágrima fue el de un corazón destrozado que se marchitaba pétalo por pétalo.

****

ASHER

Ya era sábado, quedaban apenas dos días para que Beth se marchara a la universidad y yo estaba decidido a conquistarla. Después del beso que compartimos, realmente creí que iba a darme una oportunidad, pero me llevé una gran desilusión cuando descubrí al día siguiente que me había hecho falsas esperanzas.

Llegué a su casa al atardecer, subí las escaleras sosteniendo entre mis dedos una rosa roja. Al llegar arriba, recorrí el pasillo y entré precipitadamente en su habitación. Claramente, no me esperaba encontrarla besando a Tyler, quien estaba recostado en su cama y tenía a Beth encima de su regazo. Apenas los vi, la ira me carcomió por dentro.

Joder, fue como si me clavaran un cuchillo en el corazón. Las espinas de la rosa se me incrustaron en los dedos cuando la apreté con fuerza.

Me sorprendí deseando ser yo quien estuviera en el lugar de ese chico, rodeándola entre mis brazos, con la nariz en su pelo y los labios en su cuello. Joder, me sentía molesto e impotente al observarlos y no poder hacer nada para apartar a ese idiota de su cuerpo.

Me fue imposible soportarlo. No pude lidiar con la fractura y el profundo vacío que me dejó el verla entre los brazos de alguien más. Salí de allí apresuradamente, huyendo de la tormenta que amenazaba con acabar conmigo.

El dolor me oprimía el alma a cada paso que daba. En algún momento, solté la rosa que sostenía entre mis dedos. Me llevé las manos a los ojos para borrar el rastro de las lágrimas que acababa de derramar.

Creí que no habría nada peor que aquella decepción, pero volví a equivocarme porque, cuando hablé con Beth, experimenté lo que era el verdadero sufrimiento.

De mi boca salieron palabras hirientes y crueles; la hice llorar y me sentí aún más culpable por ello. Me partía el alma verla así, derrotada y frágil. La herí por resentimiento, pero me arrepentí al ver las primeras lágrimas bajo sus párpados.

Nunca fui alguien impulsivo e insensible, pero me resultó imposible mantener el control, ya no pude pensar con lucidez; terminé diciéndole cosas que no quería decir. Le confesé mis sentimientos con sinceridad; por primera vez, me permití abrirle por completo mi corazón, y ella me rechazó.

Me aseguró que ya no me amaba, dijo que no estaría conmigo después de lo que le hice pasar meses atrás y, al final, solo me quedé allí escuchándola con el corazón destrozado.

Sabía que la había herido profundamente mientras mantenía relaciones pasajeras que nunca tuvieron demasiada importancia, pero comprendí que lo que más la lastimó fue encontrarme con Belinda en mi habitación. Ella aún no lo había olvidado y probablemente nunca lo olvidaría; a pesar de que con el tiempo ese error se convertiría en parte del pasado, jamás me lo perdonaría.

Sentí un dolor en el fondo de mi alma al verla llorar de esa manera. A mí también me resultó inevitable no llorar. El daño que nos hicimos el uno al otro no tenía reparación. Al reconciliarnos, habíamos aparentado que podíamos seguir siendo amigos, pero nos estábamos engañando porque lo nuestro ya estaba dañado, roto y frágil.

Después de terminar con Hillary, me di cuenta de que solamente había estado con ella porque quería olvidarme de Beth, pero terminé descubriendo que no podía reemplazarla con nadie. Fue tras esa revelación que me propuse ganarme su cariño para volver a estar con ella, pero me equivoqué al dar por hecho que su corazón seguía latiendo de amor por mí.

En ese momento, lo acepté: había perdido la oportunidad de estar con Beth. Ella ya me había superado y ya no me necesitaba. No había manera de recuperarla.

Mientras observaba el atardecer en el horizonte, una voz susurrante me habló desde el inconsciente: «El amor entre ustedes es imposible; están destinados a quererse, pero no a estar juntos».

Se me cortó la respiración porque supe que era cierto. Fue allí donde finalmente lo entendí; después de mucho tiempo, comprendí la razón por la que Beth nunca me confesó su amor. Ella, en el fondo, sabía que siempre seríamos el amor imposible del otro.

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