♡ 38
BETH
—En realidad, yo estaba esperando que comenzara una canción para pedirle a esta hermosa chica que bailara conmigo.
No reconocí aquella voz ronca y profunda, pero distinguí que su acento no era igual al nuestro y supuse que se trataba de algún chico extranjero que solo había aparecido para salvar la situación.
Me mordí el interior del labio y fijé mi mirada más allá de la alta silueta de Asher. Vi aparecer detrás de él a la figura esbelta de un joven que nunca había visto en mi vida. El chico y Asher eran de la misma estatura, pero había una marcada diferencia entre ellos; mientras uno tenía el pelo negro y los ojos de un azul claro, el otro tenía el cabello largo (hasta los hombros) y rubio. Los mechones que caían sueltos a cada lado de su rostro tenían la misma tonalidad desde la raíz hasta las puntas, y sus ojos eran de un color azul zafiro grisáceo (si es que esa tonalidad existía). Aquellos ojos resplandecían bajo la luz brillante de los reflectores, y debido a la lejanía que había entre el techo y el suelo, la iluminación de las lámparas sombreaba las líneas perfiladas de su rostro varonil, lo que le otorgaba un aspecto increíblemente sensacional.
La complexión de su cuerpo resultaba asombrosamente celestial: tenía unos hombros anchos, una espalda fornida y un torso estrecho y firme. Bajo la delgada capa del traje que llevaba puesto, se podía ver que sus brazos eran musculosos y fuertes. Sin duda alguna, ese chico simpático y encantador encajaba en el perfil de hombres peligrosamente irresistibles.
No comprendí por qué razón me sentía cómoda en su compañía, pero me agradó la sensación de calidez que floreció en mi pecho tras su llegada.
La aparición repentina de ese chico fue mi salvación. No lo conocía y no sabía nada de él, pero ya lo consideraba mi salvador.
Sosteniéndome aún del brazo, Asher se volvió y le dedicó una gélida expresión.
—¿Quién demonios eres tú? —espetó, irritado.
—Soy el joven que desea bailar con la bella chica que se encuentra detrás de ti —respondió el rubio con la voz enronquecida. Sus ojos seguían fijos en los míos.
Al cruzar miradas, tuve clara la respuesta que daría a su anticipada petición de bailar conmigo. Probablemente, en algún otro momento lo habría dudado, pero no temí equivocarme en ese preciso instante.
—Este no es un momento indicado. Por si no lo has notado antes, has interrumpido una conversación importante entre nosotros y...
Me aclaré la voz para impedirle continuar.
—Está bien, Asher. Ya me siento mejor y estaré encantada de bailar con él.
Cuando me miró, sus facciones mostraron indignación y confusión.
—¿Qué intentas decir?
—Ella quiso decir que... —habló el rubio con voz suave.
—Que acepto que bailemos —afirmé yo, dirigiéndole una pequeña sonrisa.
El agarre de Asher se debilitó y yo aproveché esa oportunidad para liberar mi brazo. Una vez que tuve toda la libertad de moverme, me alejé de su alcance y me acerqué al chico de ojos esmeralda.
Él me tendió su mano derecha, invitándome a extender la mía para que pudiera sujetarla. En dos segundos nuestras manos entraron en contacto y, al mirar el punto de unión, me fijé en que sus dedos sostenían los míos y percibí la calidez que emanaba de su palma.
Al levantar la mirada, lo encontré sonriéndome de una manera enigmática y profunda. El resplandor de las luces sobre su silueta me permitió contemplar los adorables hoyuelos que se formaron junto a las comisuras de sus labios. De una inexplicable forma, su sonrisa provocó la mía.
—¿Sería tan amable de acompañarme a la pista de baile, encantadora señorita? —me dijo con voz ronca y profunda.
—Lo acompañaré encantada, joven caballero —exclamé con un asentimiento de cabeza.
Él me miró con una cálida sonrisa. Tomados de la mano, comenzamos a acercarnos a la pista. La presión suave de sus dedos sobre el dorso de mi mano me provocó una sensación extraña en la piel. Su tacto era agradable y delicado.
Podría parecer que me sentía segura, pero la única verdad era que por dentro me estaban absorbiendo los nervios y el miedo de hacer alguna cosa mal. Estar allí con un completo desconocido me desequilibraba, afectaba mi sistema de control y alteraba todo, en especial a mis emociones; desestabilizaba los sensores de resistencia y manipulaba mis sentidos a su antojo.
Llegamos al extremo de la pista y compartimos una breve mirada de entusiasmo. Repentinamente, Asher interceptó nuestro camino. Apenas lo vi, me invadió una desagradable sensación. Estaba serio e inexpresivo; podría decirse que se le veía absolutamente decidido a separarnos.
Tenía la mandíbula crispada, el cuerpo tenso, la mirada furiosa y el pelo negro revuelto. El chico que mi corazón adoraba estaba increíblemente guapo esa noche, pero desprendía un aura intimidante y muy peligrosa también.
—¿Puedes hacerte a un lado? No nos dejas pasar —le pidió el rubio, mostrándose tranquilo e inalterable.
Delante de nosotros, Asher se cruzó de brazos y le dirigió una mirada glacial cargada de desprecio y amargura. Esperamos que dijera algo, pero él se mantuvo en silencio, deslizando su mirada entre nosotros dos con neutralidad.
Tal parecía que la idea de verme bailar con otro le desagradaba demasiado. No podía entender por qué actuaba así.
—Asher, por favor, déjanos pasar —pronuncié con voz susurrante.
Al escucharme, su mirada helada recayó sobre mí. Intenté descifrar sus emociones, quise leer a través de su mirada, pero no lo conseguí. Era como si un campo invisible me impidiera ver más allá de su semblante desapacible.
Cuando se hizo a un lado, su expresión mostró desaprobación e imparcialidad. El rubio me sujetó la mano con firmeza y seguimos avanzando. A pesar de que Asher se quedó atrás, pude sentir su mirada intensa e insistente a mis espaldas. No tenía duda de que todavía no nos quitaba los ojos de encima.
El chico y yo nos adentramos en la pista, nos quedamos alejados de la orilla, pero tampoco nos detuvimos en el centro de la pista, lo cual agradecí, porque lo que menos me apetecía era volver a pisar el mismo suelo en el que bailé con Asher.
Él se colocó frente a mí, me soltó la mano y a los pocos segundos, sentí las suyas en mi baja espalda. Después noté que sus antebrazos rozaban mis caderas. Ya no pude inspirar más aire porque su cercanía me robó el aliento. Mi pulso se aceleró cuando él redujo la distancia entre su cuerpo y el mío hasta que estuvimos pegados el uno al otro.
Sintiéndome un poco torpe, levanté los brazos y coloqué las manos sobre sus hombros. Nos miramos a escasa distancia y comenzamos a movernos a un ritmo lento y sincrónico.
Bailamos durante lo que me parecieron horas. Al principio, me sentí nerviosa y torpe, pero al paso de los segundos, volvió a mí la seguridad y la confianza que creía haber perdido.
No entendí por qué comencé a sentirme relajada entre los brazos de ese chico. Fue algo sorprendente y desconcertante a partes iguales, porque yo no era de esas chicas que le daban su confianza al primer hombre guapo y simpático que se cruzara en su camino. Por alguna razón desconocida, con ese chico me sentí diferente; no desconfíe de él y no sentí temor de enfrentarme a su mirada.
Tomé una lenta inhalación que llevó el oxígeno a mis pulmones y, a partir de ese instante, ya no tuve problemas con seguir haciéndolo. Respiraba aire y lo expiraba; él me miraba y yo lo miraba. Cada cierto tiempo, me hacía dar una vuelta elegante; yo sonreía y disfrutaba de ese baile armonioso y suave. Después, volvía a colocar sus manos en mi cintura y me acercaba con delicadeza hacia sí, sin dejar de observarme. Bastó un intercambio de miradas y un solo baile para que su compañía me resultara agradable. Era extraño pensarlo, pero tenía que admitir que ese chico me tenía fascinada.
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté en voz baja.
Tenía que aceptarlo, él había despertado mi interés y quería conocerlo.
—Mi nombre es Tyler.
Su voz sonó amigable y dulce. No supe si me gustó más oír su nombre o escuchar su voz ronca al decirlo.
—Estoy encantada de conocerte, Tyler —expresé genuinamente encantada.
Él me sonrió levemente e inclinó ligeramente la cabeza para mirarme directamente a los ojos.
—Yo soy el que está encantado, preciosa —dijo en un murmullo ronco—. Por cierto, ¿tú cómo te llamas? —sus cejas se arquearon y la inquietud resplandeció en sus pupilas.
—Elizabeth, pero mis amigos me dicen Eli.
Todo su semblante se iluminó y en sus labios apareció una sonrisa cautivadora.
El efecto de su sonrisa me hizo olvidar por un instante a Asher y eso me sorprendió.
—Tienes un nombre precioso, Elizabeth. Ya sé que no nos conocemos, pero me gustaría que eso cambie a partir de hoy —susurró, y sus palabras me rozaron el oído como un suave soplo.
Al oír su voz, elevé la mirada y me crucé con la suya.
—A mí también me gustaría conocerte, Tyler —confesé, plasmando mi mejor sonrisa.
—¿Puedo preguntarte algo?
Asentí como respuesta a su pregunta.
Notamos que la música había subido de volumen, así que para hablarme se inclinó y pronto lo sentí más cerca de mí. El espacio entre nuestros rostros era tan escaso que sus labios estaban a centímetros de mi oído.
—¿Sales con el chico que hablaba contigo hace un momento?
Su pregunta me tomó completamente desprevenida; tal fue mi desconcierto que no supe qué responder.
—¿Por qué me haces esa pregunta? —fruncí el entrecejo, confusa.
—Porque ese chico mira en nuestra dirección como si tuviera el poder de perforarme con la mirada para alejarme de ti. Me parece que no le agrada que esté contigo.
Mi confusión aumentó y me provocó un extraño malestar en el estómago.
—Su nombre es Asher y, sinceramente, dudo mucho que tengas razón, probablemente estás confundido porque él y yo somos solamente amigos.
—¿Estás segura de eso? A mí me parece que no te ve de esa manera —reiteró con firmeza.
Negué con la cabeza y solté una exhalación profunda.
—Se ha quedado preocupado porque le dije que no me sentía muy bien, ya se le pasará —dije yo, restándole importancia.
—Vale, te creo, pero si nada más es tu amigo, no entiendo por qué nos mira con ojos fulminantes.
Sin darme tiempo para responder, él me hizo dar vuelta sobre el mismo eje. Esa fue su estrategia para conseguir que, al volver posar mis manos en sus hombros, mi visión quedara dirigida hacia el lugar donde se encontraba Asher.
Noté que él contemplaba la pista de baile como si quisiera quemar el suelo a nuestros pies para evitar que siguiera bailando con Tyler. Desvié rápidamente la mirada.
—Se le ve demasiado enfadado, ¿cierto? —murmuró Tyler. Su aliento me acarició la mejilla.
Me reí sin gracia por lo absurdo de su comentario.
—Debes de interesarle mucho para que te mire así, y solo sean amigos.
—Es extraño, ¿no?
—No es extraño, Elizabeth. Yo creo que esa es la reacción que tendría alguien que está verdaderamente enamorado.
El pulso se me disparó solo de pensar en esa posibilidad, pero mi mente la descartó inmediatamente porque ya no podía seguir esperando algo que jamás sucedería.
—Él tiene novia, así que podría estar enamorado, pero no de mí —le aclaré con voz tensa.
Ante la mirada fulminante de Asher al otro lado del lugar, inesperadamente, mi compañero de baile se inclinó más hacia mí y acercó su cuerpo hacia el mío, de manera que, con su brazo en mi espalda y su boca junto a mi cuello, parecía que estábamos a punto de besarnos.
—Voy a hacerle rabiar, se lo tiene merecido —susurró él contra mi oído.
—¿A qué te refieres?
—Voy a demostrarle que no le perteneces —respondió, mirándome con una sonrisa maliciosa.
Me sentí desorientada cuando sus manos se deslizaron por mis costados con descaro hasta posarse en mis caderas.
No pude resistir la duda y me abracé a su cuello para mirar por encima de su hombro a Asher, quien efectivamente mantenía su mirada penetrante enfocada en nosotros.
A pesar de la distancia, en sus ojos vi dos llamas azules muy irritadas, encendidas en fuego.
¿Acaso era a mí a quien estaba mirando de esa forma? ¿Era verdad que estaba celoso de Tyler?
Hasta ese momento, distinguí que sujetaba en su mano una copa de cristal. Al mirarlo con detenimiento descubrí que sus dedos estaban tan crispados en la copa que parecía que iba a hacerla estallar en cualquier momento.
De la nada, Tyler inclinó su cara hacia la mía como si realmente se dispusiera a besarme, pero se detuvo a escasos centímetros, justo antes de llegar a mis labios.
—Yo sí podría enamorarme de ti, Elizabeth —confesó, con sus ojos fundidos en los míos.
Me quedé sin aliento, se me paralizó el corazón y tuve la impresión de que el mundo entero dejó de girar, porque para mí el tiempo se detuvo.
Era lindo que, aún sin conocerme, me dijera esas palabras tan francas, pero no pude evitar pensar que todo sería perfecto si Asher me viera de esa manera, si me quisiera, si me amara de verdad.
Por un doloroso momento, tuve la esperanza de que Tyler me hiciera olvidar a Asher, aunque fuera por un minuto. Deseaba sacarlo de mi cabeza, de mi corazón y mi alma, pero solamente me lastimaba al seguir intentándolo. Ya era tiempo de aceptar que nada ni nadie me haría olvidarlo.
—Tenemos que hablar, Beth —dijo una voz grave detrás de nosotros.
Tyler y yo nos detuvimos y volvimos la mirada hacia el chico que nos observaba con disgusto.
—Ven conmigo, debemos irnos —dijo Asher.
Antes de que pudiera comprender lo que iba a hacer, él cerró sus dedos alrededor de mi muñeca y, con un suave tirón, terminó apartando mis brazos del cuello de Tyler.
—Vámonos —musitó, malhumorado.
Sin darme tiempo de replicar absolutamente nada, se dio la vuelta y se abrió paso mientras sujetaba mi antebrazo. Yo tuve que seguirlo porque el agarre de su mano era implacable y firme. No parecía dispuesto a dejarme ir con facilidad.
Él ni siquiera me dio tiempo de despedirme de Tyler. Su actitud me molestó mucho, pero aguanté el coraje mientras atravesábamos la zona más ocupada del gran salón. Una vez que estuvimos cerca de la entrada, decidí terminar con su dominio.
—Yo aún no quiero irme —mencioné, soltándome de su agarre bruscamente.
Asher se volvió hacia mí con el cuerpo tenso y la mandíbula crispada. El enfado que emanaba de su mirada y su postura me provocó escalofríos por todo el cuerpo, pero no se lo demostré y me mantuve inalterable.
—Ya es tarde, le prometí a tu madre que...
—Le prometiste que me cuidarías, no que me controlarías. Desde hace un rato te has estado comportando muy raro —le fui clara y me crucé de brazos antes de continuar—. No entiendo qué demonios te pasa, pero será mejor que me lo expliques ya, porque estoy perdido la paciencia.
—Estás exagerando —dijo en tono neutro.
Una poderosa sensación de enfado me fue recorriendo las venas.
—Yo no soy ninguna exagerada. Simplemente digo lo que veo. Desde que llegamos aquí actúas diferente y haces cosas que no entiendo. Primero estás con tu novia, luego vienes a buscarme, después llega ella y te alejas. Yo intento irme y me sigues, y cuando intento pasarlo bien con otro chico, vuelves a estar pendiente de mí. Todo es demasiado confuso. Me confundes, quiero comprenderte, así que dime: ¿qué te pasa?
Asher endureció su expresión y negó con la cabeza.
—No me agrada que permitas que se te acerque tanto un tipo que no conoces —pronunció con irritación.
—Solamente estábamos bailando, no hay nada de malo en eso.
—Ese chico se estaba aprovechando de la situación, he podido verlo —repitió con la furia contenida en la voz.
—Yo no he notado nada porque entre él y yo no ha pasado nada, entiéndelo ya.
La expresión tensa con la que me miró me dejó en claro que me quería lo más lejos posible de ese chico.
—No mientas, vi que estaba a punto de besarte —musitó entre dientes, muy enfadado. De repente, su semblante se tensó y sus ojos se ensombrecieron. Fijó sus ojos fríos en los míos y no me gustó lo que vi en ellos—. ¿Pensabas permitir que lo hiciera, Elizabeth?
La sospecha oscureció sus ojos. La indignación invadió todo mi sistema y sentí el repentino impulso de darle un empujón fuerte por atreverse a pensar mal de mí.
Di un paso hacia él y lo escruté con la mirada.
—Sabes perfectamente que nunca lo permitiría —le espeté con voz áspera.
Sus cejas se hundieron cuando frunció el ceño y se inclinó hacia mí. La tensión irradiaba de su cuerpo.
—¿Acaso crees que...?
Sin esperarlo, Tyler hizo su aparición a nuestro lado.
—¿Todo bien, chicos? —preguntó, dándole unas palmaditas en la espalda.
Quise decirle que no era el mejor momento para mostrarse amigable con Asher.
—No es algo que te importe —masculló Asher, serio.
—Lamento interrumpirlos de este modo —dijo Tyler al mismo tiempo que daba un paso hacia mí.
Los ojos azul eléctrico de Asher brillaron cuando Tyler colocó su mano en mi brazo. En el preciso instante en que me tocó, el calor abrazó mi piel, provocándome un escalofrío.
—Venía a despedirme de ti, Elizabeth.
Me sonrió con calidez y yo le devolví la sonrisa.
—Nos veremos en la academia, supongo —le hablé con amabilidad.
—Claro que sí. He venido de intercambio y estaré en la academia hasta finales de curso.
No me esperaba esa confesión, pero me alegró saber que esa no sería la única ocasión en que lo vería. A diferencia de mí, a Asher no le terminó de agradar la llegada de Tyler a la academia.
Él cruzó los brazos sobre su pecho, una postura que hizo que sus bíceps se tensaran. Se quedó mirando a Tyler con el semblante impasible.
—Es genial que vayas a quedarte —exclamé entusiasmada.
—Pienso lo mismo que ella —espetó mi amigo con amargura.
Delante de él, Tyler imitó su posición y lo vi cruzarse de brazos antes de que le dirigiera una sonrisa tensa. Vi la parte inferior de un tatuaje que asomaba desde la manga de su camisa.
—Apuesto a que sí —dijo Tyler con detenimiento.
Tras ese momento cargado de tensión, rompieron el juego de miradas y pasaron a observarme a mí.
—Volveremos a vernos, Elizabeth —sus ojos me miraron con calidez—. Me ha gustado bailar contigo.
Le dirigió una breve mirada a Asher antes de inclinarse junto a mí.
—Queda pendiente lo de conocernos y volvernos amigos —murmuró él a mi oído.
Al ver que se apartaba y se enderezaba, le sonreí.
—Hasta luego —le dijo a Asher y, antes de volverse, me guiñó un ojo.
A los pocos segundos, vi a Tyler alejándose devuelta a la zona donde estaba dispersa una multitud de compañeros.
Cuando nos quedamos solos, Asher se colocó frente a mí y me bloqueó el campo de visión.
—¿Qué te ha dicho? —su voz se enronqueció varios tonos. No sonó molesto, pero tampoco tranquilo.
—Nada importante.
Oculté una sonrisa cuando vi que apretaba la mandíbula.
—Beth, por favor, habla conmigo —exhaló un suspiro de exasperación.
Le dirigí una mirada inexpresiva.
—¿Intentó besarte de nuevo? —preguntó con sequedad.
Su pregunta me hizo enfadar de nuevo. Lo miré con desaprobación, me volví para darle la espalda y, sin decir nada, comencé a avanzar.
—¡Beth!
Él intentó tomarme del brazo, pero avance abriéndome paso a empujones y lo dejé atrás.
Salí del salón de baile a pasos apresurados. Cuando iba bajando los últimos escalones de la elegante entrada, su mano me agarró el hombro, reteniéndome.
Fastidiada, levanté los hombros para deshacerme de su mano y me di la vuelta para mirarlo.
—¿Puedes dejar de actuar como un idiota? Me estás hartando.
—No era mi intención hacerte pensar que no confiaba en ti —su tono de voz fue escéptico—. No te enfades conmigo, Beth.
Suspiré con pesadez y sacudí la cabeza.
—No estoy enfadada, Asher —expresé con tranquilidad—. Simplemente, desconozco a este chico que tengo frente a mí. No me gusta que te comportes de esta manera.
Asher respiró profundamente para calmarse un poco.
—No lo haré más, te juro que así será.
Lo miré con suspicacia y desconfianza.
—¿Lo dices en serio?
—Hablo completamente en serio —afirmó casi desesperado—. Me preocupo demasiado por ti, no puedo evitarlo; últimamente me altero con facilidad, pero intentaré actuar de manera diferente. Yo... solo te pido que entiendas que no quiero que te pase nada.
—Lo sé —le aseguré, comprensiva—. No creo que tus intenciones sean malas, lo único que te pido es que te controles, que dejes de actuar tan sobreprotector. ¿Sabes? Ya hay muchas personas que piensan que tenemos un romance, no les des más razones para que se hagan ideas absurdas —dije y en mis labios apareció una sonrisa triste y apagada.
Asher soltó una carcajada corta y seca.
—¿Un romance entre tú y yo? Qué tontería —expresó entre risas.
Mis labios emitieron una risa carente de gracia.
—Sí, yo también pienso lo mismo, pero créeme que hay personas que lo piensan.
—¿Por ejemplo...? —me invitó a darle algún nombre.
—Piper Stevens, la chica con la que salías —fue la primera persona que me vino a la mente.
Todo indicio de gracia y diversión se esfumó de su rostro apenas mencioné su nombre.
—¿Te ha dicho algo? ¿Se ha acercado a molestarte? —su tono fue seco y frío, nada que ver con la voz risueña e irónica de momentos atrás.
Se notaba que no quería hablar de ella, y a decir verdad, yo tampoco quería hacerlo. Mostrándome impasible, me encogí de hombros.
—Ella cree que la dejaste por mi culpa, pero ya le he aclarado que si te perdió fue porque era una chica insufrible y fastidiosa.
Mi comentario le arrancó una sonrisa burlona y maliciosa.
—Bien hecho, me has salvado de tener que pasar cinco minutos con ella poniéndole las cosas claras.
Le sonreí y contuve la risa en mi garganta.
—Eres la mejor, Beth. Nunca dudas en decir lo que piensas, siempre eres honesta.
«No soy del todo honesta contigo, Asher. No te he dicho que me muero por ti y que me duele que no lo veas», pensé para mis adentros.
—Los mejores amigos no se ocultan cosas —exclamé.
Él se rió por lo bajo y extendió su mano para acariciarme la mejilla con dulzura. Mi corazón latió con fuerza dentro de mi pecho.
Necesitaba salir de ese lugar, tenía que escapar de allí de una vez por todas, desprenderme de ese sentimiento que él provocaba en mí.
Con las manos temblorosas, le sujeté el antebrazo para separar su mano de mi rostro.
—Asher, tienes que entrar a buscar a Liliana.
Su expresión se descompuso ante la mención repentina del nombre de su novia.
—Ve por ella, yo te estaré esperando afuera junto al auto.
Me giré y emprendí mi camino hacia el aparcamiento, sin darle tiempo para negarse o decir algo.
Al cruzar el jardín y estar fuera de su campo de visión, volteé y lo encontré volviendo sobre sus pasos para encontrarse con Liliana, quien acababa de salir del salón con una gran sonrisa en su cara de hipócrita. Vi que, al encontrarse, ella se lanzó a sus brazos y que él la recibió cariñosamente, abrazándola contra su cuerpo.
Me di la vuelta, sintiéndome furiosa conmigo misma. Me pasé la mano con frustración por el pelo ondulado y me mordí el labio inferior para reprimir el escozor en mis ojos y los sollozos en mi garganta.
Seguí caminando hacia el aparcamiento y solo me detuve cuando estuve oculta detrás de una camioneta de doble cabina. Me apoyé en ella e inspiré hondo en un intento desesperado de tranquilizarme y apaciguar mis emociones.
Cerré los ojos y me froté los brazos al percibir el ambiente frío. Mientras inhalaba aire y lo exhalaba en respiraciones pausadas, un aire frío me rozó la cara. Lo sentí aún más helado porque mis mejillas ya estaban húmedas.
No sabía si lloraba porque me partía el corazón verlo feliz con ella o porque mencioné los rumores sobre nuestro supuesto romance y él se había reído con sarcasmo e incredulidad. Tal vez mi llanto se debía a esas dos cosas. Me hería saber que nunca ocuparía un lugar amoroso en su corazón, que siempre sería su amiga y no su novia. La parte dolida en mi interior quiso desprenderse de todo lo que me ligaba a él, pero la parte que lo quería se resistió.
Me sequé las lágrimas con enojo por pensar de esa manera.
«Lo amas y nunca dejarás de amarlo», susurró una voz para mis adentros, y me dieron escalofríos de solo pensar que él estaría permanentemente en mi corazón.
Me sentía abatida y abrumada, pero no me dejaría caer; no permitiría que Asher volviera a desestabilizar mis emociones.
Tal vez el amor que le tenía no se acabaría nunca, pero mis esperanzas en un nosotros ya se estaban desvaneciendo para siempre.
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