Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

♡ 30

ASHER

Esa noche, al llegar al bar y adentrarme en el estacionamiento, encontré un espacio libre y aparqué el coche de mi padre en ese sitio. Al apagar el motor, me bajé y fui a abrirle la puerta a Lina. Tal como le había prometido, había pasado por ella y ahora veníamos juntos a la reunión con mis amigos.

Ella me tomó del brazo y yo le rodeé la cintura mientras caminábamos hacia la entrada. Después de mostrar nuestras identificaciones, los guardias nos permitieron el paso. Atravesamos juntos el pequeño pasillo bañado de lámparas con luces fosforescentes.

A continuación, bajamos unos escalones y estuvimos dentro del bar más popular de la zona. Ese establecimiento contaba con dos pisos: en el piso superior había mesas repletas de gente, mientras que en el piso inferior había sofás relucientes de cuero rojo con mesillas de vidrio en el centro. Había reflectores distribuidos por todo el techo y, en el centro, de todo se encontraba la pista de baile repleta de parejas que se dejaban llevar por la música frenética que se reproducía en las enormes bocinas que parpadeaban al ritmo explosivo de la melodía.

En el extremo más cercano se encontraba la zona del bar, donde los bartenders atendían a los clientes y les servían toda clase de bebidas alcohólicas.

No me llevó mucho tiempo ubicar en qué sitio se encontraban mis compañeros. La mesa más cercana a la cantina de cristal ya estaba ocupada por ellos, quienes también venían acompañados de sus novias o de sus recientes conquistas.

Agarré la mano de Lina y la guíe entre la multitud para no perderla de vista ni un solo momento. A pocos metros de distancia, los chicos se percataron de mi llegada; entre ellos, visualicé también a mi amigo Max.

—Pero miren quién se digna a aparecer —mencionó uno de ellos con ironía.

—Y vaya manera de aparecer... Ya veo el motivo de tu retraso, vienes con una deslumbrante muñequita —expresó Joel, el más mujeriego e indiscreto de todos.

Lina no se avergonzó ni se sintió incómoda por ese comentario; ella simplemente les sonrió y me sostuvo los antebrazos para invitarme a abrazarla por la cintura. Yo la rodeé y apoyé mis manos en su abdomen plano antes de desplazar la mirada hacia los demás.

—Ella es Lina, chicos, llevamos dos semanas saliendo —les dije, y ellos se presentaron también con mucha amabilidad.

Al llegar el turno de Max, él simplemente soltó:

—Yo soy Maximiliano, amigo y compañero de Asher. ¿Él te ha hablado ya de su mejor amiga, Elizabeth? Se suponía que ella vendría esta noche; es alguien muy importante para todos nosotros, pero sobre todo, es importante para él.

A mitad de su discurso, deseé poder empujarlo y decirle que no se metiera con ella, pero tuve que controlarme y solamente le dediqué una mirada fulminante y severa.

Él fingió no darse cuenta de mi reacción y se llevó la copa a la boca para beber un sorbo de vino. Qué gran idiota.

Para mi gran sorpresa y la de Max, Lina respondió con mucha tranquilidad.

—Conozco a Lisa, me he dado cuenta de que es una chica encantadora y agradable, y estoy enterada de lo importante que era para Asher que ella viniera esta noche —confesó, dirigiéndome una breve mirada. Elevó su mano hasta mi cuello y me acarició la piel con mucha suavidad—, Pero ya le he dicho a mi chico que comprenda que ella también tenía planes con alguien más y que no podía cancelarlos.

Max y mis compañeros de equipo se quedaron impactados; algunos de ellos se miraron entre sí, sorprendidos y asombrados. Tenía la impresión de que todos me observaban como si esperaran que dijera algo o reaccionara de algún modo, pero para sorpresa de todos, me mantuve impasible y tranquilo.

—¿Nuestra admiradora número uno está saliendo con alguien? Díganme que estoy alucinando —expresó Federico, el miembro más joven del equipo.

Varios de ellos compartieron su opinión con un asentimiento y bebieron de sus copas de vino, aún incrédulos.

—La chica dice la verdad —dijo Max, rompiendo el silencio inesperadamente—. Si no me creen, pregúntenle a él —me señaló con el dedo índice antes de agregar—: Asher ya conoce al chico y él lo aprueba.

Entrecerré los ojos en su dirección y capté de inmediato la atención fija de los demás.

—Joder, joder, jodeeer... Nuestro jugador estrella ha permitido que otro que no sea él esté cerca de la adorable Eli —soltó Dereck.

—Creí que este día jamás llegaría, chicos, es realmente sorprendente —afirmó Evan con cara de pasmo.

Los demás se rieron a carcajadas al compartir una mirada cómplice grupal.

—¿Qué les sorprende tanto, chicos? —preguntó Lina, con los ojos brillantes de interés.

Max me miró desde su lugar en el sofá con una sonrisa triunfal y cínica. Su confianza no presagiaba nada bueno.

—¿Se lo decimos?

—Ella está con Asher, no pasa nada si se entera, total, acabamos de descubrir que estábamos equivocados.

Fruncí el entrecejo y observé las expresiones risueñas de todos, pero me molestó más esa sonrisa de suficiencia que reflejaba la cara de Max.

—Escucha muñeca... Hablamos de algo que siempre hemos sospechado... Verás, nosotros creíamos que un día Beth y Asher terminarían juntos.

La expresión desencajada de Lina confirmó que ella no se imaginaba nada parecido a eso; era como si en su mente nunca hubiera pasado la idea de que entre Beth y yo pudiera surgir algo. El más sorprendido fui yo, porque casi todas las chicas con las que salí hasta el momento pensaron en algún momento que nosotros estábamos enamorados, pero ella no. Lina no consideró esa posibilidad hasta ese instante.

Me enfadé con todos mis compañeros por haber soltado esa gran tontería delante de ella.

Al dirigir mi mirada a Max, lo encontré sonriendo de oreja a oreja. Entendí que lo había planeado desde el principio, no me cabía duda.

Rápidamente, coloqué las palmas sobre sus brazos descubiertos y le susurré al oído:

—No los escuches, Lina, ellos están bromeando.

Ella asintió y les dirigió a todos una débil sonrisa.

—Lamento decir que se equivocaron, los he visto juntos y el cariño que se tienen es únicamente de grandes amigos —les aclaró ella con firmeza.

—Yo sigo teniendo mis dudas —farfullo Max por lo bajo.

Uno de mis compañeros se levantó de su lugar y nos ofreció un par de copas de cristal con lo que parecía vino.

—Dejemos el tema, chicos, aquí lo único seguro es que nuestro líder vino acompañado de esta hermosura y todos estamos aquí para celebrar —expresó Joel, muy emocionado. Fue el primero en extender su copa hacia el centro de la mesa—. Brindemos juntos porque acabamos de entrar en la liga estatal.

Todos sonrieron muy alegres, soltaron un grito animado y chocaron sus copas entre sí. Me uní a ellos inclinándome hacia delante. Después de brindar, todos bebimos de nuestras copas, superados de felicidad.

Al terminar el contenido de mi copa, los chicos insistieron en volver a servirme de una botella costosa que seguramente habían pedido en la cantina. Yo me negué, teniendo claro que debía llevar a Lina a su casa en un rato y no quería conducir en estado de ebriedad, pero como era de esperarse, ellos insistieron y ya no pude negarme. Cuando llenaron la mitad de la copa, finalmente cedí y acepté el trago. Tras un rato de risas y largas conversaciones, las acompañantes de mis amigos se levantaron de los asientos y se dirigieron a la pista de baile. Una de ellas invitó a Lina a unirse, y ella me dedicó una radiante sonrisa coqueta, luego se paró de puntillas para darme un beso fugaz en la boca y, al separarse, se volvió para ir detrás de las chicas.

Al quedarnos solos, chocamos nuestros vasos en grupo y nos tomamos el whisky de un trago. El sabor amargo me quemó la garganta, pero fue refrescante y pronto deseé beber más.

Necesitaba liberarme de mis propios pensamientos, y no había un remedio más efectivo que ese, así que comencé a beber tragos de whisky, Ron, y distintas combinaciones de vino y terminé mezclándolo todo con un vaso de cerveza.

Ya había perdido la cuenta de cuántos tragos había inducido en mi cuerpo. A pesar de que mi mente volvía a recordarme que debía parar, mi cuerpo me desobedecía y seguía emborrachándome.

Aquella celebración pronto se convirtió en una borrachera en grupo; mis amigos bebieron sin control, dejándose llevar por la euforia y la emoción del momento. Solo uno de nosotros fue lo suficientemente razonable para no dejarse influir por los demás, y ese fue Max. Al principio bebió algunas copas con nosotros, pero después no consumió nada más.

Quise ser tan fuerte como él y detenerme, pero de pronto me vino a la cabeza el recuerdo de mi discusión con Beth en el campo y volví a evocar todos los malos momentos entre nosotros. Me sentí terrible porque ya eran muchas las veces que las cosas habían terminado mal.

Sacudí la cabeza desesperadamente, con la intención de olvidar todo lo que me la recordara. Me tomé el último trago de cerveza e hice una mueca amarga al sentir cómo el líquido se deslizaba a lo largo de mi tráquea.

Hasta ese instante, Lina no había vuelto, a pesar de que tres de las chicas ya habían regresado y se habían sentado sobre el regazo de mis compañeros. Miré de reojo en su dirección y me sentí asqueado al encontrar a las parejitas besándose efusivamente, ocultas en la oscuridad; sus rostros solamente estaban iluminados por la luz azul y roja de las lámparas adheridas al techo.

La incomodidad que experimenté al encontrarme rodeado de esas demostraciones afectivas me obligó a levantarme de la orilla del sofá para dirigirme hacia alguna otra parte donde no tuviera que preocuparme por voltear hacia el lugar incorrecto.

Me dirigí a pasos tambaleantes hacia la barra principal de la cantina y me aferré con fuerza al borde de la encimera cuando un mareo potente amenazó con derrumbarme al suelo.

Tras algunos segundos de absoluta desorientación, abrí de nuevo los párpados y sentí que el mundo me daba vueltas, así que, para evitar cualquier situación comprometedora, decidí tomar asiento en uno de los taburetes libres.

Una vez que estuve seguro de que no me caería, me solté de la barra y apoyé los codos en la parte superior. Mis labios se entreabrieron y de mi boca salió un suspiro entrecortado que me dejó sin aliento. Acabé metiendo la cabeza entre mis antebrazos y entrelacé las manos en mi cabello alborotado, agotado de tanto pensar, de tanto sentir y de tanto ocultar.

Cuando me puse cómodo en la barra y quedé oculto de cualquier mirada curiosa, cerré los ojos e inspiré hondo. De improviso, las barreras invisibles se fragmentaron y mi mente volvió a viajar a lo que ocurrió esa noche en mi habitación. Todavía lo veía muy claro en mi cabeza y, solo de imaginarlo, sentía cómo mi cuerpo se tensaba y mi corazón volvía a agitarse.

Apreté los labios y negué con la cabeza una y otra vez, negándome a sentirlo, reprimiendo esas emociones que me consumían cada vez que la palabra "beso" iba ligada al nombre de Beth. Porque ese había sido mi error: besarla. De haberme contenido, todo pudo haber sido distinto, si la hubiera apartado, no me sentiría así de confundido y conmocionado.

Repentinamente, vi la silueta de alguien aproximándose y le rogué al cielo que no se tratara de Lina, porque todo mi ser estaba atravesando un momento de crisis emocional.

Al reunir valor, me atreví a voltear y descubrí que era Max quien se acercaba a la barra para hacerme compañía.

—¿Esperabas que alguien se acercara a hablarte? Porque ahora mismo estoy libre si necesitas que te escuchen.

Sin levantar la cabeza, enfoqué mis ojos inquisitivos en su dirección.

—¿Hablar sobre qué demonios? Yo no necesito nada —musité de mala gana, cerrando las manos en puños y tirando a su vez de las raíces del cabello que tenía enredado entre los dedos.

—Aparentas que sí. Créeme, no he venido aquí para juzgarte ni para burlarme de ti. Asher, soy tu amigo más cercano y estoy aquí ahora. Estaré disponible si deseas desahogarte por algo en cualquier momento o circunstancia, no lo dudes.

Sus palabras llegaron a mis oídos como ruidos lejanos que me resultaba difícil comprender. Definitivamente, el alcohol en mis venas ya me estaba adormecimiento la mente y el cuerpo.

—¿Pretendes que desahogue mis malditas penas contigo? Dime, ¿qué puedes saber tú de lo que siento o dejo de sentir? —inquirí con tono de fastidio.

—Tal vez no tengo idea de nada y no sepa una mierda de tu vida, pero te conozco lo suficiente para descifrar que algo te pasa desde hace días.

La preocupación en su voz era incuestionable; al menos estaba siendo honesto en esa parte de la conversación.

—Maldita sea, ¿tanto se me nota? ¿Crees que los demás sospechen que estoy hecho un jodido lío?

—A mi parecer, siempre has sido y seguirás siendo un experto en la mentira, así que probablemente los tienes engañados. Pero yo sí que detecto algo extraño, una actitud inusual en ti... Te noto nervioso últimamente ¿Ocurre algo? O permíteme expresarme mejor: ¿Ocurrió algo que me perdí? No lo sé, quizás algo referente a...

—Elizabeth —murmuré su nombre en un aliento pesado y abrumado.

—¿Discutiste con tu princesa o qué? ¿Es por ella que estás así?

Deslicé las manos sobre mi salvaje cabello oscuro y asentí con debilidad, ya cansado de contradecirlo. Para recuperar la voz, volví a inhalar aire y a exhalarlo precipitadamente.

—Sí, mi mente está confusa y revuelta por ella... Fue ella quien provocó este caos en mí, no sale de mi cabeza y está destruyéndolo todo. Ya no sé qué hacer para liberarme de...

Interrumpí mi voz cuando estuve a punto de soltar ese secreto tan oculto. Podía estar mareado y sentirme medio perdido bajo la influencia del alcohol en mi sistema, pero sabía perfectamente cuándo debía cerrar la boca.

La cuestión era: ¿cómo decirle a él que no me podía concentrar, no desde ese día que Beth y yo nos besamos?

En el asiento de al lado, Max me observó con los ojos entrecerrados de sospecha.

—Arriba el ánimo, hermano, acabamos de ganar un partido. No puedes dejarte caer solo porque está saliendo con otro.

Le lancé una mirada fría y hablé con la voz profundamente ronca.

—No es tan simple como eso, Max. Hay algo más; si lo supieras, entenderías mis razones para actuar y comportarme de esta manera. Joder... todo sería tan fácil si nada hubiera ocurrido, si no lo hubiera permitido.

Hablaba más para mí mismo que para dirigirme a él, murmurando en voz muy baja y decadente, pero tenía la certeza de que, aún con el volumen ensordecedor de los altavoces, él lograba oír todo lo que decía. Incluso se inclinó un poco más y me observó con el ceño fruncido.

—¿Qué fue lo que ocurrió, Asher? Para que pueda comprender la situación, hace falta que me des detalles y que te expliques con claridad.

—No lo soporto más, está grabado en mi mente y no se borra. Temo que ese recuerdo se quede permanentemente en mi memoria, porque si se queda, Max, estaré perdido —murmuraron mis labios. Mis dedos se habían quedado rígidos sobre mi cabeza, inmóviles y temblorosos.

Mi amigo intentó no perder la paciencia, a pesar de sentirse más confundido que nunca.

—¿Qué fue lo que permitiste? Si me lo dices, no se lo diré a nadie, tienes mi palabra.

No me sentí convencido de contárselo y me quedé callado, con la mirada fija en la nada.

—Vamos, no puede ser tan malo como parece. Puedes decirme cualquier cosa, nada me impresionaría tanto como enterarme de que ustedes se besaron y...

—Nos besamos —afirmé en un titubeante murmullo.

—¿Lo ves? Suenas tan convencido que casi me lo creo —bromeó Max a mi lado—, pero te juro que ya abandonaré la absurda idea de que la quieres y te gusta. Después de ver cómo reaccionaste hace rato, lo entendí y ya no te molestaré más con el tema.

Ante su falta de comprensión, perdí los estribos y me volví de manera brusca en su dirección. Estaba decidido a decirle la verdad. No pretendía sonar enfadado ni disgustado, pero me resultó imposible conservar la calma, así que al hablar, estallé.

—¿De qué manera quieres que te diga que sucedió y que no es ninguna estúpida broma? De verdad he besado a Beth y ella me ha besado a mí, pero... —sacudí la cabeza y me reí sin gracia—, probablemente no esté enterada de eso.

La cara de Max mostró gran desconcierto.

—¿Qué intentas decir? ¿Se besaron o no se besaron? Y de ser así, ¿por qué Beth no lo recordaría? —me preguntó con las cejas arqueadas, confundido.

—Ella me besó, Max —confesé en un susurro ronco—. El día que fuimos a buscarla a la mansión de la playa, la encontré con Reagan y discutimos, pero algunas horas más tarde volvimos a encontrarnos y ella accedió a que la llevara conmigo. Incluso te pedí las llaves del auto de tu hermano, ¿lo recuerdas?

—Lo recuerdo, sí.

—Pues esa noche no la llevé a su casa. Yo... pensé que lo mejor sería llevarla a la mía porque ella había bebido más de la cuenta y...

—Asher, estás divagando. Ve al punto.

Lo miré con expresión vacilante.

—La llevé a mi habitación y, cuando creí que estaba dormida, me volví para cruzar el pasillo hacia la habitación de invitados, pero ella me pidió que me quedara.

La expresión de Max se tornó de lo más divertida e impaciente.

—Maldición, es inaceptable que no me lo hayas contado antes, a mí, que siempre quise verlos juntos... Anda, cuéntame qué pasó, necesito escucharlo.

Para mi gran extrañeza, Max sí que parecía muy entusiasmado e interesado en el asunto. Entorné los ojos y desvié la mirada hacia mis manos entrelazadas mientras continuaba confesándole lo ocurrido.

—Me quedé con ella y, a los pocos minutos, me convencí de que ya estaba dormida, así que fui a recostarme en el otro extremo de la cama. Cuando el sueño me estaba venciendo, ella, inesperadamente, acortó la distancia y se inclinó a besarme.

—¡Jodeeer! Vaya novela romántica que se han montado ustedes dos; yo le pondría el titular: Los mejores amigos secretamente enamorados —y sonrió ampliamente antes de darme varias palmadas en la espalda—. Si la historia de ustedes dos fuera una novela, la leería.

Lo miré con el semblante serio y apreté los labios, furioso conmigo mismo por no sentirme capaz de aclararle que entre Beth y yo nunca habría ninguna historia de amor.

En cierto momento, Max se percató de un detalle que había pasado por alto. Al voltear, me crucé con su ceño fruncido.

—Solo hay algo que no entiendo: si dices que ella se lanzó a besarte... ¿cómo es que no lo sabe?

Solté un resoplido cargado de amargura y me pasé las manos sobre el rostro antes de responderle.

—Beth estaba muy borracha, así que a la mañana siguiente no lo recordaba y yo no quise decir nada porque ya suficiente tensión me ha provocado a mí. No quiero que ella atraviese por esta situación en la que no sepa qué sentir ni qué expresar.

Aparentemente, a él esas palabras le sonaron a excusas inválidas.

—¿Se lo ocultaste? ¿Eres idiota o qué demonios te pasa? No puedes esconderle algo tan importante, algo que podría cambiar para bien su relación. ¿Te das cuenta de que ella no estaría ahora mismo con ese chico Alan si tú le hubieras hablado con la verdad?

Su voz se escuchó alterada y demandante; me sonó como un reproche.

—No se lo dije porque no significó nada, ese beso no debió pasar. ¿Acaso no ves lo afectado que me siento? No quiero que ella se sienta igual de culpable y molesta consigo misma.

—Te afecta porque te importa, te afecta porque sí significó algo... despertó sentimientos en ti que no creías poder sentir y ahora solo intentas pretender que la ves como una amiga, cuando lo que en verdad deseas es estar con ella —puso énfasis en sus últimas palabras.

Apreté los labios y cerré los puños. Mi cuerpo se puso tenso y mi mandíbula se contrajo de enfado.

—Beth no se puede enterar de esto, así que espero que mantengas tu palabra y no le cuentes lo que sucedió a nadie, y mucho menos a ella —le hablé con frialdad y sequedad, dándole a entender que no lo escucharía.

Mi terquedad le colmó la paciencia y se terminó incorporando en un movimiento brusco. Antes de darse la vuelta, sentí el peso de su mirada a mis espaldas.

—Haz lo que quieras, ocúltale la verdad y sigue negándote a quererla; en algún momento vas a arrepentirte de no habérselo dicho y el único que va a salir perdiendo serás tú.

No esperó una respuesta y se fue directo a la mesa que ocupaban nuestros compañeros.

No le encontré ningún sentido a ir tras él para convencerlo de que estaba equivocado. Simplemente, me quedé allí sentado, sintiéndome derrotado.

Al cabo de varios minutos, le pedí un trago al bartender que atendía detrás de la barra. De inmediato, se dio a la tarea de prepararlo, y una vez que estuvo listo, me lo ofreció. Al tomarlo, me quedé observando el contenido, pensativo.

La niebla borrosa se disipó dentro de mi cabeza y mi mente recayó una vez más en el abrumador recuerdo de nuestras bocas fundiéndose en armonía. Retuve el aliento en mis pulmones y sentí cómo mi corazón se paralizaba impulsivamente, provocando en mi pecho un ardiente chispazo. Lo interpreté como una necesidad latente de volver a verla, de volver a tenerla cerca para repetir ese beso.

En un movimiento desesperado, me bebí el trago y pedí otro más para adormecer de nuevo mi traicionera mente.

El alcohol no me hizo efecto de inmediato, pero estaba decidido a sacarla de mi cabeza de cualquier manera.

Logré desprenderme de ese recuerdo durante breves segundos; sin embargo, de una inexplicable forma, las imágenes volvieron a parpadear en mi cabeza con mayor intensidad.

Sosteniendo una copa en la mano, a milímetros de mis labios, recordé detalladamente el beso con Beth, el apasionante roce de nuestras bocas y las intensas emociones que su contacto despertó en mi cuerpo y en mi ser. A pesar de esforzarme por olvidarlo, no conseguí dejar de atormentarme con esas imágenes durante lo que me parecieron horas.

Cuando ya no pude soportarlo más, me propuse desprenderme de todo lo que me la recordara y, para ello, le presté atención a ella.

Lina ya había regresado a la mesa y, al no encontrarme, había comenzado a mirar en todas las direcciones posibles, hasta que sus impresionantes ojos azules me enfocaron bajo la deslumbrante luz de los reflectores.

Ella vino hacia mí y, en cuestión de segundos, la tuve justo a un lado.

—Así que aquí estás. Por un momento creí que ya te habías ido, igual que tu amigo... Max. Lo vi salir del bar hace unos veinte minutos. ¿Sabes por qué se fue?

Me limité negar con la cabeza, manteniendo la mirada baja y perdida.

—No tengo idea de a dónde se ha ido —le dije con la voz arrastrada y ronca.

—Bueno, ya te enterarás mañana —se encogió de hombros y se acercó un poco más a mí.

Mis pensamientos se detuvieron en el instante en el que sentí sus piernas rozar mis rodillas. Mi cabeza se levantó poco a poco hasta que mis ojos buscaron los suyos.

—Creí que estábamos aquí para divertirnos y festejar, pero tú llevas emborrachándote toda la noche —sus manos frías me acunaron el rostro y elevaron mi mentón para mirarme fijamente a los ojos—. Dímelo ya, ¿de quién intentas olvidarte?

Para no responder a su pregunta, puse en práctica mi estrategia de seducción. De forma provocativa, me mordí el labio y la tomé de la cintura para acercarla más a mí. La senté sobre mi regazo; una vez que estuvimos en esa posición, apoyé una de mis manos en su cuello y la otra la coloqué sobre sus piernas. De manera atrevida, comencé a deslizar los dedos sobre su piel suave y solamente detuve mi recorrido al llegar al borde del vestido rojo que se ajustaba a su escultural cuerpo.

Deslicé mis labios sobre su cuello, ascendí a su mandíbula y no detuve mi recorrido hasta que mi boca quedó a milímetros de su oído.

—¿De verdad crees que estaría pensando en otra cuando tengo aquí a una mujer irresistible y atractiva? —murmuré con la respiración entrecortada.

Vi la sonrisa en su rostro cuando pronuncié esas palabras. Sentí sus manos deslizarse hacia mi cuello, viajar hacia mi nuca y posarse en la parte posterior de mi cabeza; sus dedos entrelazándose y enredándose de cualquier manera entre mis cabellos.

Eché la cabeza hacia atrás, seducido por su tacto delicado. Las caricias de sus dedos en mi nuca me tenían hipnotizado; su cercanía me embriagaba de calor y deseo, un deseo urgente de acabar con la distancia entre nuestros labios para capturarlos y saborearlos con deleite.

Sus labios rosados se entreabrieron ante mi atenta mirada y la escuché susurrar mi nombre en un tono dulce y seductor. Ella se inclinó, y la sentí aún más cerca; en un segundo, nuestras narices y frentes se rozaron.

Levanté la mano que tenía apoyada en su rodilla, la coloqué sobre su rostro y comencé a acariciar sus suaves mejillas. Sin embargo, como si se tratara de un sueño que se convertía en pesadilla, volví a pensar en Beth y una parte de mí deseó con intensidad que fuera ella la chica a la que estaba tocando.

Las imágenes de los besos que compartimos volvieron a dar vueltas en mi cabeza y provocaron que mi corazón latiera fuera de control. Mi lado racional intentó expulsar ese recuerdo de mi mente, pero este mismo parpadeaba en mis pensamientos de forma intermitente, decidido a quedarse para volverme loco.

Lina tiró de mí hacia ella y me acarició la nuca antes de unir sus dulces labios a los míos y ofrecerme un beso que nos dejaría a ambos sin aliento. Agradecí internamente que Lina tomara la iniciativa. Me perdí en su beso, me disolví en sus caricias y en el roce de su piel contra la mía.

Sin detenerme a pensarlo, envolví mis brazos alrededor de su cuello y le devolví el beso con ansias. Una de mis manos presionó su cuerpo contra el mío y, en breves segundos, la tuve pegada a mi pecho. Ninguno de los dos quería detener ese beso ardiente. Suspiré extasiado cuando ella separó su maravillosa boca de mis labios para recuperar el aire.

—Me gustaría que me presentaras como tu novia, Asher —me dijo ella sin aliento, aferrando sus brazos a mi cuello.

—¿Cómo dices?—mi voz salió ronca y dudosa.

Ella dejó escapar un suspiro de exasperación y recorrió mi pecho con sus dedos, luciendo irresistiblemente tentadora y seductora.

—Que me gustaría que todos se enteraran de que somos pareja. Novio y novia. ¿Qué opinas, cariño? —me propuso con una asombrosa sonrisa.

—No me conoces en absoluto, ¿te gustaría andar con alguien que no conoces?

—Lo de conocernos podemos arreglarlo —exclamó ella en un tono sensual y provocador.

De improviso, me dejó un suave beso en la mandíbula, e inició un camino de besos que recorría desde mi garganta hacia mi cuello. Luego, regresó al mentón y subió lentamente sus labios a los míos para mordisquearlos con suavidad. Al final, agregó con una voz extremadamente sexy y sensual:

—Yo estoy ansiosa de conocer cada parte de ti. ¿Tú no estás ansioso de tenerme solo para ti?

Mis labios se curvaron en una malévola y depredadora sonrisa.

—No querrás saber lo que estoy pensando hacer contigo, belleza —presioné mis labios en los suyos y, entre besos, añadí ansiosamente—: Quiero tocarte, quiero recorrerte, devorarte con mis labios, explorarte con mis manos y complacerte con caricias... en algún lugar privado.

La insinuación fue bastante clara en mis palabras y ella se sintió fascinada al ser consciente del deseo que despertaba en mí.

—Te concederé cada uno de tus deseos, cariño —susurró, con los ojos resplandecientes de deseo—, Pero antes tenemos que salir de aquí —sus dedos me acariciaron la mandíbula mientras añadía—: Es una fortuna que afuera esté tu coche.

—Vámonos, no hay tiempo que perder.

Los dos nos levantamos, yo la rodeé por la cintura para mantener su cuerpo sensual pegado al mío. Me volví para pagar la cuenta y le pedí al chico que no me devolviera el cambio.

Lina y yo compartimos una mirada juguetona y significativa mientras avanzábamos a través de los espacios repletos de gente. Ni siquiera pensé en despedirme de mis amigos, porque lo único que necesitaba con urgencia era salir de allí y llegar al auto que estaba estacionado afuera.

Al meternos dentro del auto, comenzamos a besarnos apasionada y desenfrenadamente. Mientras yo le bajaba el cierre del vestido, ella me desabrochaba la camiseta. En esa situación, creí que ese podía ser mi refugio, porque solamente besándola y acariciándola conseguía olvidarme de todo lo demás.

Ella movió la palanca del asiento para acortar más el espacio entre nuestros cuerpos ardientes de contacto y, en un movimiento apresurado, consiguió sentarse a horcadas encima de mí. Al sentir su cuerpo amoldado al mío, ya no pude contenerme más y mis manos comenzaron a regar caricias por todo su cuerpo, mientras mis labios presionaban los suyos con urgencia y desesperación.

Esa noche, nuestros cuerpos se exploraron con frenesí; nos sumergimos de lleno en el deseo y en la atracción que electrizaba el ambiente. Nos fundimos entre caricias traviesas, besos apasionados y ardientes, dejándonos llevar por esa urgencia de tenernos plena y completamente.

Enrollarnos en el auto fue liberador y embriagador para mi mente. Finalmente, conseguí olvidarme de los besos de Beth y pude disfrutar de las caricias y los besos encendidos en fuego que me ofrecía Lina. Ya no hubo más en que pensar, hasta que escuché que mi subconsciente me susurraba: «Nunca será lo mismo, porque los labios de Beth han capturado todos tus sentidos y se llevaron una parte de ti. Tienes que admitir que, desde esa noche, sus besos son un delirio anhelante que tu boca no olvida. Sabes que es peligroso y arriesgado, pero la anhelas y esperas silenciosamente que ella pueda sentir lo mismo, porque solamente así será posible que sus labios vuelvan a juntarse.»

Forcé a mi cuerpo a ignorar aquellas voces negativas y alarmantes que tiraban de mí y me querían obligar a detenerme. Sin embargo, no me dejé dominar y continué inmerso en ese juego peligroso. La advertencia estuvo presente todo el tiempo, pero yo no quise verla.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro