
♡ 27
BETH
La tercera clase del día era Literatura. Para abordar el tema, el profesor nos pidió ir a la biblioteca a investigar en las enciclopedias sobre la historia de la escritura a partir de los años 1900, motivo por el cual estábamos todos los alumnos del grupo dispersos en las mesas de la biblioteca, rodeados de montones de libros.
Mientras Mel y yo realizábamos el trabajo escrito, le conté que me había cruzado con Reagan en el patio y le hablé de las tonterías que dijo el muy idiota. Ella estuvo de acuerdo conmigo cuando le conté lo que hice y me sugirió que la próxima lo amenazara con decirle a Asher que me estaba molestando porque, según ella, el capitán del equipo de baloncesto le temía al gran quaterback del equipo de fútbol americano. Yo no me lo creí porque la última vez que se encontraron cara a cara, ambos se trataron con la misma rivalidad, pero no dije nada al respecto.
Continuamos hablando e intercambiando ideas acerca de nuestro trabajo cuando, de pronto, Mel se quedó callada y clavó sus ojos en algo que estaba fuera de mi campo de visión, ya que miraba por encima de mi hombro.
—¿Mel? ¿Me pasas ese libro? —le pedí, pero no me escuchó porque estaba muy concentrada observando algo.
La curiosidad pudo conmigo; me volví para seguir su mirada y me di cuenta de que Asher acababa de aparecer, y, por supuesto, iba acompañado de su gran amigo Max.
Max le indicó que podían acomodar sus libros sobre una mesa libre, y eso hicieron. Max se sentó en un lugar de espaldas a nosotras, pero Asher no; él se instaló delante de Max, es decir, mirando en nuestra dirección, pero hasta el momento no había notado que estábamos allí.
Vi que sacó un cuaderno de su mochila y tomó un lapicero de la mesa para comenzar a escribir en una hoja en blanco.
De manera inesperada, su atención se dirigió hacia nosotras, como si sintiera mis ojos puestos en él. Fue como ver en cámara lenta cómo levantaba la cabeza para mirarme con sus hermosos ojos azules y sonreírme. Me quedé congelada y mi mano dejó de moverse sobre la hoja de mi cuaderno, porque mi cabeza no podía prestar atención a nada que no fuera ese magnífico chico que, con una sonrisa, me hacía olvidar al mundo entero.
—¿Qué pasaría si te propongo que hagamos algo para comprobar cuánto le interesas a Asher?
Al escuchar la voz de Mel a mi lado, mi atención regresó a ella. Mi confusión era mucho mayor que nunca.
—¿De qué hablas? —cuestioné con el semblante serio.
—¿Cuánto apuestas a que no tardará en reaccionar apenas mencionemos tu encuentro con Alan?
Fruncí los labios al entender por qué camino iban sus palabras.
—Ya no somos niñas para comportarnos de esa manera, Mel. Además, ya sabes lo que pienso, es mejor que él no se entere de nada.
Mel me dirigió una mirada insistente y suplicante.
—Vamos, no me digas que no te mueres por hacerle sentir aunque sea un poquito —entrecerró sus ojos y minimizando con sus dedos, añadió—, que no es el centro de tu vida. ¿De verdad no quieres ver su cara cuando le digas que un muchacho te invitó a salir? Apuesto a que sí.
En el momento en que ella sacó el tema de la cita, lo admitiré, si lo consideré y me sentí tentada de averiguar qué pensaría Asher al respecto, pero no podía comportarme así; estaría muy mal de mi parte alardear sobre el tema, siendo consciente de que él me escuchaba.
Le di vueltas a la idea en mi cabeza y analicé todas las probabilidades. Tal vez... por una vez podría hacerle dudar, conseguir que se cuestionara sobre lo que había entre nosotros; quizá aún había una posibilidad de que, en el fondo, él sintiera algo más que cariño por mí. No estaba segura de ello, pero decidí arriesgarme igual.
Me aclaré la garganta y enfoqué la vista en mi cuaderno, fingiendo que escribía y resumía la información del libro que reposaba bajo mi antebrazo.
—¿Recuerdas al chico del cine? El que chocó conmigo cuando fui a comprar las palomitas.
Mi tono fue un poco más elevado de lo necesario, pero supe de inmediato que Max y Asher, al encontrarse a menos de dos metros de distancia, pudieron escuchar cada palabra.
Mel no tardó en entender que había accedido a su propuesta y me siguió el juego, luciendo completamente orgullosa de haberme convencido de esa locura.
—¿Te refieres al atleta con cuerpazo, ese que no te quitó la mirada de encima en toda la película? —exclamó con asombro.
—Sí, el mismo —respondí con una amplia sonrisa en la cara.
—¿Qué ocurre con él?
Supe que debía decirlo cuando ella me dedicó esa mirada que me hizo entender que Asher ya no nos quitaba los ojos de encima.
—Me llamó al celular ayer por la noche y me invitó a salir.
Listo, había soltado la bomba, aunque, a decir verdad, había modificado los hechos para hacer de la escena algo más interesante e insinuante.
—¿Te propuso salir? No me lo creo, dame detalles, no, detalles no, mejor dime que le respondiste que sí. Dime la verdad, ¿van a salir juntos? —la emoción en su voz era realmente creíble, nadie notaría que todo era un invento nuestro.
—Le dije que... lo pensaría, pero tú sabes lo mucho que me costó decidirme porque todavía no lo conozco y, aunque me agrade, no estoy segura de nada —agaché la cabeza entre mis manos y me mordí el labio inferior con fingida indecisión.
Mel apoyó su mano sobre mi hombro, como si tuviera la intención de reconfortarme.
—Ese ya es un avance. Tú, que siempre te niegas a salir con cualquier tipo, ahora acabas de dar un gran paso. Bien hecho.
Hice una mueca y fruncí los labios, todavía oculta de cualquier mirada de sospecha. Al levantar la cabeza, puse mi mejor cara de chica ilusionada.
—Al despedirnos afuera del cine, él me dio un beso en la mejilla. Fue tan tierno que no pude decirle que no. Ya intercambiamos números; es solamente cuestión de tiempo que quedemos para salir. Me pongo nerviosa solo de pensarlo.
¡BOM! La bomba hizo explosión e impacto directamente en el objetivo. Al observarlo de reojo, capté algo: una reacción, la TAN esperada reacción.
No estuve segura de que segundos atrás hubiera estado mirándonos fijamente porque se le veía distraído en el celular, pero al escucharme, miró por encima del móvil, y sorprendentemente, lo vi repentinamente interesado en la conversación que mantenía con Melissa.
Su amigo Max le dijo algo en voz baja, pero Asher ya estaba tenso; se notaba en la inexpresividad de su rostro, en la rigidez de su cuerpo y, en especial, en su extraña manera de mirarme.
Su compañero volvió a hablarle y él se limitó a devolverle la mirada. Su mandíbula se contrajo cuando soltó algo incomprensible en voz baja, después, se reclinó en su silla con una sonrisa aparentemente forzada y centró su atención en el libro que sostenía en la mano izquierda.
Desde mi lugar, me incliné hacia mi amiga para susurrarle:
—Te dije que no iba a reaccionar de ninguna manera... no le intereso, esa es la verdad —la desilusión y decepción estaban grabadas en cada nota de mi voz.
—O tal vez se está conteniendo porque nos encontramos aquí y no puede armar un espectáculo en la biblioteca escolar, pero...
Negué con la cabeza y me incorporé de mi lugar porque sentía la repentina urgencia de estar sola.
—Me encuentro bien, de verdad —dije sin mucho ánimo, casi con frialdad—. Ya he terminado; voy a devolver estos libros a la sección de Lengua española.
Tomé los libros de la mesa y me dirigí hacia uno de los solitarios pasillos. Mientras avanzaba, sostenía los libros contra mi pecho y mantenía la cabeza agachada. Tenía tantos sentimientos reprimidos desde hacía tiempo que ya no podía más; quería llorar, quería desahogarme y sentir alivio en mi interior.
Me detuve junto al librero de la sección literaria y coloqué los libros en su sitio antes de deslizar mis dedos sobre varias docenas de cubiertas desgastadas de ejemplares antiguos. En cierto momento, noté que ya no estaba sola.
Él se puso a mi lado mientras yo tomaba algunos libros de los estantes, los contemplaba y hojeaba sus páginas antes de devolverlos a su lugar. Hice lo mismo varias veces porque aún no tenía el valor de girarme para enfrentarlo.
A diferencia de mí, Asher miró un instante la pared y, despacio, giró la cabeza hacia mí. Mi cuerpo se tensó y la sangre abandonó mis venas al descifrar aquella mirada ensombrecida.
—¿Tienes un momento?
Esa fue su pregunta tras algunos segundos de completo silencio.
Me volví lentamente y de inmediato sus profundos ojos chocaron con los míos. La intensidad que reflejaba el azul de sus ojos era hipnotizante.
Me miró un momento sin inmutarse y yo me mantuve silenciosa. Esperé ansiosa a que él hablara primero, porque quien vino directo a mí fue él.
—¿Por qué has venido hasta aquí?
—Quería verte y hablar contigo —respondió.
—¿Hablar sobre qué? —cuestioné, como si no tuviera ni idea de a qué se refería.
Tuve la impresión de que iba a decírmelo, pero, por obra mala del destino, alguien más apareció en el desolado pasillo e interrumpió nuestra gélida conversación. Se trataba de una chica que supuse que era de su grupo.
Detrás de la chica de cabello castaño apareció otra joven más alta y esbelta; ella tenía el cabello corto y de un hermoso tono rubio cenizo. Fue ella quien habló primero.
—Hola, Asher. Esperábamos encontrarte para desearte mucha suerte en el próximo partido. Nos enteramos de que jugarán esta semana contra el colegio "Buena Vista", y deseamos que ganen ustedes.
Noté que las dos chicas lo admiraban y estaban fascinadas de encontrarse cerca de él. Asher dirigió su mirada hacia ellas y les sonrió.
Un calor intenso se formó en mi interior al ser una simple observadora del momento. Él las miraba con aprecio, de esa manera seductora que podía conquistar incluso al corazón más frío, y eso me molestaba porque él ni siquiera se enteraba de lo que sentía yo al presenciar lo que jamás tendría.
—Aprecio mucho su apoyo, hermosas. Espero verlas en las gradas ese día, así podría dedicarles un touchdown a cada una.
Yo apreté los labios para mantener oculto mi disgusto. A dos pasos de distancia, ellas soltaron risitas tontas mientras contemplaban embobadas al chico de sus sueños.
—Díganme sus nombres, así podré ubicar a mis admiradoras y no perderlas de vista ni un solo segundo —mencionó él, con los ojos fijos en la rubia risueña que tenía delante.
Los celos burbujearon en mi cuerpo, y toda la calma y tranquilidad que creí tener controladas se fueron por la borda cuando él les tomó la mano y les acarició el dorso con suma delicadeza.
—Yo soy Gema y ella es Perla —dijo la rubia con voz dulce y suave.
—Es todo un placer, Gema. ¿Te han dicho que tienes una voz igual de bonita que tu sonrisa?
¡Jodeeer! Quise salir corriendo de allí y esconderme en el rincón más lejano para no tener que ver a mi gran amor comportándose de esa manera con una desconocida.
Me apoyé contra el librero y me crucé de brazos mientras lo veía ligar con ella. Intenté soportarlo, pero en el momento en que ella extendió el brazo para tomar su corbata entre sus dedos, llegué a mi límite.
Decidí centrar mi atención en acomodar los libros que había tomado anteriormente del estante. Tenía claro que si los seguía escuchando, el sentimiento de dolor en mi pecho incrementaría.
Transcurrieron algunos minutos en los que estuve pidiendo a los dioses que todos se largaran de allí y me dejaran tranquila.
Cuando su conversación terminó, oí que se marcharon, pero no me volví. Fue solo cando Asher me habló que me giré hacia él.
—Necesitamos hablar, Beth.
—Pensaba que no era necesario, viendo tu interesante conversación con la señorita Gema de bonita voz y hermosa sonrisa —le dije con ironía.
No me importó hablarle en ese tono odioso. Al darme la vuelta, lo miré fijamente. Dejé que sus ojos recorrieran mi rostro y descubrí, desconcertada, que una sonrisa divertida se dibujaba en sus seductores labios.
—Te vine a buscar ti, estoy aquí por...
Levanté la mano para interrumpirlo.
—No digas que por mí porque no voy a creerte. Si necesitas hablar, ve tras ella y síguela adulando, que mucho bien le hace.
Sentí como el nudo que me ataba la garganta se convertía en algo casi asfixiante. No quería comportarme de esa forma, pero el enfado me superaba y me manejaba como a un títere.
Asher frunció el entrecejo y se mostró confundido.
—¿Qué te pasa, Beth? Si no te conociera lo suficiente diría que estás... molesta.
Abrí los ojos con asombro y me reí sin gracia.
—Te equivocas, no estoy molesta y justo ahora no tengo tiempo para hablar, así que será mejor que nos veamos más tarde.
Observé su expresión de desconcierto absoluto y ya no supe si sentirme enfadada o vulnerable.
Me atreví a pasar por su lado y me dirigí rápidamente a un rincón apartado del resto de las mesas de estudio. Tomé asiento en una banca y dejé caer un par de libros sobre la mesa que tenía enfrente.
Agarré el libro más ligero y comencé a pasar las páginas en busca de algún hechizo que pudiera hacerme desaparecer, porque Asher me había seguido y acababa de sentarse en el otro extremo de la banca.
No volteé a verlo y estuve leyendo párrafos aleatorios para simular que estaba ocupada. A medio metro de distancia, Asher estudiaba mi rostro con detenimiento, y yo sabía que buscaba descifrar qué demonios me pasaba, así que me mantuve inexpresiva ante el escrutinio de su mirada.
En cierto momento, él se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre los muslos y tomó una inspiración profunda. Deslizó las manos sobre su cabello y me descubrió mirándolo cuando elevó el rostro hacia mí.
—No quiero que vuelvas a enfadarte conmigo. Perdóname, Bethy, no quise hacerte sentir que te ignoraba cuando esas chicas se acercaron a hablarme...
Yo cerré los ojos con fuerza y en mi mente formulé palabras que no pude pronunciar en voz alta: «No lo hagas, por favor, no me hables con dulzura, no vengas a disculparte, porque cada palabra tuya llega a mi corazón».
Repentinamente, su mano me agarró de la muñeca y, en un segundo, sus dedos se deslizaron para sostener los míos. La poca resistencia que me quedaba se hizo pedazos y rápidamente me sentí invadida por la fragilidad.
Su acercamiento me dejó perdida y disolvió todo lo que había a nuestro alrededor. Ya no pude pensar; mi cuerpo solamente sentía y percibía la calidez de su mano rodeando la mía.
Él se acercó un poco más y, con su mano libre, me tocó la mejilla en una caricia fugaz. Su cercanía me arrebató el aliento y aceleró el palpitar de mis latidos.
Teniéndolo justo al lado y mientras le sostenía la mirada, escuché su suave y cariñosa voz diciéndome:
—¿Sigues molesta conmigo? ¿No vas a escucharme?
La angustia en su voz me hizo pensar que le importaba demasiado que estuviéramos bien. Nuestra amistad era imprescindible para ambos.
No pude hacer más que mostrarme sorprendida, aunque de inmediato negué con la cabeza y mis labios dibujaron una sonrisa.
—No puedo enfadarme contigo si no me has hecho nada —exclamé con obviedad.
Asher me devolvió la sonrisa y dijo:
—Me siento aliviado, no me gustaría que discutamos como la última vez —comentó con un brillo indescifrable en la mirada.
De manera inesperada, cuando desvié la mirada hacia nuestras manos unidas, Asher me rodeó los hombros con un brazo y, en cuestión de segundos, nuestros cuerpos entraron en contacto. Sin poder contenerme, hundí mi rostro junto a su cuello.
A escasos milímetros de su cuerpo, me di cuenta de lo bien que olía. Su loción refrescante encajaba perfectamente con la mezcla de hierbabuena y el aroma de su colonia. Inspiré el olor que desprendía de su ropa y cerré los ojos, dejándome embriagar por aquella esencia varonil.
Al sentir que me liberaba de su abrazo, me separé algunos centímetros para observar su rostro. Al elevar la vista, lo miré a los ojos.
—Tenemos que volver con el grupo —logré decirle.
—¿Y si nos quedamos aquí y no vamos a clases?
Su sugerencia me tomó desprevenida.
De pronto, sentí que se me formaba un nudo en la garganta y ya no pude formular palabras. Existía la posibilidad de que ni siquiera estuviera respirando.
Al verlo tan de cerca, me fue imposible resistirme; en un parpadeo, mi mirada se fijó en su boca, pero inmediatamente volví a enfocarla en sus ojos azules.
Por un momento, me sentí abrumada y la cabeza comenzó a darme vueltas. Noté que él también se inclinó y escaneó mi rostro. Mi respiración se detuvo y perdí por completo la noción del tiempo.
Él fue el primero en romper el contacto visual, después lo sentí apartarse y vi que agarraba el libro que yo sostenía en la mano izquierda.
Cerró el libro y me miró, conmocionado, como si quisiera decirme algo. Nuestras miradas se quedaron fijas la una en la otra, y sus labios se tensaron y fruncieron cuando se expresó.
—Te he oído, Beth.
Salí de mi ensoñación con esas simples cuatro palabras.
—¿Te refieres a qué exactamente?
—Escuché tu conversación con Melissa —repuso, y al notar mi mirada consternada, añadió enseguida—, y no comprendo lo que pretendes hacer, tú no eres así.
Cada palabra me sonó a reproche y entonces entendí que el plan de Mel sí había funcionado.
—Soy una chica de dieciocho años, ¿qué problema hay si quiero salir con un chico?
Noté la tensión en sus hombros y la desaprobación en su mirada helada.
—Saldrás con un desconocido, no conoces sus intenciones, no sabes nada de él y eso ¿no te parece un gran problema?
—No es un “desconocido” —le aclaré con detenimiento—. Se presentó con nosotros en el karaoke, ¿lo recuerdas? Era el chico que acompañaba a Liliana, la chica que está saliendo contigo.
Asher se quedó pensativo durante lo que me parecieron horas. Finalmente, clavó su mirada en mis ojos y negó con la cabeza.
—No hablarás en serio... Te refieres a ese chico Alan que apenas has visto una vez —su mandíbula se tensó—, ¿Acaso estás enterada de que tiene una banda y de que suelen tocar su música de quinta en un bar donde se venden sustancias ilegales? Dime, ¿estabas al tanto de la clase de basura que es ese chico?
—La gente inventa cosas, Asher, y tú estás exagerando. Ni siquiera lo conoces y ya lo estás juzgando —musité, desviando la mirada momentáneamente.
—No exagero sobre nada, esa es la verdad, y por esa razón no vas a acceder a salir con él bajo ninguna circunstancia—la voz cabreada de Asher resonó en mi oído y me causó un estremecimiento involuntario.
—Si no es un tipo confiable y es una terrible persona, dime, ¿por qué sales con su hermana? ¿O es que acaso no me crees capaz de defenderme de nadie porque soy mujer?
—Yo no dije eso, me entendiste mal —exclamó con irritación.
Descargó su frustración frotándose el rostro y luego dejó escapar un suspiro lento que lo hizo inclinarse hacia adelante. Parecía tan malhumorado que daba la impresión de estar a punto de explotar. Su aura inspiraba peligro. Deseaba estar lejos de él en ese momento.
Al recuperar la compostura, se pasó una mano por el cuero cabelludo y me miró.
—Te digo todo esto porque no quiero que nadie te haga daño, así que te pido que me escuches —extendió su mano y la apoyó sobre la mía—. No salgas con él y aléjalo de ti.
Tragué saliva con dificultad y aparté mi mano de su alcance porque supe que pretendía manipularme, igual que siempre.
—Te agradezco la preocupación, pero le daré una oportunidad, la misma oportunidad que tú le diste a Liliana, Asher. Espero que no intervengas esta vez en mis decisiones —repliqué.
Él me miró perplejo, atónito, impactado por la determinación en mis palabras. Su cuerpo estaba rígido y su expresión impenetrable cuando murmuró entre dientes:
—Vas a arrepentirte de depositar tu confianza en ese idiota, yo sé lo que te digo.
—Pienso tomar el riesgo —le dije con firmeza y me levanté de la banca bruscamente.
Pensaba alejarme de la mesa y dar por finalizada esa conversación, pero él se apresuró a agarrarme de la muñeca.
—No te tomes mis palabras a juego, Elizabeth. Si te digo que no te fíes de él, es porque tengo razones para asegurarte que no es quien tú crees.
—Déjame averiguarlo por mi cuenta. Entiende ya que no soy una niña que puedes encapsular en una burbuja de cristal.
El rostro de Asher se puso rígido de ira y sus palabras brotaron con rabia cuando soltó:
—No permitiré que se acerque a ti, así que olvídate ya de esa jodida cita.
En ese momento, me hizo enfadar de verdad, acabó con toda mi paciencia. Me olvidé por completo de que era mi mejor amigo y comencé a gritarle.
—¡No harás nada porque no tienes derecho a meterte en mis asuntos! Somos amigos y eso nunca va a cambiar, pero esta es mi vida y yo puedo hacer lo que quiera con ella.
Su agarre perdió fuerza y terminó liberándome a los pocos segundos. Iba a aprovechar la oportunidad para salir de allí corriendo, solo que, en cuanto me moví, él me sujetó del brazo antes de que pudiera dar un paso más.
—No hace falta que te vayas, el que debería salir de aquí soy yo. Tienes razón, cada quien es dueño de su propia vida, y a partir de ahora ya no me entrometeré en la tuya.
Tras decir esto, me soltó, desvió la mirada y se incorporó. La banca hizo ruido al ser arrastrada por el suelo, y la tensión que había surgido entre nosotros se esfumó tan rápido como lo vi desaparecer tras uno de los libreros.
Me limpié los ojos llorosos con la manga del suéter. Mi voz interna quiso animarme, repitiéndome que no debía llorar, que no podía permitir que me afectaran tanto sus palabras.
Me volví y al levantar la cabeza, me encontré con alguien a quien no esperaba ver.
A dos pasos de mí, Piper Stevens sonreía con suficiencia. La rubia estaba apoyada en un estante de libros con los brazos cruzados.
—Probrecilla, la doncella llora porque no soporta dejar de ser el centro de atención del universo —le oí canturrear con burla.
—Nunca he querido ser el centro de atención, a diferencia de ti, que vas por ahí buscando pretendientes porque te sientes perdida si nadie ronda a tu alrededor —solté para dejarla con la boca cerrada. Me di la vuelta, dispuesta a alejarme de esa venenosa víbora.
—Al menos a mí los chicos me pretenden porque saben lo mucho que les puedo ofrecer. ¿Sabes, Eli? En los días que salimos, Asher estuvo encantado conmigo y él siempre quería más. Pero supongo que contigo no puede esperar demasiado, ¿cierto?
Me giré para enfrentarla. Le lancé mi mirada más helada y apreté los labios para no decirle sus verdades a la muy cínica.
—¿Cuál es tu estúpido problema conmigo, Piper?
—¿Mi problema contigo? Ninguno, solamente quería aclarar un punto: que yo salí con Asher y él lo disfrutó mucho, y que ahora que lo veo contigo siento que está perdiendo el tiempo porque ustedes no están al mismo nivel.
Su comentario me golpeó en mi punto débil. Ella sabía que no era hermosa, que no me comparaba a ella ni con ninguna otra de las rubias con las que Asher solía salir, y usaba esa debilidad en mi contra. Estuve segura de que actuaba de esa forma porque, de alguna manera, debía estar resentida porque Asher la había dejado.
A pesar de sentirme afectada, no se lo demostré y me mantuve inexpresiva.
—No permitiré que me afecten tus comentarios, Piper.
—Oh, no me sorprende —expresó con un falso tono de sorpresa—. Debes de estar orgullosa porque tienes a los chicos más populares a tu disposición, ¿no es cierto? Te crees mucho porque Reagan busca atraer tu atención... y ni hablar de Asher, lo tienes embobado. El chico te tiene fiel lealtad.
Me sentí disgustada ante su elección de palabras.
—Reagan no me interesa y ambas sabemos que Asher solamente me ve como a una amiga, pero piensa lo que quieras; no podría importarme menos tu opinión.
Le mantuve la mirada sin parpadear y alcé los hombros, despectiva.
—Claro, dices que no te importa, pero no te hagas la tonta; aquí todos saben que la relación que tienes con Asher es enfermiza. Él sale con chicas y tú no lo dejas ser feliz porque siempre estás en medio. Sinceramente, no entiendo qué es lo que haces —me miró de pies a cabeza con ojos juzgadores—, pero siempre logras alejarlo de todas. Él te escucha, hace lo que le pides, se separa de sus novias por ti... Y dices que su relación es “amistosa”. Vamos, Beth —pronunció mi nombre con desprecio y molestia—, Asher está obsesionado contigo y tú sabes que es verdad, pero sobre todo, sabes que no lo mereces porque él debería enamorarse de alguien mejor.
Lo último que dijo logró acabar con mis defensas, me fracturó con aquellas acusaciones y me quitó la venda de los ojos. No quería creerlo, me costaba creerle, pero probablemente era cierto; quizás Asher no encontraba su felicidad porque siempre estaba al pendiente de mí y yo era la principal razón por la que no se enamoraba de nadie. Mientras yo permaneciera en su vida, mi mejor amigo no vería más allá de nuestra amistad y nunca encontraría su felicidad.
Esa revelación fue muy certera. Entenderlo fue difícil porque nunca antes me había propuesto asimilar hasta qué punto le importaba a Asher. Sin embargo, con lo que acababa de suceder entre nosotros, las señales estaban claras y eran igual de impactantes que aterradoras.
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