♡ 23
BETH
Después de haber pasado por mi casa para alistarme y asistir a la academia, Asher y yo nos fuimos juntos en el autobús escolar. Al llegar, no tuvimos tiempo de conversar porque teníamos escasos minutos para entrar a nuestras respectivas aulas.
Nos separamos y tomamos distintos pasillos. De camino al aula, mi mente reflexionó sobre su comportamiento durante la mañana. Vale, ya estábamos reconciliados y volvíamos a llevarnos bien, pero había algo que no encajaba entre lo que me decía y lo que parecía no querer decir, porque lo conocía de toda la vida y conocer a alguien desde hace tantos años te da la seguridad de notar en qué momentos te miente y en qué situaciones te evade. Según mi percepción, Asher me estaba ocultando algo y evitaba hablar de ello por alguna razón que no comprendía.
No quise darle tanta importancia, o al menos intenté no hacerlo, porque necesitaba total concentración en las clases. En este momento, no podía darme el lujo de sacar malas notas cuando quedaban escasos meses para terminar el último año de secundaria y asistir a la universidad.
Tenía claras varias cosas en mi relación con Asher; la número uno era que no podía estar peleada con él porque no quería perderlo jamás. La número dos era que, ahora que estábamos bien y volvíamos a ser los amigos de siempre, no quería que eso cambiara. Así que reprimiría todos mis sentimientos hacia él y me olvidaría de tener algún día una oportunidad de salir juntos, porque eso jamás pasaría y tenía que aclarárselo a mi corazón de una vez por todas.
Así empezó mi día miércoles. Durante las clases de la mañana estuve tomando notas y entregando actividades de cada una de las materias. Debo admitir que no me sentía completamente bien; todavía seguía sufriendo los efectos contradictorios del alcohol. Me dolía la cabeza, mi estómago se sentía dolorido y revuelto, y encima de todo eso cargaba un aspecto fatal: las ojeras visibles por no haber dormido bien, la palidez en mis mejillas y mi desaliñado cabello atado en una coleta dejaban un mensaje claro a quien fuera que posara su mirada sobre mí: «Está chica se portó muy mal anoche. ¿Ya la vieron?».
Si no me hubiera sentido adormilada, les habría dicho a todos que se metieran en sus propios asuntos y dejaran de mirarme con tanta sospecha. Odiaba sentirme observada por esos ojos juzgadores, pero ni siquiera tenía la energía suficiente para levantar la voz al participar en clase, así que simplemente me quedé callada y mantuve la vista fija en mi cuaderno.
Al dar el mediodía, la pastilla que me había tomado comenzó a hacer efecto en mi cuerpo y pronto dejé de sentirme cansada y agotada. Volví a ser la misma de siempre y me olvidé de esa Elizabeth que había perdido la cabeza por un chico y cometió locuras sin sentido.
El timbre sonó en lo alto de los pasillos, a través de los altavoces, indicándole a docentes y alumnos que los treinta minutos de receso comenzaban de inmediato. Los maestros nos permitieron salir, y en cuestión de escasos minutos las aulas quedaron vacías. La mayoría de los estudiantes se dirigieron al gran comedor para almorzar. Ese día, las cocineras habían preparado hamburguesas, papas fritas y ensaladas que, entre comillas, eran saludables.
Me encontré con Melissa en la larga fila del comedor y, después de trascurrir casi diez minutos, las señoras que atendían nos tendieron la charola del almuerzo. Melissa y yo nos alejamos de la barra y fuimos a sentarnos a una mesa libre.
Comenzamos a comer y, durante pequeñas pausas, compartimos nuestras opiniones acerca de los temas vistos en clase. Y lo sé, se supone que la mayoría de las personas que asisten a la secundaria hablan de toda clase de asuntos en el horario libre, pero nosotras dos podíamos conversar de asuntos académicos o de nuestras inexistentes vidas amorosas, y podíamos pasar un rato genial.
—... Y al terminar la clase, nos libramos de tener que realizar ese ensayo interminable. El profesor Walter dijo que lo haremos en grupos, pero que la calificación de cada uno se tomará de manera individual. ¿No es grandioso?
Yo asentí a pesar de mi distracción. Ok, me había prometido sacar a Asher de mi cabeza, pero proponérmelo era fácil; lo difícil era conseguirlo.
—Pensaba pedirte que me ayudaras con una entrevista de ecología. Ya sabes, tengo que entrevistar a varios conocidos para realizar un balance de escalas en mi proyecto de Ciencias de la vida.
—Te ayudo sin problema —mencioné sin mirarla, con la cabeza metida en todas las imágenes poco claras de lo que ocurrió en la noche.
—Sabía que podía contar contigo. Ahora solamente debo pedirle a dos personas más que me ayuden con su aportación personal... —de repente se quedó callada y sentí el peso de su mirada recayendo en mi figura. Se aclaró la garganta y, exhalando aire, dijo:
—¿Te sientes bien?
Mi atención se dirigió hacia ella, quien estaba apoyada en el respaldo de la silla que había junto a la mía. Me miraba con preocupación.
—Claro, ¿por qué no lo estaría?
—Tal vez por... lo ocurrido anoche —aclaró con sutileza y suavidad.
Rápidamente, le encontré sentido a su comentario y entendí a qué se refería, aunque me esforzaba todo el tiempo en evitar recordar ese momento preciso.
—Si te refieres a lo que me dijiste sobre Asher, no tengo nada que decir; ya lo he superado —le aseguré con determinación, aunque por dentro me seguía hiriendo el recuerdo de verlo besando a otra.
—¿Dices que lo superaste? Pero si en cuanto te lo dije, te fuiste y desapareciste, y ya no te encontré por ninguna parte, Eli. Por favor, no me digas que fuiste a llorarle a donde nadie te viera, porque ya desde hace tiempo tengo ganas de golpear a Asher y de decirle lo que se merece por hacerte sufrir, así que tú solamente dime que ha vuelto a lastimarte y se las verá conmigo apenas lo vea.
Me desconcertó un poco su actitud de amiga defensora, pero también me causó cierta gracia que insinuara que le haría pagar por dañarme inconscientemente con sus actos.
Solté una risa divertida y breve antes de aclararle lo que pensaba.
—Ya entendí que él nunca querrá tener nada más que una amistad conmigo —le aclaré para ser breve—. Aunque admito que tienes razón, no es fácil ignorar mis sentimientos y ocultar mis emociones, pero desde hoy comenzaré a intentarlo. Ya sabes, me refiero a olvidarlo, porque pienso hacerlo.
Mi amiga me miró muy asombrada, casi estupefacta.
—¿De verdad te vas a olvidar de él? —reiteró sin poder creérselo.
Le mantuve la mirada mientras lo confirmaba con un asentimiento.
—Lo haré, y sí, sé que puede sonar raro, pero seguiré siendo su mejor amiga.
—Pues yo me alegro de que estés dispuesta a sacarlo de tu cabeza y de tu corazón —me sonrió muy alegre y me demostró su apoyo con un entusiasmo contagioso—. Hay muchos chicos atractivos y solteros que estarán disponibles para nosotras, ya verás, serán tantos que no sabrás por quién decidirte.
Su sonrisa maliciosa se amplió y su expresión se iluminó cuando idealizó algo en su mente. Yo también sonreí y, mientras sacudía la cabeza, exclamé:
—Tú, Melissa Clarke, no tienes remedio —declaré sonriendo, y ella alzó los hombros sin tomarle tanta importancia.
—¿Y qué me dices de ti? ¿Vas a conseguirlo o te echarás para atrás?
—Estoy decidida —mi voz sonó más segura de lo que realmente me sentía—, ¿Por qué vuelves a preguntármelo?
—Porque Asher acaba de entrar y vine hacia aquí con el insoportable de Max —enfatizó. Dijo lo último con un desconcertante fastidio.
Al oírla, volví la cabeza hacia la entrada del comedor y los vi avanzar directamente hacia nuestra mesa. No me culpen por ser tan débil; es que, con un solo vistazo, nadie querría dejar de observarlos ni de admirarlos. Era como sentirse cautivada solo por su presencia.
Max llevaba su cabello negro peinado hacia atrás, sus ojos verdes resplandecían bajo las luces de las lámparas, la amplia sonrisa de su boca resultaba irresistible y encantadora, y, además, cargaba con un aspecto envidiable, luciendo esos jeans negros, esa camisa blanca remangada hasta los codos y el chaleco del uniforme abotonado hasta la mitad del pecho. Daba la impresión de ser el chico impecable por el que todas caían rendidas, pero también del típico hombre inalcanzable que no se enamoraba de cualquiera.
A su lado, podías ver a su grandioso mejor amigo, Asher Bennett, con el cabello negro cayéndole a los lados de la cara, una ligera sonrisa plasmada en sus comisuras y sus expresivas cejas denotando tranquilidad. Al igual que Max, él llevaba puesta la camisa blanca, el pantalón negro y la corbata azul rey (característicos del uniforme), pero se había quitado el suéter y el chaleco a juego, y por esa razón se veía estupendo y maravillosamente guapo.
Me permití delinear con la mirada los rasgos marcados de su atractivo rostro, pero me reprimí a mí misma por ello cuando caí en cuenta de que debía dejar de admirarlo tanto y de desear acercarme para besar cada facción suya que me endulzaba los sentidos.
Asher traía la mochila colgando de su hombro y caminaba con una gran sonrisa, acercándose a mí; bueno, a mí no, a nosotras, porque no estaba sola y tenía que abarcar el verbo en plural.
Independientemente de mis ideas absurdas, los dos te atraían, te envolvían con su aura salvaje y sensual, y era imposible apartar la vista porque no querías perderte nada. Había que admitir que no te encontrabas con esos chicos fascinantes y atractivos en cualquier parte. Asher y Max eran esa clase de privilegios que la vida te permite ver, pero no tener.
Él se veía increíblemente sensacional con ese look tan distinto al de antes; pasó de ser el chico encantador de la clase al chico rebelde que seduce a todas con esos talismanes azules en la mirada y esa maravillosa y seductora sonrisa que embriaga hasta los sentidos. Si ya en el pasado lo consideraba guapo, ahora se veía irresistible, y no estaba exagerando. Con solo verlo, uno deseaba poder soñar con esos ojos y esa sonrisa el resto de la vida.
Tragué saliva y puse mi mayor esfuerzo en dejar mi mente en blanco en el instante en que ellos llegaron a nuestra mesa y nos saludaron animadamente. Max se limitó a ofrecernos esa soñadora sonrisa que enloquecía a todas las chicas que se encontraban cerca de su radar; a su lado, Asher se inclinó junto al respaldo de mi silla para besarme en la mejilla, como de costumbre.
Algo tan simple como ese acercamiento suyo volvió a desequilibrarme y despertó todo lo que ya no quería sentir por él. Me congelé y me sentí helar hasta los huesos, pero me esforcé en disimularlo. Al volver a tenerlo cerca, su beso cariñoso fue demasiado inesperado y el delicado roce de sus suaves labios despertó en mí una necesidad imperiosa de volverme y encontrar su boca con la mía.
¿Que si lo hice? Por supuesto que no. Asher me volvía loca, pero no me enloquecía tanto como para hacerme perder la razón. Eso me dijo mi subconsciente, pero lo que dijo mi corazón fue lo opuesto a eso, ya que comenzó a palpitar apresurado y enloquecido.
—Me alegro de verlas, preciosas —exclamó Max mientras colocaba su suéter en el respaldo de la silla en la que posteriormente se dejó caer.
—Volvemos a encontrarnos, Bethy —dijo Asher solo para mí, es decir, dirigiéndose exclusivamente a mí.
—Dejar de vernos no es una opción para nosotros —intenté sonar casual, a pesar de tener el corazón a mil por hora.
Haya funcionado o no, me sentí aliviada de poder hablar, a pesar de que mis emociones superaban mi sentido de razón.
Todavía sin incorporarse, se inclinó un poco más para crear un espacio confidencial y cercano. Primero me miró a los ojos, muy de cerca, y enseguida lo escuché hablarme de manera muy tenue.
—Y nunca lo será, porque somos un tatuaje permanente en la piel del otro.
Se encontraba tan cerca que pude percibir su aliento fresco junto a mi oído.
Ok, ese hombre perfecto sí me enloquecía; con oír su voz profunda e intensa, perdía toda la fuerza de mi voluntad. Me derretía y conquistaba hasta lo más hondo de mi ser; cruzaba la barrera de mi corazón, y de ahí me era imposible sacarlo.
Olvidarlo iba a ser más difícil de lo que me imaginaba si seguía provocándome con su cercanía, si rompía los muros e invadía mi aire con su aliento.
—¿Eso lo sacaste de un poema de la época del romanticismo o te lo acabas de inventar? —cuestioné, muy irónica.
Su respuesta a mi pregunta fue muy simple y directa.
—Tal vez lo haya leído en alguna parte, pero debes creer que esas palabras no son un invento, porque para mí son muy ciertas.
Me quedé sin habla. Él me arrebató la voz y me dejó sin aire también.
Deseaba romper la distancia que nos separaba para demostrarle de una vez por todas que yo también lo tenía tatuado en la piel, que su nombre estaba marcado con tinta permanente en mi alma, pero no podía.
No pude hacer más que sonreírle. Asher igual me sonrió y procedió a sentarse en el asiento que había justo delante del mío.
Fue hasta el momento en que estuvimos a un metro de distancia que volví a inspirar aire y a sentirme a salvo de su peligrosa proximidad.
—¿Qué hacían, bellas?
Max deslizó sus ojos verdes de Mel hacia mí, pero podría asegurar que su atención sobre ella ocultaba más interés del que quería demostrar. Era como si anhelara que mi amiga lo mirara fijamente, pero ella ni siquiera registraba su presencia, porque estaba bastante centrada mordiendo su hamburguesa.
Con la intención de cortar la creciente tensión, hablé primero.
—Almorzábamos juntas como siempre, estábamos hablando de las clases y...
Melissa habló de improviso y se dirigió hacia Max directamente, enfocó sus ojos castaños en los de él sin mostrar ninguna emoción vulnerable ni conciliadora. A simple vista, parecía que lo detestaba, la cuestión era: ¿Por qué?
—No le respondas a este entrometido, lo que hablemos no es asunto suyo.
Su tono severo y su actitud defensiva me causaron cierta sospecha, y a Asher, que también era un espectador de la escena, pareció provocarle una impresión similar, aunque se veía más desconcertado que otra cosa.
Max se mantuvo inescrutable y sereno. Mel y él intercambiaron miradas que no pude leer. Esos dos parecían estar odiándose telepáticamente, algo así como: «Yo te odio Max», y una respuesta inmediata que gritaba: «Pues yo te odio mucho más, chica creída».
Asher no se contuvo y lo soltó sin rodeos.
—¿Por qué le hablas así?
La expresión en su rostro le daba la apariencia perfecta de la definición: Extrañado.
—Porque no puedo tratarlo de otra manera —contestó ella, con mucha molestia contenida en la voz.
Fruncí el ceño, ya no entendía nada de lo que pasaba. ¿Acaso me había perdido algo? ¿Sucedió algo entre esos dos que no querían contarme y de lo que debía enterarme?
—Mira quién habla de tratar a la gente, la chica que dice que no le agrada alguien cuando en realidad se muere por ser el centro de toda su atención —le lanzó Max con cierta insinuación que, al menos yo, no comprendí.
Mel soltó una risa cargada de amargura y falsedad.
—¿Quién busca ser el centro de tu atención? Porque al menos yo sé que te detesto y que eso no va a cambiar jamás.
—Ya veremos, Lisa. Esperemos a ver cuánto tiempo más te resistes a mis encantos —la sonrisita superficial y engreída en los labios de Max provocó algo en ella, una reacción espontánea e inevitable.
Ella se rió enérgicamente y se inclinó ligeramente hacia delante. Max hizo lo mismo y los dos quedaron cara a cara, separados solo por la mesa.
—Admite que mueres por estar conmigo, Lisa.
—Y tú admite que te encanta molestarme y fastidiarme el día diciendo cosas absurdas como esa —se defendió ella.
Los dos intercambiaron miradas retadoras y, al final, Lisa terminó enfadándose y dijo:
—Te veré en clase, Beth —me miró fugazmente y se levantó de la silla, evitando mirar hacia Max—. Nos vemos luego, Asher.
Se olvidó intencionalmente de despedirse de Max; claramente, todos notamos que lo hizo porque lo ignoró al empujar la silla y alejarse a largas zancadas hacia la puerta del pasillo.
Max respiró hondo y se echó hacia atrás mientras soltaba un largo resoplido.
—No se resiste a mí, la vuelvo loca —declaró, muy convencido de su poder de seducción.
—Claro, le gustas tanto que acaba de salir corriendo porque estaba a dos segundos de desgarrarte la ropa de rabia.
El sarcasmo en las palabras de Asher borró la sonrisa de suficiencia de Max.
Yo también quise reírme de aquel comentario, pero Max me dirigió una mirada de advertencia para que no me atreviera a burlarme de su mala suerte.
—La sinceridad duele, Max, pero te considero un amigo y, honestamente, creo que no tienes oportunidad de conquistarla, así que lamento romper tus ilusiones —le dije en voz baja. No quería sonar cruel, pero debía ser directa para no causarle más aflicción.
El chico de ojos verdes me contempló inexpresivo, pero a los pocos segundos, su semblante se iluminó en una sonrisa cautivadora. Su reacción me desconcertó.
—¿Han oído que del odio al amor hay un solo camino? Por más caminos que elija para huir, yo la terminaré alcanzando por un único motivo; sé perfectamente que ella me detesta porque siente algo que no quiere sentir por mí.
Tanto Asher como yo nos quedamos estupefactos, porque realmente no me sonó tan extraño que la relación entre Mel y él se debiera a que ella quería reprimir sus emociones por temor a sentirse amada. Al final, Max podía llevarse más razón de la que creí que tendría.
—Si tú lo dices —dijimos Asher y yo al unísono.
A partir de ese momento, Max ya no dijo nada y centró toda su atención en algún mensaje de texto que le escribieron al celular. No tardó mucho en levantarse y despedirse.
—Nos vemos más tarde —dijo él.
Al quedarnos solos, Asher me miró repentinamente alegre.
—Oye, Beth, ¿ya estás preparada para el maratón de mañana? Acabo de alquilar las películas que veremos —comentó y de inmediato agregó con cierto misterio—: Además, pienso darte una sorpresa exclusiva.
Esas palabras fueron suficientemente inquietantes para conseguir llevarse toda mi atención y mi interés.
—¿Ah, sí? ¿Puedo saber ya de qué se trata?
Asher soltó una sonrisa ladina y me guiñó un ojo. No pude leer su mirada indescifrable.
—Mañana lo sabrás, si es que el plan de ver películas no ha cambiado aún.
Entrecerré mis párpados y mis ojos lo escanearon con sospecha.
—¿Vas a dejarme con la duda? ¿Serás así de cruel?
En lugar de responderme, Asher se estiró desde el otro lado de la mesa hasta que las yemas de sus dedos rozaron mis nudillos.
—Estás encantadora cuando me hablas así de seria.
Una sola frase suya consiguió acelerarme el corazón y nublarme la razón. El ligero y perceptible contacto de su mano causó chispas y un torbellino de emociones explosivas en mi interior.
Ya solo tenía ojos para él, y al parecer, él solo tenía ojos para mí también.
—Podría decírtelo, pero quiero que sea una sorpresa. ¿Estás dispuesta a arriesgarte, dulce Bethy?
El hecho de tenerlo cerca era una lenta tortura que me ponía los nervios a flor de piel. Por supuesto, Asher no se daba cuenta de todo lo que me hacía experimentar.
—Confío en tu palabra, prefiero que no me lo digas ahora.
Me dirigió su sonrisa más desarmante. Inevitablemente, esbocé una sonrisa enigmática y afectiva.
—Vale, me quedo más tranquilo entonces.
Compartimos una mirada intensa y una sonrisa cómplice. Me pareció que el espacio que nos separaba era aún demasiado amplio, pero él tampoco se enteró de eso, ya que no hice ningún movimiento que pudiera delatar mis emociones.
—Iré a tu casa a la misma hora de siempre. Ya sabes, nada mejor que pasar tiempo con mi persona favorita.
Sus dulces palabras me convertían en alguien irracional. Joder, ¿por qué me ponía tan difícil olvidar que lo quería como algo más que un amigo? ¿Por qué no podía matar ese amor que le tenía y solamente lo hacía crecer más al decirme cosas tan tiernas?
—Empiezo a creer que es imposible —murmuré muy bajo, con la vista perdida en la nada.
No me di cuenta de que Asher estaba mirando algo detrás de mí hasta que levanté la mirada y lo encontré con los ojos fijos más allá de donde estábamos.
—¿Qué tanto miras? Eh, te he descubierto.
Al llamarlo, él ladeó la cabeza de la manera más adorable del universo y, cuando un mechón de pelo negro cayó sobre su frente, tuve que reprimir las ganas de apartárselo.
Rápidamente, él negó con la cabeza y respondió de manera fría y evasiva:
—Nada.
Entonces, su celular vibró y emitió un de sonido de notificación. Él lo sacó del bolsillo de su pantalón y se quedó mirando lo que le habían enviado.
—¿Todo está bien?
Quise saber más, intrigada, ansiando que me dijera algo bueno, pero no; estaba claro que no podía esperar algo bueno cuando todo entre nosotros parecía empeorar cada día.
Asher levantó la mirada durante un breve momento e intentó ofrecerme una sonrisa tranquila, pero le salió torcida y amarga.
—Muy bien.
Recibí una respuesta corta y deshonesta, y ahí supe que debí quedarme con esa idea y no seguir indagando, pero necesitaba oírlo; necesitaba ser consciente de quién se robaba toda su atención.
Sus largos dedos teclearon un mensaje apresurado y casi desesperado. Con las cejas fruncidas de confusión, me pregunté qué le pasaba.
—¿A quién le escribes? —fue la pregunta que escapó de mis labios.
¿Y qué respondió Asher? Lo único que podía decir para volver a lastimarme.
—A Lina, acabamos de acordar en dónde nos veremos, voy a verla esta misma tarde.
Con esas palabras, mi ánimo se hundió y se sumergió en la amargura de la cruda realidad entre nosotros. Éramos amigos, y ella, Lina, pronto sería más que una conquista para él, y eso me quebraba de maneras que él nunca sería capaz de ver.
—Claro, Lina, supongo que te refieres a Liliana, la chica que te acompañó a la fiesta de Max la otra noche.
De verdad intenté decirlo con la mayor calma y control posible, pero probablemente mi voz comenzó a fallarme sin que lo notara.
—Sí, me refería a ella, y sí, no la he visto desde ese día en la fiesta. La verdad es que estoy ansioso por encontrarme con ella.
Touché. Si no lo notaron antes, ese fue el segundo golpe que recibió mi corazón, y esa vez no hubo anestesia que me preparara para lo peor.
—¿La recuerdas? Pensé que después de haberte alejado cuando ella llegó la habías olvidado —exclamó con mucha tranquilidad, imperturbable.
—¿Cómo olvidarla, si estaba tan impresionante con ese vestido y ese peinado de princesa? ¿No?
—Sí, no voy a negar que es bastante linda y me gusta.
Estaba tan distraído en su intercambio de mensajes que ni siquiera se percató de la mueca amarga que ensombreció mi semblante.
—¿Ella te atrae más que Piper? ¿Crees que funcione con ella? ¿Podrías enamorarte de ella?
Todas esas preguntas debí hacérmelas en silencio a mí misma, pero no pude callarme ni actuar como si no quisiera saber las respuestas.
—Podría funcionar, tal vez, aunque lo sigo dudando.
Su voz sonó tan apagada como la mía; se le notaba repentinamente afectado. Si algo sabíamos el uno del otro era identificar cuándo queríamos expresar algo que nos dañaba.
—¿Qué es lo que dudas?
—Que nada sea igual a lo que tuve con Belinda, que no pueda volver a sentir algo intenso y real por nadie, que esté condenado a querer a alguien que no me quiso y que solamente me utilizó. No puedo dejar de dudar, a cada segundo pienso: ¿Lo que tengo con Lina será duradero? ¿Encontraré alguna vez el amor en alguien más? ¿Ese amor será correspondido?
A esa confesión me refería al decirles que no estaba preparada para saberlo. Más claro no podía estar, ¿no? Asher seguía enamorado de Belinda; la amaba a pesar de todo el daño que le causó al dejarlo. La amaba porque ella fue y siempre sería su primer amor.
Mi estado de ánimo se entristeció al instante, pero él no lo notó porque yo era buena escondiendo mis emociones.
Desde mi lugar, le tomé la mano entre las mías y dije:
—Si no lo intentas no podrías saberlo, así que arriésgate porque te mereces ser feliz... —y lo siguiente, juró que me rompió, pero lo dije alto y claro—, con Lina o con alguien más.
Asher elevó sus ojos azules y los fijó en mí. Su mirada se veía triste y opaca.
—Yo también busco esa felicidad, Beth —admitió con la voz ronca—. Solo tengo clara una cosa, y eso jamás lo dudaré, porque estando aquí contigo, en tu compañía, me siento bien y creo en conseguir esa felicidad, aunque ya me hace muy feliz que tú seas mi amiga.
—Me refiero a un amor real, de esos de película, un amor romántico que te haga feliz —le aclaré.
Su mano apretó la mía con suavidad y su pulgar me acarició el dorso de la mano cuando dijo:
—No creo que pueda tener un amor o una novia que no me quiera cerca de ti, porque nadie logrará separarnos.
No me lo esperaba. No supe si lo entendí mal o si me quiso decir que una de las chicas con las que salía le pidió elegir entre estar con ella y romper su amistad conmigo, o elegirme a mí, su mejor amiga. Si ese era el caso, estaba claro que escogió nuestra amistad, y eso me conmovió. Sin embargo, también fue como una declaración de que consideraba la amistad muy importante y jamás aceptaría que yo quisiera algo más que eso.
—Nadie intenta separarnos, Asher —declaré, algo confundida.
Él entreabrió los labios para responderme y decir algo, pero el inesperado sonido del timbre acabó con el momento y puso fin a la conversación.
—Ya debemos irnos, en pocos minutos tenemos clase.
No me dio tiempo de pronunciar palabra alguna porque, en menos de un minuto, estaba allí frente a mí y al siguiente ya se estaba yendo.
Mientras caminaba devuelta al aula, volví a tener el presentimiento de que me ocultaba algo importante. La cuestión era: ¿escondía algo sobre mí, sobre nosotros? ¿Por qué no me lo decía?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro