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♡ 17

BETH

Ese viernes al atardecer fui a la casa de Asher y vimos un maratón de la saga de Harry Potter; solamente vimos las primeras tres películas porque no había tiempo para seguir viendo más.

Cuando el hermano pequeño de Asher llegó a casa, se quedó con nosotros en la sala, se sentó en medio de los dos y me rodeó con sus pequeños brazos para que lo abrazara mientras veíamos las películas. Al llegar la noche, la mamá de Alen bajó a la sala por él y lo encontró dormido junto a mi hombro. Ella lo cargó en sus brazos y lo llevó a su habitación después de despedirse de mí.

Cuando la tercera entrega de la saga llegó a su final, Asher se ofreció a llevarme a casa y yo le permití acompañarme. Cuando cruzamos la calle, le dije que podía seguir sola, pero él solo regresó a su casa una vez que yo llegué al umbral de la mía. Él y yo nos despedimos dándonos un abrazo y acordamos que el próximo viernes continuaríamos con nuestro maratón de magia y hechicería.

Cuando abrí la puerta de mi casa, me giré y distinguí su silueta a unas cuantas casas de distancia. Él se dio cuenta de que le miraba porque se volvió, y fue inevitable la conexión de miradas. Los dos sonreímos, y eso fue todo, porque él apartó la mirada y siguió andando.

Al adentrarme a casa, volví a pensar en la conversación que tuvimos en el gimnasio. Asher dijo que Reagan se había acercado a mí con la intención de conquistarme porque yo le atraía, pero la verdad era que cuando me crucé con Reagan las cosas fueron muy extrañas. Primero, encontré una notita suya pegada en mi casillero; en la nota se disculpaba por haberse comportado como un cretino en la fiesta del día anterior. He de admitir que me confundió recibir sus disculpas, incluso creí que era una especie de broma.

Entonces, cuando estaba a punto de entrar al gimnasio, me encontré con él y de inmediato vino hacia mí para remediar su error. Me dijo que le agradaba mucho y que no quería que hubiera un malentendido entre nosotros; aclaró que había bebido y estaba demasiado borracho para ser consciente de lo que hacía. Le especifiqué que no ocurrió nada entre nosotros y le resté importancia a la situación. Me había equivocado; desde un principio lo juzgué mal, ya que, aparentemente, debajo de esa fachada de chico atractivo y cool había un joven amable y agradable.

Reagan se ofreció a acompañarme a la clase, y por esa razón entré con él al gimnasio. Antes de irse, me dijo que en lo único que no había mentido en nuestro encuentro anterior fue al decir que yo le parecía muy simpática y guapa. Sin embargo, también mencionó que era peligroso intentar acercarse. Le pregunté por qué, pero evadió mi cuestionamiento y simplemente agregó que le encantaría que fuéramos amigos. Yo le sonreí a pesar de sentirme sorprendida. Finalmente, él se despidió besándome en la mejilla, y yo no reaccioné ante su gesto.

Al retroceder en el tiempo y volver sobre mis recuerdos, en mis pensamientos reapareció ese beso, uno inolvidable, la imagen difusa de unos labios que me robaban el aire y consumían mis sentidos con intensidad.

El momento fugaz en el que besé a ese chico desconocido no salía de mi cabeza. Pensaba en sus labios y en su forma de besar, y lo peor de toda esa situación era que quería repetirlo; deseaba averiguar quién era él, volver a disolverme en su boca para olvidarme de mis sentimientos.

Querer a Asher era algo irremediable en mi vida, pero pensar en reencontrarme con ese chico era algo emocionante y nuevo. Me ilusionaba creer que aquellos labios apasionados también ardían de deseo por volver a repetir el roce sincrónico de nuestras bocas.

En la madrugada de la noche anterior, antes de cerrar los ojos, llegué a la conclusión de que había alguien más en el mundo que podía hacerme sentir. Descubrí que mi corazón sí podía querer y amar a alguien más, porque al besarlo, su boca derritió mis sentidos.

Tal vez estaba enamorada de Asher, quizás podía interesarle a Reagan o a algún otro, pero eso no tenía sentido para mí, porque mi corazón y mi alma anhelaban un beso de Asher. Aunque, por más sorprendente que pareciera, había alguien más a quien quería besar, y tenía que averiguar quién era aquel desconocido, porque después de besarnos había quedado en mí una sensación emocionante e inquietante que me hacía sentir viva.

***

Las cosas estaban así: ya era sábado y esa misma mañana yo había acompañado a Asher a su entrenamiento en las canchas deportivas más cercanas de la zona. Los jugadores ejercitaron durante veinte minutos y, en los cuarenta minutos restantes, se dividieron en grupos e improvisaron un partido. El grupo A salió vencedor con cuarenta y cinco puntos y el grupo B con treinta y nueve puntos. No hubo discusiones ni conflictos, ya que todos pertenecían al equipo de los Alcones y la victoria era para todos, porque cada uno ponía empeño y esfuerzo para seguir mejorando.

Cuando acabó el entrenamiento, antes de que todos se fueran por su lado, vi que Asher se quedó conversando con cinco de los jugadores y oí que se reían a carcajadas. A pesar de estar junto a la puerta de rejillas en el exterior de la cancha, escuché que, antes de despedirse, uno de ellos le gritó a Asher:

-¿Te animas o no?

Fruncí el ceño al no comprender de qué estaban hablando y, al volver la cabeza hacia Asher, lo encontré sonriendo con una expresión cómplice que me hizo sospechar que pensaba cometer una locura. Seguramente, esos chicos le habían retado a hacer algo y Asher no dudaría en demostrarles que iba a cumplirlo.

Finalmente, todos se despidieron dándose bruscos apretones de mano y fuertes empujones, de esos que solo los chicos conocen.

Tras algunos minutos, Asher intentó ubicarme y me encontró apoyada en la barandilla que separaba las gradas de la zona de juego. Elevé la mano sonriéndole y lo vi aproximándose hacia mí con una amplia sonrisa de triunfo grabada en su semblante.

-Ha sido un partido alucinante, Bethy -habló Asher, emanando un entusiasmo contagioso-. ¿Me has visto cuando logré llevar el balón a la línea de meta y anoté ese touchdown haciendo un aterrizaje increíble?

-Te aseguro que lo he visto. De hecho, fui la primera en gritar tu nombre, porque soy la única presente entre el público.

Ante mi comentario, Asher miró las gradas vacías y se dio cuenta de que, efectivamente, yo era la única que había presenciado el partido, ya que era su animadora número uno.

-Eres la más especial de todos mis espectadores, Beth. Si estás aquí apoyándome, no hay nada que me haga falta. Siempre has sido mi mayor fan.

-Así es -afirmé con una sonrisa amplia, mientras le colocaba la mano en el hombro-. Soy tu fan, tu mejor amiga y la persona que más te admira en el mundo. Es bueno que lo tengas claro.

De repente, Asher me contempló con mucha atención y vi el indicio de una sonrisa apareciendo en sus comisuras.

Sin aviso previo, me agarró de la muñeca para tirar de mí y, una vez que me tuvo a escasos centímetros, me rodeó entre sus fuertes brazos para levantarme del suelo y dejar un beso empalagoso en mi mejilla izquierda.

-Eres mi chica, Bethy, la número uno -le oí decir, y su voz ronca provocó que las mariposas revolotearan en mi estómago, rebosantes de felicidad.

Sentí un intenso escalofrío cuando deslizó mi cuerpo contra el suyo para depositar mis pies en tierra firme. Al tener las manos apoyadas en su pecho, pude recorrerlo con mis dedos y sentir sus músculos tonificados y su abdomen de infarto. Joder, era tanta la cercanía que percibía el calor que emanaba su atractivo cuerpo.

Asher me soltó sin dejar de mirarme, y yo, de inmediato, di un paso hacia atrás para alejar mis manos de su tentador abdomen.

Desvié la vista porque me sentí sonrojar tras haber experimentado tantas emociones al sentirlo pegado a mi cuerpo. A diferencia de mí, Asher no pareció darse cuenta de lo afectada que me dejó después de haberme abrazado de esa manera tan... directa.

-Bethy, espérame aquí mientras voy a ducharme. Volveré rapidísimo porque cuando nos vayamos, necesito que me acompañes a un lugar.

Sus palabras me dejaron muy intrigada y me pusieron nerviosa. Tenía el extraño presentimiento de que esto estaba relacionado con lo que había hablado con sus amigos.

-Aquí te espero.

No quise indagar en el tema porque sabía que no me diría nada y me daría respuestas evasivas, así que solamente lo vi alejarse hacia el otro lado de la cancha, donde estaba la entrada hacia los vestidores, lugar en el que se encontraban las taquillas y el espacio de las duchas.

Al quedarme sola, intenté entretenerme viendo videos de YouTube en mi celular para no pensar en Asher bajo la regadera, en Asher duchándose con el torso descubierto, en el agua de la ducha recorriéndole la piel. No quería imaginar que entraba allí con él y nos fundimos juntos bajo el agua mientras...

«Joder, malditas hormonas y maldita mi realidad».

Cerré los ojos con fuerza, buscando sacar de mi cabeza esas ideas de adolescente enamorada. Quise despejar mi mente respirando muy profundo y exhalando hondo.

Me mordí el labio inferior para suprimir esas sensaciones explosivas que únicamente confirmaban que ya estaba enloqueciendo y perdiendo la cordura.

Al poco tiempo, Asher regresó y nos fuimos juntos al parking; en esa zona había dejado estacionado el auto de su padre. Yo consideraba demasiado tierno lo que hacía por mí; todos sabían que él solía salir en motocicleta a cualquier parte, pero solamente cuando yo iba con él, le pedía permiso a su padre para llevarse el auto.

Lo adoraba; ese era el Asher encantador y considerado del que me había enamorado, y esas atenciones solamente las tenía conmigo, porque yo era su chica especial y él era mi chico, el más especial, aquel a quien quería con toda mi alma. Le entregaría mi corazón si me permitiera ofrecérselo.

***

De camino a su casa, pasamos por varias tiendas en el supermercado a comprar algunas cosas que la madre de Asher le había encargado. En cierto momento, detuvo el auto en el aparcamiento de un centro comercial y me dijo que lo esperara allí. Yo no dije nada y lo vi bajarse del auto para luego adentrarse a la tienda más cercana. Cuando volvió, llevaba en las manos un par de bolsas oscuras, y aquello no pudo ser más confuso para mí.

Volví a quedarme callada cuando subió al auto y salimos del estacionamiento. Veinte minutos más tarde, llegamos a su casa. Nos bajamos después de aparcar el auto en la cochera. Asher abrió la cajuela y le ayudé a bajar las bolsas de las compras para meterlas en la casa.

Una vez que atravesamos la puerta trasera del patio y cruzamos el pasillo, entramos a la cocina y dejamos las compras sobre la encimera.

-¿Hoy tenías planeado hacer algo? Lo estuve pensando y necesito de tu ayuda para hacer algo -dijo él.

Se encontraba de espaldas a mí, metiendo algunos alimentos en el refrigerador. Aproveché que no podía verme y lo examiné con la mirada, fijándome en que llevaba un jersey negro que se ajustaba a su espalda ancha y unos pantalones de mezclilla oscuros que se ajustaban a... ¡Alto ahí! Aparta YA la mirada, acosadora.

-Estoy libre. Me ocupé de realizar todas mis tareas para tener el fin de semana libre. Tenía pensado componer música, ya sabes... inspirarme y escribir letras.

-Eres una chica lista y aplicada. Si todos los jóvenes fueran como tú, la academia sería reconocida por el alto rendimiento académico del alumnado.

-O seríamos tachados como el colegio de los frikis -puntualicé, con un punto de vista divertido.

Asher se volvió y me encontró con los codos apoyados en la superficie de la encimera. Mis ojos lo contemplaban con intensidad, y en los suyos divisé un destello juguetón que no tardó en salir a relucir.

-Si fuera así, nos considerarían el dúo de frikis más genial del universo entero: las chicas me amarían por mi intelecto y me encontrarían muy atractivo, y a ti los chicos no te quitarían la vista de encima, porque además de ser inteligente, también te encontrarían muy guapa. Es más, estoy seguro de que muchos de tus compañeros notan que eres bellísima; incluso yo lo noto, Beth, te miro y me encanta lo que veo.

Su comentario casi me hizo perder el equilibrio. No podía asimilar que acababa de oírle decir esas palabras. Su voz profunda y seductora confesó que le encantaba verme, que él me encontraba bella y linda. Demonios, tenía que estar soñando.

-¿Acabas de hacerme un cumplido? ¿Tú, el rey de la vanidad? -cuestioné, con la cabeza dándome vueltas y las mariposas haciendo volteretas en mi estómago.

-Solo he dicho la verdad; no sé por qué te sorprendes si yo siempre he pensado que tu belleza natural es innegable -respondió él con mucha sinceridad.

Vi que cerró el refrigerador y tomó una manzana del frutero antes de darle un mordisco.

Si los ojos de Asher hubieran roto la conexión de miradas, seguramente lo habría tomado a broma, pero eso no sucedió. Su atención se centró completamente en mí cuando me tendió una manzana desde el otro lado de la encimera. La tomé y la acerqué a mis labios para ocultar la ligera sonrisa que me provocó verlo allí plantado, hablándome con esa infinita dulzura.

-Es que para ti todas las chicas son guapas -agregué para romper el silencio que nos rodeaba.

Asher se movió muy rápido; primero lo vi delante de mí y luego noté que se acercó, se recargó en la encimera e inclinó el cuerpo hacia adelante para reducir el espacio entre nosotros.

-Vale, para mí todas son guapas, pero la única chica que mi corazón adora eres tú, Bethy.

Y con esas palabras conquistó el pequeño pedazo de mi corazón que todavía no llevaba escrito su nombre. ¡Sorpresa! Ya me tenía enamorada y no podría desengancharme, ni siquiera con toda mi voluntad.

Tuve que aclararme la garganta para recuperar mi voz y mi capacidad de procesar palabras.

-Me decías algo de que necesitabas mi ayuda -me atreví a decir. Buscaba estabilizar mis emociones con un cambio rotundo de tema.

-Así es, y espero que me digas que sí, porque esta es una decisión definitiva.

Fruncí las cejas y ladeé la cabeza sin dejar de mirarlo.

-¿Qué tienes planeado?

Asher me dirigió una sonrisa divertida que me hizo sonreír también. Extendió su mano y tocó el dorso de la mía con sus dedos ásperos y fríos. Para terminar de convencerme, me guiñó el ojo y se mordió el labio inferior.

-Acompáñame y lo averiguarás.

Cuatro palabras cargadas de misterio, una mirada ansiosa a la que no podía negarme y esos ojos azules brillando de forma enigmática.

-Cuentas con mi ayuda -exclamé, compartiendo su complicidad.

Volvimos a mirarnos, y lo que vi en sus ojos fue el reflejo de algo único y especial que solamente compartía estando conmigo.

***

La casa de Asher estaba solitaria ese día porque sus padres habían salido a una reunión de trabajo en el centro de la ciudad, y a Alen lo habían llevado con su tía y sus primos a las afueras del pueblo de Carmel, a una preciosa casa de campo rodeada de amplios campos verdes.

Asher tomó un par de bolsas de la mesa justo antes de que subiéramos juntos a su habitación. A mí solo me pidió que lo ayudara a llevar un par de sodas y una bolsa de frituras.

Asher abrió la puerta, se hizo a un lado y alargó un brazo para darme a entender que entrara primero. Yo pasé junto a él, entró detrás de mí y escuché cómo empujó la puerta para cerrarla por completo.

Deposité las cosas en la mesa del escritorio y me asomé a mirar el exterior del vecindario por la ventana; afuera estaba soleado. Veía a unos cuantos vecinos recorriendo la calle, a un grupo de niños dando vueltas en bicicleta y a un par de jóvenes pasándose el balón en el patio de la casa de enfrente.

-Desde aquí se puede ver gran parte de la calle.

No noté en qué momento se detuvo detrás de mí hasta que percibí su olor varonil y su calor a través de la ropa.

-Y si miras bien, allá a la distancia se alcanza a ver una pequeña parte de tu casa -comentó junto a mi oído-. Todas las noches, veo encendida la luz de tu habitación.

-¿En serio?

De ese dato curioso no estaba enterada porque había dos calles de diferencia entre nuestros hogares, así que era imposible saber si esa de allí realmente era la ventana de mi habitación.

-Ya te aseguro que sí, princesa.

Levanté la mirada y lo contemplé de perfil: pude detallar el contorno de su mandíbula, la forma de sus labios delgados, sus cejas castañas y los mechones de pelo que le caían a los lados de los ojos.

Cuando apartó la vista de la ventana, me descubrió mirándole. Para excusarme, de mi boca salió un comentario torpe.

-Tienes una pestaña cerca del ojo.

Sus cejas se arquearon, pero su sonrisa no desapareció.

-Y tú tienes unos ojos muy bonitos -expresó, volviendo a elogiarme.

Se me aceleró la respiración y el corazón me latió agitado. Tuve que disimular cuando entrecerré los ojos y me aparté de la ventana para echarle un vistazo a su habitación. Todo estaba tal como lo recordaba, impecable y ordenado.

-¿Ya vas a decirme para qué me necesitas?

Asher asintió y pasó cerca de mí para tomar las bolsas que estaban sobre su cama. Luego sacó del interior de ellas algo que quería mostrarme, y cuando vi de qué se trataba, mis ojos se abrieron de par en par de la impresión.

-¿Te animas a teñirme el pelo?

Mi expresión debió de ser la clara visión de la incredulidad y la sorpresa. Mi cara era el vivo reflejo de la perplejidad.

En sus manos sostenía una caja de tinte, un par de guantes de plástico y una brocha pequeña. No era una broma, no lo decía en juego; de verdad pensaba hacerlo y quería que yo fuera parte de ese drástico cambio.

-Te has vuelto loco, Asher.

-Pero a pesar de que parezca una locura, vas a ayudarme -añadió él en un tono cómplice.

Asentí, completamente fascinada.

-Es una locura, pero voy a ayudarte -le aseguré entusiasmada.

Compartimos una sonrisa emotiva. Le tendí la mano para que me diera la caja.

-No hay tiempo que perder.

***

En realidad, yo no tenía cualidades de estilista; de hecho, ni siquiera sabía cómo usar la plancha de pelo, porque el mío siempre había sido liso al natural. Sin embargo, si algo había aprendido en esos últimos tiempos era que siempre había una primera vez para todo, así que ese día me convertiría en Elizabeth, la estilista.

Cuando Asher me dijo que se iba a teñir el cabello, me sentí desconcertada, pero no dudé en ofrecerle mi ayuda, porque jamás le había negado nada en la vida. Supe desde el primer segundo que esa idea no se le había ocurrido de la nada, y tenía razón.

Mientras preparábamos el tinte y leíamos las instrucciones para seguirlas al pie de la letra, Asher me confesó que, entre todos sus amigos, habían apostado. Entendí algo sobre un reto entre Max, Dereck, Frederik y el mismísimo Asher. La apuesta fue la siguiente: ver cuál de ellos se atrevía a teñirse el pelo de un tono que fuera muy distinto al natural. Los cuatro aseguraron que cumplirían el reto para ganar el dinero de la apuesta, pero aún quedaba por verse si Max y los otros dos también cumplían.

Al principio, Asher no quería animarse a participar porque... vamos, él tenía ese pelo castaño claro que cualquiera envidiaría. La mayoría de las chicas matarían por deslizar sus dedos sobre ese sedoso cabello rizado y suave. Y ahora yo sería la que acariciaría ese pelo antes de teñírselo. Me sentía extremadamente emocionada porque, al fin, después de tanto tiempo deseándolo, tocaría ese cabello perfecto, esos rizos que caían a los lados de su frente y le daban una apariencia encantadora.

Al caer la tarde, los rayos del atardecer se filtraban por la ventana abierta y el viento fresco del exterior movía las cortinas hacia los lados. Ya todo estaba listo. Había preparado el tinte oscuro en un recipiente de plástico, ya me había puesto los guantes y estaba sujetando la brocha entre mis dedos.

Asher ya se había cambiado el jersey por una camiseta negra y yo le había puesto una toalla sobre los hombros por si los cálculos me fallaban y terminaba derramando un poco de tinte en su ropa. Más valía ser prevenida, ¿verdad?

-Asher, ¿estás seguro de que quieres hacerlo? -pregunté por décima vez, mirando atentamente las mechas castañas de su pelo medio rizado.

La luz del día y los reflejos del sol iluminaban su cabello de un tono café muy claro; las puntas estaban tan claras que podían confundirse con mechas rubias. Todo en el aspecto de Asher deslumbraba. Casi me causaba tristeza pensar que ya no vería ese pelo tan increíble que tenía.

-Completamente seguro, ya es momento de tener un cambio -respondió él, entusiasmado. Lo miré a través del espejo que tenía delante y supe que me observaba con una ligera sonrisa.

-Vale, pues empecemos.

Tomé el primer mechón de cabello entre mis dedos, agarré tinte con la brocha y me fijé en su reflejo antes de aplicárselo.

-¿Vale la pena esto por unos cuantos dólares? -volví a reiterar, insegura.

Asher me sonrió y me tocó el antebrazo con la mano para tranquilizarme.

-Quiero hacerlo Bethy, y tú eres la única a la que se lo pediría porque confío plenamente en ti.

Nos miramos a los ojos; bueno, yo le miré en el espejo y él también contempló mi reflejo. Me vio aterrada porque todavía no me abandonaba el temor a hacer algo mal.

-Entonces no se diga más -dije, y de inmediato, le pasé los brazos alrededor del cuello y me incliné para estar a su altura. Mi cabello le rozó la mejilla cuando dije-: Te verás increíble cuando termine contigo.

Asher me sonrió y deslizó su mano sobre mi antebrazo; su contacto fue directo, ya que me había subido las mangas de la blusa hasta los codos.

-No dudo de tu palabra.

Mi risa se amplió un poco más. Antes de apartarme, apoyé el mentón sobre su coronilla y le apunté con la brocha.

-Aquí vamos.

Esta vez, agarré un mechón de su pelo y lo acaricié con las yemas antes de aplicar el tinte oscuro encima. Lo sé, los dos estábamos dementes, pero la locura compartida entre mejores amigos no le hacía daño a nadie.

El proceso de aplicación tomó aproximadamente cuarenta y cinco minutos, pero tuvimos que esperar media hora más antes de presenciar el resultado final.

Antes de que Asher se metiera al baño a lavarse el pelo en la regadera, me fijé en que la tonalidad de pelo castaño había desaparecido y ahora se veía de un profundo color negro.

-Estamos a cinco minutos de la verdad -mencionó él con voz misteriosa.

Yo me reí mientras lo veía adentrarse al baño con la cabeza repleta de tinte. Mientras lo esperaba, me acerqué a su escritorio y tomé los audífonos que había dejado sobre el teclado; me los puse y le di Play a la música.

Cuando él salió del baño, después de enjuagarse el pelo, yo estaba distraída en el ordenador, escuchando sus canciones, con los oídos cubiertos por aquellos audífonos grandes.

Le oí hablarme y, al momento que volteé, casi me caí de la silla ante el súbito mareo que me envolvió al ver a mi amigo secándose el pelo húmedo con una toalla mientras se frotaba el rostro con la mano libre. Al verle apartar la mano, mi mirada recayó en sus labios delgados y carnosos, en su nariz fina; recorrí sus pómulos marcados y distinguí algunos mechones de pelo ondulado cayendo sobre sus cejas. Contemplé el contraste de su piel pálida con el tono profundamente negro de su cabello, y en el preciso instante en que él elevó su mirada, sus radiantes ojos azules me hipnotizaron. Juraría que nunca los vi tan azules y eléctricos como en ese momento.

El cambio de su aspecto era tan notable y magnífico que me robaba la respiración. Su mirada siempre había sido brillante e irresistible, pero al cruzarme con sus ojos ese día los vi centellar con mucha intensidad, como si alrededor de las pupilas tuviera incrustados cristales de brillantina muy azules. Me encantó ver sus increíbles ojos soñadores y amé ser la primera que le vio lucir tan diferente y tan aterradoramente guapo.

Al bajar la mano a su costado, Asher exclamó:

-¿Y bien? ¿Qué tal me veo?

Se le veía completamente ajeno a lo que estaba sucedido en mi interior. Observé embelesada su pelo oscuro y revuelto cayendo a ambos lados de su frente y sus ojos azules brillando más que nunca. Se me había acelerado el pulso y mis emociones estaban inestables, mientras las mariposas me recorrían las venas y viajaban por mi cuerpo entero.

-¡Wow! Estoy impresionada, el color negro de verdad te va genial -logré expresar con la voz aguda y ronca.

Asher se volvió y se acercó al espejo de su closet para comprobar si decía la verdad sobre su aspecto.

-¿De verdad lo crees? ¿No te parece que teñirme de rubio hubiera sido una mejor opción? -reflexionó él mientras se acomodaba el pelo con los dedos, todavía mirándose en el espejo.

¿Teñirse de rubio? Ni en sueños. A él, el pelo castaño le iba bien; le daba un toque de inocencia y encanto, pero con ese pelo negro alborotado cayendo a los lados de su cara, se veía rebelde y salvaje. Si su atractivo antes ya era envidiable, ahora nadie podría quitarle los ojos de encima.

-¿Estás de broma? -expresé, incrédula.

Me olvidé por completo de mi autocontrol cuando me incorporé de la silla de su escritorio (casi tambaleándome) y caminé lentamente hacia él. Al llegar a su lado, estiré el brazo y le rocé con la mano algunos mechones que se enredaron entre mis dedos. De su pelo húmedo escurrían gotas frías que se deslizaban por su cuello y su frente. Al bajar un poco la vista, noté que también llevaba húmeda la camiseta oscura.

Me sobrevino la sensación de que la conexión entre los dos cambió en el momento en que nos miramos y caímos en cuenta de que estábamos demasiado juntos. Los segundos transcurrieron lentamente mientras su mirar azul de invierno y mi mirar de otoño se cruzaban en el reflejo del espejo. Asher contuvo la respiración y, a mí, que me encontraba detrás de él, me sucedió lo mismo.

Repentinamente, se dio la vuelta y bajó la mirada para observarme con malicia.

-¿Te refieres a que sí me veo irresistible? -cuestionó, casi hablando entre risas.

-Asher, estás guapísimo con ese pelo. Me encantas -confesé sin poder controlar mi propia voz.

Sonrió, viéndome directo a los ojos. Me escuché a mí misma mientras miraba esos ojos pálidos y cristalinos como los diamantes. Su mirada ardiente me examinó fijamente, contemplándome a través de las gotas de agua que caían de sus largas pestañas.

Lo tenía a un paso de distancia; ahora más que nunca, necesitaba una barrera que nos separara, porque la atracción que él despertaba en mí era muy poderosa. Se me dificultaba controlar ese magnetismo que me incitaba a acortar el espacio entre nosotros para acercarlo hacia mis labios y besarlo, como llevaba imaginando en mis fantasías más secretas.

Asher no perdió el contacto visual al inclinarse hacia mí y rozar mi mejilla con las yemas de sus dedos.

-Dime qué es lo que te encanta de mí -murmuró en un susurro provocativo.

¿Me lo imaginé o realmente estaba coqueteando conmigo?

Me salí de órbita y dejé de idealizarlo, porque realmente estaba a escasos centímetros de besarlo.

Había extendido mi brazo y mi mano seguía en su pelo. Mis ojos no querían perderse ningún detalle de sus rasgos. Acaricié con las puntas de los dedos los mechones que le cubrían la frente y los ojos; el tacto fue suave y se sintió fresco.

-Puedes responderme, quiero oírtelo decir, Bethy...

Asher acortó el espacio dando un paso hacia adelante, y en el instante en que lo hizo, nuestras frentes se rozaron la una con la otra. Vi que cerró los ojos mientras las puntas de mis dedos se deslizaban lentamente por su sien, acariciando aquella zona de su piel por primera vez.

Inconscientemente, mi mano subió por la parte posterior de su cuello, recorrió su nuca y se perdió en su cabello. Su respiración entrecortada respondió a mis suaves caricias. En un instante y sin abrir los ojos, movió ligeramente el rostro para que las yemas de mis dedos rozaran la comisura de sus labios.

-¿Decirte qué?

-Que lo sientes también, aunque lo de nosotros sea imposible -susurró, con su boca a centímetros de mis labios.

Un calor abrasador me recorrió el pecho. No había nadie más en este mundo que me hiciera sentir como él lo hacía.

-¿Sientes lo mismo que yo por ti?

-Siempre lo he sentido, Bethy.

Su boca estaba tan cerca de la mía que su proximidad me permitía sentir su aliento cálido en mi piel. Podía respirar su aroma dulce y tentador. Cuando sus labios se acercaron para sellarse con los míos, el ideal se disolvió en fragmentos y tuve que abrir mis ojos para volver de mi imaginación a la realidad.

Asher seguía delante de mí y todavía estaba procesando aquello de que me encantaba, pero él no había mencionado que se sintiera igual. No se había movido de lugar y simplemente me miraba apacible e inexpresivo. Todas esas palabras dulces que tanto anhelaba escuchar habían sido producto de mi imaginación; había alucinado que él dijo que me quería, porque lo que realmente dijo fue:

-Eh... pues te agradezco que pienses así, Bethy, a mí también me encanta este nuevo estilo.

Asentí sin dudarlo, a pesar de sentirme desilusionada porque, después de haberle dicho: «Me encantas, tú y solo tú. ¡Date cuenta!», él entendió un simple: «Me encanta tu estilo, te ves increíble».

-Volverás locas a todas el lunes que ingresemos a la academia -comenté con el corazón oprimido y lleno de dolor.

Me estaba desgarrando por tener que ocultarle mis sentimientos, pero no podía hacer nada para expresarle lo que realmente sentía. Era simple: o me quedaba con su amistad o me arriesgaba a perderlo y lo vería distanciarse de mí después de confesarle un amor al que no correspondería.

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