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♡ 12

ASHER

Recibí el mensaje de Piper el martes en la clase de Historia. En él decía que quería verme en el pasillo central del segundo piso a la hora del receso. Mi respuesta fue un simple: "Allí te veo".

El día anterior había tenido tiempo de reflexionar, así que cada palabra que pensaba decirle la había meditado detenidamente. No tenía dudas de que haría lo correcto y de que no me arrepentiría de hablarle con la verdad.

Cuando iba de camino al lugar donde nos encontraríamos, me pasaron por la mente las palabras de Beth y la absoluta sinceridad con la que expresó que, si no quería convertirme en un idiota, debía ser honesto conmigo mismo y preguntarme qué es lo que esperaba de mi relación con Piper. Me hizo bien responder esa incógnita, porque ahora ya sabía lo que quería y había tomado una decisión irrevocable.

Mientras subía las escaleras y veía pasar a mi lado al alumnado, me di cuenta de que, a pesar de ser tantos, de ver tantos rostros y recibir tantas miradas, ninguna de esas personas se comparaba con mi amiga Beth, porque ella era dulce, alegre, divertida, risueña y honesta: la única que me daba ese tipo de consejos que me hacían preguntarme qué demonios estaba haciendo con mi vida. Llegué a la conclusión de que no quería seguir así.

Gracias a ella, me di cuenta de que lo que yo realmente quería y necesitaba era estar con alguien que estuviera dispuesta a aceptarme y amarme, pero que su interés por mí no resultara ser igual al afecto simulado y manipulador que Belinda juró tenerme el otoño anterior.

Me detuve al haber cruzado ya la mitad del extenso pasillo y di un par de pasos hacia la orilla para apoyar los antebrazos en la barandilla de metal que se sostenía de dos grandes columnas a cada lado. Fijé la mirada en el panorama arbolado que se divisaba más allá de las calles y los claros más próximos al pueblo de Carmel.

Repentinamente, oí los pasos lejanos de alguien que se estaba acercando. Decenas de estudiantes cruzaban ese mismo pasillo; los veía pasar a mis espaldas, pero tenía el presentimiento de que esa persona iba directo a mí.

En el momento en que se detuvo a un metro de distancia no quise voltear, porque supe que se trataba de ella.

—Así que querías verme —mencioné, comportándome de manera distante.

—No debería sorprenderte que sea yo la que deba pedirte que nos veamos, porque al parecer este es el único horario en el que estás disponible para hablar —musitó ella con irritación. Sentía sus ojos fulminándome severamente—. Estos días debiste estar muuuy ocupado, tanto que no tuviste tiempo para escribirme un insignificante mensaje, pero puedes estar tranquilo, ya me doy cuenta de qué lugar ocupo en tu día a día.

Me volví lentamente, con el entrecejo fruncido. Tras aquello que había dicho, ahora era yo quien la miraba fijamente y la escrutaba sin contemplaciones.

—¿Qué tratas de decir, Piper?

—Digo que no tienes ni un mísero segundo para mí, pero tienes todo el jodido fin de semana para salir y juntarte con tu amiguita Elizabeth. ¿Acaso pensaste que no me iba a enterar de que has estado desaparecido en las sombras porque estabas muy ocupado dándole toda tu atención a esa idiota?

Me tensé ante el insulto que acababa de soltar, despreciando con cada palabra a mi mejor amiga.

Me acerqué a ella, mostrándome amenazante. Estaba completamente decidido a hacerla callar.

—No te atrevas a insultarla. A mí, dime o acúsame de lo que quieras, pero no te metas con ella. Te lo advierto, Piper, así que no me provoques —sentencié con frialdad y determinación.

Mi cuerpo estaba completamente tenso, irradiando enfado por cada poro. Mi agitada respiración, cada vez más descontrolada, y mi aspecto amenazante, no dejaban lugar a dudas de que yo no me andaba con juegos cuando alguien se refería a Beth de malas maneras.

—Encima de engañarme, la defiendes y te atreves a amenazarme —espetó, con la ira reflejada en sus ojos azules—. Estás equivocado si piensas que soy estúpida como todas esas con las que has salido, Asher. No me trago el cuento de que esa es solo una amiga para ti... He visto cómo te mira y también he notado que la miras de una manera extraña. Lamento decepcionarte, pero te advierto que a mí no me vas a meter en tu juego, cariño; yo no voy a ser esa distracción ocasional ni me comportaré como las tontas que estás acostumbrado a tener a tus pies. No me voy a conformar con esto que tenemos solo para que me trates igual que a ella, esa...

La interrumpí antes de que pudiera soltar una estupidez que me haría explotar de rabia.

—Detente de una vez si no quieres armar un escándalo —le advertí, hablándole con sequedad—. Si quieres claridad, escucha: primero, yo nunca pensé tomarte como un juego o una distracción; segundo, estás viendo cosas donde no las hay, porque entre Beth y yo no ocurre absolutamente nada; y en tercer lugar, no puedes venir a reclamarme nada porque tú y yo no tenemos una relación. Si no mal recuerdo, quedamos en salir sin formalizar nada.

Su expresión neutral se transformó en una de incredulidad total.

—Precisamente no tenemos una relación ni nada que se le parezca, porque en la órbita de tu vida únicamente existe Elizabeth Hayes, Asher. No eres capaz de ver más allá de ella, ¡maldición! Tu vida gira alrededor de lo que ella diga, lo que haga y lo que pida —explotó, con la voz cargada de furia y envidia.

—Ella es muy importante para mí, sí, lo acepto, pero no es el centro de lo que hago o dejo de hacer, así que dime qué se supone que debería hacer según lo que has llegado a suponer. ¿Qué rayos esperas de mí?

—Espero que pases tiempo conmigo y que no estés cada maldito segundo pendiente de lo que ella hace o deja de hacer, Asher. El viernes íbamos a salir al cine, y entonces me dijiste que era imposible que no te reunieras con ella en su casa. No me opuse y lo entendí, pero tampoco salimos juntos el sábado y no pudiste atender mis llamadas porque estabas llevándola a un karaoke para oírla cantar. También me enteré de que el domingo tuvieron una comida familiar y que ella, casualmente, fue a tu casa y pasó toda la tarde contigo. Ayer estudiaron juntos, así que dime tú dónde quedamos tú y yo, ¿cuándo habrá tiempo para nosotros?

—El viernes te invité a acompañarme y a ella no le importó que estuvieras allí —le recordé guardando la poca calma que me quedaba.

—¿Te das cuenta de lo acostumbrado que estás a su aprobación? —estalló con voz chillona.

—Sí —respondí finalmente con la voz áspera y ronca.

—¿Qué? —exclamó, estupefacta.

—Digo que es cierto lo que dices y que no voy a cambiar al respecto. La quiero y la he querido en cada momento de mi vida; ella ha estado y me ha acompañado siempre. Yo estaré para ella siempre y no permitiré que nadie me aleje de ella. Lo lamento, Piper, pero tú tampoco vas a ser la excepción.

—¿Lo ves? Ese es tu problema, que siempre la metes a ella en medio —reiteró ella, enredando las manos en su cabello con desesperación y frustración —. Elizabeth no debería ser tu prioridad, abre los ojos y asúmelo.

No respondí a su ataque verbal porque su último comentario me dejó pensando. Cuando por fin rompí el silencio, negué con la cabeza y la miré con los ojos ensombrecidos.

—Nuestra amistad está por encima de todo; ni tú ni nadie entenderían eso...

Ella asintió lentamente con la cabeza. Sus ojos azules no me perdieron de vista ni un segundo cuando dio un paso para acortar el espacio que nos separaba.

—Entiendo que su amistad sea importante para ambos, pero también hay otras relaciones significativas, como la relación que está surgiendo entre nosotros. Quiero mantener lo que tenemos y que me veas como tu chica. Asher, mírame como la ves a ella y quiéreme de esa misma manera.

La conversación dio un giro inesperado que me dejó bastante confundido.

Pensaba decirle que había que terminar por el bien de ambos, pero mis palabras y mi voz se quedaron suspendidas al sentir que, de un segundo a otro, sus delgados y frágiles brazos estaban envolviéndome el torso.

—Quiero ser importante para ti y no quiero discutir más —admitió, aferrándose a mí.

Su pecho y su cabeza estaban pegados a mi cuerpo. No había una manera delicada de hacer que se alejara ni de decirle que no podría concederle lo que me pedía.

—Piper, no quiero confundirte más. He intentado pensar en ti y me he esforzado por demostrarte mi interés, pero admito que tienes razón: no puedo solamente centrarme en ti porque, donde yo esté, también Beth estará...

De pronto, Piper deslizó sus manos tras mi nuca y tiró de mi cabeza hacia ella para presionar sus labios sobre los míos con desenfreno y urgencia.

Al responderle el beso, quise sentir algo, pero no sentí nada. Mis sentimientos no se prestaban a quererla ni a desearla como había sucedido en las ocasiones anteriores, teniéndola entre mis brazos.

Mis brazos la rodearon instintivamente y mis manos se posaron en su espalda. Con mis dedos recorrí el contorno de sus curvas, dejándome llevar por el apasionante momento.

Una voz en mi cabeza tiraba de mí, me incitaba a soltarla y a dejar de besarla, porque aquello no era lo correcto. No pensaba utilizarla para olvidarme de Belinda, no me iba a convertir en un chico que manejaba a las chicas a su conveniencia.

Separando nuestros labios, recuperé la compostura y encontré las palabras adecuadas para alejarla de mí.

—Piper, no debería besarte. No me hagas cometer ese error —murmuré con voz ronca. Percibí su aliento acariciando mis labios y, por un segundo, quise retractarme.

Al escucharme, Piper alejó su boca de la mía y, finalmente, sus manos —todavía aferradas a mi cuello— me liberaron por completo.

Me aparté rápidamente y retrocedí con la intención de mantener un espacio entre nosotros.

—Entiéndeme, Piper, no es que quiera que te alejes de mí porque no me gustes; si me interesabas, pero he descubierto que los dos queremos cosas diferentes. Mi intención nunca fue jugar contigo, nunca quise herirte; discúlpame si lo estoy haciendo ahora, pero es lo mejor.

Ella seguía escuchándome allí, de pie, en silencio. Sus ojos se inundaron de pena y malestar, pero enfrentaron mi mirada con una voluntad desconcertante.

—Sé que no debí ilusionarme tan rápido, Asher. Reconozco que ese fue un error mío, pero me haría bien que reconocieras que, si me estás dejando, es culpa de... —se interrumpió a sí misma, como si se estuviera conteniendo a soltar algún insulto—, de Elizabeth.

—Piper, no seguiré contigo porque siento que en este momento de mi vida no puedo querer a nadie más. Mi ruptura con Belinda me ha afectado demasiado y, hasta ahora, fui capaz de verlo, de sentir que no me encuentro bien emocionalmente; por esta razón, no podemos seguir saliendo.

La expresión de mi rostro debía ser inescrutable, porque Piper apartó sus ojos claros de los míos como si se sintiera dolida.

Me aclaré la voz y respiré profundamente antes de continuar.

—Piper, sé honesta conmigo y dime si en esta semana has llegado a sentir algo por mí.

Ella vaciló por un momento y luego negó con la cabeza. Vi vislumbrar un destello de esperanza en sus pupilas.

—Pero tal vez es muy pronto para eso y al decir que no siento algo por ti, no quiero decir que no me pase nada contigo, Asher —me sujetó la mano entre las suyas—. Estoy segura de que, si tú quieres, nosotros todavía podemos intentar...

—¿Intentar enamorarnos? —cuestioné con ironía—. Discúlpame, pero dudo que me pueda enamorar de alguien que detesta a mi mejor amiga.

—La detesto porque ella tiene toda tu atención, Asher.

Sus ojos se vieron fríos y distantes al pronunciar esa oración.

—Si eso es lo que piensas, no tengo nada más que decirte —espeté con seriedad—. No quiera hacer que pierdas más tu tiempo, lo nuestro no funcionó y no funcionará, así que espero que lo entiendas. Debo irme ya, la campana está a nada de sonar.

Al pasar por su lado, distinguí la desilusión en sus pupilas y la tristeza que reflejaba su mirada.

Acababa de alejarme algunos pasos cuando oí su voz llamándome algunos metros atrás.

—Anda, vete, no puedes esperar más, haz lo que quieras y ve a buscarla ahora, porque eso es justamente lo que harás, ¿cierto? —preguntó con la voz apagada.

Mi mandíbula se tensó, apreté los labios con fuerza y cerré los puños a los costados antes de volverme y avanzar hacia ella para encararla.

Mi cuerpo estaba en tensión cuando me detuve a escasos centímetros de distancia. Piper era bastante alta y yo la superaba por algunos centímetros, pero mi altura sobre la suya era aún más intimidante esta vez.

—Deja de insinuar cosas sobre ella —musité, soltando cada palabra con brusquedad.

—Tranquilo, cariño. No me meteré con tu princesita; en poco tiempo serás tú mismo el que dirá cosas que la lastimarán, y va a satisfacerme mucho ver sufrir a tu amada, verte a ti queriendo recuperarla.

Su mirada azul me retaba con severidad y frialdad. Mi mirada fija le lanzaba chispas de fuego que atravesaban mis pupilas.

Sentí que la garganta se me cerraba a causa de la furia que se expandía en todo mi sistema nervioso. Mi cuerpo irradiaba llamas y cenizas, como un volcán que no tardaría mucho en hacer erupción.

—Es por esto que no puedo estar contigo, Piper. Solamente ofreces y das lo que te combine, pero cuando llega el momento de entregarlo todo, prefieres atacar a terceras personas porque te niegas a aceptar que tú tuviste parte de la culpa de que no funcionara —la crudeza en mi voz la hizo estremecer.

Nunca le había hablado de ese modo a ninguna chica, pero Piper Stevens estaba agotando toda mi paciencia con esos comentarios que soltaba sobre Beth.

—Vuelvo a repetírtelo por última vez; no te metas con Elizabeth, porque si lo haces, vas a lamentarlo —expresé con determinación y dureza.

El desafío que veía en sus ojos y el enfado que traspasaba sus rasgos me dejaban claro que ya no le quedaban dudas de cuán en serio iba mi advertencia.

—Si la quieres tanto, procura cuidarla bien. Hay muchos en la academia que irían detrás de ella si tú no estuvieras allí todo el tiempo —se cruzó de brazos y me dirigió una sonrisa de suficiencia al agregar—: Y créeme que hablo en serio cuando te digo que alguno de ellos puede terminar dañando a la chica que tanto proteges.

La escruté con una mirada fría.

—No me apetece seguir escuchándote —le dije y volví a tensar mi mandíbula al acercarme a su rostro para murmurar —: No voy a caer, no pienso creer en esas insinuaciones, no lo intentes más, porque te aseguro que saldrás perdiendo.

Una vez dicho esto, me volví y comencé a alejarme, dejando atrás a Piper.

Hice lo correcto al dejarla, lo sabía. Me alejé porque quise seguir el camino racional y no me arrepentía. Piper no era para mí y yo no era para ella.

Beth dijo que escuchara a mi corazón, y eso hice. Podía sonar sorprendente, pero en cada latido de mi corazón solamente podía sentir que mi cariño le pertenecía a ella, mi única y mejor amiga. Mi afecto por ella era infinitamente incondicional y nadie más podía comprenderlo.

Sintiéndome frustrado, deslicé los dedos sobre mi cabello y tiré de algunos mechones para descargar las emociones que estaba conteniendo. Cuando volvió a sonar el timbre, ya me había adentrado en el aula y me había sentado en la última fila.

Al sacar el libro y el cuaderno de mi mochila, apoyé los codos sobre el borde del pupitre y entrelacé las manos, con la vista fija en la pizarra, pero con la mente perdida en un lugar muy diferente.

***

BETH

La semana ya estaba a punto de llegar a su fin. En esos tres últimos días, Asher había pasado las tardes conmigo repasando los apuntes de las distintas materias en las que coincidían las mismas temáticas, a pesar de que no asistíamos a la misma aula y no formábamos parte del mismo grupo.

En un principio, me alegré mucho de que Asher volviera a acercarse a mí, de que las cosas entre nosotros volvieran a sentirse igual que en los años anteriores. Nuestra amistad seguía creciendo y ya eran pocos los momentos en los que podía evitar imaginar cómo sería si pasáramos tanto tiempo juntos, pero siendo algo más que amigos. Y, a decir verdad, la sola idea me provocaba emoción.

El día anterior acordamos que él vendría temprano por mí y nos iríamos juntos a la estación del bus para tomar allí el camión de la academia. Planeamos irnos juntos al colegio y, dado que no lo hacíamos muy a menudo, porque él iba siempre en su motocicleta y yo le tenía terror a la velocidad, me sentí muy feliz, porque era un increíble momento que solamente compartiríamos él y yo.

Sabía que algo muy extraño estaba sucediendo con él; mi intuición me decía que me ocultaba algo, y esa mañana iba a tener una oportunidad para preguntarle sobre Piper. Una vocecilla me decía que lo que tenía con ella ya se había acabado, y esa parte egoísta de mí quería llevarse la razón y escuchar de su propia boca que había dejado a Piper Stevens.

La noche anterior programé mi alarma para levantarme temprano y alistarme sin prisas ni contratiempos. Justo en ese instante acababa de lavar el plato de cereal de mi desayuno y estaba secándolo con un trapo cuando oí un par de toques suaves provenientes del recibidor.

Volvieron a llamar a la puerta y yo salí de la cocina a prisa. Se podría decir que fui corriendo a abrir, y al jalar la puerta apliqué más fuerza de la necesaria, abriéndola por completo y encontrándome con los hermosos ojos azules de Asher y su desarmante sonrisa.

—Muy buenos días, Bethy —me saludó con alegría y prosiguió diciendo—: Es momento de irnos, la academia nos espera.

Apreté los labios para disimular una sonrisa divertida. Cerré la puerta a mis espaldas y entonces me di cuenta de que nos encontrábamos frente a frente, muy cerca.

—Querrás decir que el autobús espera por nosotros —le corregí, pasando junto a él.

Él me siguió el paso y bajamos juntos el peldaño de los escalones.

—Por favor, dime que no llevabas rato esperándome —comenté al instante que pisamos el camino empedrado del patio, cubierto de una fina capa de césped.

—Claro que no, justo acabo de llegar, pero sabes perfectamente que no me molesta esperarte afuera —respondió, dedicándome una de sus expresiones más comprensivas.

Al dirigir mi mirada a él, noté que ambos llevábamos puesto el uniforme del instituto; a mí me quedaba de lo más normal, no lucía nada impresionante, pero cada vez que lo miraba con ese chaleco azul y esa camisa blanca de botones, su apariencia se volvía un peligro inminente, porque con esa ropa y con ese aspecto, me resultaba absolutamente atractivo e irresistible. Me costaba mucho apartar los ojos de su cuerpo y me perdía como una tonta en su fisonomía.

Se me dificultó enfocar mi atención en el camino que teníamos por delante. La luz del día iluminaba la calle. Algunos metros más adelante, veía las sombras de los árboles reflejándose en el asfalto gris y desgastado. La brisa del viento se sentía fresca en mi rostro, y la calidez del sol en mi piel era muy suave y relajante.

Asher caminaba a poca distancia de mí, con una reluciente sonrisa en su rostro. A pesar de ir juntos, yo tenía que avanzar rápido para no quedarme atrás. No podía ir mucho más rápido ni adaptarme a su paso, porque, a diferencia de mí, él avanzaba a largas zancadas.

Lo miré distraídamente y volví a maravillarme con cada rasgo de sus facciones varoniles. Veía el movimiento de sus labios e irremediablemente me perdía delineando su contorno con un pincel imaginario. Observaba sus ojos claros y deseaba reflejarme en ellos. Miraba su nariz fina y quería sentir su respiración cerca de mí; veía su boca y deseaba besarlo.

No entendía cómo podía mostrarse totalmente relajado mientras mi mente se sacudía de aquel modo.

Acababa de deslizar la mano sobre su pelo cuando vi que desvió su mirada del camino para observarme.

Me contempló fijamente con esos ojos azules que me enloquecían por completo. Su mirar y su sonrisa me cautivaban; todo en él era cautivador y ni siquiera lo notaba.

—Y entonces qué me dices, ¿piensas que fui muy duro con ella?

Su voz grave me devolvió a la realidad en cuestión de segundos.

—¿Qué has dicho? — cuestioné, volviendo la cabeza hacia él.

—Hablo de Piper —me dijo con seriedad—. Tuve que ser claro con ella y le dije que no podía seguir mintiéndome a mí mismo respecto a mis sentimientos, así que lo dejamos.

Su confesión no trasmitió culpa o arrepentimiento, daba la impresión de sentirse tranquilo. ¿Me parecía a mí o realmente se sentía aliviado de haberla dejado?

—¿Tus sentimientos? —murmuré en voz baja.

—Los sentimientos que no tengo hacia ella —corrigió él automáticamente—. Seguí tu consejo, me di cuenta de que tenías toda la razón.

El corazón me dio un salto al oírle confesar que había dejado a la encantadora Piper Stevens por mí, porque yo se lo pedí.

Detuve mi caminar y me interpuse en su camino para impedirle avanzar y mirarlo directamente a los ojos.

—Me estás diciendo que dejarás de salir con ella porque yo... yo... Demonios, Asher, me entendiste mal —solté con rotundidad—. Yo quería que averiguaras por ti mismo si podías llegar a quererla, nunca quise que la dejaras así, sin más.

—No te culpes, Beth, fui yo el que tomó la decisión. Dejarla era lo correcto —me habló con sinceridad.

—¿Lo correcto para quién?

—Bethy, si te digo que hice lo correcto, me gustaría que me apoyes y que no me hagas dudar de mis decisiones, ¿vale? Agradecería que no me contradigas —su tono de voz se volvió neutral.

Pensaba decir algo al respecto, pero al ver su expresión seria, decidí quedarme callada.

Asentí y me aparté de su camino para seguir avanzando a su lado.

—Asher, yo apoyo tus decisiones, pero...

De inmediato, su voz llegó a mis oídos e interrumpió mi oración.

—No quiero hablar de esto, se acabó y no hay más que hablar —musitó sin mirarme.

Noté que tenía tensa la mandíbula y que sus músculos también estaban contraídos.

Decidí guardar silencio y mantuve la boca cerrada durante varios segundos. Ambos seguimos el camino cubierto de las hojas marchitas del otoño.
A mitad de camino, dirigí la vista hacia él y vi que una media sonrisa aparecía en su rostro.

—¿Por qué sonríes?

—Estaba pensando en lo bien que lo pasaremos esta noche —confesó y su sonrisa se hizo más grande—. Vas a venir conmigo, ¿verdad?

—Podrías ser más específico.

—Esta noche es el cumpleaños de Max y habrá una fiesta en su casa para celebrar. Tú tienes que acompañarme a esa fiesta, Bethy, no podría divertirme si no estás allí.

Le dediqué una mirada curiosa.

—No me gustan las fiestas a las que sueles ir... y, siendo Max el festejado, sospecho que su celebración estará rodeada de mujeres mayores, chicos mujeriegos del equipo de baloncesto y atletas superficiales que solo asisten para beber hasta perder la consciencia —expresé con disgusto—. Siendo sincera, ese es el último lugar al que me apetece ir.

—No te pasará nada, vas a ir conmigo y yo estaré para ti en todo momento. Anda Bethy, di que sí, hazlo por mí.

Me miró con sus ojos entrecerrados y puso esa expresión encantadora a la que nadie podía negarse.

—Vale, iré contigo, pero no permitiré que bebas más de la cuenta y te estaré vigilando todo el tiempo. A eso tendrás que atenerte si quieres ir conmigo.

—Claro que quiero ir contigo, Bethy. No me importa aprenderme de memoria todas las condiciones que impongas si, al hacerlo, podré pasar cada minuto a tu lado.

Mi corazón volvió a acelerarse de emoción y mi mente dejó de pensar con claridad.

Lo miré y me perdí en el mar inmenso que se extendía alrededor de sus pupilas. Me fijé en cómo el sol se reflejaba en sus ojos brillantes y claros, y me disolví en lo azules que parecían estar justo en aquel instante.

—Tendremos que estar cerca de Max, es su cumpleaños, recuérdalo. Pensándolo bien, ya quiero que sea el momento de felicitarlo.

Repentinamente, Asher giró su cabeza hacia mí, ofreciéndome una mirada confusa. Luego, volvió a posar su atención en la calle, en el camino despejado, pero con el ceño fruncido.

—Vas a decirme que lo abrazarás y le susurrarás al oído que le deseas un grandioso cumpleaños.

Asentí y alcé los hombros, completamente despreocupada.

—Es lo que se suele hacer en los cumpleaños, felicitas a la persona y lo abrazas porque le aprecias.

Mis palabras no parecieron gustarle.

—Y también le diré que puede contar conmigo siempre.

Esta vez, él se volvió hacia mí, cubriéndolo todo con su silueta.

—Es amigo mío, no tienes por qué ser tan cortés; con una felicitación es suficiente.

Alcé la vista y vi que Asher estaba delante de mí, mirándome con disgusto.

Me crucé de brazos y fruncí el ceño.

—Max también es mi amigo. Siempre ha sido muy amable conmigo, me cae bien y pienso felicitarlo como corresponde.

—¿Acaso te gusta? —preguntó con cierta amargura en su voz.

Suspiré profundamente y negué con la cabeza.

—No puedes llegar a esa conclusión por un simple abrazo que ni siquiera le he dado —espeté, sintiéndome frustrada—. Max es un chico genial y es realmente encantador, pero nunca me he sentido atraída por él... parece que el único chico que llama mi atención jamás va a mirarme de esa manera —dije lo último sin darle demasiada importancia.

Él inclinó la cabeza a un lado y frunció el ceño, intrigado.

—Entonces confiesas que te gusta alguien más —sentenció con mala cara. Me miró con las facciones tensas.

—No es asunto tuyo, Asher —le dirigí una mirada inescrutable y agregué—: Tú sales con muchas chicas y yo jamás te pregunto sobre ellas ni cuestiono las razones por las que sales con ellas, así que espero lo mismo de tu parte.

Me contuve para no gritarle, aunque en el fondo deseaba confesarle que era él quien me gustaba y que lo quería con todo mi corazón.

Asher levantó las cejas de nuevo y cruzó los brazos sobre su pecho tonificado.

—Realmente espero que no te refieras a Max, porque... —dijo con severidad.

Lo interrumpí bruscamente.

—¿Por qué que?

Él resopló y negó con la cabeza. Lo miré atentamente, pero su rostro no reflejaba emoción alguna.

—Bethy, quiero lo mejor para ti, deseo que siempre estés bien.

Se me escapó un suspiro de resignación. Aparté la mirada de la suya al caer en cuenta de que esas eran las palabras de un amigo hacia su amiga, no había celos ocultos en su voz, en su rostro no había nada más que preocupación.

El silencio entre nosotros se volvió demasiado duradero.

—No es Max, es alguien que no conoces —expresé cuando noté que él no hablaría primero.

Mi lengua se esforzó al pronunciar esa mentira que no podía estar más lejos de la realidad.

Sus iris cambiaron a un extraño tono, similar al del mar en calma.

—Está bien, Bethy, no tienes que decirme quién es si no quieres, pero si en algún momento necesitas hablar al respecto, yo estaré aquí —expresó con solemnidad.

Lo miré con curiosidad. Sus palabras se escuchaban honestas, pero había algo en ellas que no terminaba de convencerme.

Seguramente, mi silencio no fue la respuesta que esperaba oír.

—Cuentas conmigo —dijo e hizo una pausa—. Nunca dudes de mi palabra, recuerda que hicimos un juramento desde niños.

—Estaremos juntos... —expresé con dulzura.

Mi cuerpo se relajó al grabarme su voz en el interior de la mente.

—Hoy y siempre —completó la frase con una alegre sonrisa.

Con el dedo índice, me dio un golpecito suave entre las cejas.

—Ese juramento es incondicional, igual que mi amistad contigo. Mantenlo presente en cada lugar al que vayas —me dijo con una mirada cálida.

De repente, me eché a reír por la ternura de sus palabras.

—Eres tan dulce y tierno, creo que estás perdiendo tu lado encantador e irresistible.

De un segundo a otro, su mirada se volvió persuasiva e inocente.

—Admítelo, no puedes evitar quererme.

Su voz profunda y provocativa me provocó escalofríos. Evité mirarlo y solté una carcajada ruidosa.

—Claro, te quiero porque eres el más modesto de todos los chicos del universo.

—El más modesto y el más atractivo de todos —añadió, con egocentrismo.

Volví a reírme y le empujé el brazo con el codo.

—Empiezas a comportarte como alguien superficial.

Él se esforzó a sonreír, pero parecía estarle costando devolverme el gesto.

Estaba conmigo y me miraba con una sonrisa, pero percibía que había algo que quería decirme y que, a la vez, prefería guardarse solo para sí mismo.

Estábamos a pocos metros de llegar a la estación cuando un auto pasó a toda velocidad junto a nosotros. Me sobresalté del susto y reaccioné sin pensar, sujetándole con fuerza la mano a Asher. Sus dedos temblaron entre los míos. Nos aferramos el uno al otro. Él me devolvió el apretón y me acarició los nudillos con su dedo pulgar para transmitirme tranquilidad.

Contuve la respiración al sentir sus yemas acariciándome la piel. Él tenía unas manos grandes; sus dedos eran largos y delgados, y sus nudillos estaban ligeramente agrietados debido a los entrenamientos del equipo.

Le agarraba la mano con fuerza, esperando el momento en el que decidiera soltarme. Él miró nuestras manos enlazadas antes de posar sus hermosos ojos celestes en los míos.

Sin previo aviso, él levantó la mano y la acercó hacia mí para apartar un mechón de mi cabello que caía sobre mi sien. Lo colocó suavemente detrás de mi oreja y sonrió.

Mi corazón comenzó a latir más rápido al sentir el roce de sus dedos cerca de mi oreja.

Antes de que pudiera moverme o decir algo, escuchamos el ruido de un motor disminuyendo velocidad y, a continuación, vimos el bus que acababa de detenerse a dos metros de distancia.

Asher señaló el autobús con su cabeza y siguió andando sin soltarme la mano, como si nada hubiera ocurrido.

Subimos juntos. Me hizo falta su contacto cuando me soltó para dejarme sentar en el asiento libre junto a la ventanilla.

De inmediato, el bus se puso en marcha y las conversaciones de los jóvenes se mezclaron con el ruido del motor y el de los autos que pasaban junto a ese carril.

Mantuve mis ojos fijos en el camino. Visualicé las casas que dejábamos atrás, los árboles altos que había a ambos lados de la calle y aquel letrero que decía "Bienvenidos a Carmel". El pueblo se quedó atrás y lo siguiente que vi fue la desviación hacia la carretera.

En ese instante oí un timbre de notificación en el asiento de al lado. Volteé y encontré a Asher sacando el celular del bolsillo de su pantalón. Él encendió la pantalla y una sonrisa resplandeciente no tardó en adueñarse de cada rasgo de su semblante.

Lo observé detenidamente mientras él tecleaba en la pantalla y enviaba un mensaje al remitente del anterior mensaje. No tardó mucho en responder, porque enseguida vi que volvía a guardarse el móvil en el pantalón.

Me mordí la lengua para reprimir el impulso de preguntarle qué o quién era él o la causante de su buen humor. No debía meterme en su vida; me autoconvencí de que él tenía derecho a tener sus propios secretos y asuntos.

Procure no hablar en el trayecto restante hacia la academia e intenté centrarme en las nubes blancas que dibujaban figuras en el cielo.

Media hora más tarde, el autobús se estacionó en el aparcamiento que estaba junto al patio del colegio. Al bajar del mismo, Asher y yo recorrimos el extenso patio, conversando de todo un poco.

Antes de separarnos para ir a nuestras respectivas clases, quedamos en vernos en la fiesta de Max esa misma noche. Asher tendría entrenamiento en la tarde, así que acordamos que yo iría a la fiesta con Melissa y que él nos alcanzaría más tarde.

Me detuve en el extremo del pasillo, me despedí con una sonrisa y, sin poder contenerme, me acerqué a él y me puse de puntillas. Al encontrarme a escasa distancia de su rostro, lo besé en la mejilla y salí corriendo. Escuché su risa divertida mientras me alejaba. Él no lo notó, pero en mis labios también se había dibujado una auténtica sonrisa.

Antes de meterme en mi aula de clase, me volví para observarlo a más de diez metros de distancia. Al girarme, todavía lo encontré observándome de esa manera que podía cautivar a cualquier chica.

No dejé de mirarlo hasta que dio la vuelta y comenzó a alejarse, ampliando aún más esa distancia que nos separaba. Lentamente, solté el aire que contenía en mis pulmones y respiré hondo.

Al entrar al aula y tomar asiento, una repentina sensación de intranquilidad se apoderó de mí por completo.

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