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Historia 33- "Final de muerte"

Aylin no paraba de teclear. Estaba muy concentrada escribiendo el final de su novela que tanto le había costado escribir por los trabajos de la escuela y las actividades fuera de esta. Claro que no todo terminaba allí, después de terminarla debía editarla y quizás hasta se podía dar el lujo de publicar su libro en físico. Ella creía que merecía mucho éxito, ya que tenía buena trama, buenos personajes y estaba segura de que algún fandom surgiría.

Estaba con las luces apagadas y el brillo a cien dándole en toda la cara haciendo que brillara. La casa estaba en completo silencio, puesto que eran las tres de la madrugada. Siempre pensaba que uno se podía concentrar más cuando todos dormían, porque se sentía solo en el mundo.

Por supuesto que si ella estaba sola en el mundo, nadie leería su obra; pero solo era una forma de decir.

No era el primer libro que terminaba. A sus quince años ya había escrito tres obras, pero por supuesto que cualquier escritor o aficionado tiene su historia preferida y la de Aylin era la que estaba por terminar en unos minutos.

Parecía que iba a romper su teclado, puesto que estaba muy emocionada y tecleaba tan rápido que ni siquiera alcanzaba a ver cuáles teclas apretaba. Al haber estado tantas horas frente a la computadora, ya se sabía la ubicación de las teclas de memoria.

Le gustaba escribir historias de misterio y de terror, porque era muy fan de estos géneros. Tenía varios escritores favoritos, aunque leía cualquier libro cuyo título y sinopsis le llamara, no se guiaba por el autor y si su historia había sido un best-seller o no.

Amaba la lectura desde los siete años y desde ese entonces, hasta ahora, ya había leído unos doscientos libros, o por lo menos esos eran los que tenía en su biblioteca.

Empezó a tener sueño, algo que raramente le sucedía. Por el día había dormido cinco horas de corrido para no tener sueño en ese momento que iba a ser tan importante para ella. Trataba de que esos últimos párrafos fueran poéticos y que dejaran al lector enganchado, haciendo que se quede con ganas de más. Sí, porque a ella le gustaban esos tipos de libros con finales abiertos o inconclusos.

Además del sueño, sintió calor. Estaba con el pijama de invierno puesto ya que estaban en esa helada época del año; pero aun así le caían las gotas de sudor. Decidió tomarse un descanso para estirar las piernas y tomar o comer algo.

Hacía apenas dos o tres meses que se habían mudado a esa nueva casa bastante grande y todavía no se acostumbraba, así que encendió la luz del pasillo y fue corriendo hacia la cocina porque un poquito de miedo le daba. Se sirvió un vaso de agua y luego agarró las cosas necesarias para prepararse un sándwich de jamón y queso. Una vez que terminó de prepararlo, fue hacia su habitación y apoyó el vaso y el plato en su escritorio.

Mientras escribía se terminaba su sándwich. Estaba demorando mucho en escribir ese maldito final y su mente se estaba quedando en blanco; su momento de inspiración ya se estaba yendo.

Un adorno de su estantería se estrelló contra el suelo. Se volteó alarmada y no vio ningún objeto en el suelo. Pensó que quizás el ruido había provenido de la sala de estar.

Fue hacia allí para ver, de paso iba a dejar el vaso en la mesada de la cocina y así mataba a dos pájaros de un solo tiro, tal como decía el refrán.

Esta vez no encendió la luz, sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y no quería encandilarse. Además, también fue al baño a lavarse la cara.

Después de hacer todo eso, trató de localizar el objeto que se había caído al suelo, pero no lo encontró. Pensó que era por la oscuridad que había. Si hubiese podido, buscaría una linterna aunque lo más probable era encontrar una media perdida que una de ellas.

Se dio por rendida y volvió a su cuarto, dispuesta a que nadie ni nada la distraiga para acabar de una vez esa historia que ya la tenía harta, ¡si hubiese pensado que escribir ese condenado final sería así de difícil, ni siquiera la habría seguido! La falta de imaginación y concentración hacía que le dieran ganas de gritar lo más fuerte que pudiera, pero si lo hacía la iban a retar y con esto la imaginación huiría más velozmente.

Tronó sus dedos y enderezó su espalda. No había algo que menos tolerara que estar con una mala postura todo el día y, al estar frente a la computadora la mayor parte del tiempo, ese odio ya se convertía en algo habitual.

Sin salirse del tema y pensando en su historia, empezó a escribir dejando que una parte de su alma fluyera.

Iba a escribir una oración más y ya luego guardaría el archivo para irse a dormir antes de que su padre se despertara para irse a trabajar. Faltaba muy poco, esa oración sería la última del antepenúltimo párrafo.

Pero su concentración se desvaneció rápidamente cuando la luz de la pantalla ya no la iluminó más y se escuchó un corto pitido; la computadora se había apagado. En broma, pensó que esto era cosa del diablo, ¡nada le salía bien! Por fuera se rió, pero por dentro la furia la consumía. Se paró para estirar las piernas nuevamente y fue hacia su cama, para derrumbarse y echarse a llorar.

Escuchó unos pasos detrás de ella.

—Déjenme sola, hoy todo está contra mí—Y justo en ese momento le agarró un ataque de hipo.

Cuando pudo controlarse, que no tardó más de dos minutos y al sentir que alguien la seguía mirando, volvió a decir:

— ¡Papá, déjame sola! —Sabía que era su padre porque había escuchado que alguien se levantaba mientras se bañaba en su llanto, pero no recibió ni una sola palabra de su parte— ¿Papá? —Volvió a preguntar ahora dándose la vuelta para ver si verdaderamente era su papá.

En la habitación solo estaba ella y nadie más. Aylin había escuchado los pasos, habría jurado por su vida de que había alguien allí mirándola mientras lloraba. Revisó más atentamente la habitación, pero sus ojos no le habían fallado porque nadie se encontraba con ella.

Fue hacia el interruptor de luz e intentó encenderla, pero parecía ser que se había quemado la lamparita. Ahora se dirigió hacia la computadora, lo hacía porque ahora no tenía ganas de dormir y por lo menos quería escuchar música para matar el tiempo. La encendió y la pantalla le iluminó nuevamente el rostro, a lo que Aylin festejó frunciendo el ceño porque la había encandilado un poco.

Esperó a que todos los iconos de los programas que se encontraban en el escritorio aparecieran y abrió rápidamente el archivo de su historia. Las más de cien mil palabras se habían reducido a solamente tres: "Final de muerte".

—Estoy detrás de ti—escuchó que alguien le susurraba.

La respiración de la adolescente empezó a ser irregular, y las piernas le temblaban del miedo. No, no iba a darse la vuelta, aunque sabía que estaba alucinando por la falta de energía; o eso era lo que ella creía.

Inmediatamente, sin saber por qué, se tapó los ojos con ambas manos y empezó a hacer presión. Sentía una respiración bastante serena cerca de su oreja. Trataba de sacarse las manos de la cara, porque sentía que en algún momento ella misma se iba a explotar los ojos, como en tantas películas de terror había visto. Y claramente, eso fue lo que sucedió. La sangre le empezó a correr por todo el rostro, manchando el suelo blanco de su habitación.

Con las pocas fuerzas que tenía y dejando el rastro de sangre, trató de ir hacia el cuarto de sus padres. El lloriqueo y los gritos de dolor retumbaban en toda la casa, pero nadie parecía darse cuenta. Tanteó hasta llegar donde se suponía que estaba la puerta de su habitación, pero en vez de encontrarse con esta se encontró con la pared, dándose cuenta de que no había ninguna salida.

Su noche fue una verdadera pesadilla. Se había acostado en el piso porque no tenía fuerzas para mantenerse en pie, pero por la mañana ya no se encontraba con vida. Tanta era la sangre que había perdido que el suelo completamente blanco parecía haberse teñido del color carmesí de la sangre.

La encontró su papá, cundo se levantó para ir a trabajar y ver si ya se había ido a dormir. Semejante susto se había pegado que gritó y despertó a todo el barrio.

Llamaron a la policía, y cuando llegaron investigaron toda la casa. También revisaron los archivos de la computadora de la adolescente, donde había uno abierto. Su madre, quien estaba asustada pensando en quién podría haber asesinado a su hija de tal manera horrorosa, reconoció que era la historia de Aylin que estaba por terminar.

Lo reconoció de inmediato porque ella misma había leído la obra y sabía el número de palabras que tenía, así que al ver que solo había tres y que esas decían "Final de muerte" no pudo hacer algo que no fuera llorar. Alguien había entrado en su casa, ¿pero cómo?

En realidad, nadie había entrado. Aylin había escrito su propio final en la historia. 

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