Historia 30- "El fondo infinito"
Hoy iba a ser un gran día. La pequeña niña estaba muy contenta de poder ir a la pileta pública por primera vez y aprender a nadar, como su padre le había prometido.
Al bajar del auto, la niña fue corriendo hacia la entrada y alentó a su papá a que apresure el paso, pero el hombre siguió caminando como lo estaba haciendo.
Entraron, eligieron una mesa y dejaron el bolso con el protector solar, los flotadores y algún aperitivo por si el hambre atacaba.
La niña de apenas unos cinco años, se colocó protector solar por la cara y los brazos, como su padre le había indicado. Odiaba el olor del protector, pero odiaba aún más el dolor que provocaba la quemadura del sol.
Su padre saludó al hombre que estaba en el puesto de salva vidas, ya que eran grandes amigos. No era el dueño del lugar, era solamente un empleado contratado por Ricardo, quien él si era el dueño del lugar.
El padre, quien ya se había tirado a la pileta, alentaba a su hija para que hiciera lo mismo. No había peligro alguno, puesto que la niña llevaba los flotadores en cada uno de sus brazos.
- ¡Venga, no tengas miedo. Yo te atrapo!
La niña hizo la que su padre le ordenó y sintió esa sensación de adrenalina, la cual era una nueva.
Estuvieron un buen rato en el agua, y en todo ese rato la niña aprendió a nadar por arriba y abajo del agua. También a sumergirse hasta al fondo de la piscina, pudiendo tocar el suelo con su panza.
Salió gloriosamente a la superficie. Ya se había quedado sin respiración , por lo que salió un rato fuera para descansar; su padre la acompañó.
Fueron a la mesa debajo del árbol donde habían dejado las cosas para comer un sándwich. Esta vez, volvieron a la pileta pero el padre se quedó fuera, observando a su hija. La vio sumergirse, pero no la vio salir. No estaba por ninguna parte, y por esa razón empezó a los gritos. Llamó la atención del salva vidas, quien se tiró de un chapuzón para buscar a la hija de su amigo; la encontró, pero ya estaba muerta.
Un grupo de chicos de más o menos 15 años, se estaban preparando para ir a visitar el balneario abandonado por más de diez años. Si todo salía bien, nadie se enteraría y podrían seguir disfrutando de la libertad. ¿Por qué digo esto? Porque estaba prohibido entrar allí y la mayoría de las veces, era custodiado por dos o tres policías. Nadie sabía el motivo, pero estos tres chicos sabían que a las tres de la madrugada, estos policías se iban a su casa y no volvían hasta las seis am.
Se juntaron todos a las 2:50 am en la plaza que quedaba cerca del balneario. Esa plaza daba miedo, porque todos los juegos estaban destrozados y despistados.
A las tres con dos minutos, partieron rumbo al balneario. Verificaron nuevamente si las linternas funcionaban, y treparon la reja que separaba a cualquier humano de aquel tenebroso lugar.
Habían estado mucho tiempo practicando cada paso que debían hacer, puesto que desde que se habían conocido (a la edad de ocho años) tenían deseos de investigar aquel lugar que atemorizaba a cualquiera.
Una vez adentro, sintieron un viento helado que hizo que se estremecieran y tengan más frío de lo que tenían, ya que era una noche de invierno.
Fueron a la zona donde se encontraba la gran piscina.
Por un descuido, uno de los chicos pisó mal y metió el pie en un hoyo lleno de agua sucia y helada. Soltó un alarido desgarrador, se había torcido el pie.
—No seas idiota—susurró uno de los chicos—. No te hiciste nada, sigamos adelante.
Lo ayudaron a sacar el pie de allí y siguieron adelante, tal como uno había dicho. A pesar de tener las linternas encendidas, casi se caen dentro de la piscina llena de suciedad y con un poco de agua en el fondo, la cual estaba podrida.
Sintieron unos pasos detrás de ellos, se dieron la vuelta y se encontraron con que alguien los estaba observando.
— ¿Quién te crees que eres? — Preguntó el que antes había hablado- Vete de aquí- acompañó la frase sacando una navaja del bolsillo de su campera. Todos sus amigos se sorprendieron al ver al chico con aquella arma; no lo podían creer-. ¿A caso no me oíste? VETE DE AQUÍ.
Lo alumbraron con las linternas y pudieron ver que era el antiguo dueño del balneario. No pudieron evitar un grito de exclamación, ¿qué hacía allí si ahora le pertenecía al a municipalidad aquél lugar?
— ¿Qué hacen ustedes aquí? YO TENGO TODO EL DERECHO DE ESTAR EN ESTE LUGAR, ES DE MI PRO-PIE-DAD.
El que tenía la navaja hizo un movimiento brusco, con el propósito de poder cortarlo, pero el hombre se movió a un costado muy habilidosamente. El chico no se rindió, pero en un solo movimiento logró sacarle el arma y le hizo un extenso tajo en todo el abdomen.
Claramente, terminó en el suelo rodeado de sangre y luego de unos diez minutos de puro sufrimiento, dio su último suspiro.
Y durante esos diez minutos, sus acompañantes se sumergieron en un profundo sueño tras un fuerte golpe en la cabeza.
Uno de los chicos, se despertó al sentir que le faltaba la respiración. Apenas pudo abrir los ojos, porque sintió que le entraba agua y lo poco que pudo ver fue a cuatro personas asomadas mirándolo fijamente mientras se ahogaba.
Y esas personas cuando vieron que el chico ya había desaparecido en el fondo infinito. Esperaron pacientemente hasta que el suelo se iluminó, y todos los cuerpos habían desaparecido.
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