Historia 3: "La psicóloga" (2/2)
El sábado de esa misma semana, llamó solo a nueve pero por separado. No le importaba si iba a trabajar fuera de hora, pero debían ser sesiones privadas. Llamó a Lila, Alex, Camilo y su hermana, Anabela, Mariano (que iba acompañado de Jey, aunque no existiera), Jorge, Paul y a Julián, que era el mayor de edad. Iba a empezar por este mismo orden, aunque fuese sin motivo alguno.
Cuando Lila llegó, fue con un peluche llamado Teddy, le quería preguntar a su psicóloga porqué todos los ositos de peluche se llamaban así.
-Es simple, tu cerebro hace lo que los demás también hacen- le contestó Maricela.
No sabía muy bien cómo hacerlo, pero debía intentarlo. Decirle que sus padres eran malos, que no la querían, que ella no merecía tener unos padres como los que tenía y que debía ser fuerte y vengarse.
-Te he llamado por una cosa- dijo la chica-, es para hablar sobre tus padres. Eres una muy buena niña, nadie tiene por qué decirte lo que tienes que hacer, que colores usar, que color debe de ser tu preferido ni nada relacionado con el color lila.
»Tu madre tiene un pequeño trastorno, ¡está obsesionada con el color lila! Muchas veces le he dicho que vaya a un psicólogo pero piensa que es para locos, es una manera indirecta de decir que tú eres una loca por venir al psicólogo. Algunas veces, los locos son quienes dicen cosas sin sentido, en realidad, no algunas veces, siempre.
»Puede que tu madre te trate mal, pero ella te quiere- hizo una pausa pensando que si lo que decía estaba bien o mal. - sin querer, te ha pegado, ¿cierto? - La niña asintió. - ¡Pues bien, ahí lo tienes! Algunas veces los monstruos se disfrazan de humanos para hacer daño, las personas somos monstruos, los monstruos no ¡Ellos ni siquiera existen! Ella no te quiere, Lila, ella es un monstruo disfrazado de madre. Mira, no estés triste, ¡yo tuve una madre igual y mírame! Soy una persona exitosa, tengo mi propio consultorio en incluso tengo pequeños niños que me quieren y que yo quiero. Puede que te resulte confuso lo que digo- La psicóloga no entendía lo que estaba diciendo, pensaba que iba a ser más claro-, pero yo sé que eres una niña muy lista y que me entenderás, ¿me equivoco?
La niña negó.
-Iré al grano, tienes que cobrar justicia, no te voy a mandar que vayas y la ignores, eso lo tienes que decidir tú. Eres una niña fuerte.
Maricela se dio cuenta que faltaban cinto minutos para que se acabase la sesión ya que les había dicho que no iba a durar mucho.
- ¡Ni se te ocurra decírselo a tu madre! - Se dio cuenta del tono brusco que estaba usando y suavemente agregó-: ¿Sí?
La niña asintió, no miraba a un punto fijo y cuando la chica hablaba nunca había interrumpido, ni siquiera había hablado.
Cuando Lila se fue, entró Alex. Le dijo algo similar a lo que le había dicho a la pequeña niña.
Luego entraron Camila y Camilo, juntos ya que les quería hablar sobre lo inútiles que eran sus padres por no reconocerlos, ella los había conocido hace poco y ya diferenciaba cual es cual. En realidad no, la chica siempre estaba del lado derecho y su hermano del izquierdo.
Les siguió Anabela. La psicóloga la notaba muy normal pero Tony le contó que cuando se enojaba era como Hulk. ¡Una vez casi mata a su hermano por romperle la cabeza a una de sus muñecas preferidas!
Cuando terminó con Julián pensó que todo iba a mejorar; su venganza iba a comenzar y todos serían felices, como en los cuentos de hadas, salvo que no iba a haber un final feliz para los padres.
Había llegado el tan esperado día, era octubre 31. El día estaba horrible, la noche comenzaba a asechar y el cielo estaba tan nublado que la Luna se ocultaba tras ellas, buscando consuelo. Los árboles pelados bailaban al ritmo del viento que corría a toda prisa para presenciar el acto.
Lila cenó ensalada con espárragos, la verdura que más odiaba en el mundo. Comía callada, esperando a que sus padres dieran las noticias de sus trabajos, alguna novedad; nunca sucedió. Las ventanas de la cocina estaban descubiertas, las cortinas estaban corridas hacia los costados haciendo que se vea el exterior de la casa, el patio trasero. El patio era grande y en él había árboles pelados que tenían formas tenebrosas. Antes de dormir, cuando se portaba mal, su madre le contaba historias de terror sobre personas que se colgaban de esos árboles, esperando su muerte. Era una madre desamorada ya que esos relatos le provocaban terror a su hijita.
«Es hora de actuar» se dijo Lila, quien en ese momento estaba cortando los tomates. Tenía un arma en sus manos, no era afilado pero había buscado en Internet sobre el tema, jugando a juegos de acción.
« ¡Debes apuñalarlos, matarlos! » Dijo una voz en su cabeza.
Sin dar más rodeos, se levantó de la silla y miró hacia abajo. Su pelo cayó en cascada desde la parte superior de su cabeza hasta llegarle a los hombros. Daba miedo por lo que sus padres se quedaron petrificados, mirando a la niña con sus respectivos tenedores cercanos a la boca, a punto de comer. De pronto, la niña levantó la cabeza y una enorme sonrisa se formó en su rostro.
-Papis... queridos... ¿por qué me llamaron Lila? - no tenía el cuchillo en la mano, estaba en el plato a cinco centímetros de ella.
-E-era un lindo nombre y me... nos- se corrigió la madre- nos gustaba.
Sin pensarlo, Lila agarró el pequeño cuchillo del plato y se abalanzó hacia los padres. La madre gritaba horrorizada, gritándole que parara. El padre la agarraba de los hombros, tratando de separarla de su madre, ¿quién iba a pensar que con un cuchillo para comer podías matara a alguien? Lila no lo sabía, pero lo descubrió esa misma noche. La madre ya estaba muerta y Lila... no quería que nadie sepa que era ella quien la había matado pero no quería ser huérfana y su papá no le caía tan mal después de todo. Una sombra apareció en la ventana y susurró algo, pero la niña no podía oír lo que trataba de decirle. Quizás la mejor solución era callarlo. El padre tenía la boca abierta por el asombro; podía tirarse encima de él, amarrarlo a una silla y callarlo, se podía mover, claro que sí, así que decidió hacerlo rápido; era su oportunidad. Agarró su plato y se tiró encima de él, estrelló el plato blanco en la cabeza del pobre hombre y este se desmayó. La niña, ya no tan inocente, ahora sí lo amarró a una silla y lo dejó un rato allí inconsciente.
Camila y Camilo estaban haciendo los deberes en el comedor. Su madre lavaba los platos ya que acababan de comer. La mujer, ya cansada de fregar los platos, vió a sus hijos haciendo los deberes y les dio las buenas noches.
-Buenas noches Camila- se acercó al niño y le besó la frente, luego se acercó a la niña e hizo lo mismo-. Buenas noches Camilo.
La chica respiraba agitada, parecía que iba a explotar. La madre se dio cuenta de eso y preguntó:
- ¿Qué te pasa, Camilo?
- ¡No soy Camilo! - le escupió. - Soy CA-MI-LA- Estaba gritando e hizo que su padre, quien estaba leyendo el diario en la sala, se alarmara.
El hombre se acercó a Camila y le susurró suavemente.
-Tranquila, Camilo.
« ¿Tranquila con "A"? » se preguntó el verdadero Camilo, sabía que su hermana iba a explotar. Vio a alguien que pasaba corriendo delante de la ventana del living pero pensó que era algún niño bobo disfrazado ¡era Halloween! ¿Quién más iba a hacer?
Su hermana agarró la tijera que estaba usando para cortar una fotocopia, la miraba como si quisiera que le hablara, como si quisiera matar a alguien con ella. Cerró los ojos por unos segundos y los volvió a abrir, su hermano pudo notar como se les habían puesto más oscuros.
- ¿Por qué se olvidan de nuestros nombres? Siempre hay un mellizo bueno y uno malo...- dijo creando suspenso-... y yo soy el malo.
Estaba de espalda y aprovechó para darse la vuelta y clavarle las tijeras en el abdomen a su madre. Luego cuando ya vio que se estaba muriendo, trató de sacarlas pero no podía; no tenía fuerza. Tomó impulso y las sacó pero, casi sin quererlo, se las clavó al padre quien gimió del dolor. Su hermano la miraba perplejo, debía de escapar si no quería morir. Era cuestión de lógica, si alguien mata a una persona y otra está presenciando el acto, el asesino no querrá que haya testigos aunque sea una persona de confianza.
Lentamente, se levantó de la silla y fue hacia la ventana, donde había visto aquella sombra. La abrió para poder escapar pero alguien le agarró de la remera, era su hermana.
-No quiero que nadie lo sepa- musitó casi para sí.
Camilo pataleó y pudo darle en el abdomen, que hizo que esta trastrabillara y se cayera al suelo. Camila gritó, pero se pareció más a un gruñido. Camilo rápidamente paso una pierna y luego la otra, se había subido al sillón para alcanzar mejor al ventanal y poder pasar cómodamente, si se puede decir cómodamente; pasó todo su cuerpo para el otro lado y vio que no estaban tan altos, entonces saltó.
Alex ya se estaba preparando para salir a pedir dulces. Ya era un poco grande pero le daba igual, se había disfrazado de Jason de Viernes 13; su madre no estaba muy a gusto con el disfraz.
Ella le había hecho una motosierra de utilería pero las cadenas eran de verdad.
-Hijo, ya eres mayor y además estas un poco resfriado- le dijo su madre antes de que salga.
-No.
-Sí. Ya eres mayor, quédate en casa y ve alguna película de Terror- La madre le dio unas palmaditas en el hombro para que se calmara.
-No- respondió el chico casi gritando.
Jaló del arranque y por arte de magia la motosierra se encendió. El ruido hizo asustar a su madre quien se apartó de su hijo.
-Pe-pensé que no funcionaba-ba- tartamudeó
Alex alzó la motosierra y con toda la fuerza que tenía la dejó caer haciendo que cortara a su madre por la mitad, el padre estaba trabajando y no llegaría hasta la medianoche. Alguien le tocó el hombro y el chico, como si se lo hubiesen mandado, apagó la motosierra y se volteó; la silueta negra le puso una bolsa en la cabeza.
(...)
Los 8 niños llegaron a la puerta del consultorio, tocaron el timbre, golpearon la puerta, aplaudieron y gritaron para que les abran pero no, nadie les abría. Escucharon un grito que provenía de dentro así que Julián agarró una piedra que había en el suelo y la tiraron a una de las ventanas largas, por la que suponían que podían pasar todos. El vidrio de la ventana se rompió haciendo un estrepitoso ruido, volaron todos los vidrios al suelo y ellos se prepararon para subir. Nadie hablaba, nadie hacía ruido, nadie respiraba; estaban en completo silencio.
Una vez adentro, todo estaba a oscuras. Había un cuerpo en el suelo, los chicos se acercaron y vieron que era Camilo, alguien le había dado puñaladas en la garganta; su hermana se horrorizó al verlo ¿Quién iba a pensar que lo encontraría así? ¿Quién lo había matado? De pronto volvió a la realidad, ella no estaba consciente, alguien manipulaba su mente e incluso su cuerpo. Ella vio como una silueta se lo llevaba, ella corrió a buscarlo, por una parte quería salvarlo y por otra no, quería matarlo. La silueta al ver que la chica lo seguía dejó tirado a Camilo a mitad del camino, su hermana fue a su encuentro y le sacó, con un movimiento brusco, la bolsa de la cabeza. Se había desmayado así que sin pensarlo dos veces, lo mató; le clavó las tijeras en la garganta y el chico pareció que se despertaba de su sueño profundo, escupía sangre haciendo que la ropa de su hermana se manchase, no era una preocupación: se la cambiaría más tarde. Ella había matado a su hermano, a su querido hermano idéntico.
Una silueta se acercó hacia ellos y estos gritaron, levantaba un cuchillo y estaba dispuesta a matarlos. No era la psicóloga ni ningún monstruo, era Tony, el psicólogo. Se acercó lentamente, como si estuviera cazando, llevaba una mano detrás de la espalda y parecía que estaba agarrando una bolsa redonda, no era una bolsa redonda, era la cabeza de Maricela.
-Yo decía que era una psicoloca- comentó Tony.
Arrojó la cabeza de la psicóloga a los pies de los chicos y prosiguió:
-Ella me contó que se quería vengar, sus padres la abandonaron cuando era pequeña dejándola con mi familia. Ella era una loca pero le gustaba pensar que era psicóloga.
»Abrí el consultorio cuando terminé de estudiar psicología y bueno, le quería dar un trabajo a mi pobre primita pero cuidado, no como psicóloga. Un día desapareció, y luego otro, y luego otro; desapareció por tres años. Yo estaba feliz, siempre me había molestado y nunca salía encima de mí, estábamos pegados por una fuerza invisible. Luego de que hayan pasado esos tres años, yo ya pensaba que se había ido definitivamente, volvió. El infierno había vuelto a mi vida, ya no estaba más en el paraíso, ahora un demonio me acechaba y era mi prima Maricela.
»Me vino con la historia de que había estudiado psicología por mí y que había recibido varios títulos, yo no me lo creí pero le hacía creer que sí, después de todo era mi prima y un poco la quería. Me rogó que la dejara atender en el consultorio y tras estar pegada todo el día a mí diciéndome «primito, déjame atender ¡Por favor! » Le dije « ¡Que va! Eres muy talentosa para trabajar en un lugar como este» Pero ella seguía queriendo trabajar aquí, me dijo que no hacía falta que le pagara así que acepté.
»Primero fue atendiendo a un par, luego a otro par y así constantemente. Se encariñaba tanto con sus pacientes que nunca les decía « ¡estas curado, vete! » Siempre alargaba más las cosas. Un día me dijo que ella era la dueña del lugar y que yo iba a trabajar como ella lo había hecho todos estos años, le respondí que no pero le di la sala más grande, para que no moleste más.
»Se creía la reina del lugar, la que mandaba a todos, los títulos que tenía en la pared eran falsos, se los compró a uno que los falsificaba en la calle- soltó una carcajada que parecía que nunca iba a terminar.
Los chicos estaban estupefactos, Maricela era una mentira y los había convertido a ellos en una también.
-Estaba loca, muy loca. Imagínense, quería manipularlos para que matasen a sus padres ¡y lo logró!
Una mujer apareció por detrás de Tony y levantó la mano, con la palma para arriba. Hizo que este se llevara las manos al cuello y se ahorcara a sí mismo. Trataba de hablar, de gritar, pero no podía; se estaba matando a sí mismo. La mujer empezó a reírse, era una risa profunda y grave que no emitía diversión, si no satisfacción. El hombre empezó a correr por toda la recepción, aún tenía las manos en la garganta, presionándole pero él estaba tratando de controlarse. Se desplomó en uno de los sillones, en la mesa de las revistas, que estaba frente a él, estaba la riñonera de Maricela. La agarró y la abrió, dentro había una pistola. La sujetó y puso su dedo en el gatillo, ya no se estaba ahorcando, sus manos sostenían el arma.
-Por favor, no- sollozaba.
Estaba por apretar el gatillo. Era un suicidio pero en contra de su voluntad, él no se quería matar, alguien le estaba manipulando la mente. Jaló el gatillo. Se escuchó el ruido de su cabeza explotando, sus sesos se esparcieron por todo el lugar mancharon la cara y ropa de los chicos. La mujer estaba escribiendo con la sangre del hombre algo en la pared. Los chicos no se atrevieron a acercarse pero cuando se fue entre las sombras pudieron leer: "Eres prisionero de tus pensamientos".
Los chicos estaban exhaustos y estaban seguros de que la sombra era Maricela, la silueta llevaba una falda tubo negra y un bléiser del mismo color, tacones altos y negros y no pudieron ver su cara por lo que no estaban muy seguros, ¿pero quién más podía ser?
Cuando Lila llegó a su casa, los coches de policías estaban en la puerta. Unos policías con sus trajes reglamentarios habían entrado en su casa y luego salieron, con los cuerpos de sus padres. Hizo el mismo movimiento que había hecho la silueta horas antes, levantó la mano y puso la palma para arriba, mirando al cielo.
-Nunca le mandes a tucerebro algo que no quieres hacer.
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