
Historia 3: "La psicóloga" (1/2)
El consultorio estaba abierto doce horas al día, de las cuales Maricela solamente estaba 24. Era su consultorio y prácticamente vivía allí, se pasaba doce horas atendiendo y doce horas arreglando el papeleo, moviendo aquél cuadro de la pared que estaba torcido, quitando el polvo de la mesita que servía para apoyar las revistas, reacomodando a una flor ya casi marchita, sacando una flor marchita y estar pendiente al teléfono por si alguien quería pedir turno y eso nunca iba a pasar ya que el consultorio trabajaba solamente 12 horas y fuera de esas 12 horas se suponía que no debía haber nadie en él.
Pocas veces dormía las horas necesarias para tener energía pero a ella no le afectaba, si no dormía estaba perfecta y si dormía también estaba perfecta por lo cual prefería no dormir para no perder tiempo. Ella atendía en una enorme sala donde había un diván rojo, como en las películas donde el personaje principal tiene problemas, y otro sillón cuadrado, para ella. Había cuadros en las paredes donde enseñaban su matrícula, diploma y más papeles conmemorativos y en una esquina había una planta. La chica había visto muchas películas de como decorar una habitación donde un paciente se debe sentirse confiado y relajado para así contarle sus problemas al psicólogo que debe anotar en su libreta y llevar unos anteojos para hacerse el interesante y que cada dos por tres se les resbalen por la nariz.
Había otros psicólogos que atendían en su consultorio, pero, para ella, el mejor de todos era Tony. Es su primo y por eso es su favorito.
Ella se relacionaba con los demás, pero nunca hablaban mucho, solo para darles recomendaciones o para ver como andaba aquél paciente o aquél otro. Su primo era el único familiar que tenía en la faz de la Tierra, no tenía padres, ni hermanos, por eso la joven no salía de su madriguera, el consultorio.
Tenía diversos pacientes de todas las alturas y colores. Bueno, no tan así pero sí que eran todos diferentes y se sabía sus nombres a la perfección. Los trataba como si fueran sus hijos, siempre les regalaba un par de caramelos al terminar la consulta y les revolvía el pelo para demostrar el cariño que les tenía. A veces envidiaba a sus mamás, ¿por qué se mantenían en forma cuando habían tenido por lo menos dos hijos? Las envidiaba porque tenían con quien pasar el rato, tenían que cocinar para toda una familia y tenían que cuidar a sus pequeños, ¡las odiaba! Y lo peor de todo es que tenía que conversar con ellas sobre sus propios hijos ¿acaso ellas no sabían qué les pasaban a sus hijos?
Se podría decir que estaba un poco "obsesionada" con sus pacientes, en la sala de descanso, donde solo asistía ella, había muchísimos cuadros en las paredes con las fotos de cada uno de sus pacientes, solo una foto de cada uno ya que si no, no iban a alcanzar las paredes. Su paciente favorita era la dulce Lila, la que tenía nombre de un color. Su idiota madre la vestía con pequeños vestidos lilas con moños y flores y en el cabello siempre le ponía vinchas o moños pero más grandes que los de sus vestidos. La niña tenía 5 años y tenía una voz tan suave que Maricela tachaba los días del calendario para su próximo reencuentro. Uno de los problemas por los que ella iba era porque todo lo que le pertenecía tanto como ropa, juguetes o su cuarto era de color lila y algunas cosas blanco, su casa era de otros colores pero todos colores claros y de niña, nunca ibas a encontrar un celeste, un verde o un negro ¡no! Siempre violeta, lila y variedades de tonalidades de rosado. Día tras día la niña se criaba en un lugar donde prácticamente podía vivir una princesa y, cuando llegaba al consultorio se movía de acá para allá, para disfrutar que había muchas variedades de colores.
También tenía un paciente favorito, se llamaba Alex y tenía 14 años. Si lo veías caminando por la calle pensarías que era un niño normal, pero no, todo lo contrario. Sufría bipolaridad, en un momento podía estar diciéndote que te quería y abrazándote y en el otro te estaría tirando cosas por la cabeza. No era un nivel de bipolaridad extremo, por eso no lo habían mandado a un psiquiátrico y pensaban que, con sesiones, se le iba a pasar. Maricela sabía perfectamente que no iba a cambiar y Alex también era consciente de ello pero, como cada psicólogo debe tener al menos un secreto con su paciente, no se lo contaron a los padres.
Ambos niños parecían mellizos, eran morochos, tenían los ojos claros y eran de piel aceitunada. Ambos eran de la misma ciudad en la que estaba el consultorio y vivían a un par de cuadras. Sus madres eran muy amigas y algunas veces se encontraban de camino al consultorio o quizás una ya estaba volviendo y otra estaba yendo. Los niños no eran muy amigos, Alex no tenía ningún amigo ya que sus estados de ánimo se lo impedían. Lila le tenía miedo, una vez Alex la atacó y ella casi sale lastimada, eso ocurrió en el consultorio, había un par de personas que ni siquiera estaban prestando atención así que no llamaron a la policía ni nada, simplemente lo ocultaron. Las madres en vez de hacer algo para detener a Alex o ayudar a Lila se partían de la risa o miraban sin hacer nada.
Hoy era miércoles y a las 3 pm. Iba a venir Lila y a las 4 pm. iba a venir Alex. Siempre trataba de que ellos dos vengan en horas diferentes pero iguales, cuando Lila se iba Alex entraba y así podía pasar el día con sus dos grandes amores. Los niños la trataban como si fuese una tía y ella los trataba como si fueran sus hijos, dolía que ellos no notaran todo el afecto que les tenía pero bueno, por lo menos había llegado al puesto de tía.
Llegó Lila. Llegó llorando.
- ¡Lila, pequeña! ¿Por qué estas llorando? - le preguntó apenas la vio.
-Mamá... el-ella me hizo da-daño- dijo tartamudeando y con el dorso de la mano se secó las lágrimas.
Miró de reojo a la señora que estaba charlando con la recepcionista e hizo que la niña entrara a la sala donde le contaría todo.
-Me dijo que-que si no acomoda-daba mis juguetes no-no los podía u-u-usar nunca más-más- tras decir eso se echó a llorar aún más fuerte, la psicóloga le puso una mano en la espalda y la incitó a que le siguiera contando. -. Yo no ordené mis juguetes como me ordenó, yo-yo la desobedecí, le dije que no quería y entonces ella... ella me-me agarró del brazo y me empujó y-y me caí al sue-suelo- continuó ahora un poco más tranquila.
Lo que le contó la niña fue la gota que colmó el vaso, la furia de la joven fue aumentando y explotó: odiaba a las madres de sus pequeños pacientes, odiaba a su madre, odiaba a la madre de su madre y ¡odiaba a todas las madres del mundo por no tenerles consideración con sus hijos! Algún día iba a cobrar venganza, algún día...
-Bueno pues, cuéntame sobre tu madre.
Al salir, Lila le dio un beso en la mejilla a su psicóloga y se fue junto a su madre, no le tomó la mano ni nada, solamente fue a su lado.
Alex había ido solo, estaba sentado en uno de los sofás y estaba jugando a un juego en su celular, cuando vio a Maricela, se levantó y caminó hacia ella, la saludó con un apretón de manos y fue directo hacia el sillón donde se acomodaban todos los pacientes. Maricela tardó un poco en llegar ya que había ido a comer algo rápido. Alex miró de lejos la libreta de la joven quien la había dejado en su sillón, se acercó a ella y vio que decía: «Plan venganza» y estaba rodeado de un círculo que lo habían hecho rápida y fuertemente, y quizás con violencia. Escuchó como una puerta se cerraba así que rápidamente se fue a acostar de nuevo a su sillón, pero Maricela lo estaba viendo desde el umbral de la puerta.
- ¿Hay algo interesante en la libreta, acaso quieres ver lo que escribo sobre ti? - preguntó en un tono un poco macabro.
-No, simplemente quería...- dijo con un tono suave mientras se sentaba en el sillón-...ver algo que me llamó la atención, ¡no tiene por qué preocuparse de mí, ya soy grande! ¿Por qué todos me dicen que estoy loco? - elevó un poco la voz, "cambios de humor detectados" pensó la psicóloga.
-Nadie aquí está diciendo que eres un loco, solo recuéstate y conversemos tranquilamente.
El chico la desobedeció, se paró y se desabrochó el abrigo, de él sacó un cuchillo.
- ¡Todos dicen que soy un loco, y no lo soy! - gritó con una sonrisa macabra en el rostro, avanzaba con paso sigiloso hacia la psicóloga que aún lo miraba desde el umbral de la puerta.
La chica cerró la puerta detrás de sí y de su riñonera negra sacó otro cuchillo.
-Puede que hacerle daño a una persona no sea grave para ti, pero si te hacen daño sí que va a ser grave.
El niño se echó a llorar y tiró el cuchillo a una esquina, se había sentado en el piso, abrazaba sus piernas y escondía su cabeza en ellas. Maricela guardó su cuchillo en la riñonera que siempre tenía para guardar tanto como lapiceras nuevas o dinero para salir a comprar algo, por las dudas también llevaba un cuchillo, con la inseguridad que había era mejor estar preparado. No le sorprendía que un paciente lleve un arma a un encuentro, antes, había tratado con personas mayores y algunas veces la amenazaban pero ella se lo tomaba con calma y en su libreta escribía: «Loco. Tratamiento: psiquiátrico y medicamentos» Algunos de sus pacientes verdaderamente estaban locos por lo que sus anotaciones sirvieron. De personas mayores cambió a los niños que en algunos casos estaba más cuerdos.
- ¿Se puede saber de dónde sacaste el cuchillo? - preguntó al psicóloga que ya sabía la respuesta, no era un cuchillo muy de "asesino psicópata" que digamos.
-De mi cocina- contestó el chico quien seguía llorando.
La joven ayudó al chico a levantarse y sentarse en el sofá, decidió preguntarle algo que rara vez lo hacía.
- ¿Por qué eres así?
-Quizás soy así porque decidí ser así- respondió el chico con sabiduría. Tenía la mirada perdida, se lo notaba un poco triste. -. Hay algunas veces que quiero ser un niño normal, salir con amigos, jugar a la play; pero me acuerdo de que no soy normal, que soy un bicho raro que solamente quiere escapar del mundo real.
-No eres un bicho raro, los demás lo son. Puedes internarte en tu mundo de fantasía y ser feliz allí, escaparte del mundo real. Es posible si lo sueñas, Alex.
-No- negó con la cabeza-, no es posible.
Las palabras del niño afectaron un poco a la psicóloga, quizás Alex no podía escaparse del mundo real por la culpa de sus padres.
-No puedes salir del mundo real por la culpa de tus padres- lo incitó, quizás aceptaba la propuesta que más tarde le iba a hacer. - Los adultos algunas veces no saben que quieren los niños, por eso tienen hijos: para saber que quieren. Algunas veces son malos padres y no saben con exactitud lo que los hijos piensan o de lo que creen, y por eso no los pueden ayudar.
El niño parecía mirar el suelo, su cabello largo y morocho le caía sobre los ojos lo cual no parecía un inconveniente. Que dejase su pelo crecer era un avance de que su bipolaridad ya no era tan frecuente, antes de pequeño, lo quería tener largo un día, rapado otro, liso los miércoles y enrulado los jueves, lo cual era imposible. La psicóloga sabía perfectamente que Alex no podía mirar fijamente a alguien a los ojos por más de un minuto, no era por causa de su trastorno, era porque sencillamente le inquietaba. Maricela estaba aún deslumbrada por como el chico agarraba el cuchillo, lo agarraba del mango y lo alzaba en el aire, lo hacía parecer un asesino profesional.
-Vi como agarras el cuchillo, ¿quién te ha enseñado?
-Las películas ¿A caso nunca has visto una? - preguntó fanfarrón.
-En mi larga vida he visto muchísimas más que vos, así que cierra la boca- sonrió la psicóloga.
¡Así que eso era, las películas!
-Bueno, sigamos. Esto quedará entre nosotros dos, ¿está claro? - preguntó, el chico asintió. - ¿Tienes algún problema con tus padres?
-Estos últimos días, mamá no me ha dejado que le dé un abrazo, me dice que soy un poco bruto y que... le hago daño. Papá está todo el día con el trabajo y cuando llega a las once de la noche, mamá se enfada con él.
- ¿Has notado algo?... ¿raro? - preguntó por curiosidad.
-No. Bueno, sí- Ladeó la cabeza y siguió diciendo-: ya no va a trabajar y está en su habitación encerrada todo el día, solamente sale para agarrar comida del refrigerador. Ni siquiera cocina.
Maricela anotaba todo en su libreta, incluso hacía dibujos y suposiciones de lo que le podía pasar a la madre de Alex; tenía una hipótesis, pero aún no estaba segura. Siguió charlando con el chico hasta que llegó la hora de que se vaya. Desde que había cumplido los 14 años, hace un par de meses, ya iba y venía solo. El joven dejó el cuchillo en el consultorio, parecía que no se había dado cuenta de que lo había llevado o incluso se olvidó de lo ocurrido durante la sesión.
Cuando ya llegó la hora donde no se trabajaba más, todos se fueron exceptuando Tony y Maricela que siempre cenaban juntos, algunas veces Tony se iba a casa con su familia y dejaba a la chica sola, conviviendo con las paredes. No le gustaba la tecnología, por lo que no tenía amigos virtuales. Esa noche, los primos cenaron pollo frito y charlaron sobre los pacientes que habían atendido. El hombre hoy había estado con 4 chicos cuando Maricela solamente había atendido a 2, los de Tony eran mayores de 15 años pero menores de 18 lo cual era un trabajo mucho más complicado que el de su prima que atendía desde los 4 hasta los 14.
-Mis dos pacientes favoritos, Alex y Lila...
- ¿La de todo de lila? - Bromeó- Esa chica sí que tiene una madre loca, Crissel debería de atenderla.
-Justamente quería hablar de sus madres. Esas horrorosas medusas tienen hermosos hijos, todo lo contrario a ellas ¡no entiendo por qué son tan malas! ¿Tanto les cuesta darles cariño a sus hijitos? - refunfuño enojada.
-Sé que tienes algo en mente, no des rodeos y dímelo- Su primo la conocía desde hace mucho y sabía cuando ella tenía algo en mente, como ahora.
La chica no sabía si contarle o no, tenía algo en mente y quizás los pacientes de Tony también podrían participar si tenían problema con sus padres, si eran muchos quizás podían llevar a cabo su plan.
-Está bien, quiero manipular a los niños. Si los tuyos tienen problemas con sus padres también podrían participar...
-Eres una psicoloca, estas DE-MEN-TE- El primo dio un último bocado y fue hacia el perchero para agarrar su abrigo -. Puedes tomar a mis pacientes, pero no seré tu cómplice, es contra la ley.
Maricela le sonrió en forma de agradecimiento y siguió comiendo, sola.
Al día siguiente, Tony le anunció que iba a faltar ya que su hija Emilia iba a nacer. Claro que su prima no estaba enterada y se enfadó mucho con él pero en cierta parte estaba contenta ya que iba a comenzar su plan "venganza hacia las madres". Había convocado a todos los pacientes de ella (que en total eran 7) y a todos los de su primo (que eran 9), los había buscado en la lista que había en recepción, los llamó a sus casas y solo 12 pudieron asistir a la reunión. Los había convencido bajo la excusa de que ella y Tony iban a dar una charla sobre sus problemas y para que socialicen entre ellos.
Primero llegaron Alex, Jorge, Anabela y Mariano, de 4 años. Los demás eran mayores de 10 años, Alex tenía 14, Jorge y Anabela 16. Estos tres últimos ya se estaban llevando bien y al parecer a Jorge y a Anabela no les importaba que Alex cambie de humor tan repentinamente, Mariano estaba sentado en un rincón, jugando con un dinosaurio, era muy tímido y por eso iba al psicólogo, tenía un amigo imaginario llamado Jey. Luego de unos minutos llegaron los 8 restantes, entre ellos Lila, Camila, Paul y Camilo. Camila y Camilo eran mellizos y tenían 17 años, desde que habían ingresado a la primaria los confundían ya que si Camilo tenía el pelo corto, su hermana lo imitaba y si Camila tenía el pelo largo, su hermano se lo dejaba crecer. Paul tenía 12 y Lila 5. La causa porque Paul estaba allí era porque su madre había matado a su padre y ella fue mandada a un manicomio porque estaba verdaderamente loca y ya no había tratamiento que pudiera evitarlo, su abuela cuidaba de él y era una buena persona por lo que Paul no era mandado porque la anciana no lo aguantaba más, era por lo ocurrido con su padre. El por qué los hermanos iban a sesiones con un psicólogo era fácil: todas las personas los confundían, pensaban que ambos eran hombres o mujeres, al igual que sus padres, algunas veces llamaban Camilo a Camila y viceversa, ¡hasta algunas veces ellos pensaban que eran el otro!
Algo que tenían en común era que, a pesar de sus problemas, estos involucraban a sus padres o mayormente a sus madres. Los pacientes de Tony se sorprendieron al ver que él no estaba pero Maricela les explicó el porqué de su ausencia.
- ¿Cómo es posible? Si él no tiene esposa- recriminó uno de los chicos que la psicóloga no se acordaba muy bien su nombre.
-Sí que tiene esposa- espetó otro, que estaba en la última hilera de sillas.
Habían formado un semi-circulo donde había 2 hileras de 6 sillas, la convocatoria era en el consultorio de Maricela, que era el más grande. Maricela quería ganarse el cariño de los que no eran sus pacientes así que se había tomado un tiempo para charlar, total tenían 3 horas.
-Bueno, empecemos. Cuéntenme sobre sus problemas- los animó-. Quizás alguno tiene problemas con sus padres, me lo puede decir y yo los escucharé... mejor dicho, todos los escucharemos.
La mayoría tenían problemas con sus padres, salvo uno ya que su madre había muerto cuando él tenía 3 años y su padre trabajaba todo el día, hasta que murió. Era huérfano, pero ya tenía 18 años y era mayor de edad, Tony lo seguía atendiendo porque lo conocía desde que tenía 10. Todos iban a formar parte de su plan, quisiesen o no.
Ese día, cuando se fueron todos los pacientes se quedópensando un rato, ¿cómo hacer para que le hiciesen caso y no rechazar la"oportunidad" de poder vengarse? Muchos tenían problemas con sus padres, sí,pero eso no implicaba que los odiaban o querían hacerles daño. Maricela los ibaa utilizar, era por su bien, no por el de los demás.
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