Historia 25- "Violinista del cielo"
Con su violín, él hacía maravillas. Tocaba como si estuviese poseído por una fuerza divina y no podía estar sin su más preciado violín. Él tenía unos cuantos, dependiendo de la ocasión en la que se encontrase, pero siempre iba con el que le había regalado su hermano mayor que él por diez años. Era de un color un poco inusual y extraño; ese color era celeste cielo. Nadie nunca vio un árbol cuya madera era de ese color tan hipnotizante y precioso.
Era contratado para orquestas, fiestas, casamientos y hasta cumpleaños de niños pequeños. Era uno de los mejores violinistas, pero él no se creía estupendo por eso; sino que la gente lo reconocía como tal, un hombre pobre y humilde, porque eso era. Nunca cobraba, pero sí aceptaba las propinas que la gente le daba y con eso le bastaba para comprar comida y algo para tomar mientras recorría las calles de ese pueblo.
No tenía casa, puesto que la única vez que logró comprar una, solo la utilizaba para guardar cachivaches. Todos sus violines los colocaba en sus respectivos estuches y los guardaba en una tienda de música, donde el piadoso dueño le permitía dormir por las noches. Esta persona era como un Dios para él, por lo que de vez en cuando, el violinista le tocaba un pequeño concierto. Casi ni se hablaban, porque ninguno de los dos era muy sociable; solo se saludaban y, en el caso del violinista, este le preguntaba si quería que tocara su respectivo concierto improvisado.
Nadie sabía nada de su pasado, ni siquiera sabían la edad del hombre y se decía que podía tener alrededor de unos veintiocho años, aunque parecía que el tiempo no corría, porque tras el pasar de los años seguía igual. Los trapos que usaba para vestirse lo avejentaban un poco, pero no lo suficiente para pensar que podía pasar los cuarenta años.
Un día, lo contraté para que tocara en la cena en la que iba a invitar a todos los integrantes de mi familia, que eran alrededor de treinta. Le dije que podía improvisar, pues yo no sabía nada sobre música clásica (que era lo que yo quería que tocase) y mucho menos sobre lo que podía lograr con el violín. Lo había estado observando desde hacía unas semanas para saber que era el indicado. Estaría la familia de mi esposa, también; y yo les caía bastante mal, por lo que quería impresionarlos.
Esa noche, todos nos vestimos de gala hasta mis dos pequeños hijos. Los invitados fueron llegando a nuestra casa, que tras tanto esfuerzo, la pudimos arreglar y dejarla en un palacio el cual, si hubieses visto lo deteriorada que estaba antes de hacerle los arreglos, nunca te imaginarías que quedaría así de preciosa. Ya de por sí, parecía una mansión pero nadie la había habitado por años y los yuyos casi tapaban el tejado de la casa. Todos íbamos a comer en el elegante comedor, sentados en una mesa muy extensa que había hecho yo mismo. ¡Cómo me costó poder hacerle los diseños de las patas y los bordes! Pero por suerte la íbamos a estrenar con unos cuantos comensales.
Habíamos invitado a comer al violinista, porque me parecía una falta de respeto no hacerlo. Cuando llegó a la casa, le extendí unos cuantos billetes de cien para que los tomara, pero él los rechazo sacudiendo la cabeza.
« ¡Venga! Que usted se lo merece» le insistí, pero igualmente no quiso.
La comida que prepararon los cocineros estaba exquisita. Verdaderamente me encantó y creo que se podría decir que era como probar un pedacito de cielo porque era un privilegio que no todos se podían dar. Me pareció muy divertida la cena, y luego de que algunos invitados se fueran, me dirigí hacia el baño para enjuagarme la corbata blanca que se me había manchado con el vino que sin querer había volcado. Antes de entrar, vi que el violín estaba apoyado en la pared así que imaginé que el hombre estaba dentro. Esperé un rato, hasta que pasaron veinte minutos y nadie salía. Empecé a golpear la puerta con desespero, para ver si alguien del otro lado decía: « ¡Ocupado! » Pero eso nunca pasó. Irrumpí en la habitación y vi cómo se encontraba sin nadie adentro.
Hice memoria para recordar si había visto al violinista luego de que se haya ido el primer invitado. No, no lo había visto. Le consulté a mi esposa, incluso a mis hijos pero nadie lo había visto. Ni siquiera habían escuchado el ruido de algún violín en toda la noche, mientras que yo sí lo había hecho y comentaba al respecto.
Extrañado por lo que estaba pasando, fui corriendo hacia donde había visto el violín anteriormente, y me lo encontré allí sentado, como si estuviera esperando a que llegara.
Me saludó con una sonrisa en el rostro y pude apreciar como unas alas negras salían de su espalda. Abrió la boca para decirme que él era un violinista del cielo, pero yo le respondí que en el cielo, los ángeles llevaban alas blancas.
Yo, por supuesto, que era católico, pero ahora ya no pienso que el Dios exista.
Se levantó cautelosamente y me tomó del brazo, mientras que sus uñas se transformaban en garras completamente negras. Me dio un poco de asco, pero ese pensamiento se interrumpió por el de dolor, me las estaba clavando muy profundamente. Su cara se transformó en una gran mueca e hizo que gritara aún más.
Me dijo que me iba a llevar con el Dios de su cielo, pero yo alcancé a tomar el violín y se lo partí en la cabeza. Luego de eso, se esfumó y dejó un poco de polvo en el parquet. Fui en busca de una escoba y una pala y la limpié tranquilamente.
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