Historia 24 (2/2)- "Demonios iguales"
La clase terminó y tocó la hora del almuerzo, donde todos los alumnos del instituto se distribuían en diez extensas mesas para comer tranquilamente. Todos los del curso de latín de la profesora Amalia se sentaron en una misma mesa junto a ella y todos comieron ensalada; aunque no llegaba a ser ni eso, porque solamente era tomate.
Los miró un poco confundida, porque ningún niño de esa edad comía solamente tomate cuando también había pastas y carnes cocinadas exquisitamente.
Los días pasaron, hasta que llegó el viernes, donde la profesora Amalia tomaría el examen. Los había preparado perfectamente para ese día y además los ejercicios eran fáciles. Como habían leído la biblia en este idioma, debían escribir una frase que tenga que ver con algo relacionado a lo que se habla en aquél sagrado libro; pero claramente, debía de ser en el idioma que ella enseñaba.
Miraba atentamente a Agatha. La directora del instituto Sakerbell le había comentado que ella era la representante y tomaba la voz cantante por el resto del curso. No le agradaba mucho la idea de no conocer las demás voces del grupo, pero esas eran las reglas del instituto y debía adaptarse a ellas.
Pasaron diez minutos y todos los exámenes ya debían de ser entregados. La única consigna era muy fácil, por lo que diez minutos le pareció el tiempo necesario. La primera en entregar la evaluación fue la mismísima Agatha, por lo que fue el primero en corregir. No pudo creer lo que decía la frase.
«La muerte está cerca de ti, si te juntas con nosotros»
Cerró los ojos y los volvió a abrir y se dio cuenta que no decía eso, así que se dijo que se estaba volviendo completamente loca. Terminó de corregir todos los exámenes y se fue del salón, ya que los chicos tenían otra clase con una profesora diferente.
Por la noche, se puso el camisón y se fue a cepillar los dientes a los baños que se encontraban en el pasillo. Estaba todo a oscuras, ya que por esa parte se habían quemado las lamparitas; pero igualmente alumbraban las que estaban por el otro lado, aunque no lo suficiente. Entró al baño y se quedó ciega unos instantes ya que la luz era blanca e iluminaba muchísimo. Sintió como la puerta se abría y aparecía Agatha junto a las otras nueve chicas más de su clase.
—Buenas noches, profesora. Nos han mandado aquí a cepillarnos los dientes, también— dijo la chica.
Amalia asintió, ya que tenía la pasta en la boca y no podía hablar. Las diez chicas aún permanecían en la puerta, lo que alarmó a la profesora. Volteó a verlas, y ellas miraban atentamente al extenso espejo que estaba encima de los lavamanos. Giró su vista hacia allí y vio como la misma frase que había puesto Agatha en su examen se escribía lentamente con un espeso líquido negro. Sin querer, dejó caer el cepillo de dientes al suelo y escupió la pasta de dientes mientras retrocedía.
—Profesora, no se tiran las cosas al piso— dijo la chica, aunque en latín.
Como si una mano invisible levantara el cepillo, este salió volando por los aires. Las diez chicas fueron avanzando hacia ella, aunque Amalia se fue corriendo por la puerta. Corrió a través del oscuro pasillo, pero once varones se lo impidieron, junto a ellos se encontraba Tommachi.
Miró a ambos lados, y estos estaban bloqueados por las chicas y los chicos del curso.
—Profesora, este instituto nos pertenece a nosotros y por eso hay seiscientos sesenta y seis alumnos. Él ha creado esta escuela para que nosotros veintiuno podamos vivir en paz y castigar a los ricos malcriados que estudian aquí.
La profesora logró articular palabra.
— ¿Y qué hacen con ellos? — preguntó con voz temblorosa mientras se apoyaba en la pared, asustada.
Agatha lo pensó unos instantes.
—Los matamos, y los convertimos en uno de nosotros.
— ¿Pero ustedes que son? — volvió a preguntar Amalia.
—Somos demonios.
Tras decir eso, todos los jóvenes se abalanzaron sobre ella y les clavaron sus largas uñas, haciendo que esta se desangrase. Ahora había alguien nuevo en el instituto Sakerbell.
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