Historia 23- "Año nuevo solitario"
El granjero se encontraba comiendo un pedazo de carne asado que había sobrado de la Navidad y, para él, eso era un lujo que solo en las fiestas se daba. Estaba sentado afuera de la pequeña casa y podía sentir el ruido de los fuegos artificiales que lanzaban en el pueblo más cercano y apenas se veían los colores de estos. De pequeño, nunca había pensado que iba a pasar las fiestas número cuarenta solo; siempre su familia había estado con él, pero hace tres años que ya habían muerto todos, ni un solo perro quedó para hacerle compañía. Tampoco tenía amigos porque pasaba todo su tiempo en el campo y su día consistía en, básicamente, alimentar a los animales o plantar alguna que otra verdura. En todo el lugar no había ni una sola casa, se podría decir que estaba en el medio de la nada, de no ser que a unos quince quilómetros se encontraba el pueblo cuyos fuegos artificiales alumbraban el cielo.
Pinchó las arvejas que tenía en una parte del plato y se las llevó a la boca. Ya era tarde para él; eran las doce y media de la noche y se fue a tirar en el pasto para poder dormir. No le molestaba el ruido de los fuegos artificiales ni tenía miedo de que alguien justo pasase por allí y viera la puerta abierta, porque simplemente NADIE iba a pasar por ahí.
En los días de verano, el campo siempre se refrescaba a la noche, aunque por el día parecía el mismísimo infierno. Dormía allí afuera para poder apreciar el cielo, pero mayormente porque el calor en la casa era insoportable y no tenía ventilador para, por lo menos, refrescar un poco el ambiente. La ventisca que corría hacía que las hojas de los árboles hagan ese ruido tan peculiar que al granjero le encantaba y lo tranquilizaba mucho más.
Se durmió inmediatamente, pero al cabo de unos minutos se despertó bañado en sudor, y con alguien observándolo.
« ¿Quién eres y que haces observándome? » preguntó intentando averiguar quién era aquella silueta.
«Hijo mío, no sé por qué no me reconoces. ¡Soy yo, tu padre! » Al oír eso, el granjero se quedó petrificado.
«Pero padre, tú has muerto hace tres años» El terror corría por su cuerpo y ya estaba empezando a temblar. ¿Quién sería ese loco si su padre ya estaba muerto?
Se escuchó un silbido del viento.
«Aquella vez que pusiste el fuego artificial... esa noche todos morimos» La voz sonaba espectral y la silueta era negra y no podía verla.
El granjero seguía sin entender y ladeó la cabeza.
«Esta no es la Tierra, es el más allá. Tú, tu madre, tus hermanos, tus tíos, y tus abuelos y yo morimos por la explosión que causo el fuego artificial que intentaste prender; esta granja se prendió fuego junto a los animales y la cosecha. Nadie nos pudo salvar porque estamos lejos del pueblo. TÚ NOS HAS MATADO, por eso has pasado estos últimos tres años en completa soledad» Su voz se transformó en un grito y se desvaneció para dejar el paso a un campo lleno de fuego y de un color rojo.
El granjero gritaba mientras que la lava lo consumía y dejaba de ser un humano. Había vivido todo el tiempo como un inmortal, había matado a su familia y a él; pero ahora iba a merecer su castigo, el castigo justo que merecía.
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