Mi familia y yo nos habíamos mudado hace poco a una nueva casa en un lugar donde nunca habíamos estado, excepto mi padre y madre quienes ellos habían vivido aquí durante toda su infancia.

Nos habíamos mudados para cambiar nuestras vidas, pues en la antigua ciudad habían pasado muchas cosas desagradables. Tampoco teníamos algún familiar o amigos que nos dieran motivos para quedarnos allí, así que tomamos la primera oportunidad que se nos dio para salir de la antigua casa.

Los días transcurrían muy lento, aquí la cosa no cambiaba mucho. Mi hermano, quien era menor que yo, todavía no había hecho ningún amigo. Nuestros padres trabajaban todo el día, haciendo que varias noches no pasasen en casa; yo misma me tenía que ocupar de preparar la cena y ayudar a Jimmy, mi hermano, a hacer los deberes.

Algo que nos parecía extraño en el pueblo era la casa de enfrente que le pertenecía al Sr. Hofer. Casi nunca lo veíamos fuera, solo su silueta por la ventana.

Un día que mis padres no tuvieron que trabajar, Jimmy les había preguntado quien era el hombre. Ellos le contestaron que no sabían muy bien, pero cuando eran pequeños el anciano salía con más frecuencia y jugaba con todos los niños del barrio.

Ya empezaba a anochecer y mi hermano todavía no había hecho la tarea que tenía para el día siguiente. Estaba totalmente alocado, pues corrían de un lado a otro de la casa, hasta parecía que nunca se iba a cansar. Le insistí mucho para que hiciera lo que debía, pero me di por rendida cuando sentí que ni siquiera me escuchaba.

Le preparé la comida y luego lo mandé a dormir. Me quedé un rato más viendo la televisión ya que todavía no me llegaba el sueño.

A media noche, se escucharon ruidos bastantes fuertes que me asustaron; parecían venir de la casa del Señor Hofer. Por un rato cesaron, así que me fui corriendo a mi cuarto y me acosté para dormir; luego ya no se escucharon más.

Al otro día, cuando me desperté porque sentí que alguien me estaba mirando, me encontré a mi hermano. Parecía estar asustado, así que le pregunté qué sucedía.

—Papá y mamá todavía no han regresado.

Miré la hora y ya eran las once. Nuestros papás deberían de haber llegado a las ocho, pero en la casa solamente estábamos nosotros dos.

Ya me estaba empezando a asustar, así que decidí sacar a mi hermano de la casa para empezar a preguntar por nuestros padres. Ni siquiera me habían mandado un mensaje para avisar que llegarían más tarde que lo normal. No sé por qué, pero el primer lugar al que fuimos a preguntar fue a la casa del señor Hofer.

Toqué la puerta dos veces y un hombre anciano con mala pinta salió de dentro de la casa.

—Hola, quería preguntarle si ha visto a mis padres. Deberían de haber llegado a las ocho y ya son las once

—Oh, sí. Están aquí dentro.

El hombre se adentró en la casa y luego volvió con dos bolsas, se despidió y volvió a entrar en la casa. Me extrañó bastante, pero igualmente las tomé. Jimmy no había emitido sonido alguno durante todo este rato, hasta parecía que le habían comido la lengua los ratones.

Pensé que el señor estaba un poco loco, pero me intrigó saber que había allí dentro. No pude esperar hasta llegar a casa para abrir las bolsas, así que las abrí ahí mismo.

El horror que sentí en ese momento me inundó todo el cuerpo. Jimmy no paraba de llorar.

Las cabezas de nuestros padres estaban allí dentro, bañadas en sangre y con horribles expresiones en el rostro.