Historia 13- "Luna llena"
Mi hermano Bao cumplió los doce años y se fue muy lejos de casa. Mis padres lo habían mandado a un instituto muy lejos de aquí, donde vivíamos, pero por suerte ese instituto estaba cerca de la quinta de la Tía Lala, una señora muy vieja quien siempre preparaba galletas para nosotros. Yo estaba contento de que mi hermano se fuera lejos de casa ya que compartíamos habitación y me molestaba su presencia. Él era el más grande de los dos, yo tenía once años cuando él se fue.
Hoy estaba muy emocionado, Bao iba a venir a visitarnos. La tía Lala empezaba a enfermar y mi hermano tenía que dedicarse más a ella que a sus estudios, que según nos contaba en las cartas que cada mes nos mandaba, se complicaban cada vez más y los profesores estaban más exigentes. No podía comprender como aún tan pequeño podía arreglárselas solo sin la compañía de mis padres, yo aún con catorce años no me fui de casa, estudio en un instituto que está a un par de kilómetros del pueblo donde está se encuentra mi casa.
—Prepárate, va a venir tu hermano— me avisó mi madre mientras inspeccionaba el cuarto que iba a compartir con Bao. La habitación estaba en perfecto estado, en mi familia no nos gustaba el desorden y los pisos de nuestra casa parecían espejos—. Acomoda eso— señaló un cómic que esta tirado en el suelo.
Acomodé el cómic que se había caído de la estantería y bajé las escaleras cuando escuché que la puerta se abría: mi hermano Bao había llegado. Lucía diferente de cómo era hace un par de meses —seis para ser exactos— antes llevaba su pelo negro corto y ahora lo tenía tan largo que casi le tocaba los hombros, sus ojos verdes ahora parecían más pálidos, su piel morena ahora era casi blanca y el lunar que llevaba en la mejilla no existía.
—Hola hermano— Me saludó cortante a lo que le respondí con un pequeño movimiento de cabeza.
Me fui a nuestro cuarto. El cambio radical de mi hermano me sorprendió mucho, tanto que no pude gesticular palabra alguna. Él parecía comprender mi inquietud y me observaba detenidamente.
La noche se acercaba y el sol iba dejando atrás la ventana de la habitación. En un momento me di cuenta que Bao no me estaba viendo a mí, estaba viendo la ventana.
— ¿Que observas?— Pregunté asombrado, Bao seguía teniendo fija la mirada en la ventana y parecía que no estaba pestañeando.
—La noche, ¿no es horripilante?— Su comentario me molestó. Él sabía perfectamente cómo me gustaba la Luna y más cuando estaba llena, como esta noche.
Ya habíamos cenado y era hora de dormir, cuando éramos chicos yo jugaba a los autitos con Bao, pero ahora que él tenía quince y yo catorce, ya no hacíamos eso. Él se acostó en su cama que estaba al lado de la venta y seguía viendo la Luna llena que estaba en frente de esta como si esperara que la observemos. Bao empezó a desesperarse y me asusté, ya que empezó a hacer ruidos y movimientos extraños. Estuvo unos segundos así y se tapó con las sábanas hasta la cabeza.
— ¡Apaga la luz!— Me gritó, pensé que quería dormir así que le hice caso.
Cuando apagué la luz, instantáneamente me fui corriendo a la cama y me acosté a dormir. Pasaron unos minutos y escuché como mi hermano se levantaba casi corriendo de su cama y abrió la puerta de un portazo. Sus pasos no sonaban como los de un humano, sonaban como los pasos de las patas de un perro y me sorprendió ya que en casa no había ningún perro y menos en mi cuarto. Me levanté de un salto y bajé las escaleras tan rápido que casi me caigo, la puerta de entrada estaba abierta de par en par y cuando me acerqué a esta escuche un aullido.
Había una silueta aullándole a la Luna, no era una silueta humana: tenía mucho pelo por todas las partes del cuerpo y parecía ser demasiado fuerte. Me acerqué un poco más y pude notar que no tenía ropa y parecía un hombre lobo, como los de las películas de terror. Me pregunté a mi mismo si era aquella bestia, nunca había visto uno real.
Me acerqué un poco más y pude ver como los ojos de ese "hombre lobo" brillaban y eran de un color verde muy intenso parecidos al que tenían los ojos de mi hermano que debía estar cerca. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, mi hermano no podía ser un hombre lobo, había vivido doce años con él y nunca había salido de nuestro cuarto de noche, a menos que se encontrara con alguna chica pero siempre me lo avisaba, además él antes era tan fan de la Luna Llena como yo.
Se escuchó nuevamente el aullido y fui corriendo hacia la casa, subí rápidamente las escaleras y me dirigí al cuarto que compartía con el hombre lobo, de tan solo pensarlo me estremecía y me daban más motivos para pensar en los cambios de mi hermano. Una vez ya en la habitación, salté encima de mi cama y se escondí bajo las sábanas simulando estar dormido.
Al día siguiente —al parecer me había dormido y no habían asesinado— me levanté de la cama y al parecer Bao me estaba observando detenidamente.
— ¿Qué?— Le pregunté— ¿Qué me miras? ¡Deja de hacerlo! —Grité, preso del pánico.
—Tú sabes lo que pasó anoche, será mejor que no cuentes nada— me amenazó.
Tragué saliva y lo miré boquiabierto mientras él se iba del cuarto, de sus pantalones salía una cola larga y peluda que se movía de un lado a otro mientras caminaba.
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