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04: "me quedé mirándote como un imbécil"

04: "me quedé mirándote como un imbécil"

Max

28 de marzo

Hoy tengo un partido amistoso, estamos prontos para que inicie la etapa de los playoffs para estar entre los dieciséis equipos que participarán en el campeonato final de la NBA, así que tenemos que ir "calentando", por lo que un partido a estas alturas no nos hará mal.

Los boletos están – en su mayoría – vendidos, la noticia de que los Gliffords jugarán contra nosotros fue tendencia por más de una semana, hasta el día de hoy. Somos los mejores equipos, los que más vendemos, los más polémicos, los preferidos, los mejores. Merecemos lo bueno que estamos recibiendo, o por lo menos desde mi perspectiva es así.

Lo único "estresante" es que tenemos que dar un buen partido, sí o sí, sin importar que tan cansados estemos o si se nos murió el periquito, si no damos un buen espectáculo para la gente, nos acabarían.

Y si bien no todo se basa en los seguidores sino en qué tan buenos somos jugando, esa cifra era importante. Y se podía ser la presión sobre nosotros.

Yo soy bueno jugando bajo presión, es lo que mejor se me da, pero no todos lo son. Por eso, estoy dándoles una especie de charla motivacional al equipo.

Carlo está nervioso, se recuperó de una lesión hace cuatro meses y estuvo entrenando tanto como pudo, todo el tiempo, todos los días, sí, hasta domingos. Me gusta ese compromiso con el equipo, sin embargo, volver a las canchas después de tanto tiempo e intentar hacer un buen partido era algo... complicado, por no decir imposible. Que él es un buen jugador, nadie puede poner a duda eso, pero está algo oxidado, una cosa es entrenar o hacer partiditos entre amigos, y otra muy diferente es un partido con mayor peso de importancia.

Es uno de mis amigos más cercanos, y en el mensaje que le trato de dar estoy siendo mitad capitán mitad amigo, es lo que él necesita.

—¿Después de eso debo alcanzarle el balón a Alex? —vuelve a preguntar, es la décima vez que lo hace.

Yo no soy alguien paciente, todo el que me conoce lo sabe, solo que hago excepciones, pocas, pero las hago. Puede que a veces sea un gruñón impaciente que odia que lo jodan tanto, pero no soy un descorazonado que trataría mal a un amigo, y menos cuando él está así.

—Sí—suspiro cansado—, debes hacer eso. Te saldrá bien, tengo fe en ti.

Esa última frase o lo iba alentar, o solo le iba a meter más presión, esperaba que sea la primera.

—Chicos, alístense, saldremos a calentar dentro de unos minutos—avisa uno de los asistentes del entrenador y se retira tan rápido como apareció.

—Ya escucharon, chicos, a prepararse, saldremos a dar un buen espectáculo—sonrío con suficiencia.

Los dejo cambiarse. Yo llegué listo desde casa, solo tengo una casaca que cubre mi uniforme, porque el pantalón que llevaba me lo quité apenas estuve lejos de los fanáticos.

Paseo por los pasillos de la cancha, hasta que llego al lugar por donde entraremos para jugar, me sitúo a un lado, detrás de unos fierros que cubren parte de mi cuerpo y me dejan ver a la gente que está llenando la cancha con sus gritos.

Me pongo a ver las tribunas. Casi todos los asientos están siendo ocupados, hay personas ya mayores, que quizás tengan más edad que mi mamá, así como también hay niños que están acá para alentar a sus equipos favoritos.

Mi vista recorre a todas las personas que están acá dentro, y se detienen en una en especial.

Su cabello ya no cae por su frente, ni tiene esa mirada de fastidio en el rostro. Hay una sonrisa ahí que me termina atrapando.

Está vestida con una camiseta de los Glifords y miles de preguntas llegan a mi mente en ese minuto. ¿Será la novia de uno de ellos? No creo, porque de ser así, estaría en un palco preferencial.

Cuando me impulso sobre mis piernas para ver si está acompañado o no, ella me descubre, siente mi mirada, así que, sonrojado, me aparto de ahí.

Meto mis manos a los bolsillos de mi casaca y cuando me estoy regresando a los vestidores, el entrenador me encuentra.

—Max, ya estamos por salir y aún no estás listo—regaña.

—Tranquilo, Rafa—me quito lo que cubría mi camiseta y le enseño que de todos los demás, yo estoy más listo que nunca.

—Chico precavido.

—Así es—le respondo mientras caminamos a los vestidores, en donde nos encontramos a los chicos esperándonos para hacer el ritual de siempre.

En cada partido, desde que tengo memoria, sea un partido importante o no, siempre hacemos el mismo ritual.

Existen miles de cábalas en los equipos, y el nuestro no es la excepción.

Cada integrante tiene la suya.

Yo tengo una sola cábala, solo una y esa es: hablar con papá antes del partido. No puedo iniciar uno sin antes expresarle lo que siento, se me es imposible, además que me trae suerte, o así lo siento yo.

Y tenemos uno en general como equipo.

En donde entran todos, suplentes, el médico, todos.

Nos ponemos en nuestras posiciones y empezamos el ritual antes de cada partido, faltando cinco minutos, terminamos.

—Okey, ahora sí. Chicos, una última repasada a la jugada y a iniciar.

Vamos explicando otra vez las jugadas que haremos para que los balones entren a la canasta. Hago unos arreglos finales, y un asistente llama a la puerta para avisarnos que ya es la hora de salir.

Así que dejamos todas nuestras cosas al lado y unimos las manos en el centro, para después salir eufóricos por el hecho de volver a un partido después de tanto.

En el camino, en donde nos acomodamos para hacer la entrada de equipo, yo me persigno y le pido a mi papá que todo me vaya bien.

—Con ustedes, los mejores, los fuertes, los invencibles, los ganadores, los Vaxol—anuncia el presentador y todos salimos con la mascota de león junto a nosotros.

Varios del público se levantan para recibirnos, pero mi vista se enfoca en una sola persona, y ahora que la puedo ver bien, noto que está con un niño, tendrá unos nueve años, por ahí.

Él sí lleva la camiseta de los Vaxol, y se suma a una de las personas que lanzan vivas hacia nosotros.

El otro equipo entra y el partido inicia luego de unos minutos.

En líneas generales, dimos un buen partido. Pusimos lo mejores de nosotros. Tanto mi equipo como el otro. Aunque ahora ellos nos están haciendo añicos. Y la desesperación de todos se hace presente, pero debemos mantenernos serenos.

Los Glifords hacen una trenza y Michael los llega a interceptar en el medio de la jugada. El del otro equipo se queda quieto y aprovechamos de eso para avanzar hacia el tablero.

Me detengo a botar el aire que no sabía que estaba reteniendo cuando Alex encesta. Dios. Ahora les ganamos por unos puntos, eso hace que el bullicio de la gente aumente. Que unos se olviden por completo de sus asientos y se mantengan alerta del partido. Otros están sentados, pero con los nervios a mil. Y cuando estoy a punto de regresar mi vista a la cancha, veo como la chica está peleándose con un señor, al cual logro reconocer. Es un maldito viejo que viene a los partidos a joder a la gente, ya me lo he topado antes, también es uno de mis detractores, y por eso sé el nivel de sus palabras. Creí que había dejado en claro que no quería que entre a ningún otro partido, gente como esa no se merece irrumpir la calma de los demás.

Lou me pasa el balón y tardo en reaccionar, estiro mi brazo con la pelota y fijo mi mirada en el señor, impulso mis dedos de la mano y con mi pie me pongo de puntillas para que caiga donde quiero que lo haga.

Las pocas personas que no estaban al tanto de esa pelea, ahora lo están cuando siguen la dirección a donde va la pelota.

¡Carajo! Le cayó a la chica. Eso no era lo que quería. Ella en vez de mirarme sigue con el señor, parece como si le dijera algo, y es cuando otra pelota llega a mis manos, vuelvo a intentar lanzarle la pelota al señor para cerrarle la boca.

Oh, mierda. Oh, mierda. Oh, mierda. Oh, mierda. La he jodido en grande.

Trago saliva de forma rápida y miro a mis lados, todos están atónitos, quietos en sus lugares, el juego se detuvo en todo este tiempo. Rafael se ha descojonado, está inexpresivo. Escucho algunos murmullos de mis compañeros de juego.

Empiezo a idear un plan rápido. A ver, ¿Quiero dejarla en ridículo? No, esa nunca fue mi intención, solo quería callar de una buena vez al señor ese y que la deje de molestar. ¿Qué hago entonces?

Mi mente trabaja a la velocidad de la luz y entre tantas ideas, escojo la más decente. Haré como si eso fue intencional, no quiero que sepan lo que ese le ha hecho, no es cómodo hablar de eso, de cómo es una víctima más.

Ella me mira, su mirada se oscurece y grita algo que no lo pensé, aunque no la juzgo, yo diría más si estuviera en su sitio.

—Escúchame bien, puede que seas el mejor jugador de la NBA, pero eso no te da el derecho a hacer lo que quieras metiendo a otras personas.

¿Su valentía me debería de asustar o gustar?

Diablos, Max, concéntrate.

Otra vez los roedores de mi cabeza empiezan a mover la rueda y cuando menos lo espero, un fuerte dolor en mi parte baja aparece.

La muy- ¿Lo ha hecho?

Por todo el dolor que siento, pierdo el equilibro y caigo al suelo, retorciéndome de dolor. Mierda, no debí meterme en eso, pero tampoco podía quedarme de brazos cruzados. Aunque empiezo a considerar que ella le hubiera dado un buen merecido al tipito ese.

Me dice algo que solo hace que me sorprenda más.

Varios se acercan a nosotros al ver el espectáculo que estamos montando, y con ayuda de Lou vuelvo a pararme, con el dolor aún abajo, pero intentando estabilizarme.

Lo contrario a la chica, que se ha quedado estática hasta que uno de mis guardaespaldas se acerca.

—No, suéltame—ella hace esfuerzo para liberarse de ahí—. Aléjate, no me toques ahí.

Eso que menciona hace que la escanee rápidamente y encuentre al idiota de Alfred tocándole una nalga.

—Alfred, estoy bien—trato de no mandarlo al carajo por faltarle el respeto así a la desconocida pateadora.

—Solo lo cuido, señor.

—No es peligrosa—o eso quiero creer—. Déjala, no te preocupes.

Todo el equipo se termina de reunir alrededor de nosotros y veo a Rafael caminar peligrosamente hasta acá.

El ruido de los espectadores aturde por completo mis oídos, y aunque no es la primera vez que varios se mandan encima de mí, esta vez me incomoda más de lo normal.

Volteo a ver a la chica, porque por un momento me olvidé de ella, y me encuentro con sus ojos cerrados, las yemas de sus dedos pasando múltiples veces por su pantalón, en un intento de hacerse daño o secarse, no lo sé. Se le nota nerviosa, y su respiración se dispara por los cielos, porque su pecho empieza a subir y bajar tanto como puede.

—¿Estás bien? —me atrevo a preguntar. Y claramente no lo está, no se debe ser un genio para llegar a eso, pero ¿Qué otra cosa le diría?

—James. Llévame donde él—logra susurrar y yo la llego a escuchar por el hecho de que tuve que acercar su cuerpo al mío, tanto así que nuestros pechos chocan cada que tomamos bocanadas de aire.

—¿Quién es James? ¿Tu novio?

¿Quién coño es James?

—Busca a un tal James—le ordeno a Alex que se mantenía a un lado mío. Asiente y antes de que se vaya a buscarlo, escuchamos unos gritos.

—¡TÍA! ¡TÍA! ALÉJENSE DE ELLA, ODIA LAS LUCES Y LA MULTITUD.

Un niño viene corriendo hacia nosotros y hago una conexión rápida.

—¿Tú eres la tía? —asiente.

Odia las luces y la multitud. Esas palabras se repiten en mi mente.

—¡Largo de acá! —grito para que le dejen su maldito espacio a la pobre chica que parece estar en su mundo.

La sostengo de la muñeca cuando su cuerpo amenaza con desplomarse aquí mismo. Le hago unas señas a Alex de que traiga al niño para que ayude a su tía.

—Te llevaré lejos de acá, no tienes que preocuparte más—intento asegurarle.

Rápidamente los chicos de mi equipo me ayudan a sacarla de este lugar y yo camino con ella y su sobrino hacia los camerinos.

Él se nota feliz por alguna extraña razón que evito saber, al concentrarme únicamente en que la chica pueda estar mejor.

Empujo la puerta rápidamente y la chica pasa de forma lenta, lo cual aumente más mis nervios.

—Quédense acá, iré a ver qué más pasa—demando y antes de salir, el chico interviene.

—¿Puedo darle agua?

—Tomen lo que quieran.

Salgo tirando la puerta a mis espaldas.

A penas salgo, los del equipo me rodean y las preguntas se mezclan en el aire. Trato de evadirlas, y agradezco al cielo cuando uno de los organizadores aparece y nos informa que el partido reiniciará en cinco minutos.

—Chicos, de eso hablaremos luego, ahora debemos ir a terminar el partido—ninguno se mueve—. ¡Rápido!

El tono de mi voz hace que se asusten un poco y obedezcan.

—Tú lo dijiste: De esto hablaremos luego—Rafa se va con el equipo y yo troto hasta ellos para darles el alcance—. ¿No quieres que antes te revise el médico? Que Daniel lo reemplace—dice y el jugador empieza a calentar.

Pongo una mano en su hombro, deteniendo su calentamiento, y con la fuerza lo siento.

—Estoy bien, no se preocupen. Jugaré los últimos minutos—miro el tablero y me fijo en que solo quedan cinco minutos para que esto acabe.

El entrenador me da paso libre solo porque confía en que haré un buen partido, o por lo menos podré cerrarlo bien.

El partido vuelve a iniciar y empezamos a jugar rápidamente, pasándonos la pelota de forma buena, pues no nos la llegan a robar hasta que nos hacen una trenza, en donde el capitán del otro equipo agarra el balón y lo lanza a la canasta, encesta y ganando puntos, superándonos a nosotros por dos.

Algo nervioso veo el tablero y este me revela que ahora solo nos queda tres minutos con diez segundos. Mierda.

Mi mente trata de idear un buen plan, pero las imágenes de la chica es lo único que pasa por ahí, y mi lado irracional quiere mandar todo al carajo e ir a hablar con ella para saber si está bien, sin embargo, una voz en mi cabeza me dice que me quede y espere a terminar el partido.

Los segundos cada vez se van disminuyendo y para cuando suena el pitido final, ya asimilé que aquí el culpable del mal final del equipo soy yo.

—Debo de hacer algo importante—digo cuando veo a Lou acercarse intentando consolarme, pero nada de esa mierda me importa ahora.

Alex al contrario de él solo me pasa una botella con agua y me dice lo que debía escuchar: "Encárgate de lo que has hecho". No necesito de la aprobación de nadie, solo que tener el apoyo de él me ayuda en estos casos.

Evado a cualquier persona que se me intenta acercar y me escabullo hasta el lugar en donde se encuentra la chica. Entro, le pido que vayamos a otro lugar y cuando logro reaccionar, sus labios están encima de los míos.

Y sé que no debería hacerlo, sé que todo esto está mal, pero necesitaba desquitarme con algo, y sus labios son el mejor amortiguador que logré encontrar al momento.

Así como también sé que fue un error, porque todas las promesas que le hice antes de eso, serán casi imposibles de cumplir, y aún así sigo con mi palabra en pie, porque los ojos de ese niño no reflejaban miedo sino admiración, y sé que la chica le quiere, así que por todo el mal rato que la he hecho pasar (Exceptuando la parte del beso) intento que lo que dije no se quede solo en palabras.

4 de abril

Recibo un golpe a un lado de mi costilla y me quejo de eso mientras llevo mi mano a la zona afectada.

—¿Por?

—No sé, se me antojó pegarte—se encoje de hombros y yo le lanzo una mirada que hace que quite la sonrisa divertida de su rostro—. Bueno, perdón.

—Ya.

—¿Qué haces?

—Revisando mi bandeja de mensajes.

—¿Aún no hay respuestas?

—No las que yo quiero—respondo y voy a por un vaso de agua.

Hace siete días el beso que me di con la chica se hizo viral por todos lados, tanto que hasta amigas de mi mamá me han llamado preguntándome qué pasaba. De forma gentil les tuve que inventar unas excusas porque ni siquiera yo entendía el escenario, y sigo sin hacerlo.

Desde el primer momento en que caí en cuenta que eso se debía solucionar, intenté contactar a la chica del taxi, por suerte mi equipo logró encontrar su nombre y su Instagram, así que sé que se llama Eira y que tiene una cuenta en donde publica las fotos que toma, así como también sé que ama a Taylor Swift.

Hasta el día de hoy, ella no ha leído mis mensajes, y lo comprendo, no solo yo logré obtener su usuario, sino diversas personas con intenciones diferentes a las mías. Aun así, sigo insistiendo, a que por lo menos un visto me aparezca.

—¿Es tan difícil de encontrar?

—Pudieron encontrar su nombre por su número de asiento que fue captado en cámaras, sin embargo, solo tenemos eso, su nombre y unos datos irrelevantes como su tarjeta de crédito.

—También tienes su Instagram, ¿No?

Chasqueo la lengua mientras ladeo mi cabeza. Ya lo intenté.

—Llevo una semana sin leer, seguiré insistiendo, pero este juego lo controla el tiempo, y no tengo mucho a mi favor, si no soluciono esto lo más pronto posible, será mi ruina.

No solo por mi imagen, sino también por el hecho de que no he vuelto a pisar una cancha de básquet desde entonces, el número de Rafael aparece tantas veces en mi pantalla que ya me lo sé de memoria.

Esa es una de las razones por la que Alex está acá. Lo vi dos días nada más, dado que él sí fue a los entrenamientos, y ahora está acá, intentando persuadirme de que yo copie sus pasos; pero me conozco, sé que estaré pensando en todo menos en el juego.

Bueno, no en todo, sino en ella.

Es un maldito dolor de cabeza en estos momentos.

—Y si...—Alex me plantea una idea que no suena tan descabellada cuando la repite. Asiento procesando la información y junto a su ayuda, termino haciendo eso. Tal vez me excedí un poco con los números, pero bueno, no es mucho, creo.

—Ahora a esperar—comenta sentándose en un banco de la cocina—. ¿Tienes comida?

Asiento con la cabeza, de forma desinteresada.

—¿Y que esperas que no me invitas? —vuelve a cuestionar con ese tono tan él.

Gruño y de una manera no tan amable, le lanzo una manzana.

—Toma tu puta comida.

—¿Maldiciendo a las frutas? Tienes un problema, cuéntame—se cruza de brazos luego de darle el primer mordisco a lo que le di.

—Si de por sí antes no les caía, con esta partida menos.

—Nunca te ha importado eso—intenta asegurar, por más que él mismo sabe que miente.

—Soy bueno fingiendo.

—Céntrate en tu trabajo, Max, no oigas comentarios de otros, sean buenos o malos, solo escúchate a ti—aconseja.

—Lo último también es una mala idea.

—¿Por?

—Porque lo que mi voz me dice es formar un equipo por mí mismo—confieso.

Su rostro palidece, el color que tenía en las mejillas se ha evaporado y sus ojos parecen querer salirse de sus órbitas.

—¿Q-qué? —traga grueso y el ceño fruncido solo me dice que se la ha creído.

Estiro mis labios haciendo que lleguen hasta mis ojos, de ser posible, y él lanza un bufido mientras me tira un rollo de papel toalla.

—Imbécil—niega con la cabeza—. Es por eso que yo soy el chistoso y tú el serio, siempre hemos funcionado así.

Por más que mis labios están siendo presos de mis dientes, es inevitable no reírme a carcajadas que resuenan por la pared.

—No da gracia, Max—intento callarme cuando su rostro es inexpresivo.

—Ya. Está bien. Pero fue buena—trato de que ceda.

—No.

Ruedo los ojos y me siento para revisar mis redes mientras tanto. El silencio que inunda el momento es algo incómodo, hasta que él vuelve a hablar.

—¿Te puedo preguntar algo?

—Sí.

—¿Por qué le tiraste la pelota a la chica?

Me sonrojo de solo recordar el error que cometí. Trato de formular una respuesta que no me deje en ridículo, pero a mi amigo no le puedo mentir.

—En realidad no iba para ella, iba para el estúpido que la molestaba.

—¿Y por qué la defendiste?

—Me llamó la atención, es todo.

—¿Seguro?

—Oh, vamos, Alex, me conoces. Además, que no todos los días ves a una chica pelear de esa forma, menos en un partido así.

—Tiene agallas y es muy guapa.

—¿Cómo sabes eso? —inquiero con un poco de recelo.

—No eres el único que tiene su Instagram.

—Lo sé.

—¿Y por qué el beso?

Me encojo de hombros—. Ella simplemente me besó.

—Y tú le seguiste.

—¿Qué querías que haga en ese caso?

—Apartarte, obvio—responde con diversión.

—Si se acercó a mí fue por algo.

—La veía con ganas de matarte.

—Yo también. ¿Qué le pasa? ¿Venir y patearme en mis partes bajas?

—Tú casi le rompes la cabeza.

—Fue por su bien...

—Conquistas a alguien dándole flores, comida, o libros, los cumplidos también sirven, no le lanzas una pelota en frente de mucha gente.

—¿Quién dijo que quiero conquistarla? Me cae mal, supéralo.

—Cómo digas, pero recuérdame ayudarte a mejorar con tus planes de conquista—pasa por mi lado dándome dos palmadas en el hombro. 

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