2. Revelación
Selene escuchó la ruta por el altavoz y le resultó fabulosa la ubicación. Conocía Londres solo por su reputación, ya que nunca había experimentado vacaciones verdaderas. Cuando la Compañía necesitaba un descanso, se debían asegurar primero que fuera en lugares restringidos y cumpliendo con el protocolo de ocultación.
Su entusiasmo por observar el Big Ben, la gran torre del reloj, de cerca se veía escatimado por el cargo de consciencia al saber que su padre no le gustaría la idea. Pero con las precauciones necesarias, podría ignorar la voz en su cabeza.
Además de conocer lugares turísticos, sabía muchas de las calles y direcciones, una información que priorizaron que integrara en sus conocimientos pero nunca dijeron el por qué.
Su escasa experiencia del exterior se resumía a tierras de Oceanía en donde se asentaba la Compañía; era idóneo que esta fuera en realidad un transbordador con aspecto de dirigible con la capacidad de ser invisible a conveniencia, sofisticado y muy amplio.
La Compañía se había instalado antes cerca del rodaje de una película.
Por esa razón, consideraron como mejor que los incógnitos del escuadrón de exploración salieran con ropas acordes a la película que se realizaba.
Desde hace tiempo ellos estaban haciendo movidas por causas secretas. Los demás también portaban los trajes pero solo por uniformidad.
Desde que se informó la llegada del dirigible a Londres, el plan de la pelirroja ya se estaba llevando en ejecución.
Logró escaparse de las instalaciones, acostumbrada a las contraseñas y las medidas de seguridad predecibles. Su padre conocía sus escabullidas, la primera vez su actitud fue reprobatoria, pero ante una discusión que tuvieron, todo acabó en que ella tomaría precauciones y solo saliera dos veces por semana, condiciones que por supuesto, no obedecía del todo.
Cuando abrió la puerta de salida por fin, la sensación de respirar un espacio amplio la reconfortó. Nada de paredes de metales, cámaras de seguridad, seriedad y secretismo la rodeaban. La libertad era algo que no sentía mucho. Experimentarla cuanto podía era su móvil en una vida aburrida. Lo que no conocía ella, era que siendo incógnita, su curiosidad resultaba peligrosa. Más adelante el destino de dos bandos entraría en caos por su descuido. Y eso no pudo pronosticarlo.
Se camufló para no ser vista por los sin-don de Londres. Para los ojos de la mayoría era invisible. Solo los que compartían su misma sangre la podían percibir; su padre. La única vía para notarla era una pulsera especializada y no una estándar.
Empezó a sobrevolar el lugar. Solo podía hacerlo cuando se volvía etérea. Como era esencialmente más liviana el brazalete le permitía volar, modificándola molecularmente para ello. Su pulsera, un dispositivo con múltiples funcionalidades en el mundo incógnito, había sido modificada para que se ajustara a sus dones: teletransportación e invisibilidad. Este último era inestable. Los científicos le recomendaron que restringiera su uso o los daños serían catastróficos. La química de su cuerpo no podría recuperarse y resultaría invisible por siempre. En el peor de los casos, cuando quisiera desconectar la peculiaridad, volvería al estado normal, pero algunas partes de su cuerpo desaparecerían.
El dispositivo ayudaba además a estabilizar sus dones y evitar fallos, algo de lo que su padre estaba al tanto.
Es por el poco control de Selene, que tuvo que repetir la carrera de incógnito después de cinco años de esfuerzo.
Recorrió Londres deslumbrada por la modernidad y el estilo de la ciudad.
Lugares que solo conocía en las pantallas, ahora era testigo de su existencia.
Había túneles que empezaban en escaleras y se perdían debajo del suelo, acogiendo una estación de tren subterráneo en su interior.
También observó el Big Ben de lejos y lucía más imponente que en las fotos.
Las emociones que ella vivía eran como una adicción, les gustaba sentirlas, darle a su anormal vida de adolescente un poco de cordura, olvidar el abatimiento que a veces la atacaba por estar encerrada entre cuatro paredes. No tenía amigos ni pareja y aún siendo la hija del Presidente no era popular entre los demás especiales. Todos pensaban que era una rarita, algo que no era del todo equivocado debido a las crisis que la dominaban cuando el desequilibrio de su poder estremecía su cuerpo por momentos.
Para olvidar el paso de desafortunados pensamientos por su cabeza, quiso hacer algo que no pudo en el set de filmación porque no había estructuras altas.
Fue al primer edificio que atisbó. Cuando llegó, tocó los cristales y se aseguró de que existían, una acción injustificada pero espontánea.
Cuando sus pies sintieron el vidrio, dibujó una sonrisa y como una niña de cinco años empezó a correr en zig zag por toda la superficie vertical.
Un paso muy fuerte alteró a un chico castaño, pero ella no lo notó. El joven recuperó la compostura en un segundo y con una actitud eternamente impasible siguió exponiendo su propuesta en una junta. Ningún otro hombre de negocios escuchó el golpe de Selene en el cristal. Ninguno de los dos sabía que se habían encontrado antes; en el set de filmación.
Entró a otro edificio y clandestina llegó hacia un pequeño vestidor. El local era una tienda. Selene nunca calculó que la desaparición de ropas ocasionaría una alarma a la hora del inventario y por eso siguió con su tarea de elegir qué ponerse y con furtividad fue hacia el vestidor.
En una ráfaga salió vestida con un gabán, un sombrero gris con unos pantalones de pana a juego y una camisa blanca. Su coleta de cabello rojizo se resaltaba más por lo discreto de la vestimenta.
No sabía porque se había desbocado hacia allí. Algo la atraía y no lo sabía, pensaba que todo era aleatorio.
Divisó a un rubio de ojos azules con traje y le atrajo. Pero no de la manera amorosa, sino por intuición. Entraba a una empresa.
Lo siguió como si de una acosadora se tratara. La cabellera rubia de él brillaba por el sol, daba pasos firmes con sus zapatos lustrados, y su catadura llena de confianza hacía que inspirara admiración.
No podía negarse que era bien parecido.
Él atravesó la puerta giratoria y llegó hasta una máquina expendedora de café. Pero por mucho que estiraba la manigueta, el flujo de líquido no salía.
Selene quiso reprimir su impulso de ayudarlo porque requería una maniobra contraindicada por los científicos.
Aun así una fuerza inexplicable luchaba contra ella y cedió. Algo era más persistente.
Había opciones de emergencias en su pulsera y decidió utilizar una. Había desafiado una ley de la materia con volverse invisible puesto que había nacido para eso. La pulsera la hacía llegar más lejos, podría atravesar objetos como si fuera un fantasma.
Por más que se impedía caer en esa opción, más trabajoso le resultaba. Y en la indecisión terminó ayudándolo, acomodando la moneda en la máquina para que entrara bien.
El joven llevaba un rostro de fastidio hasta que complacido, bebió su café.
Como si le hubieran lanzado un contrahechizo, la afinidad hacia el rubio desapareció.
Se alejó de inmediato del lugar para seguir explorando. Devolvió la ropa elegante, quedándose con la medieval. Y se fue. Al parecer algo la atraía como un imán a situaciones, sin explicación.
Su otro destino fue una joyería.
A ella nunca le atrajeron los adornos costosos, no era una chica que presumiera. Las influencias de la moda y el punto de vista superficial no tenían cabida en la Compañía para Selene. Pero ahora sí.
Entró y todos la miraron con un rostro extraño o mezquino, ya que había entrado con un traje medieval. La pelirroja se paralizó. Se había quitado su pulsera para hacer el cambio de vestuario y desactivado igual su don. No sabía cómo reaccionar, sabía que para los sin-don ese estilo de moda era de siglos pasados literalmente.
La ignoraron muchos más de los que la vieron, la rareza terminó por ser censurada y olvidaba como pasaba casi siempre en todos los ambientes.
Aprovechó cuando los demás siguieron en lo suyo y decidió salir avergonzada, volverse transparente y entrar de nuevo.
Ahora se sentía libre de tocar las curiosas piezas de joyería atravesando los cristales, otra vez activando la opción de urgencia sin medir las consecuencias. Debía ser muy cuidadosa en tocar las joyas, las movía un ápice y se activaría una alarma.
Su atención se condujo a una chica morena de cabello negro con una vestimenta algo usada y una mochila. No parecía una típica compradora de piedras preciosas. Seguro estaba de paso por la tienda.
La morocha se interesó por una discreta y no muy cara. Le dijo al dependiente que se la alcanzara.
Mientras la examinaba, el hombre estaba expectante frente a ella pero con un rostro un poco indignado. Repiqueteaba con un dedo el cristal de la vitrina, impaciente.
—Solo me faltan diez dólares —murmuró ella para sí.
El dependiente la exhortó que sí no iba a comprar nada, abandonara el establecimiento. Ella dejó el collar sobre la vitrina y se fue un poco gacha.
Selene se escondió detrás de una columna y se aseguró de que la chica se fuera. Con su ropa antigua, algo que el dependiente le causó más asombro que indignación, apareció. Ahora no sentía vergüenza por que la miraran.
—Quiero comprar esa pulsera —apuntó a la escogida por la clienta anterior.
Atónito por la extraña pelirroja, el sujeto anunció el precio. Selene no tenía el dinero adecuado para pagarle pues no lo necesitaba cuando vivía dentro de un dirigible. Sí tenía oro, una reserva de la Compañía en situaciones requeridas. Había sustraído algo a hurtadillas por si lo requería. Ese era el momento de usar unas monedas, sin impresión alguna y hechas de forma rápida, pero oro al fin.
—¿Sirven? —preguntó nerviosa, sabía que para él, ella y sus artilugios eran de seguro una de las cosas más extravagantes que había visto, pero debía estar acostumbrado aun así. En Londres todo era posible.
El hombre se fue y volvió después de examinar las piezas.
—Servirá.
Fue a la caja registradora y le alcanzó el brazalete dentro de una caja blanca con el logo de la joyería y el recibo de compra.
—Gracias.
Debía alcanzar a la otra chica. La pulsera era para ella.
Había una columna en la acera llena de anuncios y la utilizó para desaparecerse.
Cuando la encontró le abrió la mochila, puso la caja y el recibo y tiró un poco hacia atrás, dejando la cremallera entreabierta. Como resultado la morena se asustó y revisó el contenido de su mochila, viendo sorprendida el contenido.
Selene salió volando, divertida y contenta, no solo por hacer una buena obra, sino por encontrarse con esas dos personas. Aunque en realidad eran tres.
Entró por un compartimento mostrando su brazalete. Pero lo que presenció, nunca lo había visto antes.
El aspecto de la Compañía era minimalista y muy elegante. Era un pasillo blanco con algunas repisas cuadradas y pequeñas que tenían algún florero o en su lugar, un cuadro conservador de interiores. Todo era tan elegante como sencillo.
Para su sorpresa, también vestían unos vestuarios diferentes a los anteriores. Eran un traje de una sola pieza blanco y con algunos detalles en cualquier otro color, unos botines blancos modernos, pero de algún metal extra liviano que le confería un aspecto futurista. Sin tacón para los hombres y con ellos para las mujeres. Los detalles del uniforme en general eran círculos, rayas irregulares de color o algunas figuras muy discretas, como hojas de laurel.
Una chica de cabello castaño y cejas perfiladas sostenía en su mano izquierda un cuaderno de notas y acogía unas gafas de marco cuadrado. Llevaba en su brazo derecho un traje con detalles granates y dorados, además de unos botines del mismo estilo.
—Esto es para ti.
—Oh, gracias.
Todo eso debía ser la remodelación que mencionó su padre.
Saliendo de la recepción, los demás llevaban modificaciones discretas; algunos tenían una media manga en un brazo, partes escotadas o faldas en vez de cubrir todas las piernas. Unas vestiduras eran más ajustados, otros más sueltos. Las vestimentas se adecuaban al gusto y edad del portador y mientras con más jóvenes se topaba más innovaciones veía, siendo siempre discretas y no escandalosas.
Si se era solo un estudiante especial de Academia la ropa era la casual, sin uniforme.
Para Selene esto era una de las pocas ventajas del título de graduado, porque no era una empleada oficial ya que tuvo que repetir la Academia.
El suyo lo debió escoger su padre, era muy bueno para las indumentarias de trabajo, aunque solo para eso. Por esa razón, la pelirroja nunca se vestía con faldas y vestidos, no eran lo acostumbrado cuando se había criado con una figura masculina.
Cuando percibió la semejanza de su ropa con la de Gerald, se confirmaron las sospechas, solo que no tenía dorado, sí negro.
Este se le acercó. Estaba preparada para presenciar cualquier reacción de él, ya que había utilizado opciones de emergencia en la pulsera y si se enteraban los científicos se lo notificarían a él.
—¿Te gustó el cambio? —inquirió con amabilidad.
Selene afirmó inclinando la cabeza con disimulo. Tenía que fingir que no había incumplido una docena de reglas.
—Ya era hora de una renovación —admitió él.
—Muy buen trabajo hicieron. Me encanta como luce todo.
El padre sonrió en una expresión leve y siguió su camino. La pelirroja lo acompañó.
—Debo informarte sobre...
—Padre, yo...
—¿Qué? —soltó esperando a que Selene tomara la palabra.
—¿Qué tienes que decirme? —Tragó en seco. Mejor lo escuchaba de él, de igual modo la reprimenda vendría.
Gerald esperó a que ella hablara, mirándola con expresión interrogadora. A Selene se aflojaron los pies pero no cedió.
—Primero, debo contarte que el traje presenta una modalidad que se activa desde la pulsera. Por cierto, debes aparecer por el centro tecnológico para que actualicen el software del dispositivo —prosiguió—. En el exterior, lo mejor es pasar desapercibido, así que el traje puede modificarse. Eso debes saberlo...
Como si el padre estuviera aceptando el fisgoneo insaciable de su hija, le dio las instrucciones debidas.
—... así no tendrás que utilizar tus talentos singulares —sentenció con un deje de saber lo que Selene sospechaba. La pelirroja se avergonzó.
—Ok, padre —dijo en un hilo de voz.
Gerald exhaló.
—Hay otro asunto... más complicado.
El padre juntó las manos detrás de la espalda, adoptando una posición más grave.
—Lo que experimentaste en el escenario anterior, el set de filmación, no era una simulación.
Selene no le daba créditos a sus oídos. Esas palabras le llegaron de imprevisto.
—Pero...
—Aquello fue real. —Le cortó a ella.
La mandíbula de Gerald se crispó—. Seguro quieres explicaciones. Pero en vez de dártelas yo, irás al acto de bienvenida de los nuevos especiales. Este año será diferente. Después de eso responderé todas tus demás preguntas, ¿de acuerdo?
—Sí —dijo lacónica, su cerebro no estaba tan relajado como para elaborar oraciones más complicadas.
—Ven conmigo.
***
Jeje, ya la trama se empieza a revelar.
El capítulo tres será publicado en tres días, el 10 de julio.
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