Otra noche con él
Me quedé dormida.
No alcancé a escribir cómo es que regresé a casa muy cansada y que era muy noche. Por supuesto, mi madre no se quedó de brazos cruzados, justo al pisar la entrada de la casa, mamá estaba lista para sermonearme. No voy a gastar una hoja describiendo todo lo que nos hemos dicho, pero lo puedo resumir en dos palabras: ataque letal. Con Laura Gilmore jamás se puede llegar a un acuerdo, pero, en fin, era demasiado tarde y decidimos acostarnos.
Hoy no fui a la escuela, estoy sentada esperando mi turno para cumplir mi sesión con la doctora Lane.
Aproveché en sacar mi diario y escribir todo lo que podía, no había nadie más en la sala de espera además de un niño de nueve años quien es acompañado por su madre.
¡Aggg, pero es que no lo soporto!. Tengo que salir de esta mierda. Laura es compulsiva, ella debería estar sentada frente a la doctora Lane y platicar sobre su obsesión de protegerme hasta el culo. Pero no, la que está mal soy yo, siempre estoy mal, siempre necesito ayuda.
Aquí lo dejo, la doctora Lane me llama...
***
Mientras que de la televisión proyectaba a una reportera cuarentona, anunciaba sobre un recién acto de vandalismo, la casa del próximo candidato a la alcaldía estaba pintarrajeada por latas de aerosol rojo, un rojo de amenaza porque el mensaje que había dejado aquel bravucón decía: muy chulos como para ser cínicos.
Las autoridades están tratando de hallar evidencia del culpable, pero la tarea resultó difícil porque no habían rastros, al menos no ostensibles para el ojo policiaco, al parecer, el vándalo se las ingenió para camuflar sus huellas, como si no existieran.
¡Ju, buena esa, amigo!. Le alabé en mis pensamientos.
-El político, Nicolás...-
La pantalla de la televisión se tornó de negro y sólo se reflejó la luz matinal que entraba por la ventana.
-¿Abby, te encuentras bien?- Inquirió la doctora Lane, colocando el control remoto sobre la mesa de café que posaba en medio de nosotras.
Aleteé mis párpados para regresar de mis abstracciones. Miré a la doctora, los lentes se sostenían de su fino tabique; sus ojos chinos se achicaron al escrutarme.
-Sí, lo estoy- fruncí el ceño, mirando el piso alfombrado -no sé por qué quise mirar las noticias- emití más para mí misma que para ella.
-Tal vez sólo se te dio el gusto-
-Sí, tal vez sea eso-
Tomamos un breve silencio, aún tenía mis cejas fruncidas pero me sentí más tranquila, me relajé, si quería salir rápidamente de aquí, sólo tenía que comportarme como niña buena.
-Es extraño que tu madre me llamase para una sesión de urgencia, hace tiempo que no lo hacemos entre semana, Abby-
-No fue mi culpa- Repuse con nota de hastío
Jugó con el bolígrafo entre sus dedos y me miró con más expectación -Tu mamá me contó lo sucedido-
Resoplé sabiendo que era obvio -Claro que lo hizo-
-Pero como siempre, quiero escucharte a ti, tú sólo tienes el poder de la verdad- Trató de tranquilizarme, ese era su trabajo, hacerles creer a sus pacientes que ella estaba de su lado y así sacarle todo el veneno de forma engañosa.
Me removí en el sillón de cuero haciendo rechinidos esponjosos. Con ese pequeño movimiento la doctora creyó oportuno desahogarme, pero no fue así, en cambio, dije otra cosa, fuera de contexto para sus oídos, pero para mí, estaba muy relacionado con el problema cuya razón era por el que había venido a su consultorio, o bueno, me obligaron.
-¿Qué le dijeron sus papás cuando les anunció la carrera que quiso estudiar?-
Aligeró un fruncido de ceño, como dije, no tenía conexión con el tema que debíamos hablar, pero se tomó el tiempo de contestar y en cierta parte me alegró -Fascinados, creen que es una carrera digna de sabiduría y productividad-
Solté una brusca maldición atrapada en mi mente porque no quise soltarlo en voz alta; una sustancia gélida reptó en mis entrañas: la decepción. No fue la respuesta que yo esperaba, en cambio, me hizo sentir más perdida, como si estuviera en una llanura y en ella no hubiera más que pasto, y más pasto, y montones de pasto, y cantidades de pasto...
Pues claro, la doctora Lane era firme con su trabajo, un trabajo brillante, una brillantez para el orgullo de sus padres y...
Eso, esa fue la decepción: la señora Kim Lane fue lo que sus padres deseaban y por eso no les falló.
Entonces si no quiero ser lo que toda la plebe de los Miller anhela, significa que soy ese fallo. Al principio estaba rígida con mi decisión, pero por un instante la sensación de "no pertenecer a ningún lugar" era como balde de agua fría.
-Ah- Logré emitir inconforme
Perdí mi vista hacia el ventanal. La doctora Lane notó mi repentino silencio y anhelé que su atención se transformara en empatía, que me contara qué clase de errores había cometido y a qué niveles, o al menos que me afirmara que los tuvo, porque su sensatez daba la imagen de no haber roto un plato.
-Pero cuando conocí al padre de Zack- comentó con suavidad -no lo aprobaron, así que...-
Mis ojos se enfocaron en los negruchos de la doctora, supe qué seguía después de la oración y no tardé en completarla -se escaparon-
Arrancó las patas de sus lentes de las orejas y con una sonrisa de pura nostalgia contestó para avivar esa memoria -A veces uno hace lo que esa fuerza desconocida te impulsa-
Fascinada con su confesión, una confesión que delataba ese lado rebelde y descabellado de la doctora Lane, esbocé una sonrisa -¿Y cuál es esa fuerza?-
Soltó una risa cómplice saliéndose de su postura profesional y nuestra conexión fue como la de una amistad -No te diré que es el corazón porque, científicamente, sólo bombea sangre. Pero hay un llamado vigorizante que te dice que luches-
-¿Y cómo podré escucharlo?- Me incliné hacia adelante, intrigada
-No se sabe, nadie lo sabe, pero tú misma lo sabrás porque son tus sentimientos y pronto los irás conociendo- De repente, su voz sonó a consuelo, como el roce de algodón sobre mis hombros.
-¿Qué sintió usted para sentirse segura de que el señor Pierce valía la pena el riesgo?-
Aguardé con suma atención, esperaba la típica explicación romántica y sentimental. En su mirada divisé una calma y los labios eran dos líneas de una sonrisa risueña. Sí, definitivamente se venía una respuesta cursi.
-Abby, además de ser psicóloga, también tuve una afición por el arte. Pinté miles de lienzos, mis padres sabían de ese hobby, pero jamás me impulsaron a esa rama, se arraigaron más por la psicología. Un día, el papá de Zack llegó a casa para conocer a mis padres y al notar que las paredes sólo estaban repletas de cuadros de pintores ajenos- tomó una pausa porque el recuerdo se metió en su cabeza y hablarlo ya parecía como si hubiese sido ayer. Me sonrió con dulzura -entonces él les dijo: ¡Diablos! ¿cómo pueden tener esas feas pinturas cuando su hija hace las mejores?, ¡quítenlos y cuelguen las de ella que no están para pudrirse en el sótano!-
¿Dije respuesta cursi?, pues no, no lo fue, fue genuina y hermosa. Era la evidencia que confirmaba el noble corazón que poseía el padre de Zack, la doctora Lane lo atestiguó con su expresión embargado de enamoramiento. No soltó suspiros, ni pestañó como una ilusa, sólo fue una sonrisa de agradecimiento por ser amparada de un hombre honrado.
Añadió -Él vio algo en mí que yo no conocía y yo ví algo en él que tampoco él no conocía, entonces... ahí lo supe-
Mi corazón se envolvió de ternura, el amor que sentía la doctora Lane por el señor Pierce subsistía. Jamás caigo en cuentuchos de amor, pero ésta era demasiado auténtica para no poder hacerlo. Quise adivinar si ese amor seguiría intacto, y pensarlo me trajo una consecuencia: la realidad. Mis padres siguen juntos, cumplen los mismos años de casados como los Pierce, incluso ambas mamás nos tuvieron a mí y a Zack casi el mismo mes (Zack se adelantó convirtiendo el 29 de septiembre en su cumpleaños). Cualquier matrimonio tiene sus problemas, pero esos problemas se convierten en unas bestias causantes del famoso divorcio. Yo no creo en el para siempre, estoy arraigada al disfruta mientras puedas porque no durará una mierda. Sí, tal vez tengo pensamientos pesimistas y tóxicos, pero yo les llamaría realistas.
Por esa razón, aquella ternura que me embargó se convirtió en una sensación de desacomodo, una decepción que aún me faltaba mucho por experimentarlo, 17 años y no tengo ese destello en el estómago, pero sé está por venir.
***
Por fin estoy en casa, pero sigo asustada. El viaje fue casi traumático porque... Bueno, trataré de contarlo sin volver a entrar en pánico:
-¿En serio harás esto, Abby?, ¿en serio lo estás haciendo?, ¿me aplicarás la ley del hielo así nada más?- Preguntó mamá con una acentuada nota de indignación. Sus esqueléticas manos maniobraban el volante.
Aparté la vista del frente y me enfoqué en su mano derecha, en el dedo anular enroscaba un anillo de compromiso, heredada por la mamá del abuelo, y por ella heredada por la bisabuela Izzy, y por ella heredada por la tatarabuela no recuerdo su nombre, y por ella heredada por la tatara tatara tatara abuela como se llame.
Creí que de mi cabeza hablaría esa voz grosera para burlarse sobre mis carentes posibilidades de poseer esa reliquia de la generación Miller.
En cambio, la voz de mamá sí sonó estridente:
-Deja de ser infantil, Abby, y háblame, no estaré así todo el día, ¿me oíste?-
Alcé la vista con una mirada flamígera pero con furia contenida porque si volvía a estallar, mamá sacaría una especie de inyección, me la machucaría en el cuello y: dulces sueños. No sé por qué siempre me imagino esa escena cada que estoy a punto de explotar.
-¿Por qué fijaste una cita con la doctora Lane, en un miércoles, a las diez de la escuela, sin ir a la escuela?-
Cualquier pregunta que le hacía a mamá, ya sabía la respuesta, pero le di oportunidades para que me diera un nuevo y razonable argumento.
Giró su cabeza hacia mí con brusquedad, incrédula, y volvió la vista hacia el camino -¿Sigues con eso?, sabes bien por qué-
-Tuve una sutura en la cabeza así que no recuerdo si cagué hoy o no- Me escurrí en mi asiento, de brazos cruzados y con una endurecida expresión -Entonces significa que no recuerdo ese por qué-
Resopló fastidiada, su voz salió sarcástica pero quejosa -Veamos, le dijiste a tu familia que son una bola de hipócritas, me llamaste putita, me mandaste a la mierda y te volviste loca, ¿es suficiente para recordarte ese por qué?-
-Oh, cierto- Exclamé sin ser escandalosa, mi tonillo de voz era pura neutralidad mezclada con el sarcasmo -ahora lo recuerdo, ese por qué fue porque- acentué el porque -expresé mi opinión como cualquier humano soberano, fue porque- volví a enfatizarla rebosando mi sarcasmo en ella -traté de negarme a sus manipulaciones-
Inhaló aire para no perder la cordura, pero eso es lo divertido a veces: desquiciarla. Se aferró al volante matizando sus nudillos de un blanco huesudo.
-Mira, Abby, no lo hacemos para hacerte la vida imposible...-
Le interrumpí sardónica -¿En serio?, ¿entonces por qué siento que sus decisiones son un verdadero grano en el culo?-
Mamá repuso de inmediato, apartando la mano en la que hace muestra de matrimonio para alzar el dedo índice y advertirme con ella -Déjame hablar, Abigail, y deja de ser grosera que tu padre y yo no te educamos para que digas guarradas- ya no tuve ganas de refutar y por ello mamá aprovechó mi silencio -Dios, no sabes ni lo que quieres comer y tomas a la ligera el tema de tu futuro. Nos preocupas-
Resoplé ante eso y ella se adelantó para enfatizar -Somos tus padres, Abby, siempre lucharemos por tu bien, pero dejarte estancada sin metas claras no es lo que podemos permitir, es nuestro deber-
-Tendría metas claras si no me hubiesen dejado accidentarme- La miré, sin piedad en mis palabras -¿en dónde estuvo su protección, eh?, tanto se sobrepasan cuidándome y permitieron que un puto accidente me dejara una fea cicatriz en la frente, mamá-
Suelo controlar mis sentimientos cuando toco el tema del accidente, pero esa tarde, fría y ventosa, tenía una sensación venenosa, quería sacarla, escupirla. El nudo de mi garganta estaba a punto de evidenciarse, pero logré acallarme, y para no delatar mi dolor, mantuve los músculos de mi rostro en un estado estoico.
Mamá se sorprendió, no supo qué decir, no después de mi fuerte argumento.
Me miró y luego a la carretera, la carretera y luego a mí. Mostró el encuentro de una respuesta y no tardó en exponerla
-Te fuiste de nuestras manos, Abby, no supimos qué hacer, tratamos de no complicar más tu vida, pero- dijo ya en una voz suave y comprensiva, pero después de su pero, volvió a ser brusca -¡te dimos opciones, Abby!, ¡te dimos espacio para que pudieras normalizarte! ¡hacemos lo que podemos!, ¡¿y así lo agradeces?!-
Mi mandíbula ya no estaba tensa por la furia, si no, por el terror.
Cuando volteé hacia el camino me di cuenta que al auto avanzaba a carril contrario
-Mamá...- Murmuré atenta a la dirección que íbamos, me removí inquieta de mi lugar
-¡¿Acaso no crees que me lamento cada día que pasa, que siempre tengo ese sentimiento de haberte fallado, que...?!-
-Mamá- Intenté elevar mi voz pero fue incapaz de ser audible, además de que mamá seguía ensimismada con su discurso
-¡Escúchame, Abby, por el amor de Dios!, ¡tú sufriste demasiado, pero nosotros también!-
No supe por qué mamá se fijaba en mí cuando en realidad debía de estar atenta a la carretera, pero tenía que regañarme en lugar de manejar con prudencia.
Un auto del sentido contrario se aproximaba, el conductor no dudó en aplastar el volante para alertar a mi madre.
-¡MAMÁ!-
Bramé con el pánico en la garganta, mi cara de espanto, mis manos hincadas a la tela del sillón, el corazón galopando hasta dolerme, sudor gélido exudando de mis pies y manos, e imágenes reproduciéndose en mi cabeza sobre mil formas de morir en una carretera, pero en ellas apareció una en especial, fue nítida, como si cobrara vida: yacía en el mismo sitio de copiloto, pero los cristales desprendieron, un feroz movimiento me lanzó fuera del cristal y...
Gemí fuertemente, haciéndome bolita y alejada del cristal delantero. Una mano tocó mi hombro y me sacudí horrorizada
-Hey, hey, Abby, está bien, tranquila, no pasó nada-
Era la voz de mamá, no del desconocido que visualicé en esa especie de flashback. Me volteé para asegurarme si era cierto lo que decía. Seguíamos intactas y vivas.
Pero el pánico perduró y permití liberar unas cuantas lágrimas. Mamá se fijó en eso y ablandó su rostro de preocupación
-Oh, querida, cuanto lo siento, no me fijé en el camino, yo...-
Miré al frente y el auto ya se dirigía en buena dirección.
Un sinfín de emociones y sentimientos se mezclaron hasta convertirse en algo nocivo. Estaba muy asustada y enojada, fueron razones para escupir con rudeza
-A la mierda con tus sermones, mamá. Tú no me proteges- Me dirigí a ella con la voz gangosa de mocos que apenas comenzaban a producirse -sólo me hostigas-
Pero ya estoy tranquila, más o menos, un poco... bueno, tal vez no estoy del todo tranquila.
Sin embargo, algo insólito de mi hermana me dejó dudosa: estaba asustada; es decir, la niña no estaba acostumbrada a sentir sangre chorreando de su vagina. Pero mi deber como hermana mayor es orientarla. Sólo que no le vi sentido ir al centro comercial únicamente para toallitas. No importó, lo tomé como una distracción de lo que sucedió antes de ir a recogerla de la escuela.
Desde ese suceso que estuvo a punto de convertirse en una catástrofe, me sentí medrosa y paranoica. Mis alrededores parecían un peligro y la imagen de esos cristales estallando frente a mi cara se proyectaban como un vestigio fatídico.
Cuando salí de la tienda de ropa interior junto con Cassie, de mi celular notifiqué un mensaje.
Melanie:
¿A qué hora vienes?, te estoy esperando. ¿Al menos vendrás o sigues castigada?.
Resoplé en desespero. Tenía que llegar, si no, estaré jodida.
Cassie no paraba de indagar, no sólo sobre la pubertad, también sobre el pendiente tema que nos llevó a Laura y a mí discutir como en una Tercera Guerra Mundial. Cassie no puede saber todo lo que me pasa, no debe, quiero decir, ella necesita disfrutar sus propios asuntos, luego, cuando envejezca, ya podrá dar lugar a las preocupaciones. ¿Estoy en lo correcto?.
***
Tuve que idearme una mentira para que mamá me dejara salir de casa a pesar de su castigo sentenciado, ¿y qué mejor que decirle que se trataba de mis calificaciones?, un tema muy delicado para ella. No seguiría su influencia de estudiar una carrera que no sentía ni pizca de gusto; pero poner en riesgo mi reputación académica, es una estrategia que podía utilizar con ella.
Hice caso omiso con sólo oír "lleva tu medicamento". El frasco quedó ahí, desolado, en la gaveta.
***
Querido diario, ¡que me parta un rayo!.
No sé ni cómo agarrar el lápiz, tiemblo gracias al desastre en mi cabeza. Mis sentimientos son ahora un lío y... ¡Agggg! No puedo ni gritar, mis padres están durmiendo y... ¡Aggg!.
A pesar de todo este desorden, mis labios continúan sintiendo el tacto de los suyos, y es placentero... ¡mierda!.
No puedo... ni siquiera puedo... ¡no puedo pensar con claridad! Es muy confuso y por eso maldigo todo.
Es mejor que tome un respiro.
***
Ya estoy lista para escribir. Más o menos. Pero estoy estable para contar la mitad de lo que pasó:
Aminoré mi prisa al avistar el parquímetro, erguido en la acera por un tubo y todo su funcionamiento concentrado en una cajita, frente a él se estacionaba un Tsuru de café tabaco. Ver el cochecito ya estaba segura de que el dueño del local había llegado para dar un chequeo del manejo de las ventas. Abrí la puerta de cristal encontrándome con el lugar medianamente lleno, ese día se volvió un poco ajetreado. Caminé apresurada hacia el mostrador, abrí la trampilla que daba acceso a los empleados.
-¡Hablando del rey de Roma!- Vociferó Zack al verme, sentado en los banquitos frente al mostrador, frente a él reposaba una copa rebosante de un líquido rosado: licuado de fresa con yogur. El recipiente sudaba por el hielo.
-Qué bien, ¿vino el supositorio?- Bromeé
Melanie me lanzó un mandil verde, lo atrapé ágilmente y amarré los lazos en mi cintura.
-¿Disculpa?, ¿a quién te refieres con supositorio?- Para recalcar su fingido desconcierto, colocó una mano en sus oídos
-Zack- Detuve mis movimientos para mirarlo divertida -tú sólo vienes a jodernos-
Resopló batiendo el licuado con el popote -Bueno, no me van a negar que disfrutan ser fastidiadas por este asiático-
Giré los ojos.
Saqué una de las bandejas metálicas, aguardaban dos vasos de licuado de frutos rojos, y mientras colocaba los pedidos sobre la rodaja, Melanie aprovechó para preguntarme
-¿Tuviste problemas con tu mamá?, ¿no volverás a trabajar?- emitió un grito ahogado -oh, por mi Buda, ¿se enteró?-
Sus ojos azules chispearon de una atemorizante preocupación, pero hice un gesto de negación explicándole que me llevé la desgracia de tener una psicoterapia en un miércoles inoportuno para citas con psicólogos, seguía molesta con eso porque había quedado en un acuerdo con Laura: sólo sábados para sesiones con la doctora Lane, no más. Omití la parte en donde casi morimos estrelladas por otro auto porque mi mente se atormenta con sólo recordarlo.
Dejé a Melanie en el mostrador para poder servir las bebidas. En una de las mesas pegadas al ventanal de la entrada se sentaba el señor Díaz, sí, esposo de la anciana bibliotecaria. Si no hubiese sido por él, no tendría el valor para trabajar porque antes me sentía insegura de comenzar a independizarme con este paso. Mamá vigila mis pasos, cuida cualquier entorno en el que me encuentre y evita conexión con otras personas que no sean mis amigos o familiares, por eso dudé tomar el puesto de trabajo.
Cada que piso la tienda, tomo consciencia de que mis actos se pueden considerar como clandestinos para mamá y por eso debe mantenerse como un secreto. Sin embargo, con el castigo, me generó varios problemas.
Le mandé un corto saludo con la mano al señor Díaz y me respondió en un asentimiento de cabeza.
Al regresar a donde los chicos, ellos debatían con la mirada dirigida hacia un grupo de universitarios hípsters sentados en la mesa del centro del lugar.
-¿Y qué tal esa chica?- Señaló Zack en subrepticio a una integrante de dicho grupo -lindos ojos, cabello cobrizo, tez clara, lentes, ¡uf!- cerró los ojos, placentero de satisfacción al mencionar ese atributo de la chica -los lentes la hacen ver sexy e inteligente. ¿Qué es dos más dos?, yo sé más que eso así que puedo ser compatible para ella- Sonrió con suficiencia
Melanie hizo una mueca de no estar convencida -A ver, di algo inteligente-
-H2O-
Las dos reímos ante su absurdez intencionada, Zack es un cerebrito, pero no lo hace a demostrar porque disimula su intelecto con sus irremediables locuras.
Hice tiempo mientras otra empleada se encargaba de preparar un pedido más.
-¿Y ese chico?- Apuntó al mencionado que se sentaba frente a la chica, antes sida opción de la próxima cita con Zack -Es guapo, tiene sentido de la moda- ante la mención, nos dimos cuenta que el tipo vestía de pantalones de algodón elegantioso, un saco, una camisa debajo de éste y una bufanda alrededor de su cuello para darle esa matiz aristocrática -tiene garbo- nos fijamos la manera en que se comunicaba con sus amigos, él era pura elocuencia -y se ve que puede ser astuto en la cama-
Al cabo de un rato, fruncimos el ceño y miramos a Zack con cara de pocos amigos
-¿Saldrás tú con él o qué?- Pregunté por las dos
Él negó de inmediato, contrayendo su rostro de asco -¡Por supuesto que no!, lo decía por Melanie-
La aludida se inmutó, vimos sus diminutos músculos tensarse y no pudo disimular su oleada de nervios -¿Qué?-
-Vamos, Meli, el chico se ve bueno para ti- la persuadió nuestro descabellado amigo -¿o me dirás que no te parece guapo?- hizo un sube y baja en las pobladas cejas para generarle picardía al asunto
Yo también la miré, intrigada por su respuesta. Melanie suele ser extrovertida y fresca, pero cuando se trata de chicos, se vuelve tímida.
-Pues... sí, se ve atractivo- Logró pronunciar. Su mirada trató de perder contacto con nosotros. Conociéndonos desde nacimiento (bueno, sólo Zack y yo. A los cinco años fue que Melanie se unió a nuestro club de los excluidos 2.0. Eso me contó Zack), supimos que Melanie entraría en pánico, así que Zack se lo tomó con calma para no asustarla
-No le veo el problema, quiero decir, no se ve muy mayor y tiene las características del chico ideal que te mentalizas-
Hundió ligeramente las cejas -¿Cómo lo sabes?-
Zack ensanchó una sonrisa confiada -¿Te conozco o no te conozco?-
Vaciló, pero triunfó al contestar -Sí-
-Entonces ve, campeona. Tus hormonas te lo agradecerán, o bueno, primero a mí, por incentivarte-
Sus manos temblaron, pero no fueron muy notorios como para pensar de que se trataba de una inminente epilepsia. Asintió con rapidez para convencerse a sí misma de que podía hacerlo, Zack la alentó y yo sólo los observé.
Tomó la misma bandeja que yo había usado con el pretexto de acercarse al chico como empleada y no parecer una tonta.
Me hice a un lado cuando ella se acercó a la trampilla, dudó por un momento, pero una fuerza le dio el empujoncito, exhaló una bocanada de aire y se acercó a la mesa de los universitarios.
Zack y yo la observamos expectantes.
-¿Crees que lo logrará?- Inquirí de brazos cruzados
-¿Quieres apostar?- Propuso sin apartar su atención de la escena
Saqué de mi bolsillo un billete al mismo tiempo que él sonsacaba uno de su billetera, los estampamos en la mesa del mostrador declarando una apuesta.
No alcanzamos a oír con claridad, pero no hizo falta porque notamos cómo los nervios afloraban en su cuerpo, con sólo verla engancharse el cabello sobre su oreja, bastaba para asegurarnos que moría de inquietud. Se mantuvo cabizbaja, esforzándose por hablarle, el chico aguardaba pacientemente pero extrañado de verla cohibirse. Sus amigos también la observaron, alcancé a ver a uno que trató de reprimir una risa de burla.
El universitario le hizo ademán para animarla a hablar, pero sus labios titubearon.
Agarró por sorpresa a todos al tomar una servilleta de la mesa para luego lanzárselo al rostro del que ya estábamos asegurados que no saldría ni loco después de eso. Melanie se echó a correr hacia nosotros, atravesando la trampilla de un golpe y dio la espalda a la clientela
-Genial, pasé vergüenza, gracias chicos- reclamó al oír nuestras incontenibles carcajadas
El chico se indignó por tal grosería de la empleada y sus cejas marrones se ciñeron de enfado.
-¿Qué...?- trató de decir pero por la carcajada le costó -¿qué fue...?- rió con más ganas -¿qué fue eso?- completó al fin, inclusive limpió una lágrima deslizando el dedo índice por el párpado inferior
-¡Entré en pánico!- Espetó y por su exaltación nos provocó aumentar las risas.
-Ay, no, Melanie- trató de contenerse -eres todo un peligro-
Volvimos a estallar de carcajadas después del comentario de Zack. Ella seguía sin causarle gracia, nos daba la espalda encogiéndose en su propia vergüenza.
-¡¿Pueden parar ya?!-
Intentamos obedecerla. En jadeos y quejidos, porque nuestro abdomen ya dolía de espasmos, aminoramos, luego, quedó un rescoldo de gracia.
Zack notó las mejillas de Melanie enrojeciéndose al momento de voltearse para pasar un licuado listo al mostrador. Zack la quiso consolar
-Tranquila, Meli-
Lo miró amenazante -No me llames así, cara de ano-
-Wow, wow- dije después de haber permanecido callada
-Sí, Melanie, tranquila- mostró rendición al mostrar sus palmas y fue más motivo para enfurecerla porque estuvo a punto de golpearlo, la reacción de Zack fue hacer amago de esquivar el impacto pero la detuve a tiempo
-Melanie, recuerda: inhala, exhala- mientras la sosegaba, hice el gesto de inhalar y exhalar para más apoyo -inhala, exha...-
-¡Inhala mis nalgas!- Profirió, la nariz respingada se arrugó haciéndonos entender que estaba enojada de verdad
-Bueno, lo intenté- Dije
-Okay, okay, lo lamento- se apresuró a decir él antes de que recibiera un golpe el cual ya no me daría tiempo de evitar -sólo quise que salieras de tu burbuja-
-¡Le lancé una servilleta a su cara!- Chilló y bajó la voz al notar que podía ser escuchada -fue tu culpa-
Sacudió sus manos lamentándose -¡Lo sé, lo sé!, discúlpame-
Los tres nos callamos, no fue un silencio incómodo porque ya estábamos acostumbrados a discutir. Zack mencionó una vez estando tranquilos:
-Créeme, si yo hubiese sido ese chico y me lanzaras la servilleta al rostro, no dudaría en invitarte a salir-
Melanie, recelosa pero halagada, lo miró -¿En serio?-
-¡Claro!, lo que hiciste dio a demostrar las pelotas que tienes para cometer tal estu... anécdota- Al mirar las comisuras alzadas de Melanie, él también sonrió feliz con su logro -me gustan las chicas con ese temperamento-
Por mi lado, los miré como par de locos y los irrumpí -Ay, dios, cásense ya-
Los universitarios se levantaron de la mesa, la misma víctima del acto previo de Melanie, se acercó al mostrador aún con rastros de enojo en su rostro, al mismo tiempo sacó su billetera del bolsillo y sacó cuatro billetes.
-Gracias por su visita- Dije al recibir el dinero, por dentro me morí de gracia.
¿Gracias?, ¿qué tiene de "Gracias"?, son unos fenómenos. Fue lo que leí de su rostro. Lo sé, lo sé, todos somos idiotas pero a veces eso nos hace divertidos.
-Ya sé, para que se te quite la pena, practica con esa chica- Volvió a decir Zack, descansado de un rato sin bromas, por rato me refiero a un minuto, que es el tiempo aproximado que puede durar calladito. Nos indicó a una chica sentada a una mesa contigua al del señor Díaz. He de admitir, era muy linda, pero no le vi sentido el sugerirle una chica a Melanie
También Melanie se sintió desconcertada -¿Por qué haría eso?, es una chica-
-En primer lugar- Explicó rebosando su experiencia en el cortejo -entre chicas hay más confianza, así que no te costará demasiado. En segundo lugar, si no es lesbiana o bisexual, no hay de qué preocuparse porque sabemos que lo más bochornoso es la escena con el riquillo ese. Y en tercer y último lugar, es excitante ver a dos chicas...-
-Iugh- Expresó Melanie interrumpiéndole a tiempo.
Después de una corta discusión, una vez más, Melanie cayó ante las persuasiones de Zack.
Melanie repitió las mismas acciones antes de acercarse a la chica con los audífonos distrayéndola del exterior. Se armó de valor, abrió la trampilla y se paró frente a ella.
Zack y yo pusimos más billetes sobre el mostrador atentos a Melanie.
Zack y yo fruncimos el ceño al ver que se tardaba la rubia.
Zack y yo hundimos las cejas al límite al avistar una sonrisa de la chica.
Zack y yo nos quedamos boquiabiertos cuando la misma chica escribía sobre un papel.
Zack y yo casi nos desmayamos cuando Melanie se acercó sonriente y triunfante.
-¿Qué... carajos?- Pronunció Zack anonado
-¡Conseguí su número!- Exclamó con cierta emoción
Los incrédulos palpamos el papel para asegurarnos de la realidad. No es que no confiáramos en las estrategias de cortejo de Melanie, pero es que ella era ella. Nos tomó un momento para procesarlo.
-¡Melanie!- La llamó infantilmente alterado -¡Ella iba a ser mi cita!-
-Tarde- Repuso ella, pavoneándose
-Debemos ir a robarle otros cigarros al señor David- Declaré sonriente pero sin poder creerlo aún.
-¡Lo sé!, ¡ya llegó su doña Juana, bitches!-
Zack exhaló su licuado por la nariz porque Melanie había comenzado a moverse al compás de un baile triunfal, y sus contoneos fueron verdaderamente ridículos.
Carcajeamos efusivamente, Zack trataba de contener las risas para no morirse de ahogamiento mientras que se limpiaba la boca con una servilleta.
Pero el descabellado momento se esfumó cuando...
-Señor Gilmore- La voz de Zack fue aguda de nerviosismo
Abrí los ojos encontrándome a mi papá erguido frente al mostrador, las piernas separadas, las manos enganchadas a la hebilla del cinturón para adquirir autoridad y un rostro surcado de apenas crecientes arrugas pero palpables de su avanzada edad.
El ácido de mi estómago recorrió en toda su cavidad. Estuve nerviosa porque les había dicho a mis papás que me encontraría en casa de Zack, estudiando. No obstante, papá me descubrió en un sitio diferente y eso anunció un posible castigo, pero temía más que me obligaran a renunciar al trabajo.
-Papá- Intenté decir, petrificada
-Buen día, chicos- Dijo él, con la mirada clavada en mí
La gracia del asunto quedó en el olvido, estábamos tiesos.
-¿Qué haces aquí?- Me atreví a preguntarle
-Me dijeron por ahí que aquí venden los mejores licuados- no le escuchamos entusiasmado -pero no creí encontrarme con una sorpresa- se refirió a mí
Su expresión fue hermética, como la de un oficial estudiando a un sospechoso, pero llegando a la casa actuaría como padre.
-Papá, yo...-
-Hablaremos en la casa, Abby- Zanjó
Miré a Zack acabándose el licuado para sumergirse en su propio mundo y Melanie se rascó la cabeza.
-Olvidé traer efectivo, otro día será- Dijo
Papá nos escrutó una vez más y después se alejó dándonos la espalda.
La puerta se cerró detrás de él y los tres exhalamos alivianando la tensión.
-¿Crees que te hubiera servido si le dijera que trabajas aquí porque te amenazo de mandar tu cuerpo a Cuba?-
Negué recargándome al mostrador con los brazos estirados y la cabeza agachada.
-Esta vez no iba sacar el licuado por la nariz- Comentó el asiático todavía espantado.
Al terminar mi turno, me dirigí a casa. La lluvia me tomó desprevenida. Zack me lo advirtió, pero no quise que me llevara a casa con su camioneta modelo no sé qué; para Zack, es su bebé.
Puede que haya sido víctima de un asesino serial, o de un violador, o de un drogadicto de moribunda vida. Cualquier calle de Obregón se torna peligrosa en altas horas de la noche.
Traté de caminar pasando por los charcos que se desarrollaban gracias a la lluvia. Me abracé, sintiéndome incómoda por el empapamiento y la humedad refrescaba mi piel a la merced del viento. Literalmente me cagué del frío.
Si el lugar estaba vacío significaba silencio, y el silencio sólo estaba acompañado por el golpeteo del agua al suelo. Estuve consciente del sonido de la lluvia, y por esa razón me alarmé después de oír otro sonido ajeno.
Un haz de luz iluminó mi camino, emitía detrás de mi espalda, neumáticos escandalizaron los charcos de la carretera. Me atreví a mirar sobre mi hombro. Efectivamente era un auto que se aproximaba.
Al principio me convencí de no entrar en pánico... pero entré en pánico. ¡El auto ralentizó la velocidad como si quisiera seguir el ritmo de mi marcha!.
Para refutar mis sospechas, apresuré el paso. Mis sospechas acrecentaron al notar que también había aumentado la velocidad. Aumenté. El auto repitió el aumento. Caminé con más premura y me detuve asustada al ver que el auto ya se encontraba a mi lado, al compás de mi prisa.
El auto también paró, aún a mi lado. El cristal de piloto descendió y una fuerte emoción aguadó mis piernas.
-Lo lamento, ¿te asusté?- Me miró desde adentro, fijándome en la combinación de su mirada con la oscuridad de la noche, unos ojos verdes bajo el cielo fosco.
Inquieta, además del frío, lo miré con mi cabello mojado adhiriéndose a mi rostro.
-¿No es raro que siempre nos estemos encontrando?- Tuve que alzar la voz ante el estridente aguacero.
-Raro es no haberme percatado de tu existencia cuando he vivido en Obregón durante toda mi vida-
Entrecerré los ojos, las gotas de agua me golpeaban el rostro y me resultó incómodo incluso para mis ojos.
-¿Qué haces ahí parada?, entra al auto- Me ofreció meneando la cabeza para indicarme el asiento del copiloto.
Miré a mi alrededor, dudosa. Pero en un desespero de no querer seguir empapándome más, rodeé el auto por el capó y me metí.
El ruido se apagó, sólo fue mi respiración agitada y la de él como la de una calma.
Mi cuerpo se estremeció al sentir el sillón de cuero apegarse a mi cuerpo por la humedad. La sensación acuosa se hizo más incómoda.
-Gracias- Musité.
-No iba a dejarte ahí-
La distancia del sitio entre piloto y copiloto era corta, con sólo aproximar mi mano a centímetros, podía rozar la suya. Ya definida la distancia, puedo decir que observar su sonrisa en esa cercanía era mucho más irreal, no era la dentadura perfecta, pero no poseía muchos defectos, era común y combinable a sus labios rosáceos.
Se deshizo de su chaqueta oscura y me la extendió después de verme temblar involuntariamente, mi cuerpo pidió calor a pesar de estar dentro del auto.
De nuevo, lo miré con recelo, luego a la chaqueta, después a sus ojos, y al final a la prenda que al siguiente instante tomé con un pequeño agradecimiento. Al hundir mi cabeza por el cuello, el aroma de Tristan se impregnó a mis fosas nasales.
Mi cuerpo se vio envuelto por completo. Me volteé y Tristan se encontraba mirándome, mis piernas ya no fueron las únicas en flaquear (suerte que tuve el estar sentada), mi estómago, mis muslos, mis brazos incluso, se debilitaron. Me pregunté si era posible compararlo al de un ataque de Malaria, porque las sensaciones fueron feroces.
Sensaciones nuevas, nuevos temores.
Me removí incómoda, no soporté sostener la mirada frente a unas esmeraldas hipnotizantes. Eran como la prueba existente de la penumbra y el sosiego fusionadas para atraer presas.
Comprendió mi desacomodo y miró hacia el frente, y supe bien que quiso decirme algo.
-Tú me indicas- Dijo luego de poner en marcha el auto
Tres minutos de silencio, ya había absorbido calor gracias a la prenda de Tristan, pero mis extremidades se volvieron gélidas. Muchas darían todo por pasar un tiempo a solas con el chico que le gusta. El caso aquí era anormal, yo quería escapar, en serio tuve la gana de abrir la puerta y saltar aún teniendo el auto en marcha, porque estaba aterrada. No estaba segura de que me gustara además, Tristan es atrayente pero verlo como algo más es motivo de asustarse.
Fue fácil afincarme a la idea de huir porque me encantó el olor de Tristan que emanaba dentro del coche.
Se dignó a hablar -¿Qué hacías ahí sola?, Si seguiré encontrándote varada en la calle, creeré que intentas escaparte del país-
Hizo el intento de bromear, pero yo enmudecí. Sí, la situación fue incómoda.
No quise que mi silencio le resultara fastidioso, así que admití -Sí, fue estúpido el haber decidido irme sola-
Aún teniendo la vista al frente, atisbé una media sonrisa -Qué bueno haber sido yo quien te encontrara y no otro loco-
Cerré los ojos concientizando mi estupidez. Al principio lo había dicho nada más por decir, pero reparé después de oír a Tristan.
-¿Y tú a dónde ibas?- Le pregunté
-A pasar el rato con el equipo-
Recordé a Zack mencionar sobre videojuegos, chuchería y cerveza para una salvaje noche.
-Cierto, Zack va para allá- Mencioné
-Zack es tu amigo, ¿no?- Me miró por un rato y luego se dedicó a enfocarse a la carretera. Ya no había un callejón desolado, íbamos a calles repletas de autos y paraguas encima de las cabezas de las personas.
Asentí a su pregunta.
-No creí que fueran amigos, sus personalidades lucen opuestas-
-Somos amigos desde que nacimos-
-Wow- Se delató ligeramente asombrado -se han de llevar como hermanos. Zack es un buen chico-
Fruncí el ceño con una sonrisa -¿Estás actuando como una mamá?-
Su cuerpo vibró al ceder a una risa -Sólo comentaba-
Redujo la marcha del carro al pasar por una hamburguesería express.
-¿Tienes hambre?- Preguntó mirándome con una sonrisa de persuasión.
Me incliné, pasé mi mano en el cristal porque estaba empañado y vi el pequeño local iluminado por luces fluorescentes. Asentí gustosa.
Tristan bajó sacando su billetera del bolsillo trasero. Esperé dentro del auto. La lluvia persistió y por ello se echó a correr con los hombros encogidos.
Tristan esperó su orden parado, bajo una carpa, con las manos metidas en los bolsillos. En un instante se volteó para vigilar el auto, sus ojos se clavaron en mí y me quedé estática. Me sonrió y volvió su vista a las milanesas friéndose.
Al cabo de un rato, engullimos las hamburguesas, aparcados más adelante del local. Tuve un hambre infernal, razón por la que no me apenó comer como Patricio Estrella en tiempos de hambre. Él también se sintió libre de comer atropelladamente. Fuimos como caníbales triunfantes de una caza de animales.
Encendió la radio por un rato, la voz de un joven reportero emitió desde el estéreo:
-Las autoridades no hallan nuevas pruebas del acometido vandalismo. El candidato a la alcandía, Nicolas de la Coss, decidió abandonar el caso, tomándola como innecesaria. Los internautas reaccionaron...-
Tristan apagó la radio en un fuerte empujón al botón, y supe por qué.
Lo miré estupefacta y no tardé en adivinar -¿Nicolas de la Coss es... tu padre?-
Torció los labios, mirando entre sus manos la mitad su hamburguesa con repentino desprecio.
Sus densas cejas fruncieron, haciendo su aspecto más intimidante.
Le tomó segundos para responder -Desgraciadamente sí-
Abrí la boca al confirmarlo. Es decir, el mariscal resultó ser hijo de un político, posiblemente adinerado y perseguido por una buena reputación familiar, ¿no?.
Pero ese desgraciadamente no demostró sentirse afortunado.
-¿Por qué no lo supe?- Le pregunté, anonada
-Me mantengo aislado de mi familia, no me siento cómodo de estar cerca de un político corrupto-
Mi interés despertó. Me removí de mi lugar, dándole la cara para avisar que esto se convertiría en un tema de conversación aunque para él no parecía serle cómodo -Wow, ¿qué ha hecho tu padre?-
Entrometida es la palabra correcta para describirme en ese momento, pero no sentí escrúpulo alguno, sólo fue naturaleza de la curiosidad, y ceder es una complacencia para ella.
-Compra de votos, encubrimiento de evidencias sobre casos anteriormente graves, y...- Se detuvo al mirarme y sonrió burlón -no debería contarte esto-
-Pues ya lo hiciste- Le sonreí también antes de darle bocado al último trozo de hamburguesa
-Una chica no debe escuchar este tipo de cosas- Negó levemente, divertido
-Pruébame- Enarqué una ceja, retándolo, sin conocer qué fuerza me impulsó a actuar así sabiendo que soy miedosa cuando se trata de Tristan.
Me observó, expectante, alzando una ceja también -Conque te gusta ser atrevida- Dijo, deteniendo cada palabra para darle un toque coqueteo.
¿Coqueto? Sí, lo fue, lo percibí.
Me escudriñó con los ojos, sosteniendo su sonrisa, una condenadamente sexy, omitiendo el defecto de la carne agrietada. De hecho, eso lo hace más atrayente. En ese mismo instante me llegó la loca idea que si se mordiera el labio inferior, no me detendría a besarlo.
Wow, ¿yo lo besaría?.
La vida es injusta y hay que vivirla como se debe de vivir. Ya veremos, dijo el ciego. Porque la vida es injusta y sí que quise vivirla como se debía porque Tristan cumplió mi efímera fantasía: se mordió el labio con naturalidad.
Mi boca estaba sedienta, mi garganta quiso exigir a gritos una probadita de sus labios.
Me lo merezco. Traté de convencerme. Jamás he besado a un chico así que tengo mis razones para verme deseable de hacerlo.
Pero no quise verme desesperada.
Me sentí desconocida, no creí que llegaría a tal extremo de pensar en esas cosas. Peor fue al encontrar la respuesta a mi impulso, que no era por el hecho de verlo como el chico ideal, si no porque estaba ahí, disponible.
Sacudí la cabeza, el surgimiento de esas sensaciones atacaron mi cabeza así que quise dejarlo por la paz.
-¿Quién crees que lo hizo?- Cambié de tema
La hamburguesa de Tristan reposó sobre el plato desechable. Su cabeza descansó en la almohadilla del asiento, suspiró, relajando cualquier rastro de tensión.
Lo admito, bajo la lluvia, en medio de la noche, dentro de un auto: fue tranquilidad.
-¿Un tipo que creía hacer justicia para escandalizar las noticias?- Volví a preguntar, resoplando
Cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por la calma, luego las abrió, movió su cabeza sin esfuerzo, para mirarme -No creo, con el recadito que nos dejó parece que sabe demasiado-
Fruncí el ceño -¿Hablas de... secretos?-
-Cualquier familia las tiene, pero la presión de guardarlos es diferente en la familia de un político. Siempre terminan siendo polémicos para el público- Explicó con serenidad
-¿A qué se refiere...?- Chasqueé los dedos para recordar -esa frase... ¿cuál era?-
Suspiró -Muy chulos como para ser cínicos-
-Esa- Le señalé
-Sinceramente no sé qué ha hecho papá, pero parece llamarlo embustero, ¿o tú que crees?-
Esperó mi respuesta con afán, me sentí extrañada porque la verdad no tuve cabeza para interpretar el mensaje, pero dando lugar al sentido común (y no parecer hueca, por supuesto), traté de adivinar:
-Tal vez quiere que tu padre de la verdadera cara-
Hubo una sonrisa escondida en sus labios mientras me miraba en silencio.
Bendita sea le penumbra que le brindó el juego de luces y sombras a su rostro, todas acopladas a su atractivo.
Tristan nos derivó a otro tema. Charlamos ocurrencias, y entre eso, nos conocimos un poco más.
Me di el gusto de disfrutar sus historias, me habló más sobre él porque yo se lo pedí. Como que le gustan los hot cakes batidas de miel, juega el futbol desde la secundaria, se fracturó la muñeca en su quinto juego, una vez adoptó un perro callejero en estado de inanición y su padre le repugnó su apariencia que lo sacó de nuevo a la calle mientras Tristan dormía. Se relaja escuchando Cigarretes After Sex. Coincidí con él al mencionar al grupo musical, y enterados de compartir el mismo gusto, Tristan colocó alguna de sus canciones para hacer ambiente.
Cedimos al silencio para dar lugar a Apocalypse.
Huir ya no estaba dentro de mis opciones. Deleitar la música en compañía de Tristan, sí, sí que me agradó.
En medio del fondo instrumental, Tristan me miró, sus ojos refulgieron, llamándome de nuevo.
-¿Quieres probar los dedos de queso?-
Fruncí el ceño divertida -¿Compraste dedos de queso?-
Se inclinó para buscar en la bolsa de compra -Sí, venden en el mismo local-
Removió su mano dentro de la envoltura, luego lo hizo con más brusquedad arrugando el entrecejo impacientado. Suspiró sonoramente, cerrando los ojos y luego se llevó la palma en su frente
-Mierda, olvidé comprarlos-
Una risa espontanea se me escapó, me cubrí los labios porque se volvía escandalosa. Tristan rió junto a mí al poco rato.
Nuestras risas cesaron, teniendo la gracia aún tendida entre los dos.
-Tienes una risa hermosa-
Volteé la cabeza como suricato asomándose fuera del agujero.
Me tomó por sorpresa, no quise sentirme halagada porque era ceder fácilmente, pero evitarlo sería una tontería cuando mi estómago hormigueaba, delatando el gusto de recibir su elogio.
¡Joder, Tristan!.
-Aceptaré el elogio sólo porque me invitaste a comer, estoy de buenas, créeme- Le dije entre risas, así camuflar cualquier sospecha de timidez.
Rió, agitando su pecho -Sería un placer invitarte en otra ocasión-
Si me esforcé a diestra y siniestra para no debilitarme, pues Tristan lo hizo un desafío.
No quise decir más, la mente la tenía en blanco, nublada de nervios. Un corazón agitado hacía un fuerte acto de presencia sobre mi pecho. Las gotas de lluvia repiqueteaban los cristales superando el volumen de cualquier ínfimo sonido, pero tuve tanto temor que llegué a creer que él mismo alcanzaría a escuchar mis latidos.
Pero me aturdió más al oírle hablar, cauteloso a su acercamiento:
-¿Por qué no me permites conocerte, Abby?-
Me tomé un momento para comprender el origen y la respuesta a su pregunta -¿A qué te refieres?-
Inhaló un aire ligero para motivarse a decirme -Cada que te veo, crece una intriga, pero haces que duela más cuando te alejas-
Curiosa, también mi incliné hacia él para prestar más atención -¿Cómo te duele?-
Empapó sus labios, un simple acto involuntario, pero he de saber lo que causó en mí.
-El dolor no se puede explicar- Sonrió quedamente. Al ver mi falta de comprensión, intentó aclarar -Te estoy diciendo que me duele acercarme cuando tú te alejas- Me miró, severo y sombrío. La voz fue gruesa, ronca pero expresiva.
Intenté replicar una vez más -¿Te duele que me aleje o te duele que te evite?-
Aclaró una vez más, determinante -Me duele que tú misma te abstengas de mostrar lo que realmente eres -
Aún más desconcertada, estaba dispuesta a expresar más interrogantes.
Pero esas interrogantes se sofocaron en un beso.
En un acto desprevenido, aprisionó mis labios con los suyos. Su mano posó en mi mejilla para mayor firmeza y presentí su calor en ella, bajo la incesante lluvia, ambientados por Affection y un calor que el beso logró desarrollar.
No movió los labios, sólo fue una presión delicada. Sin embargo, comenzó a maniobrar después de una dulce quietud. Los movimientos fueron leves y cuidadosos. Sentí las grietas de su labio inferior y un callo del superior, por esa razón, incluyendo la escasa idea de cómo imitarle, mantuve inmóvil mi boca ya que temí lastimarlo.
Tristan avivó el beso al ampliar sus labios en movimientos astutos. Fue excitante la sensación, así que me dejé llevar permitiéndome accionar mis labios esta vez. Al principio no hubo sincronía, pero Tristan fue paciente y me orientó. Luego de mis torpes intentos, al danzar nuestros labios al mismo compás, se pudo considerar el momento exquisito.
Sentí su otra mano adecuarse a mi cintura, nuestros alientos colisionaron, pero ante la precipitación de nuestro ritmo, se agitaron. Sí, Tristan dio ese paso, el de tocar la piel desnuda ante un beso ya más exultante.
La mano, antes posicionada sobre la tela de la sudadera, se adentró debajo de ella. Y sentir una calidez ajena en la desnudez de mi cintura me hizo detener todo, desde el lugar en que se encontraba su mano, hasta el beso.
Agitados, nos miramos, él se vio confundido ante mi repentina acción.
-Lo siento, yo no...-
-Sólo llévame a casa- Zanjé sin brusquedad, ni siquiera tuve fuerzas para serlo.
No estaba molesta, sólo me sentí temerosa y confundida. Si me permití ceder a sus labios, no sé a qué más podría acceder.
No fue correcto ni incorrecto, sólo un enigma, un enigma que me inclinó al arrepentimiento.
Carajo, besé a un chico. Besé a ese chico. Lo hice.
Por un lado de mi hombro, Zack me aplaudiría orgulloso; por el otro, Melanie estaría boquiabierta; detrás se sentaría papá, de brazos cruzados, escrutando al chico manejando el auto; a su lado, por supuesto, mamá, estaría ofendida por haberme dejado llevar por unas simples caricias.
Los escrúpulos son despiadados. A uno le hace sentir la peor mierdita del mundo.
El motor del auto se apagó, miré a mi derecha encontrándome al jardín de mi casa. Las ventanas estaban oscuras, fueron evidencia de que los vivientes se hallaban dormidos.
Tomé mi mochila y al tomar la manija, Tristan se apresuró a decir
-Abby, discúlpame, pensé que...- De sus ojos, vivos y sombríos, destelló arrepentimiento
Negué levemente -No fue tu culpa-
Bajé del auto, aún con el cielo goteando. Me adentré a la casa después de colocar el código de seguridad. Antes de cerrar la puerta, vi al auto partir.
Sólo diré una cosa: 7u7.
¡Lo sé! Abby por fin dio su primer beso, y no con cualquier chico, eh.
Después de haber leído esto se preguntarán si habrán más momentos como éste... Pues habrán buenos y malos, sólo puedo decir eso jeje.
Los próximos capítulos serán más hard ya que esto tendrá que ver con los traviesos de Melanie y Zack, así que... ¡prepárense!. Y por cierto, el cumpleaños de alguien se acerca, ¿quién será?.
Si te gustó el capítulo estaría beri nais que dejaras tu voto y un comentario, así te ganarás un pedazo de mi retorcido y oscuro corazón.
Sin más qué decir, cambio y fuera.
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