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La fiesta de disfraces

Todo comenzó con un:

-"Me preocupas, Bevie, me preocupas mucho"- balbuceó en voz pomposa -¡Me preocupas mis nalgas!- Cerró el libro de un manotazo, enfureciéndose de forma infantil -su papá sólo se la quiere coger-

Ambas miramos la portada del libro: la imagen del payaso Pennywise en una tipografía sangrienta rezando el nombre de "IT".

-Prometiste no criticar nada antes de terminar el libro- Le recordé, llevándome un puñado de palomitas a la boca, sentada en el suelo en posición indio.

-¡Pero es que me saca de quicio este depravado!, ¡¿acaso Stephen quiere que me saque los ojos?!- exclamó graficando su comentario con las manos simulando extirpase los ojos

-Te dije que no aguantaría- Me dijo Melanie, recostada en forma de un ángulo recto: sus piernas se alzaban sobre la orilla de la cama mientras que el resto de su cuerpo descansaba en el suelo.

-Stephen sólo quiere expresar la realidad y la perversión de nuestro mundo- Traté de explicar pero me interrumpió bruscamente

-¡Ay, no!, no vuelvas con tus argumentos abstractos-

Aborrecido, se frotó el rostro. Lo miramos curiosas porque no creímos que la ingenuidad de Zack llegaría a ese extremo, ¿qué acaso no estaba muy bien enterado de la realidad de nuestro mundo?.

-Bien, ¿entonces ya no veremos IT?- inquirió la rubia -estoy segura de que Zack dejará tirado el libro-

Me exalté -¡No, él prometió terminarlo antes del fin de semana para ver la película!- Miré a Zack, amenazante -tú, chino mandarín, ponte a leer ahora-

-¿Y si mejor vemos el Conjuro?, al menos está basado en hechos reales- Pestañeó con ojitos de cachorro

-¡Ya la vimos, idiota!- Dijo Melanie, con la vista al techo

-Sólo termínalo, Zack. Ignora al padre de Bervely...-

Levantó el dedo para corregirme -Señor pedófilo, por favor-

Blanqueé mis ojos -Sí, señor pedófilo, como sea. El resto de la trama es buena, no te arrepentirás-

Zack siguió protestando y Melanie no tardó en rebatirle. Ignoré ambas voces al fijarme en la hora de mi celular. Limpié cualquier rastro de mantequilla en mis pantalones tras levantarme del suelo.

-Debo irme, el señor Díaz quiere verme-

-Si te dice "me preocupas, Abby, me preo...-

-Zack, cállate- Lo miré irritada

-Sólo decía, ya que tu hermoso Stephen te mostró la realidad de nuestro mundo- Ironizó en gesticulaciones exageradas

-Nos vemos, Abby- Se despidió Meli ignorando las tonterías de nuestro amigo

-Nos vemos-

Salí de la habitación. Al cruzar por el pasillo divisor entre la cocina y la sala, me topé con las señoras Davis, sorpresivamente juntas, la pelinegra no suele estar mucho en casa debido a su establecimiento como gerente de un hotel ubicado en el centro de Obregón. No pasé desapercibida de sus ojos y hablaron:

-Oh, Abby, ¿te vas sin comer?- Inquirió la mamá de rubio cobrizo

Los platos ya estaban colocados en la mesa, sólo faltaba servir la comida.

-Sí, disculpen, tuve una llamada y me necesitan en un lugar- Hice una ligera mueca y ellas me imitaron

-Bueno- Se recargó Amanda en su silla -al menos cómprate algo en el camino-

-Lo haré- Les sonreí

-¡Oh, y no te olvides del péndulo que te encargué!- Elevó la voz de Elizabeth, la rubia más gentil y excéntrica, igual que Melanie

Antes de cerrar la puerta, le aseguré que después de mi asunto, iría a la tienda espiritista para su encargo.

***

Afuera es un tormento, estaba advertida de la amenaza del clima de otoño, pero nadie creyó que sería violento. Los árboles se escaseaban de hojas hasta terminar en un aspecto seco y tenebroso. El cielo tenía el afán de opacarse. Entonces es digno de decir que Halloween ya es bienvenido.

Los habitantes no tardaron en decorar sus hogares. Algunos niños ya estrenaban sus disfraces por puro lujo; pero en la llegada del día de dulces, las calles estarían repletas de vampiros, zombies, catrinas, Frida Kahlo en estado de putrefacción, hombres lobo, etc.

Crema Dulce ya tenía su toque de Halloween: unas cuántas pegatinas baratas en forma de calabazas adheridas a los cristales.

Alargué el cuello al notar que la puerta había dejado un pitido después de abrirla, una campanita. Según los recursos del local.

Pasé por alto ese detalle y me dirigí a la mesa de la esquina. El señor Díaz me sonrió desde su asiento, ya con el batido sorbido a medio vaso.

-¿Hace cuánto que no nos tomamos un batido juntos?- Preguntó para dar inicio a nuestra conversación, tras sentarme frente a él

-No estimo números, pero he de suponer que...- me tomé un momento para contar con los dedos -mucho- le sonreí

Su sonrisa de cuarenta y cinco años esbozó en su rostro, complacido con mi presencia. Sin embargo, no tuve tiempo para un batido, mamá me quería en la casa a las cuatro. El señor Díaz no divagó y se introdujo a la razón principal de su llamada.

-Bien, Abby, sabes que te queremos y siempre serás bienvenida aquí- por nosotros se refería a la señora Díaz

Asentí, comenzando a sentir un extraño temor.

Antes de confesar, unió sus palmas y se lo llevó a la boca, como para meditar. Al cabo de esa acción, dijo:

-Abby, me duele decirte esto, sabes que yo no lo haría a menos que tú me lo pidieras, y si me lo pidieras, optaría por rogarte-

En sus ojos marrones desvencijados, hallé una mezcla de severidad y pesar. Algo malo pasaba y el señor Díaz temía la forma en que reaccionaría.

-¿Qué pasa, Daniel?- Me removí inquieta de mi asiento

Chasqueó la lengua luego de haber pasado saliva por la garganta -Abby, querida, te estoy despidiendo-

Fui lenta para reaccionar, pero estaba consternada y esa expresión valió para que el señor Díaz se apresurara a explicar -Te juro que esto no nace de mí, simplemente no te puedo tener aquí-

Agrandé mi boca ante lo dicho y se sacudió para corregirse -No es que no te quiera aquí, querida, es que no me dejan-

-¿Quién?- Emití en voz exigente

Era feliz con mi empleo, al menos lo era con el gusto que sentía el saber que estaba dando un paso, de que eso me hiciera capaz de hacer algo por mí misma.

El señor Díaz no fue capaz de contestarme. Sus bigotes hirsutos, como el mostacho de Pancho Villa, ocultaban sus labios en forma de hilillos, pero no fue excusa para notar que los fruncía para no delatar su pesar.

Entonces pensé en una persona: mamá.

***

En efecto, fue mamá.

Sin embargo, no sólo estaba molesta con ella, si no por la traición de mi padre.

¿Que cómo estaba segura de que él fue el responsable? Fue el único que guardaba el secreto, incluyendo a Melanie y Zack.

No quise pelear con mamá, a pesar de que me había encendido con su único argumento para defenderse: Lo hice para protegerte, Abby, aún no estás lista. Pero no continué, me guardé toda furia cuando llegara papá, porque con él quería hablar.

Interrumpí a The Neighbourhood al arrancar los audífonos de mis oídos porque me pareció oír el tintineo de las llaves. Al asomarme fuera de la sala, papá ya se adentraba a la casa. La casa estaba penumbrosa, eran las diez y el turno de papá había terminado.

-¿Qué haces despierta?, tu mamá te va a regañar, Abby- Dijo papá, después de cerrar la puerta detrás de sí

-Le dijiste- reclamé sin rodeos. Reprimí mucho mis enojos esa tarde, pero no soporté más al verle

Frunció el ceño y cansinamente se quitó el ridículo sombrero de alguacil -¿Decirle a quién?-

Me frustré en un solo instante, apretando mi cabello con los dedos enterrados, a papá le preocupó esa reacción y trató de tranquilizarme, pero espeté sin permitirle palabra

-¡Me despidieron, papá!, ¡el señor Díaz me despidió!, ¡ya no trabajo en Dulce Crema!-

Colgó un pequeño manojo de llaves, el que siempre suele llevar consigo para salir de casa, en el llavero. Se acercó a mí con la intención de abrazarme pero retrocedí bruscamente, se desconcertó y me miró dolido por el rechazo

-¿Y sabes por qué? Me dijo que alguien le pidió que lo hiciera, y adivina quien- Me silencié haciéndole creer que debía contestarme, pero cuando quiso chistar le interrumpí con una exclamación -¡ah, sí!, mamá-

-Cari...-

-¿Y quién es el único que sabía de mi empleo?, ¡ah sí!, tú- Lo señalé dolida

Profundizó la hendidura de sus cejas y avanzó un paso hacia a mí -Abby, no creerás que yo lo hice, ¿verdad?-

-¿Pues quién más lo haría, papá?- Extendí mis brazos, frenética

-Tus amigos, Abby- Replicó quedamente

-No, ellos no lo harían- Dije con firmeza, desafiando a mi propio padre

-¿Confías más en ellos que en mí?- Preguntó al borde de la incredulidad, pero sabíamos que lo que más le desbordaba en él era el dolor, el dolor de que su hija dudara de su lealtad

-Papá, siempre lo hice- Estaba incómoda con mi garganta porque comenzaba a nacer un nudo, un nudo que haría desatar un llanto -A veces te pones del lado de mamá y, para complacerla, ... haces lo que ella decida-

Soltó un suspiro y pude oír que se asomó también un jadeo -¡Claro que no, Abby!, lo que hago es por instinto de padre, para protegerte, porque sé lo que es peligroso y lo que es conveniente para ti-

Y lo que sentí fue esa repulsiva familiaridad, una además de la que sentía anteriormente, ésta tenía que ver con lo que suele decir mamá y el resto de la familia.

Quieren protegerme, pero no saben de qué, ¡yo no sé de qué!.

Tragué saliva para guardarme el llanto y fue impulso para hablarle con rigidez -¿Sabes, papá? Suenas igual a mamá-

Caminé escaleras arriba y me encerré en mi habitación.

***

Se suspendieron las clases sólo porque las calles se inundarían de un tráfico, habría niños deambulando con sus disfraces, ansiosos de dulces.

No tuve oportunidad de continuar con mi sedentarismo porque le había prometido a Cassie acompañarla a pedir dulces. Cassie podía ser tonta, pero también se gana mi respeto porque se influenció de la mayor parte de mis gustos; uno de ellos, el cine del terror. Me encanta El Conjuro, y Cassie no tardó en atraparse en los misterios de los Warren. Estaba orgullosa de su disfraz, basado en la bruja Batsheba. Le faltaba más componentes para completar la terrorífica apariencia de la famosa bruja, pero el intento es lo que valió para mí. Reutilizó la túnica que había usado para la obra de navidad centralizada en los Reyes Magos.

Ambas esperamos a sus amigas, a media calle, aprovechándonos del bloqueo a automóviles.

-¿Por qué no te disfrazaste?-

Me volteé y agaché mi cabeza para enfocarla bien con mi mirada. Tuvo que usar una peluca pues su cabellera rubia resultó inútil para el disfraz.

-Ahm, no sé, me sentiría ridícula- Fui tajante

-¡Pero si es divertido!- Exclamó

-Lo dices porque aún eres un niña- Miré a mi alrededor, en busca de un par de cuerpos diminutos, pero había más y me frustraba confundirme

-Una niña sangrona que es capaz de decirle a mamá que compraste un Monster cuando sabes que lo prohíbe-

Volví a mirarla con el ceño fruncido -Wow, ¿las hormonas están en guerra?-

Logré calmarla al sonreírle y ella también me correspondió.

Ambas callamos, sólo quedaba el eco del griterío infantil y conversaciones de otras personas. Las noticias pronosticaron bien: Obregón estará infestado de peques, así que disfruten su noche de terror.

Cassie tomó mi mano, su tacto me hizo apelarme a un recuerdo del que posiblemente se tratara de ella y de mí, las dos... juntas.

-Abby, creo que me gusta alguien-

No hubo sonrojo ni chispas en los ojos, sólo era ella, temerosa. Así que no reaccionó como ella suponía que lo haría cada que se emocionaba con el tema de enamoramiento.

Entreabrí los labios para hablar (y decirle que tuviera cuidado), pero dos voces femeninas y agudas resonaron por nuestra espalda. Nos volteamos y una vampirita asiática me sonreía, y la otra... un Rick de sonrisa traviesa. Reconocí ese Rick por los cabellos estirados de forma puntiaguda, blanquecinos, junto con una bata y, por supuesto, el rostro de un científico demente. Supuse que ella sería Astrid, haciendo memoria de las pláticas en las que Cassie mencionaba lo rara que era su nueva amistad, y lo comprobé al mirar su ademán de paz con los dedos.

Pero no venían solas.

Alguien mucho mayor, pero probablemente de mi misma edad, les hacía guardia por detrás. Reconocí los pantalones de mezclilla, siendo aplastados por los talones de sus zapatos. Su sudadera protestaba una frase anarquista. Y sus lentes fueron señales de serme conocido.

-Hola- Me dirigí a él, confundida

Como era de esperar, se inquietó nervioso -H-hola-

-¿Eres el chico del desastre?- Lo miré divertida

-E-eso creo-

-Oh, dios- terció la mini Rick, sorprendida -¿ella es?- le preguntó a él y él mismo trató de callarla

-¿Yo qué?- Les pregunté a ambos

-Nada- meneó su mano para olvidar el asunto -soy Astrid, aunque creo que Cassie ya te lo ha dicho- asentí y sonrió complacida. Luego señaló al chico de los nervios -Él es mi primo, Cristian, un hacker del Minecraft-

-¡Astrid!- le riñó el aludido, hundiendo sus manos en los bolsillos, aferrando estos a ese escondite

Astrid lo ignoró y me miró sonriente, revelando notables defectos de su dentadura -Está siendo de niñera, ¿no te molesta?-

-Para nada-

Zoe me saludó con la mano y el trío de niñas se juntó para hablar sobre sus disfraces. Dejaron un espacio para mí y para el tal Cristian. No se atrevía a alzar la vista, sus zapatos eran el único desvío de nuestro contacto visual. Lucía debilucho, pero me rebasaba por dos cabezas.

-Creo que no me he presentado- dije al ver la incomodidad de ambos -me llamo Abby, hermana de Cassie-

Sin mirarme, musitó -Sé quién eres-

Ladeé la cabeza, curiosa -¿Ah, sí?-

-Estudiábamos juntos el primer año, luego desapareciste-

Mordió su labio inferior, enrojeciéndolo debido a la presión de sus incisivos.

Jamás me había fijado en un chico como ese y no parece que se hiciera notar en la escuela. Así como Tristan, me sentí culpable de nunca haberle conocido.

-He tenido problemas, pero- extendí mi mano -es un gusto conocerte- esbocé una sonrisa pequeña

Miró mi mano dubitativo, pero mi sonrisa hizo verle seguridad entonces terminó por estrecharla.

-¿Es Halloween o San Valentín?- Irrumpió Astrid con la ceja enarcada -¡Vamos, quiero morir de diabetes!-

Rieron las tres y emprendieron su recorrido. Los únicos mayores, Cristian y yo, las seguimos por detrás. Ni uno tomó la iniciativa de una charla, se notaba nervioso de hacerlo o tal vez disgustado, así que le di su espacio.

Visitamos cinco casas, los tarros de calabaza rebalsaban de dulces, pero seguían insatisfechas y buscaron más.

Transitamos dos calles hasta pararnos frente a la puerta de una casa. Las niñas mostraron una de sus mejores sonrisas antes de que alguien se asomara. Toqué el timbre y de la puerta apareció una señora con no más de treinta. Les sonrió a la vampira y a la bruja. Regó sus calabazas de dulces y al dirigirse a Astrid, toda expresión de ternura fue reemplazada por matiz de rechazo.

-Señora- Incitó Astrid al no ver su tarro lleno de los dulces de ella

-¿Y de quién se supone que estás disfrazado?- Enarcó una ceja, llevándose una mano en el pecho

-De un científico alcohólico-

Todos miramos a la susodicha, sonreía con serenidad y aún tendía su calabaza frente a la viviente de la casa.

Mi risa nerviosa intervino, haciéndole creer a la señora de que un chiste se trataba.

-Estos niños de ahora- por si acaso, carcajeé -Es un personaje de una caricatura- Presioné levemente el hombro de Astrid, por detrás de ella

Asintió la señora fingiendo comprender -¿Y qué clase de caricatura mira él?-

-Soy niña, señora- Corrigió Astrid, sin atisbo de enojo -ya quisiera yo ser chico, pero ya ve que los cromosomas nos hacen una mala jugada- se encogió de hombros e inmediatamente volví a carcajear

La barrió con sus ojos.

-Oh, por dios- Exclamó Astrid, ya con la calabaza contra su vientre -¿Es en serio?. Pero qué cerrada es usted. ¿Acaso tuve que disfrazarme de vampirita?- Señaló a Zoe -¿o de una estúpida bruja que al final de cuentas luce como niñita indigente?- Cassie se sorprendió, pero no dijo nada porque Astrid iba con el propósito de confrontarse a la señora -Qué maldita flojera es esforzarme en fingir algo que no me gusta. No sólo es un científico alcohólico, ¡Es Rick!- Se apuntó con una exasperada énfasis -¡Rick Sánchez!, un loco, pesimista y el puto amo del universo. ¡Pero claro!, usted no lo sabe porque mientras mira E!, sus hijos se la han de pasar masturbándose con lesbianas tetudas en su IPad-

No sólo la aludida expresó aturdimiento, el resto también.

-Y señora- Volvió a dirigirse a ella, no esperó respuesta y dijo -Tiene labial en los dientes-

De un manotazo arrebató de sus manos la bolsa de dulces mientras que nos gritaba "CORRAN".

Y así lo hicimos. Como caballos a galope, en manada.

A lo lejos oímos sus gritos, llamándonos por "ladronzuelos".

Cruzamos esquinas, pasamos manzanas, pero no supe si uno de ellos (al menos Cristian) se había fijado de lo en vano que era correr, porque desde que huimos, la señora no tuvo ni la más remota intención de perseguirnos. Así que fui la primera en detenerse, flexioné mis rodillas y sostuve mis manos en ellos. Sacaba el aire compulsivamente, casi oí un silbido. Mis piernas incluso entumecieron por el endurecimiento de los músculos.

Cristian sudaba más que yo, agitado y de rostro enrojecido. El aire producido por la intensa velocidad que habíamos adquirido para correr, revoloteó cada mechón castaño de su cabello. Sus ojos pardos me miraron. Le sonreí, agotada. Él también.

-¿Estás bien?- Fue él quien preguntó, inclinado hacia a mí porque también sus manos se hincaban a las rodillas

Entre hiperventilación y jadeos respondí -Necesito una cuarentena para descasar- rió, haciéndome conocer mejor el tonillo de su voz -¿tú?-

-Tomaría mejor dos meses-

Reímos en sincronía.

-Chsss- Nos volteamos y Astrid nos miraba de brazos cruzados, burlona -¿Serás la madre de mis sobrinos?-

-Oh, por dios, Astrid, ¿por qué siempre hablas como una ardilla?- Se quejó Cristian, ya recuperando el aliento, ante eso, nosotras reímos expectantes a la escena

-Yo no hablo como ardilla- Le repeló con la postura firme

-Lo estás haciendo de nuevo-

-Claro que no-

-¿Ves?- La señaló

-Yo...-

-Lo estás haciendo-

-No...-

-Ahí vas de nuevo-

-Hablo...-

-Necesito tampones para los oídos-

-¡Como ardilla!, ¿quieres que le diga a Abby que utilizas lubricante finísimo para masturbarte?-

La miniatura de su dedo me apuntó, encarando a su primo. Traté de reprimir mi risa, pero mi hermana no se contuvo y su carcajada fue contagioso para Zoe.

La luna se asomó, haciéndome recordar su llegada. Le avisé a Cassie que debíamos regresar a casa. La despedida fue a una calle de nuestra casa. Cristian aún era tímido pero logré conocerle dos cosas: informática y comics. Qué interesante.

A pesar de ser distraído, me agradó mucho. No era tonto a propósito, sólo era él.

Cassie corrió a la sala para presumirle a mamá la cantidad de dulces que había conseguido. Básicamente me ejercité en la calle y realmente necesitaba un descanso. El dolor era latente en mis piernas, y mi abdomen bajo también se sumó. Antes de subir a mi habitación, una sutil melodía fluyó a mis oídos, la voz de mi madre: Gracias por acompañar a tu hermana, querida.

Después de una larga y terapéutica ducha, me cambié con el apoyo de la luz del día, apagándose por la llegada de la noche.

Mi ropa de dormir era un conjunto deportivo, un pans y una camiseta. Antes de darme un aventón a la cama para proseguir con mi libro, quise contemplar una vez más el regalo, siendo entregado en anonimato. Mi cara estaba nítidamente rayoteada a lápiz. Definió cada facción de mi perfil. Hizo que el bulto de mi tabique no predominara como una montaña, o como yo suelo verla. Mis pestañas se desprendían, rizadas y hermosas. Mis labios ya no tenían grietas, tenían un efecto cremoso y sutil. Y mis mejillas me parecieron tiernas. El dibujo era como un regalo para mi autoestima.

Lo hallé interceptado por una ranura de mi casillero, firmado bajo un seudónimo, y más abajo de éste, me deseaba un feliz cumpleaños en letras cursivas.

Sin embargo, mi curiosidad picaba: ¿quién me regaló esto?.

Será estúpido de mi parte pensar en Tristan. Pero Tristan hacía algo especial en nosotros. Cada palabra, cada gesto y cada afecto se mostraban auténticos conmigo. ¿Entonces por qué no considerarlo como el anónimo del dibujo? Y la respuesta, emitida por otra voz que no era la mía, dijo: Porque es ridículo, a Tristan no le importas, sólo quiere revolcarse contigo.

Miré con disgusto el dibujo, aquel pensamiento me dejó con un sentimiento amargo. Volví a intercalarlo entre las hojas de mi cuaderno.

Alcé mis sábanas con el libro en la mano.

Algo golpeó mi ventana. Giré la cabeza con cautela y aguardé en silencio por si se volvía a repetir el sonido. Se repitió el sonido, un golpe débil, como una piedra. Esta vez me levanté cuando mi ventana recibió el mismo impacto. Asomé mi cabeza.

Zack y Melanie me saludaron, triunfantes de haber logrado llamar mi atención.

Gesticulé mi interrogante y, para acentuar mi histeria de su visita, sacudí las manos.

Zack meneó su mano hacia él, incitándome a asomarme fuera de la ventana.

Temí con ferocidad porque mamá podría asomarse también, tomando por sorpresa a los escurridizos de mis amigos.

En un empujón, deslicé la ventana hacia arriba.

-¿Qué carajos hacen aquí?- Exclamé en susurro

-¡La fiesta!, ¿recuerdas?- Respondió Zack, también susurrante, improvisando un megáfono con las manos alrededor de su boca

-Ya les dije que no me dieron permiso-

-Por eso vinimos- Replicó la rubia, junto al hombro de Zack, haciéndose notar la diferencia entre sus estaturas

-¿Traerán la fiesta hasta aquí?- Arrugué la cara en confusión -Mamá se volverá loca-

-Ay, dios, Abigail Gilmore- Zack se palmeó la cara y la escurrió con frustración -A veces me pregunto si te haces la tonta o de verdad lo eres-

En su lugar, Melanie me explicó porque nuestro amigo ya no tuvo la paciencia para hacerlo

-Te secuestraremos-

Me tomé un tiempo para analizar tal estupidez

-¿Es mi broma de Halloween?-

-¡Por todos los caballeros del Zodiaco, Abby!- Expresó desesperado, incluso su cabello se veía revuelto de la frustración -te ayudaremos a escapar, irás a la fiesta con nosotros-

Asentí ya al corriente de su idea y los dos rodaron los ojos al borde de no tolerar mi lenta complicidad a sus planes.

-Esperen, ¿cómo se supone que lo haré?, mamá está en la sala mirando otro de sus documentales-

Los dos volvieron a mirarme, recitándome el plan con los ojos, un plan que aún no percibía si no me lo explicaban con manzanitas. Pero conociendo los ilimitados extremos que podrían llegar, que juntos y fusionados formarían una fuerza ejercida por engaño y agilidad, deduje que el plan se trataría de algo increíblemente absurdo pero factible.

Fijándome en las condiciones en la que estábamos, la solución era más que obvia.

-Oh, no- Me negué con el dedo erguido -eso no, la otra vez casi me fracturo la rodilla-

-Vamos, linda, sólo es trepar desde tu ventana y bajar. Te sostendré- Me prometió, sonriéndome ampliamente para mayor convicción

-Eso dijiste y terminé con el trasero lleno de tierra- Objeté, aún con aquel recuerdo latente de la otra vez que quisieron ayudarme a escapar, teníamos un asunto en el muelle, cosas de adolescentes imprudentes.

Mi respuesta le dio una ardida razón para alterarse -¡Te dije a la cuenta de tres, pero saltaste antes y no estaba listo!-

-¡Por eso!, dijiste a la cuenta de tres, ¡de tres!, una... dos... ¡y salto!-

Negó con la cabeza apresuradamente -¡No!, es: una... dos... tres... ¡y saltas!-

Melanie se precipitó a terciar -¡Chicos!, esto es una pérdida de tiempo. ¡Abby!- Me apuntó con el dedo, cambiando cualquier aspecto de inocencia y en su cara expresó rudeza -irás con nosotros quieras o no- demandó y yo sólo mostré mis palmas para tranquilizarla, pero eso no cambió su postura de inflexible coronel de la milicia -¡y tú, Zack!- el susodicho se volteó con presteza -atajarás a Abby, si sale herida, ¡me encargaré de arrancarte las bolas para que ningún doctor de la faz de la tierra asegure la existencia de tu hombría!-

Ante la brusquedad de sus palabras, la agitación de su respiración fue consecuencia del enojo. Ambos la miramos pasmados, sin saber en qué lugar de su pacifismo cabía aquella faceta. Sin embargo, Melanie, aun exponiendo esa apariencia de cero violencia, era impredecible, tomaba por sorpresa a cualquiera con ocurrencias o súbitas emociones.

-Okay- Pronuncié luego de ver que ninguno se movía -¿cómo se supone que iré?, ustedes están disfrazados de...- traté de adivinar, pero le vi imposible -lo que sea que estén disfrazados-

-Ve así- Replicó Zack, mirando su reloj con el pendiente de que se nos hacía tarde

-¡No puedo ir así!- Mostré mi pijama, histérica

-¡Estoy a punto de lanzarte esta piedra si no te bajas, Abigail!- Amenazó Melanie a punto de ponerse a buscar una de las piedras que cubrían las palmas favoritas de mamá

Su amenaza fue motivo para moverme con presteza. La casa no es muy grande y agradecía que la altura tampoco, pero me asustaba que mi caída volviera a fallar.

Primeramente, saqué mi pie, colgándola hacia afuera mientras medio cuerpo aún yacía dentro.

-¡Eso es Abby, sigue así!- Me alentó la voz de Zack, desde abajo

Mi estómago se estrujó de la adrenalina. Giré mi cuerpo al aferrar mis pies en la pared.

-¡Eso, ya te falta!- Continuó él

Luego mis manos fueron el único apoyo al colgarlas en el polvoriento alféizar.

-¡Eso es Abby!, ¡Tú muy bien, ya estás cerca!-

Seguramente el estar "cerca", me hizo querer retroceder para mantenerme a salvo en mi camita.

-¡Ya mero, ya me...-

-¿PUEDES CERRAR EL HOCICO CUANDO VES QUE ESTOY A PUNTO DE MORIRME?- Grité en voz temblorosa, siendo engañada por los nervios

El hecho de sentir mies pies suspendidas al aire, sin rozar ninguna superficie, fue fóbico para mis emociones.

-¡Okay, okay!- trató de tranquilizarme él, escuché el pasto crepitarse ante sus pasos -ya estoy aquí, te tengo a la mira-

-¿A la cuenta de tres?- emití en hilillo de voz, al borde del llanto. Muy miedosa, lo sé.

-Ya sabes: una... dos... tres... ¡y saltas!-

-¿No era: una... dos... ¡y salto!?-

-¡Que no!-

-¡¿Entonces por qué es a la cuenta de tres?!, ¡¿qué clase de engaño es ese?!- Mi aliento golpeó la pared, oyendo con claridad mi ridículo tonillo voz. Mis brazos temblaron y los dedos, también engañados por el nerviosismo, sudaron queriendo resbalar del alféizar.

-A la cuenta de tres, una...- En definitiva, mis brazos vibraron al llegar a su límite de resistencia -dos...- jadeé al notar que mis dedos ya estaban en la orilla -tr...- y me solté

Me fue inevitable gritar, como si de esa forma me salvara del impacto. Sin embargo, los brazos de Zack rodearon mi cuerpo.

Agradecí la complexión de Zack, porque si no hubiese sido por su fuerza, posiblemente los dos terminaríamos en el hospital. Sentí sus músculos tensarse, su atajo no fue perfecto, se tambaleó por la fuerza de mi caída, pero logró equilibrarse. Melanie también emitió un chillido asustadizo.

-¡Ah!- Gritó Zack

Lo miré aún más asustada, creyendo que lo había lastimado, también Melanie lo miró con preocupación.

-¿Qué pasó?- Gritamos al unísono, compartiendo el mismo temor

-El trasero de Abby me está astillando-

Me bajé con brusquedad y con la mirada fulminante, y él sólo rió burlonamente.

-Oh, mierda- Pronuncié e hice que me miraran con atención -no me puse zapatos-

-Descuida, traje unos tenis por si estas botas lastiman a mis pies- Me mostró unos converses, más pulcros a comparación de los míos

Le agradecí y los tendió en el suelo para que me los pusiera.

Nos aseguramos del perímetro y estaba aislado de cualquier ojo vigilante, salvo a las cámaras de seguridad, al momento de rotar en dirección a la entrada, nos movimos rápidamente hacia la barda de cemento. Allí me enteré la estrategia de su escape: trepar el muro.

Ambas subimos con ayuda de Zack, la fuerza bruta de los tres. Los tres pisamos el asfalto y eso no aseguró que la libertad estaba en nuestras manos. Tenía mis escrúpulos, pero aquel se fue a la mierda cuando ambos me tomaron de la mano para hacerme correr junto a ellos.

Al alcanzar una distancia más lejana de mi casa, dejamos los trotes y caminamos a paso calmado. Era hora temprana de la noche, tiempo ideal para que todos salieran de sus casas para aprovechar la noche de Halloween. Adultos y adolescentes también se unieron a los disfraces. Corrían en las calles, seguros de que ningún carro los arrollaría.

Y el viento, bueno, tenía ganas de matarnos de una hipotermia.

-Y bueno, ¿me dirán qué es...- Los señalé a ambos -esto?-

Melanie miró su disfraz -Soy un hada zombie-

Más bien parecía una chica pagana.

-¿Un qué?- Inquirí, buscándole forma a su vestuario

-Combiné mi gusto por la fantasía, o sea, las hadas, con un aspecto terrorífico: los zombies-

No quise darle más vueltas y giré mi cabeza a la izquierda, donde se encontraba Zack caminando con el gesto pensativo, lucía distanciado de nuestra conversación, pero me aseguré de traerlo de vuelta.

-Ah, sí, yo soy Indiana Jones- Se encogió de hombros

Melanie lo señaló directamente con el dedo, como si se acabara de dar cuenta de algo

Su chaqueta estaba reducida a los músculos de sus brazos, los pantalanes caqui le subieron tres años a su edad, totalmente maduro y sin rastro del jugador de futbol cabeza hueca; bueno, su sombrero era otro tema, pero aún así su disfraz se acoplaba demasiado a su atractivo.

-¡Ah, conque eso eres!, creí que eras un vaquero del viejo Oeste que viaja por el tiempo para buscar a su mujer-

-¿Por qué viajaría en el tiempo?- La miró como si tuviera dos cabezas

-Porque visitó a un psíquico ciego, le dijo que el amor de su vida se hallaba a dos siglos y él debía encontrarla-

La miramos aún más confundidos, la historia pareció verídica, pero nos dimos cuenta que era una más de sus súbitas fantasías.

-Bien, ¿y yo de qué me disfrazaré?-

-De una solterona sudorosa- Replicó Zack, entre divertido y burlón. Se refirió a mi ropa, aún vestía mi conjunto deportivo.

Melanie rodó los ojos y de su bolso de manta sacó un antifaz de gato.

-Genial, una solterona sudorosa con antifaz de gato- Repliqué sin verle agradable la combinación entre el antifaz con mi pijama.

Zack fue quien rodó los ojos y se quitó la chaqueta, debajo de ésta tenía puesto una camisa negra. Me extendió la chaqueta frente a mis ojos sorprendidos.

Me coloqué el antifaz y junto a la chaqueta ya no lucía una anormal combinación.

La llegada de la fiesta de disfraces, una reunión alocada consumada por los del último año, fue un tema muy hablado en esta semana. Todos se emocionaron al añadir "será épico" en su lista de promesas de Mateo, uno de los compañeros del equipo de Zack. Y por supuesto, ningún grupo social faltaría a uno de los eventos más grandes; eso incluye a Zack, siendo uno de los más reconocidos de la escuela, no sólo por su agilidad en el futbol, también por la brillantez de su intelecto.

Tardamos diez minutos de caminata, en una esquina se hallaba la casa infestada de alboroto. Lucía "épica" como lo habían prometido. Esos nervios de no sentirme perteneciente en esa clase de eventos volvieron. Jamás cometí una vergüenza como para darle motivo a mi inseguridad, pero la concentración de personas era lo que más me alteraba. No podía fallarles a mis amigos, Zack se esforzó para hacerme sentir segura, Melanie trató de tranquilizarme cuando se tratara de una convivencia social.

La fiesta se llevó a cabo en una casa diferente, más monumental y amplia para dejarle espacio a la diversión.

El conjunto de personas era colorido, cada disfraz era diferente. Desde payasos asesinos hasta perritos falderos.

El ambiente estaba instrumentado con trap, eso les encendía para motivarse a bailar licenciosamente. Las lámparas emitían una iluminación fosforescente, un azul eléctrico. Me hizo recordar las fiestas que realizaban en cada maldito episodio de Skins.

El volumen era alto con imprudencia, pero así debía lucir una fiesta, ¿no?. Así que no me quejé.

Como si un día cualquiera en la escuela se tratara, saludaron a Zack eufóricos. El mismo los recibió con una sonrisa carismática, dio choque de puños y una palmadita en la espalda con algunos de sus amigos. Y como si otro día cualquiera en Borry se tratara, nos apartamos para adentrarnos en el alboroto social.

Por cada empujón, me motivaba a querer bailar, pero me contuve desde la última vez que lo hice, quise evitar sobrepasar mis propias restricciones: beber hasta convertirme en una estúpida retrasada.

-¡Vamos!, escuché que hay vodka- Me gritó Melanie en el oído al pasar cerca del equipo de sonido.

Supe el cuento de siempre, Melanie bebería hasta embriagarse y al día siguiente se reprocharía al recordar sus principios budistas, y como ya dije: es una verdadera patada en el culo escuchar sus quejas.

-Melanie- Tomé su mano al verla correr a la mesa de bebidas. La miré severa -ya sabes que no puedes-

-Esto no es por vicio- replicó para convencerme -es por mi salud- se señaló cínicamente

La miré sin encontrarle obviedad a su fundamento.

Agregó para aclarar -Sí, ya sabes, me abstuve de cualquier placer...- miró con deseo a la hilera de jarrones repletos de cerveza -por un laaargo tiempo, y si me contengo más, escasearé mi dopamina, -comenzó a enumerar con los dedos -mi serotonina y...-

-¡Ay, bueno, ya, ya!, toma la que quieras-

La sala era más amplia, no había chimenea que provocara a Melanie altruismo de querer integrarse a los proyectos de la ONU, y ningún parecido a Peter que se paseara por aquí. Pero todo podía pasar en una fiesta, porque debíamos dejar que pasara, si no, no habría diversión. Es inevitable

-A veces no sé si te haces la tonta o de verdad lo eres- Le dije a ella, reiterando la misma frase de Zack

Su vestido se mojó de cerveza al golpearse contra un chico. Trató de limpiarse con la mano, una reacción absurda de cualquiera que se manchara de algo.

-¡Es que ese pasó como pedo!- Vociferó señalando al tipo mientras se seguía pasando la mano por el pecho

-¿Cómo?- Noté que la cerveza había oscurecido la tela blanca de su escote para nada provocativo

-Nunca avisa-

-Ah- Dije al encontrarle sentido

Al ver sus esfuerzos en vano, la detuve -Vamos al baño-

-Pero no tengo ganas de hacer pipí- Me miró confundida

Exhalé reuniendo paciencia -Vamos a limpiarte eso-

Jadeó un "Ah" al comprender. Caminamos en búsqueda del dueño de la casa y en esos momentos me pregunté si no tenían padres para hacer una fiesta que seguramente dejaría en ruinas a la casa.

Según Zack, Mateo se ofreció como anfitrión, así que debía conocer el interior de la casa. Buscamos a un tipo del castaño más claro que el resto. Lo encontramos arrinconado de chicas, gustoso de su compañía, y altanero de serles atractivo.

Toqué su hombro y éste se volteó, apartó el vaso de su boca para exclamar

-¡Abby!-

Las chicas nos miraron curiosas.

-No grites- Murmuré incómoda de su no tan sutil abrazo

-Oh, lo siento- Se apartó de mí y miró a Melanie a mi lado-¡Meli!-

Ésta sonrió por ser reconocida -¡Hey!- se abrazaron

Notamos que, con el azul intenso y la estrella en su pecho, simulaba ser Capitán América.

-¿Qué me cuentan, chicas?, ¿alguna novedad?- Ensanchó una sonrisa revelando su envidiable dentadura

-Ayer me encontré a un gato muerto y tuve que enterrarlo en el patio de mi casa- Respondió Melanie, una trágica historia para ella, una turbia para nuestros oídos.

-Okay- Dijo Mateo, disimulando lo raro que le había sonado -¿cómo le hiciste en su funeral?-

-Lo purifiqué de inciensos y flor de cempasúchil-

Asintió Mateo, interesado -¿En serio?- Le sonrió

A pesar de comportarse muy petulante, a veces, era una buena amistad, simpático y divertido, estable para nosotros. Pero cuando entra en modo coqueto, cualquier principio vale una mierda para él y actúa con mucha confianza.

Un ejemplo es éste:

-¿Te perdiste, gatita?- Canturreó al ver pasar una chica de vestido encogido a su cuerpo, unas medias de encaje y una diadema con orejas puntiagudas. Al encararse, nos dimos cuenta de la presencia de Chloe.

-Púdrete, Mat-

Melanie chilló ahogadamente, fue audible para mí pero su sonrisa no tuvo remedio para disimularlo.

-Vamos, no te hagas la difícil, sé que disfrutaste todo de mí- En añadidura a su descaro, le guiñó el ojo siendo acompañado de una sonrisa libidinosa

-Eso- señaló su entrepierna desde su distancia -que le llamas pene, sólo es una desgracia genética-

La sonrisa de Don Juan se esfumó para torcer una mueca -¿Me insultas para que no crean que eres una promiscua que se calienta con sólo meter la mano bajo sus panties, o simplemente eres un hipócrita?-

En cambio, Chloe se mantuvo neutra, mirando con odio al chico -Te insulto porque me das asco-

En cambio, Melanie emitió un "uhhh" disimulado. Y en cambio yo me limité a mirarlos.

Asintió con una sonrisa sardónica -Sí, definitivamente es porque eres las dos cosas-

-Mejor mete tus manos debajo de otras panties- se acercó a él a pasos lentos -porque eso haces, ¿no?- sonrió amargamente -irte con todas al mismo tiempo-

Fue suficiente para hacerlo enfurecer. Exhaló humo de su nariz y sus orejas fueron una chimenea, al menos en mi imaginación. Se acercó a ella con vehemencia y entonces una mano empujó su pecho.

-Hey, detente, Mateo-

Zack lo miró severo. Él fue el muro que bloqueó a ambos contrincantes. ¿Qué habría pasado si Zack no se hubiese metido?, ¿Mateo sería capaz de golpearla?. Bueno, ya advertí lo imbécil que podía llegar a ser este chico. Mateo aún aniquilaba con la mirada a la de mechas californianas desteñidas. Cualquier facción era surcada de furia y violencia y Zack se mantuvo entre los dos hasta que se calmara. Nuestro amigo, siempre al rescate, hizo que éste lo mirara, y cuando lo hizo, soltó una última bocanada y se apartó para distraerse con sus amigos.

Chloe rodó los ojos y se acercó a Zack. Le regaló un suave beso en la mejilla -Gracias, cariño- luego llevó su boca a su oreja. Murmuró -pero puedo cuidarme sola-

Antes de dejarnos a la vista su lindo trasero, le dedicó una sonrisa coqueta al asiático, se despidió de nosotras y finalmente se mezcló entre la multitud.

Quedaron rastros rojizos de labial en la mejilla de Zack, pero éste no salto de emoción, sólo suspiró.

-¿Están bien?- Alternó la vista entre ambas

Asentimos, la más entusiasmada fue Melanie.

-¿Qué rayos fue eso?- Inquirí sin poder evitar la sorpresa que me había ganado con ese conflicto

Volvió a suspirar -Chloe y Mateo tenían una relación, pero definitivamente no durarían porque ambos no son estables para esas cosas-

-¿Por qué?- La pregunta salió de Melanie

-Chloe bebe, fuma, se droga y todo lo que ya saben- asentimos conscientes del dato -y Mateo es un mujeriego-

-¿Entonces?- se rascó la cabeza ella

-Entonces...- nos dio la oportunidad de adivinar algo que para él era obvio, pero nosotras no captamos -Chloe lo descubrió metido con otra chica mientras que ella se emborrachaba-

-Ohhh- emitimos ambas a coro

-¿Qué le pasó a tu vestido?- Se dirigió con el dedo a su escote regado de cerveza

Melanie bajó la vista hacia su torso -Un chico me empujó y tiré mi cerveza-

Asintió éste -Cerv... ¿cerveza?, ¿no que no podías tomar?-

-Abby me dijo que, si no bebía, entonces ya no seríamos amigas- Chilló cínica

-Wow, Melanie- emití en tono monótono, para nada afectada por su falsa acusación -qué madura, en serio-

-Sólo... sólo...- se quedó sin ideas para excusarse -¿sabes en dónde está el baño?- preguntó derrotada

-Arriba, la puerta del fondo- indicó, como si fuera simple

Ella se echó a correr ascendiente a las escaleras.

-¿Conoces la casa?- Caminé junto a su hombro, dirigiéndonos al jardín trasero que nos abría paso con las puertas extendidas

-Son la casa de los tíos de Mateo, le ayudé a organizar todo-

Me limité a asentir. El puente de mi nariz comenzó a picar, el antifaz parecía encogerse. Nos mantuvimos bajo el umbral de la puerta trasera. La música permanecía en grito para nuestros oídos, pero era cómodamente lejano. Miré a mi amigo, a comparación de las fiestas anteriores, ahora se tornaba pensativo, neutro, sin ganas de unirse a las estupideces de sus amigos. Una ráfaga de aire, deseándole suerte a las que llevaban falda, golpeó cada rincón de nuestro sitio, y eso incluyó los cabellos de Zack. Era realmente muy apuesto, pero aún lo veía como el chico escuálido de la secundaria, el del niño asiático de lentes de la foto de graduación de la secundaria. Me sentía plenamente afortunada por su amistad, pero también plenamente acongojada de perderlo.

-Zack- Lo nombré, después de haberlo contemplado por un minuto

Éste se volteó a mirarme, atento -¿Si?-

Apreté los labios, sin saber de dónde me había nacido esa loca idea. Pero Zack estuvo a punto de acostarse con Melanie, así que no debía ser más grave, ¿verdad?.

-¿Me enseñas a besar?-

Frunció el ceño, claramente desconcertado por mi petición -¿Que yo qué por dónde de cuál?-

Desagarré mi garganta por un suspiro sonoro y reuní mayor valor -Sé que suena loco, pero...- busqué un argumento para apelarme y no acrecentar el hecho de que otro posible trastorno me hiciera delirar -¡vamos!, te has besado con muchas chicas, hasta Melanie más que yo, y yo...- removí mis ojos, nerviosa, sin argumentos esta vez -sólo quiera aprender un poco del master kiss-

Le atacó una carcajada -¿Un master kiss?-

-Cállate-

Le dio más motivo para reírse -Linda, ¿por qué quieres hacerlo realmente?, ¿te gusta alguien?- Elevó una de sus pobladas cejas

Súbitamente pensé en Tristan, cuyos labios saboreé dos veces.

-¡No!- Negué más para mí misma -sólo quiero estar preparada...- no le encontré un nombre -para el momento- su expresión se volvió más burlona y me exasperé -¡Eres mi amigo, Zack, dijiste que me apoyarías con cualquier estupidez!, ¡Además, no tienes derecho de juzgarme, te ibas a revolcar con Mel...!-

-Okay, okay- cedió entre risas -lo haré-

Miró a sus lados y luego me tomó de la mano -Vayamos a un lugar más privado-

Si no fuese mi amigo, me habría derretido.

Cruzamos bultos de cuerpos, sentí incluso mis suelas humedecerse de cerveza o de cualquier líquido extraño. Llegamos a uno de los pasillos más retirados, el que encaminaba a una oficina privada o lo que sea que escondieran los tíos de Mateo.

La música se oyó como encerrada en una cámara: ruidos sofocados y la bulla de personas apenas audible. Me arrinconé yo sola, teniendo a la pared como respaldo. Comencé a cobrar consciencia de mi idea, pero Zack ya se encontraba dispuesto y yo no tenía voz para retractarme.

Le dio un vistazo a nuestros alrededores y asegurado de estar solos, se frotó las manos para prepararse.

-Estoy seguro de que aquí no nos podría ver ni chucky- Asintió, ridículamente infantil

-Zack, ¿con ese tipo de comentarios frikis conquistas a las chicas?- lo miré incrédula

-No- sonrió mostrándose sensual de forma muy repentina -con esto- posó sus manos sobre la pared a mis costados -conquisto a las chicas-

Fue el claro ejemplo de que la dualidad sí existía y era peligrosa, peligrosa para las hormonas.

Lucía muy confiado con sus gestos y sus movimientos, entonces la experiencia en el flirteo era más que obvia.

-Vaya, vaya, señor Pierce, sí que sabe cómo usar las neuronas-

Se apartó, complacido por su único público, o sea yo -Oh, basta, me sonrojas- Se cubrió, fingiendo estar avergonzando, entonces el semblante de chico sensualón se tornó un chiste

Sonreí negando con la cabeza y por su parte rió. Mantuvimos un rato de silencio, mi mirada cabizbaja, dudosa de mi decisión; y Zack, esperando para cuando estuviera preparada. Al verme ser incapaz, chasqueó la lengua, llamando mi atención.

-¿Cómo quieres empezar? ¿con lo básico?- Me miró, enfocando toda atención hacia a mí

-Un piquito, ¿no?- éste asintió -bien, empecemos por un piquito entonces-

-Bien- Me sonrió para suavizar la tensión

Dejó su antebrazo sobre la pared, creando un refugio semicerrado para mi cuerpo. Ladeó su cabeza, el movimiento inicial para un beso. No ralentizó la velocidad de su acercamiento porque sabíamos que eso sería raro. Y entonces presionó sus labios por microsegundos apenas contables.

-Wow- pronuncié, sin emoción de sorpresa, sólo fue un wow para no incomodarme -eso fue...-

-Eso fue sólo el inicio, linda- rió con una pizca de burla

-Ah, ya- Asentí, como si fuera una novata que toma nota a lo que le dice un veterano

-Avancemos al siguiente paso- Me propuso sutilmente, de nuevo, para no levantar atisbos de incomodidad -un beso más duradero, ¿te parece?-

Asentí, como si de una sumisa se tratara, porque si debía aprender ante un sensei, entonces era necesario ceder para hacerlo bien.

-A la cuenta de tres, ambos cerramos los ojos- me dijo detenidamente -una... dos...-

-¿Después del tres o cuando digas tres?-

Su mirada de hastío me dejó en claro que no volvería a tocar el mismo tema. Asentí rápidamente y le convencí de que no fallaría esta vez.

Reiteró la cuenta -una... dos... tres-

Automáticamente dejé caer mis párpados y el aliento de Zack ya había colisionado entre mi mejilla. Volvió a besarme, y como lo había propuesto, hizo el beso más prolongado, sin accionar ningún músculo, sólo el mismo piquito.

Conté el tiempo y permanecimos treinta segundos. Se apartó de mí y agrandó una sonrisa.

-¡Eso es, Abby!, lo hiciste bien-

Rodé los ojos -Ni siquiera hice nada-

-Ay, tampoco te vuelvas tan engreída- bromeó

-¡No!, es que literalmente no hicimos nada, sólo fue un- amontoné mis dedos para hacerlo un conjunto y presioné sus puntas para expresarle mi referencia

-Por eso, de ahí viene el movimiento de los labios-

Al pronunciar el siguiente nivel, su voz se oyó ronca y perversa, como si fuera lo más exquisito de un beso.

-Yo ya lo estoy esperando- Lo apresuré

-Bien, bien- rió ante mi impaciencia -Advertencia:- de repente, modificó su voz a una robótica -el entrenamiento se realiza con fines de aprendizaje. Este medio implicará: saliva, lengüetazos, movimientos chuecos, etc. Si eres sensible a las costumbres antihigiénicas de los adolescentes, es de vital importancia que te eches a correr como niñita meandose en sus calzones. Se recomienda discreción-

-Zack-

-¿Qué?-

-Cállate-

-Sí, señora-

Tomó mi mentón en un agarre lleno de sutileza, y reiteramos el beso. Su advertencia no fue dicha sólo por finalidad de broma, si no, que era una real advertencia, una advertencia de que esto se volvería extremadamente raro después de poner en acción a nuestras bocas. En ese instante, al sentir la repentina velocidad, abrí mis ojos. Pero no lo detuve, tenía que acoplarme a la habilidad de su boca. Hice del beso una cosa imperfecta porque mis dientes chocaban con los suyos sólo por el intento de seguirle el paso. La saliva de mi boca pareció evaporarse, mis labios resecaron a consecuencia de los suyos.

Una alarma exigió detenerme, me faltaba el aire, y Zack parecía asfixiarse también.

-Nada mal- dijo entre agite

Me limité a mirarlo, apaciguando mi respiración.

-Pero te aconsejo que no te precipites en seguir el ritmo- mencionó, increíblemente sereno después de un intenso, pero raro beso -es mejor que canalices hasta acoplarte bien-

-En otras palabras: sigue aprendiendo, loser-

-Pff, lo hiciste bien siendo novata-

En apariencia emanaba mi inexperiencia con los chicos, pero interiormente sabía que no era tan primeriza en los besos. No dije nada respecto a eso.

-¿Cómo es que un chico friki de los mangas, fanático de los Power Rangers e integrante del clan "AC/DC tus patrones", puede ser tan bueno en los besos?-

-El chico friki siempre es el atractivo- Sonrió ufano

O simplemente no muestra esa faceta con nadie. Sólo Melanie y yo conocemos al verdadero Zack. Tiene una reputación que cumplir.

-Bien, ahora intentemos con lengua-

Rápidamente me exalté -¡¿Qué?!-

-Beso con lengua- Replicó sin verle el problema

-¡Qué asco!, ¿por qué?-

-Oh, créeme, es lo mejor- hizo asentimientos con la cabeza, airoso de perversidad

-¿Eso es lo que les gusta?- no tuve la intención de evitar expresarme repudiosa

-Es como lamer jamón- exclamó y luego se dio cuenta de lo que dijo -seh, esa no fue la mejor comparación-

La cuestión es que ya no me sentía curiosa de avanzar otro nivel, suficiente saliva compartí con mi mejor amigo.

-Creo que debemos terminar nuestra sesión- Sugerí, acomodando cualquier desprolijo provocado por el beso.

-¿Y los billetes?- Extendió la mano con la ceja alzada

-¿Qué?-

Carcajeó como si fuese un episodio de bipolaridad, ¿por qué tengo amistades tan raras?.

-Es broma-

-Gracias-

-Cuando quieras, Abby-

Noté que, con lentitud, su rostro se apagaba. De nuevo esa expresión distante.

-Zack- Me asomé a su rostro

-¿Mh?- Emitió distraído

-¿Estás bien?, ¿quieres hablar?-

Alzó su vista y sonrió a duras penas -Me siento de puta madre, Abby, no hay de qué preocuparse-

Si Zack lo decía, podía ser cierto, pero por algo Zack tenía el apelativo de El Maestro de las Mentiras. Insistir no ayudaría en nada.

Prometimos no decírselo a nadie, mucho menos a Melanie.

Nos adentramos a la fiesta. Dejé aspirar cualquier aroma de disoluta diversión y las restricciones desaparecieron en el olvido. Otra noche más, dejé fluir mi cuerpo y alma. Algún efecto del alcohol me alentó a bailar. Para mis oídos, la música resonaba más bulliciosa; sin embargo, no fue decadencia de mi disfrute, me motivó a contonear mi cuerpo. Bajo el antifaz, el del gato cauteloso, me sentía encubierta, un anonimato en el que podía moverme libremente. Melanie se sacudía bajo el límpido vestido de hadita. El azul eléctrico hubiese sido chillante para mi vista si me encontrara en estado lúcido.

Cuando mi cuerpo lanzó el aviso de sed, caminé hacia la hilera de bebidas. No me importó qué tipo de líquido consumiría porque cualquier cosa se veía apetitosa. No me encontraba fuera de juicio, sólo libre. Podía ser consciente de recordar mi nombre y los clones no eran ilusión en ese momento, así que todo estaba relativamente bien.

Sí, relativamente bien.

Relativamente bien porque la palma de una mano masculina rozó mi cintura.

Mi cuerpo se sacudió y me giré.

Un chico irreconocible por el antifaz de El Zorro. Estaba totalmente cubierto de ropas negras. Parte del pecho abría paso para posar una mano completa sobre su piel desnuda. Las esmeraldas, dentro de los orificios del antifaz de franela, me alertaron de la identidad del chico. Tristan.

-¿Eres nueva?- Preguntó, sonriendo y definiendo una mandíbula afilada.

Parpadeé perpleja. Su pregunta no se oyó como broma.

-¿Qué?-

-Sí, es que jamás te vi por aquí-

Entonces me di cuenta que de verdad me creyó otra chica.

Lo miré, intentado buscar una pizca de broma. Le coqueteaba a una chica que no era yo, pero mi alma estaba ahí.

-Me gusta tu disfraz- Comentó después de no oírme hablar

Presionó su mano sobre mi cintura, protegida por una capa de tela y encima de ésta, el cuero de la chaqueta de Zack.

Mi pecho contra su pecho. Cara a cara.

Apreté mis labios y fingí -También me gusta el tuyo-

Tristan no sabía que bajo el antifaz me hallaba yo, joder. Y su sonrisa resplandecía más cautivadora para inri.

Éste ensanchó su sonrisa, aceptando el elogio como si lo hubiese esperado. Y fue su motivo para atreverse a besarme, sin más.

Así de precipitado, me besó. Me corrijo, besó a la chica del antifaz.

Fusioné mis labios a los suyos, dolida. Agrandó exquisitamente su boca. No fue sutil para el comienzo, pero mantuvo una pequeña cantidad de lentitud. Mi cuerpo se iba para atrás cuando encendió mucho más la fogosidad del beso. Tuve que apoyarme sobre la manta de su camisa, ínfimamente traslúcida, pero provocativa. El aliento de su boca no soplaba evidencia de haber consumido alcohol, aseguraba que su ímpetu era accionado bajo sus cinco sentidos. En súbito, se apartó a una corta distancia, todavía al roce de nuestros labios. Me contuve un quejido, como si me privaran de una ambrosía.

Mi antifaz deslizó de mi rostro hacia arriba a una velocidad intrigante, y cuando mi cara se sintió libre de incomodidad, Tristan me sonrió satisfecho, con mi antifaz en su mano

-Sabía que eras tú-

Lo miré perpleja, alivianando ese dolor que previamente me quemaba al sentirme engañada.

La expresión de su sonrisa se agrandó, divertida, al verme inerte.

Fruncí el ceño, sin encontrarle la gracia. Me aparté de él aplicando un poco de brusquedad, pero minúscula para su resistencia.

Me di la vuelta y el giro repentino me mareó. Caminé sin rumbo, pero por alguna razón, mi cuerpo le apetecía aire fresco, así que mis piernas me sacaron de la casa. Escuché sus pasos. Me llamó repetidas veces y me causó más vehemencia para echarme a correr.

-¡Abby!- Volvió a llamarme, escuchando más inteligible mi nombre porque la bulla se oyó por fin lejana, en las fueras sólo eran bramidos de viento.

Sujetó mi brazo y, sin fuerza dañina, me encaró hacia él.

-¿Por qué sales corriendo así?- Frunció el ceño, desconcertado

-Ahora no, Tristan- Me zafé

Respetó mi espacio pero se veía ansioso

-¿Estás molesta conmigo?-

Hipócrita sería si le respondiera con un no. Sí estaba molesta con él, por seducirme. Con él mandaba a la mierda mi abstinencia. Sólo con una corta distancia bastaba para desearlo. Todo desde que acarició mis labios con los suyos. Si me hubiese negado, probablemente hubiese continuado con la intriga de querer conocer al chico cuyas tardes después de clases, se encontraba en la biblioteca municipal, ensimismado con libros de pasta dura.

Pero hipócrita sería, también, culparlo. Hay una evidencia acerca de una fiesta, una Abby borracha y sus labios contra los de Tristan, siendo accionados por pura voluntad propia.

Sin embargo, me encontraba frente él, confundida, tan confundida que me enfurecía. Después de todo, con los recuerdos recientes, sin contar mi pasado antes del accidente, Tristan es el chico de mis primeros besos.

-Déjame en paz, Tristan- Solté sin más

-Dime qué te hice, Abby, dime y no lo volveré hacer-

No sonaba suplicante, eso incluso lo hacía más irresistible. Tenía la férrea postura de arreglar las cosas sin mostrar ningún signo de debilidad. Eso lo descubrí en una de las temporadas de futbol, el equipo de la escuela se encontraba al riesgo de perder contra sus contrincantes, 50-45. Incluso Zack quiso cagarse encima de las mallas. Pero todos los integrantes se apelaron a Tristan, Tristan y el entrenador por supuesto, pero Tristan tenía tenacidad, y la única señal de temor fue un suspiro pesado, luego se puso en marcha para planear su estrategia para el juego.

Negué con la cabeza, sin fundamentos. Tenía mis propias razones, pero él no las entendería. Volví a girarme para echarme a correr, pero me detuvo de nuevo.

-¿Por qué haces esto, Abby?, ¿por qué siempre lo haces?-

Esta vez yo fui quien unió las cejas de la confusión -¿Hacer qué?-

-Huir-

Entreabrí los labios para refutar, pero después de todo, a pesar de estar cegada por la furia, sabía que tenía razón.

-No sé de qué hablas-

-Charlamos, conectamos, te beso y luego sales huyendo, ¿por qué lo haces?-

-¿Estás jugando conmigo?- Añadió tras mi silencio

-¡No, Tristan, joder, no!- Espeté, harta de ser interrogada. Solté un gruñido -Lo que haga contigo no creo que te importe, tú y yo no somos amigos, tú y yo no somos nada-

Me dispuse a marcharme, pero se interceptó a mi paso.

-No te has dado cuenta, ¿verdad?-

-¡No, tristan, no me he dado cuenta de nada!-

Mi estómago se revolvió como masa licuándose. Añadiéndole emociones fuertes a causa de la confrontación con Tristan, me sentía alcoholizadamente ansiosa.

Me tomó de los hombros para aplacar mis forcejeos y tenerme a su disposición.

-He dicho que no, pero en realidad no he podido dejar de pensar en ti desde que me besaste en aquella fiesta-

Sus esmeraldas se volvieron una alucinación en el que quería dejarme ensimismar. Me penetró hasta el alma. Y mientras afincaba su agarre sobre mis hombros, se atrevió a apegar nuestros cuerpos.

-No te has dado cuenta, ¿verdad?- repitió al verme inmutada -No te has dado cuenta de todas las veces que he querido acercarme a ti, de hacerte reír- una de sus manos se apartó para acariciar mi labio inferior con el pulgar, sutil y apacible -de besarte- murmuró rozando su aliento en mi rostro

Miró a éstos y yo miré los suyos, ambos deseosos, notoriamente deseosos.

Entonces la furia se convirtió en deseo, quería volver a besar a Tristan de la Coss.

-¿Por qué yo?- Musité

-Ya te lo he dicho, eres más que la chica que me besó en la fiesta-

-Simplemente eres tú- agregó con suavidad

Bueno, la magia es fácil de quemarla en un santiamén. Los temores vienen y van. Pero este temor regresó con ganas de lastimarme. Hice memoria, así de fugaz: Tristan no supo de mi existencia antes de la fiesta, una cosa difícil de creer, pero no imposible. Entonces si mi presencia le fue invisible, significa que tampoco sabía de mi accidente ni sus consecuencias que le contrajo a mi vida. Tristan en realidad no sabía nada de mí, entonces...

Negué en apuro -No, Tristan, no-

Me sostuvo para declarar -Estás asustada porque sientes lo mismo-

Aquieté mi cuerpo por un momento, luego volví a forcejear -No me conoces, Tristan, no sabes nada de mí-

Tomó mi mejilla y fue el remedio para sosegarme e hipnotizarme. Se quitó el antifaz y de su rostro surcó una sonrisa menguante.

-Entonces déjame conocerte, estoy dispuesto a hacerlo-

Me removí -Tristan, yo...-


Nuestro alrededor, de repente, pareció un mundo sin humanos. Sólo Tristan y yo. 

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